Partida Rol por web

Pero no es una pifia tan rara. Toda la vida has oído que llamaban al Rey Veneno de Dragón, desde que eras niño, y ni siquiera tenías asociado mentalmente que fuera algo negativo. Creías que era un simple sobrenombre regio normal, como los que tienen todos los reyes. No hubo mala intención de tu parte.

Ni Lady Rowenta ni Ser Gwraidd se mostraron muy habladores tras la reunión y no fue hasta que la Sirvienta Johanna le explicó lo que en realidad había pasado cuando Gerrik se dio cuenta de la metedura de pata que habían cometido y de sus consecuencias. Por desgracía parecía que nada se podía hacer y mucho menos él, así que se limitó a cumplir con sus deberes intentando no abrir demasiado la boca. Cuando se enteró que se marcharían de desembarco para dirigirse a las tierras de la tormenta no pudo hacer otra cosa que alegrarse, añoraba su hogar, y aunque fuera en una visita fugaz estar por allí le ponían contento.
Claro que el viaje era largo y había mucho tiempo para pensar. Sabía que Lady Rowenta no estaba contenta con él y temía que una vez en el feudo de su padre se deshiciera de él y lo cambiara por otro de los soldados que estaban al servicio de Lord Swann.

Bueno, hiciste lo que debías. Se repetía una y otra vez como único consuelo.

Tampoco valía la pena preocuparse por algo que no estaba en su mano, quizás la suerte le había abandonado o quizás seguía estando de su lado.
El recibimiento a Lady Rowenta no pudo ser mejor, todo el mundo estaba deseando tenerla de vuelta, aunque parecía que la presencia de Ser Gwraidd no era tan estimada, parecía que tras sus palabras en la corte nadie quería que se lo vinculara a su persona.

Pues vais listos... Es el hermano del marido de Lady Rowenta.

Gerrik intentó disfrutar y se alegró de ver nuevamente a Lord Swann, quien tuvo un pequeño gesto de agradecimiento pues entendía que le había devuelto a su hija sana y salva.

Eso no es lo que ella te va a decir...

En cualquier caso Gerrik no dijo nada, al menos había aprendido a quedarse callado de vez en cuando, pero esperaba que cualquier día Lord Swann o su hija se acercaran para hablar con él. Aceptaría su destino fuera cual fuera.

Gwraidd no conversa con nadie durante todo el viaje de vuelta. Tampoco en la corte de Timon de Piedra. Sin llegar a ser descortés, es evidente que no tiene ni ánimo ni interés en mantener largas conversaciones. De hecho, tras la desafortunada conversación en la corte, parece un hombre distinto. Su gesto se ha quedado perpetuamente enfadado, y sus conversaciones y su preocupación por sus compañeros de expedición parecen haberse quedado reducidas a la mínima expresión. Contesta a lo que se le pregunta, y cuando habla, mantiene ese punto cortés de siempre.

Sencillamente, no inicia las conversaciones, ni demuestra interés en tema alguno.  

ESTANCIA EN LA CASA SWANN:

- Tras la alegría inicial por reencontrarse con su familia, Lady Rowenta se acaba dando cuenta de que algo pasa. Los miembros de su casa no la ven como una Swann, sino como una Tully muy menor. La tratan con cariño, en recuerdo al pasado, pero nadie parece estar predispuesto a ayudarla en modo alguno, más allá de lo que dicta la cortesía nobiliaria normal y las leyes de la hospitalidad.

- Pasan los meses 7, 8 y 9.

- Finalmente, todos sienten que ha llegado la hora de regresar.

- Al menos las relaciones diplomáticas entre Timón de Piedra y Piedras Viejas parecen bastante cordiales. Indirectamente también las de Bastión de las Tormentas con Piedras Viejas. El hecho de que Ser Baltrigar Tormenta resultase finalmente ser un traidor y un asesino parece haber tranquilizado mucho a los Baratheon con respecto a Piedras Viejas.

