Partida Rol por web

Aceptando sin rechistar las decisiones de mis compañeros, pues lo único que quería era entrar allí y encontrar a mi amiga, les sigo hacia la cripta, acariciándome con suavidad la muñeca donde había sentido el tacto de la cadenita, que lejos de haberme parecido inquietante el hecho de que se moviera por sí sola, lo recordaba cálido y tranquilizador, como una conexión conocida, y hasta elegida entre ambas.

Camino intentando no hacer demasiado ruido con mis pasos. Parece que hasta evito mover el aire a mi alrededor. No por aquello que parece perseguirnos pues soy consciente de que ya nos han visto y es inútil esconderse, si no por respeto a las almas que parecen atrapadas junto a sus cuerpos no enterrados.

La guerra y mi propio accidente me habían acostumbrado al aspecto y el olor de las heridas quemadas, pútridas, necrosadas, los huesos rotos atravesando músculos y piel, el pus invadiendo mucosas, la gangrena ganando terreno, y con todo, apenas era capaz de soportar la visión de los cadáveres ya en descomposición y sus parásitos devorándolos. Y lo peor estaba por venir.

La palabra "miedo" se quedaba pequeña. Era más un agobio, una asfixia. Desesperación. La sensación de ser tragados por la oscuridad como si de la boca de un monstruo se tratase. Una pesadilla infantil.

Notábase el aroma del miedo bajo la putrefacción que casi hacía olvidar otros matices, mas eran gentes sensatas las que se enfrentaban al dédalo de túneles purulentos y húmedos y el miedo no les dominó hasta el punto de dejar atrás los leves mensajes que captaban las terminaciones nerviosas de sus fosas nasales. Pronto para todos fue claro que en determinada dirección el salitre era una de las notas que casi quedaba cegada por la carne descompuesta. ¡Una salida al mar! No quedaba otra que pensar en eso. ¿Problemas? ¡Todos! Pero no había tiempo para recrearse y lloriquear, así que, sin consultar unos con otros, todos fueron a una hacia un pequeño túnel a la izquierda, aparentemente igual a los demás.

Casi corrían. En ese momento se escucharon los gritos. Venían de un camino lateral especialmente apestoso... Llegaban como ahogados por algo.

Everett pensó en todos aquellos detalles que hasta ahora había ido racionalizando mejor que peor y, de pronto, se le vinieron encima. Todos de golpe, abrumadores, intensos, con luz y color como nunca había visto en una pintura, con aromas como jamás había experimentado, con sonidos que jamás había creído que existieran.

Se acabó la incredulidad. Para siempre.

¡Estaba ahí! No sabías en qué dirección. Intuías que los pasillos te iban a confundir. Sabías que tu sentido funcionaba en sentido direccional: en linea recta, y aquellos pasillos daban muchas vueltas.

¡Olfateabas de verdad a aquella cosa que os seguía! Para tí la carroña que os rodeaba no era nada, aunque los pensamientos de tus portadores te confundieran y te trajeran lejanos recuerdos. Lo que os seguía era mucho peor: serpientes que una vez fueron de plata y cayeron al Abismo para desaparecer. Restos descompuestos de otras como tú, que habían perecido, tanto que el tiempo había dejado de tener sentido para ellas, y la identidad, y -lo peor- el propósito. Eran ahora parte de otra cosa surgida de algún lugar terrible. ¡Malo! ¡Malo! ¡Malo!

Tras las voces que surgieron del pasillo lateral había un pensamiento definido. Reconociste los pulsos agitados por el pánico que aquél que se etiquetaba "Everett".

La cadenita de plata se movía inquieta todo el tiempo en la seguridad del bolsillo de Don que, de repente, ya no le parecía tan seguro. Ningún lugar en ese momento le parecía seguro y el mundo se le hacía inmenso. De pronto, comenzó a sentir algo extraño, una reminiscencia, un escalofrío al percatarse de lo que significaba. 

Sin previo aviso, saltó del bolsillo del joven y se enroscó en la muñeca de Amanda, donde permaneció unos segundos quieta. Luego elevó uno de sus extremos, doblando la punta de manera horizontal, como si tuviera cabecita, y rotó sobre su propio eje, dando totalmente la impresión de que miraba de un lado a otro, a todos los corredores. 

Entonces se desenroscó con rapidez y volvió a saltar hacia Don, pero esta vez se hizo un ovillo en su cuello, en el hueco de la clavícula, y se estiró hacia su oreja como si quisiera decirle algo al oído; sin embargo, tanto se estiraba que pareciera que su intención era gritar... En esos instantes daba la extraña imagen de una cadenita de plata desgañitándose, si las cadenitas pudiesen exhalar alaridos...

"¡Serpientes! Antaño serpientes de plata, ¡antaño como yo!" escuchó Amanda dentro de su cabeza, cuando la cadenita se enroscó en su muñeca. "Ahora oscuras... ¡perdidas en el Abismo! ¡Miedo! ¡Miedo! ¡MIEDO!" fue el mensaje que intentó transmitir. 

"¡Everett!" gritaba una vocecilla ya conocida en la cabeza de Don "¡Entidad Everett! Los gritos, ¡entidad Everett! ¡Salvar! ¡Salvar!".

Everett ya no puede más, no hay lugar en el que pueda esconderse y huir de esta locura en la que se encuentra sumergido. Se siente como una piedra que ha ido descendiendo lentamente hasta alcanzar el fondo de un oscuro estanque ponzoñoso, y no puede soportar la idea de permanecer en tal hedionda penumbra ni un segundo más. De pronto, se levanta de un salto y, alarmando al apacible ganado que le hacía compañía, echa a correr torpemente (por efecto del entumecimiento de sus miembros) profiriendo terribles alaridos.

