Partida Rol por web

Juego de Tronos - Castillo de Aguasclaras.

Planificación y Tácticas.

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22/05/2014, 13:17
Haudrey Ríos, el Bastardo Rencoroso.

Desde luego, aquello no se parecía en nada a los relatos gloriosos que había leído, o a cualquier otra representación de la batalla que pudiese tener en mente. Entre otras cosas, porque ni siquiera estaba en la batalla. Después de aquella torpe caída en la que casi rompe su escudo, se había perdido... Aunque parecía que no estaba sólo. Aquel debía de ser Ser Madrigal, si mucho no se equivocaba. Por ello, habló en susurros, intentando que el caballero le escuchara.

-Ser Madrigal, no veo nada... ¿Dónde están todos?

Parecía que allí estaba, y le respondió que le siguiera, así que éso hizo. Y a ello se limitó hasta que por fin fue consciente de lo que se estaba desarrollando. Desde luego, estaban en un lugar bastante alejado de donde se suponía que deberían haber aparecido, y aquello era un lugar caótico, donde unos y otros intentaban darse muerte sin orden ni concierto ninguno. Sintió algo de alarma en su pecho al ver a Ser Trycian rodeado, ya que él era su escudero y no estaba junto a él, donde debía estar... Pero la alarma se fue desvaneciendo, y siendo sustituida por admiración, conforme veía como el hombre se iba deshaciendo sin esfuerzo de los bandidos. Sólo podía echar un vistazo de vez en cuando, pero era suficiente. 

Por desgracia, su papel en la batalla consistió en poco más que mirar y seguir a Ser Madrigal. Cuando llegaba para ayudar al caballero, este ya había dado muerte al enemigo contra el que se encontraba. Lo más que hizo fue golpear en una ocasión a un bandido, para instantes después darse cuenta de que ya estaba muerto. Y la única vez que intentó golpear a un bandido vivo, encima tuvo la mala suerte de fallar el golpe, aunque era más probable que se debiera a su falta de manejo con las armas. 

Finalmente, el cansancio venció al escudero, y se tomó unos segundos para reposar, que fueron los últimos de la batalla en sí. Aquello había acabado, y su papel en todo ello había sido más testimonial que decisivo. Ignoraba si los primeros combates de todos eran más o menos igual, pero él se sentía algo decepcionado consigo mismo. Y, viendo a Orsey, le quedó claro que el otro escudero sí había tenido su parte de acción. 

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22/05/2014, 14:14
Cicatriz.

Batalla de los Bosques de Guarda Real.

 

Año 146. 

Menciones a Armase, Din, Ser Trycian, Ser Madrigal, Ser Baltrigar, Maestre Ammon, Nana, Haudrey, Dregg, Ser Hadder, Darien y Orsey.

 

 

La Marcha.

 

Los hombres resoplan, cansados y aturdidos por el calor y la humedad. Bromean entre dientes, evitando carcajadas y gritos, cada vez más cerca del lugar donde van a sangrar y, tal vez, morir. De tanto en tanto la compañía se detiene en silencio, aguardando algo que no se produce antes de volver a marchar cuando la alerta se desvanece.

 

Uno de los hombres más jóvenes avanza con cuidado sin dejar de mirar hacia sus pies. No presta atención a las bromas pronunciadas con voz queda, ni a las pullas y los insultos que sus compañeros lanzan unos a otros tratando de transmitir una falsa sensación de calma, de costumbre, de normalidad.

 

-La normalidad no puede matarte -recita para sí el joven Haudrey.

 

-¿Eso crees? -dice a su espalda una voz seca, profunda pero suave.

 

El muchacho se vuelve, alzando la mirada hasta casi sentir su cuello crujir por el esfuerzo. El hombre es descomunal, el más grande que jamás hayan visto sus ojos. Recuerda al viejo Maestre Ammon cuando le hablaba de él. “Sangre de Ándalos, muchacho. Sin diluir”.

 

-No lo sé, señor Caster -responde Haudrey-. Pero eso decía el Maestre. Decía que los hombres invocan la normalidad para disipar sus terrores más profundos.

 

-¿Eso decía? -murmura el gigante-. A veces se me olvida que ese Maestre es más de lo que parece.

 

-¿Y qué parece?

 

-Parece alguien capaz de utilizar palabras más largas que mi polla hasta para decir que se va a cagar.

 

-Sí -dice Haudrey, dejando brotar una sonrisa-. Esdrújulas. Las conoce todas.

 

-Pues vete olvidándote de ellas, niño. Esas esdrújulas vuestras hieren, pueden matar, pero mañana, al alba, no te servirán de nada. 

 

-Lo sé -murmura el muchacho, volviendo la mirada de nuevo al frente, la sonrisa quebrada.

 

De pronto siente un súbito peso sobre su cabeza cuando la descomunal manaza del jinete libre se posa encima.

 

-Tu escudo -dice Caster-. Te han enseñado a usarlo.

 

-Eso espero.