- Ser Gwraidd está un tanto desanimado, pero siente que la estancia entre los Swann no ha sido del todo de balde. Los Swann (y por extensión las Tierras de las Tormentas) están ahora levemente predispuestos a favor del Feudo de Piedras Viejas. Las relaciones son de tibia amistad. No se saldrían de su camino por ayudar a Piedras Viejas, pero tampoco harían expresamente nada para perjudicaros y si pueden ayudaros sin que les cuesta mucho lo harían.

Uno a uno los meses fueron pasando en Timón de Piedra y Gerrik volvía a sentirse como en casa, conocía a muchos allí y además tenía muchas cosas que contar desde que se había marchado. No fue muy extenso pero si que relató las cosas más generales sin llegar a entrar nunca en detalles con nada que comprometiera a su Señora, pero era una forma de pasar los días y volver a estrechar lazos con los que un día habían sido sus compañeros, o casi.
El día en el que el Señor Swann o Lady Rowenta irían a hablar con él para informarle de su nueva situación no llegaba nunca y aunque no quería preocuparse con el paso del tiempo comenzó a sentir cierto nerviosismo.
Una mañana fue Johanna la que se le acercó.

-Prepara tus cosas volvemos a Piedras Viejas.

-¿Volvemos? ¿Yo también? Respondió Gerrik sorprendido, pues no esperaba regresar. Eso solo podía significar que a Lady Rowenta se le había pasado el enfado o lo hubiera dejado allí para marcharse con cualquier otro de los hombres de su padre.

-¡Sí claro, tu también! Afirmó Johanna mientras negaba con la cabeza por las palabras de Gerrik.

-Vale, vale... estaré listo. Respondió de buena gana. Después se puso a reunir sus escasas pertenencias para el viaje.

LADY ROWENTA:

- El recibimiento de tu familia de sangre es realmente cariñoso y afectuoso, al menos al principio.

- Conforme pasa el tiempo, el trato se va volviendo un tanto más frío y distante y finalmente te das cuenta de que, aunque en tu corazón sigues siendo una Swann, para ellos ahora eres una Tully. No sólo eso, sino una Tully que no es de Aguasdulces.

- Estiráis la hospitalidad de los Swann tres meses, hasta que finalmente es el Maestre de la Casa os insinúa muy educada y diplomáticamente que quizá vuestra familia os eche de menos, en Aguasclaras.

TORREON DE LA ALMENDRA:

- Durante la estancia en Timón de Piedra visitáis por unos días el pequeño señorío del Torreón de la Almendra.

- Es una tierra tranquila en la que los campesinos viven sobretodo de la producción de almendras.

- El torreón en sí apenas es una torre de vigía abandonada y en desuso. Hace años que no hay bandidos en esta zona, por lo que Lord Swann retiró a los dos guardias feudales que vigilaban este lugar.

- Como el torreón no es un alojamiento adecuado para una Dama (ni para ningún noble, siendo francos), el jefe del pueblo (un campesino algo más próspero que sus vecinos) os acoge hospitalariamente en su casa durante los días que estáis de visita.

- El hombre le asegura a Dama Rowenta que el señorío volverá a ser rentable cuando llegue el Verano y que entonces volverá a generar beneficios de la venta de la cosecha de almendras.

TODOS:

- A menos que deseéis hacer algo más, regresáis a Piedras Viejas en el Mes 10 y llegáis a comienzos del Mes 11.

RESULTADOS:

- Alianza débil con la Casa Swann. Las relaciones son de amistad, con garantía de apoyos políticos en la Corte, pero no de soporte económico o militar.

- Mejora de las relaciones diplomáticas con la Casa Baratheon: Pasan de enemistad leve a neutrales.

- La producción futura de rentas de Torreón de la Almendra parece garantizada para los Años del Verano próximo.

- El viaje concluyó con el regreso a Aguasclaras de la pequeña comitiva de Lady Rowenta y su cuñado Ser Gwraidd, acompañados de Gerrik y Johanna.

UNOS DIAS DESPUES DE LA LLEGADA DE SER BALTRIGAR AL CASTILLO DE AGUASCLARAS:

MES 1, AÑO 155 D.A.

JUICIO DE SER BALTRIGAR:

- Ser Baltrigar el Traidor lleva varios días prisionero en una celda y ha llegado el momento de su juicio.

- Ser Horwin preside el juicio, en presencia de todos sus caballeros.

