Partida Rol por web

"...y el camino les condujo hasta el pueblo de Harrot..."

El camino pedregoso y traicionero discurria a traves de las oscuras y sombrias montañas de la daga. Habitualmente enmarcadas en un cielo gris plomizo, cargado de lluvia. Pero esta no era cristalina, era gris, como el polvo que se transformaba en lodo en los caminos y paramos. Aqui no crecia nada, no en las montañas. Las pobres gentes de la región eran tramperos y leñadores. Y sobre todo, gente que queria desaparecer de la civilización. No, no era un lugar amable, ni el lugar era amable con los debiles.

La caravana de mercaderes formaba una ilera de pequeñas carretas, fragiles, en comparacion con la piedra gris granitica del entorno. Sus ruedas traqueteaban en el camino mal empedrado, pronosticando resbalones y desprendimientos en todo el trayecto. Pronto, a diez minutos, la población de Harrot. Antiguamente una prospera ciudad minera, ahora todo convertido en pasado y gloria muerta.
El Capitán de la columna, a lomos de un viejo corcel blanco observaba a los integrantes de la misma. Como veterano de varias guerras y tullido en la pierna. Solia estar mas encima del caballo que en tierra, maldiciendo la profunda herida que seccionó el tendón. Convirtiendole en el guerrero desamparado que era ahora. Vendiendose al mejor postor.

Jadewo montando su corcel de guerra a la altura del Capitán, con el que trataban numerosas veces antiguas anécdotas de combates al ver la aldea en el horizone.

- Al final parece que Tymora nos sonríe, esta noche la pasaremos junto a un hogar encendido, con el olor de un buen asado flotando en la neblina de una cálida posada. Con una buena jarra de cerbeza a mano... y la promesa de una cama de verdad...- Sonríe el curtido veterano. Se había apuntado como refuerzo armado en la carabana, ya que iban en la misma dirección. Lo aceptaron por la reputación de su orden de caballeros, mercenarios leales a sus contratantes.

Miro al capitán. Pobre desgraciado. Espero que Tymora se apiade de él, y con suerte haga algo para ser recordado como un héroe antes de morir- Por supuesto que Tymora nos sonrie amigo Jadewo. Aquí tiene a uno de sus más devotos fieles, aparte de un gran curandero. Sabes, yo también tengo ganas de ir a una posada, lo cierto es que estos dias se me están haciendo algo duros, y, bueno... Uno ya tiene una edad. -Tantos años como curandero-aventurero, y ahora me pesan los años... ¡Ay!, que dura e injusta es esta vida...

Raistlin se encontraba sentado en la parte de atrás de una de las carretas. Se apoyaba sobre su bastón, mirando cabizvajo las huellas que dejaba tras de sí las ruedas de la carreta. No pensaba en nada, simplemente tenia ganas de llegar al pueblo y tomarse una de sus infusiones al calor de una chimenea.

Jugueteando también con su bastón, esperaba que terminaran pronto esos diez inaguantables minutos de frio. Comprobó el cielo, le pareció normal su color, ya estando en invierno, pero le deprimia un poco. Se acurrucó un poco en su manto, para aguantar mejor el frio y siguió mirando las huellas que dejaban tras de sí las ruedas de la carreta.

Petro avanza penosamente por el camino, con barro hasta en el interior de los calzones.

¿Que nos sonríe?, mas bien se esta partiendo de risa de nosotros .

Odio el barro, odio caminar y además ¿que coño pinto yo aquí?, con lo bien que estaba yo en mi casa, ¿quien me mandaría a mi liarme con la mujer del barón? .

Miraba desde atrás de una caravana como caía la lluvia y se estrellaba contra el suelo, formando así el lodo que algunos que seguían la caravana pisaban y se hundían entre quejas y maldiciones a los dioses por tan mala suerte, pero absorto en mis pensamientos apenas me daba cuanta de las miradas de rencor que se cernían sobre mi al estar resguardado dentro, estaba sentado al lado de lo que parecía un mago, pero tampoco reparé en su persona, tenía en la cabeza muchas cosas en que pensar, era la tercera aldea que dejaba atrás huyendo de los problemas, había pagado una buena cantidad por ir en esta campaña y por la discreción que demandaba, junto a mi un bulto me acompañaba era todo lo que llevaba, era todo lo que necesitaba para empezar de nuevo en otra aldea... Quizá sería la definitiva, aunque no las tenía todas con migo, algo maligno se cernía encima de mi persona, quizá un maleficio o los dioses me castigaban, no lo sabía pero prefería pensar que el mundo estaba en contra de mi ser que reconocer mi mal hacer y la manía de buscar problemas, eso debía acabar, y acabar muy pronto...

El Capitan manejaba su viejo corcel con una mano reclinado ligeramente hacia atras. La lluvia resbalaba por su ropa empapandolo entero mientras apretaba los dientes.
-Harrot no es un lugar donde descansar tranquilo. Estas montañas hieden a muerte. Recuerdos manchados en sangre que han dejado cicatriz en estas gentes.-
Echó mano a la bolsa y sacó de ella un mendrugo de panseco.
-Si quiereis un consejo, mi señor, mantener vuestra espada cerca. Y con esto, no hablo de los lugareños.-

Jadewo estaba mascando unas hierbas que le hacína cabalgar algo ajeno a los rigores de la larga cabalgata. Escupió las hojas sin sabor.

