Partida Rol por web

AÑO 153, MES 1:

- Por orden de Ser Hadder Tully, Carlysle (4º hijo de Ser Baltrigar y Clarissa) se incorpora a la guardia del Castillo.
 

- "¿Señor Russ? Soy Carlysle, me presento para el servicio, señor." -

Todavía estaba algo turbado por la ejecución del leñador, no por la simpatía que le tuviera, sino por las consecuencias que esta podría traer. Cuando por fin el jefe de guardia hablo, confirmo que pensaba lo mismo que yo.

Me parece bastante sensato todo lo que dices - le digo a Russ asintiendo con la cabeza - Si hay problemas responderemos con dureza, pero no mataremos a nadie excepto que sea necesario. En caso de estar presente, yo seré quien de esa orden o no; sino quedará en manos de Caster  y en última instancia, Dhur. Hoy mismo daré las ordenes a mis muchachos.

En cuanto a si Ser Hadder, si esta bien o mal asesorado no puedo decir mucho, si escucha a Gwraidd podemos estar tranquilo, ese muchacho tiene cerebro y sería un digno sucesor de su padre, si fuera su primogénito.  

El día después de la ejecución de Brosten. Integrantes: Caster y Jack

Jack se encontraba observando la cabeza de Brosten clavada en la pica, con gesto pensativo. Se había apoyado en uno de los árboles cercanos, mientras descansaba tras la sesión de entrenamiento con Caster, e intentaba calmar el dolor de su antebrazo izquierdo, en donde había sufrido uno de los golpes del gigantesco hombre de armas.

- No llegué a conocerlo bien. ¿Cómo era?- preguntó de pronto haciendo un gesto con la cabeza en dirección al lugar en donde, como macabro trofeo, estaba la cabeza decapitada del leñador.

Espero a que Russ reciba a mi hermano y sólo después de eso me acerco a él y le doy un abrazo fraternal.

- Bienvenido hermanito. - le digo pasando los nudillos por su cabeza para "picarlo".

- "Vivo para servir." -

Carlysle eleva los ojos al cielo y sonríe a su hermano mayor.

Russ contempló al nuevo recluta sentado en un taburete de la sala común de los barracones. Era un chico que acababa de cumplir los quince años del nombre, y como tal estaba aún en crecimiento. El jefe de la guardia se levantó con un gruñido, avanzando con paso quedo hacia el bisoño soldado. Dio una vuelta a su alrededor, en silencio, estudiando la complexión del joven hijo de ser Baltrigar.

- Así que vas a ser uno de mis hombres... -comentó desapasionadamente.

Russ se plantó frente a Carlysle, cruzando los musculosos antebrazos sobre su pecho, meditabundo. Con un gesto desganado, tomó uno de los brazos del chico, sopesándolo, para dejarlo caer al instante siguiente.

- ¿Qué haremos contigo...? ¿Crees que podría levantar tu yelmo, Caracortada? -preguntó con sorna al enorme soldado, que contemplaba la escena mientras mientras masticaba los restos del desayuno- Quizás pueda servirnos para mantener las letrinas limpias... Siempre que Tarmall se acerca al cagadero, deja un pestazo que asustaría al Señor de los Siete Infiernos.

La cara de Carlysle era una máscara de miedo, repugnancia y desesperación. Russ se rascó la barba de tres días que oscurecía su mentón, para romper a reír en el acto con unas carcajadas que se dejaron oír en buena parte del castillo.

- ¡Tranquilo, muchacho -le dijo al chaval mientras le palmeaba con rudeza la estrecha espalda-, estaba bromeando! Vamos a hacer de ti un soldado, como tu hermano. No te separes de los guardias más veteranos y haz lo que te digan. Entrena duro y sé disciplinado y conseguirás convertirte en un soldado capaz como Brandon y el resto de los guardias. Por de pronto, ve a ver a el Maestro de armas y empieza a practicar. Buscaré un hueco para que empieces a hacer guardia con alguno de los turnos de mañana.