- Debe decidir si es un juicio público en el salón de la silla feudal, en la Torre del Homenaje, o si es un asunto discreto y cuasi clandestino en las propias mazmorras.

- Asistentes (en principio): Ser Horwin como juez con sus caballeros mantenidos Ser Gwraidd, Ser Madrigal, Ser Orsey, Ser Pendrik, Ser Trycian y el Castellano Ser Otter. Theresa Nieve como guardaespaldas de Ser Horwin, y Russ y Edder para controlar al prisionero y custodiarlo. En caso de ser en las mazmorras, probablemente estaría Beldyr Tormenta.

Si es en la sala de la silla feudal podría haber otros como testigos o público, incluyendo damas nobles, otros escuderos y quizá algunos sirvientes.

El juicio se desarrollará en las mazmorras y en privado, con los asistentes que ya mencioné en su día. No pienso ofrecer un espectáculo de este asunto. Allí se determinará el castigo para el asesino de mi tío, y si es menester, allí mismo se ejecutará la pena.

Fin de la discusión.

MAÑANA DEL DIA DEL JUICIO DE SER BALTRIGAR:

- Ser Horwin ha decidido que el juicio sea en las Mazmorras y sin público.

- Además del prisionero y de Ser Horwin están presentes: Beldyr (en una celda cercana), Russ el Matatoros (como jefe de la guardia), Ser Gwraidd, Ser Otter, Ser Pendrik, Ser Trycian, y Theresa Nieve (como Espada de Ser Horwin).

AÑO 155 D.A., MES 1.

MAÑANA DEL DIA DEL JUICIO DE SER BALTRIGAR:

Ser Baltrigar observó cómo llegaba la comitiva hasta la puerta de su celda. Estaba cansado tras todo aquel tiempo fuera de Aguasclaras, y a pesar de que se le había tratado con estupendas condiciones y que había disfrutado de toda suerte de comodidades, el haber pasado unas noches en las celdas quizá le había pasado factura.

El Caballero observó a los presentes. Todos le miraban con algo que no sabía muy bien cómo definir, ¿curiosidad?, ¿desprecio? Todos tenían multitud de preguntas. Y todos exigían respuestas con sus miradas.

En la celda contigua atisbó a su primogénito atento, expectante ante los eventos que estaban por venir. El llamado Traidor se preguntó si pensaban juzgar a su hijo a la vez que a él… quizá en parte como castigo o quizá para obligarle a colaborar. Carraspeó y alzó un poco la voz aunque sabía que todavía no le tocaba hablar a menos que se le preguntara.

- Ser Horwin. Si me permitís querría deciros algo. Quería pediros disculpas por mi comportamiento anterior. – Dijo haciendo referencia al día que se entregó. Desde entonces no había vuelto a ver al nuevo Señor de Aguasclaras. - Claro que os recuerdo de los breves momentos que compartimos en este mismo castillo, aunque fueron momentos fugaces y tenía la cabeza en otras cosas. Ha pasado mucho tiempo y algunos rostros los conservaba borrosos en mi memoria. – Las anteriores palabras de Ser Horwin el día que Baltrigar se entregó habían hecho al caballero recapacitar y tratar de hacer memoria. Era cierto que se habían conocido hacía ya tanto tiempo. Y para Baltrigar había sido como si hubiera pasado un siglo más. Un siglo en el que no había dejado de pensar en su familia ni un solo segundo.

No alcanzaba a divisar a Beldyr pero su hijo debía saberlo también. – Los Lefford me ocultaron vuestro ultimátum y el hecho del encarcelamiento de mis hijos. Tuve que enterarme por casualidad más de un mes más tarde… y por boca de otra persona. Lamentablemente ya era tarde para cumplir con vuestra exigencia en plazo, y en cualquier caso tenía las manos atadas muy a mi pesar. De ser otras las circunstancias tened por seguro que habríais tenido mi cabeza al instante sin dudarlo. – Dirigió una mirada significativa a Metetripas. Aquel inmundo ser se había cruzado con Baltrigar un par de veces  en los aposentos de los Lefford pero nunca le había dicho nada. ¿Acaso creía que los Lefford iban a transmitirle la información del castillo para que Baltrigar corriera a entregarse? Gran parte de la culpa de aquello la tenía el Metetripas y Baltrigar le tenía muchas ganas desde aquel fatídico día en Solaz del Soldado cuando sus otros dos hijos murieron. Seguía convencido de que Metetripas tenía algo que ver… o al menos podía haber hecho mucho más.

