Capitulo dos - Blanca medianoche

Praderas de Bélgica. Cerca de Malmedy. 18 de diciembre de 1944

Quizás la única en pie se alza oculta entre cerros nevados y arboles. Lo que supone un alivio para el cansado grupo de soldados luego de una veintena de kilómetros de marcha.

En la distancia la abandonada vivienda podría ser lo mejor que ha sucedido últimamente…

Una vivienda de dos plantas se alza impoluta en medio de un amplio claro, libre de arboles, que tiene la ventaja de su terreno elevado y su amplia vista sobre las blancas praderas en algunos kilómetros a la redonda.

Tan solo algunos solitarios pinos, por aquí y por allá, rompen con la monotonía de la imagen nocturna.

La casa, de techo de dos aguas y de dos chimeneas, es amplia por dentro y parece que no ha sufrido grandes daños por la guerra. A primera vista tan solo el habitual saqueo de todo lo comestible por los ejércitos de turno que han visitado el lugar es lo que se puede contemplar. Aunque un examen minucioso revela mucho más.

Porque la guerra si ha tenido en cuenta a sus ocupantes. Una docena de tumbas, hechas con prisa, se encuentran en el patio trasero de la casa. En su interior las resecas manchas de sangre y agujeros de bala demuestran que el último grupo militar ha dado cuenta de sus ocupantes.

Pese al pasado violento la vivienda es un magnifico sitio donde descansar y pasar la noche. Una noche solo quebrantada por el incansable viento pero matizada por la luz de la luna.

En ese océano blanco y nocturno, una figura llega hasta la casa. Es alguien conocido por todos. Sanders finalmente alcanza el resto del grupo…

El último en entrar, como cerraba la columna era el irlandes estadounicicado.Vamos, Brannagh. El último, si no contamos la posterior visita del "tirador". Como esperaba, llegó entre la noche, las sombras y sin esperársele. Mientras lo hacía, y haciendo de "segundo", empezó a organizar las guardias de la noche, en parejas, dejando tanto a "Doc" como al francotirador, que no esperaba, sin puesto, para que puediran dormir en condiciones. Él estará toda la noche dormitando en un puesto, a la espera de que pudiera pasar algo. 

Franklyn avanzó agachado hasta la entrada de la casa con su Thompson dispuesta para lo que fuese menester. Pero todo parecía tranquilo en la zona.  Cuando al fin se aseguraron de que la zona era segura, se metió en el interior y se desplomó directamente en el suelo. La tentación de buscar una chimenea en la que montar un fuego era grande, pero sería un suicidio. La columna de humo se vería en la distancia y los teutones no tardarían en dar con ellos. Deberían ser discretos. Si podían evitar que nadie supiese que se refugiaban allí, mejor que mejor. 

Walter tiene ganas de dejarse caer al suelo y descansar, como todos los muchachos, pero no era el momento.

Con gesto cansado señaló la casa.

-Parece un buen sitio para pernoctar. Aseguremos el lugar -echa un ojo a los hombres, Tala parece el menos cansado a sus ojos- Lewis, comprobad bien el interior, mirad si hay un sótano, no veo ningún almacén exterior. Sé que es evidente, pero nada de luces o fuegos, a pesar del frío.

empezó a organizar las guardias de la noche, en parejas, 

dejando tanto a "Doc" como al francotirador, que no esperaba, sin puesto, para que puediran dormir en condiciones

Al escuchar a Brannagh organizar las guardias, Walter esboza una sonrisa cansada.

-Gracias, Brannagh. Luego haré una ronda para comprobar vendajes y heridas... -todavía en el exterior de la casa, ve llegar a Sanders-. Parece que Sanders lo ha logrado. Brannagh, asegúrate, por favor, de que todos coman algo antes de quedarse dormidos; seguro que Hooloway tiene algo en su zurrón infinito.

Le pediré a Halcón un esfuerzo más para que echemos un vistazo al perímetro, aunque el lugar parece ideal. Reúnete luego con nosotros (*).

A la declinante luz del día, Walter observa los alrededores, más de un centenar de metros hasta los árboles más próximos, una pendiente ligera pero suficiente para cansar un asalto... el lugar no parecía nada malo. Habían tenido suerte, mucha suerte, y no les venía mal un poco.

Aun así no se quedaría tranquilo hasta echar un ojo al otro lado de la casa y lo que había más allá (**).

