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Juego de Tronos - Castillo de Aguasclaras.

Lo que aconteció después. - Parte I.

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24/05/2014, 12:06
"Familia, Deber, Honor."

VIÑETA XV: AÑOS 141 A 147:

- Año 141: Ceremonia de Bendición de los Siete celebrada en el interior del Castillo. En años venideros, esta celebración más pequeña y discreta acabará siendo la norma en el Castillo, en contraposición a los grandes festines junto al lago que se habían venido celebrando hasta ahora. En el resto de señoríos del feudo las grandes fiestas con banquetes y comilonas a la intemperie en que participa todo el pueblo continúan siendo la norma. En Aguasclaras deriva en una misa en el Septo y luego una sobria comida en el Gran Salón de la Casa Señorial.

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Los siguientes años, las ceremonias de Bienvenida del Año seguirán siendo así, un festival mucho menos tradicional y festivo, pero tal vez más seguro.

º Mes 1: Ser Hadder manda misiva con un cuervo a Puenteamargo, pidiéndole a su antiguo Escudero, Otto (el padre de Ser Madrigal), que viaje a Aguasclaras para convertirse en su Maestro de Armas, Instructor y Condestable.

º En el mes 2 se recibe una invitación de Lord Grafton para Ser Hadder Tully para participar en un Torneo en Puerto Gaviota durante el mes 6 del Año. Ser Hadder rehusa educadamente mediante una con excusas redactada y enviada por el Maestre Ammon.

Lord Grafton parece tomarse a bien en un principio la negativa y todo el asunto podría no haber tenido la menor importancia. Sin embargo, conforme pasan los meses, y sin que noticias de ello lleguen a Aguasclaras, más y más personalidades se involucran en el torneo en Puerto Gaviota: El Príncipe Osmos Targaryen, Lord Corwen Baratheon, Lord Trant, y el joven Lord de Varamar, Lord Linn Mallister. El evento termina aplazándose del mes 6 al 11.

- Casa Grafton de Puerto Gaviota.

Durante el torneo ocurrirán algunos sucesos trágicos, como la muerte del Escudero Rance Aguafría en una caótica melée de escuderos.

Puerto Gaviota.

Aparte de esto, según los rumores, un jocoso comentario del Príncipe Osmos sobre la "ausencia de los de Piedras Frías" desemboca en risas y en comentarios burlescos de otros nobles acerca de los "paletos endogámicos de los pantanos de la Bahía de Hombres del Hierro" que causan muchas risas y chistes. Durante un rato en una cena en Puerto Gaviota hay algunas burlas acerca del "Bastardo Ser Hadder y de sus Caballeros, también Bastardos, del Castillo de Aguasucia".

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Príncipe Osmos Targaryen.

Nadie, fuera del feudo de Aguasclaras se refiere al territorio de la Desembocadura del Forca Azul a la Bahía de los Hombres del Hierro con el nombre de Aguasclaras, que se considera pretencioso y equívoco, pues Aguasclaras es el nombre de una importante población de las Tierras de Occidente.

Mucha gente conoce ese territorio como "Feudo de Piedras Viejas", lo cual es más bien despectivo, pese a que Piedras Viejas está en ruinas desde antes de la llegada de los ándalos a Poniente. Se cree que Piedras Viejas es el lugar de origen de duendes, gnomos y brujas, y hay leyendas de lo más disparatado. También es una creencia bastante generalizada que los habitantes del feudo son paletos endogámicos de los pantanos. Es cierto que hay mucha incultura en la región y que en muchos pueblos, como Aguasturbias, casi toda la población guarda lazos de parentesco entre sí. No es cierto que sea una zona pantanosa, al menos no la mayor parte del tiempo (aunque en años de lluvias pueden formarse zonas pantanosas alrededor de los ríos y afluentes del Forca Azul).

Tras esa noche de bromas y jocosos comentarios en el Castillo de Lord Grafton (para apuro del propio Lord Grafton, quien conoce de hace años a Ser Hadder y le aprecia por su participación en la guerra contra los Reyes del Mar y el Brujo Xoblar Xho), lo cierto es que los nobles de Aguasclaras se convierten en una especie de parias sociales para toda la nobleza de Poniente durante los siguientes años. No vuelven a llegar invitaciones a torneos, los intentos de inscribir al joven Escudero Orsey Crakehall en algún torneo son recibidos con educadas excusas, excepto por Lord Crakehall de Refugioquebrado, que llega a afirmar que Orsey no pertenece a una rama reconocida de su familia.

º Celebración de la boda entre Jared y Sarah. El señor feudal consiente y alienta la boda, corriendo con gran parte de los gastos y un banquete para diez. El Septón Eulocis fija la fecha del enlace, la ceremonia será en el Septo del Castillo.

Jared tiene la opción de elegir a diez invitados, o bien hacer un banquete multitudinario, invitando a todos los habitantes del Castillo, aunque con raciones muy escuetas en comida y vino para todos. Esta última es la opción que elige finalmente.

º Din pasa gran parte del Año 141 entrenando en solitario en los bosques. Aunque a veces entrena a otros, como Brosten, Darién y su hijo Dhur. Dhur, con once años, ya parece un plausible candidato a suceder a su padre en el cargo de Forestal de Aguasclaras algún día. Los hermanos pequeños de Dhur también sienten la llamada del bosque, pero en mucha menor medida que el primogénito o el padre.

forest by wanbao

º Brosten hace negocios en Solaz del Soldado bajo instrucciones del Mayordomo Probis y consigue para el castillo un destrero (caballo de batalla pesado bien entrenado).

º Los artesanos del castillo trabajan duro para proporcionar los arreos necesarios para el magnífico caballo de batalla. Rhum y Thobb trabajan con los arreos, mientras que Jeremyed, con ayuda de Plumby y otros voluntarios entusiastas con conocimientos de Herrería, producen una barda de mallas para el animal.

Al final del año, entregan el caballo y todo su equipamiento a Ser Hadder, quien lo acepta como su montura principal.

º Ser Hadder entrega a Ser Madrigal la cota de mallas y el caballo de batalla ligero que le ganó el año pasado al Escudero Linn Mallister, en el torneo de Bastión de las Tormentas.

º Ser Madrigal le regala a Lydia Tully una mariposa disecada, una verdadera artesanía con muchas horas de trabajo detrás.

butterfly by Diamonster

º Ser Hadder pone a su segundo hijo, Gwraidd Tully (que cumple diez años este año) al servicio de Ser Madrigal, como Escudero y posible aprendiz de caballero.

º Beldyr Tormenta, que cumple diez años, comienza su entrenamiento como escudero, siendo asignado como Segundo Escudero de su padre, Ser Baltrigar Tormenta.

º Ser Hadder Empieza a presionar ligeramente a Ser Madrigal y a Ser Trycian para que tomen esposa, lo cual cree que reportará beneficios económicos y políticos al castillo. Lamentablemente, el clima político es tal que todo intento en esa dirección con doncellas nobles de otros territorios se convierte en un clamoroso fracaso.

º Durante todo el año, Vesania Oakenshaf teje una maravillosa capa roja con el escudo heráldico de la Casa Tully bordada. Al final del año se la regala a Arianna Tully.

Tully poster (updated) by 7Narwen

º Mes 12: Tras resolver todos sus asuntos pendientes, Otto de Puenteamargo arriba finalmente al Castillo de Aguasclaras, aceptando así convertirse en el Maestro de Armas de Ser Hadder. Se entrevista con su hijo y con su antiguo señor y caballero.

- Año 142: Este año, una abrasadora ola de calor golpea toda la parte central y Sur de Poniente durante la mayor parte del año.

º Orsey Crakehall, escudero de Ser Baltrigar Tormenta, tiene ya diecisiete años. Ser Hadder busca enviarle a algún torneo para que gane algo de imagen pública, pero lo cierto es que apenas hay torneos en Poniente estos años con esta tremenda ola de calor. A continuación, le pone en labores de defensa de las tierras del feudo, persiguiendo a bandidos, aunque incluso estos parecen aletargados por el calor y apenas salen.

Orsey Crakehall.

º Lady Patricya Florent quiere que su hijo Orsey se case con Lidya Tully. Convence a su esposo, quien habla con su hermana Lady Olenna, quien habla con Ser Hadder. El futuro casamiento entre los dos jóvenes primos comienza a ser una posibilidad muy real.

º Durante todo el año, Vesania Oakenshaf teje una magnífica capa roja con el escudo heráldico de la Casa Tully bordada. Al final del año se la regala a Pendrik Tully.

- Año 143: La ola de calor del año anterior prosigue, aunque algo menos intensa la segunda mitad del año.

º Brandon cumple los diez años, y debe elegir si comienza su entrenamiento marcial, para convertirse en un hombre de armas, unirse a la Fe de los Siete o, incluso, estudiar como Maestre en la ciudadela.

Grand Maester Pycelle by BrittMartin

Gran Maestre de la Ciudadela.

º Jack "Pequeño Cuervo" y Llum, hijo de Din el Forestal, cumplen los diez años y deben tomar una profesión en el castillo.

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Ser Hadder deja elegir a las familias de los muchachos, pero suele requerir, cada año, a tantos hombres de armas como el resto de profesiones juntas. De este modo, la mitad de los jóvenes que alcanzan esta edad acaban tomando la carrera de las armas. Para el resto de las profesiones, siempre debe haber demanda.

º Durante todo el séptimo mes del Año, un llameante cometa como no se veía desde hacía siglos, recorre los cielos sobre Poniente, todo un portento divino de proporciones cataclísmicas. Ese mes nace el primogénito del Rey, el Príncipe Daeron. Todos los astrólogos de los Seis Reinos coinciden en que está predestinado a la grandeza. Lo curioso es que la mayoría de adivinos de tierras extranjeras piensan lo mismo.

Comet by Ayatola

El Rey Aegon III declara una gran festividad en los Seis Reinos para celebrar el nacimiento de su primogénito Daeron. Las invitaciones para el señor de Aguasclaras y su familia para asistir a las celebraciones en Desembarco del Rey se pierden por el camino, por desgracia.

º Jeremyed forja varias dagas para diversos habitantes del Castillo. El calor es tan tremendo, que pese a su enorme pasión por su trabajo, apenas puede trabajar en nada más.

º Jodd, el hijo mayor de Jeremyed, se ha convertido en su Aprendiz, le ayuda lo que puede en la forja, aunque aún dista mucho de tener la habilidad de su padre.

º Durante todo el año, Vesania Oakenshaf teje una estupenda capa azul con el escudo heráldico de la Casa Tully bordada. Al final del año se la regala a Gwraidd Tully.

Game of thrones Tully wallpaper by 7Narwen

- Año 144: Hace calor veraniego, pero de forma menos asfixiante que en los años anteriores. Esto permite conseguir mejores cosechas y da prosperidad al feudo. La economía del feudo comienza a orientarse hacia el propósito de acumular alimentos para el siguiente Invierno.

º Se rumorea que Lord Trant ha enviado a un asesino para arrancarle el corazón a Ser Hadder. Hay quien afirma haberle visto en los bosques cercanos y en Solaz del Soldado, otros creen que no es más que un solitario bandido sin importancia.

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Supuesto asesino enviado por Lord Trant.

º Jeremyed puede trabajar más en la Herrería sin asfixiarse, especialmente por las noches. Fabrica una cota de mallas que entrega a Ser Hadder, quien la recibe encantado y la designa como su armadura principal para las batallas y torneos.

º Ruyara, hija mediana del Matatoros, cumple diez años. Tiene que tomar una profesión en el castillo y, en principio, no deberá ser la de las armas. Seguramente acabará convirtiéndose en criada.

º Durante todo el año, Vesania Oakenshaf teje una muy buena capa azul con el escudo heráldico de la Casa Tully bordada. Al final del año se la regala a Lidya Tully.

º Problemas con los dornienses, se producen ataques en zonas fronterizas. El Príncipe Osmos Targaryen es enviado con un ejército en una expedición de castigo. Sufre grandes bajas y resulta malherido.

 Spearmaiden by PatrickMcEvoy

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- "A Sangre y Fuego".

- Año 145: Prosigue el calor del Verano, pero este es un año algo más templado, con varios meses de copiosas lluvias que empantanan buena parte del territorio. El poeta Bedisser compone una oda triste titulada: "Los pantanos grises de Piedras Viejas". En años posteriores, todo el mundo en Poniente estará convencido de que en el feudo de Piedras Viejas sólo hay pantanos y melancolía...

º Aguasclaras, primeros meses del Año: Nace Jorah Crakehall, un varón fuerte y sano, hijo de Ser Otter Crakehall y de su esposa Lady Patricya Florent.

º Nacimiento de la Princesa Daena Targaryen en Rocadragón, dominio vacacional de la Corona.

º Conflicto entre los incursores de las Islas de Hierro y la Casa Stark. La contienda escala en violencia cuando la Casa Bolton decide implicarse y se produce una verdadera carnicería.

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º Brocelyn cumple los diez años, y debe tomar la misma decisión que su hermano un par de años antes. ¿A qué se dedicará? ¿Guardia, cazador, leñador, artesano?

º Dinnas, tercer hijo de Din el Forestal, cumple diez años. Tiene que tomar una profesión en el castillo. Parece inclinarse por seguir los pasos de su padre como cazador.

º Jeremyed fabrica un martillo de guerra para sí mismo y una maza de armas pesada para Ser Otter Crakehall.

º Durante todo el año, Vesania Oakenshaf teje una buena capa negra con el escudo heráldico de la Casa Tully bordado. Al final del año se la regala a Haudrey Ríos.

- Año 146: Último Año del Verano. Un año más templado, más apto para el combate. Por primera vez en años es soportable llevar puesta una armadura en horas diurnas. Las cosechas son muy buenas y el sol luce casi todo el año. Las tierras ya no son húmedas o pantanosas, pero la fama de pantanos grises perdura fuera del feudo.

º Jeremyed termina de fabricar una cota de mallas y se la entrega a Ser Hadder Tully, quien se la asigna a Ser Otter Crakehall.

º Harry Bridas termina de entrenar como caballo de batalla destrero a su mejor caballo pesado en años. Se lo entrega a Ser Hadder, quien se lo asigna a Ser Baltrigar Tormenta.

Maestro de Cuadras Harry Bridas.

º Din el Forestal ha terminado de explorar los bosques de Guarda Real, determinando la presencia de un potencialmente peligroso grupo de bandidos en los Bosques de Guarda Real. Ser Hadder decide organizar un ataque encabezado por Ser Trycian de Dorne para destruir a los bandidos.

 Dwarez by Kamikazuh

Jack Calabaza.

En el asalto participan: Ser Trycian (como Comandante), Haudrey Tully (como su escudero), Ser Madrigal (apoyo pesado y protección), Orsey Crakehall (Escudero provisional de Ser Madrigal para esta batalla), Din (como jefe de tropa); Dregg y Pik (como rastreadores); Armase, Caster, Darién, Edder y Tarmall (como infantería pesada).

El asalto es una victoria completa. Jack Calabaza acaba muerto, lo mismo que la mayor parte de su banda. Tal vez media docena de bandidos escapan para propagar la noticia.

Male Peasant by dashinvaine

Bandido ex campesino.

En el bando de Aguasclaras, el único herido de gravedad es Orsey Crakehall. Se recupera por completo un mes después.

º A finales de año, Ser Hadder entrega las espuelas al Escudero Orsey Crakehall, nombrándole Caballero y prometiéndole a su hija mayor en matrimonio. Ser Orsey jura fidelidad feudal a Ser Hadder y se convierte en Caballero mantenido de Aguasclaras.

º Durante todo el año, Vesania Oakenshaf teje una primorosa mortaja para Probis el Mayordomo, para que la lleve el día de su funeral.

- Año 147: Inicio del Invierno.

º Nacimiento de la princesa Rhaena Targaryen en Desembarco del Rey.

Desembarco del Rey.

º Aguasclaras, primer mes: Nacimiento de Jacob Crakehall, hijo de Ser Otter Crakehall y Lady Patricya. Es un niño débil y enfermizo. Un niño de Invierno.

º Lidya Tully alcanza los catorce años. Ya se la considera una mujer y debe casarse. Su padre la ha prometido a Ser Orsey Crakehall.

º Los artesanos han terminado de fabricar jaeces para el nuevo destrero del castillo, el de Ser Baltrigar, y Jeremyed ha completado una barda de mallas para el animal.

º Durante todo el año, Vesania Oakenshaf teje una primorosa mortaja para sí misma, para que la entierren con ella el día que llegue su funeral.

º Siete meses tras su nacimiento, muere el bebé Jacob Crakehall. "El Invierno se lo ha llevado", murmuran algunos.

º Jeremyed fabrica una cota de anillas para Ser Otter.

º Aaron, segundo hijo de Jeremyed, se convierte también en su aprendiz.

º Jeremyed reforja de nuevo la espada larga de Ser Hadder, que estaba completamente mellada y herrumbrosa, corroída por el tiempo, y la convierte en un arma de aspecto nuevo y magnífico.

º A finales de año se produce la boda en el Castillo entre Ser Orsey Crakehall y Lady Lidya, ahora de nombre Lidya Crakehall.

Lady Lydia Crakehall.

- Aaron pierde el ojo izquierdo en un accidente de forja, cuando le salta una esquirla metálica incandescente.

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24/05/2014, 16:32
[RIP] Bethan "Caratorcida".

VIÑETA XV: AÑO 142

Miró la tristura de su plato. ¿Podía haber páramos más desiertos que aquel plato? No se podía poner en duda que Viterrand se había esmerado, pero... Bethan lanzó un suspiro y se metió el bocadito entero en el cuerpo. Se acabó el festín. Lanzó un suspiro. La verdad es que comía mejor en un día normal, con un rancho insípido, que con estas raciones diminutas en una celebración tan especial. ¡Y se notaba! Acarició su barriga. La buena vida en el castillo le estaba echando a perder.

Cada día me parezco más a mi ama de cría. Al final van a hacer chorizos conmigo. Jajajaja...

Nada de jas. La cosa era seria. Faltaban unos meses para cumplir los veintinueve. El año que viene sería el trigésimo de su nombre. Y esta boda no hacía más que recordarle su soledad. Por el rabillo del ojo vigiló a la pareja. ¡Madre mía, que hermosa era Sarah! Caratorcida no podía aspirar a algo así: antes era feo; ahora era feo y gordo. Morirá solo, lo sabe.

*Chinchinchinchín*

Vamos, muchacho, esos ánimos. No es propio de ti.

Volvió a golpear el vaso con sus uñas de color sucio amarillento.

*Chinchinchinchín*

A ver... Atención... Quisiera decir algo en honor al novio. Jared, va por ti. "¡Capitán, capitán! ¿A dónde se dirige nuestro barco con cargamento de arcilla?" Y el capitán responde: "Al-farero". "¡Cuidado con los arrecifes, que vamos a encallar!". Jajajaja... ¡VIVAN LOS NOVIOS! ¡LOS SIETE LES TENGAN EN LA GLORIA!

