Partida Rol por web

VIGÉSIMO NOVENO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 2, DÍA DE LA LUNA.

HORA: AVANZADA LA TARDE. - CLIMA: CIELO DESPEJADO. ESTÁ REFRESCANDO.

Analista se había mantenido en un prudente segundo plano, dejando la iniciativa y el peso de la conversación con el Inquisidor a Capitán. No se arrepentía de tal hecho, pues le había permitido ser consciente de algunos detalles que ahora exigían una breve y rápida conversación con unos pocos. Pero podía esperar. Primero, era necesario solventar las cuestiones de intendencia. El trabajo se acumulaba y el tiempo pasaba y pesaba.

Dispuso la tienda donde le correspondía, planteándose la necesidad de dar con algún lugar que le permitiera trabajar cómodamente y llevar a cabo las últimas transcripciones en los nuevos anales. Ya con anterioridad, había descargado sus posesiones y dejado a Dante y Beltza en las caballerizas dispuestas para ellos. Limpió a ambas monturas, las abrevó y dio de comer y tras dedicarles algunas carantoñas y unas palabras amables, correspondidas con un piafar cariñoso, se alejó buscando a Capitán. Por el camino interceptó a Barril y Ponzoña, y les pidió que le acompañaran.

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Acompañado por los dos cabos, se encaminó hacia Capitán, curiosamente a solas, algo que pensaba altamente improbable cuando decidió que debían cruzar algunas palabras. Y no en una lengua habitual. Sin duda, el K'hlata era la mejor opción. 

-Capitán -saludó-. He pedido a los Cabos que me acompañen. Hay algo de lo que quiero hablar. Con todos. Se trata del Inquisidor. He sido muy consciente de que no le has respondido a algo que te ha planteado. Y no sé cómo se lo habrá tomado. Si como una ofensa, si como la necesidad de un tiempo para tomar una decisión al respecto, o como el silencio que corresponde ante una pregunta retórica. Me refiero a su declaración acerca de instalarse en nuestro campamento, un traslado que parece tendrá lugar mañana salvo que nos opongamos a ello. Y veo difícil hacerlo. Pero debemos ser conscientes de que alguien como él va a tener cierta predisposición a decirnos cómo actuar, a juzgar nuestro comportamiento, que posiblemente considere herético en la mayor parte de los casos, así como tampoco deberíamos olvidar su potencial capacidad para penetrar en la mente de otros -señaló-. También está el tema de... -se tocó el anular, en clara alusión al anillo otorgado a Capitán-. Quizá alguno de nuestros expertos en magia debería analizarlo. Creo que ser precavido no esta de más. ¿Qué opináis?

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La guardia había sido tranquila, sin nada que resaltar, como no fuera la ingente cantidad de trabajo que todos y cada uno de los miembros de la Compañía tendrían que hacer, y de hecho estaban haciendo, para acondicionar el Campamento. 

Mientras se dirigía a hablar con Grito para que le diera nuevas tareas, lo de recolectar leña empezaba a ser crucial con el frío que parecía que estaba llegando, la fanática andaba pensativa y con el ceño fruncido.

Había ido ojeando el exterior, lo que era el pueblo de Carnonegro. Los habitantes hacían lo mismo, les echaban miradas de soslayo, algunas más torvas que otras, algunas curiosas. Era evidente que el color de la piel de los K'Hlatas allí era considerado propio de esclavos, y muchos les miraban por encima del hombro, otros incluso como animales.

Para Derviche aquello suponía más un reto que otra cosa, nunca había pensado en los de su raza como inferiores, en todo caso al contrario, los Oscuros sí que parecían enfermizos y eran estériles, posiblemente impotentes. Cierto que algunos de los más imponentes varones eran Oscuros, como Campaña, Capitán, o Barril. Pero la mayoría eran enclenques, como Lengua Negra, o el amanerado de Pelagatos. O el propio Lagrimita, por mucho que soltara genio a veces.