¡Una casa! Joder... que puta suerte, ya era hora - pensé, cuando ya apenas podía dar un paso más. La marcha, herido y tras haber sufrido un barrido como el que habíamos sufrido a manos de las SS fue cuanto menos, penosa.

La parte negativa era, su vertiente positiva. Una puta paradoja. En un pueblo, o algún tipo de barriada periférica, una casa podría pasar desapercibida, pero ahí en mitad de la nada, la única construcción, llamaba la atención como la jodida Rita Hayworth en mitad de una banda de afroamericanos tocando el saxofón.

Walter - dije, llamando la atención de doc, que circunstancialmente estaba al mando - creo que las guardias deberían ser de más de dos hombres, señor... esto no deja de ser una ratonera, o bien... lo que quiero decir... ya sabe... situarnos algunos de nosotros en el exterior, por anticipar si llegan y que no nos cojan sin posibilidad de retirada - dije, a lo que varios de mis compañeros pusieron mala cara. Y es que fuera hacía un frío del carajo. Decían que cuando el grajo vuela bajo, hace un frío del carajo, ¿no? Joder, pues si queda algún puto grajo vivo que no se haya comido el bueno de Yakovlevich, de volar bajo nada, debe de ir bajo tierra por lo menos.

Señor - desconocía si debía llamar "señor" a Walter, pero me pareció lo correcto para dotarlo de más autoridad - si me permite descansar las piernas dos minutos mientras me fumo un pitillo, me ofrezco voluntario para montar un puesto a cien metros de la casa.

¡Eh! ¿Quien aprovisiona de balas? - pregunté a continuación un poco en general, pues necesitaba recargar el cargador auxiliar de la carabina.

Pasados unos minutos al fin llegó Sanders a la casa donde ya descansaba su unidad.  No había sido dificil seguir su rastro, más teniendo en cuenta que portaban algún herido y que no habían intentado cubrir sus pasos, el especialista se tomo su tiempo en el regreso intentando cortar el rastro de los hombres ocultando las huellas y desviandolas de la ruta correcta.

La casa tenía buena planta, parecía abandonada no hacía demasiado tiempo, lo mejor de todo era la visibilidad alrededor de la misma que aseguraba el suficiente terreno sin obstáculos para no tener sorpresas.

Finalmente Sander llegó a la casa e hizo acto de presencia, reviso con la mirada a los hombres y sus respectivos estados hasta llegar al médico.

Parece que hemos tenido suerte después de todo, esos jodidos alemanes no se de que pasta están hechos pero os aseguro que le revente media cabeza a un sargento y siguió andando.

Pude ver a un coronel nazi, tenía un aspecto algo extraño y mando ejecutar a los prisioneros el muy cabronazo empezando por el capitán.

Sanders se tomó un respiró dejando su rifle apoyando en la pared y descargando el peso de la mochila mientras tomaba algo de agua.

No creo que nos persigan, diría que no somos de su interés.  Han tomado la posición y probablemente descansarán hasta mañana para reunirse con los panzer en el pueblo. 

- Comer, es cierto. Asintió con la cabeza, como solía hacer, con el gesto típicamente militar. - Joder, con tanto correro, segurpo que a más de uno eso se le pasa y símplemente quiere dormir. - Si cabo. - Como se nota que es médico antes que soldado.

- Venga gente, no os durmáis, cenar algo ante de tiraros a la bartola. Si alguno ya se había quedado frito, un toque con la puntera de las botas y un: - Tú, cena algo antes de planchar oreja.

Finalmente nos reagrupamos todos, incluido Sanders, en una cabaña a unos pocos kilómetros de Saint Vinth, oculta entre cerros y que nos va a proporcionar un poco de resguardo del frío de la noche. Entro después de que Tala y Franklin hayan inspeccionado el interior y encuentro una silla en la que sentarme un par de minutos, me quito la mochila y dejo apoyada la Thompson a un lado. 

Lo primero que necesitábamos hacer todos era comer algo para reponer fuerzas antes de dormir y turnarnos para las guardias. Walter pasaría más tarde a revisar los vendajes:-Si, cabo.-respondí ante las órdenes de comer y descansar:-Es lógico pero no estar de más ser precavidos y poner guardias, Sanders.-le dije al recién llegado francotirador antes de que se fuera con Walter a hacer la ronda:-Billy, las mías no te servirían para tu carabina, lo siento.-le dije al irlandés. 

