Partida Rol por web

El paladín concluyó que su trabajo allí había terminado. Al destruirse el libro, matar a los malvados conjuradores podría suponer una posible solución al problema que se les había planteado.

A continuación, tal y como habían hecho sus compañeros, puso pies en polvorosa para salir de aquel lugar lo antes posible.

—¡Moveos!..—

Furen aguardó junto a la puerta, para asegurarse que Dain salía sin problemas. Cuando todos estuvieran fuera de la habitación, ya respiraría un poco más tranquilo, aunque no del todo hasta salir de ese infernal edificio.

El elemental se gira y empieza a andar hacia el norte. Cuando llega a la pared trata de seguir moviéndose en esa dirección golpeándose contra el muro.

Tras unos instantes, el elemental parece recobrar el sentido.

Saliendo el último de la estancia elemental, Dain cierra la puerta y sigue los pasos de los gnomos.

-¡Vámonos antes de que salga esa cosa y nos linche!

Finalmente lográis escapar del impío templo y del complejo del Mal Elemental.

El cuervo blanco de Jeet se posa en la azotea de una antigua granja y os va guiando hasta el nuevo campamento del Príncipe Thrommel, a unas 4 horas de distancia de Nulb. Cuando llegáis, parece que la Batalla de las Llanuras de Emridy ya ha comenzado.

Rápidamente, sois guiados por el cuervo a través del campamento hasta la tienda donde se reúne el consejo de guerra.

Jeet os lanza una mirada de preocupación mientras Wilfrick con las manos temblorosas lee el informe sobre el estado de las cosas. Grit Huesos de Piedra se cruza de brazos sobre su pecho acorazado con indignación. El príncipe parece mantener la compostura.

- Sabíamos que esta batalla no iba a ser fácil - señala -. Tenemos que seguir en pie. Si retrocedemos, todo estará perdido.

- ¡Necesitaríamos un milagro! - exclama el vizconde.

- Me conformaría con una pizca de buena suerte - dice jocosa la vieja gnoma

- ¡Bah! - contesta el enano -. ¡Girt Huesos de Piedra no cree en milagros o en la fortuna! ¡Si eso es todo lo que tenemos, no quizá merecemos la victoria!

Finalmente, Thrommel se vuelve hacia vosotros.

- ¿Querrán participar en la batalla? Sus habilidades podrían ser determinantes pero no puedo garantizar que vivan para contarlo.

-La duda ofende--guiña un ojo el valiente luchador enano al príncipe Thrommel IV para dejar claro que únicamente  está bromeando--Claro que pueden contar con nosotros. Para eso hemos venido, ¿no?

Luego Dain apoya ambas manos sobre el mazo mientras aguarda que alguno de sus compadres confirme la buena disposición del grupo.

Furen, con caminar cojitranco, respiración pesada y un cuerpo dolorido del que manaba sangre seca de más de una herida, enarcó una ceja ante la petición de Thrommel.

-Entiendo la necesidad, pero vuestra urgencia es también la nuestra. Traemos uno de los nuestros inconsciente, y nosotros seguimos vivos por los pelos y con los recursos agotados o al límite. No quiero hablar por mis compañeros, pero al menos yo no voy a poder ser de ninguna ayuda en estos momentos. Significaría más un estorbo que un apoyo si marcho al frente. Lo único que se me ocurre es quedarme en la retaguardia y tratar de estabilizar a los heridos y ayudar en lo que pueda trasladando cuerpos o material. 

Glohrim, con las pocas fuerzas que le quedaban y lleno de heridas, escuchó atento las palabras del consejo. Se sentó en una silla junto al grupo intentando conseguir algún minuto de descanso que le permitiera reponer fuerzas.

Comprendió entonces una cosa: la batalla ya había empezado, no había tiempo para nada más, y si quería salvar a la región del mal que la acechaba, lo único que les servía ahora, era una victoria. No importaba nada más que eso. El paladín no renunciaría a sus ideales, y si sus fuerzas lo hiciesen caer, su honor y su fe lo harían levantarse.

Se levantó como pudo de la silla en la que estaba postrado y contestó

—Príncipe Thrommel, puede contar con mi martillo..— continuó hablando —..no se ha contado ninguna batalla en la que un Barbarroble no haya participado, y por mi honor que continuaré luchando y defendiendo a nuestro pueblo allá donde haga falta, y si muero, que Ulaa, la madre de la piedra, acoja mi espíritu en el Monte Celestia—

Furen suspiró resignado.

-Parece que prácticamente todos mis compañeros quieren ir a la batalla, pese a todo, así que me desdigo en mis palabras. Contad conmigo. No voy a dejarles solos, aunque sea una temeridad que nos lleve casi seguro a la muerte. Que Berronar acoja en su seno a esta cuadrilla de inconscientes que estamos hechos. 

El sonido de la batalla se podía oír desde el interior de la tienda, Glohrim rebuscó en su mochila y extrajo sus dos últimas pociones. Destapó una y se la bebió de un trago, a continuación ofreció la que le quedaba al resto de sus compañeros. 

—Es la última que me queda, ¿alguien la quiere?,.. la batalla puede ser muy dura, así que no seáis remilgados y que alguien la coja, estamos muy débiles para combatir— miró al grupo para ver si alguien se animaba.

Furen agradeció el ofrecimiento del paladín, pero lo rechazó amablemente.