Partida Rol por web

Juegos internos

Capítulo uno: La carretera

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20/11/2013, 18:29
Director

Apenas eres consciente de lo que está ocurriendo. La bestia pide más, y tu frenesí te ciega mientras te cebas con el cuerpo inerte que tienes inmovilizado, hasta que otros alumnos del dojo deciden actuar. Hacen falta tres hombres para apartarte, forcejeando y vociferante como un bebé viniendo al mundo, del pobre desgraciado que yace en el suelo, con el labio partido, la nariz rota y el rostro lleno de contusiones. Debajo de toda esa sangre, sigue siendo Ken. Tu compañero Ken, con el que incluso habías ido a tomarte unas birras la semana pasada. Tardas unos segundos en darte cuenta de tu enorme error. Ken, que es un par de cinturones menos experimentado que tú, solo ha cometido el tremendo pecado de perder el control en uno de sus ataques, que te ha pillado con la guardia baja y ha acabado en un molesto aunque inocuo golpe con el dorso de la mano en tu oreja. Sin oir sus disculpas, te has echado encima de él, noqueándolo de un único golpe, pero no te has detenido ahí. Y ahora, dejando al fin de tratar de zafarte de la presa de tus compañeros, te percatas de que la falta de autocontrol no ha sido suya, sino tuya. Antes de tener tiempo de lamentar lo que has hecho, o de valorar las consecuencias o la gravedad de tu acción, te sobreviene una profunda sensación de vergüenza y autodesprecio cuando ves al hombre que, en silencio y con una severísima mirada, se acerca a ti: es Carl, tu respetado sensei.

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20/11/2013, 21:56
Carl

Una breve pero intensa mirada y una leve inclinación de cabeza bastan para hacer entender a los tres discípulos que aferran a Pierce que pueden soltarlo, cosa que hacen de inmediato. Examino a Ken, que afortunadamente puede ponerse de pie, y tras asegurarme de que está bien, le pido disculpas. Seguidamente, me encaro hacia el resto de mis alumnos, asumiendo la posición de yoi para indicarles que vamos a concluir la clase prematuramente. Todos me imitan sin vacilar.

Shomen ni rei —entono antes de la primera inclinación, que se efectúa en señal de respeto al dojo y todo lo que representa.

—Sensei ni rei. —El segundo saludo se dirige a mí, el sensei, como muestra de agradecimiento de mis discípulos por todo lo aprendido.

—Otagai ni rei. —Devuelvo el saludo a mis alumnos en justa reciprocidad y los despido con un gesto de la mano. Mientras se alejan en dirección al vestuario sin atreverse a volver la mirada, mis ojos no se apartan de los de Pierce. No lo han hecho durante todo el saludo. Sin mediar palabra, están diciéndole: «Tú quédate».

Desde el tatami pueden oírse claramente los comentarios molestos de mis pupilos, que hacen lo posible por terminar de cambiarse cuanto antes y abandonar el dojo. Yo espero pacientemente todo el tiempo que es necesario, sin mover un solo músculo. Mi mirada sobre Pierce es más intensa que el silencio reinante, y dice muchísimo más. Pasados unos minutos, me siento sobre los talones en posición de seiza, e invito a mi díscolo alumno a hacer lo mismo. A continuación, recito el dojo kun, las cinco reglas transmitidas por los maestros del karate de Okinawa, una afirmación de las cosas en las que creemos y que debemos tener en mente en todo momento:

—«Busca la perfección del carácter. Sé siempre leal. Esfuérzate. Respeta a los demás. Evita el comportamiento violento». —Cada una de mis palabras pesa como una losa, especialmente al enunciar la quinta regla. —Hoy no ha habido ni uno solo de esos principios que no hayas traicionado.

Mi voz es serena y uniforme, pero oculta una profunda decepción.

—Hoy te has avergonzado, pero a mí me has avergonzado todavía más. Con tu actuación me has demostrado que te he fallado como sensei.

La fresca brisa de la noche entra por las ventanas entornadas del dojo, pero no alivia ni un ápice la desazón que me embarga. Apenas hay dos metros entre mi alumno y yo, y sin embargo, siento que nos separa una distancia inabarcable.

Es hora de que mires en tu interior y empieces a hacerte estas dos grandes preguntas: ¿qué quieres? —Hago una prolongada pausa antes de concluir—. Y, ¿lo encontrarás aquí?

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21/11/2013, 20:53
Pierce Logan

Mierda, mierda y mierda”, me maldigo en silencio.

Tiemblo de arriba abajo como una hoja, invadido por la adrenalina y la ira. Miro el rostro tumefacto de Ken mientras siento que una cascada de agua helada se desliza por mi cuerpo desde mi cabeza hasta la planta de los pies. Su único ojo abierto me mira con una mezcla de miedo y odio. He perdido a un compañero, he humillado innecesariamente a una persona, he ofendido a cuantos me rodean.

Ken no se merecía lo que le he hecho. Es un buen tipo, pese a que sus padres tuvieran la brillante idea de llamarlo como el novio de la muñeca Barbie. El golpe que me he llevado no es culpa suya, sino mía, por confiarme.

Mi mente convirtió el golpe en una puñalada mortal, en un aturdimiento que me dejaba indefenso y expuesto a mis enemigos. Me fallo a mí mismo, a mis compañeros, y a las víctimas que juré proteger y defender. Ahora, todos estamos muertos por mi ineptitud.

Escucho una voz que no volverá preguntarme con pena por qué me exijo tanto, que no es bueno hacerlo,…

Para no fallar a nadie. Pero lo he hecho.

Especialmente a Carl, el cual aún espera a que acepte o decline su oferta.

