Partida Rol por web

-Yo lo hago por el dinero. -Dijo el Padre Nathaniel Rixton sin ningún tipo de tapujos- ¿Qué?. No cobrar por los servicios prestados me suena a algo que un comunista haría, y ese librito del hombre que se parece a Dios dice muchas tonterías... No me extrañaría que tarde o temprano esas ideas le comieran la cabeza a los pobres... suerte que no saben leer...

Tras decir esto, el Padre Nathaniel Rixton se apresura a salir del camarote, a fin de cuentas, poco a poco se sentía un poco abarrotado de más.

-Os acompañaré para revisar el nombre del finado, -indicó el hombre sin mirar atrás- cuanto antes sepamos el nombre, antes podremos contactar con al viuda e iniciar los preparativos para que me pague.

Aún sin dejar de fruncir el ceño, Makris parecía satisfecho con las distintas respuestas.

—Oficial —dijo, llamando la atención de uno de los marineros de la puerta—, ¿le importaría informar al capitán de este cambio en la investigación? Sin duda, siete cabezas pensaremos mejor que dos.

El bastón del detective resonó por el camarote a medida que se abría paso hasta la puerta.

—No negaré que se trata de un grupo insólito. Una viuda, un ilusionista, un escritor, un médico y un sacerdote. Aunque, como bien ha dicho mi buen amigo, el capitán Creek, no es la primera vez que cuento con ayuda externa. ¿Me acompañan entonces a comprobar el registro? Ah, y no se preocupe, padre, la víctima no dejó ninguna viuda. Como podrá comprobar —señaló una de las manos del cadáver con su bastón—, no tiene alianza o marcas de haberla tenido recientemente.

Las palabras de Aquiles Makris fueron como un balde de agua fría en la espalda del Sacerdote, el cual pensaba y esperaba poder sacarse una fortuna, quizás al nivel de comprar asientos con calefacción para los feligreses más devotos y que más dinero donaran a la nueva iglesia.

-Quizás fuera un mujeriego y por eso no tiene el anillo ni marcas de uno, -dijo de forma triste el padre, tratando de agarrar algo de esperanza- que alguien le mire sus partes por si tiene una enfermedad de viciosos... hazlo tu, ilusionista. -Relegó la labor.

Y tras delegar aquello, Nathaniel Rixton se dispuso a marchar junto con el detective a averiguar más de aquel hombre que había salido de la vida para encontrarse con El Creador, esperando que fuera el mismo Creador que el propio Nathaniel había apostado por ser el verdadero y único.

Jenny no creía que la definiera mucho mejor la palabra "viuda" que la de millonaria, diletante, filántropa, aventurera... pero estaba claro que Jenny no iba a ponerse a discutir por aquella elección de palabras del detective.

- Gracias. Dijo amablemente al detective. Iremos encantados.

Luego el espectáculo del padre Rixton continuó en lo que parecía una broma, pero por desgracia, Jenny sabía que no lo era, de hecho empezó a ver al cura con algún tipo de distorsión porque de repente le veía maquillado de blanco, con una peluca roja y nariz a juego con el pelo.

De hecho, una vez se lo imaginó de aquella manera todas las acciones del cura cobraron sentido de repente.

Tras examinar la escena del crimen y haber determinado la causa de la muerte, los investigadores acudieron a las dependencias del primer oficial, escoltados por un pelotón de marineros. Apenas llamaron la atención de unos cuantos pasajeros, que se detuvieron a señalar a Makris, que sacó pecho como un palomo orgulloso.

Las dependencias reservadas a los oficiales carecían de los lujos de primera clase. Eran espaciosas, sí, pero con una disposición espartana y pragmática. El primer oficial no se encontraba allí, pero el resto de marineros parecían cómodo siguiendo las indicaciones de Makris.

El oficial que les había guiado hasta el lugar les indicó un archivador que se abría con llave. Tras un chirrido de protesta, extrajo una lista con los pasajeros distribuidos por fecha y camarotes.

—Qué extraño… Este es el camarote y la fecha correctas, pero aparte del nombre no hay ningún otro dato. Simplemente su nombre: Francis Ford*.

La revelación del nombre fue un pequeño traspies en los planes que tenía el cura, y probablemente el resto de los presentes para cobrar el dinero sin problemas, pese a ello, el hombre de Dios trató de mantenerse tranquilo alrededor de esta revelación. A fin de cuentas, no había nada que pudieran hacer.

-Francis Ford... -Comentó el nombre, como si estuviera saboreándolo en su paladar durante unos cuantos segundos antes de escupirlo en la copa, cual "conossieur"- Ni idea. ¿No dice nada más?. ¿Ni siquiera dónde o cuándo embarcó?. Es importante que contactemos con la viuda de este mujeriego Francis Ford Finado... -Pero había otro modo, uno más rápido, girandose 180º este buscó la mirada de algún miembro del barco al cual hacerle una pregunta de vital importancia- ¿El barco tiene seguro para pagar defunciones?. Puedo pasaros mis honorarios...

El tono de piel de Jenny Barnes volvió a palidecer. ¿Francis Ford? No podía ser. Aquel no podía ser Francis Ford, simplemente no podía ser.