Una vez hecho su chiste, Bethan solo se quedó un par de minutos más. Luego se escapó de la fiesta. No le estaba haciendo nada de bien ahondar en compadecimientos. Ensilló su caballo, al que rebautizó en ese mismo instante como Buscaburdeles. Saldría a Solaz esta noche para pasarlo bien. Y todas las malditas noches que le siguieran, ¡qué demonios! Y si las meretrices no se le acercaban, tendría que pagarles el triple. ¡Pero no pertenecía a la Guardia de la Noche para tener que aguantarse con este escozor de huevos!

Después de un saludo a lo alto de la barbacana para que subieran el rastrillo, Bethan cabalgaba libre con el aire nocturno azotándole su fea cara. El sonido de los cascos repicando la tierra era lo único que escuchaban sus oídos. Y entonces una sombra se le cruzó en su camino. Buscaburdeles relinchó, protestando por el tirón brusco de las riendas con el que Bethan evitó el choque. Por el tamaño no era un oso, quizás un huargo joven o un cervatillo. Y si fuese un huargo joven, ni ganas habría de desmontar del caballo. ¿Pero por un cervatillo? Llevaba un cervatillo a la cocina de un lupanar y con eso ya pagaba a dos acompañantes para esta noche. Se apeó de la silla y caminó hacia el bulto oscuro tendido a los pies de Buscaburdeles.

¡¿Pero qué...?!-exclamó asombrado al ver más de cerca el obstáculo.

No... por favor, Milord. No pretendía salirle al paso. Tenga piedad de este viejo...

¿Milord? Eso sí que tenía gracia: confundir a Bethan como algo más que la persona más inmunda sobre las tierras de Poniente. Caratorcida reparó en las cadenas. Aquel pobre anciano debía de ser una víctima que había logrado escapar de los esclavistas. Lanzó un vistazo a su alrededor. En un principio no vió a nadie, pero de todas formas no podía dejar a aquel hombre allí.

Adiós a las prostitutas. Estas cosas solo me pasan a mí.

Subió al viejo sobre el caballo y lo puso a salvo alejándolo de allí hacia el castillo. Desmontó de Buscaburdeles y le hizo desmontar también al anciano, poco antes del castillo. Bethan dió un empujón para tirar a su protegido sobre los matorrales y empezó a cubrirlo de helechos.

Mira, esto funciona así. Tuvimos unos problemas hace un tiempo por culpa de una niñita noble que se intentaron llevar. Así que no puedo meter a un desconocido en el castillo de buenas a primeras. ¿Entiendes? Mañana por la noche me toca guardia a mí. Entonces te haré una señal imitando el sonido de un pájaro. Así: ffffff-intentó silbar-ffffffffzzzz. Es igual. Tú acércate en plena noche, que cuando te vea ya abriré yo el rastrillo. Pero tienes que aguantar aquí oculto, ¿de acuerdo? Buen vagabundo. Nos vemos mañana.

Bethan y Buscaburdeles volvieron antes de tiempo a las puertas, pero no les pusieron impedimentos para entrar. Las siguientes veinticuatro horas las pasó nervioso, esperando a la ejecución de su gran plan. Acondicionó un pequeño escondrijo para cuando el anciano tuviese que vivir oculto en el castillo, y dejó allí algo de agua y comida.

Y llegó la noche.

Más nervios. Pero el viejo no se acercaba. Finalmente vió un bulto moverse a la luz de las estrellas. Demasiado pequeño para ser un oso. Quizás un huargo joven o un cervatillo. O un viejo que necesitaba la ayuda del hombre más feo de este lado del mar Angosto, pero a falta de Caster se tendría que conformar con lo que el segundo más feo pudiese hacer.

Subió el rastrillo. La figura irreconocible hecha de sombras se coló en el patio interior, y Bethan bajó la celosía metálica y descendió las escaleras de piedra para recibirle. Era el viejo esclavo, todo salía como había planeado. Ya solo faltaba cruzar por el medio del patio los quince pasos que separaban la entrada del escondrijo.

¿Bethan?

Mierda. Era la vieja Nana, que ya tenía bastante enfilado al pobre Caratorcida. La comadrona llevaba un bacín en las manos. Seguramente se levantó en plena noche a vaciarlo en los corrales porque, según decía ella, sus piernas estaban demasiado cansadas como para subir las escaleras y descargar desde las almenas al foso, como la gente de bien.

Bethan, ¿quién es ese apuesto maduro que te acompaña?-preguntó, plisándose las arrugas de la falda con la mano para adecentarse un poco.

Ssssh... Baja la voz, Nana. Este pobre hombre está huyendo de gente muy mala y peligrosa. No digas nada, por favor.

Uy. Pues yo conozco el sitio perfecto para esconder a esa barba recia y varonil. En mi alcoba ya casi no recibo visitas. Niejniejniejniej.

¿En...? ¿En serio? Eso sería genial. ¿Rhum, Golias y Cabrel están durmiendo? Venga, buen hombre. Vaya con Nana.

No es tan bruja como aparenta. A veces es cordial como una abuelita.

Bethan aprovechó el resto de la noche para recoger las mantas y suministros que había dejado en el escondrijo original, y volvió a su puesto de guardia. Pasó el día. Volvió una nueva noche. Bethan entró en la curtiduría con paso silencioso para no despertar a los demás y subió las escaleras hasta el desván de Nana.

¡Nana!

La comadrona estaba tumbada en el suelo, y no había rastro del vagabundo. Bethan se apresuró en ir hasta ella y zarandearla para que despertase.

Nana, pssst, nana. ¿Qué ha pasado?

Nggg... El viejo golpeó la cabeza y salió en plena noche. Y tú tienes toda la culpa, maldito bufón. En buena hora quise hacerte un favor.

Avisaré a los jinetes libres. Encontraremos a ese bastardo antes de que le haga daño a alguien.

Nggg... Claro, porque yo no cuento, ¿eh?-dijo doliéndose del cogote-Pero así me gusta, jovencito: que no trates de eludir responsabilidades intentando resolver esto en secreto, si no que confieses ante todos que metiste a ese rufián en el castillo para que te ayuden a enmendar tu error.

Quizás será mejor que primero trate de resolverlo por mí mismo...

Así, Bethan no avisó a nadie. Recorrió el patio y los rincones intentando encontrar a aquel esclavo desconocido. Finalmente encontró una cuerda atada a una de las almenas de la muralla, que descendía hasta el foso.

Vaya... se ha ido. Seguramente esa vieja bruja se puso besucona y lo ha espantado.

Bethan recogió la cuerda y se la escondió para eliminar pruebas. Luego, por si acaso, hizo una segunda batida por el castillo. Solo por si esa cuerda no era el método de huída sino la manera en la que colar un grupo de bandidos armados en el castillo. Pero nada. Ni rastro de ningún intruso. Lo peor de esta historia es que las dos semanas siguientes tuvo que mostrarse amable y respetuoso con Nana para que no contara nada de aquello. Todo lo demás... la identidad del vagabundo, sus motivos y su siguiente paradero, quedaron como un gran misterio en la vida de Bethan Caratorcida.

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24/05/2014, 21:13
Ser Trycian de Dorne.

Viñeta XV

Año 144 de la Dinastía Targaryen - Castillo de Aguasclaras.

Mención: Haudrey Ríos, Nana la Comadrona.

Su saliva me cae en la cara mientras sonrío maliciosamente al ver lo que pie bota ha causado al impactar en su pecho. Haudrey yace en el piso con la respiración cortada después del golpe. Le apunto con mi espada de madera antes de hablarle:

 - "Abriste tu defensa a la altura del abdomen. Si levantas mucho el escudo bloqueas el arma pero debes estar preparado para otros ataques que vengan de abajo. ¡Levántate!"

El entrenamiento continúa con la dureza que me caracteriza. No entreno débiles y que jamás se diga que el tipo que fue mi pupilo es un mediocre o carne de cañón para ser sacrificado mientras los verdaderos guerreros luchan. El joven tiene futuro, pero para eso hay que exigirlo. No será un Dorniense pero puede obtener un nivel digno con el entrenamiento adecuado.

Lanzo mis golpes con fuerza para que los bloquee con su escudo. Lanzo golpes con mi espada de madera, mi escudo y mis piernas para asegurarme de que ha aprendido a bloquear los ataques. Le embisto con el cuerpo viendo si sabe como recibirme y vuelve a caer de espaldas, sentado sobre su trasero. Le pateo una pierna para instarlo a levantarse.

Volvemos a comenzar y lo implacable de mis golpes no cesa por ningún momento. Estoy acostumbrado a entrenar por horas y no me canso con facilidad, por lo que exijo al máximo el físico y el temple del joven. Revivo la situación anterior al comprobar que ya es capaz de detener golpes por varios frentes. Nuevamente embisto con mi escudo pero esta vez me detiene con el suyo y retrasa su pierna derecha para darle la estabilidad necesaria. Le sonrío y me devuelve la sonrisa también probablemente pensando que ha terminado, pero la lucha nunca termina. Aprovechando la distancia golpeo con la cabeza su boca, rompiendo su labio inferior y dándome espacio para golpearlo con la espada de madera en el hombro, lo que le derriba derrotado.

Me saco lentamente el escudo y dejo la espada en su lugar. Luego tomo un cubo y lo lleno de agua fría para tirarlo sobre el escudero y despertarlo así:

 - "Es todo por hoy".

Me doy vuelta y me encamino hacia el desván de la curtiduría. Allí encuentro a Nana y comienzo a hablar con ella. Me gusta que me cuente historias y cosas acerca de los misterios del mundo de los espíritus y de los Antiguos Dioses. Siento que de alguna forma estos antiguos dioses me hablan y me desean bien, no así como los dioses de los ándalos, que me han ignorado toda la vida.

Vuelvo horas más tardes a mi habitación y me doy un baño preparado por mi escudero. Luego tomo la cena preparada por mi escudero mientras pienso en lo afortunado que fui por no haber sido jamás uno. Mi entrenamiento no fue el de un caballero, sino el de un príncipe.

Me duermo pensando en qué lección enseñaré a Haudrey mañana para fortalecerlo y así forjar un nuevo caballero para este castillo, que honre a esta casa y a nuestro señor.

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24/05/2014, 23:47
[OUT] Armase.

VIÑETA XV

Año 146 - El ataque contra los bandidos.

Armase fue asignado junto a otros jinetes, cazadores y caballeros para ir a la caza y destrucción de los bandidos que se habían atrevido a ensuciar la tierra de Aguasclaras con su presencia. Entre los hombres asignados estaban Tarmall, Din, Edder, Orsey Crakehall, Ser Trycian, Caster, Dregg, Darién, Ser Madrigal, Haudrey y Pik.

En la reunión previa, cuando se les asignó la misión y los jinetes pudieron comentar cómo se haría la caza a Armase no le gustó en absoluto. Estaba muy desaconsejado el uso del caballo y al final accedió a dejarlo en el castillo. Todo parecía ir como estaba diseñado hasta que llegó el momento de asaltar a los bandidos en el claro. Mientras parte del grupo se caía por un terraplén, los demás, sin esperar a que sus compañeros se prepararan para el combate salieron al embiste... Armase había visto un espectáculo así hacía mucho tiempo... sí, los bárbaros que asaltaban a los pueblos de campesinos lo hacían así, exactamente así. La diferencia era que el grupo atacante llevaba mejores armas y armaduras. 

La suerte y la valentía y fuerza de guerreros como Ser Trycian quebró la balanza en contra de los bandidos, dejándoles sólo la opción de la huida. Siempre se puede hacer mejor, pero Armase no tenía duda alguna de que así podría haber sido esta vez. Al menos así Orsey no hubiera acabado tan maltrecho. La verdad es que sólo con la voluntad de los Siete se podría haber sobrevivido a tales heridas.

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25/05/2014, 00:57
Ser Trycian de Dorne.

Viñeta XV

Año 145 de la Dinastía Targaryen - Castillo de Aguasclaras.

Mención: Haudrey Ríos, Maestre Ammon.

Me acerco a mi escudero, quien ya está del todo recuperado de la dislocación que le dejé la última sesión de entrenamiento cuando le golpeé con un palo en forma de lanza en el hombro izquierdo, sacando el hueso de su articulación. Un par de atenciones del Maestre Ammon y todo quedó en su lugar. Suspendí el entrenamiento físico y obligué al chico a educarse leyendo unos cuantos libros que le enseñen de estrategia militar.

Ahora ya está recuperado y me espera en la zona que le ordené. Me ve llegar con mi caballo de las arenas, Nostalgia y con un caballo de las cuadras, ambos con brida y brocado completo. Me subo a mi caballo y le hago las señas para que suba en el otro. Una vez arriba le hablo:

 - "Hoy aprenderás a montar. No espero que lo hagas bien, me basta que no te mates... hoy. ¡Sígueme!"

De inmediato hago que mi caballo comience a correr fuera del castillo, para ir al campo abierto. Miro hacia atrás, esperando a que el escudero sea capaz de seguirme el paso. A ratos me detengo a la espera de que me alcance. Veo que lo hace de una forma normal, no es especialmente malo pero tampoco es un buen jinete a mis ojos, por lo que le exijo aun más.

Corremos por todo el campo alrededor de Aguasclaras. Luego nos vamos por los caminos y, cuando considero que ya ha tomado cierta soltura, me meto en un bosque para que sea capaz de cabalgar entre los obstáculos. Salimos luego del bosque y comienzo a galopar a todo lo que puede el caballo por el camino que lleva al castillo.

Me detengo fuera del portón y espero a que el joven llegue. Una vez está a mi lado, le hago un gesto de asentimiento y juntos entramos por el portón. Me bajo del caballo y cuando él también lo hace, le hablo con tono amable:

 - "Lo has hecho muy bien, Haudrey. Debes saber que todo cuanto te enseño es solo el inicio y un buen hombre nunca deja de entrenarse y de mejorar. Ahora ve a preparar mi baño. Seré de Dorne pero no me gusta cenar hediondo a caballo."

Guío a ambos caballos al las cuadras y cuando llego allí, dejo al otro en su lugar y a Nostalgia en el suyo. Tomo un cepillo y comienzo a pasarlo sobre su lomo. Ha sido mi fiel compañero por años y me ha acompañado a casi todas las batallas. Agradezco a los viejos dioses que justo haya sido dejado acá el día que me asaltaron cerca de Solaz del Soldado, pues de otra forma lo habría perdido.

Una vez he terminado de cepillarlo por gusto, pues sé que mozo de cuadras lo hace bien y seguido, me dirijo a mi habitación para darme un baño y cenar. Esta noche se me apetece carne y queso, como siempre.

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25/05/2014, 03:50
Ser Trycian de Dorne.

Viñeta XV

Año 146 de la Dinastía Targaryen

Mención: Ser Hadder Tully, Ser Otter Crakehall, Din el Forestal, Ser Madrigal, Haudrey Ríos, Caster Caracortada, Dreeg "Ojotonto", Edder "Clavopié", Orsey Crakehall, Darien "Piel de lobo", Pik Pyke, Tarmall "Pocas ganas".

Las noticias del hallazgo de Din, el forestal del castillo, acerca de la presencia de bandidos dentro de los territorios pertenecientes a Ser Hadder comienza a difundirse por el castillo como un reguero de pólvora. Soy citado desde mi entrenamiento con Haudrey para reunirme con nuestro Señor en el salón central.

Al llegar veo a Ser Hadder, Ser Otter y Ser Madrigal. Saludo a todos los presentes y escucho las palabras de nuestro señor. Nos hace la confirmación de la presencia de los bandidos que amenazan a las personas y el honor de nuestra casa. Entonces me expone el plan de conducir un asalto al bosque donde se esconden y matar a su líder, un tal Jack Calabaza cuyo nombre me hace pensar en un ridículo pedazo de mierda que se cree malo.

Entre Ser Hadder y Ser Otter designan al equipo, que será compuesto por varios cazadores, hombres de armas y dos caballeros con dos escuderos. Din será el jefe de tropa y los cazadores Dreeg y Pik tendrán el trabajo de matar a algunos vigías sin que nos vean. La infantería estará compuesta por Armase, Darien, Caster, Edder y Tarmall. Ser Madrigal irá con Orsey de escudero y yo seré el comandante de la misión, con Haudrey como mi escudero.

El plan es llegar al linde del bosque, dejar las monturas y acercarnos lo que más podamos hasta el campamento enemigo, donde los mataremos. La principal misión es acabar con la Calabaza y el mayor número que podamos del resto para que así no representen más amenaza. Entiendo la misión, por lo que asiento sin pregunta alguna.

Preparo mis cosas para partir. Llevo mi cota de anillas, mi espadón, mi lanza, Nostalgia y mi escudo pequeño de acero con mi blasón pintado en él, sol negro sobre campo rojo, para que todos sepan que yo soy Ser Trycian de Dorne, el Sol Negro.

Una vez estoy preparado, monto sobre mi caballo, compruebo que todos los soldados estén presentes y listos para el viaje antes de cruzar la barbacana. El camino será largo y duro, pero es algo que tenemos que hacer pues debemos defender el honor de nuestro señor y de toda nuestra casa. Así que debemos ir y matar a los jodidos bandidos.

Será un deber que cumpliré con gusto.

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25/05/2014, 07:53
Ser Trycian de Dorne.

Viñeta XV

Año 146 de la Dinastía Targaryen - Campamento de los bandidos.

Mención: Dregg "Ojotonto", Caster "Caracortada", Haudrey Ríos, Orsey Crakehall.

La marcha a través de los bosques fue mucho más penosa de lo que esperaba a pesar de que estábamos preparados para ello. Soldados cansados, equipo dañado o perdido, efectivos perdidos en medio del bosque y mucho orgullo destrozado terminó siendo el saldo de nuestra travesía. Finalmente llegamos al campamento de los bandidos pero entonces me doy cuenta de que el resto de mis tropas están dispersas por el perímetro, lo que significa que será imposible coordinar un ataque que sea relámpago y contundente. Más aún, veo como Dregg se expone y los bandidos notan su presencia para comenzar a perseguirlo.

El brillo de la punta de mi lanza causa un reflejo de la luz del amanecer en el momento en que tomo la decisión de comenzar el ataque sin más dilaciones. Los cascos de Nostalgia resuenan en el suelo hasta que el sonido predominante cambia a la carne siendo atravesada por el acero. Mi lanza se ensarta en el pecho del bandido al que tomo desprevenido y que levanto con mi arma. Con desprecio sacudo mi lanza para que el cadáver caiga a un lado como la basura que es. Luego cargo otra vez contra otro bandido a quien atravieso el abdomen y lo rajo por un lado. Escucho los gritos agonizantes del hombre mientras sus tripas se desparraman por el suelo.

Los enemigos se aglutinan a mi lado lanzando torpes golpes con sus armas que esquivo o paro con mi escudo con facilidad. Veo que uno de los bandidos irá a perseguir a Dregg, por lo que le ataco con mi lanza mientras le grito:

 - "¿A donde crees que vas, miserable? Yo soy tu oponente."

Mi lanza lo clava sin matarlo pero llamando su atención como yo deseaba. Hago que mi caballo se encabrite y golpee con sus herraduras metálicas a un bandido delante de él. Las pezuñas y el hierro revientan la cara del bandido, lo que le mata instantáneamente. Guardo la lanza mientras muevo al caballo a una mejor posición para no ser del todo rodeado.

