Partida Rol por web

Por fin, tras más de una semana de espesas nieblas que impedían a la gente entrar o salir del pueblo, volvía a salir un radiante Sol que volvía a traer alegría a la Villa Colgante. Los caminos que salían y llegaban a Aku  no eran precisamente los más seguros y cómodos. El pueblo más cercano era Amarna, hacia el sur, y quien quisiera llegar hasta allí debía atravesar una zona montañosa bastante escarpada, donde caminos en mal estado conducían a una zona más llana del Valle. Retorcidas y quebradizas escaleras de piedra descendían entre rocas y desfiladeros. Con frecuencia las brumas impedían ver más allá de un tiro de piedra, y un paso en falso podía suponer que el viajero no viviría para contar su viaje. Ello no desanimaba a los agavíes, que estaban acostumbrados a estos y a otros peligros incluso mayores. Eso sí, era preferible no andar en solitario por aquellos lugares, y había que iniciar el viaje estando bien preparado. En días soleados uno podía levantarse temprano y llegar a Amarna antes del anochecer, si se daba prisa. En cambio, cuando las nieblas eran espesas era preferible evitar el camino, ya que era muy peligroso, y en caso de decidir andarlo podía tomar dos o incluso tres días atravesarlo, si las condiciones eran adversas. 

La Villa de Aku pendía de un desfiladero de roca del que brotaban numerosos manantiales, con casas excavadas directamente en la piedra que se comunicaban a través de puentes, plataformas e incluso pequeñas plazoletas de bambú ancladas a las paredes. El río Elú fluía rápido y limpio justo debajo, entre las paredes. Ahora que había salido el Sol, la gente se había animado a salir de sus casas, y las familias charlaban alegremente mientras tendían sus ropas para que se secaran. 

Salek se encontraba dando un paseo bajo los escasos rayos de sol que se colaban en el desfiladero de Aku. De repente notó que el suelo de la estructura de bambú sobre la que caminaba comenzaba a temblar y a tambalearse cada vez con más fuerza. Enseguida comprendió qué estaba sucediendo: una niña corría a toda velocidad colándose entre la gente y apartándolos para pasar por el estrecho camino de bambú. Venía de casa de Maba Gathra, y parecía no tener miedo a caerse al río a pesar de la altura. Cuando pasó junto a Salek se tropezó y estuvo a punto de caerse, pero siguió corriendo sin detenerse ni un momento.

—¡Perdón! ¡Perdón! ¡Dejen paso!

Pronto llegó a una casa-cueva cercana y comenzó a tocar insistentemente a la puerta. Parecía muy contenta y emocionada.

—¡Aeris! ¡AERIS! ¡Abre la puerta!

Aeris no había salido de casa ese día todavía, pero había visto el buen tiempo que hacía a través de uno de sus tragaluces. Mientras desayunaba tranquilamente oyó que alguien tocaba la puerta muy insistentemente:

—¡Aeris! ¡AERIS! ¡Abre la puerta! —dijo una voz de niña. No parecía alarmada, sino más bien emocionada, y por su voz era probablemente Areiba, una de las niñas del pueblo que hacía menos tiempo que atendía a algunas clases de Maba Gathra. A pesar de su corta edad parecía muy espabilada.

Ahora que por fin hacía Sol, Christiam había decidido salir a cazar por los alrededores de Aku. Era un terreno montañoso por el que era difícil transitar, pero para alguien con tanta práctica como él era posible capturar algún conejo de vez en cuando, e incluso en ocasiones alguna cabra salvaje. De hecho aquella mañana había logrado cazar dos liebres y una perdiz, más de lo habitual, y buena falta le hacía. Y por si fuera poco, ahora comenzabas a oír el crotoreo de una cigüeña en algún lugar de las cercanías. 

- ¡Ya voy Areiba! - dijo Aeris mientras se terminaba de vestir y se dirigía a la puerta.

Aquella noche había tenido unos sueños muy extraños y se había levantado tarde. Justo estaba desayunando cuando había oido que llamaban a su puerta. Así pues, se ajustó bien las telas que cubrían su cara y abrió a la niña mientras pensaba para sí misma qué querría.

