Partida Rol por web

Si saber que le habían regalado nada se giró hacia Ocón y le preguntó: - Bueno tú que parece que sabes de esto ¿Qué eres y qué es eso de legionario? Su mirada inquisitiva le culpaba de una traición. De no haberles dicho la verdad, y este era el momento de resarcir a todos por su pecado. Por mantenerlos en la ingnominia de lo que sucedía y, más aún, a sabiendas de lo que estaba por acaecer.

Una orden acusadora le inculpaba y azuaba: - ¡Habla! Entre el susurro y la insistencia estaba claro que tenía cosas que decirles, y no era lo que ya sabían de los gorgojos y no nipitos esos. Esa cantinela ya la había soltado el arcangel, y seguro que sabía más de lo que había contado.

Los ojos de Franklyn se abrieron para ver como el arcángel se desvanecía otorgándoles un último abrazo de esperanza. En apenas unos minutos había tenido una epifanía, había visto morir un arcángel ante sus propios ojos y había recibido un don celestial. Era demasiado para asimilar. Se quedó extasiado viendo como la luz se esfumaba perdiéndose en el cielo.

Solo entonces miró a sus compañeros. No era el único que había percibido que Ocon parecía saber demasiado sobre lo sucedido y lo que vendría después para ser un simple soldado de infantería.

Negó con la cabeza.

-No es tan sencillo como eso. El peor enemigo del hombre es el propio hombre. Lucifer se sirve de lo peor que hay en nosotros para su propio beneficio y el de sus seguidores. Los arcángeles fueron hechos a imagen y semejanza de Dios, al igual que nosotros. Y algunos han sucumbido a sus pasiones. Lucifer no es el único, eso es evidente. Pero no hace falta nada de ello para que el hombre se destruya a sí mismo. Probaremos lo del hierro, pero sobre todo, debemos tener fe.
 

El ver desaparecer a Tyrael fue un momento muy triste, no entendía por qué hasta que su esencia nos envolvió a todos y cada uno de nosotros y nos mostraba las vivencias de cada uno así como acciones de un pasado y de una guerra de la que ninguno tenía cierta idea hasta que vimos a Grigori y Nephilim incentivando los peores crímenes contra la humanidad, todo con la intención de entrar en guerra con el Cielo. 

Derramé lágrimas por la muerte del arcángel y por mostrarnos todo lo vivido por los integrantes de la escuadra y un sentimiento de ira empezó a crecer en mi interior al ver las atrocidades cometidas por ambos grupos de seres. Ocon cayó de rodillas golpeando el suelo por la pérdida de su amigo:-Lamento tu perdida, Ocon, si ese es tu verdadero nombre.-le comenté al enviado de los cielos y entonces Brann y Frank hablaron y a mi se me ocurrió la pregunta del millón de dólares:-Y de donde vamos a sacar una cantidad de hierro suficiente para fabricar munición contra estos seres? No podemos cambiar las puntas de las balas que tenemos por clavos por que nos explotarían las armas en las manos.-expliqué con la intención que, aunque la idea de ocon de utilizar el hierro para matar seres celestiales era buena no podíamos realizarla en aquél lugar y menso aún a tiempo antes de que el otro bando encontrara la Espada de Dios. 

- Frotándolas. Respondió el ametrallador. No dudó en sacar su arma y tras eso mostrarlo. Ya el cargador fuera de la pistola, extrajo el primer cartucho, y con eso, empezó a frotarlo sobre su ropa, como si su manga fuera el hierro. - Sólo hay quemoler el hierro. Ahora.... ¿Cómo moler el hierro? Se le ocurrían limas, pero pocas herramientas tenían, ya que, si metían el latón de las puntas blindadas en el hierro....limaduras de hierro, y lo presonaban con fueza, algunas birutitas se quedarían incrustadas, porque ese material era .... más blando. - Los cañones de las armas se van a calentar.... Temió para sus adentros.

