Partida Rol por web

Tras un duro día de trabajo en la fábrica de acéro de Carnegie Steel Company Robert se dirige a su apartamento. En su mente la preocupación por la incertidumbre del año nuevo, la industria ha sido golpeada por la crisis y la reducción de plantilla y de producción indica que existe una gran posibilidad de que cierre irremediablemente, dejando a cientos de personas sin trabajo.

Con las vacaciones de navidad a la vuelta de la esquina, el joven tiene planeado visitar a sus tíos, deseando no traer malas nuevas a la familia.

Como temía el Robert, la fábrica se declara en suspensión de pagos. Van a ser unas navidades muy tristes para las familias de Carnegie Steel Company.

Esas navidades como todas las anteriores hasta su memoria alcanzaba, celebraba las navidades en casa de sus tíos. Los ancianos John y Susan Allen lo criaron como si de un hijo se tratara desde que sus padres desaparecieran sin dejar rastro alguno.

La acería le había mandado una carta esa misma mañana y Robert no se atrevía a abrirla… pero la llevaba consigo como un objeto maldito.

Al llegar a casa de sus familiares abrió la puerta y dejo el abrigo en el perchero, un olor delicioso llegaba de la cocina, seguramente su tía estaba preparando una suculenta cena de navidad.

Al escuchar la puerta cerrarse Jonh se asomo desde el salón, enseguida se eincorporo para dar un abrazo a su querido sobrino.

¡Hijo mío! Le exclamo indicando el aprecio que le tenía y tratándolo como si fueras su hijo.

Me alegro tanto de verte Robert, ¡Susan, Robert ha llegado!

Desde la cocina un ajetreo apresurado se escucha.

Robert mi niño, como estas te hemos echado de menos, deberías venir más a menudo.

Tu tía Susan saca unas pantuflas calentitas y te las ofrece

Ven cariño ponte esto y acércate del fuego con tu tío…

John añade

Aun falta para la cena, pon tu regalo bajo el árbol y hablemos un poco de cómo te va…

Unas pantuflas para el tío John y un nuevo juego de bastidores para la máquina de coser de la tía Susan, esos eran mis regalos. Quizás parecieran humildes pero al fin y al cabo sabía que les gustarían. Es concreto, me había pasado unas cuantas horas parcheando la vieja máquina de coser de la tía Susan y estaba claro que necesitaba piezas nuevas. Sabía que ella nunca habría ido a buscarlas, incluso teniendo muy cerca la ferretería de Leonard y sabiendo que él le asesoraría debidamente si no era capaz de especificarle exactamente lo que quería, incluso creo que habría dejado de coser si la máquina hubiera terminado por romperse. Habría sido una verdadera lástima, pues sabía que a la tía Susan le gustaban las labores de costura, no quería que renunciase a ello sólo por aquellos estúpidos valores de ahorro que estaban tan arraigados en su generación.

Claro que ahora que sabía que mi empleo pendía de un hilo muy fino, casi me resultaba irónico haber desdeñado el ímpetu ahorrador de mis tíos, supongo que al final ellos tenían razón. Tras los abrazos, los besos y la calurosa bienvenida, me puse cómodo y deposité los dos paquetes envueltos bajo el árbol, como si el mismísimo Santa Claus en persona los hubiera dejado allí.

- Gracias, tía Susan - dije, poniéndome las pantuflas.- Ya sabes que tengo mucho trabajo, pero me dejo caer por aquí simpre que puedo - tomé asiento junto al tío John cerca de la chimenea.- ¡Huele genial, tía Susan! ¿Qué tal va todo por el pueblo, tío John?

Susan sonríe.

¡No es gran cosa hijo… solo un estofado!

El tio de Robert, estira las piernas dejando los pies cerca de la chimenea para calentarse.

El pueblo está de capa caída Robert… son unas duras navidades, muchas familias se han mudado a lugares con más trabajo. Me temo que se convertirá en un pueblo de viejos en breve.

John sonríe…

Pero hoy, estamos de celebración… vamos a celebrar unas navidades felices con la familia reunida.

Tu tía Susan alza la voz desde el comedor.