Me siento de mala gana y avergonzado ante él en seiza. Interiormente me doy un profundo asco.

Aún siento las manos de mis compañeros sujetándome y algo dentro de mí que intenta todavía zafarse y seguir peleando. Cierro los ojos, más por vergüenza que por otra cosa, y me concentro en mi mundo interior, donde estoy encerrando un monstruo en el dentro de una lóbrega mazmorra para que no vuelva a salir; sin embargo, la criatura me mira con ojos ígneos en los que se puede leer tatuada la promesa de que volverá.

Cuando Carl recita el dojo kun me inunda un terrible pesar y siento ganas de llorar. Es cierto, no he cumplido ninguno de los preceptos. Pero el dolor es intensamente peor porque para mí Carl no es sólo el sensei, sino un padre que me ayuda cuando no puedo más, cuando tropiezo y caigo al suelo.

Como un padre…

Noto la sal escociéndome los ojos. Aún sigo siendo incapaz de separar los párpados y mirarle a los ojos. Una zarpa de acero atenaza mi garganta. Mis labios se crispan.

Como un niño chico.

Agradezco en silencio que estemos él y yo solos.

-Sumimasen, shihan –le digo en japonés-. Perdóname por la vergüenza de este día.

Por fin logro abrir los ojos y su mirada me interroga en silencio. Me ha hecho dos preguntas y quiere saber la respuesta.

Trago saliva como puedo. Me siento temblar como una hoja mientras permanecemos en seiza.

-Están siendo unas semanas muy duras. Han sido muchas cosas seguidas… y no he sabido asimilarlas. Me he volcado en el trabajo, como siempre, para calmarme, pero lo que siento no lo puede calmar nada –respiro hondo y me recompongo-. Quiero dejar de sentir esto que me quema por dentro, quiero volverme a sentir como antes. No sé si mi paz la encontraré aquí, pero no quiero renunciar a lo que encuentro aquí cada día que entreno.

Mi mente recorre la sala, cada detalle de la madera que recubre las paredes, las armas que cuelgan de sus soportes, la luz de las lámparas, los retratos de los maestros, los sacos con el cuero quebrado y remendado para que no se abran más, los makiwaras para golpear en las clases de endurecimiento,…

Libro en silencio un combate mental contra mí mismo. La primera imagen que salta en mi mente es la mía abalanzándome sobre Carl, doblándole el cuerpo hacia detrás y golpeándole el rostro y el cuerpo con furia. Veo la sangre salir despedida por el aire. El mayor de los imposibles, porque sé que, de hacerlo, no tardaría ni un segundo en acabar conmigo.

Aún así, el deseo de la sangre es tan intenso...

Mi mandíbula se tensa. Quiero hacerlo, pero no quiero hacerlo.

Quiero, pero no quiero…

Deseo, pero no debo desear…

Respiro hondo. Controlo mi ira. Me duelen las sienes de lo prietos que tengo los dientes.

La siguiente imagen es que me pongo en pie de un salto y corro hasta los makiwaras. Comienzo a golpearlos con saña, los rompo, veo el relleno de paja de arroz saltar por los aires, las cuerdas que lo envuelven volando como hélices de helicópteros, y el dolor de mis manos ensangrentadas en las que observo, abriéndose paso por las heridas de los nudillos, la blancura de los huesos.

Vuelvo a la realidad. Sigo sin estar tranquilo. Soy un volcán en erupción. Estoy deseando pedir perdón, dejar atrás aquella última discusión, aquel último sí. Dar marcha atrás en el tiempo, enmendar los errores, decir que no por una vez, decir te quiero un último instante,…

Sin poder evitarlo, mi cuerpo convulsiona y comienzo a golpear con fuerza el tatami una y otra vez. Ojos. Todo son ojos. Mis ojos convertidos en cataratas de lágrimas, los ojos que me perdonan en mis peores faltas, los ojos que me dicen te deseo sin pronunciar palabra alguna, los ojos que me condenan y me tildan de monstruo y de culpable de pecados tales que tendría que arder en el noveno círculo del Infierno,…

Escucho un chasquido. La tela que envuelve el tatami se ha rasgado, el relleno de paja de arroz se ha convertido en una especie de nieve vegetal que cae lentamente sobre el tatami junto a la lluvia escarlata de la sangre de mis nudillos rotos. Caigo de rodillas y siento el abrazo de mi maestro que me envuelve, y el lamento que sale una y otra vez de mi boca, como una letanía interminable:

-Perdón, perdón, perdón,… -Y, en mi mente, veo los recuerdos de los últimos días que me golpean con la fuerza de un coloso, me queman las entrañas, y ni el dolor ni las lágrimas son suficientes para vaciarme.

Comienzan a dolerme las piernas del tiempo que llevo de rodillas, aunque más me duele mi alma por lo que hice, lo que pasó.

Lo que hice, lo que pasó…

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22/11/2013, 10:45
Director

Recuerdas perfectamente las siguientes palabras que pronunciaste aquel día, cómo una a una fueron componiendo la letanía del monstruo que llevas dentro, cómo confesaste tu peor pecado, casi sin pensar. Y lo que siempre quedará grabado en tu cerebro es la mirada de Carl al oir tu confesión, sus ojos clavados en ti, tratando de comprenderte, intentando saber si realmente seguías siendo tú, su alumno Pierce, o si te habían cambiado por alguna clase de criatura retorcida...

