Partida Rol por web

Desfallecido y casi sin aliento se apoyó en el brazo del juglar pensando como había logrado en poco tiempo activar a un elemental, hacer desaparecer a un fantasma y desactivar de nuevo al elemental.

-¿Donde... habéis...estado?-balbuceó dirigiéndose a los ex-templarios,-Si tal cosa es posible, no creo que estos guerreros abandonen nunca la orden de verdad-reflexionó para si el mago.

Ante sus ojos se presentaba una prueba mas, tres puertas, tres peligros y por si fuera poco una madre, que basándose en el tiempo que lleva la alianza rota y abandonada se tratará de otro espectro.
"Espero que sea amable"-pensó para sí.

-Vamos a ver...a la madre...quizás tenga leche y galletas-dijo dirigiéndose a sus compañeros.

Marlene levantó su cabeza atenta a la situación. El olor a humo era real al igual que el crepitar de las plantas.

Es real, todo es real...!!! La colorada gira en derredor, no quería volver sobre sus pasos, pero probablemente eso sería lo mejor.

Libera al huron Cicos, no quiero que muera chamuscado, y nos puede ser de ayuda todavía.

Acomodandose mejor al mago, Saul lo lleva hasta algun asiento para que pueda descansar mejor mientras se piensa que van a hacer. Encontrar a los guerreros sanos y salvos, al menos en apariencia, mejora el humor del juglar, mas se siente intranquilo y nervioso, pues sabe que ahora mismo no es mas que la muleta del mago, al no tener ninguna habilidad util para la aventura en la que se ha embarcado.

Señores, es una agradable sorpresa verles de nuevo. ¿Han visto algo por aqui, que nos indique cual puede ser la salida util? ¿Algun rastro de los demas? Su voz se va volviendo mas nerviosa mientras habla, esperando alguna buena noticia de los guerreros.

El elemental, que unos segundos antes casi le arrebataba la vida, se desmoronaba sin saber muy bien el porque. A pesar de la sorpresa inicial, se levantó rápido para ayudar a Dolfus que parecía agotado. Le agarró por el brazo que tenia libre y lo acompaño, junto con Saul, a una pequeña roca que había en la sala para que se sentara allí y descansara. -No, Saul querido amigo no descubrimos nada. como has podido ver no hemos tenido demasiado tiempo-Acomodó a Dolfus- Descansa aquí,parece seguro por el momento- escuchando el llanto desconsolado de la madre-El templario y yo iremos a investigar. Saul quédate con el -

Tocó el hombro de Denis y le hizo un gesto para que lo siguiera. Se aproximo despacio, con paso sereno hacía la puerta de donde procedía el llanto. ¿Quien sería aquella mujer?

—¡Marlene! Huelo a quemado y hay humo... ¿Qué ves tú?

El humo empezó a inundar la habitación vertiginosamente, haciendo toser a los aventureros. Pero aquella niebla mortífera no venía sola: unas risas alocadas resonaron en la Alianza.

—¡¡Es real, todo es real!! —contestó Marlene al Tremere—. Libera al hurón, Cicos, no quiero que muera chamuscado, y nos puede ser de ayuda todavía.

Pero antes de que pudieran hacer nada, una inesperada explosión estalló tras ellos. Plantas, rocas y tierra saltaron por los aires junto con los tres compañeros, que aterrizaron a casi cuatro metros de distancia. Increíblemente, su caída fue amortiguada por las extrañas plantas, que casi parecieron sujetarlos intencionadamente. Poniéndose en pie, miraron atrás, para ver ahora claramente el incendio que se había desatado en el jardín.

Aparte de algún rasgón, los ropajes de los magos y de su custos estaban en perfecto estado. Pero no había rastro del hurón capturado.

Entonces, vieron cómo el fuego alcanzaba una alta planta de frutas violáceas… y un segundo después, una nueva explosión tronó en Calebais, casi derribándolos bajo una lluvia de savia azul, hojas verdes y tallos pardos. Si había más plantas como aquella…

Unas carcajadas, depravadas, delirantes, resonaron varios metros por delante del grupo. Pero no podían ver a nadie más allá del manto de plantas. Desorientados, no supieron situarse dentro del mar verde, con el desconocido y nuevo enemigo como único referente dentro de la caótica Calebais.