Russ tomó al joven Carlysle por el hombro, agarrándole con una de sus enormes manazas, para decirle unas últimas palabras mirándole a los ojos, sonriente.

- Bienvenido a la guardia, chico.

- "¡Gracias, señor!" -

- Señor Russ, disculpe que lo moleste, si no es mucho pedir me gustaría tomar un poco de su tiempo - Dice Carlysle con carácter pero de buen modo-  Mis prácticas con el Maestro de Armas por fin comienzan a dar sus frutos y me gustaría probarme en la realidad. Es por esto que me he tomado el atrevimiento de venir  hasta aquí para solicitarle que se me asigne una pequeña misión- En el tono del muchacho se nota que está orgulloso por los logros que ha conseguido y aún cuando siente un poco de miedo en lo que está por proponer sus palabras no titubean- La idea es que se me asigne bajo el mando de un soldado más veterano la búsqueda de objetos robados en la ciudad. El arresto de los comerciantes que se benefician de la venta de estos objetos sería por parte de los soldados de la guardia. Es decir, nosotros únicamente nos encargaríamos de encontrar los objetos y las pruebas que incriminan a los comerciantes. De este modo nuestras identidades no correrían peligro y podríamos seguir trabajando en encubierto. Por último me gustaría solicitar que sea Brando, mi hermano, el soldado asignado como mi supervisor en esta misión. Sin más que decir le agradezco por escucharme señor Russ –

El día después de la ejecución de Brosten. Integrantes: Caster y Jack

Caster era silencioso, sí. Pero era evidente que el tema no le gustaba ni mucho, ni poco, ni en realidad nada.

- ¿Era amigo tuyo?- preguntó con cierta sensación de vergüenza que no le gustaba admitir. Al fin y al cabo él había tenido mucho que ver en ese desenlace.

Jack estaba ensayando a primera hora, en el patio. Nadie sabía muy bien cómo se las había arreglado para agenciarse un hermoso arco curvo, con el que lanzaba flecha tras flecha a un espantapájaros que había colocado pegado al muro más alejado. Parecía tomarse muy en serio su entrenamiento... aunque la verdad es que Jack era muy activo y resistente. Si no pareciera tomarse todo a broma uno podría fácilmente considerarlo un soldado de fiar. Al ver a parecer al Matatoros, le saludó con la mano.

- Buenas jefe. Contigo quería yo hablar, si tienes un momento.

El día después de la ejecución de Brosten. Integrantes: Caster y Jack

- ¿Era amigo tuyo?- preguntó con cierta sensación de vergüenza que no le gustaba admitir. Al fin y al cabo él había tenido mucho que ver en ese desenlace.

-Nada en absoluto -masculla el gigante-. Yo no tengo más amigos que mis hermanos, entre quienes te cuento. Haudrey, Armase, Russ, tú... Eso es todo. Ese idiota traicionó a su señor en lugar de vengar la muerte de su padre, que es lo que todo hombre que se precie de serlo haría. Yo hubiera hecho comer sus testículos a los dos culpables. Pero ¿traicionar a Ser Hadder? 

Caster escupe.

-Dejaría que me cortaran la polla antes de traicionar a Ser Hadder -dice, frunciendo el ceño-. Pero supo morir bien. Eso me vale.

Russ escuchó las palabras del bisoño soldado. Carlysle solo había cumplido catorce días del nombre y su cuerpo estaba aún por desarrollar, a pesar de que los entrenamientos con el Maestro de Armas empezaban a moldear ya sus espaldas y sus hombros. La idea de que un muchacho imberbe se paseara por Solaz del Soldado, entrometiéndose en los asuntos de los contrabandistas y los ladrones de ese nido de víboras, no era del agrado del jefe de la guardia.

- Espera aquí, chico -le dijo levantándose de la mesa de la sala común de los barracones.