Un par de palos golpea mi cuerpo a pesar de mis defensas, lo que me hace reír de emoción y gritar arengas:

 - "¡¿ESO ES TODO LO QUE TIENEN PARA MÍ?!"

Saco el gran espadón de mi espalda y con él lanzo un golpe que corta cuello y cabeza de un bandido, dejando sus hombros sanguinolentos unidos a un cuerpo muerto. Azuzo a Nostalgia y este se apoya en sus patas delanteras para golpear con ambas traseras. Sus coces golpean el pecho de un bandido y lo revientan. El hombre cae al suelo y comienza a ahogarse en su propia sangre para morir en un par de segundos más.

Los enemigos continúan atacándome pero son como niños luchando a la guerra contra mí. Acerco con las rodillas a Nostalgia contra el bandido que estaba herido y mi caballo, con su gran instinto y entrenamiento, muerde al bandido en el cuello, cercenando sus venas, arterias y traquea. La sangre mancha a mi corcel mientras el tipo lleva sus manos al cuello para caer de rodillas muerto. Luego Nostalgia se encabrita y golpea con ellas a un bandido. Las herraduras rompen su cráneo y este cae con los ojos blancos, sin vida. Lanzo un golpe con espadón ascendente contra un bandido a mi lado, que intenta defenderse cubriendo su rostro con ambos brazos. El filo de mi arma cercena sus costillas izquierdas, su esternón, su clavícula, ambos brazos y el hombro derecho. El enemigo queda reducido a varios pedazos cortados en el suelo.

Más ataques, pero solo más fallos. Al parecer estos imbéciles nunca habían luchado contra alguien con escudo, por lo que me divierto en matarlos rápidamente. Mi caballo se encabrita otra vez y golpea con sus coces a un bandido al que derriba muy malherido. El bandido cae de frente y mi caballo cae sobre él, reventando su cabeza como una sandía. Luego con mi espadón golpeo a un enemigo y golpeo en su cabeza, cortando su cráneo en dos, dividiendo su rostro de forma vertical.

Los enemigos comienzan a huir rápidamente de mí, por lo que muevo a mi caballo para seguirlos. Muevo a mi caballo por encima de los cadáveres de los enemigos, lo que es una maniobra arriesgada pero necesaria para alcanzar a los que huyen. Llego al lado de uno de ellos guiando a mi caballo con las rodillas y con mi espadón le golpeo la espalda de forma ascendente, lo que abre al hombre desde la columna hasta el hombro, abriéndolo en canal. Veo que el resto de los enemigos se están alejando rápidamente y, a pesar de saber que ya hemos vencido de forma definitiva, me encantaría matar a todos los bandidos para no dejar a nadie con vida.

Intento mover a Nostalgia pero no responde. Veo que está atrapado entre la maleza del lugar, por lo que me bajo de un salto y comienzo a soltar sus patas. Noto entonces que tanto él como yo estamos llenos de sangre desde la cabeza a los pies. Sonrío porque mi buen compañero no me ha fallado nunca y esta ha sido otra ocasión más en que ha demostrado su valía.

Escucho los ruidos de nuestra victoria y guío a pie a mi caballo al claro central para ver si aún están todos vivos pues la victoria ya es innegable.

La batalla ha terminado y nuestra victoria es absoluta. Los pocos desgraciados que han huido servirán para decirle al resto del mundo que no pueden meterse con Aguasclaras sin consecuencias. Logro sacar a mi caballo de la maleza y lo guío de las riendas hasta el claro donde se reunen todos los combatientes. Llego frente a ellos cubierto de pies a cabeza de sangre y con mi caballo en igual manera. Al tenerlos reunidos, comienzo a hablar:

- "Lo han hecho bien, muy bien. El enemigo ya no dará problemas y todos sabrán que Ser Hadder no duda en hacer caer su puño sobre quienes les desafian. El maldito Jack era una basura y le hemos barrido como tal, bien hecho Caster. Ahora revisen el campamento y quedense con lo que encuentren como botín. Luego nps vamos. Carguen a Orsey sobre mi caballo."

Luego eso le hago un gesto de aprobación a Haudrey antes de hablarle:

- "Has luchado bien. Me da gusto saber que estos años entrenándote no han sido en vano. Has sobrevivido y no has huido. Con eso me basta por ahora."

Sé que soy un hombre parco de palabras y lo que le he dicho es probablemente el mayor elogio que diré en años. Aun así,el chico se lo merece y me da gusto que así sea.

Me separo del grupo hasta llegar donde el cadáver de Jack y le corto la cabeza (o lo que queda de ella) para llevarla como prueba a nuestro Señor. Es importante cumplir con las formalidades.

Luego de eso ayudo a cargar al herido sobre Nostalgia y que así descanse en el viaje de regreso. Una vez está arriba, le sonrío y hablo:

- "Siéntete honrado, chico. Este es un caballo de las arenas de Dorne. Es como un león frente a las mulas a las que llamais destreros."

Luego espero a que los hombres estén listos para así recoger todo y largarnos de una vez por todas de este bosque en un viaje de vuelta mucho más tranquilo y sin las presiones del asalto inminente. Ahora somos vencedores y nuestra marcha es la de la victoria.

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25/05/2014, 11:15
Ser Madrigal Oakenshaf-Casagrande.

Año 141. Madrigal visita con asiduidad al Maestre Ammon con la excusa de ayudarle con los cuervos para hablar sobre su ascendencia y sus relaciones con la nobleza de Puenteamargo.

El dorado pelo de Madrigal no sólo era una tentación para las doncellas sino que a los cuervos siempre les había gustado su brillo. Cada vez que subía a la torre debía tener cuidado de que no le robaran la cabellera entera. Siempre le habían gustado las aves, y en concreto los cuervos, como a su padre. Eran animales inteligentes y de pequeño le gustaba subirse a los árboles para avistarlos. Desde que le faltaba su pesado e inmóvil Totto sobre el hombro se sentía como un caballero sin armadura. Subía a ver al Maestre Ammon para que hurgara entre sus papeles y le aconsejara sobre cómo plantear el tema de su ascendencia. Mientras él elucubraba, Madrigal se limitaba a ayudarle con el cuidado de los cuervos, pues tenía un don para tratarlos.

Aquel día se notaba ciertamente espeso y apenas lograba seguir la conversación que mantenía con el maestre Ammon sobre su intrincada ascendencia. Asentía a las palabras del viejo sin prestar demasiada atención, obnubilado por un polluelo de cuervo de plumaje blanco y negro.

- ¿Y ese?- Señaló Madrigal al extraño cuervo, interrumpiendo así la perorata del maestre.- Parece una urraca. ¿Sabe que mi madre era una urraca? Al menos eso dice mi padre siempre.

- Ah...ese es hijo de uno de los cuervos blancos que sirven para anunciar asuntos importantes, hijo. Son los más inteligentes pero este en cambio parece un pequeño rebelde.

Madrigal se acercó al cuervito y le dio un grano de maíz. Así fue como se inicio una extraña relación entre un cuervo y un hombre. En cuanto aprendió a volar, Hugin, así bautizó Madrilgal al cuervo, volaba a la ventana de las estancias del caballero. Madrigal jugueteaba con él, le daba maíz y le enseñaba pequeños trucos. El animal emprendía el vuelo y graznaba cuando Vesania estaba cerca, lo cual ayudaba a Madrigal a escabullirse rápidamente y que no le viera charlar amistosamente con Lydia Tully. Se posaba en su hombro y lo reconfortaba por la ausencia del majestuoso Totto. Pronto comenzaron a tener conversaciones de los más peculiares. Madrigal giraba la cabeza y le hablaba como si fuera una persona. El animal era más listo que muchos del castillo y en seguida aprendió algunas palabras en común.

- ¡Hijo mío!- Decía para orgullo de Madrigal y las risotadas de su padre, Otto, al cual le recordaba a su esposa muerta.- Es la madre que nunca has tenido, hijo mío.- Decía entre risas.

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25/05/2014, 11:33
Lady Patricya Florent, esposa de Ser Otter Crakehall.

Año 145. Tercer mes.

Mención de: Nana la comadrona, ser Otter Crakehall. 

Habían pasado muchos años desde que Horace había nacido, y el castellano ni su esposa habían tenido más hijos. Dos varones sanos, por suerte, sí habían nacido y sobrevivido a la infancia. Pero Patricya no se hacía precisamente más joven con el tiempo, que todos saben corre contra el favor de la Madre. Nana había sido vista entrando varias veces en la casa del castellano, pero el vientre de Patricya no crecía. Era obvio que lo estaba intentando, pero la Madre no ponía sus ojos sobre ella... ¿Tal vez no lo haría nunca más? A lo largo de la segunda mitad del año 144 las visitas de Nana se hicieron más frecuentes y los rumores empezaron a correr, confirmados por el vientre creciente de Patricya, que por fin empezaba a volver a sonreír.

El embarazo siguió sin complicaciones y una madrugada de los primeros meses del año 145 Patricia zarandeó a su esposo para despertarle. La respiración rápida de su esposa le trajo recuerdos de los partos de sus hijos anteriores y supo lo que acontecía. Tras llamar a una sirvienta para que corriera a buscar a la matrona, Otter se sentó en el salón junto a sus hijos, esperando nervioso. Pronto la casa se llenó de sirvientas que correteaban trayendo agua caliente, sábanas o toallas a petición de Nana. Al despuntar el día la anciana comadrona salió de la habitación e indicó al hombre que podía pasar a ver a su esposa.

Cuando entró, las sirvientas recogían las últimas sábanas ensangrentadas y la ropa sucia. Patricya parecía cansada, pero en buen estado. En sus brazos un rollizo bebé envuelto en una manta blanca movía los brazos y miraba al mundo.

- Tienes un hijo - le dijo orgullosa a su marido mientras le tendía el bebé- Un varón sano. Jorah. 

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26/05/2014, 08:27
Cicatriz.

VIÑETA XV

CASTER CARACORTADA, años 141 al 147 después del Desembarco del Rey.

Meciones a: Ser Hadder, Nana, Ser Trycian, Ser Madrigal, Ser Baltrigar, Orsey, Armase, Darién, Haudrey, Jeremyed, Dregg, Maestre Ammon, Jack "Pequeño Cuervo" y Din.

 

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Castillo de Aguasclaras.

Herrería. Año 141 después del Desembarco del Rey.

 

Jeremyed contemplaba la descomunal Estrella de la Mañana con asombro. Nunca la había visto de cerca, aunque sí había oído hablar de ella en diversas ocasiones. Sobre su banco de trabajo le pareció aún más grande y absurda de lo que la gente murmuraba.

-¿A qué se debe esa deformidad de la cabeza?

-Está derretida.

-Ya veo que está derretida -dijo el herrero-. Lo que quiero saber es cómo ocurrió.

-No sé.

-¿No se te ocurrió preguntar?

Caster miró a Jeremyed con extrañeza.

-¿Por qué iba a preguntar?

-Ya. ¿Por qué ibas a preguntar? -El herrero volvió a agacharse, deslizando un correoso dedo índice sobre la superficie del arma-. La manufactura es exquisita, no cabe duda. Antigua, hecha en Castillo, por encargo, para alguien tan grande como tú. En cuanto al fuego que le hizo esto, debió ser particularmente intenso.

-Supongo.

-¿Qué quieres que haga con ella, Caster? -Jeremyed alzó la mirada hacia los ojos del guerrero. ¿Cómo podía ser alguien tan grande?-. La empuñadura se encuentra en buen estado, sin fisuras, y el resto de la pieza, si dejamos de lado el asunto del fuego, está como nueva.

-No quiero que hagas nada con ella -dijo Caster con suavidad-. Quiero otra igual.

-¿Cómo?

-No quiero destrozarla entrenando.

-Caster, no creo que nadie pueda destrozarla. Ni siquiera tú.

-Aun así.

El herrero asintió. Tomó un paño de cuero y se limpió los dedos mientras daba un segundo vistazo al arma. Sin duda, estaría encantado de poder disfrutar de ella durante unos días: intuía que ahí dentro había conocimientos que se le escapaban, la promesa de un nuevo aprendizaje. Tomó aire, lo dejó escapar.

-No puedo -dijo al fin, negando con la cabeza-. Necesito revisar los aperos agrícolas, y también confeccionar diferentes piezas para las caballerizas. Los atelajes del carruaje, los pretales, játimas, sin contar las herraduras… sólo con ellas tengo para todo un año.

-Entiendo.

-Y ya me han hecho infinidad de encargos -añadió con pesar-. Armaduras, armas, sobre todo mazas. Dicen que este verano se alargará dos o tres años más: no creo que hasta que llegue ese final de los calores pueda respirar lo suficiente como para poder dedicar a… “esto”, el tiempo que necesitaría para…

-Déjalo -dijo Caster recogiendo la gigantesca Estrella de la Mañana. Jeremyed se sorprendió al verla de nuevo entre aquellas manos, donde hasta parecía un arma de dimensiones naturales.

-Quizá pueda ayudarte, en cualquier caso. Tengo… -el herrero alzó las manos-, ahí detrás tengo unas quince mazas viejas, herrumbrosas algunas, de tiempos pretéritos. Nadie las quiere porque son demasiado grandes. Armas poco nobles que utilizo para mis futuros proyectos. Ya sabes, medidas, equilibrios, porcentajes de…

-¿Para qué cojones quiero yo una maza herrumbrosa?

-No me has entendido -dijo Jeremyed-. Puedo preparar varias de ellas para que no tengas que utilizar garrotes improvisados durante tus prácticas. Incluso podría acolcharte varias para que las uses contra tus compañeros en luchas blancas.

Caster frunció el ceño, meditando con dificultad. El sol, alto ya, marcaba el momento en que los hombres regresaban a sus hogares para almorzar algo antes de su jornada vespertina. Un par de perros discutían a ladridos por un pedazo de hueso bajo las piernas del guerrero.

-Eso podría estar bien -dijo al fin el Caracortada, asintiendo con una sonrisa horrible que afeó aún más su terrible faz.

-Estupendo -murmuró Jeremyed desviando la mirada.

 

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Castillo de Aguasclaras.

Barbacana exterior. Año 142 después del Desembarco del Rey.

 

Arriba y abajo en el mismo movimiento, con la espada atacando con la punta para luego descender de filo. Caster esquivó ambos golpes sin dificultad, reconociendo aquella serie a la que estaba tan habituado; pero cuando la espada estaba ya casi en su punto más bajo su contrario modificó la posición de la muñeca e inició un golpe de punta hacia arriba. Este golpe no era tan sencillo de evitar, y Caster refunfuñó cuando la hoja de madera de la espada golpeo su muslo derecho.

-Tocado -dijo Armase alegremente.

-Eso no habría ni rayado mi armadura.

-No siempre puedes combatir embutido dentro de esa lata acorazada tuya.

Caster respondió disparando su brazo derecho en un golpe de barrido con su maza acolchada que Armase evitó lanzándose de lado al suelo, donde rodó unos metros antes de levantarse.

-¿Eso qué coño ha sido? -dijo Caster, molesto.

-A eso se le llama esquivar con estilo.

-Yo a eso lo llamo bailar como una puta.

-¿Me has dado, acaso?

-No.

-Pues entonces llámalo como quieras -dijo Armase, divertido. El dorniense amagó dos veces y punteó de nuevo hacia el muslo del gigante, quien interpuso su maza, respondiendo con un golpe circular que Armase esquivó dando otro salto.

-Deja de saltar como una jodida pulga -murmuró Caster-. Vas a agotarte antes de empezar.

-La idea es acabar contigo antes de cansarme. Y creo que voy bien.

Armase, mucho más pequeño y ágil, dio un par de vueltas alrededor del Caracortada amagando golpe tras otro y agitando las piernas en una danza incomprensible.

-Soy el viento -dijo el de Dorne-. El agua sobre las rocas. ¡La arena entre tus dedos!

-Tienes la lengua demasiado larga -murmuró Caster, lanzando un lento golpe de arriba a abajo que impactó en el suelo, lanzando polvo hacia todas partes. El enorme jinete libre quedó con una rodilla en el suelo y una mano apoyada sobre el pomo de la maza.

-¿Quién está agotado ahora? -dijo Armase.

 Levantando la espada, dirigió una estocada rápida y certera contra el hombro del gigante arrodillado. Entonces el Caracortada levantó la maza con imprevista rapidez hacia la hoja de madera de la espada, desviándola y desequilibrando a Armase, mientras el gigantesco guerrero se impulsaba hacia arriba con la pierna flexionada lanzando el brazo del arma contra su oponente.

El golpe fue brutal.

La maza acolchada impactó contra el abdomen de Armase y lo levantó en el aire, haciendo volar dos metros al dorniense quien aterrizó con las rodillas y manos contra el suelo.

-Joder -dijo Armase entre toses.

Caster se acercó a su compañero y le mostró la mano derecha. Armase la tomó a la altura del antebrazo y la utilizó para levantarse hacia arriba y volverse a poner de pie.

-Creo que me has roto algo -murmuró estirando un brazo y masajeándose el tórax con el otro-. ¿Nunca te has planteado participar en algún torneo?

-No soy caballero.

-¿No me digas? -dijo Armase, doblándose a causa de la risa y la tos-. Joder, no me había dado ni cuenta.

-Los torneos son para los caballeros.

-No estaba pensando en justas, idiota. Romperías tu caballo por la mitad a media carrera.

-Soy un buen jinete -dijo Caster, alzándose en toda su enormidad.

-Dejémoslo en que sabes mantenerte a caballo -corrigió Armase, riendo de nuevo-. No, yo pensaba en alguna de esas melées. ¿Nunca has participado en una melée?

-Mi padre sí lo hizo. Yo no he sido invitado jamás.

-Eso es lo más extraño.

-¿Por qué

-Bueno -dijo el dorniense-. Todos sabemos que Ser Hadder siente una predilección especial por ti. Te aprecia. ¿Por qué no te ha metido dentro de una melée? No hay hombre en Poniente que aguante de pie dentro de una armadura delante tuyo más de diez minutos.

-No creo que sienta ninguna predilección por mí.

-Eso es porque tienes tanta empatía como una trucha muerta. No sabes interpretar emociones humanas.

Caster dejó vagar la mirada por todo el cercado.

-No me interesan los torneos -dijo con suavidad-. No me gusta pelear por el placer del espectáculo.

-Debe ser por eso, entonces.

-¿A qué te refieres?

-Olvídalo.

-¿Y qué me dices de ti? Lo harías bien. Te mueves rápido como una anguila -Caster arrojó la maza contra un saco de arpillera, acercándose a la verja. Allí había dos trapos grandes: utilizó uno para secarse y lanzó el otro hacia Armase-. Has mejorado. Mucho.

-Tú has empeorado -dijo Armase, riendo de nuevo. 

El Caracortada lo observó muy serio, la molestia en el rostro. Finalmente se relajó, alzando las cejas.

-Debes tener razón -dijo-. La jodida edad.

-Exacto, viejo. En dos meses me veo pateando tu culo.

-Te costará algo más de dos meses.

