Partida Rol por web

Coraline salta sobre Susan, y forcejea con ella intentando arrebatarle las llaves.

Alfred intenta llegar a la cocina, pero los dos sujetos de aspecto anfibio le cortan el paso, amenazantes.

Joseph se aferra a Emmeline en las escaleras, mientras balbucea cosas incoherentes.

Todos están alerta, mirando con desconfianza a quienes se oponen a ellos.

Todo esto no ha hecho más que comenzar...

Uno de los extraños seres intenta lanzar un zarpazo a Alfred de la que éste se aproximaba a la cocina. Van a cortarle el paso a toda costa.

El otro profundo comienza a ascender, acercándose al aturdido Joseph y a Emmeline, quien lo mira atónita, temblando.

Por más que le hablase a Joseph, éste parecía no escucharle. Mientras intentaba captar la atención de su hermano, una de aquellas criaturas se acercó veloz y trató de propinarle un zarpazo, pero Alfred, haciendo gala de una velocidad y unos reflejos que muy pocas veces había demostrado poseer, esquivó a su atacante sin grandes dificultades. Se agachó esquivando el golpe, pero no se atrevió a contraatacar.

¡Maldita sea! ¡No te acerques ni un paso más! Gritaba a la criatura intentado parecer amenazante aunque sabía que de poco serviría. Aquellos seres no parecían dispuestos a dejarles escapar bajo ningún pretexto.

No tenía aún claro qué estaba sucediendo, ni cómo la amable vecina de pronto forcejeaba con mi cuñada. Aquellos dos monstruos habían entrado y uno atacaba a mi hermano....

Pero la voz habia sido clara, querían a Melita. Asi que traté de huir con ella escaleras arriba, al ver cercada la salida. No parecía tan fácil llevarla.

Alfred esquiva sin problemas el zarpazo del extraño ser que acaba de atacarlo, mientras Emmeline presencia la escena horrorizada. De pronto, Joseph la agarra y trata de hacerla ascender las escaleras de nuevo. Huir de allí escaleras arriba sería tarea fácil para alguien como Joseph, pero la pobre Melita tiene las piernas hechas polvo, y le cuesta muchísimo ascender aprisa. El otro ser, el gemelo del que ha atacado a Alfred, les está dando alcance poco a poco, y eso que tampoco se está dando especial prisa.

Coraline observa como su novio logra deshacerse, por el momento, de aquel engendro, pero su cuñado las tiene de malas arrastrando a Melita escaleras hacia arriba y con aquella horripilante criatura pisándole los talones.

Entonces, corre hacia el pie de la escalera y grita: ¡Hey, tú, bicho feo! ¿Eres un batracio o qué? ¿Tienen vergüenza las criaturas marinas de convivir con semejante mostruo a medio camino de la Creación? ¿Qué haces fuera del agua? ¡Regresa a tu sitio y no infectes el mío con tu hedor! ¿Pero qué demonios estás haciendo Coraline? Mejor vete, huye, escapa ahora que tienes tiempo...

Coraline alza un puño amenazante hacia el engendro que persigue a Joseph y Melita. La espada, Joseph, en la biblioteca. Susurra para sí la muchacha, pero... ¿Servirá de algo contra tales abominaciones?

Alfred observa atónico a Coraline mientras ésta grita al extraño ser.

¡Coraline!, ¿te has vuelto loca? ¡Vuelve aquí!

Quería gritar, pero el miedo le tenía paralizado y solamente podía quedarse quieto, observando y esperando.

Mi forcejeo con Melita es algo inútil y el bicho me alcanza... ¡¡¡cuando mi cuñada salta a desviar su atención, con más valor que acierto!!!

Coraline, por Dios.. Ten cuidado...

Deslizo un brazo por las piernas de Melita, alzándola, en el aire, y volviéndome hacia las escaleras. La biblioteca... Quieren a Melita, ¡tengo que ponerla a salvo!