Walter no estaba seguro de lo que había experimentado y una parte de él lo negaba. Siempre había sabido de dónde surgían los milagros que había presenciado, un niño que empieza a respirar acunado por una madre llorosa y deshecha cuando estaba a punto de firmar el certificado de defunción, una bala que atraviesa un cuerpo sin tocar ningún órgano vital, el moribundo que se aferra con todas sus fuerzas al hilo vital que lo mantiene consciente... suerte, azar, voluntad, desesperación...

Sigue sin poder creer en lo que ha ocurrido. Sencillamente, no está preparado para ello.

Mira a su alrededor mientras el grupo empieza a ponerse en marcha, sólo hay una cosa cierta: no quiere que les pase nada, se siente más hermanado a ellos que nunca... y más responsable: de la fe al fanatismo sólo hay un paso. Y ha visto mucho de lo que hacen las ideas. Allí mismo tienen un ejemplo, en los campos de Francia y en toda Europa. Los nazis también tienen su fe. 

- ¡Habla! Entre el susurro y la insistencia estaba claro que tenía cosas que decirles, y no era lo que ya sabían de los gorgojos y no nipitos esos. Esa cantinela ya la había soltado el arcangel, y seguro que sabía más de lo que había contado.

 La demanda de Brannagh lo saca de sus pensamientos. Con un suspiro se dirige hacia ellos.

-Sí, Ocon. Agradeceríamos una explicación -querría echarse un órdago, afirmar que no van a moverse hasta saber lo que necesitan saber, pero ve la luz de la fe en los ojos de algunos de los hombres, no será fácil, así que en vez de ello, trata de razonar-. Es mejor saber qué tenemos delante, Ocon, antes de echarnos a andar.

(...) Él los ama. No lo olviden.

Dijo el arcángel, y a mi me dio la tos. No se por qué, me sonó a sermón fácil de ese que se oía en la mitad de las misas cada domingo por la mañana, mientras el ku klux klan quemaba "infieles" por la noche. Así que, cuando oí esas palabras... esas últimas palabras pronunciadas por Tyrael, sencillamente, me dio la risa, y justo acababa de aspirar del lucky strike, como si no hubiera un mañana, ergo, me puse a toser.

¡Cof! ¡Cof! ... está claro... ¡cof! Vive Dios... ¡cof! ¡cof!

Ya no sabía si estaba perdiendo la cabeza, o acaso nunca supe donde estaba realmente y por primera vez veía las cosas con claridad. Pero... pero.

Era demasiado.

Mucho que asimilar. Parecían haber pasado varios años desde que vimos a los alemanes (que ya no eran tan ários) levantarse con heridas que ningún ser humano podría soportar. Como si nada. Y ahora, ahora éramos la última esperanza, el ejercito de Dios, la Ira de Dios... 

Ocon me sacó de mis cavilaciones. ¿Hierro? Joder. Los demás parecían estar de acuerdo, como si fuese tan sencillo... menos mal que al menos Boris aportó algo de cordura.

Ya no es fabricar hierro, joder, ni frotar las jodidas balas O'Connor. Nuestras armas están diseñadas para un calibre, un peso del proyectil, no se, todas esas mierdas... ¿cierto, Steve? Cualquier cosa que les hagas a las balas, joder, no solo perderán efectividad, te puede hacer estallar la maldita escopeta en la cara.

¿No sería mejor calzar las bayonetas? - silencio - Les acribillamos con nuestras balas de mierda, que no les hacen nada, y cuando estén cerca, confiados, zas... tajo en mitad de la cara... ¿qué opinas, Ocon?

Lo que te aseguro, Franklyn, es que la fe no va a tener nada que ver en esto, siento decirlo.

El arcangel o lo que fuera aquel ser desapareció antes de poder contestar algunas de las preguntas que entre todos lanzaron al aire.  Si alguien le contará todo aquello desde luego pensaría que esta loco pero no podía negar todas las cosas inexplicables que había visto en las últimas horas.

Sanders se tomo un respiro para asimilar todo lo que había sucedido, intentaba repasar mentalmente cada palabra del ser celestial o al menos las que recordaba.

