Partida Rol por web

La primera noche había sido una auténtica maravilla. Pese a los vaivenes propios de un viaje en alta mar, los camarotes de primera clase garantizaban una estancia cómoda, aunque no todos estuviesen acostumbrados a aquella clase de lujos. Camas amplias, servicio de limpieza y de habitaciones. Aquello era como un hotel flotante.

Habían acordado reunirse esa misma mañana en la cubierta de salón, que disponía de todo tipo de servicios destinados especialmente a la primera clase, para desayunar y ponerse al día.

Planos del SS City of New York (pulsa para ampliar)

El Padre Nathaniel Rixton, como siempre era costumbre para él con una pequeña manía compulsoria, no estaba disfrutando del todo del viaje de la manera tradicional que uno pudiera esperar, es decir, no estaba mirando el paisaje, tomando el sol, sentado leyendo con la brisa del mar azotándole la melena... No...

Si alguien lo buscaba, estaría tratando de desatornillar algún grifo que viera que pareciera caro, no porque fuera un cleptómano, sino porque... porque... porque a un hombre de edad avanzada con una iglesia en llamas (ex-en llamas) necesitaba grifos bonitos para la reconstrucción y ahora mismo estaba de viaje y no de compras, el tiempo era limitado.

-*Silbando* Desatornillo un grifo, lo pongo en la bolsa... -decía mientras lo arrancaba y lo ponía en la bolsa con el símbolo del dolar- Y ya son cinco grifos que la bolsa se ha tragado...

La vida podía ser bella si ponías una actitud positiva ante la vida. Al menos cerraba el agua mientras trabajaba.

Mientras sus compañeros "disfrutaban" de las comodidades del lujoso transatlántico, Jenny no paró de estudiar detalladamente los mapas que había recabado sobre la ruta del Orient Express, examinó cada vagón del tren que les iba a llevar por el antiguo continente, leyó cada palabra que habían dejado tanto Elías como Wayne intentando anticiparse a lo que vendría más pronto que tarde... Pero todo parecía en vano. No entendía aquel propósito, aquel objetivo elevado que les tenía viajando miles de leguas lejos de su hogar. ¿Cómo iban a salvar al mundo y a la humanidad si ni siquiera entendían que hacían en aquel barco?

A la mañana siguiente Jenny amaneció con la cara pegada al plano de Paris, abrió los ojos y la ventana ya estaba iluminada con la luz temprana de la mañana. Se levantó, fue al baño y se duchó con el agua fria, necesitaba despertar y estar atenta, aquellos hombres que les habían atacado días antes podían estar también en el barco o en cualquier punto de la ruta que iban a seguir. Se vistió con un cuidado traje femenino y la gabardina negra, al fin y al cabo seguía de luto, dentro de la gabardina escondió las cartucheras y las pistolas, a mano pero disimuladas.

El camino hasta el comedor de primera clase fue corto y a penas se cruzó con una docena de personas y ninguna fue del interés de Jenny, ni para bien ni para mal. 

Al llegar al desayuno observó a los presentes. Al parecer era la primera de su grupo en llegar, o eso o ya habían desayunado y habían decidido explorar el barco o apuntarse a hacer alguna acción que ofreciese la tripulación del transatlántico.

Fuera como fuese Jenny desayuna y espera un rato prudencial al resto, si no apareciera nadie  entonces Jenny explora el barco en base a los mapas que hay en las zonas de reunión del mismo.

Si alguien se fija la chica tiene síntomas que denotan que últimamente no duerme bien, y más bien poco. Ojeras y ojos levemente enrojecidos. Pese a ello, su belleza es imposible de perturbar así que sigue siendo hermosa.

