Partida Rol por web

Todo ocurrió muy deprisa y Alfred apenas pudo reaccionar. Cuando se dio cuenta el profundo, aunque gravemente herido, se abalanzaba sobre él sin darle tiempo de apartarse ni de bloquear su ataque. Sintió la garra de aquel ser sobre su piel y, lo último que vio al cerrar los ojos ante la visión de su propia sangre, fue la luz cada vez más brillante que emanaba del sótano.

Coraline... Intentó gritar para pedir ayuda a su prometida, pero la voz apenas le salía del cuerpo. Estaba aterrado.

Alfred siente cómo la piel de su brazo derecho es arrancada vilmente por el extraño ser. Parte de su biceps se encuentra ahora en carne viva. Decir que le duele es poco... El desgarro es abominable, y la sangre comienza a brotar incesantemente.

No obstante, ha tenido suerte. Otro zarpazo como aquel, dado en un peor lugar, y a lo mejor no lo cuenta...

Coraline está envuelta en una vorágine que no domina ni entiende, ¿pero cómo entender cuando la realidad trueca en irrealidad? Como una horrible pesadilla. El engendro abisal trastabilla y Coraline apenas percibe la fallida patada de Susan. Sus horrorizados ojos están clavados en el brazo de su novio. ¡Alfred! ¡Aléjate de esa cosa! ¡YA! La muchacha vacila un instante. La bestia parece agonizar, pero...

Susan.

Entonces, una furia ciega la envuelve. Ella trajo a esos monstruos, ella es culpable de lo que le hicieron a Alfred, ella... ¡Maldita bruja! ¡Tú tienes la culpa de todo lo que está ocurriendo! Y arremete, cuchilla en mano, contra la mujer. Enceguecida, sin pensar en lo que hace.

Alfred estaba medio inconsciente por el dolor. Cerró los ojos con fuerza mientras trataba de apretarse la herida para que no brotase la sangre. El dolor era insoportable. A sus oídos llegaba la voz de Coraline, pero apenas podían reaccionar. El sudor le resbalaba por la frente. Despacio, en silencio y apoyándose en la pared, trataba de levantarse sin llamar la atención del profundo ni de Susan puestoq ue en ese momento no se hallaba en condiciones de atacar ni mucho menos de esquivar otro zarpazo. Únicamente observaba lo que ocurría a su alrededor puesto que, en esas condiciones más que ayudar a su prometida, sería un estorbo para ella.

Movi la espada hacia aquel bicho, pero realmente a pesar de mi agilidad no resultaba tan fácil como se veia en las peliculas. Pesaba en exceso, y me vencieron las ganas de acabar rápido.

El intento de mandoble se quedó en eso... sin llegar a alcanzar al bicho, que no parece inmutarse ante la presencia del arma.

Puede que ni sepa lo que es esto.

Tiro de la espada hacia atrás preparándome para dar otro golpe, pero el bicho está tremendamente cerca de mi.

Ante la mirada curiosa del profundo, el terror se apodera de Emmeline, quien es ahora la persona que recoge la espada arrojada al suelo por Joseph, en un intento desesperado por auyentar a la criatura.

Emmeline había visto a su difunto marido practicar algunos movimientos con la espada. Lentos, sin atisbo de violencia y casi sin fuerza, pero el abuelo Marsh sabía mover la espada con soltura. ¿Podría ella...? Intentó imitarlo, y no le salió del todo mal. El movimiento fue grácil y esbelto, pero el intento de ensartar al profundo como a una aceituna le salió mal simplemente porque no acertó a apuntar a la hora de clavar la espada. Melita no veía del todo bien, y no logró que la espada le hiciera nada al intruso.

Melita soltó la espada, y emitió un leve quejido. El hombro le dolía horrores. No estaba dada a este tipo de movimientos, y sus articulaciones no estaban preparadas para ello.

El intruso echó una ojeada a la anciana mientras intentaba atacarlo con la espada. La mirada denotaba curiosidad, la suficiente como para no prestar atención si le daba o no a su víctima cuando el anfibio gigante soltó un zarpazo. Iba dirigido a Joseph, pero falló por mucho, pues lo lanzó como con desgana, mientras seguía mirando a Emmeline con curiosidad.

Coraline arremete contra Susan con agilidad gatuna, pero se siente frustrada al ver que Susan, para su edad, se conserva tanto o más ágil que la muchacha, pues logra dar un saltito lateral justo a tiempo, evitando que ésta logre hacerle nada.

-¿Dónde vas, pequeña? Los cuchillos son para los mayores, tú deja de estorbar con tus juguetitos.

Tras estas palabras, Susan se ríe sonoramente.

Al ver que Susan lograba zafarse del ataque de Coraline, Alfred la miró desesperado. Susan era una gran amenaza, pero también lo era aquel extraño ser. Tomó una decisión: primero acabaría con el profundo, que ya se hallaba herido, y después podría ayudar a Coraline. Entre los dos conseguirían reducir a la mujer, puesto que era más fuerte y veloz de lo que habían imaginado.

Aguanta, Coraline. Alfred susurró a su prometida y después, reuniendo todas las fuerzas que le quedaban, se lanzó contra el profundo tratando de golpear su horrible cara. Cerró el puño y le golpeó.

Reculé instintivamente ante el zarpazo del bicho, aunque no había perdido detalle de los movimientos de Melita... Sabía mover la espada, aunque no le hubiera dado...