Por el momento Baltrigar no dijo más. Una vez expresada su disculpa calló y espero que se siguiera el procedimiento habitual, suponiendo que Ser Horwin o Ser Otter le leerían los cargos y le harían alguna pregunta.

El Señor de Aguasclaras escucha la introducción a Ser Baltrigar sin abrir la boca. Asiente cuando el Caballero ofrece sus excusas por no haberlo reconocido, y deja que concluya. Después mira hacia los hombres que se sientan a su izquierda y derecha.

-Ser Baltrigar, os encontráis aquí para ser juzgado -dice, con calma-. Nada se ha dicho acerca de vuestro hijo, quien deberá esperar a que el análisis de ciertos documentos aclaren la nube que hay alrededor del difunto Septón. Hoy vamos a hablar acerca del asesinato de mi tío y Señor de Aguasclaras, Ser Hadder Tully. Vos le disteis muerte ante todos los aquí presentes, eso está fuera de toda discusión. Así pues, os pregunto, ¿qué tenéis que decir al respecto?

Pendrik se encontraba sentado en aquel espartano juzgado. A la diestra de Ser Horwin. Guardando su siniestra estaba su hermano Gwraidd. Todo el entorno era lúgubre. Atormentado en verdad. La oscuridad reverberaba por entre los asistentes al juicio cual siluetas traicioneras, malhadadas consejeras de  un juicio o veredicto.

Miró sin tapujos a los ojos de Ser Baltrigar. Aguantó su mirada sin exteriorizar ningún gesto o mueca. Sin embargo su pecho ardía incendiado por lo que había de venir sin duda...

Al poco observó a todos los asistentes e intentó atravesar sus ojos, sus almas, divisar si en el interior de aquellos conocidos, amigos y servidores ardían los mismos o parecidos leños de la pira, que de algún modo él sufría.

Baltrigar escuchó atentamente las palabras de Ser Horwin con la cabeza en alto, firme. Sus ojos pasaron por todos y cada uno de los presentes, estudiando las posibilidades, sopesando qué hacer a continuación. Se detuvo en Ser Pendrick, al que la última vez que vio fue en esa misma celda, marchando a ver al propio Ser Horwin. Baltrigar dudaba sobre qué sabría el Señor de Aguasclaras y qué no. Pero él tenía muy claro lo que podía y lo que no podía hacer por el momento.

Entonces comenzó a hablar:

- Hace muchos años entré al servicio de un gran hombre. Un hombre que me dio una oportunidad a mí y a mi familia: Ser Hadder Tully. – Recalcó el apellido de su antiguo señor. – Un hombre al que apreciaba y respetaba por encima de todo, y al que tuve la suerte de poder llamar amigo. –

El Caballero siguió en pie frente a los presentes, junto a su banco de piedra en el que había pasado los últimos días.

- Jamás, mejor dicho, nunca – rectificó - , podré pagar a Ser Hadder todo lo que hizo por los míos. Juré servirle y protegerle hasta el fin de mis días. En ese orden. – Baltrigar trató de mantener el semblante serio y no titubear. Por suerte lo consiguió y su vozarrón continuó en el mismo tono de siempre.

- Es obvio que fallé estrepitosamente en mi segundo juramento. – Y Baltrigar sabía que la condena por incumplir un juramento, aunque no hubiera implicado el asesinato directo de Ser Hadder, era la muerte. Más aún cuando no sólo había incumplido el juramento de protegerlo… sino que además había sido él quien había perpetrado el asesinato. - No puedo negar los hechos de los que todos fuisteis testigos. – Cerró los ojos un instante. – Iba a solicitaros vestir el Negro, Ser Horwin. Pero después de todo lo sucedido, no puedo privar a mi esposa de mi presencia… El Negro ya no es una opción para mí. –

No, después de hablar con Clarissa no podría vestir el negro. Ella no lo soportaría. No, lo había decidido. No había otro camino que no expusiera a ninguno de los presentes a preguntas o interrogantes, ya fuera desde dentro o fuera del feudo de Aguasclaras.