 

-No lo pregunto, niño. Lo afirmo. -El hombre mueve la siniestra al frente sin dejar de andar-. Mañana no combatiremos contra guerreros adiestrados. Esos cagarros andantes son bastante más hábiles con los cuchillos que con las armas largas que van a emplear contra nosotros. Se limitarán a golpear de arriba a abajo, como quien sacude un palo.

 

-Sí -Haudrey traga saliva, intentando arrastrar el extraño nudo que oprime su garganta. "Sólo que esos palos matan"

 

-Algunos serán más altos que tú -Caster asiente-. Aprovéchalo.

 

-¿Cómo…?

 

-Ya sabes cómo, niño. Recuerda todo lo que has aprendido. Bien alto el escudo mientras machacas los bajos de esos hijos de cien furcias con golpes laterales de esa maza tuya. Cuando sientas un golpe, lanza dos. Si das con carne, insiste e insiste hasta que rompas la maza sobre los huesos del desgraciado que tengas delante.

 

-Es la maza de Ser Baltrigar...

 

-Como si es la jodida maza del jodido Guerrero. Olvídate de dónde sale, y concéntrate en lo que es.

 

-.

 

-No te separes de tu amo, niño. Ese Ser Trycian a veces se cree salido de un libro de caballería, pero sabe bien lo que se hace.

 

-Sí señor.

 

-No me llames señor, niño -dice Caster entre dientes-. Hoy tú, yo, y todos estos que sudan a nuestro lado somos hermanos.

 

-Sí señ… Caster.

 

-Vigila bien a tu Ser -prosigue el guerrero-. Asístele. Debes estar un paso por detrás, no dejes que nadie lo flanquee. ¿Sabes por qué acude al combate con todos esos colores sobre la armadura?

 

-Son sus colores -responde Haudrey. Luego recuerda unas palabras del Maestre “nadie hace nada por nada”-. Viste así para atraer la atención del enemigo.

 

-Eso es -dice Caster, asintiendo satisfecho-. Para esos cagarros de ahí delante, Ser Trycian es un jodido anuncio andante de promesas y riquezas. No tienen ni puta idea de lo que puede hacer con ese espadón suyo, pero te aseguro que lo van a descubrir pronto. Y lo más importante: a su lado tú serás casi invisible, aprovéchalo.

 

-Eso haré.

 

-Y los ojos, niño -dice el gigante revolviendo su pelo mientras acelera el paso-. Bien abiertos. Cuando todo empiece, esos dos ojos tuyos querrán cerrarse por su cuenta. Siempre es así la primera vez. Domínalos. Abiertos te serán más útiles que el escudo. 

 

Caster avanza, dejando atrás al muchacho. Sin dejar de andar, sin volverse, pronuncia unas pocas palabras al viento.

 

-Lo harás bien, niño.

––––––––––

La Batalla.

Jodida penumbra.

La marcha hacia el claro donde se apostaban los bandidos había sido una auténtica calamidad. Armas perdidas, hombres cansados, heridas más o menos superficiales. Y sobre todo, un nerviosismo demasiado parecido al miedo como para que a Caster le pasara desapercibido.

Y luego estaba la penumbra.

Moverse entre aquella maraña de árboles, matojos, espesos matorrales, repechos, aguas cenagosas y bruma era tan difícil como habían imaginado. Pero la penumbra lo había complicado todo: el caracortada era incapaz de ver un hombre a más de tres pasos de distancia. Y guiarse por el oído era una quimera: el ruido llegaba de todas partes. Con suerte los bandidos serían sordos. Eso, o ser descubiertos una hora antes de llegar.

Así que el gigantesco guerrero decidió centrarse en un solo hombre. Y no había uno mejor a quien seguir dentro de un bosque que a su compañero Din, uno de los pocos habitantes de Aguasclaras con quien Caster simpatizaba manteniendo algo que, quizá, podría denominarse amistad. 

Y eso hizo, seguirlo.

Hasta donde permitió la penumbra.

Más tarde supo que también Din se había perdido, a causa de la mucha fatiga provocada por sus desvelos buscando caminos francos para el imponente caballo de las arenas de Ser Trycian; pero no lo culpó, ya que él mismo dejó de ver el largo arco del forestal minutos antes de que todo comenzara, engullido por la penumbra.

Jodida penumbra.

––––––––––

No hay sonido de animales. Los bandidos deben haberlo notado. Tampoco hay ruidos metálicos. Al menos el grupo ha conseguido amortiguar eso.

Desde donde se encuentra Caster no se ve absolutamente nada. Durante un breve instante ha creído atisbar a Armase tras una morera, pero si era él desde luego que lo ha vuelto a perder. Sabe que todos aguardan agazapados: lo sabe porque el ruido se ha detenido y porque escuchó un susurro de Din, una media hora atrás, que decía que el campamento estaba cerca.

El hombre está solo. 

Alerta.

Dispersos, a Ser Trycian le resultará imposible coordinar el ataque, así que debe confiar en sus instintos y en todo cuanto la experiencia le ha enseñado a lo largo de los años.

Dedica unos segundos a ajustar su armadura; descuelga la descomunal estrella de la mañana de su gancho al cinto y estira sus músculos: aunque varios se burlaban de él antes de salir a causa de su equipamiento pesado, el guerrero de la cicatriz no está en absoluto cansado. Él sabe bien qué puede y qué no puede hacer, y el día que sea incapaz de marchar embutido dentro de su brigantina será el día de su muerte.