  David Shepley se encontraba impresionado por la majestuosidad del transatlántico. El sinfín de lujo y comodidades en aquella maravilla de la ingeniería moderna habían conseguido que al menos llevara bien el alejarse de su familia. De hecho sus pensamientos oscilaban constantemente entre un sentimiento de gozo por disfrutar de todos aquellos lujos y comodidades y el sentimiento de culpa por hacerlo sin las personas más importantes para él. Así que cuando por fin se dirigió a desayunar pensó que agradecería enfocarse en la enigmática y posiblemente peligrosa tarea que les había sido encomendada. 

- Buenos días señorita Barnes -saludó David Shepley cuando se sentó en la mesa. Debido a la majestuosidad del comedor le había llevado un rato localizar la mesa con alguno de sus compañeros de viaje.

 En cuanto un atento camarero le hubo servido un café y una deliciosa muestra de pastas y bollería, empezaron a comentar los pormenores de su misión. 

- Y bien, ¿que es lo que cree usted que nos espera? ¿Que sabemos de lo que nos encontraremos en París?

¿Sé algo más de nuestra misión, el itinerario que seguiremos en cada parada o por lo menos en Paris? Me gustaría saber más de nuestro recorrido, por lo menos en la primera parada para poder compartirlo con los miembros del grupo.

Voy a deducir que tengo el guardapelo en mi poder para el próximo post.

La señorita Barnes parece meditatumba y ante la llegada de su compañero ilusionista, dio un pequeño respingo en la cómoda y lujosa butaca, realmente parecía concentrada a fondo en algo que tenía en las manos. David lo reconoció como el guardapelo y la unión fue instantanea, ¿Sería al que se referiría la nota?

- Hola David, buenos días. ¿Disfrutando de las pequeñas vacaciones?

 - En cierto modo sí, he de reconocerlo. -respondió David con cierto aire de culpabilidad. -Cuando uno no está acostumbrado a vivir rodeado de tanto lujo cuesta acostumbrarse, créame. El barco es una maravilla, y me relaja quedarme un rato contemplando el océano.

- Pero volviendo al tema que nos ocupa, dígame una cosa: ¿cómo fue capaz Bruce de mantenerle en secreto un asunto tan importante como este? ¿Nunca sospechó nada? -preguntó. Casi al instante se disculpó por si su pregunta podría haber resultado demasiado “inquisitiva”: -No me malinterprete, no insinúo nada. Pero el asunto donde nos hemos metido tiene una dimensión tan grande que me parece difícil de ocultar. 

¿Sé algo más de nuestra misión, el itinerario que seguiremos en cada parada o por lo menos en Paris? Me gustaría saber más de nuestro recorrido, por lo menos en la primera parada para poder compartirlo con los miembros del grupo.

Las notas que había dejado Elías eran un poco vagas respecto al destino final del viaje, pero todo apuntaba a que el viaje en el Orient Express era fundamental y que debían hacer un alto en Atenas. Entre los documentos que había en el dossier se encontraba un mapa de la capital griega en la que se señalaba un punto de la acrópolis con un símbolo indescifrable.

Además, Jenny recordaba haber hablado tanto con su marido como con Jackson sobre el Orient Express. De cómo a veces John Wayne se reunía con un viejo amigo de la familia que se subía en la parada de Zúrich. En aquel momento no recordaba el nombre o su apellido*, pero le sonaba vagamente haber visto su foto cuando preparaba las invitaciones a la boda que nunca pudo celebrarse.

- Entiendo lo que dice amigo mio, yo también me he preguntado como he podido estar tan ciega estos últimos años, pero, en mi defensa he de decir que yo también tenía mis secreto ocultos. Dijo con una media sonrisa.

- Elías era amigo mio mucho antes  que de mi marido, más aún hace un par de años, cuando se convirtió en mi mentor, mi guía, mi luz en las tinieblas... Yo lo amaba más que a un padre señor Shepley, por eso cuando lloro, no es por mi marido, es por él. Las sinceridad que denotaban aquellas palabras pudieron sorprender al ilusionista, pero no había ningún atisbo de duda en los labios de la millonaria.