El profundo, ante los gritos de Coraline, se da la vuelta y se encara a ella, dejando por un momento de lado a Joseph y a Emmeline, quienes siguen ascendiendo por las escaleras.

Al ver que el ser se volvía hacia Coraline, Alfred corrió hasta ella. Ahora ya no se acordaba de nada más; ni de su hermano, ni de Melita, ni de Susan... solo tenía en mente sacar de allí a su prometida. Se colocó a su lado, temblando, mirando los ojos de aquella cosa que se acercaba a ellos.

¡No te acerques un paso más, maldito! ¡Tendrás que matarme antes de ponerle un solo dedo encima a ella!

Necesito pensar algo deprisa. ¿Qué puedo hacer? Si tuviese un arma... necesito idear algo, cualquier cosa...

Alfred buscaba algo a su alrededor con lo que poder golpear al horrible ser, pero no había nada. Y mientras tanto susurró a Coraline: Yo le entretendré. ¡Huye, rápido! No miraba a Coraline. Sus ojos no se apartaban de la criatura. Sin pensarlo más, se dejó llevar por el miedo y se abalanzó sobre el profundo, tratando de asestarle un puñetazo.

Coraline mueve la boca en un balbuceo mudo e incrédulo, atónita ante su propia acción y ante la presencia de aquel engendro que se aproxima. Y de la nada surge Alfred para enfrentar al monstruo y darle un puñetazo.

Coraline retrocede mecánicamente unos pasos, pero no más. No puede dejar a su novio en esa situación. Entonces recuerda la cuchilla que permanece en el amplio bolsillo de su mandil y susurra, mientras aferra el arma. Alfred...

Joseph corre escaleras arriba, y Emmeline corre tras él, lo más veloz que puede, que no es mucho, por desgracia.

Entra en la biblioteca, y su abuela le sigue, desconcertada.

Al llegar, Joseph se percata, sin dificultad, de que los libros colocados en la estantería de forma aleatoria están dispuestos de manera que la inicial de cada título sirva, leídas de izquierda a derecha, para seguir la frase que tanto Melita mientras estaba en trance como Susan decían, aquel galimatías incomprensible.

Emmeline te mira asombrada. No sabe qué estás haciendo. No ve nada en especial en aquellos libros, salvo que están en un orden extraño. Parece que no tiene ni la más remota idea de que era ella quien movía aquellos libros para encajar perfectamente con la incomprensible frase que decía cuando el medallón de Susan la hacía caer en trance.

Sientes pasos acercándose a la habitación. Son pasos húmedos, como de quien acaba de meter los pies en un inmenso charco. Al poco, ves a uno de aquellos extraños seres asomar la cabeza por el cuarto, intentando averiguar si era allí a donde habíais huido. Al veros, se planta en la puerta, impidiéndoos volver a salir.

El extraño ser se come el puño de Alfred de lleno, sorprendido al ser atacado mientras él estaba absorto en su objetivo, que no era otro que Coraline. Le clava el puño en la cara, y lo deja emanando un extraño líquido que asemeja a sangre, pero de una tonalidad completamente diferente a la de un ser humano. Esa sangre, mezclada con el horrible hedor que emanaba hacen que se os revuelvan las tripas.

Mientras eso sucede, Joseph corre escaleras arriba, posiblemente preso de cierta enagenación mental transitoria por lo extraño de la situación en que os encontrabais envueltos. Emmeline lo siguió a la velocidad que pudo, que no era mucho. Un profundo comenzó a avanzar escaleras arriba, olvidándose de vosotros por completo.

Antes de que pudieseis reaccionar y tratar de seguir a los tres seres que se habían aventurado escaleras arriba, el otro misterioso ser con aspecto de anfibio se colocó en lo bajo de la escalera, cortándoos el paso. Susan se encontraba en medio del recibidor, mirando hacia vosotros con una expresión de triunfo.

-Os tengo- dice, muy satisfecha.

