Partida Rol por web

Frederick escuchaba atento las palabras del oficial. No terminaba de entender, por que se dirigia a ellos precisamente, en un caso como ese.

No se sentia comodo en situaciones de ese tipo.

- Por que tanto revuelo para un simple polizón?-

- Vaya, un polizón… -comentó Shepley. No pudo evitar sentir cierta preocupación por la noticia. En un principio había pensado que al menos habrían dejado atrás a aquellos misteriosos criminales que les atacaron en Nueva York, pero esta noticia… Por alguna razón el ilusionista tenia la certeza de que podía tener que ver con ellos.

- Y dígame oficial, ¿es posible que pueda acceder a los camarotes de primera clase? -preguntó. - Es decir, en un barco tan magnifico como este y ante esta eventualidad supongo que se tomen medidas para preservar la seguridad al menos en las zonas más, digamos, sensibles. 

- Y una cosa más, ¿manejan alguna descripción del tipo? Lo digo más que nada por echar una mano a la tripulación si vemos algo extraño…

Tras aquel primer intercambio de palabras y las debidas presentaciones, les resultó evidente que más de uno en aquella mesa ocultaba algo. En el caso de Rixton era algo esperable si había objetos brillantes cerca, pero no así con el primer oficial que trataba de advertirles sobre un posible peligro abordo.

—Sabemos que el polizón es de estatura pequeña y tiene el pelo largo. Algunos de los marineros creen que era una niña pequeña, otros que era una anciana desaliñada.

El devenir de la conversación logró soltarle la lengua al oficial, que respondió, no sin ciertas reservas, a las preguntas del doctor y de Jenny.

—Esa es la cuestión, tenemos… motivos para saber que ha estado deambulando por los camarotes de primera clase. Desafortunadamente, el capitán me ha ordenado no desvelar cierta información por su seguridad. Ante todo, sepan que estamos reforzando la vigilancia en todas las cubiertas. Pueden ustedes relajarse y disfrutar el viaje. Cuando tengamos más información, realizaremos un comunicado oficial a todos los pasajeros.

Cuanto más tiempo estuviera aquel hombre en el lugar más nervioso se volvía Nathaniel Rixton pensando en que si hacía cualqueir cosa podría ser descubierto como el responsable de robar las cosas que brillaban y que no se encontraban lo suficientemente pegadas al suelo.

-Quizás sea un pigmeo. -Aventuró Nathaniel Rixton- Pero bueno, estar hablando no va a hacer que aparezca el asaltante, más vale que vaya a advertir a los demás. No vaya a ser que alguien denuncie la pérdida de su equipaje o peor aún, de la vida. Lo cual me daría trabajo y este es un viaje de tranquilidad...

- Interesante... Y la vez alarmante sin duda, puede que la clave numérica de mi maleta no sea suficiebte para una ladronzuela que ha logrado colarse en el barco y esté sorteando la vigilancia... Estatura pequeña y pelo largo, una niña pequeña... ¿Será acaso la niña que se coló en mi fiesta de compromiso? ¿Cómo se llamaba? ¿Annie? ¿Martha?

- ¿Se acuerdan de la niña que se coló en mi fiesta? ¿Qué será de ella en este momento?  Si resulta capturada y acaba siendo una niña morena avísenme por favor, me gustaría hablar con ella antes de llegar a nuestro destino por si es la misma, me gustaría que me dijera cómo se coló en mi fiesta y burló la seguridad de mi casa, y sobre todo cuál fue su objetivo, pues robar no robó nada.

 ¿Una niña pequeña? ¿Cómo podría ser que una niña pequeña pudiera resultar peligrosa para los pasajeros? Aquello sonaba ciertamente extraño. Y lo que sugería la señorita Barnes, en principio una casualidad extraordinaria como poco, podía tener algún viso de realidad teniendo en cuenta las surrealistas experiencias que estaban viviendo últimamente. 

- Oficial, no sé hasta qué punto puedo estar de acuerdo con su capitán. Quiero decir, ¿cómo puede comprometer nuestra seguridad el saber lo que haya hecho una niña? Supongo que si fuera un maleante y hubiera hecho algo horrible podríamos asustarnos, pero ¿las travesuras de una niña ? No creo que ninguno de los aquí presentes vayamos a acongojarnos por eso ¿no creen? - argumentó Shepley extendiendo las palmas de sus manos y sonriendo al resto. 

- Y en cualquier caso insisto, si supiéramos algo más nosotros podríamos igualmente colaborar para atraparla. Si es una pequeña no debería resultar demasiado complicado. Pero para eso tendríamos que saber algún dato más de su descripción, no querríamos equivocarnos de niña ¿no? -dijo sonriendo inocentemente. 

—Todavía no sabemos si es una niña. De hecho, es poco probable, solo un adulto podría haber… ¡Ejem! Perdonen, no debería agobiarles con los detalles.

El primer oficial parecía algo incómodo con la conversación, como si temiese decir más de la cuenta.

—En cualquier caso, preferiría que no se corriese la voz para que no cunda el pánico. No puedo evitar que exploren la nave, pero si ven al polizón, procuren huir de inmediato y avisar cuanto antes al personal de abordo. Salvo que alguno de ustedes sea un agente de la ley, no queremos que nadie cometa una heroicidad. Lo mejor sería que disfrutasen del desayuno y no se aventurasen fuera de la cubierta de primera clase o de sus camarotes. De nuevo, disculpen las molestias.