Bueno, Carnonegro y Nidal en conjunto aprenderían a respetar a su gente, y a la Duodécima. Más tarde o más pronto eso llegaría, tanto daba que estuvieran en un mundo u otro, ellos eran los mismos. Y los problemas, casi siempre, también.

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Ponzoña observó con atención las idas y venidas de unos y otros y cómo se desenvolvía Ballestero en su posición de segundo y cómo respondían los demás Hostigadores a sus órdenes. Tenía muy frescos en la mente ciertos comentarios formulados por uno de sus hombres e ignoraba cuánto de verdad o de falsedad había en ellos. Era algo que debía comprobar y pronto y fuera cual fuera el resultado de aquella comprobación, tomar cartas en el asunto. 

-Buen trabajo, Ballestero. Te mueves bien, como una cebra en una manada de ñús. Tus órdenes han sido acertadas. No obstante, hay algunas cosas de las que quiero hablar contigo. Dame un minuto. ¡Hostigadores! Disponed las tiendas formando una cuadricula de cuatro por cuatro. Nos sobrará un espacio pues somos quince hostigadores, que quedará en el centro de la cuadricula y que servirá para colocar un barril de agua, si es que podemos disponer de uno, y colocar allí cuanto se vea oportuno. Quiero calles de dos metros para que tengamos espacio suficiente y en caso de alerta, movernos rápidamente sin estorbarnos mutuamente. Igualmente, y ya que este va a ser un campamento permanente pese a las salidas que nos correspondan, buscaremos piedras de río para evitar que el suelo se convierta en un barrizal y trazaremos algunas zanjas para canalizar el agua de lluvia. De momento, empezad con la disposición de las tiendas. Para el resto habrá tiempo. A los que no estén aquí porque están cumpliendo las órdenes de Ballestero, montad sus tiendas -ordenó en rápida sucesión. 

Con un gesto de cabeza dio por concluida la breve reunión y se volvió hacia Ballestero con quien cruzó unas rápidas palabras. 

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-Ballestero, seré directo y conciso como la coz de una mula. Pero también debo decirte de antemano que confío plenamente en ti. ¿Hay algo de cierto en la mención de una maldición sobre tu persona? Y en cuanto a los Hostigadores, ¿los ves reacios a obedecerte? -le preguntó-. Espera, no respondas aún. Tengo más cosas pendientes. Tu sueño, ¿se ha solucionado ese problema? ¿Y qué ocurrió en la última batalla?

Escuchó pacientemente y con interés cuanto su segundo le decía. No quiso responder a nada en aquel momento. Ni para bien ni para mal. Simplemente se limitó a asentir y palmear su hombro con camaradería. 

En aquel punto, llegó Analista reclamando su presencia. Ponzoña se despidió de su segundo, dejándole al cargo del control de sus últimas instrucciones y marchó tras Analista. 

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Cualquiera que se hubiera fijado, hubiera visto a Ponzoña y Ballestero hablar distendidamente, pese a que la seriedad e importancia del contenido de aquel diálogo se relucía en sus expresiones, e incluso al primero palmear el hombro de su segundo, en un gesto de indudable camaradería. 

La llegada de Analista pareció acabar con aquel momento y tras ver despedirse al Hiena de Ballestero, Ponzoña siguió a Lengua Negra que parecía tener un objetivo claro.

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Barril acababa de montar su tiendas cuando fue asaltado por Grito y su petición de tala de un árbol. Cogió la bolsa de cuero que contenía las piquetas de reserva y negó con la cabeza a su subordinado mientras se incorporaba.

─ De momento nada de talas, Grito. En Verdín había una especie de pacto con los Druidas cabreados y caníbales para no talar leña, y hasta que no sepamos algo más sobre este área no me arriesgaré. Aquí pueden hacer buenas migas con los putos gnomos del bosque, quién sabe... Hoy nos arreglaremos con lo que tenemos, mañana veremos con qué contamos después de la reunión con el Inquisidor. ─

El grueso Oscuro giró el cuello en dirección a Ponzoña que hablaba con Ballestero, tras lo cual se volvió hacia Grito.