-Dos meses, abuelo.

Caster sonrió, y al hacerlo la tremenda cicatriz que recorría todo el lado izquierdo de su cara se retorció, deformándole el rostro. El gigante tomó un odre repleto de agua y dio un largo trago.

-¿Recuerdas a Bonhart?

-¿El cazahombres? -preguntó el dorniense.

-El mismo -Caster alargó el odre hacia su compañero-. El cazahombres.

-¿Cómo olvidarlo? Nos dio esquinazo bien a ti, a Din y a mí hace unos años, ¿eh?

-Lo hizo -dijo Caster.

-¿Por qué?

-¿Por qué, qué?

-¿Por qué preguntas por él ahora? -Armase utilizó el odre para remojarse el cuello y rostro-. Hace mucho tiempo que no molesta.

-Por eso, precisamente. ¿Qué crees que estará haciendo?

-Ni idea. Ayudando al tipo ese, cómo era… ¿Krell…?

-Kurst.

-Eso es -dijo Armase asintiendo-. Kurst, el señor del crimen del feudo. Es decir, el señor de unos cuantos desharrapados malolientes y desorganizados que no son capaces ni de saquear un molino desprotegido.

-No creo que el asunto del molino tenga que ver con Kurst.

-Tanto da. ¿Por qué te ha dado ahora por Bonhart? Últimamente todo parece en calma.

Caster entrecerró los ojos, mirando hacia lo alto. El sol caía en el oeste, devorado por las nubes de tormenta, y las golondrinas volaban bajo dándose su festín a base de los incontables insectos que se movían pesados a causa de la presión y la humedad.

-Demasiada calma -dijo entre dientes-. Demasiada calma.

 

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Solaz del Soldado.

Posada de “El Ciervo y el Jabalí”. Séptimo mes del año 145 después del Desembarco del Rey.

 

Din alcanzó la jarra repleta de leche hacia Caster, tomando su propia pinta de cerveza y acodándose contra la barra de la taberna. En aquella hora el estruendo dentro de “El Ciervo y el Jabalí” era considerable, con agricultores y gentes de mal vivir cantando voz en grito canciones obscenas y emborrachándose a base de cebada fermentada y vino malo. Tres hombres peleaban en una esquina sin que nadie les hiciera demasiado caso, y dos putas desplumaban de sus ahorros a un ganadero que apenas si era consciente de que entre sus dedos había un par de tetas mientras la propietaria del otro par movía sus ágiles dedos vaciando con ellos su bolsa.

El forestal cabeceó.

-Siempre acabamos aquí. Mi mujer va a empezar a pensar mal de mí.

-Sólo bebemos.

-Eso es lo peor -dijo Din-. Que sólo bebemos.

-Acabará por venir.

-No vendrá -Din alzó la mirada hacia su camarada-. Bonhart no es estúpido. Sabe que vas detrás suyo y está jugando contigo.

-No veo cómo.

-Te está desquiciando.

Caster dio un largo trago a su jarra de leche, deslizando su mano izquierda sobre los labios para limpiar los restos blancuzcos.

-No es fácil desquiciarme -dijo después.

-Pues éste lo está logrando.

-Tiene que venir -atajó Caster-. Esta posada es el punto de encuentro entre los que quieren algo y los que se ofrecen a conseguirlo. Bonhart no puede vivir siempre en los bosques, necesita trabajar.

-¿Quién dice que no tiene ya un trabajo? -dijo Din-. Tú has oído tan bien como yo lo de ese asesino.

-¿Qué cojones tiene que eso que ver con Bonhart?

-Piénsalo. ¿Por qué iba a contratar Lord Trant a un asesino nuevo, si tienes disponible en la zona a ese cazahombres?

Caster contempló al forestal con curiosidad.

-¿Porque no quiere que nadie lo reconozca?

-Puede ser -dijo Din, asintiendo-. Pero sabes bien que ese Bonhart es muy bueno. Mucho mejor que el señor del crimen a quien dicen que sirve. Tiene una gran reputación en lo suyo, y eso cuenta.

-Es un cazarrecompensas -murmuró Caster-, y no un asesino. Alguien como Lord Trant buscaría un especialista.

-Buscaría a alguien bueno. Buscaría un asesino capaz de esperar su oportunidad durante meses, años. Bonhart caza hombres por dinero. No veo la diferencia entre él y un matarife a sueldo.

-No sé -Caster desvió la mirada hacia la concurrencia. Varios viajeros que se sentaban en una misma mesa rieron ante un tropiezo de Ado, el posadero. Otro, delgado y meditabundo, fumaba una pipa de olivo junto al fuego-. Hace meses de aquel rumor, y ese supuesto asesino no se ha dejado ver. No sé. 

-Sólo digo que no está en tu mano, Caster -Din apuró la cerveza-. Nuestra vida es demasiado corta como para que la desaproveches con esa persecución tuya. 

-No estoy persiguiéndolo.

-Eres un guerrero, amigo. Uno de los que no rehuyen el golpe. Por eso te pido que pienses en esto: el trabajo de Bonhart consiste en cazar y matar hombres, mientras que lo tuyo se limita a vigilar una barbacana y dar el alto a quienes pretenden cruzarla. No tienes nada que hacer.

-Soy algo más que un vigilante. 

-Disfruta de lo que tienes, Caster. Búscate una mujer de tu tamaño, si es que existe alguna así en este mundo; construye un hogar. Ten dos o tres críos. Trata de envejecer, llenarte de dolores y achaques.

Ambos hombres se miraron en silencio.

-Sobrevive -añadió Din al cabo de unos segundos.

-Nadie sobrevive a la vida -dijo Caster, dejando la jarra vacía sobre la barra.

 

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Batalla de los Bosques de Guarda Real.

Año 146 después del Desembarco del Rey.

 

1. La Marcha

 

Los hombres resoplan, cansados y aturdidos por el calor y la humedad. Bromean entre dientes, evitando carcajadas y gritos, cada vez más cerca del lugar donde van a sangrar y, tal vez, morir. De tanto en tanto la compañía se detiene en silencio, aguardando algo que no se produce antes de volver a marchar cuando la alerta se desvanece.

Uno de los hombres más jóvenes avanza con cuidado sin dejar de mirar hacia sus pies. No presta atención a las bromas pronunciadas con voz queda, ni a las pullas y los insultos que sus compañeros lanzan unos a otros tratando de transmitir una falsa sensación de calma, de costumbre, de normalidad.

-La normalidad no puede matarte -recita para sí el joven Haudrey.

-Nada mata tanto como la normalidad -dice a su espalda una voz seca, profunda pero suave.

El muchacho se vuelve, alzando la mirada hasta casi sentir su cuello crujir por el esfuerzo. El hombre es descomunal, el más grande que jamás hayan visto sus ojos. Recuerda al viejo Maestre Ammon cuando le hablaba de él. “Sangre de Ándalos, muchacho. Sin diluir”.

-No lo sé, señor Caster -responde Haudrey-. Pero eso decía el Maestre. Decía que los hombres invocan la normalidad para disipar sus terrores más profundos.

-¿Eso decía? -murmura el gigante-. A veces se me olvida que ese Maestre es más de lo que parece.

-¿Y qué parece?

-Parece alguien capaz de utilizar palabras más largas que mi polla hasta para decir que se va a cagar.

-Sí -dice Haudrey, dejando brotar una sonrisa-. Esdrújulas. Las conoce todas.

-Pues vete olvidándote de ellas, niño. Esas esdrújulas vuestras hieren, pueden matar, pero mañana, al alba, no te servirán de nada.  

-Lo sé -murmura el muchacho, volviendo la mirada de nuevo al frente, la sonrisa quebrada. 

De pronto siente un súbito peso sobre su cabeza cuando la descomunal manaza del jinete libre se posa encima. 

-Tu escudo -dice Caster-. Te han enseñado a usarlo.

-Eso espero.

-No lo pregunto, niño. Lo afirmo. -El hombre mueve la siniestra al frente sin dejar de andar-. Mañana no combatiremos contra guerreros adiestrados. Esos cagarros andantes son bastante más hábiles con los cuchillos que con las armas largas que van a emplear contra nosotros. Se limitarán a golpear de arriba a abajo, como quien sacude un palo.

-Sí -Haudrey traga saliva, intentando arrastrar el extraño nudo que oprime su garganta. "Sólo que esos palos matan

-Algunos serán más altos que tú -Caster asiente-. Aprovéchalo. 

-¿Cómo…? 

-Ya sabes cómo, niño. Recuerda todo lo que has aprendido. Bien alto el escudo mientras machacas los bajos de esos hijos de cien furcias con golpes laterales de esa maza tuya. Cuando sientas un golpe, lanza dos. Si das con carne, insiste e insiste hasta que rompas la maza sobre los huesos del desgraciado que tengas delante.

-Es la maza de Ser Baltrigar... 

-Como si es la jodida maza del jodido Guerrero. Olvídate de dónde sale, y concéntrate en lo que es.

-Sí.

-No te separes de tu amo, niño. Ese Ser Trycian a veces se cree salido de un libro de caballería, pero sabe bien lo que se hace. 

-Sí señor. 

-No me llames señor, niño -dice Caster entre dientes-. Hoy tú, yo, y todos estos que sudan a nuestro lado somos hermanos.

-Sí señ… Caster.

-Vigila bien a tu Ser -prosigue el guerrero-. Asístele. Debes estar un paso por detrás, no dejes que nadie lo flanquee. ¿Sabes por qué acude al combate con todos esos colores sobre la armadura?

-Son sus colores -responde Haudrey. Luego recuerda unas palabras del Maestre “nadie hace nada por nada”-. Viste así para atraer la atención del enemigo.

-Eso es -dice Caster, asintiendo satisfecho-. Para esos cagarros de ahí delante, Ser Trycian es un jodido anuncio andante de promesas y riquezas. No tienen ni puta idea de lo que puede hacer con ese espadón suyo, pero te aseguro que lo van a descubrir pronto. Y lo más importante: a su lado tú serás casi invisible, aprovéchalo. 

-Eso haré. 

-Y los ojos, niño -dice el gigante revolviendo su pelo mientras acelera el paso-. Bien abiertos. Cuando todo empiece, esos dos ojos tuyos querrán cerrarse por su cuenta. Siempre es así la primera vez. Domínalos. Abiertos te serán más útiles que el escudo.  

Caster avanza, dejando atrás al muchacho. Sin dejar de andar, sin volverse, pronuncia unas pocas palabras al viento. 

-Lo harás bien, niño.

––––––––––

2. La Batalla

Jodida penumbra.

La marcha hacia el claro donde se apostaban los bandidos había sido una auténtica calamidad. Armas perdidas, hombres cansados, heridas más o menos superficiales. Y sobre todo, un nerviosismo demasiado parecido al miedo como para que a Caster le pasara desapercibido.

Y luego estaba la penumbra.

Moverse entre aquella maraña de árboles, matojos, espesos matorrales, repechos, aguas cenagosas y bruma era tan difícil como habían imaginado. Pero la penumbra lo había complicado todo: el caracortada era incapaz de ver un hombre a más de tres pasos de distancia. Y guiarse por el oído era una quimera: el ruido llegaba de todas partes. Con suerte los bandidos serían sordos. Eso, o con la que estaban armando serían descubiertos una hora antes de llegar.

Así que el gigantesco guerrero decidió centrarse en un solo hombre. Y no había uno mejor a quien seguir dentro de un bosque que a su compañero Din, uno de los pocos habitantes de Aguasclaras con quien Caster simpatizaba manteniendo algo que, quizá, podría denominarse amistad. 

Y eso hizo, seguirlo.

Hasta donde permitió la penumbra.

Más tarde supo que también Din se había perdido, a causa de la mucha fatiga provocada por sus desvelos buscando caminos francos para el imponente caballo de las arenas de Ser Trycian; pero no lo culpó, ya que él mismo dejó de ver el largo arco del forestal minutos antes de que todo comenzara, engullido por la penumbra.

Jodida penumbra.

––––––––––

No hay sonido de animales. Los bandidos deben haberlo notado. Tampoco hay ruidos metálicos. Al menos el grupo ha conseguido amortiguar eso.

Desde donde se encuentra Caster no se ve absolutamente nada. Durante un breve instante ha creído atisbar a Armase tras una morera, pero si era él desde luego que lo ha vuelto a perder. Sabe que todos aguardan agazapados: lo sabe porque el ruido se ha detenido y porque escuchó un susurro de Din, una media hora atrás, que decía que el campamento estaba cerca.

El hombre está solo. 

Alerta.

Dispersos, a Ser Trycian le resultará imposible coordinar el ataque, así que debe confiar en sus instintos y en todo cuanto la experiencia le ha enseñado a lo largo de los años.

Dedica unos segundos a ajustar su armadura; descuelga la descomunal estrella de la mañana de su gancho al cinto y estira sus músculos: aunque varios se burlaban de él antes de salir a causa de su equipamiento pesado, el guerrero de la cicatriz no está en absoluto cansado. Él sabe bien qué puede y qué no puede hacer, y el día que sea incapaz de marchar embutido dentro de su brigantina será el día de su muerte.

Piensa.

Recuerda otras batallas, años atrás, cuando Ser Hadder estaba construyendo su reputación. Esa reputación que ganó gota a gota de sudor y sangre, esa reputación que, según cuentan, los cobardes están desintegrando con palabras torcideras desde los cálidos salones de sus brillantes palacios. Hombres cobardes, mierdas andantes envueltas de seda, como ese Lord Trant, envidiosos que prefieren contratar una daga de alquiler antes de dar la cara para... No. Concéntrate. No es eso lo que debes recordar.

Debes recordar la rudeza del combate. El miedo. El sudor. La confusión. Respirar, eso es importante, ¿recuerdas? Despacio. Y cuando...

De repente, un extraño estruendo metálico atraviesa bosque, brumas y penumbra. El inconfundible choque de un caballo a la carga contra un muro de huesos, escudos y armas de hierro. Caster se mueve hacia el ruido con inusitada velocidad para un hombre de su tamaño. Desde lo alto, sobrevolando el cielo hacia el sureste, el extraño cuervo blanco y negro de Ser Madrigal grazna su canción de muerte, entrañas y sangre.

Y Caster ciñe con fuerza la empuñadura de su Estrella de la Mañana, deslizando la cinta de cuero alrededor de su muñeca para asegurarla y toma una gran bocanada del aire fresco y húmedo de la mañana y se lanza hacia la batalla.

–––––––––––

Un simple vistazo alrededor, cuando tras avanzar al trote a través de matorrales y ramas secas consigue alcanzar al fin el claro, le deja claro que no ha lugar a tácticas o estrategias en aquella refriega: todos los hombres están desperdigados. Lo que ve el guerrero en ese primer vistazo es una gran cantidad de bandidos, nada sorprendidos, avanzando sobre Dregg Ojotonto y Ser Trycian; al otro lado del campo se encuentra el joven Haudrey, lejos del dorniense. Por fortuna, a su costado avanza Ser Madrigal, ese excéntrico caballero al que ha visto entrenar con su cuervo disecado al hombro. El Caracortada no piensa permitir que el hijo de su Señor muera en su primera refriega, pero sabe que junto a Ser Madrigal estará a salvo. 

Aún así, decide bajar hasta el sur del campo para reforzar ese ala, con la idea de formar un frente importante con el que contrarrestar la fuerza enemiga que viene del Este. Si consiguen que…

-¡Ayuda! ¡Cojones, que me ayude alguien!

La voz de Dregg devuelve su atención hacia su izquierda. El flanco está realmente mal, con el dorniense rodeado de bandidos y cadáveres y un trío de enemigos corriendo tras “Ojotonto” con muy malas intenciones. Entre esos tres Caster ve a Jack Calabaza, a quien conoce por haberlo visto en Solaz del Soldado; Calabaza no sólo tiene un cierto carisma, sino que sabe moverse. Dos bandidos y Calabaza son demasiado enemigo para Dregg.

-¡A mí, Dregg! -grita Caster, avanzando hacia ellos como una mole acorazada.

–––––––––––

-Por el coño de la Doncella -jadea Dregg al llegar a su lado-, ya era hora. ¿Dónde cojones os habíais metido?

El cazador se vuelve, enfrentando de nuevo a los bandidos que lo siguen. Caster aprecia el gesto: Dregg no es un guerrero, no está allí para heroicidades, y sin embargo prefiere combatir a seguir corriendo. Junto a ellos aparece ahora Darién, surgido también desde la espesura.

-Por ahí -dice Caster deteniendo el paso, una mole descomunal e imposible mirando con fijeza a los tres hombres-. Echando una meada.

-Cagando en mi caso -añade Darién.

-Bueno, tres para tres. Ahora estamos iguales -dice Dregg sin dejar de jadear.

-¿Iguales? -Darién lanza una carcajada-. No. Iguales no.

–––––––––––

Jack Calabaza contempla al Caracortada con una sonrisa torcida en el rostro. Se balancea, agita el arma. A su lado, los otros dos bandidos se han quedado congelados; todos en Solaz del Soldado conocen la fama de Caster. Algunos lo aprecian, muchos lo odian y todos le temen. 

Uno de los dos bandidos que escoltan a su líder, llevado tal vez por el nerviosismo, lanza un ataque contra el Caracortada. El ataque, afortunado, impacta con tino y fuerza contra un costado del guerrero. Pero el cuerpo de Caster no se mueve ni un milímetro. El gigante contempla al bandido y sonríe.

-¿Eso es todo lo que tienes, pequeño hombrecito? -murmura, devolviendo la atención al Calabaza-. Hola Jack.

-Caster -responde su enemigo sin dejar de moverse, un hombre bajo pero recio con el rostro cubierto por las viruelas. Sabedor de su mayor velocidad, el bandido está atento al ataque del enorme guerrero acorazado, listo para evitarlo. 

-Esquiva esto, cagarro -dice Caster lanzando un golpe lateral con ambas manos.

 El golpe, descomunal, barre todo cuanto pilla a su paso incluyendo al propio Calabaza, a quien troncha en un ángulo absurdo con un horrible sonido de huesos y músculos cediendo ante la cabeza parcialmente derretida de la gigantesca Estrella de la Mañana. De tan fuerte, el cuerpo ya muerto de Jack Calabaza empuja al bandido de su derecha, aquel que había atacado sin fortuna a Caster, y el hombre queda desequilibrado frente a Darién quien lo atraviesa sin mediar palabra, agitando el arma en el interior de los intestinos del bandido con la intención de desjarretarlo al extraer el arma.

Cuando la Estrella de la Mañana finaliza su giro, repleta de carne, pelo y fragmentos de hueso, el Caracortada la levanta como un estandarte y, a voz en grito, exclama:

-¡Ser Hadder y Aguasclaras! ¡Ser Hadder! -después baja la mirada hacia el aterrado bandido de su derecha. Avanza hacia él, colosal, aplastando matojos y hierbajos. Con su voz habitual murmura:-. Voy a comerme vuestros corazones.

El siguiente golpe es tan violento que el cadáver del bandido vuela varios metros hacia atrás antes de descomponerse en dos partes, una de las cuales acaba en lo alto de un árbol cercano.

