Partida Rol por web

Vamos, chicos, no es más que otro puto fantoche, da igual que hable alemán o extraterrestre, si viene con esas le vamos a meter sus putos fuegos artificiales por el culo...

Walter piensa que las bravatas no les van a salvar aunque imagina que cada uno se enfrenta a lo imposible de manera distinta. Y, honestamente, esperaba más ecuanimidad de un ser celestial -se sorprende al pensar eso-. No una furia ciega que despierte sus instintos de supervivencia o que se alimente de sus peores recuerdos.

"Apresuradamente juzgas" le gustaría gritar, pero algo le dice que es mejor la prudencia. Esas criaturas han caído cientos de kilómetros envueltos en llamas...

Así que obedeciendo a Ocon se desliza hacia un lateral, alejándose del "arcángel" y del propio Ocón, que indudablemente sabe más de lo que aparenta.

-Ocon -sisea Walter- ¿qué está pasando?

Mientras lo hace, no puede evitar pensar en la otra criatura que no se ha mostrado todavía (*)

Franklyn permanece arrodillado. Sus manos buscan a palpadas el crucifijo de plata que lleva colgado del cuello y cuando lo encuentran, se aferran a él envolviéndolo. Sus ojos ahora son incapaces de apartar la mirada del ser de luz que se acababa de materializar ante ellos. 

Cuando siente a ese ser ahondando en sus pensamientos, se entrega por completo a él, ofreciendo su alma desnuda.

-Oh, enviado del señor, a ti me encomiendo en cuerpo y alma. Si hay algo en que pueda serviros, no tienes más que decirlo. He rezado muchas noches pidiendo ayuda a Dios. Alabado sea. 

Aquel hombre, a menudo bromista, que parecía incapaz de tomarse nada en serio, parecía haber cambiado. O quizá era solo que una fachada construida sobre cimientos débiles se había desmoronado ante una experiencia que superaba cualquier otra imaginable.
 

La dolorosa intromisión del ángel en su mente despertó en Mike recuerdos muy íntimos. Instantes de su vida que había ido guardando en lo mas profundo, intentando olvidar, sin conseguirlo. Rememorar aquellos sentimientos enfadó a Mike. No solo había invadido su intimidad si no que había mirado donde no debía. Al principio pensó que aquellos seres habían venido a ayudarles pero el ya los odiaba a muerte. Al menos a uno de ellos.

Pero no se dejó llevar por la ira, con el ceño fruncido retrocedió marcha atrás apartándose del agujero del crater y del ángel, pero sin dejar de mirarlo.

-Se ha metido en mi cabeza.- Hablaba enfadado sin ser consciente de que también había invadido las mentes de todos sus compañeros.

Entonces Ocon parecía enfrentarse al ser, además lo hacía como si lo conociera. Y para terminar les lanzó una advertencia. Mike retrocedió un poco mas y preparó su fusil apuntando intuitivamente a la cabeza del ángel. Aunque en el fondo pensaba que sus armas sería inútiles ante tal criatura puede que ganaran tiempo para escapar, la que para Mike, era la única salida.

El ambiente nocturno parece estar cargado de electricidad, estática o algo similar porque eriza la piel de cada uno. Es como aferrarse a un cable desnudo de su coraza protectora. Incluso un roedor huye despavorido de la casa ante la aparición celestial para caer fulminado a un par de metros de la vapuleada vivienda.

Si el libro sagrado de la iglesia menciona al diablo, un ángel caído en desgracia, pues es posible que este guerrero divino no sea lo que parece. Es un pensamiento fugaz que pasa por la mente de aquellos que no están cegados por el esplendor de Imperius o los pocos que el temor les impide actuar libremente.

Walter no obtiene respuesta de Ocon. El otro simplemente tiene su completa atención enfocada en su oponente, como quien intenta llamar la atención de un gran toro para que no ataque a nadie más. Luego el doctor mira al interior del cráter y descubre que el otro ángel simplemente no está allí. Se ha evaporado, desaparecido o ha visto mal la primera vez. Como sea, la simple amenaza de Imperius es suficiente para llamar toda la atención.

Mike es el segundo en reaccionar luego de Mark. Retrocede y prepara su arma para disparar al arcángel, solo que su compañero esta peligrosamente cerca del objetivo.

