Partida Rol por web

Nos despedimos del resto y nos alejamos para que el capitán Richards nos informe sobre la misión:-Reglas de enfrentamiento, señor?-pregunto sobre cómo proceder en el caso de encontrarnos con los alemanes. Poco después aparece nuestro guía y nos da las indicaciones necesarias:-Llevo pala y herramientas, tal vez pueda poner en marcha el jeep si podemos.-comento a modo de respuesta. 

Richards contesta rápidamente. Le urge volver a su sitio.

-Ninguna Yakovlevich. Solo si es necesario recuperar el Jeep. -

Entonces el oficial desaparece por donde había llegado. Entre los arbustos y algunas lápidas.

-¿Ted Williams?¡Wow!-dijo Franklyn mostrando sorpresa-Te lo compro ¿Aceptas mis siguientes cinco "nóminas"? Creo que con eso bastará para cubrirlo. 

Frank acabó de coger sus pertrechos pasa salir ahí fuera. Subfusil, herramientas; eso es todo. 

-¿Lo ves Brannagh? Sales ganando con el cambio, así que no te quejes. 

Ya cuando estuvo listo se incorporó al grupo de partida. 

-El soldado Lieber está listo para partir. 

Mike no era un experto mecánico pero conocía el funcionamiento de un motor así como sus problemas típicos, imaginó que podría ayudar más allá que con su pala pero esperaría órdenes en primer lugar. De todas formas si el único problema era poner las cadenas tenía experiencia con ello.

Antes tendrían que abrir camino al vehículo con sus palas para arrancarlo y salir raudos, el ruido del jeep podía llamar la atención a enemigos cercanos.

-Reglas de enfrentamiento, señor?-

Mike rezaba en voz baja para que no aparecieran enemigos. -Poner las cadenas parece mas fácil de lo que es, lleva un tiempo asegurarlas bien, alguien tiene que vigilar.- Dijo con seguridad.

Con un gesto de la mano desdeño su comentario y añadió: - Anda, tira, que te están esperando ... Y para chincharlo añadió: - Y no te bebas la chofa del coche, que no es cerveza rebenida como la que hacen en tu pueblo. Un amago de risa explotó levemente en su pecho, como si fuera un estornudo tímido y contenido. Para sus adentros pensaba: - Al capitán le va a salir caro. Si no explota el coche, o lo parten en varios trozos, será un tipo con suerte, si se tiene que fiar de semejante panda de "animalicos".

-Bueno…aquí tienen media taza de chocolate caliente. ¿Me despiertan para el almuerzo? – se despide con un chiste, hasta que nuevamente le toque su ronda de guardia. Aproximadamente en un par de horas.

-Gracias -Walter coge las dos tazas de metal, agradece el calor que desprenden, y se acerca al francotirador-. Toma, te vendrá bien. ¿Les puedes cubrir bien desde aquí? -pregunta.

Después, se arrodilla para comprobar que todo el equipo médico está en orden. Poco más puede hacer excepto esperar y confiar en que sus servicios no sean necesarios.

Reunidos fuera de la exigua seguridad que nos ofrecían nuestras (ahora no tan frías) trincheras, el capitán se afanó en suavizar el tono con que nos daba las órdenes. Al fin y al cabo, éramos voluntarios. Pero eso no hacía que lo que se nos venía encima era, ante todo, una puta locura.

Así que, por mucho que intentara sonar más optimista de lo que realmente se sentía, Richards expuso los pormenores de la misión.

No señor, ninguna pregunta... ir, coger los documentos, traer el coche si se puede, y volver... pan comido, señor. Guardenos un poco de café, señor - dije, mientras desmontaba una vez más el percutor de mi carabina para asegurarme de su perfecto estado. 

Desmontado y vuelto a montar el rifle, miré a mis compañeros en la aun impenetrable oscuridad y me señalé uno de los bolsillos auxiliares - tranquilas, nenas, llevo herramientas.

