Partida Rol por web

Una vez determinados los primeros avances de la composición del reino era cuestión de seguir el camino. Los días transcurrieron escuchando la verborrea del arquitecto, que contrastaba con el mutismo de Kessen.

- Un gobierno compartido, yo eso no lo he visto nunca. Si no me vais a dar el puesto de general, puedo dedicarme a algo como el guardián*. Puedo mantener la seguridad en todo lo que será Thornhold. 

Comentaba el noble un poco disconforme con la idea. Por otro lado, Ko asentía a lo que decía Sulmavate pero no entendía que estuviera participando en ese asunto de la ciudad humana.

- Sólo suena bien el título de tesorero. ¿Hay alguien para el título? Hará falta una cámara del tesoro y un guardián, a quien habrá que alimentar bien. - Indicaba el pequeño draco sugiriendo una función adecuada para él.

Unos días después los colonos habían llegado hasta la fortaleza y se ponían manos a la obra, no sólo en las reparaciones que necesitaba el lugar, una limpieza de zombies que aún permanecían dormidor al sur sino además había que comenzar con las plantaciones o acabarían muertos de hambre.

El grupo dejó a Argalis al cargo y marchó en busca de los kobolds. Al llegar hasta las colinas, los kobolds permanecían en el mismo lugar y Escamahollín no tardó en recibirlos en su rústica sala del trono.

- Saludos... hacía tiempo que no sabía de vosotros. Vamos a hacer unos asados en vuestro honor.

El kobold evaluó con la mirada al grupo, un tanto intrigado.

De nuevo estaban allí, ante los hombres dragón, primos lejanos de Sulmavate, o al menos hasta que Eren descubrió que el nombre de su raza era kobolds y que su parentesco con los enormes dragones era vago y lejano.
Tras los días que dedicaron a elaborar un plan para establecer un asentamiento en el viejo fuerte de Lord Venado, el grupo partió a seguir explorando la región del Cinturón Verde. Pero primero tocaba visitar a sus viejos aliados, los kobolds escamahollin.
- Un placer volver a veros, escamahollines. Ese asado suena bien... - Comentó el clérigo esperando que no hubiese conejos de por medio y comenzar una guerra con sus aliados.
- Venimos a informaros y renovar nuestra alianza. Como los Héroes del Cinturón Verde que somos, hemos decidido formar un asentamiento en el viejo Fuerte, al Sur de aquí. Será nuestro hogar y un enclave humano importante en la región. También conectaremos una vía de comunicacion con el puesto fronterizo del Norte de la región. Es posible que os topeis con caravanas de humanos por dicha zona y os lo comunicamos para evitar conflictos. Nosotros, por nuestra parte, informaremos a los nuestros de no interferir con vosotros, los escamahollin. La idea es que todos continuemos viviendo en paz y armonía... - Añadió el feronies.

El caballero sonrió a las objeciones de Kessen. Al noble no le faltaba razón, pero también creía que en esta ocasión se daban circunstancias excepcionales.

- Noble Kessen, seguro que no has visto nuca un gobierno por acuerdo y sin embargo algunas partes de los asuntos de gobiernos se dirimen por medio de un Senado. Trata de ver esto como un Senado de poderes ampliados. Creo que aquí están sucediendo acontecimientos extraordinarios y es posible que lo no convencional sea adecuado. El cargo de Guardián me parece uno hecho a tu medida, ya que proteger a esta gente será una de tus responsabilidades. -

Las palabras del draco hicieron sonreír a Ser Auris interiormente. El pequeño y holgazán reptil pedía nada más y nada menos quedarse ocioso en el asentamiento mientras engordaba a costa de los impuestos. Una actitud muy típica de un dragón, aunque fuera diminuto. Sulmavate se encargaría de convencer al pequeño y útil draco, esperaba.

Al llegar al asentamiento kobold observó como Eren se dirigía a ellos de manera adecuada, pero juzgó que era mejor esperar esa celebración y el asado antes de profundizar en aquellos asuntos.

Es el instinto del dragon, pensó Nihljem al escuchar a Ko hacer su proposición, Como guardian no encontrariamos ninguno mejor, dijo divertido, el problema seria cuando se necesitase sacar oro del tesoro, y alguna vez necesitaremos el oro.