También lo están, solo que no demasiado cerca, Brannagh y Franklyn. Ambos arrodillados y abstraídos, en gran confusión por todo lo que ocurre. Simplemente es demasiado para asimilar.

Entonces el arcángel velozmente atrapa a Ocon con un puño, estrujando la chaqueta del soldado y alzando a este del suelo un metro y medio. El agarre del ser divino emana descargas eléctricas que chamuscan las prendas de Ocon y saltan fuera de él en sendos arcos voltaicos.

-¡Vamos, apuñálame! ¡Me encantan los actos inútiles! – se jacta Imperius cuando Ocon alza su puñal y se prepara para atacar.

-¡Aplastare tu cabeza solo con una mano y luego seguiré con esos dos! ¡HAHAHAHAHA! – ríe amenazante el arcángel al referirse a Frank y Brann. Es solo un gesto brusco que separan los segundos de vida remanentes de Ocon si nadie hace nada para impedirlo, porque la fuerza bruta de Imperius es con creces superior a la del humano.

Ya es un hecho. El enviado divino planea masacrar a todos allí, sin ningún miramiento. Tan solo porque no son quienes esperaba y porque no tienen lo que él quiere.

Billy, quien es último en reaccionar, afronta su terror contra la oportunidad de luchar o al menos distraer al temible oponente para que Ocon tenga la oportunidad de atacar. Si al menos los demás hubiesen reaccionado también, piensa en ese instante al percatarse que los otros no han actuado por el motivo que fuese.

Una punzada de dolor en el cerebro hace que pare de golpe de echar tierra sobre aquellos seres. El llamado Imperius se yergue sobre su figura y empieza a hablar de cosas sin sentido hasta el momento en que señala a Ocon y éste se pone en guardia desenvainando el cuchillo de combate. Automáticamente suelto la pala, empuño la Thompson y apunto al ser celestial pero me doy cuenta de que muchos no están reaccionando:-Mierda. Mike! llevate a Frank. Tala! saca de aquí a Brann! Están conmocionados!.-grité y volví a apuntar a Imperius:-Steve! Walter! hay que alejarse de aquí ya!.-y disparé al brazo de Imperius, con el que estaba sujetando a Ocon:-Recogedle y salid de aquí!.-y acto seguido empecé a disparar contra el casco de Imperius para bloquear su visión mientras el resto se movía. 

Ocon ensuciaba la línea de tiro por lo que Mike prefirió no disparar e hizo caso a Boris. Agarró a Lieber e intentó alejarse de allí. Ocon estaba ganando tiempo para ellos y Mike pensó que estaba sentenciado.

-Venga tío, vámonos de aquí.- Dijo Lieber mientras tiraba de él.

Entonces Boris abrió fuego y Mike lo miró con asombro. -Demonios Boris, le vas a dar a Ocon.- Mike dudaba mucho que fuera a funcionar, aquel ser era muy poderoso, probablemente las balas se evaporaran antes de alcanzarlo, era mejor ahorar munición. Aunque por otro lado quizá aquello lo distrajera lo suficiente como para poner tierra de por medio... pero ¿valdría de algo?. Aquel ángel, si es que no era todo lo contrario, un demonio, había demostrado ser muy poderoso, a lo mejor lo unico que podían hacer era esperar una muerte segura y rezar por que fuera rápida.

Sin embargo Mike quiso sacar de su cabeza los pensamientos pesimistas y se centró en agarrar a Lieber y e intentar huír.

En la presencia de la criatura, sin responder en lo más mínimo fue entonces que sentí un fuerte dolor en la cabeza que me hizo retorcerme, sintiendo y viendo un montón de recuerdos pasando por mi mente, sin siquiera reconocer si alguno era mío en primer lugar, e incluso luego de eso seguía sin hacer nada, de rodillas mientras veía como aquello iba hasta Ocon.

Pero apenas lo tomó por la camisa y lo alzó, quedaba claro que nos mataría. Habían sido años desde la primera vez que me quedé congelado, pero cuando me di cuenta del peligro rápidamente tomé el rifle del suelo, volteé para ver a Brannan y siendo guiado por mis instintos, sin pensarlo le dí una fuerte colleja detrás de la cabeza. -¡Maldita sea Brannan, espabila, que tu salvador en realidad finos a arrancarnos la cabeza a todos.- Tomé su rifle y se las puse en las manos, además de tomarlo del cuello de la camisa y obligarlo a levantarse. -¡Si no vas a fundirle el casco a plomo entonces ve con Mike! ¡Ya ya ya ya!- Y así escupiéndole ordenes a Brannan, finalmente volteé hacia el Angel.