No pude si no evitar reír ante la broma de Riley, para así salir de la trinchera y reunirme con el resto con el Capitán. De momento me mantuve callado, pensando un tanto en la misión y la posibilidad de que el enemigo supiera del la camioneta, de que ya se hayan llevado todo, y ante solo la idea me ponía muy nervioso, el no encontrar nada y ser emboscados por esos bastardos.

Por suerte dos de nosotros sabía de mecánica, así que podríamos arrancar la camioneta y salir rápido de ese lugar. -Bueno, ¿Nos vamos?- Pregunté apunto de ir a buscar la pala y la cuerda que dijo el Capitán, y bueno... Una granada de humo por si las moscas.

Negativo, respondió Steve, el bosque es demasiado espero apenas puedo ver unos cuantos metros en su interior.

El especialista se volvió hacia el hombre al mando.

Capitán, no veo nada desde aquí y entiendo que el jeep no entraría en el bosque por lo que debe estar más allá? Eso es más que un paseo por unas latas de comida.

Dando comienzo el avance de la mañana invernal, el grupo de voluntarios liderados por Mark, inicia su marcha hacia el interior del bosque y algunos del improvisado equipo comienzan a hablar entre ellos.

Es cuando la pregunta de Sanders queda en el aire cuando el capitán se había retirado a su sitio.

El sol parece que va a dominar el cielo. Lo cual es bueno luego de varios días de nevada y nubes que hasta ahora habían imposibilitado la ayuda aérea. Principalmente de la entrega de los tan necesitados suministros.

Con el único mapa en manos del capitán la única posibilidad de no extraviarse recae en Ocon, el soldado de pocas palabras, y algún afortunado que tenga una brújula encima. Aunque esto último es casi imposible porque la herramienta invaluable es de uso exclusivo para los altos rangos.

El soldado avanza con paso cauto pero firme, sin detenerse ni esperar por los rezagados cuando la altura de la nieve de vez en cuando complica la marcha. Solo una vez miró hacia atrás para rápidamente contabilizar que ninguno falte.

El camino por delante comienza a ganar dificultad por las subidas y bajadas repentinas, arboles caídos y sorpresivos peñascos de poca altura que obligan a realizar pequeños rodeos.

Richards regresa un poco sus pasos. Lo suficiente para cubrirse detrás de una gran lapida y desde allí responder a Sanders.

-El camino es un sendero de vacas Sanders, es por eso que desde aquí no se ve, por los arboles y lo abrupto del bosque en algunos tramos. Sigan vigilando el horizonte de arboles y si ven u oyen algo me avisan. – contesta al francotirador para luego retirarse.

De modo que el sector norte de las trincheras queda reducido a solo media docena de soldados desparramados en varias trincheras. Owen, Coffey y Riley observan en silencio a sus compañeros desaparecer entre los árboles, del otro lado del claro. En sus pensamientos no envidian a los pobres diablos que se han ofrecido para la misión. A veces ni una lata de comida es recompensa suficiente.

Franklyn avanzaba algo adelantado al grupo, atento a cualquier cosa que pudiera suceder. El frío se le metía en los huesos pero al menos, el moverse hacía que la cosa fuese más llevadera. Le dolía todo el cuerpo por culpa del frío. 

Todo un manto blanco cubría cada esquina del paisaje que tenía ante él. En otro momento le habría parecido un paisaje precioso, digno de una postal navideña, pero en aquel momento estaba hasta las narices de tanta nieve. Y para colmo, el sol reflejado en la nieve hacía la experiencia todavía más interesante. 

Intentó evitar decir nada, lo cual en su caso era difícil, mientras avanzaba semiagachado, hundiéndose en la nieve virgen. ¿Cuándo verían el condenado Jeep?
 

Los voluntarios se pusieron en marcha, al parecer el tiempo apremiaba, quizá el grupo también serviría de avanzadilla de reconocimiento y pudieran traer noticias sobre los alemanes.

Capitán, me gustaría subir a ese campanario si es posible.  Desde allí quizá puedar ver su avance pasado el bosque o a las tropas enemigas.

