Partida Rol por web

Estáis anonadados ante la visión del torrente carmesí, cuando de pronto detectáis un leve sonido de movimiento detrás de vosotros. Parece que hay alguien entre la maleza...

El ambiente está tan cargado que cuesta hasta respirar. Cada vez vamos más despacio, lastrados por las cadenas del miedo. El bosque se espesa a cada paso que damos, parece que no avanzamos. Finalmente, consultando por enésima vez el mapa para ver si vamos en la dirección correcta, nos damos de bruces con una sorpresa mayúscula.

El río. Estmos, nuevamente, frente al río.

Supuestamente, hace horas que lo hemos dejado a nuestras espaldas.

¡Maldita sea! ¿Pero qué cojones es lo que está sucediendo aquí?

Entonces, el arrullo del río llega a mis oídos. Suena mucho más lejano y distante, comom el susurro de un fantasma en mitad de la tormenta. Es como si le faltase vida al agua. antes de verlo, llega a mi olfato el fuerte olor a metal del agua. Luego, la visión del río escarlata impregnando mi pupila.

Maldita sea...

El olor me retrae a los escenarios de crímenes que he visitado a lo largo de los años. Recuerdo uno concreto, en una casa de narcos donde se trapicheaban las veinticuatro horas. Un tiroteo entre bandas rivales, armas automáticas y escopetas. Había sangre por todas partes. A uno de aquellos tipos, de hecho, lo habían seccionado en dos a balazos: el torso quedó tendido bocabajo a mitad de las escaleras, las piernas quedaron en la cúspide, con los pies apuntando a los escalones.

Más tarde, el forense dictaminó que le habían vaciado un cargador de escopeta en el vientre. Las postas de los cinco cartuchos del 12/70 hicieron el resto, dostrozándolo a mordiscos como un tiburón blanco a una foca en un documental.

El río me ha llevado de vuelta a aquel escenario, porque los escalones se habían convertido en una putas cataratas del Niágara sanguinolentas. Aún caían regueros sanguinolentos escaleras abajo, por el recibidor del inmueble, por las aceras, entremezclándose con la lluvia que arreciaba en el exterior hasta desaparecer en forma de un torbellino furioso y espumoso entr los dientes de metal de una boca de desagüe.

Entonces siento algo. El tigre ruge en mi interior, siento que se me eriza la piel en la nuca, que se me enfría la sangre hasta convertirme en un reptil, que se forma la bola gélida en mis entrañas.

Un sonido, apenas imperceptible, no más allá de un susurro, a nuestras espaldas...

Algo se mueve.

Me giro, colocándome en guardia. Preparado.

Dejo que el tigre tome el control. Como siempre.

Mentalmente recorro mi cintura, para saber de qué tirar por si me hiciera falta. No sé si tiraré de las navajas tácticas, o si, por contra, volveré a abrir fuego. Eso nunca se sabe hasta llegar el momento. Lo que sdí que tengo claro es que, si vuelvo a usar el arma ahora, descubrirán que llevo una pistola oculta.

La vez anterior me cubrió el estrés y el efecto pasillo del momento; ahora no lo hará.

Bueno, eso me tiene que dar igual dadas las circunstancias.

Mentalmente preparado. Físicamente preparado.

Oigo el rugido en mi mente...

Mientras giro, grito para advertir a mis compañeros:

-¡Detrás!

Cuando todos os dais la vuelta ante la advertencia de Pierce, divisáis a alguien parcialmente oculto en la retorcida vegetación del bosque. Está completamente inmóvil, y sujeta entre sus manos una rama de árbol de buen tamaño. Entonces lo reconocéis. Se trata del hombre de la barba y los tatuajes que huyó del comedor de la mansión hace unas horas, cuando estabais a punto de desayunar. Kim, es Adam Schulz. El cabrón de Adam…

Al verse descubierto, Adam deja caer la rama y se sienta trabajosamente en el suelo, tras lo cual empieza a gimotear. Entonces reparáis en que deben de haberle dado una buena paliza, a juzgar por todos los hematomas y magulladuras que muestra. De hecho, también advertís bastantes heridas en todo su cuerpo, pero lo que sin duda se lleva la palma son sus piernas. La tela de los pantalones está desgarrada por varios cortes profundos, de los que mana sangre. Ese es el motivo por el que ha habido de sentarse.