-¿Qué pasa pequeña? - dijo mientras abría la puerta que daba paso a su pequeña vivienda-taller.

Ves cómo abren la puerta a la pequeña, que entra en la casa-cueva.

Joder con la criaja, qué bulla lleva.

Salek vió de reojo a la cría que se dirigía con entusiasmo hacia la casa mientras se recolocaba los ropajes tras el tropiezo. 
Sacó un poco de yerba, la pipa y la encendió continuando su paseo; solo fumaba cuando estaba en la ciudad, su padre adoptivo cultivaba aquella yerba de intenso sabor.
Le encanta ese puente, le encanta Aku y no entiende por unos instantes el porqué de su vida nómada; pero la realidad es que lleva ya unos días en Aku y esa vida lo llama con un canto embaucador.
Aspira profundo, y soltando el humo llega al medio del puente donde se detuvo contemplando lo que veía de la ciudad.

Debería ir a ver a Hamada, puede que tenga ya lo mío.

Había encargado una nueva herramienta para su trabajo; había visto utilizar a otros unas varillas; se lo explicó a su viejo amigo y este iba a tratar de conseguir la poca madera que aquel artilugio necesitaba.

Apagó la pipa, la vació y la guardó tranquilamente. Y comenzó a caminar en sentido opuesto hasta abandonar el puente pasando por la casa donde la niña entró con tanta alegría.

Habían pasado ya 7 días desde que una espesa niebla se posara en las cercanías de Aku y sobre la misma aldea, los comerciantes no podían ir ni venir sin arriesgarse a una caída mortal, por suerte ya las cosas mejoraban y el reluciente sol mostraba un despejado camino por el que transitar, aprovechando el buen clima me levante de la cama de paja y vestí mi ropa de cuero, cocine la ultima ardilla que había cazado la semana pasada y limpie mi arco para que fuera mas efectivo a la hora de usarlo, con todo listo y preparado Comencé a bajar a través de las plataformas de bambú mientras saludaba a la gente del pueblo que sonreía con entusiasmo, me dirigí hacia mi zona habitual de casa.

Comencé a cazar entusiasmado por tener el sol para iluminar el área y por la suave brisa del esta que en esos momentos chocaba contra mi cara. Pasaron un par de horas y ya había logrado cazar una perdiz y dos liebres, guardaría una liebre para comer y lo demás lo vendería, satisfecho con mi recompensa camine unos cuantos pasos en dirección a Aku cuando un crocoteo de cigüeña se oyó en las cercanías, Un botín que solo se encuentra cada tantos meses pensé mientras escuchaba el sonido del ave para guiarme hasta ella; sabiendo que el sitio era un lugar con muchos escondites me dispuse a buscar heces de pájaro para usarlas como rastro.

Areiba entró en la casa de Aeris, y tras cerrar la puerta comenzó a hablar muy emocionada.

—¡Aeris! ¡No te lo vas a creer! —dijo la niña casi gritando. Entonces, como si se diera cuenta de que debía ser más cautelosa, bajó la voz y habló sin dejar de sonreír de oreja a oreja—. No se lo digas a nadie, pero... ¿Recuerdas cuando el año pasado Maba Gathra pidió a Christiam el cazador que capturara algunas cigüeñas vivas y nos dijo que era sólo para estudiarlas? Yo te dije que me pareció ver cómo Maba les ataba algo a las patas antes de que las liberaba para que migraran hacia el Sur con todas las demás, pero tú no me creíste —la niña miró a Aeris con cara de satisfacción antes de acercarse más y siguió hablando en voz baja—. Ahora que las cigüeñas han vuelto, Christiam ha cazado una, y al parecer traía algo raro en la pata. Unos nudos de colores o algo así. Yo no lo he visto, pero se lo he oído decir, y cuando Christian se ha marchado Maba Gathra ha empezado a cantar con esas palabras raras que nadie entiende, se ha puesto muy contenta y ha soltado una de sus palomas con un mensaje —tras contar esto, Areiba se aleja un poco, mira hacia Aeris esperando alguna reacción, y antes de que pueda decir nada vuelve a sonreír y continúa—. Yo creo que por fin ha encontrado novio, y que ese es su regalo.