Un leve destello de luz te devuelve a la realidad, a la carretera, al coche que estás conduciendo, acompañado por completos desconocidos. Personas. Personas como tú, a las que debes entender y con las que has de aprender a relacionarte de manera normal, porque si no, jamás volverás a ser tú. En la lejanía divisas otro vehículo que se acerca en sentido contrario, el primero con el que os encontráis desde hace más de media hora, cuyos faros reflejados en el húmedo asfalto aportan algo de calidez a la fría noche. Casi parece una señal de bienvenida adonde sea que os dirigís. Sin embargo, ocurre algo extraño y totalmente inesperado: cuando el coche está a apenas quince metros de cruzarse con el vuestro, ¡enciende repentinamente las luces largas, deslumbrándoos a todos, y se salta la línea de mediana, invadiendo vuestro carril y arrojándose directamente CONTRA VOSOTROS!

Notas de juego

Javi, la vida de vuestros personajes está en peligro. Debes evitar a toda costa al loco que se os viene encima, ¡y tienes muy poco tiempo para reaccionar! Haz una tirada de Conducción (Habilidad General) para esquivar el coche que arremete de frente contra el vuestro. Repasa la sección «Fábrica de maniquíes» para consultar las reglas de las tiradas, y si tienes cualquier duda o necesitas consejo (por aquello de que es tu primera partida) pregunta, que para eso estoy. Cuando estés listo, crea un post con la tirada, escribiendo en la sección «Notas» cuántos puntos gastas y demás, para mayor claridad. Si quieres, puedes hacer alguna tirada de prueba en la Sala de espera, para quedarte mejor con la mecánica. La que importa que salga bien es esta...

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22/11/2013, 20:52
Pierce Logan
- Tiradas (1)

Motivo: Conducir

Tirada: 1d6

Resultado: 6(+2)=8

Notas de juego

He gastado dos puntos de mi reserva de Conducir. El resultado de la tirada es el siguiente:

Motivo: Conducir

Tirada: 1d6

Resultado: 6(+2)=8

Espero que nos salvemos todos con esto, ¿no?

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22/11/2013, 22:03
Director

Lo has visto venir desde el principio. Instintivamente, tus ojos recorren en un latido todo el entorno inmediato del coche que conduces, trazando un mapa mental instantáneo de los elementos que pueden influir en tu arriesgada maniobra, como los charcos que las lluvias recientes han dejado en la carretera o la dirección en la que el viento mueve la vegetación. Antes de que puedas registrar completamente lo que estás haciendo, tus manos ya están girando ampliamente el volante hacia la izquierda, pues calculas que retirarte al arcén sería un error fatal. Los neumáticos protestan con un chirrido ensordecedor cuando el coche derrapa de forma vertiginosa aunque controlada, como has visto en todas esas carreras del NASCAR que acostumbras a seguir con entusiasmo, evitando con holgura al suicida que conduce como una exhalación hacia el lugar en el que vosotros estabais hace tan solo un segundo. Pisando el freno a fondo, consigues dejar vuestro vehículo encarado hacia el sentido contrario al que seguíais hasta ahora, momento en el que el motor se cala sin que puedas evitarlo. Sin dar crédito a vuestros ojos, todos podéis ver como el otro coche se sale de la carretera, llevando a cabo un corto y frenético paseo por la hierba. Su viaje acaba de manera abrupta cuando se empotra violentamente contra un robusto árbol, con tanta fuerza que incluso rebota, saliendo despedido varios metros antes de detenerse definitivamente, a unos cuarenta metros de donde estáis ahora. Todo ha ocurrido en menos de cinco segundos.

Notas de juego

¡Bravo, Javi! Acabas de salvar el pellejo de todos. Muy bien, ¿qué decidís hacer ahora?

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22/11/2013, 22:55
Bill Törnqvist

Al ver el coche abalanzándose contra nosotros a toda velocidad, el mundo parece ralentizarse a mi alrededor, como si nuestro vehículo se hubiese sumergido repentinamente en un estanque de agua helada e inmóvil. Sé que estoy gritando, pero no logro oír más que la música que sale de mis auriculares y se traga todo lo demás. El bajo y la batería suenan huecos y lejanos, y se convierten en una inhumana cacofonía de ruidos alienígenos que choca contra mi cráneo. «Voy a morir». Ese es el único pensamiento que ocupa mi mente mientras me aferro con fuerza al respaldo del asiento de Kim y extiendo el brazo izquierdo en un inútil reflejo defensivo.

Y de pronto, Pierce da un volantazo y el coche pasa inofensivamente a nuestro lado.

—¡Hostia puta! —grazno mientras me arranco los auriculares de las orejas y trato de orientarme. El otro coche se ha salido de la calzada y se ha estrellado contra un árbol, convirtiéndose en un bonito acordeón. Gateo torpemente sobre el regazo de Luke y salgo impulsivamente del coche a toda velocidad, sin estar del todo seguro de lo que estoy haciendo, o por qué.

—¡Hijo de puta! —grito de manera estridente y descontrolada, dando pasos cortos y vacilantes hacia el vehículo estrellado—. ¡Cabronazo!

Doy un manotazo al aire y pierdo ligeramente el equilibrio, tras lo que mi cuerpo queda momentáneamente girado. De repente, como si acabara de salir de un trance, miro con ojos embobados al interior del coche del que acabo de salir. Mis brazos cuelgan a lo largo de mi cuerpo, y mis piernas están incongruentemente juntas, pegadas la una a la otra. Tengo el corazón tan acelerado que parece que vaya a saltar de mi pecho y echar a correr.

—¿Estáis... bien? ¿Qué... qué coño acaba de...?