No se que coño ha pasado aquí, si somos los putos elegidos o una pandilla de gilipollas... lo único que se es que estamos aquí para parar a esos nazis y es lo que haremos.  Si necesitamos balas de hierro pues que así sea pero acabaremos con esos malnacidos, no por las chorradas del fin del mundo sino por los civiles que serán exterminados por esos cabrones si no los paramos.

Tras aquellas palabras Steve miró a Billy asintiendo.

Es cierto, no podemos acuñar nueva munición así sin más, pero si somos capaces con un horno hecho de forma casera de reblandecer el hierro de uno de los cañones de armas podríamos impregnar las puntas de las balas, eso no modificará el funcionamiento de las armas.

-Entiendo. Es hora que les hable de mí, ahora que los ángeles han depositado su fe en ustedes es necesario permanecer unidos como ninguna brigada lo hizo antes. – anuncia, llamando a todos para que lo escuchen.

-Me llamo Marcus Longinus. Era un centurión romano. – se presenta finalmente Mark y vuelve a mostrar ese puñal largo que guarda en sus ropas.

Mirando de cerca el puñal no es otra cosa que la cabeza de una lanza. Una de esas antiguas lanzas puntiagudas utilizadas hace miles de años. La punta de lanza tiene manchas de sangre frescas, que pese a ser limpiadas en ese momento por Marcus no evita que esta se vuelva a manchar de sangre fresca. Tal como el mito de las estatuas de la virgen que sangran por los ojos, la punta de la lanza hace lo mismo.

- Esta punta de lanza es la que usé para torturar el cuerpo de Jesús. La sangre que la mancha grita mi nombre cada minuto de cada hora de cada día. Hasta en sueños me recuerda…

Me recuerda por que hace tanto tiempo que camino sobre la tierra… y porque debo continuar haciéndolo hasta que Él decida que he saldado mis deudas.

Todo empezó con unas órdenes de Poncio Pilato. Era uno de esos trabajos sucios a los que ya me había acostumbrado. Otro prisionero más. Uno juzgado y castigado por sus crímenes contra roma…lo mismo de cada día. Hasta había perdido la cuenta de cuantos hombres había ayudado a matar.

El nazareno temblaba con cada latigazo en silencio. Del centenar de flagelaciones en las que tome parte, la mayoría gritaba, muchos se desmayaban enseguida, otros morían entre sus heces allí mismo…

Pero él no gritó, ni hizo ningún sonido. Ningún quejido. Solo su mirada exclamaba algo que en ese momento no entendía. Su mirada fija en mí…

En el patio sólo se oía el restallar del látigo, mordiendo su carne y salpicando su sangre. Luego llegaron más ordenes. Ordenes fuera de de lo común…para un prisionero mas del montón.

Nuestras órdenes eran asegurarnos que Jesús llegará vivo al monte y que sufriera el máximo dolor posible. La crucifixión no trata de desangrar. Aprendí con el tiempo que al colocar a alguien con los brazos estirados más elevados que el resto del cuerpo  aprieta los órganos e impide que los pulmones se expandan.

Ninguna mente podría comprender el esfuerzo del nazareno. Era como si se ahogase, como buscando el aire que le faltaba. La agonía de la cruz duró más de tres interminables horas. Finalmente los otros centuriones fueron a romper las piernas de los otros dos crucificados, un par de ladrones. Porque si los ladrones no tenían forma de auparse en busca de aire morirían antes y se acabaría antes ese arduo día.

La mutilación de los otros dos me asqueó, y por alguna razón quería proteger al nazareno de esos golpes brutales. Entonces me acerqué con mi lanza y le pinche en el costado derecho, éntrela cuarta y la quinta costilla.

De su herida brotaron sendos borbotones de sangre, que me salpicaron por todo el rostro. En especial sobre mi lado derecho de mi rostro, donde estaba mi ojo inútil, que después de una batalla había perdido la visión.