Tras encontrar la cigüeña, apuntar con cuidado y disparar... ¡Das en el blanco! La cigüeña cae desplomada, y cuando te acercas y la agarras te das cuenta de que hay algo extraño atado a su pata. Parece una especie de bolsillo de lana, y al abrirlo encuentras algo parecido a una pulsera de lana de diferentes colores con nudos muy bonita.

Entonces recuerdas lo que te pidió Maba Gathra un día la temporada pasada, cuando le juraste que si encontrabas algún objeto o cualquier cosa en general un poco extraña que llegara con una cigüeña o con cualquier otra ave, se lo darías a ella y no le dirías nada a nadie.

Cita:

Por eso lo primero que hiciste en cuanto lo encontraste fue llevárselo a su casa.

Cuando Areiba, una de las ayudantes más jóvenes de Maba Gathra te abrió la puerta, enseguida mostró curiosidad por lo que traías.

—Ah, eres tú Chris —dijo sonriente mientras miraba lo que traías—. ¡Guau! ¿Has cazado todo eso? ¿Y nos lo traes para comer? ¡Qué bien! Maba Gathra está ahora ocupada preparando una poción, pero ahora la aviso.

Al oír que Christiam entraba a su casa-cueva, Maba Gathra se acercó. 

—Buenos días Chris, ¿qué tal estás? —preguntó—. Veo que la caza ha sido productiva esta mañana, ¿verdad? ¿Qué has cazado? ¿Una cigüeña? —Maba Gathra reparó rápidamente en la bolsa de lana que tenía atada a la pata—. Déjame ver eso...  Areiba, ¿puedes ir a buscar hierbabuena a la terraza? 

La niña salió de la casa obedeciendo a Maba Gathra, y entonces ésta empezó a hacer preguntas con mucha tranquilidad y naturalidad:

—¿Lo acabas de encontrar? ¿Te ha visto alguien? ¿Se lo has dicho a alguien? 

Tras el interrogatorio tomó el bolsillo de lana y la pulsera de colores, los guardó y fue a por una bandeja con las sabrosas galletas que preparaba.

—Toma, te las has ganado. Muchas gracias por tu ayuda, Christiam. Recuerda, no debes decirle esto a nadie, y si encuentras más como esta, avísame, ¿sí? Y ahora debo seguir con mi poción, que se me va a quemar.

Dicho esto te acompaña hasta la puerta, donde se despide de ti al tiempo que Areiba, la niña, entra con la hierbabuena. 

Al llegar a la casa-cueva de Maba Gathra tocas a la puerta de bambú. Tocas una, dos, y hasta tres veces, y no fue sino cuando ya estabas a punto de marcharte de allí cuando Maba Gathra te abrió la puerta. Tenía una expresión extraña, con la mirada un poco perdida, algo poco habitual en ella.

—¡Hola Salek! ¿Qué tal todo? Disculpa, estaba en el cuarto de baño, y además tengo una poción al fuego, y eh... ¿Es importante? Es que no puedo atenderte ahora mismo, lo siento, estoy muy ocupada. ¿Hamada? Ah, sí, estará en el taller.

Dicho esto cerró la puerta y te dejó ahí fuera. Maba Gathra no era la persona más normal del mundo, pero normalmente atendía a sus invitados aunque estuviera ocupada. No le costaba charlar mientras preparaba unas galletas o atendía a algún enfermo. ¿Qué le ocurría? Bueno, el taller estaba cerca, y con suerte Hamada estaría allí esperándolo con su herramienta.

Cuando llegas al taller de Maba Gathra, una cueva separada del resto de la casa-cueva vivienda, encuentras allí a Hamada.

—¡Salek! ¡Ven aquí! —dijo el joven—. ¿Es esto lo que me habías pedido? Estuve trabajando anoche hasta tarde, a ver si te gusta —dijo sonriente mientras se adentraba un poco en la cueva para buscar algo y salía con ello en la mano.