Dejo discurrir los dias mientras recordaba los hecho acaecidos durante la exploración del cinturon verde. Ya que no tenia que cartografiar la zona, se dedicó a tomar notas sobre las plantas y fauna que iban encontrado, mientras hacia un bosquejo de notas para una futura autobiografia, no vayamos a fundar un Reino imperecedero y nuestros descendientes quieran saber de sus inicios y encuentren las memorias de Eren o Ser Auris. Nonono.

Al ser recibidos por el Kobold, dejó a Eren hablar, aunque le pareció bien lo que decia Eren, le faltaba algo Y recuerda Nihljem, los Reinos no tienen amigos, sino intereses comunes se dijo a si mismo.

- Evidentemente Gran Escamahollin, este trafico de mercancias ha de ser beneficioso tanto para los Kobolds como para los Humanos. Si vuestra gracia lo permite, enviaremos una caravana cada mes para comerciar, dijo mientras mostraba las palmas de sus manos al kobold, vuestras necesidades de mercancias del exterior las podremos cubrir con la nueva ruta, bajó un poco el tono mientras seguia hablando y en poco tiempo tambien tendremos comida, que en caso de hambruna compartiremos con nuestros vecinos Escamahollin.

- Hemos ordenado que en estas tierras no se asiente ningun colono, respetando el territorio de los Escamahollin, por lo que ahora podemos celebrar con ese asado la fundación de Thornhold y la amistad entre Grinland y los Kobolds de Escamahollin

Kesten asintió aceptando el puesto de guardián si tenían el gusto de ofrecérselo. No parecía precísamente su ocupación favorita pero por otro lado parecía satisfecho de poder tener un cargo.

- Entonces así sea. Me dedicaré a guardar Thornhold.

Había pasado de vigilar un simple puesto comercial a una futura ciudad. Tampoco era mal cambio.

En las tierras Escamahollín, su líder atendió a la proposición de los humanos.

- Un asentamiento tan cerca de mis tierras. ¿Una caravana al mes decís? Si recordáis, acordamos que habría que pagarme por pasar por mis territorios. Así que se me tendrá que dar un pago, de mil monedas al mes. Si no es así nuestro pacto no se estaría cumpliendo.

Los kobolds cercanos al advertir que su líder adoptaba un tono más duro prestaron atención, como si estuvieran dispuestos a luchar.

Sulmavate no se sorprendió, en parte, por la petición del lider de esta pequeña tribu, tenían esa inocencia y egoismo que daba el desconocimiento de la vida... Tendría que hacer algo para evitar que los kobold fueran exterminados o desplazados de sus tierras... pero el lider no parecía especialmente receptivo...

Mi gran amigo. Comenzó Sulmavate en dracónico. ¿Podemos hablar en privado?. Preguntó haciendo un gesto que englobaba a su grupo y al própio lider.

Ko, no te sseparess de mi, estass criaturass sson impredezzibless.  Le susurró en común a su compañero mientras tanto.

Cuando pudo hablar con el jefe de la tribu, continuó la conversación... Creo que no habéis pensado bien vuestros planes de expansión. Cuando tengáis tantas tierras, no te quedará más remedio que poner puestos de avanzada esparcidos por todas ellas para vigilarlas, esos puestos crecerán, y el lider de cada uno de ellos luchará y maquinará para ocupar tu puesto, y vivirás en constante peligro de que acaben contigo.... y en el mejor de los casos serás simplemente un jefecillo más entre todos los que habrá. Sin embargo si os quedáis en las tierras que ocupáis, serás el Rey Kobold indiscutible de estas tierras, y todos te adorarán... Además, nos aseguraremos de que ningún extranjero venga a tratar de acabar con tu poder. Entre otras cosas, pensó el hombre reptil, por que tendría que atravesar nuestras tierras y los humanos son muy suyos con eso de permitir que otros vaguen por sus fronteras...

Tras estas palabras, quedó en espera de ver que reacción causaban en el Kobol.

Al clérigo no le gustaba en absoluto esos humos que se gastaban los kobolds. Ellos solos podrían con toda la tribu, llegado el caso de un combate. No obstante, su sabiduría y experiencia le decía que debía guardar silencio y morderse la lengua. Ya había metido la pata en varias ocasiones y esperaba que las dotes de Sulmavate, unidas a su raza, hiciesen el resto. Como primo lejano de aquellos pequeños reptiles bípedos, el arquero del grupo tal vez podría mediar con los seres de escamas, antes de que corriera la sangre.