Pocos minutos después, regresó acompañado del hermano de Carlysle, Brandon, y del propio hijo del Matatoros. Los dos recién llegados llevaban sus dudas pintadas en la cara, desconocedores del porqué de su presencia en esa inesperada reunión. Russ volvió a sentarse en su taburete, indicando al resto que hicieran lo propio con un ademán de la mano.

- Sentaos, muchachos. Aquí el joven Carlysle me ha preguntado si daría mi aprobación a una misión encubierta en las aldeas del feudo -les contó cuando los tres mozos se hubieron sentado-. Carlysle me ha pedido que le asigne el cometido de investigar posibles robos y la venta de artículos de contrabando. Como ya sabéis, si hay un lugar en las tierras de ser Hadder donde se puedan encontrar este tipo de artículos, ese es Solaz del Soldado. Ese agujero contiene más delincuentes que la guardia de cuervos del Muro... Incluso Caster estuvo a punto de morir allí en una ocasión, acuchillado en alguno de sus antros de mala muerte.

Russ estudiaba las reacciones de sus jóvenes soldados. Sus palabras buscaban hacerles entender que aquello no iba a ser otro entrenamiento en el patio de armas, una práctica que terminaba cuando uno estaba cansado, sin más consecuencia que algún moratón ni más herida que la sufrida en el orgullo.

- Tú eres su hermano mayor, Brandon, y tú mi hijo, Roy. Los dos lleváis tiempo sirviendo en la guardia y estáis más endurecidos que el muchacho -continuó-. Dejo en vuestras manos la decisión de llevar a cabo esta misión o desecharla. Creo que si alguien puede hacerlo, sois vosotros. Sois mis más jóvenes guardias y vuestros rostros todavía no son muy conocidos fuera de estas murallas. Pero tened esto en cuenta: fuera de estos muros estaréis solos. Si aceptáis llevar esto a cabo, deberéis actuar solo como sabuesos, buscando las pruebas de las fechorías y mandando aviso a la guardia del castillo para que haga las detenciones pertinentes. Ni se os ocurra intentar aprehender a nadie por vosotros mismos -les avisó el Matatoros, señalándoles con un dedo admonitorio-. Esto no es un juego y vosotros ya no sois niños. Si llamáis la atención de alguno de los peces gordos de Solaz, huid de allí como alma que lleva el diablo o os encontraremos destripados en un callejón, rodeados de vuestras propias entrañas.

Russ esperaba que la imagen hubiera sido lo bastante gráfica como para dejar las cosas claras a sus soldados. En su interior, deseaba fervientemente que los muchachos declinaran la misión y siguieran al abrigo de la seguridad del castillo, pero por otra parte, algún día tendría que dejar las puertas abiertas para que su hijo y sus dos compañeros tomaran las riendas de su vida y se convirtieran en los hombres que estaban destinados a ser.

- Así pues, ¿que decís?  

Russ se detuvo ante las palabras de Jack, mirándole de arriba a abajo.

- Bonito arco, Pequeño Cuervo -le dijo con una sonrisa-. Iba a tomar el desayuno en la cima de la Torre del Homenaje. Acompáñame y me contarás qué pasa por esa astuta cabeza, mientras compartimos este pedazo de queso y un tazón de vino caliente.

El Matatoros dio un primer paso hacia las puertas dobles de la Casa Señorial, pero se detuvo al instante. Volvió su mirada hacia el joven soldado con el ceño fruncido.

- Espero que lo que tengas que contarme no tenga nada que ver con mi hija Ruyara... -le avisó en un tono claramente amenazante, antes de volver a darse la vuelta y continuar su camino.

Russ entró en el edificio y cruzó la sala de ceremonias hasta llegar a las escaleras de acceso a la torre. A esas tempranas horas, la gran estancia que servía de salón del trono a ser Hadder estaba vacía y silenciosa. Los pasos sobre los peldaños de piedra de la amplia escalera de caracol resonaban con fuerza, mientras los dos soldados ascendían hacia el tejado. Cuando alcanzaron la cima de la Torre del Homenaje, Russ se tomó unos instantes para contemplar las tierras del feudo bajo el brillante sol de la mañana. Inspiró con fuerza y dejó escapar el aire lentamente de su robusto pecho.