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23/11/2013, 12:34
Kimberly Richmond

Acabo de soltarle toda mi verborrea a Pierce y la verdad es que estoy molesta por su comportamiento, permaneciendo aún de brazos cruzados y con las piernas sobre el salpicadero.Sigo mirando por la oscura ventanilla que tengo a mi derecha, haciéndome a la idea de una contestación similar a la anterior o a 5 horas de viaje en completo silencio, pero lo que ocurre en cuestión de segundos casi nos cambia la vida por completo.

Una luz se divisa en la lejanía. Qué raro. Hace un buen rato que no nos encontramos a nadie por estos lares y ya me había hecho a la idea de no encontrarnos nada hasta llegar a Happylandia, pero me equivocaba. No le doy más importancia a este hecho hasta que el otro conductor se pone en nuestro mismo carril. ¿Va directo hacia nosotros…? ¡Va directo hacia nosotros!

- ¡¡Cuidado!! –logro articular antes del desastre, pero de repente nos quedamos todos deslumbrados. El hijo de puta kamikaze ha puesto las luces largas. Me cubro con las manos para no deslumbrarme pero cada vez le veo más y más cerca. Cierro los ojos. Nunca pensé que mi vida iba a acabar de esta manera. No después de todo por lo que he vivido.

Lo siguiente que pasa no lo sé. Siento como mi cuerpo es sacudido de lado a lado del asiento con fuerza, el sonido chirriante de las ruedas, la respiración nula de todos los presentes, guardando el aliento por instinto. El tiempo parece correr a cuentagotas cuando un accidente sucede… y es precisamente así la sensación que me invade. Finalmente un sonido escalofriante, como si un gran martillo hubiera golpeado algo metálico repetidas veces en un mismo segundo.

Y como si nada hubiera pasado. Silencio. Quietud. Dudas. ¿Estoy viva o me estoy consumiendo?

Abro los ojos, con el corazón a mil por hora, escuchando que alguien del asiento de atrás ha abierto la puerta. Sé que dice algo, pero le escucho lejano, distante, como si no fuera conmigo de la misma manera que pasamos delante de los mendigos que piden una limosna porque todos tienen muchos hijos y siempre están enfermos.Mi mirada muestra que probablemente no sea aún consciente de lo sucedido, con los ojos como platos. Con las manos temblorosas, me quito el cinturón de seguridad tras varios intentos seguidos. Tanteo la puerta y la abro, saliendo atropelladamente del coche. Tras salir, me caigo de rodillas, volviéndome a poner en pie y llevándome las manos a la cabeza al ver que el coche estampado es el del hijo de puta suicida que se nos quería llevar por delante.

- Joder…

Ha sido tan… real. Es la experiencia más real y auténtica que he tenido en años. Hemos estado a punto de estamparnos contra un capullo. Sigo con la mirada las marcas de neumáticos de sendos coches y en un punto se encontraban, pero por fortuna Pierce logró maniobrar a tiempo, salvándonos la vida a todos.

- Joder…

¿Y si no lo hubiera conseguido? ¿Y si ahora estuviéramos metidos bajo el motor del otro coche en mitad de un acordeón de acero y aluminio? ¿Y si ahora estuviese con varios hierros atravesándome el cuerpo , respirando con sangre por toda la garganta y por toda la boca, haciendo grandes bocanadas como cuando un pez fuera del agua trata de aferrarse a la vida? … ¿y si ahora hubiese aterrizado 15 metros más allá del choque con mis sesos esparcidos a lo largo de otro metro y medio por delante de mí?

- Joder… -me abrazo a mí misma para intentar dejar de temblar, dejando de mirar el coche empotrado contra el árbol. Llevo mi mirada hacia Bill que parece estar de una pieza- Sí… Bien… -digo en un hilo de voz sin prestar demasiada atención a mi propia respuesta, mirando alternativamente a los que siguen dentro del coche y el siniestrado, esperando a que respondan.

Aun así, dirijo mis pasos con cuidado hacia el coche acordeón. ¿Por qué? Porque tengo la morbosa curiosidad de saber qué cara tiene un hijo de puta suicida cuando ha encontrado lo que quería.

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23/11/2013, 23:22
Eli Farrow

Elisabeth ya se encontraba lejos, su mente estaba en otro lado mientras las voces resonaban a su alrededor, ella ignoraba todo. Su mirada se detenía sin cuidado en el exterior mientras intentaba estar lo mas cómoda posible, evadirse el ayudaba.

Y entonces, paso todo.

La chica giro la cabeza al sentir la luz de frente, justo a tiempo para ver la maniobra de Logan que consigue salvarles la vida. Todo fue muy rápido, Eli se sujeto con todas sus fuerzas contra la puerta para tener un punto de apoyo, cerro los ojos con todas sus fuerzas, no podía ver eso. Siempre cerraba los ojos, como la avestruz asustada que cree que si no lo ve no existe.

Su cabeza choco ligeramente contra el cristal cuando Pierce dio el volantazo y un ligero pitido se dejo escuchar en sus oídos. Después todo era calma. Silencio, tranquilidad. ¿Había acabado todo?.

Eli se quedo quieta en el sitio y agarrada aun con fuerza al reposabrazos, como si aun estuviese en medio de todo, como si aun lo necesitase. Estaba bloqueada, la chica no se podía mover.