Aquél monstruo seguía más interesado en ella que en otra cosa. Ni siquiera me habia atacado con ganas.

Recogí la espada, y volví a atacarle, tratando de desviar su atención de la pobre Melita.... y volviendo a fallar el golpe. Sólo queda esperar que al menos se aleje de ella.

Emmeline toma una de las figurillas que le regaló Susan. Su intención es lanzársela al intruso, pero el hombro le duele tanto que en cuanto toma la figurilla con las manos, se le escurre y le cae sobre el pie derecho. Ahora, entre el brazo y el pie, y si a eso se le añade la carrerilla para subir, la pobre Melita se encuentra realmente dolorida. Sus viejas articulaciones no dan más de sí, y para encima se siente inútil e impotente, ya que sus intentos de ayudar se ven frustrados por su nula capacidad física.

Mientras tanto, el profundo parece mostrar aún la misma curiosidad por la anciana que mostraba al verla tomar la espada que ahora lleva en mano Joseph. Pese a que Emmeline ha estado más próxima a hacerle daño, sabe que Susan les ha prohibido terminantemente herir a la anciana, pues la necesitan como ofrenda para llamar a su líder, así que prosigue intentando deshacerse del sujeto que se interpone entre la presa y él. No obstante, el mellizo se mueve rápido y de una forma quizás demasiado ágil para el anfibio, que se siente impotente ante la destreza de su rival, y no logra rozarlo siquiera.

Susan se va a enfadar...

Alfred lanza un tremendo puñetazo contra el repugnante ser, pero éste, en un intento desesperado por no fallecer a manos de aquellos humanos, da un paso atrás, mientras más sangre de tonalidad extraña resbala hacia el suelo, encharcando la estancia. El profundo, al recular, tropieza espalda con espalda con Coraline, a quien apenas había visto mientras trataba de escapar de la acción del hombre que tenía ante sí.

Susan sigue intentando pelear contra Coraline, pero ambas se enzarzan como gatas. Es en esta ocasión Susan quien no logra asestar una patada en la espinilla de Coraline. Al fallar, se la escucha gritar, fruto de la frustración.

El profundo, al escuchar el alarido de Susan, se gira y arremete contra la joven prometida de Alfred sin éxito. Está al límite de sus fuerzas. Poco le queda ya de vida al anfibio, y sus energías se concentran más en esquivar los golpes que en asestarlos con éxito.

Coraline está más agotada que asustada, y ese agotamiento la llena de confusión. Las hirientes palabras de Susan y su risa resuenan en el salón. Luego Alfred abalanzándose contra la bestia. ¡Alfred! Y, después, la bestia atacándola a ella.

¿Y Joseph? ¿Y Melita? No se oyen gritos, no responden a nuestro llamado... Su corazón se encoje de horror. ¿Qué ocurrió allá arriba?

La muchacha está confusa, no sabe a qué o quién atacar o si atacar siquiera. Es una maldita pesadilla, murmura entre dientes. Pero se vuelve hacia el monstruo, Alfred está parado muy cerca de aquella cosa y ella no lo duda. Olvida a Susan y arremete contra la bestia... con más furia que tino.

Alfred se sorprendió al ver cómo el profundo, pese a su mal aspecto, esquivaba sin dificultad su ataque. Pero no iba a permitir que aquel ser le derrotase. Hizo acopio de las escasas fuerzas que le quedaban y volvió a atacar. Apuntó a la cabeza de aquel ser y golpeó.

Mi tirada de antes no se grabó :S Así que tuve que volver a tirar. De todos modos no sirve de mucho mi tirada ;)

Mis años de entrenamiento han dado su fruto, y pude esquivar al bicho... Pero mi abuela no se encuentra bien, y este bicho está seriamente interesado en ella.

 A pesar de que la espada no parece funcionar en mis manos como debe, me interpongo rapidamente entre el ser y Melita.

Si no puedo herirle con el filo, le golpearé con ella.

Interminables peleas se sucedían en la casa. En el piso de arriba, Joseph y Melita se las veían con un despistado profundo, sin que ninguno de los tres fuese capaz a tocar a otro.

En el piso de abajo, un agonizante profundo y una intacta Susan luchaban contra el malherido Alfred y su prometida, Coraline.

Las armas no eran lo suyo, eso estaba claro. Todos llevaban varios minutos sin ser capaces a hacer absolutamente nada para concluir aquel tormentoso e infructuoso combate.

Algo sobresaltó de pronto a Emmeline, quien le dio un codazo a Joseph. ¡La ventana de su dormitorio! ¡Era la única del piso inferior que no tenía barrotes! ¡Quizás podrían escapar por allí si lograban deshacerse del profundo que les impedía el paso!

Por su parte, Alfred, Coraline, el profundo y Susan pararon un momento de pelear, y agudizaron el oído. Un extraño sonido provenía del cuarto que daba acceso al sótano. Un misterioso zumbido no cesaba de emitir una vibración intermitente pero regular. Era ciertamente molesto. Además, acompañando al zumbido se veía una luz emanando desde aquel cuartucho.

-¡Maldita sea! ¡Ahora no! ¡Aún no!

Su rostro mostraba un profundo terror. Algo sucedía que la aterrorizaba de manera inexplicable.

Corrió hacia la puerta y la abrió con las llaves, mientras el profundo os cortaba el paso.