–––––––––––

3. La Victoria

La compañía se mueve lenta, fatigada, pero feliz en sus ánimos. No ha habido que lamentar ninguna baja, aunque Orsey Crakehall se encuentra bastante malherido y necesitará los cuidados de Nana o el Maestre Ammon. Pero el combate ha ido todo lo bien que podía esperarse tras el desastroso despliegue inicial.

Caster caminaba en solitario, como siempre. No se había molestado en limpiar la cabeza de su Estrella de la Mañana, así como la brigantina, cubiertas ambas de sangre y restos ajenos. Quería que lo vieran así al llegar al Castillo, puesto que sabía bien que había ojos y oídos en Aguasclaras que trabajaban para los verdaderos enemigos de Ser Hadder. 

Tenía sed, eso sí, y apenas logró aplacarla con la escasa agua que acarreaba consigo. El resto de hombres habían dado ya buena cuenta de vino y cerveza, pero el Caracortada no bebía alcóhol desde...

-Al final, todo esto no ha sido más que una masacre.

Una voz, a su espalda. Caster volvió la cabeza sin detenerse para encontrarse con el joven Haudrey, quien ahora caminaba a su lado.

-¿Y qué esperabas?

-No lo sé -confesó el muchacho-. Algo de honor, grandes gestas, combates limpios. No lo sé. En realidad, sabía que iba a ser así: gente llorando, gritos, hombres que se hacen sus necesidades encima al morir.

Caster asintió.

-Siempre es así, aunque no acostumbra a ser tan fácil.

-No he matado a nadie -dijo Haudrey-. Apenas sí he logrado lanzar un par de malos golpes.

-No tengas prisa. En esta profesión, matar es cuestión de tiempo. Morir, también.

-Sin embargo, tú... -Haudrey ladea el rostro, sonriendo-. Vi lo que hiciste con Jack Calabaza. Por los Siete, casi lo partes en dos pedazos de un solo golpe.

Caster asiente.

-Acabaste demasiado al sur -dice el gigante-. Demasiado lejos de tu señor. 

-Yo...

-¿Lo viste combatir?

-Sí -Haudrey asiente-. Ya lo creo.

-Bien. Recuérdalo. Él sólo mató a veinte bandidos.

-No fueron veinte -corrigió Haudrey-. En realid...

-Veinte -ataja Caster-. Y decapitó a Jack Calabaza con su espadón, tras enfrentarse a él en duelo singular.

-No. Le cortó la cabeza luego, pero tú fuiste quien...

-Muchacho, fue Ser Trycian quien lo mató -dice Caster, a media voz-. Así lo contarás. También contarás que eran cincuenta los bandidos, y que cargaron a caballo. Que sólo la pericia táctica combinada de Ser Trycian y Ser Madrigal consiguió que prevaleciésemos ante tamaña superioridad numérica. Contarás cómo Ser Trycian descendió de su caballo de un salto mientras cortaba a alguien en dos, y cómo Ser Madrigal reía a carcajadas mientras segaba vidas.

-Y el cuervo -apuntó Armase, quien se había situado a su lado, sonriendo-. El cuevo sacó los ojos en vuelo a un bandido. Yo lo vi.

Caster asiente.

-¿Comprendes, chico?

-Pero... -Haudrey alza la cabeza buscando la mirada del gigante-, ¿por qué yo? ¿Y por qué tendría que contar todo eso?

-Contarás lo que nos apetezca porque somos quienes hemos vencido ahí atrás, Y lo harás tú porque eres el único aquí que sabe hablar como se debe, con todas esas esdrújulas vuestras. -Caster guiña uno de sus ojos en un gesto tan extraño como desacostumbrado-. Busca a ese Maestre con quien tan bien te llevabas, y adorna la historia como te parezca. Ya se encargará él de hacerla volar, como Ser Madrigal a su cuervo. Ahora no necesitamos grandes gestas, sino grandes historias que las cuenten. Si hoy no has visto nada remarcable, invéntalo.

-No olvides lo del cuervo y el bandido -dice Armase, mientras lanza un odre de piel de cabritillo hacia Din-. Yo lo vi. Con mis propios ojos.

 

La compañía se aleja, arrastrándose a lo largo del camino. Al frente hay un arroyuelo que vadean con cuidado al sol amable del atardecer. Lejos, unos jabalís contemplan la marcha con curiosidad mientras un cuervo blanco y negro traza círculos sobre los hombres cansados.

El cuervo grazna. A los jabalís, el sonido les recuerda a un grito.

 

 

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Solaz del Soldado.

Posada de “El Ciervo y el Jabalí”. Finales del año 147 después del Desembarco del Rey.

 

Cuando se abre la puerta, los contados rostros que todavía pueblan la posada se vuelven con escaso interés. Dos de los hombres se levantan al comprobar la identidad del recién llegado, bajan la cabeza y se dirigen a la salida con la mayor rapidez posible. El visitante se hace a un lado, los deja pasar.

-Brandon -dice con una voz serena y suave, extraña a un cuerpo tan grande-. Y Vlado. Mira tú por dónde. Me pareció veros en lo del bosque de Guarda Real, huyendo con la polla entre las piernas. Qué bueno veros juntos y vivos. Aún.

Los hombres salen al exterior. Uno de ellos se vuelve, el rostro tenso por el miedo, y hace una ligera reverencia con la cabeza.

-Caster -susurra con nerviosismo. Luego cierra la puerta.

El enorme guerrero suspira, dirigiéndose a la gran barra de roble repleta restos y suciedad. Lanza con poca fortuna un esputo hacia la escupidera, pasea la mirada por el antro, ya prácticamente vacío salvo por una vieja alcahueta que cabecea su borrachera en un taburete junto al almacén y un hombre delgado que fuma en silencio junto al fuego del hogar. Tras la barra, el posadero limpia nerviosamente sus manos con un trapo viejo.

El Caracortada planta una mano sobre la barra.

-Leche.

-Aquí tiene, señor -dice el posadero dejando al instante ante Caster una jarra repleta de leche.

-Gracias, Ado. Siempre tan eficiente -murmura el Caracortada, deslizando una moneda sobre la mesa, el índice encima, en dirección al posadero. Ado contempla el metal, luego alza la cabeza buscando los ojos del gigantesco guerrero, quien asiente-. La quieres, ¿verdad?

-Claro.

-Pues no veo que hagas nada para ganártela.

-No sé nada de Bonhart, ya se lo dije el otro día, tras el funeral del pequeño Crakehall. Se ha esfumado.

-Y yo ya te dije que no me lo creo.

-Pues no se lo crea, señor -dice el posadero-. Hace meses que no pasa por aquí. Y cuando digo “aquí” me refiero a la aldea, no sólo a mi posada.

Caster tuerce el gesto. Acerca un poco más la moneda.

-Sigo sin creérmelo -murmura con su voz seca-, pero vale. Dime entonces quién es el de la chimenea.

Caster apenas se había fijado en el hombre que fumaba junto al fuego, pero sí lo bastante como para saber que no lo conocía. El breve vistazo sí le ha servido para entrever un rostro delgado, afeitado, y unas ropas oscuras de calidad bajo una capa de paño. Le ha dado la espalda con la intención de no alertar al extraño, pero no puede dejar de pensar en él, en la curiosa sensación de rareza que la ojeada le ha dejado en el cuerpo. Ese hombre tiene algo. Algo…

-No sé quién es -dice Ado, desviando apenas la mirada-. Un viajero de paso, imagino. No habla mucho, come, bebe, ríe los chistes locales. Bien, vaya. No se pelea. Paga sin preguntar.

-No sabes quién es. -Caster sonríe-. Hoy no sabes nada de nada, Ado. Me sorprendes.

¿Un bulto en el cinto? No. El hombre tiene una espada corta, Caster la ha visto en su guarda apoyada contra la mesa. Es el arma de un viajero, no la de un guerrero. También tiene un cuchillo sobre el tablero con el que había estado agujereando un trozo de queso antes de su llegada. No, lo que le preocupaba no era un bulto en el cinto. Pero ¿qué?

-Sabe que soy de fiar, señor Caster -dice Ado-. Siempre le he sido fiel.

-Eso he creído hasta ahora -Caster asiente-. ¿Qué hay de su destino o intereses? Si es un viajero, habrá dado cuenta de sus viajes.

-Yo no he oído nada -el posadero devuelve la mirada a la moneda que permanece enterrada bajo el grueso y encallecido dedo del Caracortada-. Pero puedo preguntar por ahí.

No es algo que llevara encima: tiene que ver con su porte, con su extraña inmovilidad. Ese aire de estatua. Los dedos del hombre sostenían una pipa, de olivo a tenor del color. ¿Dónde ha visto antes esa pipa, esa figura fumando, esos dedos limpios? Dedos limpios, se dice Caster, sobre todo en el extremo de las falanges que…

Las falanges. 

"Buscaría un asesino capaz de esperar su oportunidad durante meses, años"

El hombre carece de las últimas falanges de varios de sus dedos.

El movimiento de Caster es desacostumbradamente veloz. Poca gente de su tamaño puede moverse como él, pero en aquella ocasión se vuelve más rápido de lo que incluso él puede imaginar. La moneda vuela por los aires cuando la mano derecha del Caracortada se desplaza hacia abajo, buscando en el cinto su machete de desbrozar mientras la izquierda da un giro lanzando un golpe al aire hacia atrás, hacia un bulto que no está allí. El hombre es bajo, estrecho de hombros y, ahora, se encuentra agachado frente a él, las dos manos adelantadas. Caster siente entonces el frío terrible bajo las costillas, una, dos, tres veces. La tercera ocasión en que el acero del cuchillo penetra a través de su piel y huesos ya no vuelve a salir, puesto que el hombre remueve con maestría la mano hiriendo salvajemente el interior del gigantesco guerrero.

Caster baja una mano hacia la muñeca derecha del asesino, y con la otra apresa el cuello del hombre.

-Caracortada -murmura con una sonrisa el viajero; su voz está manchada con un extraño acento-. Duele, ya lo sé. Y lo lamento. Pero será breve: la hoja está emponzoñada.

-Quién… -dice trabajosamente Caster, sintiendo que sus fuerzas se disipan poco a poco.

-¿Quién? -El hombre amplifica su sonrisa-. Nadie. No he venido buscándote a ti, pero te equivocaste al entrar hoy aquí.

El extraño vuelve a retorcer la hoja del cuchillo, y Caster deja brotar un quejido. Pero se concentra en el dolor, y aprieta con fuerza la muñeca de su asesino.

-No te resistas -dice con calma el hombre, pese a la fuerte presa del Caracortada sobre su garganta-. Valar Morghulis.

-Ve… y… que… te… -de repente Caster sube el brazo izquierdo con una violencia descomunal y tensa el codo. Alza en vilo al hombre, sujeto por el cuello- jodan… con… la… verga… de… un… 

El movimiento es brusco y seco. Se escucha un crujido de huesos, y toda la fuerza del asesino se difumina como el humo de una hoguera. Caster abre la mano izquierda y el hombre se desploma.

-…jodido caballo.

Después, el gigantesco guerrero trastabilla. Sus piernas dejan de funcionar, y percibe un extraño hedor que emana de su propio cuerpo, la descomposición de sus heces manchando los pantalones. Al caer se golpea la mandíbula contra una mesa. Tanto la mesa como la mandíbula se parten en dos. Pero Caster ya no siente nada.

Horas después, cuando Jack "Pequeño Cuervo" encuentra el cuerpo del gigantesco guerrero a las afueras de Solaz del Soldado, tendido inerte sobre un charco de orines, el cuchillo sigue clavado en sus entrañas.

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26/05/2014, 10:16
Ser Orsey Crakehall.

Año 141

El entrenamiento era cada vez más aburrido. Mis brutales habilidades en la lucha no paraban de aumentar, y pronto incluso Ser Baltrigar dejaría de ser un reto. Los días se sucedían tediosos: yo deseaba probar mi valía en combate de nuevo, tras el deleznable resultado de la última vez, mas las invitaciones a los torneos no llegaban y los esfuerzos que se hacían en el castillo por enviarme no eran fructíferos, lo cual no hacía si no aumentar mi frustración.


Año 142

Continuaba mi entrenamiento, y aquello era lo único que llenaba mis días, era mi única ocupación. Sin embargo, Madre no paraba de decir que ya estaba en edad casamentera, que había que buscarme una esposa. ¿Pero por qué? No podía entender qué necesidad tenía el más grande los guerreros de tener una esposa, de estar atado a una mujer.

Sin embargo, todo cambió cuando al fin madre quiso confesarme de quién se trataba: Lydia Tully. Mi corazón dio un vuelco: era la joven más bella de cuantas yo conocía, y, aunque apenas había tenido trato con ella hasta entonces, supe que sería la mujer de mi vida.

Muchas cosas cambiaron ese año, pues al fin mis ocupaciones tenían un fin: Ser Hadder me concedió el honor de participar en las labores de la defensa del castillo. No es que fuera la más importante de las tareas, pero al menos ocupaba en algo mi tiempo, e incluso cabía la posibilidad de luchar contra algún bandido.


Año 145

Realmente me sorprendió que madre anunciase otro hijo.

Estaba entrenando cuando mi hermano Horace se me acercó para contarme la noticia.

-¡Orsey! ¡Orsey! ¡Madre espera un nuevo varón!

Nunca olvidaré el día que se anunció el nacimiento del pequeño Jorah, pues aún me duele el tremendo golpe que recibí por parte de Ser Baltrigar cuando bajé la guardia.


Año 146.

El tiempo cambió, haciendo la temperatura más asequible. Mi corazón dio un vuelco cuando me enteré de que al fin podría probarme en combate real, y no hice si no afrontar el asalto al campamento bandido con la mayor de las ilusiones. Ser Hadder me había llamado a la sala de audiencias.

-Supongo que habrás escuchado que te he seleccionado para ir a dar caza a esos bandidos. -Ante mi cortés afirmativa, Ser Hadder continuó.- Bien. Espero que comprendas el honor que te hago con esto, y la oportunidad que queda a tu alcance. Lucha con valentía, y esta será la hazaña que te procure las espuelas de caballero. Honrarás a tu padre, y te convertirías en una espada valiosa a mi servicio. Si esto fuera así, tal vez deberíamos aprovechar tanta prosperidad, y considerar el asunto de tu casamiento. - Sentí cómo me miraba de arriba a abajo antes de continuar.- ¿Sabes? Mi hija Lydia está ya en edad casadera. Es educada, discreta, no le faltan encantos, de un linaje impecable, y con una dote nada desdeñable... ¿Qué opinas? Un joven caballero recién ordenado desposando a la hija mayor de Ser Hadder Tully de Aguasclaras... ¿Querrás ser mi yerno? Demuéstrame tu valía en el combate, y está hecho.

-Será un honor combatir, Lord Tully. Las cabelleras de esos bandidos pronto ondearán como banderas clavadas en sus picas.

Hice una leve reverencia, henchido de orgullo.

-Se... Señor, me honra con su ofrecimiento. Por supuesto que lo seré, siempre que Padre y usted estén de acuerdo. Lucharé con más fiereza si cabe, señor.

(...)

La caminata fue de varios kilómetros y varias horas a través de un bosque denso y oscuro. A pesar de ser de noche, poca era la luz de luna que se filtraba a través de las copas de los altos árboles.

Algunos de los hombres tuvieron accidentes durante la travesía, pero no fue mi caso. Estaba realmente animado, motivado, con el pecho henchido. Mi primera batalla de verdad, y nada menos que la oportunidad de demostrar a todo el mundo mi valía; especialmente a ser Hadder, a quien quería demostrar que realmente merecía la mano de su hija.

La noche era cálida y la caminata fue dura, pero el cansancio no hizo mella en mí. Nada podía aplastar mi espíritu guerrero aquella noche. No entendía por qué Ser Trycian había traído su caballo, pues pensé que sólo sería un retraso y un estorbo, pero tampoco me importaba. Sin embargo, aquella fue la menor de mis preocupaciones cuando, al poco de llegar al campamento, uno de los inútiles hombres de Din se metió de lleno en la hoguera del enemigo. ¡En la jodida hoguera, de lleno a la boca del lobo!

Sin embargo, no todo estaba perdido. Intenté aprovechar la oportuna distracción, que en un principio pensé que acabaría con el factor sorpresa, para cargar sin piedad, maza y escudo en mano, contra el primer bandido que se cruzó en mi camino. Nunca olvidaré el sonido de su cráneo al partirse en pedazos cuando hundí mi maza en su cabeza, que se convirtió al instante en una masa informe de carne y trozos de hueso y cartílago. El bandido cayó muerto al instante, y mi satisfacción no tenía nombre. Esto era para lo que había nacido, e iba a disfrutar hasta el último segundo.

Pero mi alegría no hizo si no distraerme, sacarme por completo del combate, pues mi próximo ataque se convirtió en un fallo y no pude evitar el golpe de otra de aquellas sabandijas. El dolor se extendió rápidamente por mi cuerpo como veneno. Sentí el tremendo ataque incluso en los dedos de los pies, pues un calambre recorrió todo mi cuerpo. Sin embargo, disfruté aquella sensación. El dolor me hacía sentirme en el campo de batalla, demostrando que es mi lugar y para lo que valgo. El daño fue más que considerable, pero no iba a dejarme matar por semejante escoria. Pedí ayuda a Edder, el que estaba más cerca de mí, pues no conseguía recuperar el control de la situación e incluso estuve a punto de perder el arma en un mal movimiento.

Poco tardé en llevarme otra vida por delante, cuando al fin el dolor cesó un poco. Volví a gozar con el sonido de mi maza golpeando al bandido, sintiendo no sólo que estaba haciendo justicia, si no que cada bandido que me llevara por delante me llevaba un paso más cerca de la gloria, del lugar que merecía. Pero pronto me di cuenta de que seguía en la refriega, y que de nuevo me había dejado llevar. Perdí de nuevo la concentración, volviendo a fallar en mis ataques. ¿Qué me pasaba? Debía aprender a controlar mi adrenalina, pero en aquel momento supuse que era lo normal al cobrarte tus primeras vidas. Sin embargo, pronto empecé a ponerme nervioso. Simplemente, no podía acertar, y cada golpe fallido no hacía si no ponerme aún peor. Era como si el fracaso me golpeara en la cara.

Finalmente, tomé aire, recuperé la concentración, limitándome a pensar en mi maza y su trayectoria en lugar de en Ser Hadder y mi gloria. Y de nuevo, hundí mi maza en la cabeza de otro de los bandidos.

Cuando al fin cayeron casi todos, y los demás empezaron a huir como las ratas, resoplé y me desplomé en el suelo. Cuando la adrenalina desapareció de mis venas, fui consciente de la gravedad de mis heridas.

(...)

Tardé en sanar, pero mi voluntad fue más fuerte que las heridas. Cuando al fin volví a estar sano, llegó uno de los días más felices de mi vida: Ser Hadder me entregó las espuelas, nombrándome Caballero y prometiéndome a su hija mayor en matrimonio.