─ Que los hombres monten las tiendas según la disposición que ha comentado el Cabo Ponzoña. Hagamos que esto sí parezca un jodido campamento militar. ─

Después de eso Analista llamó su atención y se despidió de su Segundo con un gesto mientras iba en pos de los demás mandos.

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El grueso Oscuro era precedido por unas pesadas pisadas y un sonido metálico, así que los demás mandos en seguida se percataron de que avanzaba hacia ellos. Si bien en la zona de campamento se había aseado ligeramente, ahora parecía que su viejo tufo volvía a acompañarle después de un par de días de marcha sin tocar el agua más que para beberla, así que también pudieron olerle antes de verle.

─ Yo no me preocuparía tanto, Analista. Esperará la respuesta en la reunión que tenemos mañana en la mañana con él en la Tienda de Mando, si bien creo que traerá su petate cargado, no sé si me explico. Por otro lado si quiere quedarse lo hará, que lo haya pedido es una mera formalidad, a las que las gentes de este país parecen seriamente apegados.

En cuanto a que meta sus narices en nuestros asuntos, bien, está perfectamente autorizado desde que se firmó ese contrato. A todos los efectos es quien habla por nuestro empleador, y por tanto amo de nuestro destino en cierta manera. En cuanto al tema herético preferiría que lo viera por sí mismo a que se entere por terceros. De momento baste con no mearse en ninguna efigie de su dios ni cagarse en su puta estampa, creo yo.

El asunto del anillo, sí, ponérselo está desaconsejado hasta que lo examinen nuestros prudentes Magos. Y hablando de Magos, ese Aprendiz Oscuro tiene pinta de que va a asomar sus narices por aquí durante un par de días. Será mejor tenerlo vigilado, ¿no? Aunque no sé si más a él o a Serpiente. ─

Barril miró alternamente al camino por el que había marchado el Inquisidor, a Rastrojo, a Varecnae y a Serpiente. No sabría decir quién de los cuatro acabaría causando más problemas.

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Con tierra húmeda cubriendo hasta la mitad de la caña de su bota negra, Sabueso cavaba como le iba indicando Piojillo. No le parecía un trabajo difícil, aunque sí pesado. Como sirviente de Seldocha, y antes de ella en su Orden, sus tareas habían sido más sutiles y limpias. Cavar agrandando las letrinas era sucio, pero Sabueso abrazaba esa tarea igual que abrazaba las miserias del mundo. Y así seguiría hasta que el trabajo estuviera hecho. No como esos campesinos perezosos y débiles, Zon-Kuthon los castigara.

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Varecnae va escuchando y asintiendo, aparentemente conforme con las normas impuestas por el Capitán.

- "Así lo haré. Cumpliré con lo que estipuláis." - Dice sin titubeos. - "Nada de esclavos." -

Su mirada se cruza con la de Rastrojo cuando el chamán interviene, pero lejos de enojarse o comenzar una discusión, explica lo ocurrido desde su punto de vista:

- "Capitán. El negro " - dice señalando a Rastrojo con la mano - " me sometió a un escrutinio mágico. En este país, entre la comunidad mágica, algo así es el no va más de la descortesía. Me atrevería a jurar que no solo en este país... en todo el continente. Quizá mi reacción fue desmedida, pero prometo que no tuve intención de dañar a nadie. Solo una forma de reprender a una invasión de mi privacidad. A nivel mágico claro está. Sus magos pueden preguntarme lo que deseen saber. Yo solo les advierto de que un acto como el suyo, que quizá por sus costumbres consideren rutinario o simple, otros lo considerarán una grave ofensa." -

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Grito asintió a Barril, sin duda la madera escasearía pronto, pero de momento habría suficiente para pasar la noche. 