Se giró hacia David Shepley para hacer notar su asombro al ilusionista y esconderlo de la misma forma a los demás presentes.

 Confuso por los horribles acontecimientos que no paraban de rodearles, David ni siquiera había reparado en el nombre que les dio el oficial. Fue la mirada de la señorita Barnes lo que le hizo despertar. Desde luego Ford era un apellido común para un pasajero americano, y Francis un nombre también común…¿o no? 

 “No, no puede ser. Es imposible. Francis murió en aquel incendio” 

 Mientras el cura seguía con uno de sus espectáculos habituales se acercó con discreción a la señorita Barnes y la susurró por lo bajo:

- No puede ser él, ¿verdad? no puede ser. Maldición, ni siquiera me he detenido a mirar el cadáver, me fui directo a revisar el escritorio. ¿Tú pudiste ver su rostro? -preguntó. 

No puede ser. Me fijé en su rostro, pero no le vi ningún parecido con nadie que conociera, así que deduzco que no puede ser el Francis Ford que conocemos. Dijo susurrando la diletante americana mientras sumaba en su cabeza las posibilidades de ser encerrada en una celda dentro del trasatlántico. 

- Discúlpenme un momento caballeros. Dijo mientras daba unos pasos por el pasillo en dirección al lugar de los hechos. 

- ¿David, sería tan amable de acompañarme un momento?

En efecto, el hombre que yacía en el camarote 355 no guardaba ningún parecido con el Francis Ford que habían visto en la iglesia en llamas. Tampoco se le hizo conocido al sacerdote, que guardaba un recuerdo aún más reciente de él, aunque prefería guardar silencio y hacerse el despistado. Una sombra, un hombre armado con un estilete huyendo en la noche por los jardines de la mansión Wayne.

Makris, por su parte, al igual que su socio, no parecía darle demasiada importancia al nombre, pero sí a las reacciones del resto. El detective frunció el ceño, aunque no dijo nada.

Jenny se dirigió hacia el entorno abierto más cercano, en donde pudiera darle el aire, necesitaba respirar el fresco para intentar no vomitar.

Por algún extraño motivo, Nathaniel Rixton sintió que este no iba a cobrar ni un mísero centavo de todo aquello, por lo que decidió hacer lo mejor que este podía hacer para simplemente hacerse desaparecer de todo esto para no tener que trabajar en ello. Por lo que, de manera elegante el hombre habló.

-David, -llamó a su "ayudante"- por favor, vaya junto el cadáver y compruebe su prepucio. Ford es un apellido de ascendencia judía. Por lo que quizás esté en contra de sus deseos que yo haga sus ritos de entierro. Por lo que creo que será mejor que alguien neutral se encargue...

 David sintió un extraño alivio al comprobar que el cadáver no pertenecía al que fuera su íntimo amigo, quizá por el hecho de pensar que este seguía descansando en paz. Ahora bien entonces, ¿por qué ese nombre? De nuevo no podía ser casualidad. Antes de hacer elucubraciones se dirigió al molesto sacerdote que tenían por compañero. 

- Maldita sea padre, esto es serio. ¡Deje de pensar en prepucios por un momento! -contestó de manera airada. - Usted no es tonto, procure echarnos una mano que está tan metido en esto como nosotros. -añadió en voz más baja. 

 - No sé señorita Barnes, ¿de qué se trata entonces? ¿Una especie de amenaza? -preguntó a Jenny. A continuación se dirigió al detective Makris. 

- Veamos una cosa. Al oficial le ha parecido extraño que aparte del nombre no figure ningún dato más del pasajero ¿no es así? -preguntó. - Estoy convencido de que este hombre no se llamaba Francis Ford. Supongo que habrá embarcado con un nombre falso que casualmente es…. el nombre de un amigo nuestro, recientemente fallecido. 

 Por un momento David se preguntó si no estaría hablando de más. El caso es que se sentía desbordado por todo aquel asunto y la ayuda de un profesional no podía venirles mal. Había un asesino en el barco, y de nuevo parecía estar relacionado con los asuntos del difunto señor Wayne.

El detective escuchó con curiosidad las hipótesis de Rixton y Shepley, frunciendo la nariz mientras les evaluaba con aire pensativo.

—No debe preocuparse por ningún tipo de rito, padre Rixton. No está aquí para hacerle la extrema unción a nadie, sino en calidad de colaborador. Puedo entender que los honorarios le quiten el sueño, pero estoy seguro de que el capitán estará encantado de pagarles una suma generosa por su discreción. Obviamente confía en que resolvamos esto antes de que ningún otro tripulante salga herido. Y, para ello, lo mejor es que no cunda el pánico, ¿comprenden?
»Respecto a su hipótesis, mi kalá kýrie*, la encuentro muy interesante. Sin duda, todos ustedes parecen relacionados de un modo u otro con el asesinato cometido en el camarote 355. Sin embargo, ninguno conocía de antes a la víctima y tampoco existen otros datos que corroboren su verdadera identidad. Sabemos que Francis Ford es un nombre falso. ¿Pero cómo está seguro de que el que conocen ustedes no es también un impostor?