-Yo, Ser Orsey Crakehall, juro fidelidad a Ser Hadder Tully, legítimo señor del castillo de Aguasclaras. Juro proteger con mi vida el castillo así como a todos los que en él moran. Juro, igual en el combate como en la paz, ser siempre un fiel aliado a vuestro servicio. Y si he de romper mi juramento, que la deshonrosa muerte del traidor me lleve.

(...)

Intenté, poco a poco, acercarme más a mi prometida, Lydia, que cada día me encandilaba más con su juvenil belleza.


Año 147.

La diferencia de edad con mi querida Lydia era cada vez menos relevante, pues poco a poco fui prendándome de ella por algo más que su belleza. Sin embargo, los días felices no duraron cuando mi tercer hermano pequeño murió al poco de nacer, antes de su primer día del nombre. Acudí junto a Lydia al funeral, lleno de pesar. No paraba de escuchar rumores de que "el invierno se lo había llevado", y todo el mundo en el castillo cuchicheaba sobre el tema, pero si algo tenía yo claro es que al próximo que escuchase decir tonterías sobre la muerte de mi hermano no nato se llevaría una buena paliza.

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26/05/2014, 13:44
Ser Baltrigar "el Traidor".

Viñeta XV: Año 141. Mes 3.

Castillo de Aguasclaras. Patio de armas.

Intervienen: Beldyr Tormenta y Orsey Crakehall.

Baltrigar apareció en el patio de armas y posó su vista sobre ambos muchachos. Los gritos se escuchaban desde la otra punta del castillo. Sus pasos le situaron junto a la figura de Orsey. De un puntapié apartó la espada de entrenamiento del brazo de su hijo.

¿Se puede saber qué está pasando aquí? – Bramó. La potencia de su voz combinada con el tamaño del caballero, que no era menudo precisamente, era tal que parecía que los Siete en persona hubieran bajado para amonestar a ambos muchachos.

Su mirada se posó sobre su principal escudero. - ¿Acaso esto es lo que yo te he enseñado? –Preguntó a Orsey. - ¿Qué pretendías? ¿Arrancar el brazo a un compañero? – Apoyó un dedo acusador en el pecho de Orsey. – Si lesionas a un compañero no te respetarán. Si no te respetan no te cubrirán en batalla. Y en una batalla real tu vida depende de que puedas confiar en tus compañeros. Da igual lo bueno o fuerte que seas, siempre hay alguien mejor que tú. O algún desgraciado con suerte que atraviesa tus defensas a traición. A lo mejor puedes con quince enemigos, pero el dieciséis estará ahí para acabar contigo. Si tienes un compañero que te apoye y respete eso no ocurrirá.

Orsey miró a Baltrigar incrédulo y claramente en su rostro se mostraba una ira que crecía sin límites. Aunque algo en el interior del joven le indicó que no era el momento ni el lugar. Baltrigar era su mentor así que calló.

En ese momento, y sin frenarse, Baltrigar se encaró con su primogénito. - ¿Qué estabas haciendo? ¿Qué ha pasado aquí? – Preguntó de nuevo. - ¿Desde cuándo entrenáis sin supervisión? – Esta vez la pregunta iba dirigida a los dos.

Beldyr, ve a ver al Maestre ahora mismo y que te revise esas heridas. Cuando acabes ahí te vas a ir directo a casa y me esperas allí. – Añadió con tono serio para acabar.

Orsey, tú y yo vamos a hablar con tu padre ahora. – El ceño fruncido de Ser Baltrigar indicaba el grado de su enfado, y ninguno de los chavales le había visto tan enfadado en toda su vida.

El caballero mantuvo la mirada de ambos muchachos para asegurarse de que le habían entendido.

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Año 141. Mes 7.

Castillo de Aguasclaras. Aposentos de la familia Tormenta.

Mención de: Beldyr, Brandon, Clarissa, Ser Madrigal y Ser Otto.

Baltrigar estaba nervioso como un niño chico. Hacía tiempo que apenas tenían vida social, pero al menos su vida en el castillo de Aguasclaras era buena. Sonrió a Clarissa mientras ella acababa de cocinar la cena, y organizó a los niños para que prepararan le mesa y que todo estuviera dispuesto para la llegada de Ser Madrigal.

Si era puntual debía estar a punto de llegar. Baltrigar revisó que la armadura siguiera limpia y bien guardada en el armario, y el resto de su equipo colocado en la mesa de la esquina. Para cenar solo llevaba unas buenas vestiduras y la espada colgada al cinto. El arma era algo tan habitual para él que apenas se la quitaba de encima sólo para dormir.

Las últimas noticias que llegaban de fuera no tranquilizaban a Ser Baltrigar. El príncipe Osmos no parecía haber olvidado la afrenta de Ser Baltrigar y ahora por su culpa el resto de feudos conocían a Aguasclaras como el “Feudo de Piedras Viejas”. Era un desprecio tal que Baltrigar se sentía gravemente insultado. No sólo por él, sino también por Ser Hadder que no había hecho nada para merecerlo. Debía compensar a su Señor de alguna forma.

Beldyr, no tengo que explicarte que si causas buena impresión a Ser Madrigal es posible que convenzamos a Ser Hadder para que te nombre escudero de Ser Otto, el padre de Ser Madrigal. – Dijo Baltrigar aclarando una vez más lo evidente. Habían repasado su comportamiento mil veces antes de aquella noche. Beldyr ya era su segundo escudero desde hacía menos de una semana, y seguramente cuando Ser Hadder nombrara a Orsey Caballero, Beldyr pasaría a ser el único escudero de Ser Baltrigar. Pero para ello aún quedaban  unos años al menos. Ser Otto era un buen mentor. Posiblemente mejor incluso que el propio Baltrigar. Debían al menos intentarlo.

El caballero echó un vistazo de reojo a Brandon, el segundo de sus hijos, encargado aquella noche de vigilar al más pequeño de todos que seguía durmiendo en la cuna. Sería la primera vez desde que nació en que Clarissa no tuviera al pequeño en sus brazos durante más de una hora.

Una vez más revisó que la mesa estuviera dispuesta. Los platos y las cucharas estaban listos junto a un par de jarras de vino bueno. Al cinto Baltrigar también portaba su cuchillo e imaginaba que Ser Madrigal traería el suyo propio, aunque por si acaso habían preparado uno para la ocasión, como distinción al honorable invitado. Brocelyn tenía preparadas un par de palanganas con agua y varias toallas para que pudieran adecentarse antes de comenzar a cenar. Todo parecía listo.

Sólo quedaba que llegara el invitado.

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Año 143.

Castillo de Aguasclaras. Aposentos del Maestre Ammon.

Intervienen: Brandon y Maestre Ammon.

Baltrigar acompañó a Brandon hasta la misma puerta de los aposentos del Maestre Ammon. Golpeó con los nudillos la puerta y esperó a escuchar el “Adelante”. Abrió e hizo a su hijo pasar primero.

- Buen día Maestre Ammon. – Saludó Baltrigar. El Maestre le devolvió el saludo y observó al pequeño que agachaba la mirada, quizá temeroso.

- ¿Qué te ocurre, Brandon? – Preguntó Ammon.

- Acaba de cumplir los diez años, quiere ser Maestre y está algo nervioso. – Respondió Baltrigar resaltando algo que seguramente el Maestre ya sabría.

- Le he preguntado a él. – Cortó con algo de sequedad el Maestre, pero pareció darse cuenta de su brusquedad. – Disculpe Ser Baltrigar. No pretendía ser grosero. Es sólo que Brandon no podrá ser maestre si siempre que tenga que hablar parece que le ha comido la lengua el gato.

Miró al joven que ahora ya no apartaba los ojos del Maestre. – Tú no quieres que nadie hable por ti, ¿verdad? – El muchacho negó con la cabeza.

- Bien. Entonces ven conmigo, hay mucho trabajo que hacer. – Baltrigar observó algo incrédulo cómo su hijo se alejaba con el Maestre y ambos le ignoraban. Se encogió de hombros, sonrió y se marchó de allí. Él ya no podía hacer mucho más.

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Año 145.

Interviene: Brocelyn.

Dos años antes Brandon había cumplido la edad que Brocelyn cumplía aquel día. El pequeño recordaba a su hermano mayor andar con padre como si fuera un cerdo que iba al matadero en su primer día para estudiar su nuevo oficio. Decidió que a él no le pasaría lo mismo. Quería ser un maestro de espías, pero no estaba muy seguro de qué tendría que estudiar para ello. O quién le podría enseñar. Sabía que tendría que conocer a mucha gente para que le trajeran noticias de todas partes del mundo y poder tener así informado a Ser Hadder. Había intentado salir a practicar con Din en el bosque en un par de ocasiones pero el Forestal le enseñó lo básico y poco más. Estaba muy ocupado cazando bandidos de verdad.

Repentinamente Baltrigar abrió la puerta y encontró a su hijo casi dándole un susto de muerte.

- ¿Dónde te habías metido? – Preguntó alegre y bonachón Ser Baltrigar. – Debemos ir a hablar con Ser Hadder. Espero que tengas claro qué debo decirle. -

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Año 146. Mes 2.

Caballerizas del Castillo de Aguasclaras. Mención de Harry Bridas.

- Es un magnífico animal. – Musitó Ser Baltrigar con admiración mientras contemplaba al enorme caballo negro. – Habéis hecho un trabajo excelente. – Era un cumplido para el anciano Harry Bridas. Pero dicho desde la sinceridad y el respeto.

El Caballero dio un par de suaves palmadas en el cuello del destrero. Notaba la energía del corcel, la fuerza y la pureza de su sangre. No dudaba de que respondería a sus más leves deseos hasta en medio de un caótico combate. Ese caballo estaba hecho para la guerra. Sus patas eran fuertes y bien proporcionadas. Soportaría el peso de un caballero con armadura por muchas horas sin el más mínimo atisbo de flaqueza. Toda una obra de arte.

- Muchas gracias Harry. – Comentó de nuevo Ser Baltrigar. Se sentía muy honrado de que Ser Hadder le hiciera tal obsequio. Así como creía que no era merecedor de semejante derroche pero se juró a sí mismo no volver a fallar a su Señor.

- Vendré a dar una vuelta con él. – Indicó a Harry. – Pero primero debo hablar con Ser Hadder y agradecerle este regalo. – Sabía de sobra que el corcel no era de su propiedad. Todo lo que tenía pertenecía a Ser Hadder. Pero que le honrara con semejante montura después del fiasco del torneo, aunque hubieran pasado ya casi seis años, decía mucho de su señor.

Ser Baltrigar estrechó con firmeza la mano de Harry Bridas y le palmeó con suavidad la espalda antes de alejarse en dirección a la sala de audiencias de Ser Hadder. Debía agradecérselo en persona.

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Año 146. Finales de año. Después del asalto al grupo de bandidos de Jack el Calabaza.

Castillo de Aguasclaras. Mención de: Orsey, Ser Otter, Lidya Tully y Ser Hadder.

Baltrigar asistió impertérrito al nombramiento de su Escudero como Caballero. Orsey Crakehall dejaba de ser Orsey para pasar a ser Ser Orsey Crakehall. En cualquier otra ocasión Ser Baltrigar habría sentido cierto orgullo. Como si fuera su propio hijo el que recibiera tal honor de manos de Ser Hadder. Pero no con Orsey. Por mucho que lo intentara no podía crear tales sentimientos que no existían. Orsey no había aprendido nada bajo la tutela de Ser Baltrigar, y el caballero sentía que había fallado a Ser Hadder, a Ser Otter, al propio Orsey y a sí mismo. El joven era un gran luchador. Dotado de un buen cuerpo y una increíble fuerza bruta. Pero carecía de honor, modales o etiqueta. Era un abusón y Ser Baltrigar consideraba un error nombrarlo Caballero hasta que no aprendiera el significado del respeto por el prójimo, pero no era su decisión.

La ceremonia fue vistosa y el resto de caballeros estuvieron también presentes. Cuando Ser Hadder ordenó a Orsey que se levantara como Ser Orsey, los aplausos inundaron la sala. Antes de que ninguno se acercara, Ser Hadder tomó de nuevo la palabra. Sus siguientes palabras impactaron a Baltrigar pues era algo que no se esperaba. El Señor de Aguasclaras prometió en matrimonio a Orsey a su hija mayor. Baltrigar miró a Ser Hadder incrédulo, sin palabras, pero recobró la compostura enseguida.

El propio Baltrigar fue el primero en acercarse a felicitar a su pupilo, aunque cedió el primer abrazo al padre del joven. Cuando Ser Otter se apartó, Baltrigar tomó la iniciativa.

- Enhorabuena Ser Orsey. – Extendió la mano y estrechó el brazo del nuevo caballero aferrándole hasta el codo. – Te lo has ganado. – Dijo con  una sonrisa en el barbudo rostro. – Espero que recuerdes todo lo que te he enseñado. Ahora somos hermanos. – Lo considerara apropiado o no, Ser Orsey era ahora un caballero y para Baltrigar había pasado a convertirse en un hermano en el que confiar. Al que proteger y ayudar en todo cuanto fuera necesario.

- Ahora toca celebrarlo. – Sonrió y miró hacia las jarras de vino que habían traído los sirvientes. Agarró dos copas y entregó una a Ser Orsey. Alzó la otra y cuando todos los presentes tuvieron la suya en sus manos brindó por el recién nombrado Caballero y por los futuros esponsales:

- ¡Por Ser Orsey Crakehall y por Lidya Tully! – Exclamó en voz alta para que le oyeran todos. – Y ¡por Aguasclaras! – Dio un trago grande de su copa. Un trago con cierto regusto amargo. Pobre cría. Sólo esperaba que Orsey aprendiera a comportarse.

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Año 147. Mes 1.

Castillo de Aguasclaras. Aposentos del Castellano. Intervienen: Clarissa y Ser Otter Crakehall. Mención de Lady Patricya Florent.

Baltrigar golpeó la puerta con los nudillos y esperó a escuchar la áspera voz de Ser Otter que le permitía el acceso. Abrió con suavidad y entró en los aposentos con su esposa Clarissa colgada de su brazo.

- Buenos días Ser Otter. – Saludó el Caballero con una sonrisa en el rostro. Hablaba en voz baja por temor a despertar al recién nacido o a su madre. Con la mirada buscó en los alrededores pero no parecían encontrarse ahí. Se acercó un par de pasos y estrechó el brazo del castellano.

Ser Otter señaló con la cabeza la puerta que daba a la otra habitación. – Tanto el pequeño como la madre duermen. Fue un parto duro y ha sido una noche larga.

- Nos marcharemos enseguida. – Clarissa tomó la palabra. Posó su mano sobre uno de los brazos de Ser Otter y se alzó de puntillas para darle un suave beso en la mejilla. – Nuestra más sincera enhorabuena Ser Otter. Hemos traído un pequeño regalo. – Con ella portaba una pequeña mantita que había tejido con sus propias manos. – Para el pequeño Jacob. Con el Invierno tan cerca seguro que le daréis un buen uso.

- Transmitidle nuestros buenos deseos a vuestra esposa también. – Comentó Ser Baltrigar. La pareja se despidió y regresó a sus aposentos para dejar descansar al Castellano que había sido padre de nuevo. Tanto a él como a la madre y al pequeño les vendría bien.

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Año 147. Mes 8.

Castillo de Aguasclaras. Fallecimiento de Jacob Crakehall.

Mención de Ser Otter Crakehall y Lady Patricya Florent.

Nunca sabes qué decir o hacer en un momento así. Baltrigar sabía que nada de lo que pudieran decir o hacer podría paliar el dolor que ambos padres sentían en un momento así. La pérdida de un hijo era algo muy duro. Baltrigar lo sabía por experiencia propia. Clarissa había tenido un hijo nonato y no era una experiencia agradable. Pero el tiempo ayudaba a cerrar las heridas y aunque nunca se superaban del todo, se podía vivir con ello.

Ser Baltrigar ignoraba si Ser Otter y Lady Patricya pretendían organizar algún tipo de ceremonia fúnebre, o si preferirían decir adiós a su pequeño ellos sólos. Era una decisión muy personal pero él y Clarissa querían al menos presentar sus respetos, así que acudieron al Septo para recitar unas oraciones por el bebé fallecido. Ser Otter y Lady Patricya estaban allí. Una inclinación de cabeza bastó para que la pareja supiera que podían contar con Baltrigar y Clarissa para lo que hiciera falta. Quizá ahora no, pero a lo mejor unos días más tarde a Patricya le venía bien hablar. Y Clarissa mejor que nadie podría comprenderla pues había pasado por algo similar.

En silencio tanto Clarissa como Baltrigar se situaron unos bancos por detrás de los Crakehall, y comenzaron con sus oraciones.

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26/05/2014, 13:58
[RIP] Din el Forestal.

Viñeta XV. Año 141. Mes 8.

Bosque de Guarda Real. Intervienen: Brosten, Darién y Dhur.

Din se movía rápido y sigiloso por el bosque. Se había pasado el año haciendo lo mismo con Brosten y Darién, pero esta vez era distinto. Esta vez Dhur iba con ellos. Nada mejor que entrar en acción para familiarizarse con el bosque. Sentir el viento y sus cambios de dirección. Conocer todas las plantas y animalillos que podían encontrarse. Aprenderse sus costumbres y mejorar en base a la experiencia.

Darién a pesar de ser un soldado se desenvolvía con cierta soltura en la naturaleza. Brosten por otro lado parecía estar más familiarizado. Y finalmente estaba Dhur. Din se sentía orgulloso. Su hijo era como una sombra, capaz de moverse rápido y de pasar desapercibido. Las mejores cualidades de un cazador.

Levantó el puño, señal convenida para dar el alto al grupo. Con sus dedos señaló sus ojos y luego apuntó en una dirección. Todos pudieron verlo. Aunque les costó distinguirlo por la distancia y las múltiples ramas. A unos cincuenta metros tenían el ciervo que habían estado siguiendo desde hacía horas. Din les había mostrado cómo interpretar las marcas. Qué señales debían reconocer y cuáles despistaban. Y luego les había dejado hacer a los tres, corrigiéndoles tan sólo cuando se desviaban en exceso. Pero habían aprendido bien.

Darién avanzó despacio hacia la izquierda. Brosten a la derecha. Dhur se quedó quieto como una estatua y miró a su padre. Din negó con la cabeza. El ciervo alzó la testa y salió huyendo en dirección contraria. Tanto Darién como Brosten regresaron maldiciendo entre dientes.

- Hiciste algo de ruido al pisar. – Indicó a Darién. Señaló el camino que había tomado el soldado. – Demasiadas ramas rotas y pocas piedras. Por caminos de piedras puedes moverte más silencioso. – Darién pareció comprender y asintió mostrando una sonrisa. Cada vez que salía con el Forestal aprendía algo nuevo y se sentía orgulloso de ello. Nunca cometía el mismo error dos veces.

- ¿Y yo qué? – Preguntó el leñador. – No me vengas con que había ramas en mi camino, que sé que no había nada. – Dijo sonriendo.

Din se chupó un dedo y lo alzó hacia el cielo. – El viento. – Sentenció. – El ciervo podía olerte a más de un kilómetro. El camino de Darién era más seguro aunque debía evitar la zona de ramas. O eso o escoger tu camino, - especificó, - esperando antes a que el viento cambiara de dirección. En cualquier caso la clave es la paciencia.