Piensa.

Recuerda otras batallas, años atrás, cuando Ser Hadder estaba construyendo su reputación. Esa reputación que ganó gota a gota de sudor y sangre, esa reputación que, según cuentan, los cobardes están desintegrando con palabras torcideras desde los cálidos salones de sus brillantes palacios. No. Concéntrate. No es eso lo que debes recordar.

Debes recordar la rudeza del combate. El miedo. El sudor. La confusión. Respirar, eso es importante, ¿recuerdas? Despacio. Y cuando...

De repente, un extraño estruendo metálico atraviesa bosque, brumas y penumbra. El inconfundible choque de un caballo a la carga contra un muro de huesos, escudos y armas de hierro. Caster se mueve hacia el ruido con inusitada velocidad para un hombre de su tamaño. Desde lo alto, sobrevolando el cielo hacia el sureste, el extraño cuervo blanco y negro de Ser Madrigal grazna su canción de muerte, entrañas y sangre.

Y Caster ciñe con fuerza la empuñadura de su Estrella de la Mañana, deslizando la cinta de cuero alrededor de su muñeca para asegurarla y toma una gran bocanada del aire fresco y húmedo de la mañana y se lanza hacia la batalla.

–––––––––––

Un simple vistazo alrededor, cuando tras avanzar al trote a través de matorrales y ramas secas consigue alcanzar al fin el claro, le deja claro que no ha lugar a tácticas o estrategias en aquella refriega: todos los hombres están desperdigados. Lo que ve el guerrero en ese primer vistazo es una gran cantidad de bandidos, nada sorprendidos, avanzando sobre Dregg Ojotonto y Ser Trycian; al otro lado del campo se encuentra el joven Haudrey, lejos del dorniense. Por fortuna, a su costado avanza Ser Madrigal, ese excéntrico caballero al que ha visto entrenar con su cuervo disecado al hombro. El Caracortada no piensa permitir que el hijo de su Señor muera en su primera refriega, pero sabe que junto a Ser Madrigal estará a salvo. 

Aún así, decide bajar hasta el sur del campo para reforzar ese ala, con la idea de formar un frente importante con el que contrarrestar la fuerza enemiga que viene del Este. Si consiguen que…

-¡Ayuda! ¡Cojones, que me ayude alguien!

La voz de Dregg devuelve su atención hacia su izquierda. El flanco está realmente mal, con el dorniense rodeado de bandidos y cadáveres y un trío de enemigos corriendo tras “Ojotonto” con muy malas intenciones. Entre esos tres Caster ve a Jack Calabaza, a quien conoce por haberlo visto en Solaz del Soldado; Calabaza no sólo tiene un cierto carisma, sino que sabe moverse. Dos bandidos y Calabaza son demasiado enemigo para Dregg.

-¡A mí, Dregg! -grita Caster, avanzando hacia ellos como una mole acorazada.

–––––––––––

-Por el coño de la Doncella -jadea Dregg al llegar a su lado-, ya era hora. ¿Dónde cojones os habíais metido?

El cazador se vuelve, enfrentando de nuevo a los bandidos que lo siguen. Caster aprecia el gesto: Dregg no es un guerrero, no está allí para heroicidades, y sin embargo prefiere combatir a seguir corriendo. Junto a ellos aparece ahora Darien, surgido también desde la espesura.

-Por ahí -dice Caster deteniendo el paso, una mole descomunal e imposible mirando con fijeza a los tres hombres-. Echando una meada.

-Cagando en mi caso -añade Darien.

-Bueno, tres para tres. Ahora estamos iguales -dice Dregg sin dejar de jadear.

-¿Iguales? -Darien lanza una carcajada-. No. Iguales no.

–––––––––––

Jack Calabaza contempla al Caracortada con una sonrisa torcida en el rostro. Se balancea, agita el arma. A su lado, los otros dos bandidos se han quedado congelados; todos en Solaz del Soldado conocen la fama de Caster. Algunos lo aprecian, muchos lo odian y todos le temen. 

Uno de los dos bandidos que escoltan a su líder, llevado tal vez por el nerviosismo, lanza un ataque contra el Caracortada. El ataque, afortunado, impacta con tino y fuerza contra un costado del guerrero. Pero el cuerpo de Caster no se mueve ni un milímetro. El gigante contempla al bandido y sonríe.

-¿Eso es todo lo que tienes, hombrecito? -murmura, devolviendo la atención al Calabaza-. Hola Jack.

-Caster -responde su enemigo sin dejar de moverse, un hombre bajo pero recio con el rostro cubierto por las viruelas. Sabedor de su mayor velocidad, el bandido está atento al ataque del enorme guerrero acorazado, listo para evitarlo. 

-Esquiva esto, cagarro -dice Caster lanzando un golpe lateral con ambas manos.