Nathaniel Rixton seguía dándole vueltas a aquel nombre. En efecto, Ford era un apellido de origen judío, pero tenía la certeza de que sabía algo más. Había visto a ese hombre del que hablaban en su iglesia antes de que se quemase y también la noche en que murió Bruce Wayne, aunque por aquel entonces pensaba que estaba ante un fantasma. Llevaba un traje y tenía un estilete ensangrentado en la mano. ¿Había tal vez alguna relación?

El cura claramente recordaba a Francis Ford, pero no quería meterse en más problemas, a fin de cuentas casi tuvo un gran problema hace escasos minutos y se había librado por los pelos. Aún con todo, el hecho de resolver este asesinato era algo que no podía dejar pasar por alto... al menos no ahora que había dinero de por medio.

-Yo no, -dijo el cura levantando la mano tratando de desbancarse de la asociación con el muerto- sobre el tipo ese, quizás sea un nombre falso como bien dices, "Francis Ford" es un nombre que claramente parece de mentira como "Peter Parker", "Betty Brant". "Bruce Banner", "Reed Richards", "Susan Storm", "Scott Summers", "Warren Wortington" "Frederic Forsyth" o "Bucky Barnes" por decir algunos. ¡Pero lo que tenemos que centrarnos es en el pigmeo!.

En efecto, el "pigmeo" parecía ser el culpable, puesto que tenía un nombre característico de una minoría, por lo que no sería demasiado complicado achacarle los demás delitos que pudiera haber por aquel barco, al menos un par de delitos más... que puede o no que haya cometido el padre entretanto.

-Hay un polizón en el barco, por lo que lo más probable es que ese tuviera algo que ver con todo esto. ¿Sino porque trató de entrar en el cuarto de David Shepley, ^{_{(si ese es su verdadero nombre, claro está...)}}?. -Indicó señalando al mago, al parecer le tenía cierta tirria- El polizón sabe algo si no directamente es el culpable de todo esto.

—¡Ah, sí! El misterioso polizón. Bueno, supondría obviar las coincidencias que hemos observado hasta ahora, pero sigue siendo el principal sospechoso  —concedió el detective.

Makris se atusó el bigote, del cual parecía particularmente orgulloso, mientras observaba con detenimiento la ficha con los datos de la víctima.

—El camarote estaba cerrado a cal y canto. Un caso que, sin duda, nos remite a relatos como El signo de los cuatro o Los crímenes de la calle Morgue, de vuestro paisano el señor Poe. Pero aquí no hay chimeneas ni ventanas por las que colar una cervatana, me temo. La puerta tampoco está forzada, por lo que es de suponer que la víctima conocía a su asesino (o asesinos), a menos que éste lograse colarse de alguna forma o tuviese una llave. Pero eso solo podría hacerlo un alto rango de la tripulación y todos tienen coartada.
»¿Tienen algún dato del polizón? ¿Algo que debería saber?

Los comentarios, siempre acertados de Aquiles Makris daban rienda suelta a la creatividad y diversidad de Nathaniel Rixton, a fin de cuentas, a pesar de no cobrar por entierro, cobrar iba a cobrar algo, por lo que trató de hacer un mínimo esfuerzo y colaborar con aquella investigación en proceso.

-O como aquella vez en el que me quedé encerrado en la sacristía. -Comentó Nathaniel Rixton asintiendo con la cabeza- Al final había cerrado yo mismo para esconderme de un grupo de judios ortodoxos que venían a "saldar cuentas", y no tenía el dinero para devolverles el dinero; pero claro, se me olvidó dónde había dejado la llave porque también me escondí en un armario para que cuando entraran pensaran que no había nadie y se fueran y cuando se fueran yo salir y poder librarme.

Aquella era una historia interesante y quizás de manera tangencial había dado con una posible solución al problema de la habitación cerrada, pero claramente aunque esto fuera verdad, el propio Nathaniel Rixton no se había dado cuenta de ello mientras lo comentaba... ni tras comentarlo.

- Un momento un momento -dijo Shepley interrumpiendo por un instante el debate entre los dos hombres- -¿Dicen que han intentando entrar en mi camarote? ¿Cuándo ha sido eso? 

  Esa era una información que el ilusionista no tenía… A no ser que con la cantidad de situaciones extraordinarias que estaban viviendo últimamente la hubiera pasado por alto. 

Uno de los marineros que les habían acompañado para comprobar el registro de pasajeros se adelantó.

—¡Ah, cierto! ¡Usted es el de la foto! Disculpe, con todo el embrollo no me di cuenta. Sí, lo que dice el sacerdote es cierto. Al parecer, su amigo escuchó ruidos extraños que provenían de su camarote, señor. Por suerte, parece que no tocaron nada, pero tampoco puedo asegurarlo.

Makris se giró, dándose al fin cuenta de la importancia de aquella revelación.

—¿Y se puede saber cuándo pensaban contármelo? ¡¿Y si se trataba del asesino repitiendo su modus operandi?! ¡Tenemos suerte de que el señor Shepley no estuviese en su camarote o podría haber corrido la misma suerte que Francis Ford!