Tras unos momentos de desconcierto, Adam levanta la mirada de nuevo hacia vosotros. Parece una mirada de alivio…

—Veo que vosotros no os habéis vuelto locos… —murmura, tratando de esbozar una sonrisa que se ve distorsionada por el dolor del que es víctima—, pero parece que ya os habéis encontrado a alguno. Joder, ¿qué coño está pasando aquí?

Apoya una de sus manos en el suelo y trata de levantarse, pero aprieta los dientes, conteniendo un grito de dolor. Parece que no es capaz de ponerse de pie él solo.

—Siento de verdad haber intentado arrearos con eso por la espalda —Señala con la cabeza la rama que acaba de soltar—, pero creía que erais otro grupo de pirados asesinos. Como los que iban conmigo… Yo me quedé en el campamento para hacer fuego, y mi grupo se alejó para buscar leña y explorar un poco el terreno. Tardaron mucho en volver… y mejor si no lo hubieran hecho. Cuando regresaron al campamento, llevaban bolsas que les cubrían la cabeza, y se movían de manera muy rara. Al principio pensé que era una broma, pero entonces vi que iban armados. Traté de huir, pero me dejaron de esta guisa. Hecho un guiñapo… —Ríe, más para aliviar estrés que porque realmente le haga gracia—. Perdí el conocimiento. Supongo que me dieron por muerto. Y entonces oí ese… ese silbido. Eso me despertó. Cuando abrí los ojos, todo estaba así… Cambiado. Ni siquiera sé qué hora es. Mi reloj está parado…

Adam hace un nuevo intento por ponerse de pie, pero vuelve a fracasar.

—Por favor… ¿me podéis ayudar a levantarme? —os pide, tendiendo una mano ensangrentada hacia vosotros—. No me apetece nada quedarme a descansar aquí…

Durante un momento, sus ojos se cruzan con los de Kim. Cuando esto ocurre, Adam aparta rápidamente la mirada.

Elisabeth se dio la vuelta rápido, alarmada por el murmullo proveniente a sus espaldas. Todo su cuerpo estaba en tensión mientras esperaba que otro grupo de psicópatas saliese escopeteado de las sombras proyectadas por los arboles, pero por suerte esta ve no sucedió eso.

La niña se quedo observando durante unos segundos al hombre que acababan de descubrir acechando, le recordaba de la comida. Miro a Kim si entender aun muy bien de que iba todo aquello, pero no estaba en condiciones de comprendedlo. Cuando el hombre pidió ayuda en vez de ir a socorrerle Elisabeth dio un paso atrás, le daba miedo. No quería acercarse y que le tocara. Algo en su figura le hacía recordar cosas... A una persona mas bien. La chica ahogo un pequeño grito cuando esos pensamientos cruzaban su mente y se conformo con apartarse de su lado mientras le evitaba con la mirada.

-Y... ahora... ¿A donde vamos?... Dijo ella aun cabizbaja, la idea de seguir el cauce del río para ver a donde les llevaba no le agradaba para nada.

Seguimos caminando. Estoy cansada de caminar tanto. ¿Estamos aquí para trabajar nuestros problemas, para hacer senderismo o para ser apaleados por pirados con motosierras? Vamos a ver, que no digo que nosotros tampoco estemos pirados, pero yo también quiero una motosierra o algo así de chulo. Así nadie estaría en desventaja. Dibujo una media sonrisa en mi, normalmente, sereno semblante. El hilo de pensamientos por el que me está llevando esta situación me desespera y me divierte de misma forma. Si pudiera repostar de nuevo, quizás me envalentonaría más y no tendría tanta preocupación encima. Qué sé yo. Lo único que sé es que parece que nos hemos perdido o que este puto camino no lleva a ninguna parte. El bosque va cambiando sutilmente su perfil, pero sigo sintiendo que estamos por la misma zona en todo momento, aunque también lo achaco a que soy una rata de ciudad y en cuanto me cambian el escenario todo me parece igual. Pero entonces…

A medida que avanzamos vamos escuchando ese rumor característico y que hace mucho rato habíamos dejado atrás.