 El golpe, descomunal, barre todo cuanto pilla a su paso incluyendo al propio Calabaza, a quien troncha en un ángulo absurdo con un horrible sonido de huesos y músculos cediendo ante la cabeza parcialmente derretida de la gigantesca Estrella de la Mañana. De tan fuerte, el cuerpo ya muerto de Jack Calabaza empuja al bandido de su derecha, aquel que había atacado sin fortuna a Caster, y el hombre queda desequilibrado frente a Darien quien lo atraviesa sin mediar palabra, agitando el arma en el interior de los intestinos del bandido con la intención de desjarretarlo al extraer el arma.

Cuando la Estrella de la Mañana finaliza su giro, repleta de carne, pelo y fragmentos de hueso, el Caracortada la levanta como un estandarte y, a voz en grito, exclama:

-¡Ser Hadder y Aguasclaras! ¡Ser Hadder! -después baja la mirada hacia el aterrado bandido de su derecha. Avanza hacia él, colosal, aplastando matojos y hierbajos. Con su voz habitual murmura:-. Voy a comerme vuestros corazones.

El siguiente golpe es tan violento que el cadáver del bandido vuela varios metros hacia atrás antes de descomponerse en dos partes, una de las cuales acaba en lo alto de un árbol cercano.

–––––––––––

La Victoria.

La compañía se mueve lenta, fatigada, pero feliz en sus ánimos. No ha habido que lamentar ninguna baja, aunque Orsey Crakehall se encuentra bastante malherido y necesitará los cuidados de Nana o el Maestre Ammon. Pero el combate ha ido todo lo bien que podía esperarse tras el desastroso despliegue inicial.

Caster caminaba en solitario, como siempre. No se había molestado en limpiar la cabeza de su Estrella de la Mañana, así como la brigantina, cubiertas ambas de sangre y restos ajenos. Quería que lo vieran así al llegar al Castillo, puesto que sabía bien que había ojos y oídos en Aguasclaras que trabajaban para los verdaderos enemigos de Ser Hadder. 

Tenía sed, eso sí, y apenas logró aplacarla con la escasa agua que acarreaba consigo. El resto de hombres habían dado ya buena cuenta de vino y cerveza, pero el Caracortada no bebía alcóhol desde...

-Al final, todo esto no ha sido más que una masacre.

Una voz, a su espalda. Caster volvió la cabeza sin detenerse para encontrarse con el joven Haudrey, quien ahora caminaba a su lado.

-¿Y qué esperabas?

-No lo sé -confesó el muchacho-. Algo de honor, grandes gestas, combates limpios. No lo sé. En realidad, sabía que iba a ser así: gente llorando, gritos, hombres que se hacen sus necesidades encima al morir.

Caster asintió.

-Siempre es así, aunque no acostumbra a ser tan fácil.

-No he matado a nadie -dijo Haudrey-. Apenas sí he logrado lanzar un par de malos golpes.

-No tengas prisa. En esta profesión, matar es cuestión de tiempo. Morir, también.

-Sin embargo, tú... -Haudrey ladea el rostro, sonriendo-. Vi lo que hiciste con Jack Calabaza. Por los Siete, casi lo partes en dos pedazos de un solo golpe.

Caster asiente.

-Acabaste demasiado al sur -dice el gigante-. Demasiado lejos de tu señor. 

-Yo...

-¿Lo viste combatir?

-Sí -Haudrey asiente-. Ya lo creo.

-Bien. Recuérdalo. Él sólo mató a veinte bandidos.

-No fueron veinte -corrigió Haudrey-. En realid...

-Veinte -ataja Caster-. Y decapitó a Jack Calabaza con su espadón, tras enfrentarse a él en duelo singular.

-No. Tú fuiste quien...

-Muchacho, fue Ser Trycian quien lo mató -dice Caster, a media voz-. Así lo contarás. También contarás que eran cincuenta los bandidos, y que cargaron a caballo. Que sólo la pericia táctica combinada de Ser Trycian y Ser Madrigal consiguió que prevaleciésemos ante tamaña superioridad numérica. Contarás cómo Ser Trycian descendió de su caballo de un salto mientras cortaba a alguien en dos, y cómo Ser Madrigal reía a carcajadas mientras segaba vidas.

-Y el cuervo -apuntó Armase, quien se había situado a su lado, sonriendo-. El cuevo sacó los ojos en vuelo a un bandido. Yo lo vi.

Caster asiente.

-¿Comprendes, chico?

-Pero... -Haudrey alza la cabeza buscando la mirada del gigante-, ¿por qué yo? ¿Y por qué tendría que contar todo eso?

-Contarás lo que nos apetezca porque somos quienes hemos vencido ahí atrás, Y lo harás tú porque eres el único aquí que sabe hablar como se debe, con todas esas esdrújulas vuestras. -Caster guiña uno de sus ojos en un gesto tan extraño como desacostumbrado-. Busca a ese Maestre con quien tan bien te llevabas, y adorna la historia como te parezca. Ya se encargará él de hacerla volar, como Ser Madrigal a su cuervo. Ahora no necesitamos grandes gestas, sino grandes historias que las cuenten. Si hoy no has visto nada remarcable, invéntalo.