Tomando a Brannan cual crío del brazo empecé a moverme hacia un lado, llevándolo conmigo hasta alcanzar a Mike o quedarme cerca para dejárselo en su cargo, mientras levantaba el rifle y al igual que Boris, disparaba hacia su casco esos 3 disparos.

Que demonios era aquello y que cojones estaba pasando, aquel ser de más de dos metros de altura pareció responder a lo que consideraba una hostilidad de su compañero.  Para mejorar la situación el la otra armadura parecía haber desaparecido pero seguramente no estaba lejos, sino que los acechaba en algún lugar para caer sobre ellos.

Por un momento Steve pareció echar de menos al batallón de alemanes que habían dejado atrás, pero la presencia de aquellos seres con aspecto celestial no podía ser una causalidad.  Sin duda aquello tenía que ser una respuesta, a las abominaciones nazis a las que se habían enfrentado... debía ser así por el bien del equilibrio entre el bien y el mal.

Si el especialista estaba en lo cierto, aquellos seres debían estar de su puto lado y no tenía sentido que intentaran matarlos.

¡PARAD! no somos una amenaza, HEMOS VISTO LO QUE HABÉIS VENIDO A BUSCAR.  Nos hemos enfrentado a las ordas del mismísimo puto infierno en aquel bosque.

Steve apuntaba con su rifle de forma instintiva sin ganas de usarlo, aunque lo haría en el caso de que aquel ser no cesara en su empeño.

Una vez vi a un chico sufrir un ataque de epilepsia. Era una enfermedad desconocida para mi hasta entonces. Fue doloroso ver al pobre diablo retorcerse en el suelo sin que ninguno de los que estábamos alrededor supiéramos que hacer. Recuerdo que pensé que ojala nunca me pasar a mi, que sería una mierda verte en esa tesitura.

Pero ahora - joder... cuando esos arcángeles o lo que demonios fueran se metieron en nuestras cabezas, por dios, supongo que el efecto debía de ser similar.

Afortunadamente ya había tomado una resolución. Tenía un rifle, y sabía usarlo. Igual nuestras balas no les hacían nada, pero les iba a meter tanto plomo por el culo que cuando fueran a bañarse a su puta piscina celestial se iban a hundir como una puta piedra...

Apunté...

Y disparé...

Es una locura piensa Walter mientras sigue moviéndose lejos de la criatura -se niega a llamarlo arcángel, antes prefiere pensar que es un marciano como los de H.G.Wells-.

No es posible salir de esto a tiros, sería como escupir a un volcán. Pero ¿por qué Ocon está dispuesto a enfrentarlo? ¿qué le hace pensar que puede salir indemne? (*).

¡PARAD! no somos una amenaza, HEMOS VISTO LO QUE HABÉIS VENIDO A BUSCAR.  Nos hemos enfrentado a las hordas del mismísimo puto infierno en aquel bosque.

El grito de Sanders responde a la convicción del médico y decide secundarlo:

-¡Gran Imperius! ¡Somos insignificantes, no hay gloria alguna en aniquilarnos! Pero hemos visto algo que quizás sea lo que buscas.

¿Quizás dos hombres gritándole desde sitios distintos pueda distraer o apaciguar a la criatura? (**)

Algo en las palabras de Walter y Steve llaman la atención del arcángel homicida, quien ladea su cabeza en dirección a ellos. Entonces, y sin mirarlo, arroja lejos con gran fuerza a Ocon, en dirección a los arboles cercanos. El maltrecho soldado desaparece entre los pinos copados de nieve del día anterior.

-¿Qué intent…? – alcanza a gruñir antes de que la lluvia de balas llegue a él y lo hostigue por un instante.

Los disparos chisporrotean contra su cuerpo y armadura brillante, provocando que sus energías disminuyan considerablemente y su luz se aplaque apenas un poco. Justo lo suficiente…

-¡Muy bien, pedazos de carne! ¡Tienen toda mi atenc…! – maldice Imperius, antes de cargar contra Tala y los demás que hasta recién le estaban disparando.