- ¿El río de nuevo? ¿No se supone que con este camino llegaríamos a la maldita mansión?

Sin poder creérmelo, seguimos avanzamos y lo que vemos con nuestros propios ojos aún supera la frustración inicial. Parece el mismo río, pero también parece que porta… ¿sangre? Eso es imposible. Para manchar el río con tanta sangre deberían de haber matado a una docena de elefantes como poco. Y no es que sepa mucho sobre bosques y eso, pero me parece que por aquí no se cazan… elefantes… No… Solo se cazan personas.

El estrés, la tensión, la angustia, el miedo y todo eso están machacándome, haciendo que a veces se me vaya un poco la olla. Pero por la cara que ponen el resto de mis compañeros, no se me ha ido del todo. El río es rojo.

- Tiene que haber una explicación … Una lo suficientemente lógica y normal, joder… -murmuro, más para mí misma que para cualquiera de los presentes.

De repente, Pierce grita y todos nos giramos. Como no había suficiente mierda en el bosque, nos encontramos al monstruo de turno. Parece que le han dado una buena paliza y sin poder evitarlo dibujo una sonrisa de satisfacción. Ni de coña pienso ayudarlo. Ahí se muera. Si éstos quieren hacer de hermanitas de la caridad que lo hagan. Para mi sorpresa, de momento, Eli decide ignorarle y pregunta que a dónde vamos como quien se encuentra un escarabajo moribundo y decide pasar de largo. Qué chica tan sorprendente. Y yo que me la tenía por algo más sensible.

- Lo que está claro es que debemos seguir avanzando. Los caminos llevan a alguna parte siempre, ¿no? –le digo, uniéndome al club de “ignoremos a Adam” y pondiéndome a su lado.

Esto es de locos. Primero, la blanca niebla matutina se ha ido convirtiendo en una negra masa de oscuridad palpitante que amenaza con asfixiarnos, y ahora, volvemos a cruzarnos con el río después de haberlo dejado muy atrás, y para colmo, ¡el agua es roja como la sangre! Pero... ¿es sangre de verdad? Tal vez el arroyo arrastre cobre de la mina. Al fin y al cabo, por algo se llama Coppercreek, ¿no?

Antes de poder darle muchas vueltas al tema, el tipo de los tatuajes al que seguí esta mañana sale de entre las sombras con una rama de buen tamaño en la mano. Vaya, parece que es tan bueno apareciendo de la nada como lo fue desapareciendo delante de mis narices. Y al igual que antes, ni Pierce ni Kim parecen cómodos en su presencia.

—Para que quede claro —digo, apoyando mi mortífera pistola de agua en el hombro—. No me fío de ti. Si mis amigos no ponen pegas, por mí no hay problema en que te vengas con nosotros. Pero ni se te ocurra pasarte de listo.

La sangre me hierve en la cabeza. No sé qué hacer: de un lado, mi sentido del deber y del honor me impele a salvarle la vida a este gusano; de otro lado, el tigre reclama su presa, y no hay mayor placer que el de destrozar a mi oponente, el de acabar con aquellos que tratan de salvar su puto culo del sistema cuando no son más que partículas cancerosas que infectan las calles y acaban con las vidas de las personas.

Pero esto no tiene gracia. Prefiero a la presa entera y de una pieza para mí solo, no herida e impedida.

-A la mierda -gruño.

