Partida Rol por web

- Todo lo preparado que se puede estar dada nuestra situación.- Continuó Sonny. Estaba algo magullado por las clases de equitación con los camello, pero nada que un ex-boxeador no pudiera aguantar. Aunque él también se veía ridículo con las ropas locales no pudo evitar emitir una contenida sonrisa ante la estampa de Craven.

Daphne estaba francamente confundida y fuera de lugar. Sabía por lo que había leído, que aquellas ropas eran lo mejor para el desierto y para combatir el calor, pero el shock de ver con vestido a sus compañeros...y a su marido le había dejado sin palabras. Y por si todo aquello fuese poco, estaba el tema de montar a camello y del nuevo arma de Matt.

Lo segundo era un peligro evidente para cualquiera que tuviese dos dedos de frente. Lo primero...ya le había costado montar a caballo en su juventud, siendo este un animal más normal y teniendo dos brazos. Aprender a mantenerse erguida en el camello ya fue demasiado. La mujer llegó a plantear ir montada en el mismo animal que su marido, pero finalmente entró en razón: menos camellos significaba que si había algún incidente dispondrían de un animal menos.

–Más...o menos–replicó la mujer poco convencida.

–Sí, no sé a que esperamos

Al contrario que su mujer, Matt rebosaba confianza. Le dolía el trasero de aquellas prácticas y el orgullo por aquellas ropas, pero estaba más que dispuesto a combatir a lo que fuese y llegar al fin del mundo por su pequeño. El precio a pagar era lo de menos.

-Cierto, cuanto antes nos pongamos en marcha mejor -coincidió Ab con sus compañeros, con ganas de empezar con esta aventura y encontrar ya a los niños.

Como el resto había comprado enseres propias del desierto, chilaba y ropajes acordes que les harían más fácil el transito por aquel terreno hostil.
 

Durante el viaje no hubo más incidentes que recordar que los típicos de montar en un animal que nunca jamás en vuestras vidas habíais visto antes.

Guiados por Yusuf no hubo nada a resaltar. El hombre no era muy hablador pero con el paso de los días supisteis que su primer nombre era Henri de Graumont, la oveja negra de una familia de sangre noble, y que lo abandonó todo en su día para alistarse a la Legión extran­jera. Amante del desierto, terminó por adoptar la religión musulmana y trasladarse a vivir a Arabia.

El paisaje fue cambiando poco a poco, con cada hora de viaje, haciéndose más y más desértico con cada paso que daban los camellos.

Haremos noche aquí.- Os dijo al llegar a un oasis bien entrada la tarde del cuarto día.- Mañana con el alba entraremos a Rub el-Jali.

- Este calores terrible. Dicen que por la noches, en cambio, refresa. ¿Es eso cierto?- Preguntó Sonny al poco hablador guía. No entendía como podía haber decidido acabar viviendo allí. La travesía por el desierto le estaba pareciendo eterna. Era insoportable pensar en sus hijos y que estuvieran tardando tanto en recuperarlos. Para entretenerse el ex-boxeador se puso a montar el campamento, con tal de tener la mente ocupada. Cuando ya estuvieron en torno a la hoguera volvió a dirigirse al guía.- Háblenos de los genios maléficos esos que mencionó. Cuéntenos alguna historia. Cuando era pequeño mi padre nos reunía en torno a la hoguera para contarnos historias de miedo.

Lo primero que hizo Yusuf al llegar al oasis fue desmontar una amplia tienda de campaña y comenzar a montarla.- Refrescar es poco.- Os cuenta una vez montada la tienda mientras coge varias mantas de uno de los camellos y las mete dentro de la tienda.- En pleno invierno, las temperaturas caen tanto que pueden incluso bajar de cero grados. Por suerte ya no estamos en invierno, aún así hoy dormiremos en la tienda con mantas para quien las necesite.

La cena junto con calor de la hoguera os reconfortó.- Espíritus de fuego.- Contesta Yusuf a la pregunta de Sonny quedándose en silencio unos segundos.- Nunca he visto ninguno, pero hay en Aden quien jura que sí.- Niega con la cabeza.- Una bonita historia con la que adornar las quemaduras que sufría en manos, brazos y cara. Seguro. Pero le servía para que le invitaran a un té cada noche que la contaba.

Al oír aquello, Daphne se llevó la mano al muñón, recordando el extraño modo en el que ella había perdido su miembro. Efectivamente, si contase a un extraño los hecho auténticos habría acabado ingresada en algún sanatorio.

–Puede que haya algo de verdad. Hay cosas más allá de nuestra comprensión ¿no creé?– Lejos de la ciudad, y ya anocheciendo, la mujer se había quitado el pañuelo y el fuego hacía brillar su melena rojiza– ¿Qué historias eran esas?