Los kobolds advertían que la situación no era muy amistosa. El clérigo del conejo que no quería asar además les miraba raro. Ellos miraban a su mascota deseando poder incluirla en el menú de la cena.

Escamahollín se había apartado de los demás para escuchar al enorme ser serpentino.

- No te equivoques, puedo crear esos emplazamientos y los kobolds me jurarán obediencia, así que el que se rebele será ejecutado por traidor. Todo el territorio es mio y lo puedo distribuir como quiera. Ahora bien, si lo que sucede es que lo queréis para vosotros, entonces me lo tendréis que comprar, pagadme 50.000 monedas de oro y me quedaré como rey de este río, desde su origen hasta el cruce. Me reconoceréis como monarca y no se me atacará por ningún motivo. Cobraré impuestos a quienes lo quieran cruzar y no se podrá pescar en él porque de él viviremos los kobolds.

Fue indicando lo que parecían sus condiciones.

El paladín se estaba impacientando. Es evidente que la codicia reptiliana del gen que compartían con las enormes sierpes salía a flote en esta situación. Habían venido con la intención de reconocer a los kobolds ciertas prerrogativas y poco menos que se creían dueños de todo un reino. Era hora de devolverles a la realidad, y lo hizo hablando en dracónico para que no perdieran detalle de sus palabras.

- Tu acuerdo es un insulto y un burdo intento de robarnos. Con los súbditos que tienes aquí no podrías ni controlar el río, mucho menos todas las tierras que se extienden al sur del mismo y que reclamas de manera fraudulenta. Si las exploráramos encontraremos allí con seguridad habitantes y peligros de los que nada sabes y de los que nada te preocupas y desde luego a los que allí se encuentren no tienes arrestos de pedirles ni una moneda de cobre, seguramente porque los temes.

A lo máximo que llegaremos es a dejarte a cargo del río y las tierras de tu aldea, y cobrarías un impuesto razonable a quien pase el río. Monarca de tu gente seas, o el título que quieras atribuirte, pero para otras gentes serás el Señor del Río* y sus pasos, en equidad con el gobierno de Thornhold. No se te puede prometer no atacarte por ningún motivo ya que si deshonras nuestro pacto serás medido por el rasero de nuestra ley, no estarás por encima de ella. Si la pesca es vuestro modo de vida será respetado por el resto, y os podéis convertir en dueños del pescado que os sobre y comerciar con él para abastecer otras comunidades.

Esa es nuestra mejor oferta, subir más de eso sería abusar de nuestra confianza, contando con que os salvamos de vuestro peor enemigo y además tú Escamahollin eres jefe gracias a nosotros. Te daremos un tiempo para pensar la oferta. -

La maldad que anidaba en el corazón de los kobold salía a flote y Ser Auris veía un peligro inminente para los pobladores de Grinland en ellos, más tenían la oportunidad de vivir en paz, estaba por ver si la aprovecharían.

El kobold pareció disconforme con las palabras del paladín, pronto entrecerró los ojos.

- Cómo que el señor del río, yo soy el señor de todo lo que hay hacia el sur. Así lo pactamos y ahora queréis romper nuestro acuerdo. No estáis pensando con certeza. Las tierras son mías y si las queréis me las tendréis que comprar. Conseguid 50.000 monedas de oro y entonces serán para vosotros, salvo el río, mientras tanto son de mi propiedad. Esos envíos de mercancías, si pasan por mis tierras me tendrán que pagar. Si no tenéis dinero, entonces quedaos al norte, es así de sencillo. Pensadlo y decidme qué vais a hacer.

Escamahollín no semejaba tener miedo, el resto de kobolds estaban atentos a lo que sucedía.

- Si queréis menos tierra, podemos acordar un precio. 3000 monedas por zona. Como veis soy un Rey dispuesto a daros las oportunidades necesarias. Si no fuera así me habría aprovechado de nuestra superioridad numérica.

- ¡¡¡Esto es un ultraje!!! ¡¡Ya he oído suficiente!! - Gritó el clérigo, que ya no aguantaba ni un minuto más aquella estúpida conversación con los kobolds.