Le doy la vuelta rápidamente, colocándolo bocabajo, retorciendo sus estremidades hasta el límite para forzarlo a seguir el movimiento que me interesa sin romperle nada... por ahora.

cuando se encuentra de bruces en el suelo, cuando sus labios besan la tierra, le trabo los brazos con mis piernas y me siento sobre su cuello. Se encuentra inmovilizado mientras le coloco los lazos en las muñecas. No puedo ver al resto de mis compañeros, pero siento sus miradas de estupefacción encima mía.

Supongo que es porque nuestras extremidades se encuentran entrelazadas en un complicado jeroglífico. cada vez que me muevo, aunque sean milímetros, oigo sus gritos de dolor.

-¿Qué cojones haces aquí, Schultz? ¿Has matado tú al resto de tus amigos? ¿Pusiste trampas en el bosque? ¿Nos has emboscado junto con algunos de tus colguitas para tratar de matarnos? ¿De qué conocías a Jodie? ¿Dónde está el resto de tus colegas? ¿Estás eludiendo la cárcel con esta mierda de programa de rehabilitación, o es que seguías a Kim para terminar lo que hace tanto empezaste? ¿Cómo sé que no me mientes? ¡Me mientes, sé que me mientes! ¡Hiedes a mentira por todos tus putos poros! ¡Dime alguna verdad, la que sea, antes de que empiece a partirte todos tus putos huesos, cacho cabrón!

La visión del río, con su siniestra presencia y su tranquilizador arrullo en contraposición me da unas ideas de lo más interesantes..

Lástima no tener a mano una guía de teléfonos, pero puedo improvisar con mis propias manos.

No sería la primera vez que consigo una confesión imposible a base de apretar cuerpos con las yemas de mis dedos.

Adam se queda mirando a Bill con una expresión de estrañeza.

—¿A qué viene eso, tío? Cálmate. No me conoces de nad...

No puede terminar la frase. Pierce se arroja sobre él y lo inmoviliza contra el suelo. Adam protesta, pero no hace ni el más mínimo esfuerzo por resistirse. Tampoco es que su débil condición física se lo permita.

—Tío, ¿tú estás loco o qué? ¡Yo no te he hecho nada! ¿Así trata la poli a alguien a quien han estado a punto de matar? ¡Ahhh! —se queja cuando sus brazos son retorcidos—. ¡Suelta, suelta! ¡Me haces daño! ¡Ya te he dicho que me apalearon y me dejaron tirado! ¿Quién cojones es Jodie? ¿Y qué coño dices de Kim? ¡No tienes ni puta idea! ¿De qué vas? ¡Suéltame ya, joder, o te denunciaré en cuanto salga de aquí y te va a caer un puro! ¡Gilipollas! ¡Aaahhh! ¡Que estoy jodido, tío, suéltame! ¡Esto es una detención ilegal!

Adam grita y rezonga mientras lo sujetas y aprisionas sus magullados brazos con tus lazos policiales. Realmente parece que le estás haciendo daño. No parece saber a qué viene tu desmedida reacción.

Aprieto aún más las ligaduras. No pienso dejar que te escapes ni que nos la juegues.

-No me fío de ti, cabronazo. No me importa lo que hagas cuando salgamos, si es que salimos todos. Antes de que les pase algo a ellos, tú caes primero. ¿Te queda claro? -Y dejo caer mi peso sobre su nuca. Escucho un agudo resuello escapándose de su cuerpo como un fuelle roto.

Mientras, mis manos palpan su cuerpo. Por delante, por detrás, por los lados,... No dejo ni un solo rincón por auscultar.

Te sorprende comprobar que no va armado, aunque claro, si había tenido que recurrir a atacaros con una rama de árbol... En sus bolsillos encuentras su cartera, en la que hay varias tarjetas de consultas de ayuda psicológica. También encuentras otra sorpresa inesperada: un cigarro electrónico. Sea lo que sea que esperases encontrar, no lo lleva encima.
 

¿Un cigarrillo electrónico? ¿Este menda va a dejar de fumar de verdad?

Y una mierda.

