Partida Rol por web

Tras abrir el sello con ritualidad saca del sobre una carta escrita por una caligrafía muy elegante. -Esto ilustre, es una carta que interceptó mi difunto y leal servidor, en ella se exponen las intenciones por parte del delegado Horoe de apoyar la concesión de una zona agrícola con la intención de reclutar y mantener un ejercito, por supuesto con la escusa de repeler las fuerzas hostiles del oeste. Pero la realidad es que se iban a desviar fondos y hombres para armar un ejercito de castigo que marchará sobre ciudades fronterizas del Loto y el Oso, con la intención de iniciar una guerra, como bien sabe, el Loto es rico, pero sigue herido en su orgullo, y hay un sector que pretende tomar venganza sobre afrentas del pasado.

Tras leer la carta observas que es un resumen justo, lo que te extraña es la ausencia de remitente, aunque es lógico que así sea. 

-Pensábamos denunciar este hecho, o usarlo a favor, dependiendo de las circunstancias, pero no contaba con que nos traicionaran. -las ultimas palabras las escupe con amargura mirando al hombre que está de rodillas.

-Por cuanto has vendido a Figore, al menos dos cientos mil ciclos, ¿Cómo te enteraste? Figore era muy reservado, no te lo habría dicho, no confiaba en ti.

-Yo no os he traicionado, había conseguido un buen trato, pero se salió de control, Figore se opuso y aquellos con quien hablé no aceptan un cambio de planes, estamos en peligro, yo pensaba que el palacio era seguro pero no. Nada de esto tendría que haber pasado. -murmulla sin levantar la cabeza el hombre. -Matádme ya, si no ellos me capturarán y será peor, todo ha fallado, y ahora que se ha desvelado la información, carece de valor, solo hemos causado cólera. 

Me giro hacia la puerta azorado. Soy consciente de la imagen que puedo dar pero lo cierto es que a efectos prácticos sigo de servicio y así quiero hacerlo entender.

- Señores, a pesar de lo que puedan ustedes considerar por la estampa que ante ustedes se despliega, soy un magistrado, Deno Saru para servirles, y esta casa se encuentra cerrada por motivo de una investigación. Esta mañana ha muerto un hombre en esa misma plaza que aún pisan y los propietarios y artistas que se encuentran ahora mismo aquí están siendo retenidos para que pueda recabar la información de rigor sobre tan desgraciado evento. Nuestra ciudad dispone de de muchos más rincones dedicados al arte y al esparcimiento, y si tienen a bien refugiarse en uno de ellos por unas horas, seguro que terminaremos con lo que aquí nos ocupa y esta casa abrirá sus pétalos de nuevo.

Comento con gran seriedad, poniéndome en pie y tomando una vez más mi sable por su empuñadura, no como amenaza si no como muestra de que no les miento y estoy aquí por un requerimiento oficial. Dejando a las artistas a mi espalda por si a estos intrusos se les ocurriese abalanzarse sobre nosotros.

-Menudo cabrón, seguro que la espada es de madera piltrafa. -dice el otro. 

-Por favor estimados señores no le falten el respeto al honorable protector, es cierto que se encuentra aquí en cumplimiento de su cargo. Pero si así me lo permite el honorable Deno, yo misma os acompañaré a otra casa -dice Galoko.

-Por mi está bien, ¿qué tienes que decir protector? -pregunta marcando con burlona inflexión la última palabra.

- No habéis terminado de decirme qué es lo que sabéis al respecto de estos juegos que ya habíais presenciado, venturosa Galoko, vuestra narración parece más importante que la del resto de los aquí implicados...- Dudé por un instante si le movía a salir otra intención...

Hago una revenrencia leve muy respetuosa.

-Asi haré, iré a chequear con el magistrado Nara

-Por favor, ustedes vayan al sanador mas cercano. Si así lo necesitaran, Deno Saru aún sigue en la casa de flores

¿Hokelsa? Lo miro, estudiando sus intenciones esperando su decisión sobre donde va a aportar ayuda.

-Si se me permite, puedo ocuparme de su amigo y llevarlo al medico mas cercano y competente de la zona. Seré de poca ayuda si un combate estalla, puesto, que como honrable ciudadano, no tengo derecho a portar armas... Digo, mientras me acerco a Karu Onekal y ayudandole a andar. Le miro con una sonrisa jocosa. Hokelsa Kil para servirle su excelencia. Yaz tendremos tiempo para que me hable de usted alrededor de una buena cena con velas y alguna bebida de fuerte graduacion. Termino diciendo con una carcajada. 

El tal Hokelsa Kil combina los modales indolentes de un vividor con el deseo de ayudar de una persona de bien: un misterio que Karu decide posponer para otro momento.