Entendido, esperemos que el inquisidor de autorización mañana ya que el forraje se quemará pronto.  Echare un vistazo a la colocación de esas tiendas.

El segundo de la infantería se acercó al campo de las tiendas que empezaba a formar parte con las lonas de los inquisidores.  tomando la madera de su propia lanza realizó un trazado en el suelo siguiendo la cuadricula empezada por la otra escuadra.  En poco tiempo había un pequeño cuadrado dispuesto para alojar cada una de las tiendas de la infantería a quienes informó a la hora de colocar las tiendas.

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Rastrojo no tardó mucho en aparecer, dado el primer encuentro con aquel muchacho, dando una respuesta tan esperada como probablemente desproporcionada. Sin embargo, de la respuesta del nidalés también surgieron puntos interesantes.

-¿Lo hizo?-replicó, en respuesta al escrutinio mágico, lanzando una mirada interrogadora al chamán. No era consciente de que aquello hubiera ocurrido... Como tampoco de que estuviera mal. Aunque no se le escapó que el supuesto "aprendiz" no había tardado ni un segundo en ser consciente de lo ocurrido-lamento la descortesía, en ese caso. En cualquier caso, segundo Mago, creo que podemos encontrar precedentes de lo que va a ocurrir. Seguramente Analista lo tenga más claro, por supuesto... Pero me parece recordar que entre nuestros antiguos patrones hubo quienes no estaban incluidos en el contrato y que aún así cohabitaron algún tiempo con nosotros. En cualquier caso, estoy seguro de que podremos aprender mucho de ¿Varecnae? en el tiempo que se quede con nosotros-dijo, con una sonrisa cordial, y dejando implícito que no iba a quedar ni sin vigilar ni sin ser interpelado con tantas preguntas como las que sin duda él pensaba hacer. 

-Dicho lo cual, dado que nosotros creo que no incidiremos en su privacidad, sino que seguramente le preguntemos por cosas comunes y por sus poderes, espero que tenga el mismo detalle con nosotros. Y ahora, si nos disculpas...-replicó al aprendiz, indicando a Rastrojo que le siguiera. Se alejaron juntos y, tras un breve intercambio de palabras, despidió al chamán, justo a tiempo de ser interpelado por Barril.

-Así es, veremos lo que sabe y qué logramos sacarle. Y si nos la juega, ahora se supone que soy Interrogador, sea lo que sea eso, así que supongo que podré colgar al pequeño cabrón sin problemas-comentó en voz baja. 

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-Buena iniciativa, mal ejecutada-replicó en voz baja cuando estuvo lo suficientemente lejos-parece que puede ver lo que demonios hicieras. Hay que ser más prudente con esta gente, pero podemos sonsacarles información que usar para movernos, por eso se queda aquí...-dijo entre dientes, una vez consideró estar bastante lejos. 

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Capitán usó, atendiendo a la petición de Analista, la lengua k'hlata para aquella conversación, seguramente breve. 

-Soy consciente de que no he respondido, sí... Pero no veo como podremos escaparnos de semejante encerrona. Si alguno tiene alguna respuesta, estoy más que dispuesto a escuchar, aunque mucho me temo que vamos a tener que tragar. Y si es así, más nos vale vigilar muy bien lo que decimos y dar a los hombres órdenes de dejar de blasfemar contra ese malnacido al que adoran. En cuanto al anillo, veo que no soy el único que se olió un regalo envenenado-dijo, con una sonrisa ácida-si los magos pueden examinarlo, que lo hagan, aunque que sea en privado. 

-Y hablando de entregas, deberíamos pasarnos a por los caballos y el vagón, aunque quizás se hace ya algo tarde. 

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Caracabra daba explicaciones sobre su estado de salud. Le indicó que esperara, pues Ponzoña le estaba reclamando.

Habló con el cabo.

──A la orden, señor.

Y luego habló otro poco más en un aparte.