Pasados unos segundos se percato de que estaba conteniendo la respiración, con un fuerte suspiro dejo escapar todo el aire que tenía guardado y su pecho se contrajo, su cuerpo se relajo a la vez que soltaba la puerta. Miro a todos lados... ¿Preocupada por sus compañeros? Quizás solo estaba comprobando que de verdad continuaba allí, que de verdad acababa de pasar eso. Sus movimientos eran lentos y a duras penas pudo abrir la puerta y poner un pie fuera por culpa de los temblores que azotaban todo su cuerpo, como si estuviese muriendo de frío. La chica apoyo su espalda contra el maletero y se dejo caer poco a poco hasta quedarse sentada en el suelo, la chica estaba semi escondida detrás del coche y le daba la espalda a todo el desastre, como si así fuese a desaparecer. Se quedo con la mirada perdida durante unos segundos hasta que una lagrima se deslizo por su mejilla. Quizás del susto, quizás de alegría por seguir con vida... O quizás de pena por haberlo conseguido.

Fuese como fuese allí se quedo la pequeña Elisabeth sin moverse, agarrada a sus piernas mientras intentaba dejar de temblar y esperaba a despertar una vez mas en su sórdida cama y que esto no fuese mas que un mal sueño que añadir a la pila de los ya existentes que le perseguían a diario.

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26/11/2013, 00:54
Pierce Logan

Todo pasa a cámara lenta en mi mente. Los faros me han deslumbrado, pero las horas de preparación y entrenamiento tienen su recompensa. Es curioso cómo el tiempo se acelera o ralentiza según las situaciones.

Estoy parcialmente cegado, pero aún mantengo la visión periférica, y me concentro en ella para que sigamos vivos. Se produce como una pausa en el interior de mi cerebro y me veo repasando (voz en off incluida) las maniobras que debo ejecutar.

Entonces paso a la acción. Como tantas veces. Hoy no va a morir nadie, no en mi turno, no bajo mi responsabilidad. El coche oscila y se agita como un toro de rodeo, y nosotros somos sus jinetes. Se producen gritos en el interior de la cabina, algunos objetos salen disparados por el aire en cualquier dirección, en tanto otras parecen adherirse a sus sitios.

Escucho un fuerte impacto de fondo y mis ojos recuperan la visión lo suficiente como para poder ver los últimos metros de vuelo del otro vehículo accidentado. Bajamos del coche, cada uno a su modo.

Si soy víctima o no de alguna lesión, no lo sabré hasta que no pase un rato y los niveles de adrenalina de mi cuerpo desciendan.

Bill está de pie con las piernas retorcidas, como si hubiera girado sobre sí mismo como una peonza. Jadea, lanza imprecaciones, pregunta cómo estamos.

Kim sale atropelladamente del coche, cae de rodillas y se sujeta la cabeza sin parar de decir “joder”, se arropa en un abrazo intentando detener los temblores que la recorren. Veo que comienza a andar torpemente hacia el coche.

Eli está sentada en la húmeda hierba de espaldas al maletero, temblando mientras se agarra las piernas, con la mirada perdida.

Luke está sentado en su sitio, inmóvil, muy erguido, con los ojos en blanco y tembloroso. Ha sufrido un accidente de tráfico muy traumático en un pasado relativamente reciente. Lo he visto demasiadas veces. No tiene la reacción propia de los que lo pasan por primera vez, esa necesidad de sentirse vivos, sino que su mente lucha contra sí mismo para distinguir presente y pasado en la telaraña que el pánico ha creado en su mente.

Vuelvo a echar un vistazo a mis compañeros de viaje: no se aprecian hemorragias, ni malformaciones por fracturas o inflamaciones, y no se aprecian en primera instancia los efectos causados por algún daño interno que pudieran estar sufriendo, si es que los tuvieran.

-Vale –susurro.

Todos conscientes. Todos presuntamente bien. El protocolo indica que se han de priorizar aquellas víctimas que han perdido la consciencia.

-¡Voy a ver si hay supervivientes! ¡Que alguien llame al 911! ¡Estamos en…! – y digo las indicaciones que leí en el último cartel que vimos, calculando tiempo aproximado transcurrido más velocidad media.

Espero que sirva para localizarnos. Y, sobre todo, que haya cobertura. Hace rato que falló el GPS, pero siempre puede pasar que se recupere inesperadamente por el paso de un nuevo satélite por el área.

Me giro al otro coche y comienzo a correr en su dirección. He vivido esta situación tantas veces (y mucho peores, como la vez que me tuvieron que excarcelar, tiroteo desde el interior del amasijo de hierro al exterior contra los pandilleros que perseguía incluido) que el miedo me afecta de otra manera.

No siento miedo, sino ira. La adrenalina me sale por los poros.

Mi monstruo ruge, me pide su cuota de sangre.

Ha estado a punto de matarnos. ¡Acaba con él!”, me increpa.

Mientras me acerco al amasijo arrugado que queda del otro vehículo (el cual me recuerda a uno de esos pequeños acordeones que se ven en las pelis antiguas de marinero), mi mente vuelve a desplegar, instintivamente, todo mi entrenamiento.

Extremar medidas de auto protección, modo de acercarse con seguridad al vehículo, control del interior,…

No sé si el piloto ha sufrido un infarto (lo que explicaría el fogonazo de largas, el volantazo y la pérdida del control de la marcha), si se trata del algún cliente de mi empresa (y gente que me quiere ver igual que a Leonidas tras las Termópilas no me faltan), o si se trata del algún conocido de mis compañeros de viaje (todo el mundo ha tenido malas compañías en uno u otro momento de sus vidas, incluidas ex parejas celosas, enemigos del trabajo o los estudios, y cualquier otra variante que la mente humana pueda diseñar).

Si hoy muere alguien, no va a ser ninguno de mis acompañantes.

Hoy no. No mientras yo esté aquí.

