Partida Rol por web

El segundo de los hijos legítimos del señor de la casa se removió en su asiento, inquieto. No era bueno que tardase tanto el septón en empezar la ceremonia, y los hombres se impacientaban. Y él también. Vio como su hermano Haudrey le saludaba devolviendo su sonrisa, y con cierta guasa le sacó la lengua un instante. Sabía que la ceremonia era importante, y había podido controlarse y estar serio todo este tiempo pero... es que ya era demasiado

- ¿Cuando va a empezar mama? - le susurró a su madre quedamente, mientras volvía a retorcerse en su asiento, molesto por tener que llevar el traje de gala y sin parecer demasiado preocupado por los gestos de los guardias. Si su padre no se había levantado, ni había tomado sus armas, es que no había peligro

Darién no se imaginó que el ambiente de fiesta no se iba a estropear por algo tan insignificante como un jinete vigilando algo en el río. No habían dado la voz de alarma por lo que Darién no se movió de su puesto asignado y siguió vigilando la zona frente a él. La prioridad era que los enemigos de haberlos no pudieran llegar a los nobles ahí instalados. Locos tendrían que ser para atacar pero poniente no se caracterizaba siempre por la lucidez de sus hombres.

Deseaba que pronto se solucionara el problema de ser sólo una falsa alarma de lo contrario todos los invitados se alterarían. Los caballeros no estaban ayudando pues no se fiaban de los jinetes y tenían que ser ellos mismos los que comprobaran que todo iba bien. Darién supuso que tendrían ganas de una batalla de verdad que hacía mucho que no disfrutaban de una. Apretó un poco más la lanza que llevaba y esperó. Si había órdenes o gritos de guerra se pondría en movimiento. Por ahora su zona estaba despejada y esperaba que así siguiera por ahora. - Despejado por aquí - Dijo más para sí mismo y así relajarse, que para los jinetes más cercanos a él.

¿Qué leches estará pasando?, habiendo llegado el último tiene tanta gente mirando hacia el lago delante que no se ve nada...

Bueno por lo menos seguro que no seré el centro de atención, pensó.

¿Parece que hay peligro? pregunta al aire... Pero Ser Otter dice que no pasa nada... no entiendo nada.

Aunque en un pimer momento se puso en guardia por el disparo de la ballesta, luego se relaja algo más y se mezcla con la gente, buscando la familia del Matatoros.

El pequeño alboroto no pasó desapercibido a los ojos de Vesania. La sacó de sus ensoñaciones lo cual hizo curvar los labios en un rictus de desagrado. 

¿Pero qué haces Armase?- Conocía algo a aquel soldado y no le parecía tan tonto como para armar un escándalo durante la ceremonia. Afortunadamente su madre parecía una sufridora, como a ella le gustaban.

Siguió allí, junto a Probis, tan inmóvil como siempre, esperando a que el Septón Eulocis empezara su sermón y se apaciguaran los ánimos. Lloviese a mares o soplara un viento huracanado, Vesania no iba a ser la que rompiera filas. lo único que le hizo titubear fueron los sollozos de la desconsolada Arianna. Le costó frenarse, pero antes de acercarse pidió permiso a Lady Olenna con la mirada.

- No pasa nada Arianna.- Le dijo con un tono dulce que pocas personas en el castillo conocían. Le arregló el vestido que se había arrugado y le acarició la mejilla con el dorso de la mano.-¿Por qué no jugamos a quién es quién en el Castillo?- Era un juego al que solía jugar Vesania con las hijas de los Tully, que servía para que supieran todos los nombres de sus sirvientes y sus funciones.- Pero sólo hasta que el Septón empiece, ¿de acuerdo?- Básicamente el juego consistía en que Arianna señalaba a una persona y Vesania decía su nombre y las funciones que realizaba en el Castillo. No le importaba que alguno más de los niños participase si con eso conseguía que se comportaran. Poco a poco la niña iba aprendiéndose algunos. 