Al limpiar la sangre de mi ojo derecho había recuperado la vista. Estaba perfecto. Hasta mejor que nunca jamás. Me sanó, aunque yo había ayudado a matarlo su sangre me había hecho completo de nuevo.

Y bajo la lluvia, la tormenta que se había gestado de la nada sobre ese monte…desde ese momento, mi vida ya no era mía. –

Esa noche volví a casa. No comí, no limpie la sangre ni la suciedad de mi cuerpo. Ni siquiera busque secar mis ropas ni mi armadura. Solo sostenía la lanza. Ni mi mujer pudo arrancármela de mis manos. Me senté en las sombras y esperé durante días.

Hasta que una luz llegó a mí. Me dijo que debía caminar por la tierra hasta cumplir la voluntad del señor. No descansaría hasta que los Grigori y los Nephilim no dejasen de ser una amenaza para la humanidad. Ese era el castigo por mis actos. Se me negaba el sueño eterno. No volvería a ver a mis seres queridos hasta que borrase de la tierra al último Grigori. -

El centurión vuelve a guardar su punta de lanza, envuelta en trapos, dentro de su chaqueta. Luego señala hacia el norte, en dirección a Liegé.

- Nuestro destino es el norte, donde una fortaleza espera por la punta de la lanza. Allí es donde Zephon, el Grigori, irá luego de venir aquí. Porque seguramente ha visto caer a los arcángeles. Pero antes de llevar la lanza debemos desviarnos hacia el este, hacia un sitio donde podremos fabricar nuestras balas especiales. Las visiones de Tyrael me indican el camino. – finaliza para luego comenzar a prepararse para el viaje.

La desaparición de Tyrael despertó en Mike un inesperado sentimiento de tristeza, ver como se desvanecía aquel ser divino le hizo sentir como si perdiera a un ser querido.

Cuando el alma, o la esencia de Tyrael se introdujo en el se sintió mas fuerte que nunca, incluso invencible. No solo eso, además también le insufló valor, no tuvo miedo ante la misión que el ángel les encomendaba. Además estaba Ocon, que sabía más de lo aparentaba, los demás le tiraron de la lengua y consiguieron que se explicara.

La sorpresa resultó mayúscula, descubrir que Mark era realmente el soldado romano que remató al mismo Jesucristo resultaría difícil de creer, en otra situación. Despues de lo vivido con los ángeles la mente de Mike y sus  compañeros estaba un poco mas abierta y menos escéptica.

Mike no era muy religioso pero conocía la historia de Jesús como para saber que la manera de Longinus rematarle de hizo que se cumpliera la profecía "no le quebrarán un hueso". Ocon, o mejor dicho, Longinus había cumplido una larga penitencia por esos actos y le había llevado a combatir a su lado. Una vez se explicó Mike se sintió afortunado de tenerle a su lado.

En otro orden de cosas, Mike nunca se había parado a pensar en las aleaciones de las balas, siempre había pensado que eran de plomo pero, efectivamente las había con recubrimientos de latón y otros metales. Si necesitaban balas con hierro deberían prepararlas ellos, no creía que las fueran a encontrar hechas.

-Pues pongámonos en marcha ¿no? debemos fabricar la munición más pronto que tarde.- Apuró al grupo. Realmente se había puesto un poco nervioso, una cosa era ir a la guerra y luchar contra los nazis de hitler y otra era ayudar al mismísimo Dios contra las fuerzas del mal... aunque ¿había diferencia?, o aquellos soldados nazis casi inmortales no eran otra cosa que demonios... 

- ¿El romano del lanzazo a Jesucristo? Preguntó tan sorprendido que no podía .... crer que sus palabras vinieran de un hombre con unos dos mil años de edad. Entonces, según le habían enseñado las viejas, preguntó: - ¿Y lo del tarremoto de cuando murió, justo antes de que empezase a llover? No podía creer que pudiera existir. Los ángeles y los demonios, los arcángeles y el resto de la tropa, si. Eran los mandamientos, y todo eso, pero, que incluso "El Legionario" quedase .... es tanto para su comprensión, que, ahora, ya no podía tener más dudas. No existían estas, y además, estaban formando parte de ello.