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26/11/2013, 02:14
Director

No podéis creer lo que os acaba de suceder. Con el corazón a punto de saliros por la boca, lo primero que notáis al abrir las puertas del coche y salir al exterior es el frío húmedo de la noche y la asfixiante oscuridad que os envuelve. Algunos estáis más desorientados que otros, y de forma comprensible, a la mayoría de vosotros os cuesta unos momentos reaccionar y decidir qué hacer, excepto a Pierce, que parece tener bastante experiencia en este tipo de situaciones y saber exactamente de qué manera actuar. O tal vez solo haya puesto el piloto automático, su manera particular de enfrentarse al impacto emocional del acontecimiento. Sin embargo, lo que más os llama la atención a todos es el fuerte olor a gasolina que os llega, incluso a la distancia a la que os encontráis del coche accidentado. En el pegajoso silencio nocturno, solo tardáis unos segundos en oír un sonido borboteante, parecido al chapoteo de una manguera abierta, que procede del otro vehículo, un SUV de un color oscuro indeterminado. Es entonces cuando os percatáis de que el depósito se ha roto y está regando gasolina por todo el suelo, empapando completamente la hierba que rodea el coche. Un leve sonido de chisporroteo os hace comprender que el destrozado motor está en cortocircuito, y que solo es cuestión de tiempo que alguna chispa prenda el combustible y convierta el SUV en un infierno... ¡con el conductor, si es que sigue vivo, todavía en su interior!

Notas de juego

Vosotros diréis. Podéis hacer lo que se os ocurra, pero el tiempo corre. ¿Os arriesgaréis a sacar al conductor (o lo que quede de él) de dentro del coche, o por el contrario lo dejaréis a su suerte, limitándoos tal vez a llamar a la policía?

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26/11/2013, 14:40
Pierce Logan

Siento mi cuerpo pesado, moviéndome a cámara lenta mientras el mundo parece querer ir más rápido. Maldigo en silencio.

¡Corre, corre, corre!

La última vez que me examinaron de aptitud física, cubrí los cincuenta metros lisos en un más que respetable 6’7. Y aquí no hay tanta distancia.

Mis pies comienzan a bailar claqué para frenarme mientras mi mano va directa al bolsillo del pantalón y saco mi linterna. Las luces LED iluminan el vehículo, por con los chispazos que saltan del cableado de la batería casi no hace falta.

No veo el morro pero presupongo los daños. Carter destrozado, bloque motor retrotraído, y los chisporroteos me advierten que la batería está muy tocada. El olor a gasolina que inunda el aire me dice que la lengua silenciosa se va extendiendo lentamente por el suelo. La tierra absorberá una parte, pero no por ello deja de ser inflamable.

Ilumino al interior en busca de supervivientes y rezo porque no caiga al suelo un trozo de plástico o metal incandescente.

Mientras controlo la apariencia exterior del coche. Está siniestro total. Si el bloque motor ha entrado en la cabina, del piloto no quedará más que pulpa. Habría que excarcelar a quien/es siguieran con vida en el interior.

Y creo que podría doblar lo suficiente el marco de las puertas para efectuar la extracción del/los herido/s.

-¿Hay alguien ahí? -grito con fuerza-. ¿Estáis bien? ¿Podéis oírme?

Lo lógico es que, si queda alguien ahí dentro me mande a la mierda, pero a veces estas putas preguntas alivian el dolor y devuelven la confianza de los heridos.

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26/11/2013, 16:26
Director

El haz de luz de tu linterna te permite tener un atisbo del interior del vehículo siniestrado, que está inundado de cristales rotos. Cuentas a seis personas en los asientos, aunque ninguna de ellas está consciente. Los rostros de la mayoría de los ocupantes están ensangrentados, y lo cierto es que no sabrías decir si alguno de ellos ha sobrevivido al brutal impacto, aunque no puedes advertir muchos detalles desde donde estás sin abrir alguna de las puertas e inspeccionarlo más de cerca. Evaluando el caótico interior del coche, te da la sensación de que, a pesar del aparatoso accidente, no sería muy difícil extraer a los pasajeros en caso de que quisiérais intentarlo. Sin embargo, el terreno inundado de gasolina y las chispas procedentes del motor te recuerdan que deberíais daros prisa en hacerlo... si es que estáis dispuestos a poner vuestra seguridad en peligro para rescatarlos.

Notas de juego

¡Vamos! Necesito que todos me digáis qué hacéis. ¡El tiempo apremia! Tic, tac, tic, tac...

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26/11/2013, 17:09
Bill Törnqvist

Aunque el sentido común me dicta que no debería acercarme a un coche que amenaza con explotar, la curiosidad es más fuerte. Me asomo desde detrás del hombro de Pierce y miro el interior del vehículo, tratando de imaginarme qué aspecto tendrán los accidentados antes de verlos.

—Joder, menudo desastre... —susurro con una expresión facial que denota cualquier cosa menos horror. Dentro del vehículo hay seis cuerpos ensangrentados, y no puedo evitar contemplarlos con morbosa fascinación, como quien contempla un animal muerto mientras es devorado por los gusanos. Me pregunto si habrán sufrido, si habrán tenido tiempo de darse cuenta de que su muerte se acercaba... si esta misma mañana pensaban que por la noche yacerían convertidos en sacos de carne.

Aunque... a lo mejor no están muertos. Sí, también cabe esa posibilidad. Tal vez su hora no haya llegado todavía, y nosotros tengamos el poder de arrancarlos de las garras de la muerte.

Me doy cuenta de que llevo un tiempo con el teléfono móvil en la mano y sin llamar a nadie. Marco el 911 sin ni siquiera comprobar si el aparato tiene cobertura.

—Sí, hola, hemos sido testigos de un accidente... —empiezo a ensayar para mis adentros mientras el teléfono lucha por dar línea. Debo de parecer un tarado.