Solo que el segundo ser celestial sale de la misma nada y acaba rápidamente con la pelea…

Una lanza atraviesa de lado a Imperius, de la mano del arcángel de capucha y brillo azul. De esta manera pone fin a la existencia del beligerante ser, que se desploma inerte con gran fuerza.

- Otra luz que se apaga – expresa con gran pesar el arcángel al tener que quitar la vida a su igual. Pues otra opción no tenía en este momento en que sus fuerzas menguan terriblemente.

Y de no ser por la distracción de los hombres Imperius habría triunfado con su plan y eventualmente diezmado el mundo.

-No teman – advierte el ser divino al caer de rodillas, casi sin fuerzas y tener que sostenerse de su lanza.

Su brillo azulado poco a poco se torna blanquecino. Entonces el arcángel alza una mano y esta comienza a brillar.

Esa acción* ocasiona en todos una sensación agradable. Un halo de confortable calor que brota desde el interior de cada uno, llenando de tranquilidad y calmando sus nervios para que sus pensamientos se aclaren. Incluso el cansancio, el hambre y la sed desaparecen junto al evidente frio de una Bélgica invernal.

Luego de eso una sensación de paz jamás vivida por todos comienza a cubrirlo todo, en donde el tiempo parece no existir.

En ese mar de tranquilidad y luz, la voz del arcángel llega a todos, directo a sus mentes.

-Soy el arcángel Tyrael, el responsable del destino de los ángeles que transgreden las leyes celestiales. Quien los atacó poco antes es Imperius, un desertor de las filas del Señor. Ha pagado por su locura. –

-Imperius había escapado del reino celestial con la espada de Dios, con la intención de traerla al mundo y causar muerte y destrucción – finaliza cuando todos recuperan la compostura y son capaces de actuar por su cuenta.

No hace falta ser un doctor para saber que Tyrael tiene los minutos contados…

Franklyn trastablilleó y cayó de culo al suelo cuando Imperius lanzó a Ocon que cayó desmadejado metros más allá. 

Se habría quedado allí, petrificado a expensas de aquel ser si no fuera porque Doherty lo sacó de su estado de trance al agarrarlo. 

-Ya...ya puedo. 

Rápidamente se dio la vuelta y primero a cuatro patas y luego incorporándose a la carrera, intentó poner distancia de por medio a tiempo de evitar que la furia del arcángel se cebase con él.  Seguía desbordado por la situación pero se conducía por la evidencia de que había algo en aquel ser celestial que no estaba bien. Le vio a la mente la leyenda de Lucifer, el angel caído. El demonio.

Pero de pronto, cuando ya daba su vida por perdida, la otra figura intervino en favor de todos ellos, atravesando de parte a parte al primero de los arcángeles con su arma celestial dejándole sin vida. 

De nuevo se giró para ver que sucedia y al hacerlo, Franklyn se sintió imbuido por el aura que emanaba de esta figura. Esta sensación sí era acorde con lo que esperaba que se sentiría en presencia de un arcángel de Nuestro Señor. La Gracia Divina; un halo de paz, reconfortante y sanador. De pronto la fatiga y las heridas de las últimas horas desaparecieron como si de un milagro se tratase. Volvió a caer de rodillas.

-Agradezco su ayuda, Tyrael, arcángel de Nuestro Señor. No soy digno de estar en su presencia, pero acepto el regalo que nos ofrece. Soy su humilde servidor. Si en algo un pobre mortal como yo puede ayudar a la obra del señor, no tiene más que decirlo.  

Su cuerpo sabía que era un ser celestial el Arcangen Imperios, pero, su mente no hubiera imaginado jamás que pudiera ser un traido a la Causa Celestial. Ya libre de la "prisión" de dolor a la que le tenían sometido, se encuentra hasta feliz. Su cuerpo, libre del frio, del miedo y del dolor, quiere ayudar al arcanque salvador.

- Tyrael, los alemanes están usando sus muertos para combatir una y otra vez. Ahora entendía en el fregado en el que estaban. Esto era el combate entre demonios y traidores contra las fuerzas del bien. - Ya lo dije antes... La lealtad era una de sus máximas, y probablemente será la más importante. - ... somos los buenos y queremos luchar contra el mal. Su voz había tornado de ser una mueca entre dientes a estar totalmente convencido de sus palabras.