Vaya con el soldadito - dije, como única frase que se me ocurrió decir tras la fabulosa historia que nos acababa de contar Ocon. No es que no la creyera, a estas alturas, me hubiera tragado cualquier paparrucha como quien se come un buen filete al horno, no... es solo, es solo que estaba sorprendido. Hasta el extremo. Ni los nazis inmortales, ni dos arcángeles caídos del cielo que mueren a nuestros pies... ni siquiera el hálito de vida y poder que nos transmitieron, fueron las palabras de Mark Ocon las que más me impactaron.

Pensar que habíamos tenido combatiendo a nuestro lado a aquel que ejecutó a Jesús, y que llevaba encima la lanza con la que lo hizo... 

Así que... alea jacta est y toda esa mierda... ¿cómo era, Ocon? ¿Cómo era Jesús? Porque... siempre lo hemos visto representado con nuestros rasgos pero... tenía que tener una cara de... ya sabes... - iba a decir moro, luego árabe... pero acabé reculando, pues no sabía como reaccionaría ante tales palabras, al fin y al cabo, era todo un puto centurión romano.

¿Llegaste a hablar con él? Podrías contarnos algo mientras vamos a ese sitio donde, según dices, podremos fabricar balas...

Me quedé pensativo unos instantes, como esperando una respuesta del soldado que no llegaba...

Una cosa... ¿de donde era Pilatos? - ante la mirada incrédula de los demás, de no creerse que pudiera frivolizar en un momento como este me apresuré a finalizar - joder, tíos... venga ya, no me digáis que no os asaltan mil preguntas... 

Venga, macho, respóndeme a eso al menos, dicen que era escocés... ¿es cierto? Bueno... tú igual la conoces como Caledonia... si, colega... lo que hay más allá del muro...

Franklyn escuchó en silencio el relato de Ocon. Al principio con incredulidad, pero poco a poco vio coherencia en sus palabras y de algún modo, sintió que su relato era cierto hasta la última palabra. No supo que decir al principio. 

Pero fue Blachowicz el que rompió el hielo.

Vaya con el soldadito...

Frank se humedeció la garganta y como si alguien hubiese apretado un botón, recuperó su tono habitual.

-Ya te digo...te conservas bien para tener 2000 años. En serio, ¿cómo es? Digo...¿vivir todo este tiempo, preparado para este momento? Porque entiendo que ese momento ha llegado ¿no?¿El juicio final?¿Es lo que nos espera al final de esta maldita guerra?¿Una guerra encubierta entre el bien y el mal?¿Ángeles y Gregoris, Nephillim...quizá demonios?

Walter escucha en silencio el relato de Longinos. Conocía el mito del centurión condenado a vivir eternamente y entre sus palabras atisba hechos que conoce como ciertos: Jesús fue condenado por los romanos, de ahí, la crucifixión que era un castigo reservado por Roma a los criminales, como Espartaco, que también murió crucificado. La implicación de los judíos fue una decisión posterior, muy posterior, cuando el cristianismo buscaba ser aceptado por el poder imperial y no era políticamente correcto decir que habían asesinado al Mesías... fue entonces cuando los judíos cargaron con todas las culpas, Poncio Pilatos se lavó las manos y todo eso...

-Y no sólo hizo que su hijo pagara por nosotros, sino que condenó al pobre centurión que quiso ahorrarle sufrimientos, permitió que otro pueblo cargara con las culpas -cientos de años de atropellos- y nos ha dejado nadar en la inmundicia y la más absoluta perversión durante dos milenios.

-¡Qué grande eres Yahvé! -grita el cabo con todas sus fuerzas hacia el cielo.

Sonríe ante las miradas de sus compañeros, que tras esa breve comunión, le han dejado para atender a Ocon.