Brann se empezaba a oler, que esto sería una tentona, para sacar a los boches de sus agujeros, así que, sintiéndolo mucho, empezó a reforzar con barro, nieve y lo que fura su pozo de tirador. Estaba claro que si no se liaba antes, sería después, así que cuanto mejor adaptado estubiera su trincherita, mejor.

En un paisaje nevado era fácil desorientarse, Mike lo sabía pero confiaba en las indicaciones de sus superiores, al menos por ahora parecía que iban bien.

Caminaba en silencio junto sus compañeros, dejándose llevar por el familiar crujido de la nieve bajo sus pies y agradecido de poder mover sus entumecidas articulaciones.

A priori la misión podía parecer sencilla pero de un momento a cosa todo se podía complicar. Llevaba su fusil a mano perfectamente cargado todo lo limpio y cuidado que las condiciones le habían permitido, aunque temía el momento de tener que usarlo.

La nieve nos cubría en ocasiones hasta más allá de las rodillas, lo cual complicaba (y mucho) nuestro avance. No obstante, éramos un grupo joven pero con gran experiencia ya, y bien cohesionados. En definitiva, sabíamos que hacer y cómo hacerlo. Observé con satisfacción como mis compañeros se mantenían en buena disposición, avanzando en completo silencio, más allá del sordo crujir de la nieve.

Yo continuaba mascando los restos del puro semicongelado, era todo lo que me atrevía a hacer, pues encender un cigarrillo en tales circunstancias hubiera sido un jodido suicidio. Pero, joder, me moría de ganas por aspirar un poco de humo...

Iba situado unos pasos por detrás de Ocon, siguiendo el ritmo sin problemas. Supongo que estar habituado al duro invierno de Massachusetts me hizo no perder comba. Sentía el agradable tacto de la culata de mi carabina, lo cual me proporcionaba una tranquilidad que estaba lejos de sentir. Vi el reflejo del amanecer en el frío metal de la bayoneta calada, presta para descargar su furia, muerte y desolación.

Cuando Ocon se giró para comprobar que seguíamos todos me agaché... y un escalofrío me recorrió la espina dorsal. Miré a la vez hacia atrás, suspirando. Estábamos todos. Pero la sensación persistía.

A Boris no le costaba avanzar por ese bosque nevado, pese haber nacido en la ciudad, la mayor parte del tiempo estaba nevada y moverse en la nieve lo llevaba tan interiorizado y le era tan natural como respirar. Sabía cuanta energía debía de gastar para no agotarse en exceso y poder moverse con naturalidad. 

Llevábamos un buen ritmo y cada poco Ocon, se giraba para ver si seguíamos todos allí. Como era el último de la cola le hice una señal con la mano para verificar que todos seguíamos. Vigilaba la retaguardia y los alrededores para evitar que nos viera el enemigo mientras avanzábamos. 

Ya una vez todos estábamos listos salí casi con lo que tenía encima en ese momento y así todos nos adentramos al bosque. El tener que cruzar ese espacio entre las trincheras y el bosque fue algo que me preocupó demasiado en su momento, pero al llegar a pasar los árboles sentí más tranquilidad. Decidí quedarme al final del grupo, y con mi cuchillo cada ciertos metros trataba de arrancar un trozo de la corteza de un árbol, en hacer algo parecido a un rectángulo, algo que supiera que no haya sido algo natural y fácil de ver en caso de que tendríamos que correr y huir hacia la trinchera. Lo que trataba de usar para desorientar era poner flechas, apuntando ya sea a izquierda a derecha para que se desviaran, pero solo yo sabía que a varios metros de una marca habría otra igual y solamente tendría que seguirla, casi en línea recta.

Sabía guiarme, no tenía problema con ello, pero si sucede algún tiroteo no me pondría a tratar de medir la dirección y velocidad del viento o buscar las huellas de nuestros zapatos en la nieve. Pero además de solo dejar unas marcas para volver a la trinchera también estaba vigilando a cada lado de donde íbamos caminando, esperando no ver a ningún nazi o que fuéramos emboscados, un peligro que tendríamos que tener en cuenta.