Partida Rol por web

Alek cayó justo en el centro de la estancia, donde pudo ver que esta no dejaba de ser un cuchitril un poco más limpio que su antecámara, peor no mucho más. Justo en frente suya había un camastro improvisado con maderos, cojines y telas de aspecto muy inestable sobre el que reposaba un anciano de una estatura similar a la de Sam, peor a diferencia del mediano, este hombre tenía una tez olivácea, salpicada por brotes de ramas y cuarteada por betas y aberturas que parecerían más propias de un árbol o alguna planta de corteza gruesa. Su cuerpo, abotargado y entumecido, estaba envuelto en harapos, pero aun así transmitía una cierta dignidad por su dura expresión. Mantenía un dedo en alto, haciéndolo girar con gran velocidad. Al explorador no le costó comprender que ese movimiento y posiblemente toda la fuerza de voluntad que el anciano era capaz de acumular era lo que hacía que aquellos objetos siguiesen girando a su alrededor.

El ocupante de la sala no pareció impresionado en absoluto por la llamada a detenerse formulada por aquel invasor humano.

- NO SOLO OSÁIS ADENTRAROS EN NUESTRA MORADA, SINO QUE MATÁIS A NUESTRO POBRE ODON Y AUN POR ENCIMA NOS AMENAZÁIS SON VUESTRO ACERO... ¡PUES YO DIGO NO!

Tras su última palabra un tronco salió disparado hacia la cabeza de Alek, abriendo una herida superficial en su frente.

- ¡DIGO NO A VUESTRAS AMENAZAS!

Un libro salió despedido de la vorágine rotatoria y golpeó al explorador en el hombro izquierdo.

- ¡DIGO NO A VUESTRO ACERO!

Un fragmento de ladrillo acertó le acertó en el vientre esta vez.

- ¡Y DIGO NO AL MIEDO!

Algo más golpeó la nuca del invasor, pero este no pudo precisar de qué se trataba, solo percibió todo tornándose más oscuro, menos nítido.

En el exterior de la sala Stella, Sam y Taddeus escuchaban estas palabras sin acabar de saber qué había encarado su compañero. La barda había comenzado a entonar un cántico, que hizo que la armadura del paladín emitiese un ligero sonido reconfortante. El guerrero se sintió poseído por unas fuerzas que lo hacían más poderoso.

Alek, no publiques todavía, te pongo otro post.

Taddeus escuchaba las palabras del anciano y los golpes a Alek. Tardó un poco en reaccionar y el explorador recibió más impactos de los que era justo, enfrentandose sólo a aquel peligro. Debía hacer algo.

En aquel momento, ya fuera por las penurias vividas hasta el momento, por intentar sacar al explorador de esa situación o por el canto de Stella, ingresó en la habitación y se lanzó a correr en linea recta hacia donde estuviese el anciano, con la intención de tirarse encima de él, inmovilizarlo y que dejase de lanzar objetos a sus compañeros.

Cuando Taddeus se abalanzó hacia el interior de la sala para tratar de ayudar a su compañero. se encontró con que este le esperaba espada en ristre. El anciano del camastro, a su espalda, parecía controlarlo con una mano mientras con la otra mantenía los objetos en movimiento en derredor de los personajes. El explorador parecía tener los ojos más negros que de costumbre, como si no hubiese blanco en ellos. Se lanzó sin miramientos hacia el guerrero acorazado, como si no lo reconociese.

El paladín de Ashur se asombró al encontrar un rival que no esperaba. No atacaría a su propio compañero a menos que no tuviera ninguna otra opción, y en este caso la tenía. No tenía un enemigo enfrente. Intentó esquivarlo y seguir con su plan original de arrollar al anciano, que sospechaba era el que controlaba al explorador. Esperaba tener suerte, porque si no las cosas se podían poner feas.