Con Dolfus sentado en una piedra que antaño debió pertenecer a la pared o al techo de la sala, Denis y Frithnand avanzaron hacia las tres puertas, atentos a los lloros de la mujer. Saul, el juglar, permaneció atrás, junto al mago, preguntándose qué podría hacer. Sabía que debían encontrar a sus compañeros, pero ahora aquel sollozo atraía la atención del cruzado y el noble.

Desde atrás, Saul y Dolfus observaron cómo los dos guerreros se acercaron a la puerta del centro. Claramente ahora, supieron que de allí venía la voz de la mujer… o lo que fuera.

Incapaz de resistir la curiosidad, el mago terminó levantándose, y cojeó hacia la puerta con el juglar rápidamente ayudándolo a andar.

La puerta se abrió, crujiendo en la repentinamente silenciosa Calebais… y la vieron.

La imagen nebulosa de una mujer joven flotaba suavemente en el centro de la pequeña sala que, antaño, debió de ser un dormitorio. El fantasma vestía una desgarrada armadura de cuero. Entre sus manos aferraba los restos de una lanza sin punta, la cual sorprendentemente parecía real. La falda que cubría sus piernas estaba rasgada, y bajo ella, donde debían de estar los pies, no había más que un par de muñones sangrantes. Su rostro pálido mostraba la belleza que la mujer debió de tener en vida, con unos ojos apagados que contrastaban con su larguísima melena oscura. Lágrimas espectrales recorrían su rostro, brillantes y azules como diamantes.

La aparición miró sorprendida a los visitantes de la Alianza. Sus manos apretaron con mayor fuerza la destrozada lanza.

Entonces, una explosión hizo temblar toda Calebais. Segundos después, una segunda sacudió los cimientos la Alianza. Una risa depravada, delirante, surgió desde el fondo del pozo…

… y la mujer gimió, asustada.

Creo que es ese mago que vi en mi visión...dice Marlene casi en un susurro mientras limpia un poco de savía que chorreaba por su mejilla derecha. Las explosiones, las risotadas, todo el caos causaba cierta confusión en la percepción de la maga.

Todo es tan real...pero ese Mago no puede estar vivo...quería hacerle entender a sus compañeros, que veía todo lo que ellos estaban viendo. Sus conocimientos de las ánimas en pena era casi nulo, su pensamiento lógico hacía que su magia no se centrara en esas cuestiones, pero su mente le decía que la magia cargada de la Alianza podía hacer casi tangibles los poderes espirituales, pero sabía que no estaba segura, y eran todas suposiciones...nada más que eso.

Miró a Cicos y luego a Oren, esperando que le de su parecer...

Denis se estremeció por dentro al ver al espectro con esa apariencia tan desagradable.

Retiró la mirada varias veces ya que no podía soportar esa imagen, cuando de repente todo Calebais se volvió a estremecer seguido de la risa desde el fondo del pozo. 

Ser Frithnand y Denis se miraron rápidamente y el templario le dijo con voz tranquila y preocupante, mientras apretaba los puños:

- ¿Y AHORA QUE? 

-¡Volvamos a la habitación! - exhortó Cicos, agarrando a Marlene del hombro y tirando de ella hacia atrás. - ¡No sabemos a qué nos enfrentamos! - Había cierto terror en la frase, puesto que Cicos sentía que no podía controlar la situación.

No iba a esperar que Marlene le siguiera: si ella evitaba ir detrás, Cicos saldría rápido de todas formas hacia el sanctum donde habían estado previamente. Desde allí ya pensaría de qué manera podría enfrentarse a aquello o qué hechizos utilizar y quizás en ese momento ya podría tener alguna imagen mejor del enemigo al que se estaban encarando. Mientras retrocedían, que el custos les protegiera, que ése era su trabajo...

Marlene notó la desesperación de Cicos. Efectivamente la situación era complicada, no sabían a qué o a quién se enfrentaban. Miro en derredor con la mirada perdida, desorientada...

Cicos, no puedo ubicarme!!! Acaso tu sabes como llegar a la habitación? Oren??? mientras tanto sigue con premura al Tremere.

"...Teníamos que haber matado a la asquerosa rata y habernos puesto en movimiento inmediatamente...", aún lamentándose, rodeados por el repentino fuego y con el hurón desaparecido, Oren se mantenía de pié, aparentemente inmóvil, ante la creciente desesperación de los magos, que cada vez más le increpaban para salir de aquella peligrosa situación. 