Suspiró con alivio al ver que el destino les brindaba un buen sitio donde poder reagruparse y pasar la noche. En el momento de entrar en la granja, Mike, fue consciente de cuan fatigado que estaba, y no solo eso, también tenía hambre. 

Creyó a Sanders cuando contaba lo del alemán caminando con el tiro en la cabeza, sin duda aquellos soldados no eran normales.

Ahora tocaba discutir cual sería su siguiente movimiento, eran muy pocos como para hacer nada demasiado agresivo aunque podrían intentar conseguir información.

Sé que es evidente, pero nada de luces o fuegos, a pesar del frío.

-Claro, buscaré mantas, seguramente haya algo en el piso de arriba.- Y subió a investigar, sin un fuego que les diera calor la hipotermia se convertía en otro enemigo a batir. Quien sabe, a lo mejor encontraba algo útil.

Parece que hemos tenido suerte después de todo, esos jodidos alemanes no se de que pasta están hechos pero os aseguro que le revente media cabeza a un sargento y siguió andando.

Pude ver a un coronel nazi, tenía un aspecto algo extraño y mando ejecutar a los prisioneros el muy cabronazo empezando por el capitán.

-De pasta no humana -Walter necesita decirlo en voz alta, por eso ha pedido a los "oficiales" una ronda alejados de la tropa. Ignora la mirada escéptica de Sanders-. Mientras vosotros tirabais yo observaba las heridas que producían las balas...-se encoge de hombros y esboza una sonrisa a modo de disculpa-. Remiendo heridas, no las provoco.

Como decía -continúa- sólo el shock de los impactos tendría que haberlos tumbado, el cuerpo humano, incluso habiendo tomado drogas, sólo es capaz de resistir cierta cantidad de daños. Podría ser algún tipo de blindaje, pero había heridas abiertas y mucha sangre. Simplemente, se recuperaban y continuaban... por eso di la orden de retirada -aclara, como si se sintiera juzgado por los experimentados soldados (*).

-Algunos de los soldados... oyeron hablar al capitán alemán... Estaban asustados, bajo estrés, pero afirmaron que no se calificó de humano -se pasa la mano por el rostro- Intento racionalizarlo. Pero sé perfectamente lo que vi. Su ciencia médica tendría que estar avanzada décadas o un siglo para producir esos resultados. En Londres oí hablar de experimentos en los campos de prisioneros, aunque nada apuntaba a esa extraordinaria resistencia o vitalidad. 

¿Viste u oíste algo más, Sanders? Por loco que sea, puede salvarnos la vida.

- Pero "Doc", no es la primera vez que vemos un tipo con las tripas fuera que sigue luchando un rato ... y luego, a los tres minostos se desploma. Añadió el artillero, como si aquello fuera algo normal. No quería pensar en cosas malas, magias o mierdas así, de las que su cultura tiene mucho. Estaba intentando darle una explicación a lo que no lo tenía. Como si quiesiera proteger su mente de las barbaridades que habían visto.

- Pero "Doc", no es la primera vez que vemos un tipo con las tripas fuera que sigue luchando un rato ... y luego, a los tres minostos se desploma.

Walter entiende perfectamente el razonamiento de Brannagh, ya ha pasado por esa fase. ¿Debería mentir, es lo que haría un oficial de verdad?

Suspira.

-Yo no vi caer a ninguno, Brannagh -prefiere empezar él, reconocer lo imposible. Está convencido de que sólo asumiéndolo podrán enfrentarlo-. No eran heridas de las que pudieras continuar, ni unos minutos. No. Vimos algo que desafía toda la lógica y la ciencia que conocemos. No puedo explicarlo. Tampoco hubo gases que nos pudieran hacer alucinar. No.

Sanders, estás muy callado. ¿Viste algo? -insiste el doctor. Fue el último en retroceder y el que más tiempo estuvo allí.

Una vez llegamos a casa solamente quería tumbarme en una silla... Y lo hubiera hecho de no haber sido por Doc. Asentí cansado con la cabeza y sujeté con firmeza el rifle, sacudiéndome la pereza de encima mientras entrábamos para asegurar la casa. Una vez dentro y con Sanders finalmente presente, nuevamente el tema que dije en nuestra marcha volvió, con Sanders respaldando mis palabras. 

Pero aún así, era Brannagh quien decía una tontería y querer tratar eso como algo normal, pero por suerte Walter se pone de nuestro lado, diciendo que era algo imposible, y luego desviando nuestra atención hacia Sanders, al cual miraba con curiosidad mientras me encontraba apoyado contra una pared, sentado en el suelo.