- Escamahollín... Como los Héroes del Cinturón Verde que somos trajimos la paz, no solo eso... Incluso os ayudamos a acabar con la amenaza de aquel falso chamán que dominaba a todo vuestro clan. No es este el tipo de gratitud que esperaba por parte de los koblds... ¡No pagaremos una sola moneda! Los humanos viajarán desde el Puesto Fronterizo hasta nuestra nueva capital sin pasar por tus tierras, tenlo por seguro. Pero me temo que no eres el amo y señor del Sur de estas tierras. Hay más peligros y fuerzas superiores a ti y tu clan en esa región. Nosotros las enfrentaremos y traeremos la paz. Seguro que te será provechoso... Así que piénsatelo mejor antes de enemistarte con nosotros... - Proclamó cruzándose de brazos.

Sulmavate empezaba a adivinar como acabaría esto... el líder de los kobold estaba empezando a mostrar mucha más confianza en sus capacidades que sensatez, y demasiada ambición como para preocuparse por el bienestar de su tribu. Él ya había hecho lo posible por intentar llegar a una salida pacífica al asunto, e intuía que no había sido suficiente...

Tratando de no perder visibilidad hacia ninguno de los kobold que les rodeaban, asió con firmeza el arco, dispuesto a acabar con cualquier amenaza para su grupo. 

Ko. Llamó a su compañero. Ven aquí, quizá esto se ponga movido. No pretendía amenazar a sus anfitriones, pero esto les avisaría de qué pasaría si seguian por ese camino.

El kobold ya se había impacientado con aquellos humanos y aliados, que eran incapaces de ver que allí dentro no tenían opciones de ganar. Estaban rodeados así que con sus lanzas darían buena cuenta de ellos.

- Habéis roto el pacto, ahora en consecuencia me erigiré señor de todas estas tierras. ¡Atacad!

Los kobolds parecían estar esperando el momento y raudos corrieron hacia vosotros para encontrarse con la dura realidad. El grupo de héroes del cinturón verde tenía demasiada armadura y experiencia como para que unos pequeños reptiloides pudieran hacerles frente. Los oponentes trataron de hacerles sombra inútilmente pero se pudo ver al instante que estaban destinados a perder, incluso siendo cuatro por cada uno de ellos.

El Cazador arrugó la nariz al ver a donde desencaminaba aquello. -Mwrtg.- Expresó su desagrado y sus innegables ganas por acabar con aquello pronto.

Con un ademán de la cabeza miró a sus compañeros y luego señaló con la barbilla a su líder con aspiraciones a algo más. -Murgt.- Comentó a sus compañeros expresando su deseo de acabar con Escamaollín sin necesidad de aniquilar a toda la tribu. "Con su líder muerto se pensarían dos veces en romper su pacto." Apretó con fuerza el martillo mientras ponía cara de pocos amigos, o su cara normal... era difícil de distinguirlas.

El paladín sacudió la cabeza mientras desenvainaba la espada y enarbolaba su escudo. Había pesar en su actitud ya que no se resignaba a acabar con una tribu entera por las ansias de poder de su líder. No le pasaron desapercibidos los gestos de VukVard y captó rápidamente su idea. Y sólo uno de ellos era adecuado para esa tarea, sin duda el reptiliano Sulmavate.

Se adelantó un paso mientras alzaba la espada.

- ¡Alto! Gran Escamahollín no condenes a tu pueblo, si eres el líder que dices ser lucha por tu puesto y así demostrarás si eres digno o debes dejar que otro más grande ocupe tu lugar. -

Ser Auris señala a Sulmavate con su hoja en una demostración de quién asumiría ese puesto. No sabía si su reptiliano compañero estaría de acuerdo con sus palabras, pero comprendería que era el único con aptitudes para el cargo.

Los kobols parecían listos para llevar a cabo la orden de su líder y todo indicaba que lo veían como algo asumible. En cuanto Escamahollín dio la orden, los seres reptilianos apuntaron sus lanzas y con gruñidos se prestaron a atacar.

Antes de comenzar sus cargas, Sulmavate preparó con velocidad el arco, retrocedió un paso y sin dar tiempo a ninguna otra reacción, atravesó el pequeño cuerpo del caudillo con una de sus temibles flechas. No le había dado muerte todavía, cuando el draco, Ko, tomó aire y lanzó una helada ventisca en dirección a los enemigos, incluyendo el jefe, quien la recibió de pleno cayendo muerto a la vez que los dos kobolds que tenía detrás suyo. Había terminado de fulminar a Escamahollín y los que parecían sus dos guerreros más poderosos.