La maniobra de distracción funcionó, aunque no en la forma que había imaginado. La lluvia de balas que lanzamos sobre Imperius para distraerle y así poder escapar fue suficiente para que otro ser celestial apareciera por detrás del primero y le atravesara con su lanza, extinguiendo así la existencia de Imperius:-Bog.-dije en mi idioma natural al presenciar aquél acto. 

Tras unos momentos en silencio por parte del segundo ser Celestial, se presenta ante nosotros con el nombre de Tyrael pero su luz se apaga cada vez más. Realiza un gesto con la mano y siento como recupero las fuerzas y mis heridas duelen cada vez menos. Entonces nos explica el por qué de la presencia de Imperius en la Tierra y la misión de Tyrael, encontrar la espada de Dios:-Espera eso no era el arma que puede eliminar por completo la existencia de un ser divino? Donde lo leí, Profesor, no era en el Apocalipsis?-comenté forzando la mente a intentar recordar el libro entero con las referencias al arma divina:-puede que haya sido lo que ha caído en el bando alemán. Si es así entonces tenemos verdaderos problemas.-comenté a continuación. 

Todo se desarrolló con brutalidad, y tal cual como empezó acabó, fue... fue algo visto y no visto, como tirar una piedra en el curso de un río justo antes de que se precipite por un cortado, perdiéndose en el rugir de millones de litros de agua cayendo al vacío.

Así me sentí, abrumado, cuando miré mi carabina y el efecto que tuvieron los disparos en el ser. Cuando abrí fuego, no tenía esperanzas de dañarlo, de que le hicieran mella, tan solo, joder, tan solo esperaba que sirviera de distracción para que Ocon pudiera huir o hacer lo que cojones pensara hacer con ese cuchillo. Pero... pero si que le hicimos daño. Juraría que la luz que emanaba de su armadura se atenuó un poco...

Y entonces...

Otro ser, similar, pero a la vez muy diferente, le atravesó como si fuese mantequilla, matándolo. ¿Lo hubiera podido hacer si no hubiéramos intervenido? No tenía ni puta idea, ni atinaba a elucubrar si habíamos modificado el curso de la batalla entre los arcángeles. Lo importante es que estábamos vivos, y que la principal amenaza había sido neutralizada. 

Si ese nuevo arcángel era amigo o no, aun quedaba mucho para poder decirlo. Pero nos quedaba el consuelo del muy manido el "enemigo de mi enemigo es mi amigo"...

El arcángel cayó de rodillas, exhausto, casi podría decirse que moribundo...

Tyrael... Imperius... - susurré, repitiendo las palabras que había "oído" en mi mente.

Vi a Franklyn hincar la rodilla y dedicarle una plegaria al arcángel, y por alguna extraña razón (no era yo hombre especialmente devoto) hice lo propio, ofreciéndole mi arma en un gesto simbólico al ser celestial.

Luego, oí como otros compañeros eran más pragmáticos, dándole información, haciendo preguntas... pero yo, yo era incapaz de hacer o decir nada, si el tal Tyrael iba a expirar, me pareció lo más correcto ofrecerle nuestros respetos. Ya habría tiempo para continuar la lucha...

Tenía que seguir moviéndose o su cerebro colapsaría. Igual que cuando trabajaba con un moribundo: suturar, cortar las hemorragias una a una, centrarse en una imagen en particular y obviar el conjunto... de lo contrario desfallecería al desánimo y a la locura.

La oleada de bienestar que llega hasta él no le hace sentirse bien, la siente innatural, aterrado. Visualiza una arteria que coser. Poco a poco.

Da unos pasos desmayados hasta Tyrael, trata de hacer memoria (*).

-Gracias por salvarnos... ¿Está realmente muerto... puede morir una criatura tal? -pero la mente de Walter no está en la pregunta sino en Ocon volando hacia los árboles, querría correr hacia él aunque sentía que la vida de todos dependía de que hablaran con él.

-Estás herido, ¿hay algo que podamos hacer?

La imagen de Ocon estrellándose contra los árboles.

-...Ocon... ¿Por qué le llamó centurión? Nuestro compañero despertó las iras de Imperius... ¿por qué?... Debo... atenderlo.

Una palabra llega a la mente de Walter... Longinos.