Partida Rol por web

- Mi hermano es un advenedizo que utiliza el don que se le ha concedido para amasar su propio poder, pero yo sirvo a un poder superior, a un maestro mayor que no tolera este tipo de traiciones. Debe ser castigado. Lo haría yo mismo, pero me temo que las circunstancias actuales no me lo permiten. Además -dijo mirando a Daichi de forma sugerente- es posible que alguno de vosotros tenga cierto interés personal en su... digamos... pronta defunción.

- ¿Traiciones? - pregunto con curiosidad. ¿Acaso estás insinuando que tu hermano es corrupto, como tú?

Al sentir esa mirada frunció el ceño despectivo. ¿A qué se refería? Aunque su historia tampoco era ningún secreto, la fama implícita era restringida como para referirse a ese turbio asunto… que si, en cierta medida, era más reservado.

Daichi resoplo. Debía ser una provocación simplemente, una vuelta a las pullas que el mismo había lanzado al insignificante mercader manchado. Quizás en algún viaje, ebrio, lo había mencionado.

La venganza de los débiles son las palabras. A menos que presentara algo más, pero se abstuvo de preguntar mientras el Kuni continuaba el interrogatorio.

¿Cuánto tiempo más debíamos aguantar esto? No era ya suficiente tortura ver lo bajo que había caído Masanori, sino que además debía soportar como echaba pestes por su boca continuamente.

- ¡Suficiente! ¡Ya estoy cansada de tus mentiras!

Grité desde las sombras de los bushi, había desenfundado un tanto y resultaba evidente que había estado llorando hasta apenas unos instantes antes, aunque con toda la atención sobre el Perdido nadie parecía haberse percatado de ello.

- Pero si nadie es capaz de darte tu merecido, yo misma te cerraré la boca para siempre.

Estaba decidida a ello, pues dudaba que cualquier palabra de Masanori no fuera nada menos que una vil ponzoña para desafiar nuestro buen raciocinio.

- Mi hermano Hirotada es el que ideó todo esto; quería provocar un conflicto entre el Cangrejo y el Escorpión para utilizar el caos resultante como tapadera para sus actividades. Yo iba a seguirle la corriente hasta que viese la oportunidad de cortarle el cuello y así ganarme el favor de mi señor. Mi hermano lleva años extendiendo sus redes por doquier, conspirando y corrompiendo; cierto Cangrejo estuvo a punto de descubrirlo, pero se hizo cargo de él. ¿No es irónico que enviaran precisamente a su hijo a vigilar la caravana? -dijo sonriente; aquella situación le complacía mucho

Cuando Ashikako habló por fin, no pudo evitar carcajearse

- Ah, mi dulce Ashikako. Por fin te has decidido a hablar... Pensé que sería sencillo manipularte, pero has tenido que ser tu precisamente la que encontrase algo con lo que inculparme. El destino no carece de sentido de la ironía...

Ante las acusaciones de la cortesana, solo mantiene su sonrisa cínica

- ¿Mentir? ¿Por que iba a mentir? La verdad es mucho más cruel

-Porque mentir es la naturaleza de la Mancha.

Miro a los ojos fijamente. Si pensaba que eso iba a conmutar en algo su sentencia de muerte a manos de Daichi, era un absoluto ingenuo. La frialdad iba ganando al Hida y se aseguraría que lo que el destino deparase a Masanori, fuera especialmente cruel. El yarono tendría que esperar otra oportunidad.

-Ni siquiera resultas divertido, ojamamushi. ¿Dónde están tus testigos de esa conspiración? ¿Acaso tú? Incluso los Escorpiones despreciarían esas palabras.

Entrecerró los ojos. Si las tenía excelente. De lo contrario, seguía siendo lo mismo que nada.

-Eres solo basura y en eso te convertiré. Ni siquiera tu amo te querrá ver de nuevo cuando acabe. +prometió en tono quedo.  Un tono mucho más siniestro que lo que nunca usara.

- Daichi-san. - digo apoyando la mano en su hombro. Sus palabras parecen sinceras. - le susurro fuera del alcance del oido del prisionero.

La amenaza de Daichi no pareció impresionar en absoluto a Masanori. Él sabía lo que le esperaba; ante esa certeza, no había nada que pudiera intimidarle. Respondió al Cangrejo con una mueca burlona.

- La naturaleza de la Mancha es el poder; el poder de aplastar a los más débiles. Y si una verdad resulta más conveniente que una mentira para hacerlo, ¿por que mentir? Es un esfuerzo innecesario. Y si quereis testigos, ¿por que no preguntais a Hirotada?

Lo había advertido, no iba a aguantar más las palabras del Perdido por más verdad que pudieran contener. Estaba claro que lo único que deseaba era propagar sufrimiento con lo único que disponía y ya había aguantado bastante, incluso demassiado.

Así que viendo que nadie hacía nada por callarlo, me lancé a por él con el cuchillo y comencé a apuñalarlo mientras las lágrimas volvían a correr por mis mejillas y gritaba continuamente.

- ¡CALLATE!¡CALLATE!¡CALLATE!¡CALLATE!

El Yasuki no hizo nada por defenderse del ataque de Setsuko y se dejó apuñalar. La herida, sumada a las que ya había sufrido en la pelea anterior, resultó letal; la hoja del cuchillo seccionó una arteria principal y arrojó un reguero de sangre contra el rostro de la joven cortesana.