- ¡¡¡Fuera de aquííííííííííííí!!! ¡¡¡Este lugar está maldiiiiiiiiiito!!!

Everett trata de regresar a su cabaña, único nexo con la realidad que para el existe ahora mismo, por lo que se interna en el bosque corriendo como un condenado.

Finalmente todos cogieron el mismo camino sin hablarlo, como si de un enjambre se tratase. Por si la sensación no fuese suficientemente agobiante, encima Don tenía una cadena que saltaba y se movía sola.

El olor a salitre parecía ser el objetivo a seguir, hasta que unos gritos ahogados surgidos de un camino lateral hicieron parar al detective. Este miró a Amanda.

-¿No dijiste que Aeryn podría estar aquí? ¿Y si esos gritos provienen de ella? ¿O de alguien que esté en peligro?

El detective se quedo a la espera, dispuesto a saltar hacia el camino lateral dependiendo de lo que decidieran sus amigos.

Solo que no estaba en un establo rodeado de ganado, ni rebozándose en estiércol (qué más quisiera), sino que en verdad estaba dentro de una caja de muertos llena de gusanos, lleno de gusanos él mismo... Fue entonces cuando de verdad llegó el terror.

- ¡¡¡Fuera de aquííííííííííííí!!! ¡¡¡Este lugar está maldiiiiiiiiiito!!!

Era una voz ahogada, átona, no se sabía muy bien si de hombre o de mujer, y venía del sitio erróneo: no del camino a la salvación, sino de otro.

Amanda se había parado. Estaba escuchando atentamente aquella voz.

Durante el leve momento en que la Serpiente de Plata tocó tu muñeca, un pensamiento nítido invadió tu mente:

"¡Serpientes! Antaño serpientes de plata, ¡antaño como yo!"

"Ahora oscuras... ¡perdidas en el Abismo! ¡Miedo! ¡Miedo! ¡MIEDO!"

Aunque te habías parado unos segundos para poder escuchar, fuiste incapaz de dilucidar si reconocías o no la voz. Era como si la persona que gritaba tuviera la boca llena de trapos. Tus compañeros se habían adelantado, corriendo. Te estremecías al pensar que aquella masa oscura te alcanzaría.

Lanzasteis la vista atrás un segundo al sentir la breve ausencia de Amanda. ¡La masa gris! ¡La masa oscura! Estaba justo tras ella.

Hammer, que se había parado un poco después de Amanda, estaba algo más cerca que los demás del horror.

No había más opción que correr. Las vendas de mis manos rozaban los muros mientras avanzábamos, pringándose de ese hedor nauseabundo. Las vendas de los pies empezaban a estrangularme el dedo gordo dentro del zapato, tenía que parar a reajustarlas pero no podía parar de correr o la negrura me alcanzaría.

Al llegar a la encrucijada de caminos seguí a mis compañeros sin decir una palabra. Estaba asustado. Pensaba en mi padre y sus burlas: ¿Y que harás el día que te encuentres con eso que tanto buscas? ¿Vas a gritarle hasta que huya? ¡Paparruchas!

Entonces una voz se materializó en la oscuridad, no sabía si era Aeryn o no, pero estaba seguro de que el dueño de aquella voz sabía algo de ella, tenía que saberlo. Mientras decidía si debía seguirla o no, la Serpiente de Plata nos advirtió del peligro, giré la cabeza rápidamente y advertí la negrura a punto de engullir a Amanda. Con la mano izquierda sujeté un pedazo de ropa de Amanda y Hammer y empecé a tirar de ellos para alejarlos de aquella cosa, con la derecha levanté a la Serpiente de Plata, y confiando en tener razón le dije: Vamos, querida, llévanos al lugar correcto, te necesito. Si la voz era importante, ella debía saberlo.

Con la Serpiente de Plata guiando el camino avancé, tirando de Amanda y Hammer. ¡Seguidnos! Grité desesperado al resto del grupo.

Tenían que salir de aquí, y eso era algo que Jimmy tenía clarísimo. Aquella voz, fuera quien fuera, parecía conminarles a lo mismo... Pero Amanda se había retrasado, y ahora estaba justo tras ella.

-¡Amanda, corre!-advirtió el marinero, indicando el lugar del que le parecía que venía el olor del mar-¡tenemos que salir de aquí!

Al menos esa era la opción que le parecía más lógica, y la que tomaría si Don no les guiaba a un lugar mejor... Uno que no requiriera atravesar aquella mole de sombras. 

- No es que pueda estar aquí. - Contesto a Mike con terror en voz y mirada. ¡Tiene que estar aquí! ¡Este era su hospital!

Tras mis palabras quise correr con el resto, huir de la sombra y buscar a mi amiga, pero aquella voz que no estaba segura de si había escuchado en mi mente o a lo lejos, me había hecho quedar clavada en el lugar. Parecía importante. Sabía que era importante.

Tan concentrada estaba en intentar escuchar que la oscuridad se acercó peligrosamente hasta mí. El impulso de huir se hizo fuerte, pero sentía que si comenzaba a correr perdería a aquella voz.

- ¡No! ¡Espera, Don, déjame! - Digo al tiempo que intento zafarme de su agarre.

Tenía que prestar atención. Tenía que escuchar...