Mientras Taddeus trataba de maniobrar alejándose de su compañero y procurando alcanzar al anciano en el camastro, al que creía culpable de toda aquella locura, Alek se abalanzó certeramente en su dirección, con su hierro por delante. El Paladín se podía apoyar en el camastro, posiblemente hundiéndolo, para tratar de librarse de buena parte del ataque, pero ello podía conllevar el hacer daño al ente que en ella se encontraba postrado.

Taddeus debió decidir en una fracción de segundo si recibir el ataque de Alek de lleno o caer sobre el anciano. Se decidió por esto último, sin estar muy seguro de que fuera la opción correcta, pero si no resolvía de inmediato aquel conflicto, el guardabosques seguiría atacándolo, y probablemente Colmillo también, con lo que sus posibilidades de terminar con aquello se verían reducidas, sin el factor sorpresa y con varios frentes a tener en cuenta.

El enorme paladín cayó sobre el camastro, haciendo que este se desintegrase bajo su peso y llevándose con él al cuerpo del anciano. Alek se vio liberado del encantamiento, pero cuando Taddeus consiguió deshacerse de aquello que había caído sobre él y el hechicero, comprobó que la caída se había cobrado un precio increíblemente alto, pues uno de los maderos del paupérrimo camastro había atravesado el pecho del anciano.

- ¡Maldición Taddeus! - a Alek se le trababan las palabras, todavía confuso por el encantamiento - ¡lo siento muchísimo! -

No encontró otras palabras para disculparse, así que quedó un momento en silencio. Al final sólo atinó a agradecer.

- Gracias por no partirme en dos... -

El extraño viejo yacía muerto y poco más podían hacer. - Revisemos esta habitación a ver si encontramos algo que nos pueda ayudar a entender lo que pasa en este lugar, y después volvamos a Niom -

Taddeus se detuvo unos momentos a observar lo que había hecho. No era su intención matar al anciano, pero aquel los había atacado sin provocación, igual que su "mascota", así que de alguna manera lo justificaba. Eso, de todas formas, no negaba el hecho de que le hubiese gustado hablar con él. En fin, lo hecho, hecho estaba.

Alek se disculpó con él por atacarlo.

- Tranquilo, se notaba que no estabas en posesión de tu mente, me alegro de que estés mejor.

Luego miró a su alrededor, para ver dónde estaban.

- Si, busquemos, a ver si encontramos algo de utilidad.

El silencio volvió momentáneamente a la estancia, tras la caída de todos los objetos al suelo y el exabrupto final del anciano hechicero de piel violácea. Aquella habitación parecía completamente improvisada, estaba claro que alguien debía de haber preparado aquel camastro al anciano de forma provisional o por carecer de otro lugar donde tenerlo. Puede que el tenerlo junto a la desagradable leonera del animal fuese una medida de seguridad más. Debían de pensar que así estaría algo más protegido, pero aquel no era lugar para una persona enferma.

Stella, Sam y Colmillo se unieron a Taddeus y Alek en la estancia, tratando de comprender lo que allí había sucedido. Se pusieron a  rebuscar entre los objetos caídos, prácticamente lo único que había en la estancia, aparte de una vela, que como en la sala grande se encontraba en un hueco de la pared, con una tela roja situada junto al camastro igual que la que Alek había apartado de la luz en la sala anterior. A simple vista no veían nada de interés, peor tal vez el ojo avizor del explorador o los susurros divinos recibidos en ocasiones por el paladín pudiesen ser de ayuda buscando algo que pudiesen pasar por alto.

Taddeus no pudo encontrar nada de interés, pero había algo que sí que susurraba al oído interno de Alek, el afinado órgano del explorador, prometiéndole algún secreto sobre aquella sala.

Stella estaba demasiado ocupada revisando los daños que le había causado el monstruo y Sam se había convertido en un pequeño ratón para poder explorar los agujeros abiertos en las paredes, entre las piedras o rompiendo maderas creados por antiguos habitantes del cubil sin demasiada suerte.