Craven cuyo espíritu de aventura era cada vez más bajo se sentó junto al matrimonio Greywood al calor del fuego... era cierto eso de que por la noche refrescaba y agradeció que hubiera una tienda de campaña y mantas, puesto que pensaba utilizarlas. El capellán arropado con los ropajes infieles y abrazándose a sí mismo escuchó con aprensión el relato del guía... ya empezaba con lo de los seres extraños, como si no hubieran visto ya bastantes...

- ¿Espíritus de fuego?- dijo tratando de disimular su alarma.

Al hablar de espíritus de fuego y de quemaduras sufridas por el pobre que lo había relatado, Sonny miró a los demás alternativamente a su interlocutor. ¿A eso tendrían que enfrentarse? ¿A espíritus de fuego? Y ni siquiera tenían una manguera o agua con la que abastecerse. Trató de controlar su desesperación para no parecer tan ingenuo ante Yusuf como para creeerse historias para aterrorizar a los niños.

- Bueno si hace tanto frío pro las noches, quizá eso juegue a nuestro favor.- Dijo sin pensar en las estupideces que soltaba por la boca.

Según cuenta.- Comienza Yusuf- Les rodearon centenares de puntos de luz, pequeños, no más grandes que una luciérnaga. Un espectáculo para los sentidos, hasta que los puntos de luz empezaron a tocarles. Allí donde les tocaban la ropa ardía, estallando en llamas y la piel se llenaba de bambollas.

Todos los miembros de la caravana murieron esa noche, todos menos Amir que, según él, consiguió escapar, rodando y enterrándose en la arena hasta que desaparecieron los pequeños puntos y llegar a Aden con esas heridas.

El hombre niega con la cabeza.- Cuentos, cuentos con los que conseguir dinero, ni más ni menos.

Estás segura de que esos seres de fuego, esos pequeños puntos de luz no son simples invenciones de un mendigo.

De igual modo piensas que enterrarse es una buena idea, aunque mejor sería tratar de enterrarlos a ellos con arena, si la arena puede apagar una fogata, ¿Por qué no habría de servir para apagar a uno de esos seres?

Conforme el francés iba hablando el rostro de Roderick iba perdiendo cada vez más el color... 

¿Luciérnagas asesinas? ¿Qué era lo quedaba por ver? Una parte de él le reprendió, seguía siendo un hombre de fé... pero la otra le contestó, ¿Tu has visto lo que hemos visto? en el fondo era consciente de que seguía vivo y quiso pensar que era porque tenía a su ángel de la guardia haciendo horas extras, pensar otra cosa le podía resultar contraproducente pero aún así tembló y ya no supo si por frío, por miedo o ambas cosas.

- ¿Quien es Amir? ¿Sería posible hablar con él?

–Bueno. Dentro del hecho de que habla de seres mágicos, tiene sentido.– Daphne lanzó un puñado de arena al fuego, que se movió con rapidez sin estar muy segura de si fingir que no lo creía o fingir que sí– Si quieres apagar un fuego, echas agua o tierra. Rodar por el suelo en esas circunstancias sería lo sensato.

–¿Y por qué iba a inventarse una historia así? ¡Joder! Hubiese sido más creíble que aparezca un angel de fuego o alguna cosa así. Algo que tenga que ver con la religión. Unos insectos de fuego es tan absurdo que lo que me cuesta es creer que alguien lo invente.

-Las ampollas son quemaduras...eso y que las luces vayan hacia ellos quiere decir que les estaban disparando o algo parecido... -dijo Ab pensativo-. Todas las culturas menos occidentalizadas tienden a buscar una excusa para algo que no entienden. Esto tiene toda la pinta de que fuese así.

Sea como sea. Bien mentiras, bien verdades. Lo que es bien cierto es que el desierto es suficientemente traicionero como para que no hagan falta seres mitológicos. - Dice Yusuf acabando la conversación.- Ahora toca dormir. Mañana nos espera un día duro de viaje.

Yusuf os despertó poco del alba. El sol comenzaba ya a clarear la noche pero aún no había hecho acto de presencia, aún quedaba al menos una hora.

Aunque si hubieran sido dos mejor, porque en cuanto salió la temperatura empezó a ascender. Al principio fue agradable, ya que os sirvió para desprenderos del frío nocturno, pero pronto el calor fue agobiante, demasiado agobiante. Cubiertos por las ropas que Yusuf os había dado sudabais a mares, necesitando hidrataros cada pocos minuto, aunque estabais seguros que sin esas telas que os protegían de lo peor del sol y del calor vuestra piel ya estaría completamente quemada.

Seis horas después de emprender la marcha, tal y como Yusuf os había indicado en Aden llegasteis a un pequeño oasis, por llamarlo de algún modo, ya que no era más que un charco y un poco de vegetación.

Acamparemos aquí, pasaremos la tarde y la noche.- Os dijo el francés.- Mañana al alba volveré a Aden. Mi consejo es que me acompañen.

Desde el camello ha pisado la arena de Rub al-Hali algo dentro de ti te está diciendo que es aquí donde debes estar.