Bethan era un pobretón que no tenía arcos ni ballestas, con lo cual en aquella situación estaba en desventaja y no podía atacar a esos malditos rufianes. Desde tierra solo podía hacer una cosa: poner a salvo a la gente. Allí, junto a él, habían acudido dos caballeros exponiéndose en demasía. Bethan había escuchado de plebeyos que subían de estatus al salvarle la vida a nobles y autoridades.

Miró a Ser Otter.

Miró a Ser Trycian.

Pero solo podía salvar a uno de ellos antes de que los virotes alcanzasen la orilla.

¡SER OTTER! ¡AL SUELO!

Bethan placó a Ser Otter, por debajo de la cintura, para derribarle y mantenerle a ras de suelo como un blanco más difícil. Trycian había demostrado ya su capacidad de burlar a la muerte, sabría arreglárselas.

Algo pasaba, un silencio de repente invadió a la gente todos miraban hacia el Este, pero no era por el estupendo paisaje que estábamos contemplando sino por uno de los jinetes que custodiaba la parte Este, el cual había sacado su ballesta y apuntaba hacia la orilla del lago. 

Flexioné las piernas mientras me agarraba a aquel palo apretando fuertemente con las manos casi sin percibirlo, sólo estaba atento a cualquier signo de lucha para salir corriendo hacia el castillo. El tiempo aquel se me hizo interminable y lo que pudo ser una ceremonia para recordar se estaba volviendo en mezcolanza de un acontecimiento impredecible por ahora pero sujeto a la actuación de aquel jinete instruido en la guerra.

Malcom volvió de la hacienda con el laúd que le regaló Lady Olenna el día de su nombre en mano, esperó encontrar allá la fiesta ya empezada. Sin embargo lo único que alcanzó a atisbar era murmullos y algunos gritos. Se apresuró a acercarse y se dirigió a Probis y Vesania.

- Perdonen mi demora, ¿me pueden decir qué aconteció? - aparcó la caja del laúd en un lugar apartado esperando mejor momento para darle uso.

PIK:

- Tu tirada debiera de haber sido oculta.

- De todos modos no ves nada reseñable, ni para bien ni para mal. Además, el reflejo del sol sobre el agua prácticamente os ciega a todos.

SER TRYCIAN:

- Observas lo que parece ser un viejo y destartalado bote de pesca amarrado mansamente a un tronco y completamente vacío de ocupantes.

- Sin duda es el sustento de alguna de las humildes familias de la cercana aldea de Aguasturbias. Hoy, lógicamente, no ha salido a faenar, pues es festivo. El dueño estará en la aldea de al lado, celebrando el inicio del Verano en compañía de su familia.

Dhur, al comenzar aquel momento de discordia eligió separarse y escabullirse para enterarse de qué ocurría. Corrió entre las sombras y se acercó allí donde estaba el motivo de los murmullos actuales. Se atrevió a echar un vistazo desde un lugar alto y lo suficientemente oculto para que no le vieran y llevarse una regañina de su padre.

Arianna mira a Vesania con sus grandes ojos y enseguida asiente en silencio, tranquilizándose y cesando en su llanto.

- Dhur desaparece de la vista en un descuido. ¡Es casi como si se hubiese vuelto invisible!

DHUR:

- Habilidosamente, te ocultas tras el estrado de madera, en una hoquedad en el suelo.

- El Sol del amanecer refulge cegadoramente sobre las aguas, pero alcanzas a ver entre la súbita ventolera que se levanta a unas sombras... ¡Asesinos armados que llegan desde el agua y os disparan una lluvia de virotes acerados!

- "Tío..." - Susurra nervioso. - "Más vale que empecéis ya a decir las palabras sagradas... o el señor feudal nos hará azotar a ambos por esto..." -

Woode sonríe contento, entusiasmado por el espectáculo de un hombre de armas disparando su ballesta mientras otro derriba estruendósamente al suelo a un caballero con su armadura completa... ¡¡Nada menos que al Castellano!!

El ruido del caballero al caer con toda su armadura es el equivalente al de un cuarto de hora de martillazos en la herrería del castillo...