-No olvides lo del cuervo y el bandido -dice Armase, mientras lanza un odre de piel de cabritillo hacia Din-. Yo lo vi. Con mis propios ojos.

 

La compañía se aleja, arrastrándose a lo largo del camino. Al frente hay un arroyuelo que vadean con cuidado al sol amable del atardecer. Lejos, unos jabalís contemplan la marcha con curiosidad mientras un cuervo blanco y negro traza círculos sobre los hombres cansados.

El cuervo grazna. A los jabalís, el sonido les recuerda a un grito.

 

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24/05/2014, 16:46
Ser Trycian de Dorne.

La batalla ha terminado y nuestra victoria es innegable. Los pocos desgraciados que han huido servirán para decirle al resto del mundo que no pueden meterse con Aguasclaras sin consecuencias. Logro sacar a mi caballo de la maleza y lo guío de las riendas hasta el claro donde se reunen todos los combatientes. Llego frente a ellos cubierto de pies a cabeza de sangre y con mi caballo en igual manera. Al tenerlos reunidos, comienzo a hablar:

- "Lo han hecho bien, muy bien. El enemigo ya no dará problemas y todos sabrán que Ser Hadder no duda en hacer caer su puño sobre quienes les desafian. El maldito Jack era una basura y le hemos barrido como tal, bien hecho Caster. Ahora revisen el campamento y quedense con lo que encuentren como botín. Luego nps vamos. Carguen a Orsey sobre mi caballo."

Luego eso le hago un gesto de aprobación a Haudrey antes de hablarle:

- "Has luchado bien. Me da gusto saber que estos años entrenándote no han sido en vano. Has sobrevivido y no has huido. Con eso me basta por ahora."

Sé que soy un hombre parco de palabras y lo que le he dicho es probablemente el mayor elogio que diré en años. Aun así,el chico se lo merece y me da gusto que así sea.

Me separo del grupo hasta llegar donde el cadáver de Jack y le corto la cabeza (o lo que queda de ella) para llevarla como prueba a nuestro Señor. Es importante cumplir con las formalidades.

Luego de eso ayudo a cargar al herido sobre Nostalgia y que así descanse en el viaje de regreso. Una vez está arriba, le sonrío y hablo:

- "Siéntete honrado, chico. Este es un caballo de las arenas de Dorne. Es como un león frente a las mulas a las que llamais destreros."

Luego espero a que los hombres estén listos para así recoger todo y largarnos de una vez por todas de este bosque en un viaje de vuelta mucho más tranquilo y sin las presiones del asalto inminente. Ahora somos vencedores y nuestra marcha es la de la victoria.

Notas de juego

Leyendo el post de Caster, dej en claro que Ser Trycian no permitirá que le atribuyan un crédito que no merece así como tampoco permitirá que alguien se quede con la gloria de otro. Trycian mató. a 11 bandidos (creo) y no permitirá que digan algo que no fue. Que no se diga jamás de un Dorniense mató a alguien que no.

Para él el verdadero honor es ser sincero y la verdadera gloria está en lo que se hace y no en lo que se cuenta.

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24/05/2014, 17:57
Tarmall "Pocas Ganas".

Maldita sea mi mala suerte- Tarmall avanzaba con el resto del grupo por aquel bosque, marchando en silencio pero quejándose para sus adentros. Nunca se ofreció para aquella misión, y a pesar de ser un guerrero al servicio de Ser Hadder, le gustaba mas la idea de quedarse y vigilar el castillo. Pero lo que él quería no contaba para nada, y allí se encontraba, caminando para luchar contra unos bandidos que podrían convertirse en una amenaza a largo plazo. La misión era sencilla: encontrarlos y acabar con ellos. Así de simple.

El grupo avanzaba, y Tarmall a cada paso que daba se sentía mas cansado. La dichosa armadura le pesaba como un diablo y el escudo tampoco ayudaba. Al final lo soltó, so riesgo de no poder avanzar más. La cosa no mejoraba. Y lo peor estaba por llegar: una mirada a su alrededor le mostró que se encontraba completamente solo. ¿Cuando había ocurrido aquello? No podía saberlo. 

Esto es genial, simplemente genial- el guerrero siguió avanzando (¿que otra cosa podía hacer sino?) por un terreno que desconocía, solo esperando que tendría suerte y encontraría a alguno de sus camaradas. El ruido de la batalla no le pilló desprevenido- al menos voy por el buen camino- pensó mientras seguía avanzando. Ya tenía un mínimo de referencia para continuar. El ruido le guiaría a la batalla. Al fin y al cabo, para luchar le pagaban. Su arma (su hacha de batalla) estaba en su mano, lista y preparado para ser utilizada.

Sin embargo, a pesar de su rápido avance (lo más rápido posible que le permitía la armadura) tuvo que detenerse. Estaba demasiado cansado después de tanto caminar. Necesitaba recuperar las fuerzas o de lo contrario no podría hacer mucho en el combate. Y cuando estaba recuperandp el aliento, miró hacia el frente para encontrarse de bruces con uno de aquellos bandidos. Simplemente no lo esperaba, y a pesar de que lanzó un hachazo contra el mismo, este no le alcanzó ni de lejos, claro que el ataque de su rival tampoco es que fuera una maravilla: el palo con el que le atacó el bandido pudo bloquearlo con mucha facilidad.