-No os preocupéis. Estoy tan cuerdo y entero como puede estarlo alguien en esta situación. Y no creo que mis gritos atraigan más atención que aquí el festival de nuestros amigos, los ángeles. ¿Dónde andará San Miguel, no es él el general de las huestes divinas? -exhala con una mueca de incredulidad y se une al grupo en torno a Longinos, el centurión inmortal.

-Su sangre te curó -increpa a Ocon-, pero no te quitó el gusto por la matanza. Aquí estás, en otra carnicería, aprestándote a una nueva misión divina. ¿Haremos como en Bezier, donde mataron a todos los que allí habitaban al grito de que Dios distinguirá a los suyos? ¿Cuántas guerras has presenciado sintiendo que es la última? Hay para elegir en 2000 años. Me pregunto... me pregunto qué pasaría si te disparo, ¿te levantarías como Lázaro?

Pero Walter no tiene arma alguna en la mano, su pistola sigue en la cartuchera, y no ha hecho gesto alguno que acompañe a sus palabras.

-Pero imagino que no tenemos alternativa. Seguimos en campo enemigo, así que aunque no vengan vuestros demonios, podríamos encontrarnos con una patrulla nazi, así que será mejor movernos -decide recogiendo las palabras de Mike.

-Brannagh, Sanders, Billy, vosotros sabéis mejor que nadie las posibilidades que tenemos de fundir o ajustar balas aquí. No estamos en un ejército napoleónico... Exploremos la visión mística -aunque hay decisión en sus palabras no deja de notarse un deje de sorna y desprecio en su forma de decirlo. Walter usa todo su elitismo de eastern de clase alta.

-Ocon -se niega a llamarlo por su nombre real-. Sabes que andamos escasos de todo, ¿a qué distancia estamos de allí y qué nos podemos encontrar? Puedes decírnoslo, no es como ocultar que eres un centurión romano con 2000 años de vida.

El tono de Walter es sarcástico e hiriente, nunca le han oído hablar así en el tiempo que llevan juntos. Siempre era el amable y juicioso doctor. Por su parte, Walter considera que si ha aguantado 2000 años de penurias, bien puede soportar su ira.

-Halloway, arrampla con todo lo que hayas encontrado. Salimos en cinco minutos.

.-Esa no me la esperaba.-comenté al conocer la verdadera identidad de Ocon:-El famoso Longinus, nada menos. Debe de haber sido un verdadero calvario haber vivido durante tanto tiempo.-añadí a continuación intentando imaginar lo que había vivido ese hombre. Entonces el famoso hombre pasó a explicar su leyenda y nuestro nuevo objetivo. 

Cada uno de los integrantes de la escuadra tenía sus dudas y sus preguntas pero no era tiempo de hacerlas, al menos no manteniendo aquella posición. Y entonces el cabo Sanderson empezó a dar las órdenes oportunas:-Si señor.-dije agarrando el subfusil Thompson, aferrando bien las asas de mi mochila y esperé para avanzar. 

-Por Dios y toda su gloria Walter, no seas tan cínico.- Luego de todo aquel revuelo, de la muerte del ángel, de la conexión con el pelotón y cualquier cosa extraña que pasó, y de todas las preguntas que fueron o no respondidas hasta ahora, finalmente logré hablar, como si acaso hubiera salido de la nada aunque en todo este tiempo estuve parado de pie en silencio como un tonto, y además de finalmente romper el silencio en el que estaba usando una expresión que nunca me habían llegado a escuchar decir en voz alta. No sé, simplemente supuse que tenía algo de sentido decir algo así ahora.