De pronto, del sótano comienza a emanar una estraña luz verdosa e intermitente.

Coraline continua boquiabierta sin saber qué hacer o no hacer. Contempla a Alfred de reojo, a aquel engendro de los infiernos abisales y apenas escucha las palabras de la señora Cartwright. ¿Qué...? La cuchilla en su temblorosa mano, apenas atina a retroceder uno o dos pasos...

Alfred, balbucea.

Y entonces blande la cuchilla...

Vale, ahora no hay tiempo para averiguaciones.

Me dirijo rapidamente a por la espada que está en la biblioteca, haciendo retroceder a Melita, y encomendándome a quién quiera que pudiera escuchar mis súplicas.

Sin luchar no me voy, eso está claro.

Alfred miraba su mano asqueado ante la visión de aquella extraña sangre y ligeramente mareado por el hedor que emanaba de ella. Las palabras de Susan le sacaron de su ensimismamiento, pero no supo qué decir. Nunca se había peleado con nadie y menos con algo semejante. Estaba bastante aturdido y temblaba en parte por la excitación que le había provocado el puñetazo, en parte por el temor que sentía.

Vio a Joseph y Melia subir mientras Susan y el profundo se interponían entre él y la escalera. Y de repente aquella luz proveniente del sótano.

Dios santo... ¿y ahora qué ocurre?

Tan solo se le ocurría una cosa: ¡JOSEPH, VE A LA BIBLIOTECA, ¿ME OYES?! ¡COGE LA ESPADA! ¡LA BIBLIOTECA! Después se giró hacia Coraline, que acababa de susurrar su nombre. Ve hacia el sótano. Tenemos que averiguar qué es esa luz. Si el sótano está seguro, enciérrate en él y no salgas. Yo me ocuparé... Aunque no sé si podré hacerlo...

Finalmente miró al profundo y después a Susan. Escuche, Susan, no sé qué quiere ni por qué hace esto y, francamente, ya no me importa. Pero si piensa que voy a quedarme de brazos cruzados y permitir que se salga con la suya, se equivoca. Entonces, rápidamente trató de abalanzarse sobre el profundo, pero estaba demasiado nervioso y, en el último instante, su pierna derecha le falló haciéndole tambalearse.

Coges la espada, y Emmeline se coloca detrás de ti. El misterioso ser se coloca frente a ti. Parece que él también está dispuesto a pelear.

Avanza pesadamente hacia ti, mientras sientes unos ruiditos como de chapoteo. Extiende una mano en forma de garra que amenaza con arrancarte la piel. No obstante, no es demasiado ágil, así que el zarpazo pasa a varios centímetros de tu piel, sin rozarte siquiera.

El profundo no parece muy asustado por verte portar una espada.

Coraline sorprende al profundo asestándole una puñalada terrible. El ser con aspecto anfibio se tambalea, sangrando como un poseso, y logra agarrarse a la barandilla. Su rostro refleja un profundo dolor, y por el tono pálido que está adquiriendo su rostro os da la ipresión de que está al borde de la muerte.

Alfred trata de agredirle, pero la imagen del misterioso ser muriendo lo hace titubear, y no logra hacer lo que se proponía.

Susan, por su parte, al ver lo que le sucedió al profundo, arremete contra Coraline, furiosa. Intenta darle un buen patadón en un gemelo, peroo el pantalón de Coraline es más ancho de lo que creía, y sólo le da en la tela de su pata de elefante, sin apenas rozar su gemelo. Susan grita de frustración, mientras la luz sigue emanando en el sótano.

El profundo, por su parte, intenta vengarse. Apenas puede ver u oír ya. Sus sentidos están enormemente debilitados. Quizás sea éste su último movimiento en la vida... Así pues,extiende su zarpa y la lanza contra Alfred, en un intento desesperado por librar a sus compañeros de uno de los rivales. La garra se acerca de forma certera a su objetivo...