Planificación y Tácticas.

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28/02/2015, 14:55

Gerrik el Labrador.

Gerrik llegó con una buena cantidad de leña para la hoguera, no le había costado mucho reunirla pues el sitio que habían elegido para pasar la noche estaba cercano a un pequeño bosque, además había un riachuelo donde podían coger agua y unas rocas que los resguardaban del viento y del frío pues formaban una especie de cueva.

Al menos pasaré la noche caliente y podré dormir tranquilo, porque menudo día.

No había sido muy distinto a los otros y a pesar de que había comenzado su segundo viaje importante con mucha ilusión ya estaba deseando llegar a su destino, aunque por desgracia todavía quedaba mucho para alcanzarlo. Viajaba cómodamente conduciendo el carro donde iban Lady Rowenta y su criada Johanna y cuando paraban a comer o a descansar solía montarse en su poni un rato.

No se que narices le pasa a Calcetines Tobilleros, será que echa de menos a Crann o que se acostumbró a que nadie lo monte.

Últimamente no era capaz de dar un pequeño paseo sin caerse del poni, Gerrik lo achacaba al animal, aunque probablemente fuera debido a que se había acostumbrado a viajar en el pescante del carro y guardar equilibrio sobre el equino le costaba cada vez más. Todos habían visto los golpes que se llevaba el labrador en sus intentos por volver a coger la práctica. Afortunadamente parecía de goma y no se había roto nada de milagro y si las heridas y los golpes le dolían nadie lo había escuchado quejarse. También resistía estoicamente cualquier condición climática con la que se encontraban, parecía darle igual si hacía frío o calor e incluso que lloviera o nevara, ni siquiera los cambios de temperatura o clima parecían afectar a su salud, ese muchacho estaba hecho de una pasta especial que lo hacía resistir todo aquello de manera natural. Claro que no podían decir lo mismo cuando se trataba de medir los riesgos o evaluar los problemas pues el labrador se había mostrado bastante torpe a ese respecto: si había una zanja, él metía la pierna hasta el fondo, si había que cruzar un río helado él siempre elegía la peor zona para hacerlo y acababa mojado la mayoría de las veces, o se caía por alguna pendiente o se hundía de repente en la nieve... Al menos seguía de una pieza y con la cabeza sobre los hombros.

Amontonó la leña y encendió sin esfuerzo un fuego, a su alrededor todos estarían calientes y podrían asar algo, al menos la comida tampoco les faltaba.

-Voy a... echar un vistazo alrededor para asegurarme que no hay nadie rondando.

Esa era su manera de decir que iba a evacuar, viajando con dos nobles y una sirvienta no podía ser mucho más explícito para no escandalizar a nadie con su lenguaje. No se alejó demasiado, no quería dejar el campamento desprotegido por si pasaba algo, así que cuando encontró un lugar que consideró adecuado se dispuso a vaciar su vejiga.

Uffff... Ya tenía ganas desde hacía tiempo.

Disfrutó del alivio que le proporcionaba el momento cerrando los ojos y relajándose unos instantes hasta que una voz le interrumpió de repente haciendo que desviara el chorro hacia sus pies mientras se giraba para reaccionar ante un posible ataque.

-Gerrik ¿Que haces? ¿Es así como vigilas? Preguntó Gwraidd.

Cuando reconoció la voz ya era tarde, ya estaba completamente girado apuntando al noble con lo que tenía en la mano y los pies mojados mientras con la otra intentaba sacar la daga. Desistió con lo del arma y guardó todo lo demás.

Ni mear tranquilo me dejan, ya estoy harto. Además me he salpicado entero...

-Solo estaba meando Ser Gwraidd, ahora sigo vigilando.

No era la primera vez, de hecho parecía haberse convertido en una costumbre de sus compañeros de viaje sorprenderlo e interrumpirlo cuando hacía sus necesidades. Con Ser Gwraidd no le importaba mucho, aunque tampoco era que le agradara, sobre todo pensando en que podía haber salido a su hermano y que le gustaran también los hombres, no le preocupaba lo que hicieran los nobles con sus vidas pero a él le gustaban las mujeres. Lo malo era cuando ocurría lo mismo con alguna de las mujeres y sobre todo con Lady Rowenta, aunque como mujer casada no tenía porqué escandalizarse de nada, Gerrik no tenía nada que no hubiera visto o catado ya con Ser Pendrik, pero los nobles eran muy pudorosos. Con Johanna la cosa cambiaba porque estaba seguro que aprovechaba aquellas ocasiones para espiarlo.

Claro, la mojigata nunca ha tenido ni un novio y quiere saber como es un hombre a mi costa.

Y por mucho cuidado que ponía para hacer sus necesidades o asearse siempre aparecía uno de ellos cerca, a veces tenía la sensación que eran ellos sus guardaespaldas y no él. Además en cuanto bajaba un poco la guardia siempre se lo echaban en cara o intentaban aprovecharse, como aquella tarde cuando Johanna le pegó un susto de muerte al zarandearlo mientras conducía el carro para que parase un rato pues Lady Rowenta quería estirar las piernas.

“-¿Ya te has vuelto a quedar dormido? Le había dicho la criada con recochineo.

-¡Quieres dejar de hacer eso! Gerrik apartó la mano de Johanna de un manotazo. No estaba durmiendo, miraba el camino para que no tropezáramos con un obstáculo.”

Y si había cerrado los ojos seguro que no había sido mucho más que unos pocos segundos, pero en cuanto se relajaba allí estaba alguno de ellos para dejarlo en evidencia, estaba claro que el viaje les aburría y habían decidido tomarla con él. No le importaba, era un hombre con mucho aguante y no se iba a enfadar por esas tonterías de los nobles y la sirvienta, sabía que su cometido era vigilar y guardarlos de los problemas y nada le iba a desviar de ello.

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