- Estas últimas horas he estado recordando varias cosas, debemos hacer una parada obligatoria en Atenas, en el dossier hay marcado un lugar en la ciudad griega. También recuerdo que mi marido se reunía de vez en cuando con un tipo, un tal Zimmermann, en la parada de Zurich. Cuando encargué las invitaciones de mi boda recuerdo que su nombre estaba en una de ellas. Su mirada se centro por completo en el rostro de David, intentaba discernir si la creía.

- En cuanto al asunto que nos atañe, he de reconocer mi ignorancia sobre el tema, y no creo que me mencionaran algo tan grande y no poder recordarlo ahora. Dijo más relajada ahora que el camarero traía su infusión.

El doctor, apareció al cabo de unos minutos. Tenia el semblante serio, aunque se le veía descansado. Cuando vió sentados a sus dos compañeros, se acercó a la mesa.

- Buenos días, espero que hayan dormido bien. Me permiten que me siente en su misma mesa para este desayuno?

Tras unos cuantos minutos, llegaría no otro que el Padre Nathaniel Rixton con un caracteristico sonido del metal chocando a cada paso que daba; sentándose también en la mesa y siendo lo primero que hizo en aquella interacción con el resto de los presentes sería no otra cosa que limpiarse el sudor de la frente.

-Que vergüenza de barco, -comentó sin venir a cuento de nada- los baños solo tienen un grifo por estancia... y algunos no tienen ni eso... Por cierto, si alguien pregunta ha pasado por aquí un negro con malas pintas... -Tras decir esto, se recostó un poco más, haciendo sonar aquellos grifos que tenía encima.- ¿Falta mucho para que toquemos tierra?. Necesito ir a un desguace para... cosas no relacionadas.

Barnes sonrió al ver aparecer al señor Forsyth.

- Estaremos encantados de compartir mesa con usted señor Forsyth. No tanto con usted... Señor Rixton. Eso último no lo dijo en voz alta pero lo pensó tan claramente que sus dientes chirriaron brevemente.

Buster fue el último en sumarse. Llevaba un café en una mano y un bollo de crema en la otra, todavía con marcas de la almohada en su cara. Hacía tiempo que no dormía tan bien.

—¿No creen que las camas de este barco son muy cómodas? Creía que me pasaría el viaje con el estómago revuelto, pero es una maravilla.

A fin de cuentas, su familia había llegado al país en un barco como aquel, pero en unas condiciones mucho peores.

Mientras algunos de los camareros iban asegurándose de que todos estaban cómodos en sus mesas, los herederos vieron como un hombre vestido de gala se movía entre los pasajeros de primera clase. Por sus galones, intuyeron que debía tratarse de un oficial del puente. Parecía visiblemente malhumorado y tratando de controlar su temperamento.

Cuando finalmente llegó a la mesa de los herederos, se cuadró junto al par de marineros que le acompañaban.

—Buenos días, estimados pasajeros —dijo de forma seca, pero tratando de sonar lo más agradable que le era posible—. Mi nombre es Tobias Eilson y soy el primer oficial del SS. City of New York. ¿Han experimentado algún contratiempo a lo largo de su estancia? ¿Quizá alguien sospechoso?

El padre Nathaniel Rixton se quedó quieto cual témpano de hielo cuando el primer oficial del SS, Tobias Eilson se les acercó, no quería llamar la atención sobre el, puesto que aún tenía encima las partes de fontanería que había "re-organizado" en su posesión. Y claro, no quería ser expulsado del barco por un delito contra la plomería.

-Está todo bien, gracias. -Comentó de forma cortante, deseando que se fuera el hombre cuanto antes- Todo muy bonito y esas cosas... hay mar y más mar por donde mire. Y creo que vi un pez... quizás una lubina o un lenguado.

Realmente no sabía de peces, de hecho el Padre Nathaniel Rixton no sabía de muchas cosas, y probablemente aquello que dijo ver nisiquiera fuera un pez para empezar.