Por último, atendió a Caracabra, que todavía estaba con él.

──Comprendo, Caracabra. Supongo que puedes caminar. Será mañana cuando vayamos a explorar. Te ayudaré a montar tu tienda, disponer tus cosas... Pasarás la noche en la tienda de los heridos, o en reposo, ¿no es cierto? ──Capitán era quien decía esas cosas, pero unas costillas rotas... ──No harás ejercicio. Vamos a marcar sobre la arena cómo será el campamento. Todos montarán las tiendas en su sitio. Me asistirás.

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──Señor, hace un par de días conseguí dormir. Chamán Rojo me está ayudando gracias a unas yerbas que conseguí, que hacen ver visiones. He conseguido ver a mis enemigos, a los espíritus que me acechan. Estuve a punto de tomarles por sorpresa. Si das tu permiso, seguiremos con el tratamiento. O lo que digas.

Sobre "estar maldito"... ──No lo sé, señor. Pero me gustaría saber por qué también los espíritus han atacado a Piojillo, por ejemplo. Deberías protegerte, eres nuestro jefe. Quizá los espíritus temen a tu hembra y por eso le han atacado a ella en vez de a ti.

Sobre lo del otro día:

──Me avergüenzo, pero pasa a veces: en vez de pensar, luchas. Lo ves todo rojo. ──Una batalla era un asunto muy feo, y las emociones a veces se apropiaban del más pintado, por muy frío y calculador que fuera. ──Te pido perdón. Sugiero que en la próxima reunión establezcamos una cadena de mando muy detallada, así, si nos pasa algo parecido, o los espíritus quieren descabezarnos, los hombres siempre tendrán claro a quién seguir.

──Creo que los Hostigadores están muy bien entrenados, jefe. Creo que me obedecerán sin problemas.

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Mientras descargaba bultos de los carros escuchó a Ballestero llamándolo, junto a Dedos. Nuevas instrucciones: presentarse al capitán para ayudar a montar la tienda de heridos y, en caso de haberlos, prestar asistencia. Resultaba un poco fastidioso dejar las cosas a medias, pero sabiendo que si él no lo terminaba habría casi una treintena de personas para hacerlo, asintió a las órdenes y marchó a ver al comandante de la Compañía.

Encontró a Matagatos hablando con el nidalés de ropajes. Al parecer el hechicero deseaba quedarse con ellos para, sencillamente, examinarlos. Como hacía un explorador con la naturaleza... o un mercader de ganado con las reses. Aquello le resultó extraño, sospechoso y nada agradable. Bastante era tener al oscuro inquisidor, ahora también al oscuro hechicero. Ambos para controlarlos, espiarlos o supervisarlos.

En un paréntesis Capitán les dio las instrucciones sobre cómo montar la tienda para heridos, la disposición y la ordenación de camastros y la mesa de intervención. Guepardo había pasado mucho, mucho tiempo en una tienda de heridos como para comprender cómo lo deseaba el comandante y cual sería la manera más óptima.

- Sí, mi capitán - dijo asintiendo con la cabeza y junto a la hostigadora comenzó a marcharse... si no fuera por la repentina llegada de Rastrojo y su intervención. El jaguar era muy crítico con el chamán birrioso, después de aprender a conocerlo durante un par de años, pero no podía negar que cierta razón no le faltaba para desconfiar del tal Varecnae. No porque hizo morder el polvo al mestizo, lo cual no le pareció inherentemente erróneo, ni porque considerara a los k'hlatas como animales que debían ser atados, lo cual le pareció inherente y supinamente estúpido especialmente cuando estás rodeado de ellos, sino porque poseía poderes oscuros y sombríos. Y eso, en esas tierras sí que era inherentemente malo.

Capitán transigió y decidió dejarlo entre la Compañía. El explorador suspiró y esperó que su comandante supiera lo que hacía... pero era el líder y sus razones tendría, como así resultó finalmente: si Varecnae podía meter el morro en la vida de los demás, los demás podrían meter su morro en la vida de Varecnae.