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26/11/2013, 17:28
Kimberly Richmond

Sigo sin creerme realmente que todo esto está sucediendo. Íbamos tan “tranquilos” y de repente todo cambia. De ser un viaje sin más historia se vuelve en un trágico accidente.

Mis pasos siguen dirigiéndome hacia el coche, pero en mi cabeza una escena de mis sueños se va reviviendo ajena durante unos instantes a la maldita realidad. Al igual que en mi sueño, camino hacia un lugar; me llaman. Siento la llamada y acudo a ella ya que fuera de los sueños soy incapaz.

Repentinamente, una bala pasa por mi lado y me saca de mi estúpida ensoñación. Es Pierce. Parece que es el único que tiene un poco de idea de qué hacer en estos momentos. El ambiente es húmedo, frío, pero no me pasa desapercibido ese olor pringoso e intenso de la gasolina. Pierce pide que llamemos a emergencias. Miro mi móvil por si tiene señal aunque no albergo mucha esperanza ni en mi cobertura ni en la supervivencia del tipo del coche. Bill llama o intenta llamar a emergencias por lo que guardo mi móvil.

Me acerco rápidamente al coche siniestrado y me doy cuenta que no es un conductor suicida sino que es un coche repleto de gente. Cinco o seis ocupantes llenos de sangre. Por cómo está actuando Pierce, creo que va a hacerse el héroe.

- Llamaremos a emergencias, pero apartémonos del coche; se puede incendiar en cualquier momento –le digo mientras retrocedo para ganar un margen de “seguridad” por si al coche le da por explotar para terminar de jodernos y llevarnos por delante.

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26/11/2013, 17:40
Pierce Logan

Me meto la linterna en la boca y ataco como una fiera la puerta, que se queja y rechina un par de segundos antes de saltar de sus goznes. La pongo en el suelo y me monto encima; si la mantengo debajo de mí y prende el fuego, puede que gane medio segundo para correr y alejarme lo que pueda de la explosión. Serán unos siete o diez metros de carrera, si llegan, pero menos es nada, y me pueden salvar la vida si es necesario.

La luz titilante de la cabina me hace sonreír durante un breve instante. Puedo guardar la linterna en mi bolsillo y operar a dos manos, más libremente. No obstante, la sonrisa es efímera como una dosis en la mano del adicto.

El panorama es desolador: son seis y es difícil identificar en algunos casos el sexo porque están recubiertos de esa oscura melaza que es la sangre humana cuando salta fuera de su envoltorio natural.

Todos inconscientes, todos inmóviles. No puedo decir quién respira ni quién ha podido dejar de hacerlo.

Busco rápidamente a tientas en mi cintura mientras la mano izquierda, libre, comienza a forcejear con los cinturones de seguridad. Siento el tacto del polímero rugoso en mi palma, y el beso delicado y pulcro del metal en mi dedo.

El movimiento sale solo, el chasquido de la extensión de la hoja es inconfundible.

Doy un tajo rápido y libero a los dos primeros de sus ataduras. No voy a perder tiempo en efectuar la maniobra lateral de extracción ni a inmovilizar los cuellos para prevenir mayores lesiones.

No hay tiempo.

Rezo para que mi tabla de surf improvisada no me juegue una mala pasada, y no lo hace. Se ha hundido parcialmente en la tierra embarrada de combustible.

Como puedo, me los cargo a ambos sobre los hombros y doy unas veinte ancadas en dirección a nuestro coche. Kim es la más cercana y la única que parece cuerda ahora mismo. Me ha parecido escucharla hablarme desde fuera del vehículo, pero no le he entendido nada. Sólo se escuchas chispas, crujidos y mis latidos dentro de esa cabina.

Bill está con el teléfono en la oreja, pero no sabemos si hay cobertura o no. Eli sigue en el suelo, y Luke aún permanece dentro del coche.

-¡Necesito ayuda! –les grito-. ¡Ponedlos lo más lejos posible del coche!

Voy tan acelerado que ni me paro a ver la reacción o qué me dicen. Los suelto bruscamente sobre la hierba húmeda por la niebla y me vuelvo a dirigir corriendo hacia el coche. No sé de cuánto tiempo dispongo antes de que ese cocktail molotov a motor explosione y pueda acabar con todos nosotros.

Pero no se lo voy a permitir. Hoy no morirá nadie si puedo evitarlo. Que me llamen héroe si quieres, me da igual. No sé vivir mi trabajo de otro modo.

Aún quedan cuatro personas dentro.

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26/11/2013, 17:54
Eli Farrow

Elisabeth se incorpora rápidamente cuando ve a Pierce intentando sacar a la gente del vehículo siniestrado. Da un paso hacia delante, decidida. Pero no puede, algo se lo impide. El miedo irracional que tiene a todo lo que la rodea mantiene a la chica quieta, se queda allí, petrificada, observando el espectáculo sin ser capaz de moverse.

Después de unos segundos, los justos para que Logan pueda empezar a sacar a la gente la niña al fin se decide y parece que sus miedos se disipan mometaneamene. Empieza a ver la realidad, todo demasiado surrealista para ella. Lo mas rápido que puede se acerca a Logan y tiende su mano para que deje a las personas que lleva con el al cuidado de ella, las acompaña a lugar seguro y deja que sea Pierce quien vuelve al otro vehículo para seguir sacando a los que faltan.

Se queda al margen con los que ya ha sacado, esperando. Es entonces cuando nota el olor a gasolina y comprende lo que puede ocurrir.