Por fin alguien se da cuenta de lo que está aconteciendo. Pensó Armase en cuanto vio a Bethan lanzar al suelo a ser Otter. 

Ser Trycian, le ruego que intente ponerse a salvo y dar la alarma. Esos virotes buscan sangre noble, la suya. Armase estaba seguro que lo azotarían por lo siguiente, pero... lo dijo: Y por favor, señor... si no le importa- dijo mientras apuntaba de nuevo hacia el bote- Me agradaría que sacara a mi madre de aquí. A la mierda... nunca sobreviviré lo suficiente para un consejo de guerra.

Tras lo dicho, volvió a disparar un virote hacia el bote. 

Observé la situación desde mi posición, junto a Madre y Horace. Sin dudarlo eché mano a mi espada y busqué con la mirada al resto de guerreros, mientras veía aquel bote acercarse. Me aparté de mi madre y de mi hermano, no sin antes mandarles que se pusieran a salvo en algún sitio seguro.

Entrecerré los ojos para ver algo mejor. Poco me importaba quienes fueran, pagarían con su sangre aquella ofensa, y me encargaría de estar allí el primero para darles tan calurosa bienvenida, si es que conseguían llegar a la orilla.

Aquella liebre se había apartado de la mente de Dregg, que ahora preveía eventos mucho más oscuros.

Esperó órdenes antes de hacer nada, pues no era él hombre de armas. Su labor era la de cazar para traer pieles y comida al castillo, no la de poner su vida en juego para defender el castillo. Nunca había matado a un hombre, y había otros mucho más capacitados y por encima suya. Sin embargo, tomó aire, pues sabía que si la situación lo requería, estaba obligado a combatir.

"No eres ningún cobarde. Sólo estás cumpliendo tu labor", no dejaba de repetirse a sí mismo, mientras deseaba que aquel bote estuviese lleno de liebres y jabalíes, para poder disparar sin temor. Pero sabía que eso no iba a pasar.

Como siempre que estaba nervioso, su estrabismo se acentúo un poco más.

Era increíble lo que estaba ocurriendo. A Ser Otter no le cabía en la cabeza todo aquel suceso-  Te...- empezó a decir en un intento de parar todo aquel desmadre pero no tuvo tiempo de más. Oyó un grito y de pronto notó unas manos que aferraban su cintura y de un fuerte tirón le hicieron caer al suelo. Un quejido salió de su boca, mas por la sorpresa que el dolor. Y es que no esperaba la acción de Caratorcida. 

Voy a cortar cabezas- piensa, sabedor de lo poco serio que era todo aquello. Hizo un intento por levantarse, sin conseguirlo Bethan le sujetaba con fuerza.

¡Quítate de encima, Bethan!- ordenó, aguantando a duras penas la compostura y no ponerse a maldecir y gritar a sus hombres.

Pasea la mirada por el lugar, aburrida de esperar a que el Septón inicie esos rituales y palabras para dar la bienvenida al año nuevo y al largo verano que tienen por delante. Y algo llama su atención y el ruido de una armadura repiqueteando contra el suelo le confirma que algo no va bien.

¿Se habrá caído algún caballero? A veces se alegra de no tener que llevar esas armaduras pesadas y que impiden los movimientos con fluidez, y más si no se está entrenado para cargar el peso del metal y para soportar los roces y el calor o el frío, aunque a ella el frío tanto le da, que puede llegar a alcanzar esas piezas infernales.

Mirando hacia allí, se da cuenta que disparan a un bote, que alguien ha tirado al suelo a Ser Otter y que todos parecen haber perdido la cabeza. ¿Estarán recibiendo un ataque? Pero no han dado la voz de alarma y nadie está pidiendo a los allí sentados que regresen al castillo o se pongan a cubierto.

Acorta la distancia, sin alejarse mucho de los que permanecen a la espera que el Septón comience el ritual, mientras lleva la mano a la empuñadura, pero solo para indicar que estará preparada para luchar si así lo merece la ocasión.