Los reptilianos entonces se asustaron tras la demostración de poder. Uno de ellos cambió de planes, tomó una javalina de su espalda y la lanzó. Los demás imitaron el gesto, sin embargo todas esas armas casi no lograron superar la armadura de los héroes, apenas hiriendo a Nihljem, Auris y Sulmavate. Los kobolds entonces echaron a gritar.

- ¡¡CORRERRRRRR!!

Gritaron dos o tres de ellos perdieron la moral en el acto, anonadados ante las minúsculas opciones que tenían de victoria.

Viendo como los kobolds se disponían a atacar, Eren sacó a Mournblade, que estaba siempre dispuesta y con el filo preparado para lo que mejor sabía hacer. Pero de pronto, sus planes se torcieron al ver como Sulmavate acababa con la vida de Escamahollín, antes que pudiera hacer nada. Era lo bueno de las armas a distancia y lo malo, al mismo tiempo. Todo dependía del prisma desde el que se mirase.

Con todo y con eso, viendo que algunos de esos pequeñajos verdes seguían tratando de dar guerra, el clérigo no lo dudó y dando un paso al frente, se dispuso a canalizar la energía negativa de su deidad, tratando de que no acertase a sus camaradas.

- ¡Muy bien, si aún queda un kobold tan tonto como para atentar contra nuestras vidas, que prueba la ira de Feronia! - Exclamó, al tiempo que desataba una oleada de fuerza canalizardora que hizo saltar por los aires a los más cercanos al lugar e hiriendo a muchos en el proceso.

El paladín embraza su escudo y si algún kobold se acerca con intenciones hostiles trata de golpearlo con el plano de su espada para dejarlo sin ganas de luchar más mientras eleva la voz hablando en dracónico. No cree en que exterminar un pueblo sea la mejor manera de sobrellevar las cosas sin al menos darles una oportunidad de adaptarse bajo un liderazgo más adecuado que la de un codicioso lider.

- ¡¡ALTO!! Vuestro líder ha sido derrotado por un semejante de mayor poder y de mayor altura, aceptad a Sulmavate como vuestro Alto Escamahollín. Juradle lealtad y os tratará de manera justa. -

Nihljem observó como los kobolds se ponian cada vez más nerviosos y Escamahollin más agresivo, esto no va a acabar bien, pensó mientras miraba a los lados.

Al escuchar la orden de atacar solo pudo recurrir a sus instintos, mientras esquivaba las lanzas que los kobolds les arrojaban. Una de ellas le rozo la palma de la mano haciendole un corte, pero Nihljem ya se giraba invocando su energia magica para acabar con un par de Kobolds cercanos pero Sulmavate y Ko fueron más rapidos y acabaron con el Escamahollin.

Se giró para controlar la situacion y al ver que Eren iba a invocar a Feronia se alejo rapidamente hacia las estatuas congeladas del Gran Escamahollin y sus esbirros.

Gritando a los Kobolds les conminó a rendirse, VIVA EL GRAN ESCAMAHOLLIN SULMAVATE y SU GRAN DRAGON !!!, ACEPTARLO COMO LIDER Y SEREIS PERDONADOS !

Ya los kobolds se encontraban espantados pero asistieron atónitos a la acción del clérigo de Feronia, quien tras apartarse del grupo todo lo que pudo lanzó una emisión de energía oscura que se esparció como una nube de muerte. Seis de los pequeños recibieron el impacto, su piel se agrietó y se contrajo pegándose a los huesos. El clérigo no había calculado del todo bien y para sorpresa de VukVard la energía le alcanzó provocando una sensación angustiosa y que llenaba su cuerpo de dolor.

Ante el despliegue de poder y escuchando las palabras del paladín, así como del mago, quienes apoyaban al hombre serpiente como nuevo líder, los pequeños no tardaron en arrodillarse.

- SALVE SULMAVATE. LÍDER DE LOS KOBOLDS. SALVE.

Fueron coreando frases similares tratando de salvar sus vidas ante el grupo de aventureros.

- QUE PORTE EL YELMO DEL LIDERAZGO Y EL CETRO DEL LIDERAZGO Y EL AMULETO DEL LIDERAZGO.

Claro que el yelmo emplumado de Escamahollín era demasiado pequeño para el ranger y no iba a poder llevarlo en su cabeza.