Aquella noche cuando regresaron al castillo con las manos vacías los tres hombres y el adolescente lo hicieron con las palabras de Din marcadas en sus cerebros. Al día siguiente cuando salieran no volverían a cometer esos errores.

Din lo sabía y poco a poco iba formando a aquellos hombres. Algún día él se haría demasiado mayor para ese trabajo y alguien debía sucederle.

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Años 142 - 145.

Bosque de Guarda Real.

Durante los años del Verano Din y sus hombres habían tenido mucho trabajo. Lograron mantener el control y expulsar a la mayoría de los pequeños grupos de bandidos que se formaban. Unos pocos acabaron en la horca, y otros linchados por aldeanos de los diversos pueblos del feudo. Dhur y Llum siguieron entrenándose y mejorando sus habilidades a una velocidad asombrosa. Din se sentía cada vez más orgulloso de sus hijos.

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Año 143.

Castillo de Aguasclaras. Patio del Castillo.

Intervienen: Llum y Brosten el Leñador.

- Brosten, creo que ya conoces a mi hijo, Llum. – Dijo Din haciendo las presentaciones. El pequeño miró al hombre que ejercía como leñador para Ser Hadder.

- Ha pedido ser aprendiz de leñador y Ser Hadder ha aceptado. Creo que estará bajo tu tutela. – Añadió el Forestal a modo de explicación. Esperaba que su hijo no retrasara a Brosten con sus tareas y también deseaba que aprendiera rápido el oficio. Sabía que Llum conocía lo básico de moverse por el bosque, y con ello debía ser suficiente para acompañar a Brosten y saber lo que hacer. Aunque Din sospechaba que el leñador hacía otros encargos no tan seguros para Ser Hadder. – Cuídamelo bien, eh Brosten. – Pidió guiñando un ojo al leñador.

Volvió el rostro hacia su pequeño: - Si de mayor quieres ser tan grande y fuerte como Brosten, harás lo que él te diga, ¿entendido? – Le revolvió el pelo como hacía cuando era algo más pequeño. – Pórtate bien. – Dijo a Llum. – Vendré luego a por él. – Indicó a Brosten.

El Forestal se alejó con rápidas zancadas, tenía un largo día por delante y mucho que hacer.

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Año 145.

Castillo de Aguasclaras. Patio de armas.

Mención de Dinnas y Dhur, hijos de Din el Forestal.

Dinnas, cumplía los diez años. Acababan de hablar de nuevo con Ser Hadder y Din no podía estar más orgulloso. Su primogénito, Dhur, iba camino de convertirse en el futuro Forestal de Ser Hadder. Y ahora Dinnas, su tercer hijo, también iba camino de convertirse en cazador. Les entrenaría bien a ambos. Haría que se movieran tan a gusto por el bosque, que se lo conocerían como si fuera su propia casa. Les hablaría de todos los peligros que podrían encontrarse, y les enseñaría. La parte más dura sería matar. Matar a los bandidos cuando fuera necesario. Aun eran jóvenes para eso pero en tres o cuatro años verían sus primeras muertes. Y debían estar preparados para ello.

- Vamos a buscar a tu hermano. – Indicó a Dinnas. – Hoy saldremos sólos los tres. Hay que avisar a tu madre de que no volveremos en una semana. – Comenzarían fuerte. Tenían que aprender a sobrevivir con lo que encontraran o cazaran en el bosque.

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Año 146. Primeros meses.

Bosque de Guarda Real.

Din frunció el ceño. Se había dado cuenta del mayor peligro. Finalmente diversos grupos insignificantes de bandidos se habían amalgamado en un grupo mayor de unos treinta individuos. Al mando se encontraba un estúpido ex-campesino que se había escapado en varias ocasiones del propio Din. Gracias a ello había conseguido prestigio y se creía un experimentado rey bandido. Partió de un grupo pequeño y había ido atrayendo a unos cuantos lobos solitarios. Ahora mismo no era un gran peligro pues pasaban la mayor parte del tiempo vagando por el bosque de Guarda Real, ocultándose del propio Din y sus cazadores.

Sin embargo, sabía por experiencia propia que si permitían sobrevivir a ese grupo podía convertirse en un serio peligro durante el Invierno, cuando el hambre les impulsara a salir y a atacar aldeas. Además, si tenían éxito podían atraer a desesperados de otras partes, incluyendo a jóvenes siervos ansiosos de conseguir más comida o de violar mujeres. A lo largo de un Invierno de saqueos un grupo así podía crecer hasta los cien miembros, momento en el que podrían llegar a amenazar tal vez incluso el Castillo.

Ese grupo era un tumor, un cáncer potencial en la región que si no era extirpado en ese momento podía llegar a volverse muy peligroso. Esto no era un riesgo cierto, pues tal vez los aldeanos lograsen matar eventualmente a Jack el Calabaza o el grupo emigrase a otras tierras, pero si no se hacía nada era desde luego un riesgo elevado. Un desastre potencial según lo que sucediera durante el Invierno.

Así se lo hizo saber a Ser Hadder y éste escuchó las recomendaciones del Forestal y organizó un grupo para acabar con esa banda de bandidos. Lo único malo, un caballero estaría al mando. Alguien embutido en metal y montado a caballo. La combinación perfecta para ser sigiloso en un bosque y sorprender a un grupo de bandidos.

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Año 146. Antes del Invierno.

Bosque de Guarda Real.

La ocurrencia de Ser Trycian, el comandante de esa expedición, de llevar a su caballo de guerra de las arenas le había costado a Din un esfuerzo extraordinario inasumible. Se había tenido que desvivir por salvaguardar al desdichado animal, de modo que no se pudo separar del grupo para colocarse en la posición planificada de antemano. Ni siquiera estaba muy seguro de dónde estaba el enemigo, aunque había tratado de mantenerse oculto el mayor tiempo posible.

La verdad es que el Forestal se encontraba cansado, y ni siquiera habían empezado aún... Sus compañeros estaban pegados a él. Les veía, pero ellos a él no. Tampoco divisaba al enemigo, aunque suponía que andaría muy cerca ya.

Desde una posición incorrecta, y en extremo fatigado, el Forestal trató de ubicarse en el bosque. Recordó que él se sabía mover por ese terreno mejor que nadie. Echó un vistazo al musgo en el lateral de uno de los troncos y avanzó hacia donde debía estar el campamento bandido.

No tardó en llegar al límite del denso follaje y pudo divisar el campo de batalla. Era un caos. Nada de organización. Y muchos de los hombres estaban desperdigados y horriblemente situados muy cerca del enemigo. Definitivamente no podía salir bien. Si volvía a descubrir un grupo tan numeroso de bandidos acabaría con ellos él sólo.

Vio cómo Ser Trycian espoleaba a su caballo y cargaba en medio de la formación principal de los bandidos que se acercaban a las tropas de Ser Hadder. Con el elemento sorpresa perdido, Din esperaba que al menos el haber salvaguardado al animal hubiera servido de algo. Sacó la primera de las flechas del carcaj y apuntó al bandido más cercano. Soltó el brazo acompañando a la cuerda y contempló cómo el proyectil se perdía medio metro a la derecha del bandido. 

Se maldijo a sí mismo por estar tan cansado y no perdió el tiempo en sacar un nuevo proyectil. Esta vez no falló y el bandido cayó con el pecho atravesado. Un tercer proyectil atravesó el cuello de otro bandido situado junto a Pik. Un breve intercambio de miradas entre ambos hombres bastó para el agradecimiento.

Pero no tenían tiempo para mucho más. Din se notaba cada vez más cansado y no sólo la fuerza, la vista también comenzaba a fallarle. En silencio maldijo al caballo de Ser Trycian de nuevo. Otro de los bandidos se acercaba peligrosamente a la posición del Forestal. Din disparó de nuevo. Iba a dar un buen uso a su arco en aquella batalla. Pero el proyectil falló de nuevo su objetivo. Tenía casi al bandido encima. Estaba sin fuerzas pero aun tenía trucos en la manga. El cazador retrocedió unos pasos ocultándose en la foresta y antes de que el bandido pudiera intentar perseguirle otro proyectil se ensartó en su ojo. Din sonrió pero reculó otro par de pasos.

Su corazón latía acelerado en exceso. Debía descansar. Por fortuna escuchó los gritos de victoria en el campo de batalla. Todo parecía haber terminado aunque no dejó de estar atento por si algún bandido rezagado intentaba escapar o trataba de acabar con él por ver a un enemigo solitario. No ocurrió nada. Poco a poco la respiración del cazador se acompasó y notó cómo el ritmo de su corazón se frenaba. Se preguntó cuántas desgracias tendrían que lamentar pues la organización había sido nefasta a pesar de lo cuidadosamente que habían planeado el asalto, y rezó a los Siete mentalmente porque no hubieran perdido a ninguno de los suyos.

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26/05/2014, 15:33
Lady Patricya Florent, esposa de Ser Otter Crakehall.

Año 147. Primer mes.

Mención: Otter, Orsey, Horace y Jorah Crakehall. Nana la comadrona. Maestre.

Patricya no había llegado a levantarse esa mañana. Imaginando, tal vez, lo que iba a acontecer, había llamado a una sirvienta para que cuidase del pequeño Jorah. Un par de horas antes de medio día se empezó a oír trasiego en la habitación del castellano. La sirvienta salió con el bebé en brazos a paso rápido, solo para volver unos minutos más tarde seguida de Nana. En un momento todo se volvió a convertir en un trasiego de sirvientas, a las que se unió el maestre un rato más tarde. 

La espera se hizo larga, como siempre, para los hombres de la familia, esperando noticias sobre la madre y el nuevo niño. Un rato más tarde todo pareció calmarse, pero había algo raro en el ambiente que Orsey y Horace no notaron cuando nació Jorah, y Otter no sintió con ninguno de sus otros hijos. En vez de oír pasos y risitas, esta vez las sirvientas salían en silencio y cuchicheando entre ellas, evitando mirar hacia el salón cuando iban hacia la puerta. Unos minutos más tardes los pasos cansados de Nana se empezaron a oír escaleras arriba, así como sus palabras contestando a un interlocutor que debía acompañarla.

- No es tan mayor, aún le quedan diez años fértiles. No ha sido la edad ésto, no señor - Un resoplido cansado la hizo callar un momento, mientras comenzaba a bajar las escaleras - Es el invierno, te lo digo yo.  Nada crece bien en invierno. 

La salida del Maestre y la Comadrona indicó a los hombres que ya podían entrar a la habitación. Sobre la cama, Patricya parecía cansada, pero su cara tenía buen color. En sus brazos, arropado en mantas, sujetaba un bebé. No era el bebé rollizo como habían sido los otros, sino que parecía frágil y pequeño. Sus ojos parecían enormes en su carita huesuda, moviéndose de lado a lado mientras lloraba débilmente, como si su pecho no tuviera fuerza. 

- Es otro varón. - Dijo Patricya, con un cierto tono de preocupación en su voz - Jacob.

Fuera empezaba a nevar.

 

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Año 147. Octavo mes.

Mención: Otter, Orsey, Horace y Jorah Crakehall. Maestre.

El invierno ya llevaba unos meses en las tierras de Poniente, y todos tenían mucho que hacer. Otter pasaba todas las horas de luz revisando las defensas del castillo, que habían encontrado en el invierno un enemigo inclemente. Orsey entrenaba todo el día, previendo que pronto sería caballero. Horace seguía con sus estudios y había empezado a entrenar también, espoleado por la esperanza de convertirse en escudero de algún caballero importante. 

De un lado a otro, los tres hombres salían de casa poco después del amanecer, y no volvían, a veces, hasta bien entrada la noche. Era el único momento en el que veían a Patricya, que no había salido de casa desde que nació Jacob, excepto para contadas visitas al Septo o a las habitaciones del Maestre. 

Jorah crecía sano y fuerte y ya andaba perfectamente, aunque la mayor parte de su balbuceo era todavía inintelegible. También estaba al cuidado de Patricya ("¿Niñeras? ¡Tonterías! Sólo un noble puede enseñar a ser noble", había respondido airada cuando se le propuso contratar a una), pero no era su principal preocupación. Era Jacob. Había nacido con el pecho pequeño (bueno, había nacido pequeño en general) y parecía que ni el frío aire del invierno ni las habitaciones caldeadas le sentaban bien. Su lloro era seco y cortado, a veces tan poco audible que Otter ni siquiera se despertaba si el bebé lloraba por las noches. Nana y el Maestre acudían asiduamente; incluso, el Maestre había enviado cuervos a la Ciudadela para pedir consejo a otros Maestres. Habían traído mejunjes y hierbas de Braavos, pero Jacob seguía sin mejorar. Y Patricya, sin salir de casa.

Era medio día pero aun así el frío helaba la sangre. Otter, Orsey y Horace parecían no darse cuenta, de todas formas, el primero comprobando las murallas y los otros entrenando un rato con la espada. Sendos sirvientes aparecieron, con la cara enrojecida por el viento tras haber buscado a los hombres por todo el castillo. Lady Patricya pedía a su esposo y a sus hijos que se presentaran en casa. Orsey y Horace dejaron las espadas y obedecieron a su madre. Otter refunfuñó, pero ante la insistencia del sirviente decidió bajar de las murallas. 

Los tres hombres se encontraron frente a la puerta de casa. Dos sirvientas que cuchicheaban enfrente evitaron sus miradas y se marcharon al verles llegar, lo que provocó que sintieran una punzada de angustia. Al entrar en la casa la encontraron caldeada -tal vez demasiado, pero ha estado siempre así desde que Jacob nació - y el salón vacío, excepto por una sirvienta que tejía mientras cuidaba de Jorah, que jugueteaba con las bolas de lana. Al poco de entrar oyeron el crujido de la madera de las escaleras, bajo el pesaroso caminar de Nana - Es el invierno - dijo mientras meneaba la cabeza y se dirigía hacia la puerta - El invierno es así. 

Algo les impelía a subir las escaleras corriendo, pero el silencio de la casa parecía no querer ser roto, por lo que Otter subió despacio las escaleras, seguido de sus hijos, y se dirigió hacia la habitación que ocupaban los pequeños. La puerta estaba entreabierta y por la rendija solo se veía al maestre, que parecía murmurar algo. Debe estar diciendo algo a mi esposa, en silencio para que Jacob no se despierte. Ese niño duerme siempre muy mal. ¿Habrá llegado ya ese elixir de Dorne? - pensó Otter mientras empujaba la puerta. Dio un paso para entrar en la habitación, y en ese momento se dio cuenta de que el Maestre no le hablaba a nadie, sino que parecía recitar algo. Su esposa estaba presente, sentada frente al Maestre junto a la cuna. Parecía haberse dejado caer sobre la silla, aun con el vestido marrón de lana oscura que la había visto ponerse esa mañana, pero con un largo velo sobre su cabeza que caía hasta sus codos. Toda esperanza se desvaneció cuando vislumbró entre las sombras a dos mujeres tapadas en gris, que esperaban en silencio detrás del Maestre.

Es el invierno. El invierno es así.

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26/05/2014, 18:59
[RIP] Dregg "Ojotonto", Cazador.

Años 141-146

El carácter de Dregg, al contrario que el de un buen vino del Rejo, se fue agriando cada vez más con el paso de los años. Seguía disfrutando de la caza: la lluvia en su rostro, la soledad del bosque, el sentirse parte de aquella hermosa naturaleza, un depredador más. Pero la gente de su misma especie cada día le era más insoportable.

Fue alejándose cada vez más de sus otrora amigos y compañeros: Pik seguía aparentando estar tan loco como siempre, y su relación con Din pasó a ser simplemente cordial. Su carácter se volvió arisco y cada vez más solitario, especialmente cuando bebía (cosa que ocurría más a menudo de lo que debería). El alcohol, que en un principio fue un alivio para sus tormentos, no hizo si no acentuar su desgracia.

Las prostitutas de las cercanías ya le temían e incluso rechazaban su dinero. Siempre acudía a ellas cuando bebía, y no era precisamente un caballero. El sexo era violento, casi una violación, repugnante, como una bestia. Era su forma de pagar su frustración consigo mismo y con el mundo. Sus relaciones sexuales siempre acababan con al menos uno de los dos llorando. Su vida se le iba de las manos, pero realmente no tenía motivación para enderezarla.


Año 146

Din le reclamó al fin para algo que no fuese disparar a liebres. Debían asaltar un campamento bandido, y Dregg vio la oportunidad de librarse de su tormento y su frustración degollando a unos cuantos desgraciados.

Pero el alcohol pasa factura, y sus facultades no eran las de antaño, ni su ánimo. Además debía ir con el resto de la compañía. Incluso aquel jodido dorniense se empeñó en llevar a su montura. ¿Es que acaso estaba loco? ¿No veía que lo más probable es que el animal se partiese una pata? Din estaba al límite llevando al animal. Aquel puto dorniense estaba loco. Y cuando de pronto alzó la vista, sacado de su ensimismamiento, el cazador descubrió una hoguera.

-¿Pero estáis locos? ¿Es que queréis que anuncien nuestra llegada como si fuésemos participantes de un torneo? ¡Apagad eso!

Empezó a pisotear las ascuas intentando apagar el fuego, pero pronto paró. ¿Por qué le miraban todos así? ¿Es que acaso era el único con algo de seso? Sin embargo, las caras que se fijaban en él no le eran conocidas.

Joder.

Se había metido de lleno en el puto campamento. Empezó a correr como un descosido, primero al norte, luego al este... Hasta que se topó con el que parecía ser el líder. De nuevo la había hecho buena. Corrió en dirección contraria, pidiendo ayuda, esperando que alguno de sus compañeros acudiera en su auxilio. Por suerte Craster respondió a su llamada, y acudió raudo. Nunca había sentido tanto alivio de ver a aquel malnacido. Y llegó el momento. Era hora de luchar, luchar contra un hombre.

-¡Acabemos con su líder!

Pero su compañero fue más rápido que él, y pronto acabó con quien luego se supo que era un tal Jack Calabaza. Frustrado, pues ni un alma podría llevarse por delante (ni la gloria, una vía de escape para su situación, que había soñado cuando pensó en acabar él mismo con el líder bandido), lanzó una estocada con su daga contra el cadáver del bandido, pero ni eso consiguió hacer bien, y acabó clavando su filo en la hierba. Aun así, aún podia llevarse a alguien por delante. Otro de los secuaces del tal Jack se llevó un buen corte por parte de Dregg, quien no pudo sino sonreir al ver sangrar a aquel cerdo.

Pero cuando quiso darse cuenta, la batalla había terminado. Cadáveres yacían por doquier, y los desgraciados que quedaban con vida huían. Su oportunidad de enderezar su vida se iba tras las piernas de aquellos cobardes que huían...

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26/05/2014, 23:31
Ser Madrigal Oakenshaf-Casagrande.

Año 141. La rubia es fenomenal.