—Gracias por permitir a mis compañeros protectores seguir con sus funciones—le dice—. Dígame, ¿cómo un honorable ciudadano ha acabado envuelto en una conspiración homicida?

Poniendo una muesca de asombro con los ojos bien abiertos: Conspiracion homicida???? Si le digo la verdad, no creo que nunca llegara a creerme su excelencia. Todo esto es a causa de encontrarme siempre en el momento indicado, donde nadie me llama, mezclado con una cualidad innata a meter mis narices en cualquier sitio donde crea que pueda ser util... o sacar provecho. -termina diciendo con una voz tranquila y una sonrisa- A todo esto, honorable... -Dice dejando la palabra en el aire, como esperando a que el protector termine la frase por el

—Hmm... —dice Karu, ignorando hacia donde quiere llevar Kil la conversación—¿Y qué deseo le ha conducido hasta aquí: el de ser útil... o el de sacar provecho?

Hokelsa consigue llevar al dañado Karu hasta una preciosa casa de baja altura y fachada extensa de bella madera barnizada. La luz del ocaso extrae tonos naranjas y malvas del tejado de lamas lacadas.

Al acercaros a menos de cincuenta pasos, salen dos hombres y una mujer, despacio al principio, luego avanzan rápidamente hacia vosotros.

-Por los cielos, ¿Qué le han hecho? -pregunta la mujer con un tono suave, que no sabéis si se refiere a la herida o a la cura. -Hokelsa, intuyo que es un cliente tuyo, sabes que no nos gustan los problemas. 

Aun así a un gesto de la mujer los hombres sujetan a Karu con una fuerza y habilidad que lo inmoviliza sin dolor, y lo transportan adentro sin dificultad.

-Tía tienes trabajo, voy a ir preparándolo todo. 

Acuestan a Karu en una tabla de piedra que nota cálida y reconfortable, con gran habilidad desviste la zona y libera la herida, tras echar un vistazo le dice a Karu -Has tardado mucho en venir, parece hecha hace media hora. -dicho esto echa unas hierbas en una tetera que parece siempre estar a punto. El aroma de manzanilla y anís impregna la habitación.

La limpieza de la herida resulta hasta agradable, sus manos son firmes pero amables, y consigue que el momento resulte placentero, cuando el dolor no atenaza. En mitad del proceso llega una mujer un poco mayor que ella.

-Keljoal veo que has limpiado la herida, bien, prepara el alcohol doce, calienta también las gasas y prepara más agua limpia. Veo por tus heridas y tono muscular que eres un errante, ¿Me equivoco? -dice la mujer a Karu. -Oh, querido Hokelsa, que agradable sorpresa, imagino que no me has traído café en esta ocasión. Bueno... veamos que puedo hacer. Esto te va a doler, pero no hay tiempo para administrarte un analgésico.

Con unas pinzas de un acero pulido empieza a escudriñar la herida, entre comentarios varios como "vaya desastre" limpia zonas de sangre seca que enseguida vuelven a manar, cuando termina de limpiar todo usa las pinzas para introducir un paño empapado con alcohol y sal que te quema como una brasa al blanco. Lo hace todo con una velocidad sorprendente, luego empieza a coser desde dentro hacía afuera limpiando constantemente el exceso de sangre. Cuando termina limpia a consciencia la superficie y aplica la pasta que le pasa su sobrina. Está fría al tacto lo cual alivia un poco la sensación de ardor.

-Ya está, en tres días de reposo estará con la movilidad de siempre, aunque conviene que descanse otros dos más para asegurarse, has tenido suerte joven apenas dañó las vísceras, nada que el cuerpo no pueda sanar. 

Cuando la mujer le identifica como a un errante asiente con la cabeza, ya sin fuerzas para hablar o para sorprenderse de su perspicacia. A pesar de su evidente habilidad, Karu no puede seguir manteniendo el tipo, y finalmente es vencido por el dolor.

“No hay vergüenza en la derrota ante un enemigo superior” —se repite mentalmente—. “No hay...”.

Escuchó en silencio aquello que, aparentemente, había movido a aquel asesinato.

Y siendo así, ¿por qué los asesinos permitieron que el muerto se quedase con la misiva? No tiene mucho sentido. El esfuerzo de quebrantar la ley para callar a alguien y olvidarse retirar las pruebas de lo que se pretende silenciar. Figore no lo ocultaba. Estaba simplemente ahí, en la cartera.

Posiblemente ambos, sin embargo la dulce Galoko aboga por el. Así que me inclino a pensar, que será de mas ayuda de lo que podemos intuir. Sonrio al grupo, me despido con un inclinacion de cabeza y avanzo rápidamente al encuentro con el magistrado

Gaaru y Ganikusi llegan junto al magistrado Dagio justo para escuchar como termina de preguntar 

-...lo que se pretende silenciar. Figore no lo ocultaba. Estaba simplemente ahí, en la cartera.