Comienzo a desmontarlo muy despacio. No sé si es un cigarro de verdad, uin arma simulada, o una bomba, pero una cosa temgo clara: si yo caigo, este hijoputa lo hace conmigo.

—¡Ehhh! —exclama Adam desde debajo de las posaderas de Pierce—. ¡No toques mis cosas! ¡No tienes ningún derecho, hostia!

Casi te sientes frustrado cuando compruebas que dentro del cigarrillo electrónico no hay absolutamente nada. Es como si el mundo estuviera conspirando para decirte que tu suspicacia está injustificada.

—¡Bueno!, ¿qué? ¿Contento, señor poli? ¿Va a poner fin de una puta vez a esta tocada de cojones? ¿Nos podemos ir ya?

—Escuchad... Estamos perdiendo el tiempo. Pierce, no sé qué tienes en contra de ese hombre, pero creo que tenemos cosas mejores que hacer que preocuparnos de si lleva un esprái de pimienta escondido en el cigarro. Por cierto, hay algo que debería deciros. Es tan extraño que no os lo vais a creer... aunque dudo que, a estas alturas, haya muchas cosas que os puedan sorprender. Este no es el mismo río de antes. Por raro que parezca... este es el camino correcto. ¿Veis el terreno, progresivamente ascendente? Nos estamos alejando cada vez más del lecho del río y de la mina. Vamos por buen camino. Lo raro... —Pienso bien lo que voy a decir—. Lo raro es que este río no estaba aquí antes. Está totalmente fuera de lugar. Por las características del terreno... sería imposible que un río normal pasase por aquí. Es más, ni siquiera se ven piedras fluviales por ningún lado. En resumen: este río rojo ha aparecido de la nada, y yo diría que no hace mucho. Y está en medio de nuestro camino —Me quedo mirando el río perplejo, casi como si ni yo mismo me creyera lo que acaba de decir. Luego, os miro a todos—. Tenemos que cruzarlo para llegar a la mansión...

Chasqueo los dientes y apunto a Adam con el mentón, sin soltar mi juguetito en ningún momento.

—Vos primero —digo con sorna, señalando al río de aguas carmesí—. Vamos.

El torrente sanguíneo ruge como un rompiente al fondo de un precipicio en mis oídos. ¿O será el tigre en su montaña?

Si Luke tiene razón, lo anormal ha dado una vuelta de tuerca, pasando directamente a lo inverosímil. Si esto fuera agua ferruginosa, estaríamos hablando de que se tendría que estar produciendo una fuga en un dique situado a bastantes kilómetros para producir un caudal de este tipo, y no hay diques en, al menos, medio centenar de millas a la redonda.

De todos modos, las palabras de Luke me han dado una idea; o, mejor dicho, han dado forma a una idea que se estaba madurando desde que le he puesto el ojo encima al personaje este y Bille le ha puesto su guinda particular. Saco la cuerda preparada como activador de la trampa del lanzallamas. Por mucho que Adam forcejée con los lazos de seguridad que le he colocado, no podrá. Es más, se arrancará la carne de las muñecas y llegará hasta los huesos antes que soltarse.

Cojo la cuerda, le hago una lazada corrediza y se la paso por el cuello. Luego, lo levanto a la fuerza y lo hago entrar en el agua obligado. Lo veo temblar  y sostenerse con dificultad sobre sus piernas heridas mientras sus pies chapotena levantando surtidores escarlata que mojan sus harapos y su piel.

-Haz algo bueno por la sociedad -le digo-. Camina.

Nos miramos con odio. ¿O es pánico eso que veo al fondo de sus pupilas?

Me importa un huevo: si tiene que caer alguien, mejor él que cualquiera de nosotros.

-Por cierto, Bill - añado-, si esta escoria hace algún extraño, intenta cualquier cosa contra el grupo, o lo que sea, recuerda que puedes practicar puntería con tu juguete con él -Y le señalo de un cabezazo el lanzallamas casero que porta en sus manos.