- ¿Y bien, Jack? -preguntó el jefe de la guardia mientras se sentaba en uno de los bancos de piedra de las almenas, partiendo un pedazo de queso y ofreciéndoselo al muchacho- ¿Qué tenías que contarme?

Jack asintió a las palabras de Caster, mostrando su acuerdo con las mismas.

- ¿Qué puedo decir? Estoy de acuerdo. Ser Hadder es un buen señor. Es verdad que si hubiera matado a esos dos probablemente el resultado hubiera sido el mismo- casi medita en voz alta mientras mira el macabro trofeo- Sin embargo entonces hubiera tenido razón al hacer lo que hizo. Murió bien, es verdad. Y no me gusta ver su cabeza decapitada allí.- da un largo suspiro- Pero bueno, es lo que tiene.- se queda un momento pensando mientras vuelve a mirar la cabeza decapitada- Oye, Caster... ser el bastardo de un bastardo es una putada a veces, pero... ¿como le dirías a alguien que quieres su permiso para cortejar a su hija?

Jack se queda un momento callado, para luego seguir a Russ en su trayecto por la torre, hasta la cima de la misma, donde observa junto al matatoros como brilla el sol sobre los campos, reflejándose en pequeños cúmulos de nieves que han quedado desde las últimas nevadas. 

- Coño con los poderes mentales del jefe- dice con un largo suspiro Pequeño Cuervo mientras menea la cabeza con una sonrisa y toma el trozo de queso- Bueno, en realidad son dos cosas. La primera, espero que te esté gustando mi actuación en la guardia. Si hay algo que mejorar, avisa. Me gusta este tipo de vida, la verdad. En cuanto a la segunda... tu hija Ruyara es bonita, y tiene edad para ser cortejada. No, antes que me rompas la cabeza, ni me he acercado a ella ni le he hecho nada. No se me ocurriría, te respeto. Sé que solo soy un bastardo, pero trato bien a las mujeres, y la respetaría. No la cortejaré, ni haré nada, sin tu permiso. Pero sí, tiene algo que ver con ella. Básicamente te estoy pidiendo permiso para cortejarla. Aunque me lo des... no me casaré con ella si ella no quiere, o si nuestro señor no me da permiso, o si tú te opones, ahora o después.  - El usualmente jovial Jack habla con la seriedad que muestra de tanto en tanto, poco frecuente, pero no extraña. - Me gustaría tener familia, Russ. Y me gustaría que fuera antes que mi madre envejezca demasiado. ¿Te sientes insultado por mis palabras y mi petición?

La sorpresa e intriga al ser traído por mi padre a aquella extraña reunión de manera abrupta fueron rápidamente disipadas por sus duras y viscerales palabras. Al principio ya intuía que nos encargarían algún tipo de misión. Pero nunca me habría esperado una misión de ese estilo. Temblaba levemente. Sería peligroso, y padre nos había dejado más que claro que podíamos acabar heridos. O incluso muertos, con cierta facilidad. A punto estuve de declinar la oferta... Pero no pude.

A mi ver, nos estaba probando a ambos. Quizás fuéramos jóvenes, pero ya éramos guardias. Hombres. Ya iba siendo hora de que se nos tratara como tal, o eso era lo que veía en la actitud de mi padre. Tragué saliva. A continuación respiré profundamente, una vez. No era un cobarde. Era hijo de Russ el Matatoros y como tal debía mostrar mi fuerza y valentía. Miré de reojo a Brandon, para ver qué pensaba ante todo eso. Pero en el fondo no importaba lo que viera, ya tenía claro cuál sería mi respuesta.

- Por supuesto. - dije, mirando a mi padre a los ojos con toda la decisión que pude reunir. - Llevaremos a cabo la misión y descubriremos a quien quiera que esté actuando fuera de la ley.