Poco a poco la casa se aclimata con la presencia de los soldados que cansados buscan un sitio donde desplomarse y recuperar energías. Queda claro que utilizar la chimenea era el anticipo al suicidio porque se podría ver en kilómetros a la redonda el humo ascender. Así que sería una estadía dentro de las paredes húmedas y frías pero alejadas de la inclemencia del exterior.

Habiendo encontrado algunas mantas en los dormitorios ahora la tarea para combatir el frio estaba parcialmente ganada. Incluso un par de panes con solo un poco de moho y media horma de queso de cabra eran un tesoro invaluable. Algo que evidentemente los alemanes habían pasado por alto en la última visita.

Luego, a medida que se organizaban, tocó el recuento de munición y disposición del equipamiento importante. Para lo cual se utilizó la gran mesa de la sala principal. Había sobrado poco o nada luego del frenesí de la batalla y de la apresurada huida. Un par de cartuchos, algunas balas sueltas y una que otra granada. Nada más que eso; por lo que deberían hacer valer cada disparo de ahora en más.

-No tengo nada más Doc. El asalto de los super nazis arruino mi negocio de “intercambio”. Solo tengo una lata de carne en conserva – responde Vincent a la petición de Walter.

 -Vamos, una mísera vela no va a alertar a toda la Wehrmacht. ¿Cierto? – pregunta el soldado al momento de encender una pequeña vela dentro de un jarrón de chapa que encontró allí.

-No Holloway. Esos no eran nazis. Los nazis no matan a sus propios soldados. – repite por enésima vez Mark, quien se había sentado junto a una ventana y cada tanto vigilaba el exterior sin dar mucha importancia a lo que sucedía en el interior de la vivienda.

-Tampoco es ciencia ni experimentos de ningún tipo. Simplemente no son iguales al resto… - afirma y luego de pensarlo varias veces continua – Uno cayó. De eso estoy seguro – asevera luego de mirar a Mike.

Ocon fue uno de los pocos que apenas ha descansado desde que llegaron a la casa. No ha ingerido alimento alguno ni bebido agua para dar lo que le tocaba a otros con mayor necesidad.

Poco después un ligero temblor es acompañado por una brisa inusualmente cálida. Acto seguido un sonido, similar al de un obús en caída libre, comienza a escucharse por todo el campo sin dirección aparente hasta que el cielo nocturno poco a poco comienza a iluminarse por una especie de cometa.

El evento celestial gana fuerza, iluminando el exterior de la casa con la intensidad de un mediodía y su horrible sonido parece perforar los tímpanos de todos allí. Luces de varios colores entran por las ventanas de la casa, iluminando sus más recónditos lugares.

En sus relojes las agujas marcaban un minuto pasada la medianoche…

Nada, tuve salir de allí antes de que se percataran de mi presencia, respondió finalmente Sanders mientras apuraba la cantimplora.  Sin duda aquel batallón nazi les superaba en número y en fuerza por lo que no había más opción posible que la retirada.

Las guardias y los turnos, se repartieron para que los hombre pudieran descansar.  Era importante descansar aunque apenas fueran unas pocas horas, la ballata desgastaba mucho y era mejor estar descansado a la hora de apretar el gatillo.

Pasaron apenas unas horas cuando la casa se iluminó de un color azulado dificilmente reconocible, no se trataba de una tormenta pues la luz no resultaba intermitente siendo más bien una luz mantenida. La luz entraba por todas las ventanas de la casa por lo que tampoco podría tratarse de focos o linternas. 

Sanders se acercó a una de las ventabas con cuidado y pudo ver aquella especie de cometa surcando el cielo.

Maldita sea, ¿que rayos es eso?

Brannagh, dormitando como estaba, no duda en tomar la pistola que porta en la cadera y acercarse a la ventana para mirar. Se "oculta", en un laterial, para intentar ver lo que sucede, de donde vienen las luces y reza por la pareja que hay fuera siga viva. Chistando, despierta al resto, ya que él estaba dormitando todo el rato, y no hay duda de que salta en automático: - Gente arriba. Vamos. Esperaba que solo fuera un proyectil iluminante, o uno de guía, para que luego la artillería, o los observadores avanzados pudieran guiar el fuego de la artillería.

- Eso es que no están demasiado lejos. Pensaba parasi, analizando, o intentándolo, por el sonido escuchado.