¡Chicos a la mesa¡

Como si una tragedia hubiera sucedido, John y Robert se levantaron en silencio y se dirigieron a cenar.

El estofado era caldoso, le faltaban ingredientes o estos eran escasos, pero la experta mano de su tía hacia que fuera reconfortante y con mucho sabor.

Durante la cena, la familia rememora anécdotas acaecidas durante el año, convirtiendo el año que pasa en una tragicomedia digna de llevar a los teatros.

Al finalizar la misma en la sobremesa se disponen a abrir los regalos. Susan y John abren sus presentes y dan las gracias por ellos, John se calza las pantuflas y añade.

Ya no tendré que cocinar mis pies en la chimenea para calentarlos…

Susan mira los bastidores con cara extrañada, sin terminar de entender para que son… pero igualmente te los agradece.

Entre los dos te entregan tu regalo…

Este es el regalo de tu familia, lo hemos conservado hasta el día de hoy…

- Son unos bastidores para la máquina de coser... - la tía Susan seguía sin entender.- No importa, mañana te pondré esas piezas en tu máquina y estará como nueva.

Supuse que al ver el resultado quedaría satisfecha, a menudo me olvidada de que no todo el mundo tenía la facilidad y el interés que yo tenía con la mecánica y la tecnología.

- Bien, bien, bien... ¡Mi regalo! - aquello siempre me gustaba, la curiosidad de ver lo que había dentro.- Oh...

Me quedé con la boca abierta al ver el artilugio que estaba dentro del paquete. No habría sabido decir lo que era exactamente, era como una especie de puzzle con un montón de piezas de varios colores que conformaban un cubo perfecto.

- ¡Guau! ¡Es alucinante! - dije entusiasmado mientras toqueteaba la superficie del objeto.- Parece un puzzle... ¿Para qué servirá este asa que tiene aquí? - me volví para mirarles.- Entonces... ¿Esto es de mis padres?

John contesto con una sonrisa…

Si, tu padre y tu madre lo enviaron, siento no poder dar más noticias, el mensajero no lo dejo aquí… se lo dejo a Leonard, quizás deberías hablar con él sobre el tema.

La tía Susan, llega con una bandeja con tres tazas de café y un sobre encima.

Robert cariño, encontré esto en el suelo, cerca de tú abrigo…

El temido sobre de la acería… 

- Si, creo que mañana iré a ver a Leonard - dije sin dejar de mirar el extraño artefacto.

Pero inevitablemente, la llegada de la tía Susan con la carta en la mano desvió mi atención. Aún no había pensado cómo iba a contarles lo que pasaba, tampoco quería preocuparles demasiado. Me gustaba mi trabajo, pero la Carnegie no era la única acería de los Estados Unidos, si decidían cerrar podría buscar trabajo en otro sitio... aunque eso significaba que podría terminar lejos de mis tíos.

Pensé en coger el sobre y guardármelo sin más, pero sentí el impulso de contarlo, supongo que necesitaba hacerlo para sentirme mejor.

- Tío John, tía Susan... debo contaros algo - dije, aparatando mis pensamientos del regalo y adoptando un tono triste en la voz.- La fábrica se ha declarado en suspensión de pagos, lo más seguro es que tengan que cerrarla.

¿Y cómo sabes que dice una carta que no has abierto?

Le dice Susan mientras le adelanta la bandeja con la intención de que abra la carta.

Ábrelo muchacho, nunca se sabe lo que el destino nos depara hasta que se revela ante nosotros.

Añade su tío…

- Pues porque todo el mundo sabe ya lo que va a pasar, tía Susan - respondí dejándome atrapar por el sofá.- Llevan meses con este asunto, que si nos echan, que si no, que si la fábrica cierra, que si sólo se traslada... Esto es sólo la confirmación de algo que ya llevamos mucho tiempo anticipando.

Y así era, el clima en la fábrica no era nada agradable, la gente casi ni hablaba, quizás por miedo a que le echaran en lugar de a otro. Sin embargo, mis tíos no se iban a quedar contentos si no les confirma aquello, así que...

- Está bien, la abriré para que podáis verlo vosotros mismos...

Cogí la carta y sin mucho ánimo la abrí para ver lo que contenía.