Me sentía un poco mareado. Después de todo era mi primera misión, y parecía ser muy peligrosa. Pero mantuve la compostura por el momento y continué lo más firme que pude sobre mis piernas. Pero volví a mirar a mi padre con convicción.

- No os decepcionaremos. -

Escucho atentamente a Russ mientras observo detenidamente a mi hermano.

- ¿Acaso se ha vuelto loco? - me pregunto cuando Russ termina de hablar. ¿Pretendía hacer esa misión suicida él sólo?

Antes de poder dar mi opinión al respecto Roy se me adelanta aceptando la misión.

- Otro loco. - pienso. ¿Tantas ganas tienen de morir?

Ahora ya sólo tenía dos opciones, Mandar a la Muerte a Roy y Carlyse o Unirme a ellos e intentar mantenerlos a salvo. La opción válida estaba clara. Se trataba de mi familia.

Antes de pronunciar palabra alguna miro fijamente a Russ.

- Al parecer la decisión ya está tomada. - digo mirando a Roy que es quien lo decidió mientras me encojo de hombros. No puedo dejar sólos a mis hermanos.

- Jack y Caster son más asíduos a visitar Solaz. - comento. Si ellos estuvieran "presentes" aunque sin dirigirse a nosotros, para no descubrir nuestra tapadera, tendríamos un Gran Apoyo Físico y a un Gran Corredor para alertaros por si las cosas se llegaran a torcer de forma peligrosa.

- ¿Llevaríamos algún arma o tendríamos que ingeniarnoslas sin ellas para conseguir algo allí? - pregunto.

-Espera aquí, chico- Dijo Russ mientras desaparecía por la puerta sin dar más información a su subordinado.

- ¿Qué significa eso? – Pensó el joven luego de escuchar la orden de su superior. La maldición de la duda había sido sembrada en la mente de un apostador y sus consecuencias no tardaron en aparecer. Sus manos comenzaron a sudar y sus pies a golpear el suelo descargando el exceso de energía que bombeaba su corazón- Espero que Russ no se haya tomado para mal mi atrevimiento, no quería ofenderlo…- Se decía el pobre muchacho mientras imaginaba el peor de los escenarios. Era el miedo de deshonrar a su familia el que se hacía grande y le comprimía el pecho impidiéndole respirar con normalidad-  Por los dioses, que no sea mi padre quien acompañe al matatoros-  Suplicó Carlysle al escuchar que la puerta se abría-

Cuando el joven muchacho vio que quienes acompañaban a Russ eran Brandon y Roy sintió un alivio en el pecho. Sabía lo que eso significaba, era la oportunidad de medirse en la realidad y ganarse un lugar entre los suyos. Aún luego de las advertencias de su superior y de las caras de sus compañeros al escucharlas, Carlysle estaba seguro de su respuesta y luego de que estos aceptaran la misión a duras penas el joven soldado dijo con voz firme y segura- Muchas gracias señor Russ por esta posibilidad, daré lo mejor de mí en el cumplimiento de esta misión-

Russ escuchó las palabras del Pequeño Cuervo sin que su expresión cambiara un ápice. Al finalizar, Jack quedó en silencio a la espera de respuesta por parte del jefe de la guardia, pero el Matatoros se limitó a levantarse y acercarse a las almenas. Apoyó sus fuertes manos en el borde del parapeto y contempló por unos instantes el horizonte.

- Te has convertido en un buen soldado, Pequeño Cuervo -dijo sin siquiera darse la vuelta-. Sabía que serías capaz de ello.

El enorme soldado se volvió hacia el chico, pero sus ojos parecían rehuir la mirada de su compañero. Suspirando sonoramente, pasó su mano desde la frente hasta el mentón. Su rostro manifestaba una mezcla de apuro y compasión.

- Lo siento, chico -continuó-, pero se te han adelantado... Brandon, nuestro compañero de armas, el hijo de ser Baltrigar, ha pedido la mano de mi hija y su madre y yo le hemos dado nuestra bendición...