- Nunca antes he paseado mis huesos por estas tierras. Hay algo que deba de tener en cuenta capitán?- Jadewo Iba cubierto por una capa de viaje, originalemtne blanca y roja, actualmenta manchada por la intemperia, era de color gris y rosa. Pero parecía de gran calidad, repeliendo en su mayor parte la llevia. Bajo ella acercó el mangó de su maza al alcance de la mano.

-¿Acaso no conoceis la batalla de la bruma?. ¡Es conocida en toda la región!.- Le miró con cierto excepticismo, pues no parecía ser un clerigo de una región remota.
-Es conocido de todos por aqui que la batalla que se libró hace 15 años aqui fue brutal y no en vano carente de oscuras incognitas. El mago oscuro bajó de las montañas investido en un nuevo y peligroso poder no conocido en Faerún. No obrava magia conocida sino, que tenía trato con demonios. Una magia oscura y retorcida.- Miró a la carreta que rodaba cercana, portando al mago de ojos dorados.
-Decian que no solo podía traer demonios del mismisimo infierno, sino que ademas sabia fundirlos con su cuerpo. Volviendole mitad demonio. Consiguiendo su fuerza y magia negra.-
Miraba firmemente al clerigo.
-Todo se habría perdido, de no ser por el grupo de valientes de Kendrik. Un Paladin de Helm que consiguió derrotar al mismismo demonio en las montañas. Haciendo dispersarse al ejercito del mago. Dicen que sus ogros, orcos, gnolls y trasgos se perdieron en la montaña tras una terrible maldición. Muertos vivientes sin descanso eterno por todas estas montañas brumosas.

Raistlin se percató de la mirada del capitán. Ante esto siguió escuchando lo que decia atentamente sin apartar la vista de él. Cuando acabó de contar aquella extraña y ridícula anécdota, decidió contestar.

-Con todos mis respetos señor, eso son solo cuentos. No existe magia alguna de ese tipo. Aunque puede caber la posibilidad de que tuviera un gran ejercito, sí, pero dudo mucho que pudiera hacer eso.-decia mirando atentamente al capitán, esperando una respuesta.

El capitan le observó de arriba abajo evaluandole. Sin duda alguna, un mago embutido en una tunica vieja viajando a través de Faerún en una carreta, sin duda alguna no podía ser un gran mago.
-Muy probablemente, joven, esa magia escapa a su entendimiento. El mundo esta lleno de este tipo de cosas, magia y criaturas que no se han visto jamás. ¿Quien puede asegurarnos que no es posible?...-

- Si los dioses se pasearon por la faz de Faerún... pocas cosas no son creibles mi buen capitán.

Ensimismado en mi mismo, las palabras de los presentes discurren sin importancia alrededor mío, muchaws son las historias que se cuentan, algunas veces verdaderas y muchas otras falsas, algunas vividas y otras por vivir, no obstante mi cometido era llegar a mi destino e intentar volver a empezar, mi cabeza mira un momento a los que hablan, apunto estoy de decir algo, pero enseguida lo descarto y vuelvo la mirada al terreno y a la lluvia...
" no es importante... "

- Sin duda esas montañas han visto sangre...- comenta de repente el veterano silencioso- Pero si algo he aprendido en todos mis años de vagar por Faerun, es que este mundo es tan antiguo y tan cruel que ningún rincón de él queda libre de mancha de sangre. Todo el suelo que pisamos no es más que un envoltorio de huesos.

Tras esa sombria reflexión, guarda silencio.

Eso lo hace más posible, veterano de enigmatico rostro -digo a Angor guiñando un ojo- Tenéis razón en que esto es un envotorio de huesos, y de eso de se valen los nigromantes. Pero... ¿Y si alguien se diese cuenta de que esto también está lleno de demonios y criaturas enigmáticas? Si los nigromantes son capaces de fusionarse e incluso convertirse en muertos vivientes, huesos, al fin y al cabo; ¿Por qué no podría alguien hacer lo mismo con los demonios? Yo por mi parte pienso que puede ser cierto...

Puede que eso sea cierto... aunque nunca un nigromante normal a llegado a tales extremos. Sigo dudando del uso de esa magia y, es más, dudo de la existencia de demonios.-le respondia a Tim. Al pronunciar esta última frase sus ojos se quedaron fijos en el capitán, brillantes y tintineantes, que destacaban en su oscuro rostro.

El capitán asintió al caballero de armadura. Él entendia la seriedad de esto. Asintió a Tim, que tambien verificaba la posibilidad. Y observó a Angor con cierto excepticismo.
-Desestimas con rapidez el peligro de estas montañas. Estamos lejos de Luna Plateada o de Aguas Profundas. Aqui los Yelmos de los Paladines estan oscurecidos y Oxidados, y las plegarias a los dioses benignos se han de suplicar con fuerza.-

No dudaréis de su existencia cuando matéis a uno, aunque se dimunuto, joven mago...

Raistlin ignora completamente las palabras de Tim. Tenia mejores cosas en las que pensar que en esos cuentos. Se acurrucó en su manto y empezó a leer un libro.