Sin duda, las palabras del oficial eran inquietantes. Con esta sombra de duda se retiró de la mesa de los herederos. Era evidente que ahí había pasado algo mucho más grave que un simple robo de grifos.

- Que extraño. Parece que aquí está ocurriendo algo más ¿No creen? Dijo la millonaria con tono insidioso mientras miraba a Forsyth y luego a Shepley. 

- Creo que me pasearé un rato por las otras cubiertas de primera clase para enterarme de lo que ha ocurrido de primera mano. 

Por fortuna Nathaniel Rixton se mantuvo el tiempo suficiente en silencio y sin moverse hasta que finalmente aquel hombre se fuera del lugar; levantándose y respirando con pesadez mientras hacía el característico sonido de la fontanería brillante chocando entre sí, este hombre de Dios decidió tambien abandonar la estancia.

-Yo voy a... hacer cosas. -Comentó excusándose con la peor excusa de todas, una poco detallada y ambigua- Nos vemos en la siguiente comida o si aparece alguien muerto por ahí... ¡Ciao!.

Sin esperar más, y siendo un sonajero gigante, este Hombre de la Iglesia se escabulló hacia la zona de las habitaciones con la esperanza de quitarse de encima aquellos grifos y demás artículos de fontanería que había mangado de los baños. 

El objetivo de Nathaniel Rixton era el de colarse en el camarote de David Shepley para dejar en la maleta de este "mago" aquellos artilugios, bien escondidos entre la ropa de su compañero. En el mejor de los casos, una vez en tierra firme, podría recuperarlos.

- Creo que si me lo permite la acompañaré, señorita Barnes. -contestó Shepley- Tras los últimos acontecimientos que hemos vivido estoy demasiado suspicaz con todo, así que prefiero estar lo más cerca posible de la acción para que no nos vuelvan a coger por sorpresa…

 Y dicho esto apuró su café de un trago y se dispuso a salir del comedor junto con la señorita Barnes y quienquiera que quisiera acompañarles. 

Mientras el sacerdote se escabullía a los camarotes de primera clase, el resto de los herederos decidieron explorar las cubiertas de primera clase. Tenían desde la cubierta de paseo —la inmediatamente superior a la que se encontraban, la recreativa—, y los camarotes repartidos por las cubiertas superior y principal.

La cubierta recreativa era muy amplia y contaba con todo tipo de servicios para la comodidad y esparcimiento de los pasajeros. La tripulación parecía nerviosa y habían doblado la seguridad respecto a la noche anterior, montando guardia o patrullando. Ellos cuatro no eran los únicos que se habían percatado de esta eventualidad Algunos viajeros cuchicheaban con escepticismo entre ellos mientras terminaban de desayunar.

El padre Rixton logró escabullirse con éxito, caminando disimuladamente hasta la popa del barco, donde se encontraban las escaleras que descendían a la cubierta superior, con la intención de incriminar a su compañero. Había forzado antes alguna de las cerraduras del barco y tenía la certeza de que lograría hacerlo una última vez.

Por el camino se percató de que la seguridad había aumentado respecto a la noche anterior. No solo había más oficiales, sino que ahora vigilaban con celo los accesos a cada cubierta. Era una suerte que su alzacuellos sirviese como salvoconducto. Nadie sospecharía de los quehaceres de un sacerdote, e incluso logró que alguno de los marineros le desease los buenos días mientras bajaba a realizar su fechoría.

El camino hasta el camarote de Shepley (el 112) fue coser y cantar, pero ahora debía enfrentarse a la cerradura. Un paso en falso y tendría a algún aguafiestas encima en menos de lo que dura la misa del gallo.

El padre Nathaniel Rixton lo tenía muy claro, iba a incriminar a su compañero a toda costa, a fin de cuentas, lo único que este podía valer era de llevar sus objetos de valor dudoso hasta que el momento fuera indicado, como un animal de carga o un perro al que le atan un cinturón de herramientas y lo llaman de un lado a otro del taller.

-Vamos... vamos... -Decía en voz baja mientras trataba de forzar la cerradura del camarote de su compañero- Dios, ya sabes que no te pido mucho... bueno, sí que te pido mucho, pero porque no haces nada para darme lo que te pido, pues te sigo pidiendo a ver si cae algo... pero ahora lo que quiero es que la puerta se abra...

En efecto, no era el mejor cura del mundo, y probablemente si hubiera algún otro religioso en ese barco, tampoco lo sería de ese mismo barco.

Miro a mis acompañantes aliviada de que el sacerdote no esté con ellos.

- ¿Qué les parece subir a la main deck a dar un paseo y estirar las piernas? 

El doctor miró a la señora con alivio.

- Desde luego señora, un poco de aire fresco nos irá bien.

Una vez levantados y caminando hacia las escaleras me agarro al brazo del señor Forsyth, aquello podría generar dudas en torno a su relación, sobre todo de cara a los demás pasajeros y tripulantes del buque, pero Jenny había dejado de preocuparse por las miradas y cuchicheos de los demás hacía mucho tiempo.

 Shepley caminaba junto a Buster Nowak, unos pasos por detrás del doctor y de la señorita Barnes. Tenía los ojos muy abiertos para fijarse en cualquier cosa extraña que sucediese alrededor, especialmente atento a la aparición de alguna niña traviesa. Era como si de pronto aquel breve relax del día anterior se hubiera esfumado del todo…