Eli se lleva una mano a la boca para tapar el suspiro de agobio que estaba a punto de dejar escapar y alarga la otra, como si con ese gesto inocente e inútil fuese capaz de tocar la espalda de Logan, para advertirle.

-Cu...Cuidado... Susurra por lo bajo.

Notas de juego

Si, Eli es un poco inútil.

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26/11/2013, 18:04
Director

Pierce, mientras ves cómo Bill trata de llamar inútilmente a la policía desde su teléfono sin cobertura, tú consigues llegar hasta el coche y te metes de nuevo como un carroñero rebuscando en las entrañas de su presa. Empiezas a lidiar con el cinturón de seguridad de una tercera víctima, una joven de color, de entre veinte y treinta años, cuyo antebrazo, que cubre parcialmente su cara, sangra profusamente. La sujetas como puedes y tiras de ella, pero es entonces cuando descubres que su pierna derecha está atrapada bajo el asiento que tiene delante. Y entonces, por el rabillo del ojo, lo ves: ¡una chispa del motor acaba de caer sobre el mar de combustible! Parece que pasa una eternidad de silencio entre el momento en que la chispa toca el viscoso fluido y el espectáculo que sigue. Súbitamente, una inmensa llamarada se extiende como un océano de fuego que lo consume todo. ¡Y entonces, el coche estalla en llamas!

Notas de juego

Pierce, tu segunda tirada de la noche, esta vez de Atletismo o Huida, la que prefieras. Más te vale sacarla, y procura mantener la cabeza fría... XDDD

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26/11/2013, 19:40
Pierce Logan
- Tiradas (1)

Motivo: Huida

Tirada: 1d6

Resultado: 2(+5)=7

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26/11/2013, 23:29
Director

La noche se tiñe de rojo en un segundo. Durante un instante, la conflagración parece iluminar toda la carretera. Mil lenguas de fuego ascienden a más altura de la que todos creíais posible, queriendo reunirse con el abrazo del cielo negro. Oscuras nubes de humo alquitranoso envuelven metal, carne y fuego como las alas de un enorme murciélago de muerte. Horrorizados y sobrecogidos, no podéis dejar de contemplar tan dantesco espectáculo, probablemente uno de los más terribles que hayáis visto jamás. Y entonces, al cabo de unos momentos en los que el tiempo parece haberse congelado entre el inclemente frío de la noche y el sofocante calor de las llamas, lo notáis. Un inconfundible olor asalta vuestros senos nasales, un hedor repugnante y espantoso. Carne quemándose. Dentro de ese infierno de hierro negro y retorcido hay personas ardiendo, y vosotros lo estáis viendo.

Pierce, el sabor de la tierra se mezcla con el de la sangre cuando levantas la cabeza del suelo. Recostado de lado sobre el barro del arcén, a escasa distancia del círculo de fuego trazado por la gasolina ardiente, no puedes dejar de observar absorto la danza de las bailarinas rojas de la muerte que te han arrebatado el triunfo. Ni siquiera sabes cómo lo has logrado. Hace apenas unos segundos, la puerta del vehículo que habías arrancado a modo de salvavidas estaba siendo engullida por el fuego. Recuerdas haber soltado a la mujer negra del interior del coche y saltar con todas tus fuerzas, con el vigor que solo la certeza de la propia muerte puede conferir. Aterrizaste justo en el límite del charco de gasolina, y rodaste sobre ti mismo unos cuantos metros antes de detenerte. Lentamente, te pones en pie, limpiándote el barro medio cuajado de la barbilla, lamiendo las heridas de tu propio orgullo. Has fallado, y no puedes hacer otra cosa que ver el coche arder como una tea.

Súbitamente, todos cobráis consciencia plena de la importancia de lo que acabáis de vivir. En pocos segundos, habéis estado a punto de mataros cuando otro coche se ha abalanzado sobre el vuestro, habéis presenciado un grave accidente, y ahora mismo estáis siendo testigos de cómo cuatro personas, vivas o muertas, se están quemando en el interior del vehículo...

¿Cómo podréis sobreponeros al impacto?

Notas de juego

Pues eso mismo me pregunto. Por favor, haced todos una tirada de Estabilidad para ver qué tal os enfrentáis al trauma. La pérdida potencial es de 4 puntos (es decir: si falláis, perderéis automáticamente 4 puntos de vustra reserva de Estabilidad). La pérdida potencial para Luke LaPonte es de 5 puntos, dada su experiencia previa y su especial sensibilidad a los accidentes de tráfico. Hay ciertas reglas especiales únicas, que os resumo a continuación.

En primer lugar, la dificultad de las tiradas de Estabilidad es siempre 4, a menos que se indique lo contrario; normalmente, un suceso más traumático no incremente la dificultad, sino que empeora la pérdida potencial.

Si lo deseáis, podéis decidir mejorar vuestra tirada gastando de antemano una pequeña cantidad de vuestra reserva de Estabilidad (como en cualquier otra tirada), con la esperanza de que ese gasto os ayude a superarla. Si tenéis éxito, solo habréis perdido esos pocos puntos que hayáis invertido. Sin embargo, si falláis la tirada igualmente, sufriréis la pérdida potencial en su totalidad además de los puntos que hayáis gastado previamente, empeorando las consecuencias. Si no gastáis ningún punto y lográis pasar la tirada, perderéis 0 puntos de Estabilidad: saldréis psicológicamente indemnes.

Espero que lo hayáis entendido. Dudas en la Sala de espera, por favor. Y ánimo... Estaréis más o menos bien hasta que vuestra Estabilidad quede reducida a 0 o a negativos, momento en que empezarán a pasar cosas muy divertidas...