Ya estaba en la refriega, ahora solo debía cumplir. Pero, o bien el cansancio le habia hecho mella o el bandido se movía jodidamente rápido, porque no lograba acertarle. Y en esa estaba, lanzando torpes golpes cuando el bandido dio media vuelta y empezó a correr. Hizo el amago de seguirle, pero a su alrededor comenzaron a oírse los gritos de victoria de sus compañeros. La batalla había concluido y ellos eran los vencedores.

Podía haberme quedado en el castillo- Tarmall se sentó en el suelo para recobrar el aliento. Desde luego, su intervención en la batalla no había servido para mucho, a excepción para fatigarse y perder un escudo. 

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24/05/2014, 18:41
Cicatriz.

Notas de juego

No permitiremos que el honor de ninguno de nuestros Seres quede mancillado. Pero la historia la cuentan los vencedores, y tenemos que pensar en qué queremos que se cuente de esta desastrosa refriega en la que hemos luchado con la mayor de las torpezas posible. Y lo que los hombres sin honor que sangran por Ser Hadder queremos es, primero, que la próxima vez el enemigo nos tema, en especial a nuestros Caballeros y, segundo, que el próximo torneo que se celebre en Poniente no pueda permitirse no invitar a Caballeros como Ser Trycian, "la muerte a caballo" o el excéntrico Ser Madrigal, aquel que lucha a carcajadas hablando a su cuervo que, se dice, le contesta en el idioma de los hombres.

"-Ser Trycian, me contaron que vos solo acabasteis con 20 bandidos sin bajar de vuestro caballo.

-Es falso. Creo que fueron once.

-¿Once? Demonios, ¡once siguen siendo muchos!"

Así nacen las leyendas, Ser Trycian. No será Caster quien la hile, sus talentos al respecto son limitados; pero hará cuanto esté en su mano para que se extienda bien rápido... XD

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24/05/2014, 19:12
Ser Madrigal Oakenshaf-Casagrande.

Notas de juego

Totalmente de acuerdo con Caster. Por su parte Ser Madrigal no va a impedir que exageren todo lo que quieran. De hecho él mismo es bastante imaginativo, le viene de familia por las historias inventadas que le contaba su padre Otto. 

La gente habla y es difícil evitar que la historia real de la batalla no llegue al pueblo distorsionada.

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24/05/2014, 20:23
Ser Trycian de Dorne.

Notas de juego

En realidad a Trycian le da lo mismo lo qur digan de él o lo que ustedes mismos cuenten en las tabernas entre copas. Donde cortará la lengua del que mienta es en el reporte que demos a Ser Hadder. No permitirá que le atribuyan la gloria de otros.

Lo que hacen fuera del castillo, allá ustedes. XD

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24/05/2014, 21:56
Director II.

Otto está muy callado, dadle con un palo para que diga algo o se mueva. :)

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24/05/2014, 23:40
Haudrey Ríos, el Bastardo Rencoroso.

Haudrey saca el palo de tiqui, y empieza a dar toquecitos con la punta a Otto. 

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24/05/2014, 23:42
[OUT] Armase.

Notas de juego

Si a Armase le preguntan dirá que se ha atacado con una locura desbocada y sin táctica alguna en el momento final, pero que la suerte y la fuerza de sus compañeros consiguió el objetivo principal.

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24/05/2014, 23:51
Tarmall "Pocas Ganas".

Otto, ¿es qué vas a superar mis pocas ganas? xd

Notas de juego

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25/05/2014, 11:10
Ser Orsey Crakehall.

Notas de juego

Orsey busca el reconocimiento de su gloria, y no dejará que otro caballero se lleve la fama por los hombres a los que él arrebató la vida. A cualquier precio, Ser Hadder ha de saber que Orsey dio todo lo que tenía luchando y matando por su señor y la mano de su hija ;)

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25/05/2014, 11:13
Ser Madrigal Oakenshaf-Casagrande.

Notas de juego

Tranquilo Orsey, si te enfureces se te abrirán las heridas.

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25/05/2014, 11:17
Cicatriz.

Notas de juego

Descuida. Ellos eran cincuenta hombres a caballo según los últimos rumores. Tocas a diez o doce XD

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28/05/2014, 22:41
[RIP] Pik Pyke, Cazador.

Batalla de los Bosques de Guarda Real.

Año 146.

La marcha por el bosque había marchado sin muchos incidentes. Pyke tuvo el dudoso honor de conducir al alto señor Ser Trycien de Dorne hasta el escondite de los bandidos, su cometido como guía fue un éxito, después se vio en la postura de cómo intervenir en el combate. Si bien, era un honor conducir a tan gallardo señor al combate, hubiera preferido poder marchar por mi propia cuenta sin tener que estar pendiente por el ruido y las constantes molestias que suponía el ser la carabina de un hombre de nivel que marcha por terreno inexplorado para él.


Por el camino hasta el campo de batalla, pude ver presas mas que asequibles a las que estaba más acostumbrado, ciervos en al lejanía, conejos asustados que huían por entre los matojos al oir al caballo e incluso pude vislumbrar el lomo erizado de un jabato.