Junto a Dedos, poco a poco, fue montando la tienda. Habían sido muchos meses los que el jaguar había convalecido en una como esta, en diversas ocasiones, tras diversas batallas. Había aprendido la disposición habitual de los camastros para los enfermos, la disposición de la mesa para operar, la disposición de verticales y horizontales para sustentar la carpa... Con la llegada de Lagrimita la tarea resultó más llevadera aun. Pronto habría una tienda para heridos decente que esperaba no tener que visitar, salvo por emergencia y para asistir a otros.

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Reyezuelo volvió a unirse en la ayuda de descarga de los carros junto a Frontera, Chamán Rojo y Sabandija.

El nube dispersa encomendó unas tareas a los otros dos y se disponía a hacer un conteo de los víveres.

Cuatro repollos, dos conejos pequeños... repetía mentalmente las palabras que escuchaba de Frontera mientras actualizaba con pluma en mano las existencias de los víveres en el pergamino.

-Un poco más despacio compañero, así aprovecho a actualizar la lista.- le dijo, esperanzado de que ni Chamán Rojo ni Rastrojo le vieran banalizando algo tan sagrado como la escritura cuál oscuro hacía.

Luego de unos momentos, se escuchó la voz de Cabo Ponzoña llamando a los Hostigadores para disponer las tiendas. Mientras se acercaba no pudo evitar notar cómo el líder del pelotón daba palmaditas en la espaldas a Ballestero.

Era el colmo, Reyezuelo soltó un suspiro largo mientras imaginaba qué hablaban esos dos. Segundo, te has lucido en batalla, has estado gritando con locura y ansias de morir pidiendo que te abran el pecho de comienzo a fin. Palmadita en la espalda. Felicitaciones, no solo tú, sino mi mujer casi ha muerto en ayudarte, y otros más han corrido gran riesgo, felicitaciones. Palmadita en la espalda. Sigue así, que quizás algún día los Hostigadores terminen como las otras tres escuadras que has mandado y consigas un ascenso. Palmadita.

-Ahh.. Frontera, ¿que mundo tan extraño en el que vivimos, verdad?- Le preguntó a su compañero ex campamentero, recordando cómo no hacía mucho el ex líder Piojillo y Desastre fueron degradados a reclutas por comportamientos mucho menores e inofensivos comparados al realizado por el Segundo.

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Con uno de los conejos en la mano, examinando que la salazón aún cubriera bien toda la piel del mismo, Frontera se giró hacia Reyezuelo, mientras la pluma rascaba el papel.

—¿Eh? S-supongo... ¿A qué te refieres exactamente, Reyezuelo?

La verdad es que Frontera no había estado prestando atención a lo que ocurría más allá de cocinas, y no se había percatado de la conversación aparentemente amistosa de Ponzoña y Ballestero.

En ese momento regreso Sabandija, seguido de cerca por Campaña que traía uno de los barriles de agua que había solicitado.

—Ah, gracias Campaña. Sí, ponlo justo ahí.

El grandullón era como un niño chico. Ahora no estaban para estipendios, pero en cuanto tuvieran la despensa un poco más abultada se encargaría de que el fortachón tuviera una ración más generosa por sus esfuerzos.

Devolvió su atención a los víveres, enumerándolos lentamente para que Reyezuelo siguiera el ritmo, leyendo y escribiendo.

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-Nada, solo pensaba en voz alta, Frontera.- le respondió a su compañero. -Pensaba en cómo el ex-jefe Piojillo y Desastre perdieron su capa por una tonta discusión y ahora caban letrinas, mientras parece que los espíritus son más benevolentes con otros que hacen peor.- dijo mirando hacia aquél par de mandos, a buen entendedor, pocas palabras.

-¿Me parece a mí o faltan bayas?- le preguntó luego de un rato.