-¿Quieres saber por qué sucedieron tantas matanzas y muertes? Ahí está la respuesta, literalmente todos aquí la vimos: El gran diluvio falló y todo se fue al carajo. Imagina como si nosotros los Aliados, los Nazis, y cualquier otro país como los Chinos o Rusos se encontraran uno frente al otro y apuntándose con unas pistolas. Mínimo UNO de todos ellos terminaría jodido, y al parecer en esta situación fueron dos: La humanidad y el cielo. Es algo jodidamente simple de entender, y también entiendo tu molestia por todo este asunto, pero tu forma de reaccionar es simplemente deplorable... Mierdas así suceden todo el tiempo en el mundo, y están pasando y seguirán pasando, porque parece que la tarea que le dieron a Ocon simplemente no tiene final. Todo esto que nos toca hacer a nosotros, es simplemente evitar que todo se vaya a la mierda mucho antes de tiempo, punto...-

Hablaba con total firmeza y seguridad, sin un rastro de burla o enojo, fruncieno leve el ceño mientras miraba directamente a Walter, antes de ver al grupo. -Si se ponen a pensar, somos tal vez las únicas personas de la Humanidad que sabe toda esta mierda... ¿Se van a poner a hacer chistesitos y sacarle en cara todas las frustraciones a Ocon? ¿O tomarán todas sus mierdas y nos empezamos a mover al Este? Porque ahora mismo nuestro objetivo cambió: Ir al Este a lo que sea que tengamos que hacer, luego al Norte para llevar la punta de la Lanza, y matar a cualquier Nazi hijo de puta que nos encontremos en el camino. No importa si esos Nazis sin cualquier bicho que mencionen en la Biblia o gente normal, pero yo tengo pensado defender la tierra de mis antepasados, que esta mierda no se vuelva el Infierno en la Tierra, y volver a casa... ¿Y bien? ¿Estamos Listos?...- Pregunté mirando a todo el grupo, pasando mi mirada en cada uno y abriendo ligeramente los brazos como esperando en verdad alguna señal de que estuvieran listos, pero antes que nada llevé finalmente mi mano derecha hasta uno de los bolsillos de mi pantalón, sosteniendo el rifle con la otra, y así toqué aquel extraño peso que tenía en ellos... Sacando así una maldita lata y mirándola con cierto asombro, antes de volver a dirigirme al grupo. -El Angel literal nos curó y nos quitó el hambre y el frío... Tenemos al parecer 2 latas además de cualquier cosa que lograron recuperar de las Trincheras, así que lo mejor que podemos hacer es empezar a movernos.-

Le tocaba mover a la gente. Ya había dicho el "jefe" que en 5 minutos nos marchamos, así, que era lo que había. - Venga gente, recogedlo todo, apagad las colillas, tapad las huellas y los restos de lo que dejemos, ... estamos saliendo y no veo a la gente mover el culo. Un par de palmadas, que hicieron que el polvo de la nieve se arremolinase a su alrededor, y así azuzó a los chicos. - ¡¡PLAS..PLAS!! Ya está bien de marear al poblre viejales. Cuando tenga tiempo nos contará batallitas. Venga que nos vamos, moveos, moveos, moveos.

Joder...

Susurré, con el gesto contrariado, cuando O'Connor se puso a decir lo que teníamos que hacer. No es que tuviéramos que obedecerle, no era el oficial de mayor graduación, pero... ante esa especie de vacío de poder, quien tomaba la iniciativa mandaba.

Y... ¡que coño! O'Connor había demostrado ser un buen soldado, un tipo resolutivo, cabal y valiente. Si había alguien a quien seguir, era a él.

Vincent, uno de los tantos que había enmudecido todo este tiempo, finalmente reacciona al abofetearse con fuerza.

-¡Ah! – Exclama al dejar su mejilla de color tomate - ¡Ángeles, demonios y romanos inmortales! ¡Bueno! Espero que el de arriba entienda que un pobre soldado debe ganarse el sustento aquí, en la tierra desolada de la guerra – comenta luego de volver de la casa con un saco al hombro.

-¡Si señor! Supongo que no es robar si los dueños anteriores han estirado las piernas…yo no fui, solo obedezco ordenes del doc – explica a Marcus por el contenido del saco, donde los restos de la horma de queso y algo de pan duro hacen compañía a otras posibles baratijas.

Tras el comentario el hombre sigue los pasos de los demás.