- Quiero solicitar un juicio por combate. Que sean los Siete quienes decidan si soy o no culpable. –

Era la única salida que estaba en manos de Baltrigar. Las demás opciones no dependían de él. Desde luego estaba la posibilidad de que Ser Horwin le negara ese derecho, pero sólo había oído que se negara un juicio por combate en muy contadas ocasiones.

- Que mi muerte o mi vida estén en manos de los Siete. – De esa forma evitaba que cualquiera de los presentes se manchara las manos de sangre – salvo claro, que alguno de ellos fuera el campeón de Aguasclaras. Y si salía airoso, evitaba represalias políticas de terceros sobre Ser Horwin y Aguasclaras.

Sabía que aunque ganara, iba a ser difícil poder seguir viviendo en Aguasclaras. Todo el mundo le miraría mal, cuchichearían a sus espaldas y serían para toda la vida la comidilla del feudo. Habría muchas repercusiones pero ya lidiaría con ellas si le concedían el juicio por combate y si sobrevivía al mismo.

Ahora cualquier decisión sobre su futuro estaba en manos de Ser Horwin.

-Ser Baltrigar, si todos los criminales de Poniente se acogieran al Juicio por Combate, este Reino viviría sumido en el Caos -dice Ser Horwin, el gesto serio-. La posibilidad de conceder a un reo un Juicio por Combate sólo se contempla en el caso en que la culpabilidad del reo en cuestión parezca probada a ojos del juez pero, también a sus ojos, exista al menos una mínima duda, las pruebas sean inconsistentes o los testigos de dudosa credibilidad o inexistentes. En ese caso son los Siete quienes deben fallar en favor de la verdad.

El Señor de Aguasclaras niega con la cabeza.

-En este momento no hay la menor duda acerca de vuestra culpabilidad. Así pues, si el interrogatorio no hace variar mi perspectiva, no ha lugar a la celebración de un Juicio por Combate. Prosigamos pues. Me consta que los Lefford os mantuvieron secuestrado. No encadenado, ya me entendéis, pero sí inconsciente acerca de todo cuanto ocurría: alentados por sus amos Lanister os utilizaron como arma de provocación contra mí y mi familia, aquí presente. Un desvergonzado reto, una burla. Pero parece ser que ahora no quedan Lefford en Solaz del Soldado, y quisiera preguntaros, ¿qué ocurrió allí la noche precedente a vuestra rendición? ¿Qué ocurrió con Ser Bryan Lefford, o con su padre Ser Monte? Llegan a mis oídos rumores acerca de una batalla en esas calles... ¿a quiénes implicó esa batalla y con qué causa?

Ser Horwin Tully avanza el cuerpo, apoyando los puños sobre la estoica mesa.

-¿Qué tenéis vos que ver en todo ese asunto, y qué grado de implicación sobre las muertes de los Lefford recae sobre vuestros hombros? Y no menos importante -dice con un murmullo-, Metetripas, aquí presente, nunca me dijo que os hubiera visto en Solaz, ni que tuvo oportunidad de hablar con vos y no lo hizo. Tampoco me dijo nada acerca de esa batalla: de haber estado prevenido quizá hubiera comandado una fuerza de caballeros con el fin de enfrentarme a ambos bandos y limpiar de podredumbre ese estercolero... pero nadie me dijo nada. Ser Baltrigar Tormenta, ¿qué demonios ha pasado en Solaz del Soldado desde vuestra llegada hasta vuestra rendición?

Gwraidd se ha sentado junto a su hermano. Se había vestido para la ocasión con la capa ceremonial con los colores de la rama Tully de Aguasclaras, la capa que antes de morir le había bordado Vesania. Sus ojos, como en todo momento desde que había regresado de su viaje a la capital, miraban llenos de frialdad a los presentes, escuchando con atención las palabras de uno, y las de otro.