El pensar que pronto podría dejar de ver semejantes seres a los que tan acostumbrado estaba, me llevo a cierto estado de pánico hasta el punto en el que pensé en marcharme del lugar. Que uno no es caballero y mi sitio es el bosque donde cazar y evitar ser cazado, donde el mayor problema es perderse y llegar tarde a casa o caer en un charco y coger una enfermedad... Ay mal rayo me parta ¿Que hago yo en medio de semejante fregado? Sin embargo no hice ademán de irme. No me alejé de Ser Trycien, no di un paso en falso. Le llevé hasta el mismo linde del campamento, tal y como prometí. El motivo, simple y complejo. Soy, o al menos siempre he creído ser, un hijo de los hombres del hierro. Un hombre duro. Un hombre que no se echa atrás. Aferré con fuerza el mango de mi hacha.

-Hoy quizás pruebes algo más que animales... O quizás animales de otra clase...

El noble me miró mal. Estoy seguro. No necesitaba verle para saber que los de su clase miran mal a los campesinos, mas aun si este tiene fama de loco. Pues que mire. Seré un loco, pero este loco vivirá para ver otro amanecer. Para el y los suyos la gloria eterna y todas esas sandeces. Yo me conformo con llegar entero a casa. O lo más entero que se pueda.


Comenzo el ataque. Viendo como su señor se metía de lleno en la zona dónde más bandidos había, Pyke prefirió no seguirlo, a sabiendas de que la armadura de su señor le salvaría de los numerosos ataques que los bandidos lanzarían contra él, al menos hasta que se dieran cuenta de que el bueno de Pyke sería un blanco mas jugoso y sencillo, ya que se mostraba bastante indefenso en los combates cuerpo a cuerpo al no poseer una buena armadura ni escudo.

Estaba observando el devenir de la batalla, pensando en intervenir de forma mas o menos segura sin ser un estorbo ni un blanco fácil, cuando dos de esos bandidos se lanzaron hacia la posición que ocupada, pensando que si los alejaba de la batalla y los introducía en el bosque podría despacharlos mas cómodamente, Pike retrocedió esperando a ser seguido. Más esta batida contra los ladrones era un suceso llamado al fracaso y debía de participar de alguna forma, por eso cuando vio un bandido a cierta distancia suya, vio su momento para  aportar su apoyo al combate.  De esta forma lanzó su hacha de mano con éxito buscando partir su cabeza como si de un melón maduro se tratase. Pero el guerrero no estaba del lado de Pyke ese día, pese a impactar, no llegó a ser mortal y el bandido decidió marcharse con el hacha en su cuerpo.


Mierda y más mierda, ¿Pero que he echo yo para que estos dos idiotas me sigan como gallinas sin cabeza? Ah claro, uno va sin armadura, acompañando a los que se la pueden pagar, y ya es presa fácil ¿No?

Por las peludas pelotas del Guerrero que a mi no me pillan, no señor. Me fuí alejando de esos dos para mantener intacto lo más importante, mi pellejo, eso sí, con un ojo puesto sobre ellos.

-Con algo de suerte dentro del bosque me los puedo cargar con un par de hachazos. Si eso estaría bien...

Quizás fuese el estar corriendo con la cabeza de lado sin apartar la vista de ellos salvo para evitar caer y romperme la cabeza, o quizás los dioses escucharon mis ruegos, pero la cuestión es que los bandidos prefirieron otras actividades al echo de seguirme, lo cual por mi, mejor que mejor. Que sea otro el que reciba los palos. Ellos a ser posible.

Pero claro, eso me dajaba en la postura de no haber echo nada. ¿Que clase de hombre soy si cuando me pregunten que qué hice respondo que correr? Un cagarro de hombre... 

No señor, eso si que no. Con un vistazo pude ver a uno de esos canallas que estaba a la suya, sin joder a nadie, mas o menos como yo. Lo lamenté por el pobre diablo, seguro que no estaba aquí por gusto, o quizás si, pero sea como fuere, hoy no era su día. Armé el brazo, musité una plegaria a los dioses y lancé el hacha. Para mi sorpresa, fué un acierto.

No se cómo pero el cabrón no solo no se murió, si no que además decidió llevarse mi arma con él a dar una vuelta. Indignante. Ya no hay decencia.

-¡Eh tu! ¡Cabrón cornudo, mi hacha! ¡Muérete o devuélvemela! ¡Canalla! ¡Ladrón!


Tras ver cómo el bandido se daba a la fuga con el hacha clavada, escupió al suelo por no haber tenido más tino y haberlo matado en el acto, pero sabía que ya no tenía tantas fuerzas como cuando era joven aunque recordaría en combates futuros llevar más armas arrojadizas... Menos mal que ya había dado orden al herrero para que le preparase una nueva. Quizás mas adelante si atrapaba más jabalíes...