-Me haces preguntas para las que no tengo respuestas, quien sabe la causa... quizás esperaba menos oposición, o menos testigos. -dice con confusión Askuro. -Este maldito perro lo sabrá, habla escoria, di cuanto sepas y te me aseguraré de que tu muerte sea rápida.

-Es la última vez que me insultas cabrón embustero. -chilla el arrodillado hombre mientras se levanta y embiste a Askuro con un odio más que evidente. tiene un trozo de cerámica en la mano, de la botella que estrellaron en su cabeza.

-Tiene razón honorable. Me temo caballeros que tendré que dejaros en manos de mi joven pupila. -Keldairai se levanta y con movimientos elegantes y sensuales se acerca a los hombres.

-Por favor, el protector ha tenido un día complicado, dejadme acompañaros a otra casa, y os aseguro que no os arrepentiréis. -dice Keldairai.

-Me parece bien. Incluso mejor -dice con voz llena de lujuria y deseo.

Tras marcharse Galoko se gira a ti

-Llevo en este mundo una década joven protector. No es la primera vez que me afectan las intrigas chapuceras como esta. Me atrevo a afirmar que el pobre Figore portaba un secreto, alguien lo descubrió, y en lugar de intentar convencerle de no contarlo, o de preparar una maniobra de desacreditación, actuó de la forma más estúpida y lo asesinó. Luego se daría cuenta del error y al no saber que estaba buscando se dio a la fuga.

Digo esto por que a esa gente no hay que temerla, hay que capturarla. A los que hay que temer son a los que habrían dejado vivo a Figore, a los que habrían buscado como convertirlo en un paria, a los que tienen el poder de hacerte a ti honorable señor asesinar a un inocente. Esta ciudad posee varios de esos, y yo protejo a sus habitantes ofreciéndoles alegría y fantasía, es cuanto puedo hacer.

La ves triste, como si de repente hubiese recordado algo oscuro, algo del pasado que le ha arrebatado las ganas de brillar.

 -Probablemente me equivoque, pero ese tal Hokelsa, parece un gran aliado. Es alocado y errático, y no entiendo sus motivaciones, se que le mueve la codicia, pero no de la forma enferma que mueve a los que tienen que ocultarlo, el se gana la vida así y no lo oculta. Voy a ir preparando la cena, tengo entendido que habéis quedado en reuniros aquí.

- Así es. Siento haber dejado partir solo al pobre Gaaru, pero mi deber como protector todavía me retiene aquí, donde todavía no se ha enfriado el último lecho del difunto y una distinguida artista se presta a explicarme aspectos de la vida que nunca he vislumbrado.- Comento tratando de arrancarle una sonrisa o hacerle pensar en otra cosa. Realmente estaba preocupado por el majistrado, los protectores e incluso el peculiar cometciante, pero sabía que sus buenas dotes en el arte del cuerpo y el filo eranmás que suficientes para afrontar los desafíos comunes de nuestra ciudad. Espero que no topasen con nada demasiado extraordinario. Me giré hacia la dueña mientras comenzaban a brujulear por la cocina. - Sigue sin haberme descrito qué pudieron vislumbrar del ataque y de su ejecutante.

Entro en la sala acompañado por los dos protectores, tras abrir la puerta alcanzo a oír como el maldito que trató de engañarnos y asesinarnos esta extremadamente nervioso y, mientras avanzo hacia el magistrado y el señor Askuro, detecto un cambio en la postura del detenido.

Movido por una corazonada, me preparo y, justo cuando el interrogado se abalanza para matar al señor Askuro, me abalanzo hacia el, haciéndole un placaje a la altura de la cintura que termina con los tres en el suelo. Gaaru también había detectado la situación y se lanzó sobre él. El cuerpo golpea fuertemente contra las tablas que hacen de piso y se oye un sonoro crujido seguido de un grito sordo.

- Honorable amigo - dice Hokelsa mirando a Dagime y ayudando a Karu a acomodarse para que traten su herida- hasta el momento, provecho he sacado poco y le aseguro que el café al que hace mención mi querida Dagime - guiño a la mujer, con una sonrisa complice-, no es fácil ni barato... Así que puede decirse que estoy aquí para ayudar -Dice Hokelsa con una muesca de dolor empatico viendo la reacción al dolor del apuesto guerrero-. Pero tenga claro querida mia, que siempre cumplo mi palabra - le dice esta vez a Dagime con un tono solemne- y estoy seguro de que no sólo yo sabrá darle las gracias - termina diciendo mientras pone parte de su peso sobre los hombros del guerrero intentando ayudarle a estar lo más inmóvil posible y facilitar la tarea