Masanori no emitió ni un quejido cuando se desplomó. Es más, sonreía. Sonreía como un maníaco que esperaba aquel deselace, con esa pérfida mueca burlona en el rostro y los ojos sin vida fijos en los de su ejecutora.

Daichi alzo las cejas cuando la joven reacciono así, mas después emitió un quedo suspiro. Tonta. Aunque no era una bushi, eso no la eximia. Y eso no solo por acabar con un reo que estaba siendo interrogado.

Obviamente, no obstante, no hizo nada para impedir su actuar, ya el primer golpe había sido suficiente para el maltrecho Masanori. La dejo descargar esa rabia que tenía mientras se alzaba del todo. Las palabras del manchado eran vagas pero inquietantes… Incluso sin quererlo, sabía que no debería pasarlas por alto. Algunas preguntas se formularían al volver a casa y él tenía las suyas, que necesitaban respuesta.

Pero de momento, lo aparto de su mente.

-Kuni-san…+gruño quedamente+ Sera mejor que la pares o se manchara ella también.

Al ver lo que acababa de suceder me quedo estupefacto por un instante.

- Por eso los Yasuki no valen para este trabajo. - pienso con detenimiento al observar la carnicería que acababa de cometer Ashikako-san.

Las palabras de Daichi-san me sacan de mi estupefacción y asiento con la cabeza.

- Tal vez ya sea tarde para eso. - le digo pasando a su lado y llegando junto a la Yasuki.

- ¡¡BASTA!! - grito aferrando la mano que porta el tanto ensangrentado.

- Yasuki Ashikako. - digo. Acabais de cometer un asesinato.

- No teníais potestad para ejecutar al prisionero. - prosigo. Si no queríais oir sus palabras haberos ido.

- Gracias a vuestra necedad ahora no podremos averiguar nada más.

- Ahora debereis de dar cuenta ante el Magistrado. - añado quitándome el pendiente y empezando a realizar el ritual para comprobar si la Yasuki estaba Manchada.

Habría seguido apuñalándolo una y otra vez de no haber sido cubierta por la sangre de Masanori, hecho que provocó que empezara a temblar llena de pavor. Como todo buen Cangrejo, sabía cosas básicas sobre la Mancha, una de ellas era que había riesgo de contraerla si tenías contacto directo con alguna fuente de corrupción, y ser salpicado por la sangre de un Perdido entraba dentro de esa categoría seguro.

Cuando Hotaru me agarró la mano no pude sino dejar caer el tanto. Me sentía ausente, como si en verdad hubiera sido otra persona la que acabara con la vida del mercader. Quizás eso era lo que sentían al otro lado de la muralla, o incluso en ella misma, seguramente todos aquellos samuráis sabían que ya no era algo entre ellos y su antiguo compañero, sino algo que iba mucho más allá... si, debía serlo ¿cómo si no podían sobrevivir con tal carga?

Pestañeé para volver en mí. ¿Asesinato? No, había llegado a esa conclusión con celeridad, pero igualmente debía darme prisa en limpiarme o quizás acabaría como el antiguo Yasuki. El mismo kimono que vestía me serviría a tal efecto, al menos por el momento, después ya tendría tiempo de quemarlo y limpiarme con más conciencia, pero el tiempo era algo fundamental en estos momentos y el perder una simple tela era un mal menor que afrontar.

Aunque la Yasuki se encontraba cubierta de sangre Manchada, parecía que su voluntad era más fuerte y no había sido afectada por esta. El pendiente no reaccionó.

El Hida abandono la sala, dejando que Kuni se ocupara de Ashikako. Era quien sabía lo que debía hacerse mejor. Por su parte, se quedó de pie afuera, con la mirada perdida en el vacío.

No sabía, ni quería, confiar en las palabras de Masanori. Pero los indicios que dejaba no podían pasarse por alto. Además, si alguien debía haber notado el mal en él, era su hermano. Más no lo había denunciado. Lo que solo podía significar una cosa…

Eran demasiadas ideas, que hacían presionar sus sienes dolorosamente. Pensamientos. Posibilidades. Recuerdos. Todos se mezclaban para atormentarlo. Inhalo y exhalo profundamente, intentando despejarse, mientras cerraba los dedos con firmeza en torno al asta de su nuevo juguete. Necesitaba aferrarse al arma, aferrarse a algo real. Todo lo demás era una mezcla de supuestos y adivinanzas. Las respuestas yacían en ese cadáver desangrándose junto a sus compañeros.

O quizás en un hombre al que visitaría ni bien regresaran a casa.

Se centró en esa idea, y poco a poco se fue serenando. Para cuando ellos salieron, era el mismo de siempre, salvo por la luz de sus ojos, una que había vuelto después de mucho tiempo. La luz del propósito. De la misión.

Era una mirada  que no cambiaría mientras arreglaban sus últimos detalles con  los Escorpión y partían de regreso a casa, con todo lo que esta carga representara. Pero era un Cangrejo. Si alguien sabía lo que era llevar el peso de una gran responsabilidad, o de un gran dolor, esos eran ellos. Nada en su apariencia o formas revelaba que hubiera surgido una debilidad tras lo sucedido, más bien todo lo contrario. Más duro se había vuelto.

Persistiría, hasta tener sus respuestas.