- Encantada de conocerle señor Eilson, ¿Podría usted tomarse unos minutos para hacer compañía a una pasajera curiosa y deseosa de saber todos los secretos de su precioso buque? Dijo Jenny con la mejor de sus sonrisas. 

- La verdad es que el gusto por las naves y el amor por el mar me vienen heredados de familia, así que cada vez que me subo a un barco tengo que saberlo todo sobre el.

El primer oficial sacó un reloj de bolsillo y asintió levemente.

—Señores —bramó dirigiéndose a los marineros—. Pueden descansar. Díganle al capitán que todos los pasajeros de primera clase han sido informados, dispensen.

Acto seguido, algo más relajado aunque con la preocupación perenne en su rostro, tomó el asiento que le ofreció la señorita Barnes.

—Estaré encantado de acompañarles, tengo unos minutos libres y el asunto que me trae es sin duda peliagudo. Verán, estoy encargándome personalmente de informar a todos los pasajeros de lo sucedido. Ante todo, me gustaría pedir disculpas en nombre de toda la tripulación, este tipo de incidentes no suelen ocurrir en esta nave. Creemos que se ha subido un polizón. Algunos marineros aseguran haberle visto merodeando por las zonas de carga y también se ha denunciado la desaparición repentina de grifos en varios cuartos de baño. Por eso les pregunto si han visto algo inusual.

El lado bueno es que podía inculpar al polizón del robo de los grifos de los baños, el lado malo es que ahora la gente estaría hiper-vigilante del resto de los grifos que aún no pudo robar ni desatornillar; realmente cuando Dios abría una ventana, le cerraba una puerta en la cara al pobre Nathaniel Rixton.

-Oh, no... -Exclamó el Hombre de Dios con un tono falso- Me pregunto qué clase de malvado polizón habrá hecho eso. Sin lugar a dudas hay personas que son un misterio en sí mismas que tan solo Nuestro Señor puede discernir qué es lo que pasa por sus cabezas... ¿Quién se le ocurriría robar en un barco en mitad del mar?. ¿A donde llevaría las cosas robadas?. Sin lugar a dudas, es un mal plan del cual se arrepentirá en los próximos diez a quince minutos... o así...

El Cura sonrió de forma nerviosa mientras miraba a aquel hombre, esperando que este se marchara de una vez para que pudiera rascarse el trasero sin sonar como un sonajero.

Jenny se quedó escuchando en silencio, algo la decía que aquel polizón podía estar relacionado con ellos, no tenía pruebas, pero por desgracia tampoco dudas.

Miró al nervioso e intranquilo cura, tampoco sabía por qué razón, pero tenía pinta de estar relacionado con los robos.

- Es extraño. Un polizón por regla general intenta pasar desapercibido hasta llegar a destino ¿No creen? Puede que sean hechos perpetrados por diferentes personas, aunque sería aún más extraño que dos individuos de esa calaña coincidan en el mismo viaje.

Por algún extraño motivo, Nathaniel Rixton sentía como si Jenny Barnes parecía desconfiar de el y su previa llegada hacienco "clincking" y demás ruidos metálicos; y lo que era aún peor, si aquel hombre que había llegado para informarles decidía creer en sus palabras de la teoría de multiples culpables.

-No nos precipitemos. -Comentó lanzándole una mirada de odio a Jenny Barnes, sin moverse demasiado- Primero vamos a lo que vamos: Hay un polizón y eso está claro. No es hora de hablar de otros posibles culpables, mucho menos sin saber sus motivos... no vaya a ser que se vuelvan peligrosos y alguien termine con un chichón en la cabeza por un golpe fortuito de un grifo robado a modo de escarmiento por hablar de mas. O peor... despertarse con todo el maquillaje por el suelo.

El doctor, se sentia que poco a poco hiva recuperandose de sus heridas.