Demasiadas amenazas se alzaban simultáneamente, un misterioso ser provisto de una carcajada irritante que posiblemente fuera el causante del incendio, unas extrañas frutas que explotan al ser alcanzadas por las llamas, y aquellos hurones armados  que seguramente se encontrarían huyendo del fuego en ese momento.

Prestando atención pudo notar que dentro del aparentemente aleatorio oscilar de las llamas, éstas tendían a inclinarse más a menudo en dirección opuesta a sus espaldas, por lo que algo detrás de ellos debía estar creando una brisa. Al darse cuenta de esto se apresuró a exclamar -¡Volver a la habitación es un suicidio, ni sabemos dónde está, ni siquiera tenía otra salida... estaremos atrapados como ratas!- se dio la vuelta encarando la dirección de la ligera brisa percibida -¡Seguidme, hay una ligera brisa en esta dirección, quizás sea una salida!- acto seguido comenzó a avanzar en aquella dirección ágilmente, pero mirando hacia atrás para comprobar que sus protegidos le estuvieran siguiendo.

La última vez que Dolfus se encontró con un espectro lo trato con autoridad y éste se se volvió contra él, esta vez no erraría.

-Dulce dama de Calebais, decidme,¿Quien os produce tal estremecimiento?-preguntó reverenciándose ante la espectral dama.

Antes de que pudiera contestar la Alianza entera templo como si fuese a quebrarse.
-Esperaremos la respuesta pero no moriremos aplastados esperandola-les susurró a sus compañeros.

La mujer espectral levantó la vista hacia los visitantes, y al ver a Dolfus gritó asustada.

—¡¡No!! ¡¡Vosotros os llevastéis a mi pequeño!! ¡¡Oh, Gemaric!! ¡¡Vosotros causastéis esto, orgullosos hechiceros!!

-Yo no soy un orgulloso hechicero, déjame que enmiende el sacrilegio de los que tu llamas "orgullosos hechiceros"-imploró Dolfus.

Oren corrió en dirección a la ligerísima y casi imperceptible brisa que sentía, con los magos siguiendo sus raudos pasos. Las plantas fueron apartadas a manotazos, aunque juraron que varias de ellas se abrían ante ellos, como si quisieran llevarlos a algún sitio. Atrás, olía a un terrible infierno de llamas y locura en forma de risa.

Antes de que lo supieran, el jardín había acabado. Oren chocó contra la pequeña verja metálica que rodeaba el pozo central de Calebais, por el cual habían caído minutos atrás. El óxido llenó las manos del explorador, mientras Marlene y Cicos alcanzaban su posición.

¡Atrapados!

Miraran donde miraran, no había más salida que el mismo pozo. Y el incendio no tardaría en alcanzarlos, con sus explosiones como recordatorio del terrible final que les esperaba.

Arriba, vieron tres niveles hasta el lugar donde colgaban los restos del puente de madera del que se habían caído. No había rastro de sus compañeros. Al frente, podían ver el otro lado de esa planta, aunque colapsado por innumerables piedras. Abajo, a poco más de treinta metros, veían los diversos niveles inferiores de Calebais, con los últimos hundidos en las aguas que esperaban al fondo de la malhadada Alianza.

Allí, en lo profundo, aún asomaba algo. Los dos brillantes ojos destellaban desde la oscuridad, con diversas burbujas surgiendo de lo que fuera que hubiera bajo el agua. Ahora que estaban más cerca, creyeron ver qué era… una enorme cabeza, con una forma que les recordaba a algo…

No…

No podía ser…

¡Un dragón!

—¡¡No!! —el fantasma empezó a desvanecerse, lenta pero inexorablemente—. ¡¡Nunca más!! ¡¡Mi hijo, mi…!! —empezó a sollozar, con su figura desvaneciéndose. Las últimas palabras sonaron en el aire viciado de la Alianza, sin la mujer ya presente—. Gemaric… oh, mi pobre pequeño…

La lanza rota que empuñaba cayó al suelo, sin punta, enmohecida.
Una explosión en la zona inferior de Calebais apagó el sonido de la madera, y varias pequeñas piedras cayeron sobre las cabezas de los aventureros…

Esto cada vez escapa mas de mis conocimientos...- Habla el juglar. Girando la cabeza, para mirar al mago al que ayuda a moverse, le pregunta- ¿Que ha pasado aqui, Dolfus? Algo teneis que saber vosotros los magos para haber venido aqui...
El semblante serio del Juglar espera una respuesta directa del mago, pues asi se calmarian un poco los temores de Saul, no acosstumbrado a tratar con fantasmas...