¿No tenía acaso opinión? Sí, la tenía. Había dicho mucho antes a Ser Baltrigar que le apoyaría si vestía el negro. Gwraidd no podía, no quería, evitar sentir rabia contra el asesino de su padre, aun cuando fuera precisamente Ser Hadder, a quien tanto había amado, el máximo objetivo de esa furia. De todos modos, ¿qué importaba su opinión? Las decisiones del rey, sus propios juramentos derivados de dicha lealtad, le ataban. Había un señor en la sala, que era Ser Horwin. 

Había igualmente, un heredero de dicho señor, aun cuando fuera solamente en virtud de las palabras y promesas del actual señor, y este era su hermano. Él hablaría cuando se le fuera pedido, u ordenado. Había dicho a Ser Baltrigar: vestir el negro y os apoyaré para ello. Eso hubiera evitado la indignidad a su familia, y quizás, habría podido consolar a una esposa que, de otro modo, podía perder a un marido. E igualmente a unos hijos. 

Ser Baltrigar había renunciado a esa posibilidad. Lo que ahora le ocurriera no dependía de él.

Tampoco tenía muchas opciones. Y la mayor parte de los presentes ya lo sabían… Baltrigar recorrió de nuevo con la mirada a todos. Había alguno que no sabía nada, o que no tenía detalles pero estaba seguro de que eran leales a Aguasclaras, y a Ser Horwin.

Por fin se decidió a contar más.

- Ya he cumplido mi misión, así que imagino que dará igual que hable aquí delante de todos. – Inspiró hondo antes de continuar. - Ser Bryan sufrió un accidente. – No se molestó en ocultar lo poco que le importaba aquella muerte. - Creo que no fue tal sino que fue un asesinato orquestado por otra persona… Tengo mis creencias acerca del responsable pero no puedo probar nada. –

Tragó un poco de saliva para aclararse la garganta. Había cometido actos deshonrosos pero había hecho lo necesario, lo que le habían ordenado. – Ser Monte murió por la noche en su cama. Asfixiado. – Aclaró. – Mis manos le dieron muerte y me escabullí antes de que nadie sospechara. Pareció una muerte natural. –

- Respecto a la batalla en Solaz… No fue más que una treta para sacar a la mayor parte de los guardias de la finca de los Lefford. Para que el bandido Kurst pudiera acabar sin problemas con Ser Gorly… o hacerle huir, como así ha sido. Todos los muertos que regaron con su sangre las calles de solaz no eran más que bandidos y carroña, ladrones y bandidos. Una intervención armada por vuestra parte os granjearía muchas enemistades… Era mejor dejarlo correr y que los indeseables se maten entre sí. – Una pequeña sonrisa asomó a sus labios un segundo antes de volver a desaparecer. Todos esos bandidos habían sido cómplices en parte de la muerte de sus hijos y habían pagado con sus vidas. No había lamentado para nada haber incitado e instigado aquellos combates. Ni tampoco una sola de las muertes en Solaz… Bueno, una sí.

- El joven Ser Hardinald Lefford, - la voz le tembló ligeramente al pronunciar el nombre del buen muchacho al que habían nombrado su escudero. Pero había hecho lo que tenía que hacer, - murió a manos de Haudrey Ríos. –

Tampoco estaba seguro de si la mención de Haudrey causaría alguna impresión en los presentes. - No hice nada por evitarlo. Era el último Lefford y debía morir. – Se notaba que aquella parte no le había gustado nada. Ojalá hubiera habido otra manera. Ojalá se le hubiera ocurrido otra manera.

Esperó un segundo antes de proseguir.

- Eso es lo que he estado haciendo en Solaz todo este tiempo. Ganarme la confianza de los Lefford para acabar con ellos cuando han ido surgiendo oportunidades. No podíamos permitir que las muertes de los Lefford o su expulsión de Solaz del Soldado pudieran ser relacionadas de ninguna manera con Aguasclaras, o de lo contrario los Lannister tomarían represalias. Ésa era mi misión y una de las últimas voluntades de Ser Hadder. –

Podían creerle o no. Podían preguntar más cosas o podían decidir que ya había una duda razonable y permitirle su derecho al juicio por combate.

Gwraidd mira a Baltrigar con ojos serios ante lo que está contando, pero no dice nada.