Lydia Tully. La inocencia, la fragilidad, el proyecto a largo plazo más ambicioso. Madrigal era paciente, muy paciente. Había tardado más de lo que esperaba en terminar su regalo y sin embargo había perseverado. Una obra de arte, al menos así lo veía él y así lo vería su abuela de estar viva, la pobre. La delicada belleza de una mariposa que permanecería inmutable en el tiempo, preservada para la posteridad.

Toma niña, esto es para ti. Acéptalo y caerás en mis redes como una mosca en la tela de una araña. Ojalá todas las arañas fueran tan bellas como lo era Madrigal, ¿verdad? Qué difícil resistirse para los impresionables ojos de una niña. Dicen que los recuerdos de la infancia quedan grabados como a fuego en el cerebro y jamás se olvidan. Se idealizan y se recuerdan con una fuerza incapaz de contenerse.

Puede que no acabes siendo mía a ojos de los Siete, pero siempre serás mía en tu corazón. Se resignaba pensando aquello, con una ira creciente en su interior. No había sido difícil enterarse de que Ser Hadder no quería permitir el matrimonio de ninguna de sus hijas ni con Ser Madrigal ni con Ser Trycian, por pertenecer a linajes desconocidos o infames. Lo tenía todo en contra, pero la semilla ya había sido plantada. Lo sentía por la chica si su destino era retozar en la cama junto a aquella bestia cuando podía haber tenido a un cisne en su lecho. ¿Dónde estará ahora Maege?

Año 142: La morena tampoco está mal.

A la luz de una vela, tumbado con el torso desnudo en su lujosa cama, Madrigal repasaba una y otra vez los pergaminos paridos por su cuervo Totto. Era curioso. Había un ligero toque de sangre Lefford que corría por las venas del caballero del pelo dorado. ¿Cómo si no explicar su dorado cabello? Su padre tenía el pelo oscuro y, el de su madre, según le había contado su padre tantas veces, era negro como el carbón.

Con la titilante luz de la vela recordaba el rostro de Lady Diana Lefford, con su oscuro pelo. La verdad es que la pobre estaba dotada de una belleza algo deslucida y con un aire melancólico que podría deprimir con el tiempo a cualquier hombre. Debía ser la única Lefford con el pelo castaño oscuro, ¡qué suerte la del caballero!

Ser Hadder presionaba a sus caballeros a tomar esposa pero no había manera con la fama que habían adquirido en el torneo de Bastión de Tormentas. Ser Madrigal era tan hábil montando como con las mujeres, pero la situación estaba complicada. Había salido periódicamente a tantear el terreno y no había mucho donde elegir. No le dijo a Ser Hadder que había ido a Solaz del Soldado. Allí había cortejado a Lady Diana Lefford, lo justo para encandilarla y tenerla a la espera. Conquistarla completamente y hacerla su esposa seguramente exacerbaría la enemistad entre los Tully y los Lefford. Se guardaba ese as en la manga por si acaso acababan casando a Lydia con Orsey, quién sabe. A este paso acabaré casado con la Mostrenca. ¡Eso sí tendría gracia!

Año 143: Si alguna vez, me he de casar, me casaría con esta mujer...¡con quién!

De nuevo otra planeada salida del castillo a lomos de su fiel Greq. Hacía calor así que no llevaba su armadura y, en su lugar, llevaba las mejores galas que poseía. El arte del cortejo de una doncella requería de armas al igual que el arte de la guerra. Sustituía la armadura por unas ropas elegantes que estilizaban su ya de por sí esbelta figura. En lugar de la lanza tenía su afilada lengua y, bueno, sus habilidades de monta servían igual con las damas que con los caballo, como ya hemos dicho anteriormente.

Esta vez se dirigía a Casagrande. La verdad es que no esperaba gran cosa. ¿No era de allí de donde había venido Lady Limón? Se estremeció sólo pensando en que tipo de doncellas podría encontrar en tal nido de víboras. Hugin emprendió el vuelo graznando. No llevaba bien el calor y volar le refrescaba bajo las plumas.

-¿Adónde vas pequeñajo?- Gritó Madrigal al ver que el pájaro se elevaba más y más. Entonces lo vio. Un resplandor rojizo en el cielo azulo claro. Pero no estaba atardeciendo, no podía ser. Hugin planeaba en círculos y Madrigal observaba anonadado el cometa que cruzaba el cielo. Su cola era de fuego, con bucles rizados. Parecía la cabeza de una mujer con el pelo rizado y rojo al viento.

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26/05/2014, 23:42
Ser Madrigal Oakenshaf-Casagrande.

Año 147: Ser Madrigal participa en la batalla contra los bandidos de la banda de Jack El Calabaza.

Madrigal se consideraba a sí mismo como un centauro, tan orgulloso estaba de su forma de controlar su montura. Caminaba cabizbajo, avergonzado por ir a pie a través del denso bosque, y miraba con una mezcla de envidia y admiración a su comandante, Ser Trycian, por tener, no sabía si el arrojo o la suficiente locura para llevar a su caballo por el irregular terreno.

Desde luego Madrigal no consideraba que sus aptitudes de monta fueran inferiores a las de un dorniense, pero no quería arriesgarse a defraudar de nuevo a Ser Hadder. Si tras acabar con unos mal pertrechados bandidos volvía sin su nuevo caballo de guerra, no sabía cómo iba a poder mirar a los ojos a su Señor. Tras una buena caminata en la oscuridad de la calurosa noche de verano, agradeció los sabios consejos de su Ser Hadder y de su padre.

Ensimismado en sus pensamientos apenas pudo reaccionar cuando sintió a Haudry caerse estrepitosamente. Al tratar de ayudar cayó al suelo por culpa de Edder con todo su peso sobre el escudo. Ahogó los improperios que le pasaron por la cabeza con tal de no hacer más ruido. Podía haberse roto la muñeca o algo peor, pero al menos el daño sólo había sido para su escudo. Su mal humor fue creciendo haciendo que se apartara de Edder lo más posible antes de que aquel torpe soldado acabara por delatar su posición al enemigo.

Tardó poco en lamentarse de no saber controlar mejor su mal genio cuando, tras lo que le pareció una interminable caminata por la densa maleza, se dio cuenta de que estaba perdido. Haudry no podía estar muy lejos, pero ni siquiera sabía si iba en la dirección correcta. Sintió como Hugin, su cuervo de plumaje negro y blanco, más parecido a una urraca, jugueteaba con los mechones dorados de su pelo.

- Amigo mío. Voy a necesitar tu ayuda.- Le dio un grano de maíz y le tendió su mano para que se posara en ella. El cuervo, obediente, hizo lo propio. Madrigal le susurró cariñosas palabras al oído y levantó el brazo para que, a su vez, el cuervo levantara el vuelo. Esperanzado en que Haudry anduviera cerca trató de que al menos pudieran ir juntos.

- Haudry, sigue a mi cuervo si puedes.- Siguió avanzando tratando de divisar el claro del bosque donde debía estar el campamento enemigo.

Dejó que Hugin emprendiera el vuelo. Lo vio desaparecer entre las ramas y se preguntó si sería capaz de seguirlo. Entonces el cuervo graznó y supo que había visto algo, indicándole la posición, así que se puso en camino. Esperaba que el cuervo no llamara demasiado la atención, después de todo, ¿quien se extrañaría del vuelo de una urraca al amanecer?

Allí estaba el claro, ya podía verlo. Y la batalla había comenzado. Tenía que darse prisa. Rezaba al Guerrero para que los bandidos no tuvieran arcos. Haudry le pisaba ahora los talones lo cual era bueno. A falta de su impetuoso escudero, Orsey, bien podía ayudarle el bastardo de Ser Hadder.

Una vez en el claro, fuera de la espesura del bosque, moverse resultaba mucho más sencillo. Se acercó raudo hacia uno de los bandidos y trató de golpearlo con la maza. No había sido lo suficientemente silencioso y el hombre esquivó su ataque. Madrigal pudo comprobar entonces de qué pasta estaban hechos aquellos maleantes. Se veía claramente que no estaban ni bien pertrechados ni entrenados. Sintió un poco de vergüenza por tener que enfrentarse contra semejantes rivales. Su siguiente ataque impactó de lleno en la cabeza del pobre hombre, que cayó inerte al suelo. Su rostro ya irreconocible no era más que una pulpa sanguinolenta. Otro bandido parecía acercárseles pero Madrigal consideró mejor reagruparse con los demás. Al menos eso fue lo que le hizo creer al inepto maleante.

- Reagrupémonos con los demás Haudry.- Parecía que Tarmall estaba teniendo algunos problemas.- Que sea él el que se nos acerque. - Le dijo señalando al bandido que se les acercaba desde el este.

Sin embargo, cuando estaban a mitad de camino se enfrentó a su perseguidor, sin darle apenas tiempo a prepararse. Su maza volvió a destrozar la carne y el hueso, esta vez en el costado, haciendo reventar las vísceras. El hombre cayó de rodillas y así se quedó unos segundos que parecieron eternos, hasta que finalmente cayó cual fardo en la tierra húmeda del claro.

- Ayudemos a Orsey y a Edder.

Su corazón palpitaba como un caballo desbocado pero aún tenía fuerzas para más. Su duro entrenamiento a lo largo de los años le permitía administrar sus fuerzas con sabiduría. Veía a los menos experimentados exhaustos o nerviosos. Se acercó a Edder tratando de impedir que le rodearan. Armase se había acercado también a ayudar acabando con la vida de otros bandidos.

- ¡Yo me ocupo de este! Edder, coge un palo de los caídos.- El torpe soldado había perdido su arma haciendo honor al mote por el que era conocido en el castillo de Aguasclaras. Haciendo un último esfuerzo lanzó su maza hacia el pecho del último bandido impactándole de lleno. Su caja torácica se hundió ante la fuerza del impacto, rompiendo el esternón y las costillas y agujereándole los pulmones. La muerte fue inmediata. Su largo pelo rubio estaba despeinado y manchado de sangre. Chorreaba sudor y su pecho se hinchaba y deshinchaba frenético. Aún podía dar más. Comenzó a perseguir a los bandidos que huían hasta que su comandante, Ser Trician, dio la voz de victoria. Ahora era momento para la euforia. Cuando se calmaran ya habría tiempo de reflexionar sobre la organización de la batalla.

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27/05/2014, 12:35
[RIP] Brosten el Leñador.

VIÑETA XV

Todavía recordaba mi juventud en Villamanzano, lejos de la ajetreada vida en el castillo, lejos de caballeros, damas y señores. En mi pueblo natal tan solo había tiempo, aunque había de sobras desde luego. Los días pasaban sin sobresaltos, más largos durante el verano y más cortos durante el invierno, pero días al fin y al cabo. Mis padres eran lo único que tenía pero también eran lo único que necesitaba…

Han pasado ya muchos años desde aquella vida y todo ha cambiado, apenas tengo ya tiempo para recordar pero cuando estoy en el bosque los recuerdos vienen a mí, el bosque es bosque y por muchos años que hayan pasado, mis queridos árboles siguen inalterados e impasibles al paso de los años. Cuando estoy en el bosque me encuentro en mi interior y aunque a veces casi no pueda reconocerme como aquel joven que solía ser, aquella paz siempre me devuelve a mis raíces.

He vivido más en estos últimos años que en toda mi vida, y aunque no estoy orgulloso de todo lo que ha sucedido es la vida que he elegido, o quizás la vida me haya elegido a mi, quien sabe… Los primeros años en el castillo fueron tranquilos, haciéndome a mi nueva vida entre madera y roca siempre refugiado en mi hacha para mantenerme cuerdo.

Sin saber cómo durante los siguientes años me convertí en una especie de contrabandista, no recuerdo bien como empezó todo, un viaje aquí, una venta allá… las malas compañías y el oro hicieron el resto y cuando quise darme cuenta, poca gente seguía viéndome como un simple leñador sino más bien como una oportunidad de hacer realidad sus anhelos.

Poco a poco mi nombre se fue extendiendo, mezclándose entre los trabajos honrados y los trabajos oscuros y lucrativos. Ya todo daba igual, para mí todo se trataba de transacciones no hacía demasiadas preguntas y tan solo cambiaba el precio si lo que había que conseguir era un trozo de pan o una espada…

Durante los siguientes años acumule una pequeña fortuna aunque todavía no había descubierto en mí la necesidad de tener más y más, la gente me reconocía allá por donde me moviera y los que antes me ignoraban ahora me respetaban. Era una sensación extraña que no estaba seguro de saber si me agradaba, la gente se acercaba en busca de favores y otra me evitaba por miedo.

Los años pasaron y la inseguridad se palpaba cada vez más cerca del castillo, el señor tomo medidas y comenzamos entrenamientos con Dim por el bosque, incluso recuerdo que uno de sus hijos permaneció a mi cargo en alguna ocasión para convertir a ese pequeño en un hombre digno de su padre.
Durante esos prósperos años hubo grandes eventos, incluida una boda que se celebró por todo lo alto y todo aquello no hacía más que incrementar mis negocios, la gente estaba feliz y relajada y eso se notaba en los guardias ajenos a los trapicheos y peligros, descuidando sus obligaciones y manteniendo la guarida baja lo cual era bien recibido por mis negocios.

Probis me encargó la compra de un caballo, no de un caballo cualquiera sino de algo mucho más exclusivo y difícil de conseguir, un caballo preparado para la guerra. Tuve que recurrir a varios contactos para conseguir un buen ejemplar en tan poco tiempo y es que al parecer el tiempo apremiaba. Hacía días que se habían detectado alborotadores en los alrededores del castillo y desde el consejo se temía un ataque inminente.

No tarde mucho en encontrar un precioso ejemplar aunque su precio era equiparable al de 20 caballos convencionales, pero no cabía duda de que era un ejemplar magnifico digno de un gran caballero o señor. Su porte mostraba su casta a simple vista, su larga y bella crin era motivo de comentarios allí donde se dejaba ver. El mayordomo tuvo que pagar más de lo que esperaba por aquel ejemplar pero todas sus dudas se disiparon al verlo.

Al poco tiempo el señor ordenó cargar contra un grupo de bandidos que se acercaron demasiado, no fueron rivales para los preparados caballeros y jinetes y pronto fueron repelidos. El invierno se acercaba y la gente se afanaba por almacenar hasta el último grano extraído de la tierra, pero las cosechas eran cada vez más escasas ante la cercanía del frío.

El hambre empezaba a aparecer entre la gente más desfavorecida, los hombres de Ser Hadder se encargaban de requisar parte de las cosechas para los graneros del castillo de cara al invierno y fue entonces cuando un incidente marco mi vida para siempre.

Al atardecer aparecieron los jinetes en Villamanzano para recoger la cuota de grano, era el último año antes del invierno y la cosecha había sido muy escasa. Los aldeanos rogaron porque les permitieran entregar solo la mitad de lo acostumbrado ya que no tendrían para comer, pero aquellos jinetes no tenían intención de ceder. No se sabe cómo empezó un forcejeo entre los hombres de Ser Hadder y los aldeanos, los soldados dicen que fueron atacados o al menos eso decían ellos, algo que nadie llego a creer eran soldados contra apenas un puñado de granjeros desarmados. Algunos hombres fueron heridos, pero mi padre cayó muerto…

No hubo justicia ante lo sucedido, las acusaciones de unos y otros quedaron en nada y aquellos hombres se fueron impunes ante aquellos hechos. Aquel día quedó grabado en mi mente para siempre y de repente aquella barrera moral que me impedía aceptar trabajos que conllevarán sangre pareció desvanecerse…

El invierno llegó también a mi corazón y con él trae algo más que nieve esta vez… sangre.

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27/05/2014, 20:20
[RIP] Plumby el Flechero.

VIÑETA XV: AÑOS 141 A 147:

- Año 141: 

Paso casi la mayor parte de este año ayudando a Jeremyed a fabricar una barda de mallas para el caballo de batalla, es un trabajo arduo que nos lleva bastante tiempo durante este año.

En mis ratos libres que son pocos me da tiempo a hablar con más habitantes del castillo rompiendo mi taciturnidad, entre ellos Rhum el Maestro Curtidor, durante todo este año intenté ganarme la confianza del Maestro Rhum, y aunque no le llevaba las piezas tal y como él me pedía, sino que las cogía de la cocina una vez destripadas, para llevarles aquellas pieles y así darle un uso que de otra forma terminaría como desperdicio. 

Espiaba muchas veces su trabajo cuando no estaba en el taller, incluso a veces estaba escondido viendo como trabajaba sin percatarse de mi existencia...

Otro Maestro con el que tuve amistad fue Blantel, el Maestro Carpintero. Le pedí el favor de que me fabricara un arco largo estaba completamente indefenso, mi única arma es una daga, su cordialidad y buen trato que conseguimos mantener durante mi proceso de instrucción bajo su mando fue del todo satisfactorio, demostrando también el aprecio que me tenía me dijo la madera adecuada para su fabricación.

Estuve también en el bosque en mis ratos libres encontrando esa preciada madera para que el Maestro pudiera hacerme el arma que le pedía, con ella podría ir más allá en busca de mi amigo Dregg el cazador y ver dónde estaba.

En la celebración de la boda de Jared y Sarah hablé con el mayordomo Probis para ver si podía hacer unas de mis acrobacias a modo de espectáculo le pedí su permiso, pero se mostró un tanto taciturno sin mostrar afirmación ni negación, así que al final tras meditarlo varios días en mi lecho me animé a presentarme en la boda haciendo una de mis acrobacias.

Visité a Sarah la costurera por si me podía hacer un traje parecido al de bufón, con el cual dar a mis saltos una mayor expectación, junto con objetos malabares que intenté fabricar por mi mismo de la misma madera que encontré al buscar los materiales adecuados para el arco.

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27/05/2014, 20:41
Tarmall "Pocas Ganas".

VIÑETA XV: AÑOS 141 A 147:

- Año 141: 

Era un escándalo los rumores que se escuchaban por todo el castillo, de que no teníamos huevos para hacer frente a otro torneo esta vez de Lord Grafton en puerto Gaviota. Alabé la actitud de mi señor para qué meternos en más desenlaces funestos con todo aquella camaradería de caballeros dándoselas de tenerlos bien puestos. 

Pues mi señor también los tenía y yo con él ya ve si los teníamos que no nos movimos del castillo, a ver ahora quién nos hacía cambiar de opinión. Ir a Puerto Gaviota a recibir golpes, lanzazos y encima hacer frente al entramado de la corte, ¡anda ya! que se queden allí con sus jueguecitos, que yo ya tenía los míos sí el buen vino y la buena siesta.

Los rumores empezaron a tocarnos lo más viril que teníamos cuando nos llegaron los insultos, menosprecio y portazos que tendríamos para futuras competiciones. Pues sabéis lo que pienso que mejor así, ya no tendríamos que ir a recorrer grandes distancias ni a dárnosla de maestros, y también tendría más tiempo para hacer otra cosa que no fuese darle a un hombre de paja los uno y mil lanzazos que ya se me hacía monótono.

En la boda de Jared y Sarah me harté de beber a su salud allí vi al maestro flechero hacer de bufón, dando tantas volteretas que me mareaban le sonreí me caía bien, mientras aplaudía para divertirme un poco y así tener algo hacia donde mirar que no fuese la jarra que me servían.