Su segunda intervención fue cuerpo a cuerpo con su daga cuando vio a uno de los bandidos que tenía más cerca luchando con sus señores vio su momento de atacar, al igual que hacía con sus presas una vez que estaban heridas al rematarlas con su cuchillo. Pero unos segundos antes se le adelantó uno de los guerreros y aunque se hubiese llevado el honor ya que su ataque iba bien dirigido hacía el pecho...tuvo que aceptar el desenlace como una de tantas veces que la gloria se le iba de las manos.

Por desgracia, en este combate, Pyke no había echo honor a sus antepasados del hierro y se había mostrado poco más que un guia y un estorbo. Con algo de suerte quizás pudiera sacar algo de los cadáveres. Algún cuhillo, monedas o un arco quizás

Notas de juego

Ya me perdonaréis la tardanza, pero no estoy en mi mejor momento y me cuesta horrores sacar tiempo para poder comentar.

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02/06/2014, 19:30
Maestro de Armas Otto de Puenteamargo.

Pasaron varios días hibernación hasta que me percate de un pequeño e incesante golpeteo en mi cuerpo, al principio creía que se trataba de un sueño, estaba disfrutando de un relajante masaje, comprendí luego de que debería tratarse de una pesadilla, ya que el golpeteo era cada vez más molesto, y la suavidad dio paso a la brusquedad, ahora los toques empezaban a perturbarme.

No fue sino hasta hace unos instantes cuando me percate realmente de que no era ni un sueño, ni una pesadilla.

El primer parpadeo me indicó que había luz a mi alrededor, el segundo de que había varias sombras que contrastaban con ella, no fue hasta que estuve completamente lucido que comprendí lo que sucedía.

-Aaah-Suspiré mientras me desperezaba- ¿Así que eras tú, Haudrey, el dueño de esos golpeteos? Recuérdamelo en los entrenamientos, me asegurare de devolverte el favor-Dije soltando una sonora carcajada que combinaba con el poco serio tono que había usado.

-Ahora si-Dije eliminando todo resto de pereza de mi cuerpo- ¿Todo bien muchachos?-Dije observándolos uno a uno.

-Espero no haberme perdido nada emocionante-Dije con mi caracteriza sonrisa amable- Otto está aquí para lo que lo necesiten. ¡Cuenten conmigo!

Notas de juego

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04/12/2014, 11:52
Los Siete: El Desconocido.

TARDE DEL DIA DE LA MASACRE EN SOLAZ DEL SOLDADO.

FINALIZANDO EL MES 4, AÑO 153 D.A.

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04/12/2014, 11:53
Feudo Aguasclaras: Castillo de Aguasclaras.

SALON PRINCIPAL DEL CASTILLO DE AGUASCLARAS, CASA SEÑORIAL:

- El Mayordomo Charlton enciende las chimeneas con ayuda del Paje Maegor y de algunos guardias, que se prestan voluntarios a la tarea.

- Después se quedan para escanciar vino tibio a los presentes.

- Ser Hadder ocupa su posición destacada en la silla feudal. A su vera sus principales consejeros. Ante él sus hombres de armas y el llamado Metetripas, curandero de Solaz del Soldado.

Notas de juego

// Entran en escena: Bethan, Charlton, Edder, Beldyr, Horace, Maestre Ammon, Otto, Maegor, Randyl, Royne, Russ, Septón Eremiel, Ser Baltrigar, Ser Hadder, Ser Madrigal, Ser Orsey, Ser Otter, Tarmall, Theresa Nieve. - Proceden de: Todo el Castillo.

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04/12/2014, 12:12
Escudero Maegor Flores.

-Todo en orden Señor Charlton. -dijo Maegor mientras dejaba caer el último trozo de madera sobre la vieja chimenea de piedra para avivar una vez más el fuego. 

Este último, crepitaba alegremente. En los ojos del joven paje se podía ver el reflejo de este. El chisporrotear alegre y juvenil del fuego, consumiendo la madera, confrontaba totalmente con los designios de los Dioses para aquella oscura noche. 

Para Maegor, la situación era totalmente nueva. Con su corta edad y con menos años de experiencia todavía, las situaciones violentas que había vivido Aguasclaras eran pocas. Y en ninguna de ellas había estado presente. Pero esta vez, esperaba que fuera distinto. O no... Quien sabe. Con toda sonrisa borrada de su rostro, acomodo el último asiento a la mesa para acercarse a la puerta. 

Era el momento de esperar. 

-Señores... -decía cada vez que alguien que entraba por la puerta.

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04/12/2014, 15:54
Mayordomo Charlton, 5º hijo de Ser Baltrigar.

Muy bien, dice contestándole al joven paje, Charlton aún estaba confundido después de los gritos sus hermanos lo habían dejado solo y al poco tiempo había tenido que estar en el lugar donde se encontraba en ese momento, ¿qué había pasado? Esa pregunta sería respondida en unos segundos, mientras quería que todo fuera impecable, una reunión así dejaba huella, Charlton quería que la suya fuera positiva.

Empieza a ver a los comensales ¿subestimé la importancia de ésta reunión? Al ver a todos entrando con caras sombrías, ni uno expresó satisfacción, busca la cara de su padre pero no la encuentra, y empieza a sentirse nervioso, no debería estar así, tengo que servir.