Tuve que pasar un rato siguiendo el rastro del escurridizo animal, rememorizar una y otra vez lo que sabia de cigüeñas, luego de 10 minutos de búsqueda la encontré encima de una piedra inclinada muy cercana a una seria caída de 10 metros, utilizando mi ingenio imite lo mejor posible el llamado de apareamiento del ave esperando que estuviera en época, mi presa pico el anzuelo y se acerco lentamente a la piedra donde estaba escondido, tensé mi arco y en un parpadeo le dispare al ave que solo tuvo tiempo de soltar un sonido de sufrimiento antes de caer muerta, me acerque para recogerla y note que llevaba amarrado algo parecido a un bolsillo de lana aunque de costura diferente, revisandolo encontré una pulsera de varios colores y recordé que Maba Gathra me había pedido hace mucho que cuando encontrara cosas extrañas atadas a aves se las llevara; intrigado y algo emocionado por la situación me dirigí hacia la casa de la erudita.

Llegue a casa de Maba y una de sus aprendices llamada Areiba me abrió la puerta, saludo y se emociono cuando vio la considerable cantidad de presas que había cazado pensando que les dejaría todas, " esta chiquilla piensa que yo no cómo pensé con una sonrisa en la cara, le revolví un poco el pelo con mi mano izquierda mientras golpeaba mi bolsa con la derecha - Gracias por avisarle, les dejare una buena parte del botín- dicho esto dio unos pasos dentro de la cueva y Maba me recibió y pregunto que tal estaba - un poco cansado después de esforzarme cazando- seguido a esto me pregunto sobre la cigüeña, reviso la pulsera de varios colores y le pidió a Areiba que buscara algo de hierbabuena y Gathra empezó a hacerme varias preguntas:

- Encontré este bolso atado en la cigüeña e inmediatamente viena a verla, no se lo he dicho a nadie y que yo sepa nadie me vio con esto- respondí a las inusuales preguntas de Maba con algo de preocupación pensando que había hecho algo indebido, luego la erudita tomo la pulsera de colores y me ofreció una bandeja de galletas -muchas gracias por las galletas y no se preocupe por el tema, seré todo lo discreto posible, ah! Tome esta liebre y por favor preparele un delicioso estofado a Araiba después nos despedimos y luego yo me despedí de la niña cuando iba entrando.

Estaba afuera de la casa de la señora Gathra bajo un caluroso sol con muchas preguntas en mente, " por que tantas preguntas? que importancia tiene esa pulsera tan rara? Me habré involucrado en algo peligroso? pensaba mientras daba algunos pasos para relajar mi mente, terminado el debate mental y dispuesto a conseguir respuestas comencé a buscar a mi amiga Arathia para averiguar si sabía algo del tema.

Caminabas sin demasiada prisa por las plataformas de Aku, cuando de repente notas que el suelo de la estructura de bambú sobre la que caminaba comenzaba a temblar y a tambalearse cada vez con más fuerza. Enseguida comprendes qué está sucediendo: Areiba corría a toda velocidad colándose entre la gente y apartándolos para pasar por el estrecho camino de bambú. Venía de casa de Maba Gathra, y parecía no tener miedo a caerse al río a pesar de la altura. En un momento tropezó y estuvo a punto de caerse, pero siguió corriendo sin detenerse ni un momento.

—¡Perdón! ¡Perdón! ¡Dejen paso!

Pronto llegó a la casa-cueva de Aeris, la talladora de piedra, y comenzó a tocar insistentemente a la puerta. Parecía muy contenta y emocionada.

—¡Aeris! ¡AERIS! ¡Abre la puerta!

-Areiba no digas tonterías - dijo Aeris negando con la cabeza y sonriendo con dulzura a la niña - Maba Gathra tendrá sus razones para estar interesada por las cigüeñas y para tener tratos con Christiam, no debes ponerla en duda ni a ella ni sus actos, debes observarla en silencio y sin hacer comentarios ni especulaciones. ¿Has desayunado? Anda, pasa y acompañame con el desayuno.

Aeris se retiró de la puerta, dejando sitio para que la niña pasara a la pequeña casa-cueva. La verdad es que le intrigaba qué estaría tramando Maba Gathra, mas ella no era quien para preguntarle sobre sus asuntos. Si algo tenía que ver con ella o si Maba Gathra la necesitaba para ese asunto, se enteraría en su debido momento.