Partida Rol por web

DUODÉCIMO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 13, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MEDIODÍA. - TIEMPO: NUBLADO. CON NIEBLA.

Si que había algo de humedad. ¿Sería sangre? Ballestero se lo preguntó en un segundo plano. Pero en primer plano había la sencilla sensación mil veces sentida: tomar virote, tensar ballesta, situar, apuntar... Ahí estaba el siguiente.

DUODÉCIMO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 13, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MEDIODÍA. - TIEMPO: NUBLADO. CON NIEBLA.

El día no acompañaba pero las habilidades de Grito en supervivencia habían mejorado mucho, metió mano en una bolsa de su cinturón y saco la yesca y el pedernal, la llegada de Derviche le proporcionaría la cobertura suficiente para centrarse en la dificil tarea de generar fuego en aquellas condiciones.

La yesca prendió al instante como era de esperar, pero el verdadero problema era propagar aquel conato de fuego a la hojarasca antes de que la poca yesca se consumiera.  Cubriendo la yesca con sus propias manos la acercó a un pequeño montón de maleza y cuando la pequeña llama pareció consumirse Grito soplo suavemente para obrar el milagro, la llama que parecía extinta asomó con fuerza renovada alumbrando el tan ansiado humo.

Humo, era lo que el infante buscaba, sabía perfectamente que no quemaría a aquellos bandidos pero no más lejos de su intención.  La zona tenía abundante maleza y hojarasca material perfecto para hacer una buena humareda que cubría a la compañía y cegara y ahogara a los capas rojas cambiando las tornas de la situación táctica.

Sus compañeros no se quedaron quietos y los últimos segundos parecieron decantarse por los hermanos que causaron algunas bajas condicionando la retirada del enemigo.

Señor recomiendo esperar aquí, seguirlos ahora seguiría dándoles la ventaja táctica y podría conducirnos a una nueva emboscada por un segundo grupo.

Ponzoña dificilmente podría seguir la persecución con aquel pie y eso les obligaría a dividirse creando mayor peligro si cabe.

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MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 13, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MEDIODÍA. - TIEMPO: NUBLADO. CON NIEBLA.

Tarado no pudo más que ver como su lanza acertaba a su enemigo haciéndole brotar sangre, generándole tristeza, no era como deseaba haber entablado negociaciones con ellos. Ahora que les habían atacado y que la sangre había comenzado a brotar no habría manera en que pudieran llegar a parlamentar. Sus compañeros exigirían más sangre y ellos querrían venganza por los muertos. Aún con la tristeza no pudo parar de seguir las órdenes, hasta ver que comenzaban a huir. - Se retiran Capitán, ¿les perseguimos?  - Gritó por encima del ruido, no le hacía mucha gracia tener que comenzar a subir por árboles y perseguir bandidos que podrían tener emboscadas más adelante. A parte habían comenzado a prender el bosque y más compañeros ya habían comenzado a escalar. Iba a comenzar a subir por la cuerda pero dudó unos momentos, a su lado había un escudo que podría ser de utilidad para algún otro compañero. Recogió el escudo y con su última lanza aprovechó para lanzar a los enemigos que huían, quien sabe, podría tener suerte en su último ataque. 

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MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 13, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MEDIODÍA. - TIEMPO: NUBLADO. CON NIEBLA.

Tan rápido como había comenzado la lluvia de flechas y jabalinas, ahora los silenciosos enemigos se retiraban. El grupo liderado por el Capitán y el Cabo Ponzoña no había sufrido ninguna baja, aunque varios de sus miembros estaban heridos, alguno de bastante gravedad como era el caso del propio Cabo.

Los Capas Rojas por contra habían dejado tres cadáveres. Y ahora se batían en retirada, desplazándose con agilidad en un entorno conocido para ellos.

El tiempo no acompañaba para una persecución, y todo invitaba a nuevas emboscadas, pero los mercenarios de la Compañía Negra aun estaban a tiempo de decidir. Perseguir a los enemigos, o reagruparse y atacar en Rocasone.

Al menos sabían que los Capas Rojas no se irían muy lejos. Rocasone era lo único que les quedaba parecido a un hogar. Su base.

Todo dependía de lo que escogiera el Capitán.

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DÍA: 13, DÍA DEL FUEGO.

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Los enemigos de pronto no estaban... ya no podía verlos, aunque les oía todavía en las ramas de los árboles.

¿Qué pasa? ¡Campaña no les ve! ¡Enemigos huyen! Su tono era de enfado, no le parecía justo luchar así, sin poder tener delante a su enemigo. Eso era lo normal. Y a darse de golpes, hasta que uno de los dos cayera. ¡Eso era lo que Campaña entendía! Así era raro.

El gigante titubeó. No habían dado la orden de ataque, ni de retirada, y él dudaba.

Se volvió hacia le lado del Cabo Ponzoña, y de Capitán.

¡Ponzoña! exclamó cuando vio la cantidad de sangre que manchaba el cuerpo de su amigo.

Se acercó hasta donde estaba, por si necesitaba ayuda. Él no tenía saberes de medicina, pero podía echárselo al hombro si era necesario.

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Al ver uno de los cadáveres en el suelo, Rastrojo se acercó y cogió (tomó prestada o robó) una jabalina. Aunque la mayoría estuviesen retrocediendo, uno de ellos se había quedado sorprendido dentro del conjuro de llovizna que había creado Rastrojo, y que sin duda era la proeza que había hecho a los enemigos huir. Todo gracias a él. Todo gracias al chamán Rastrojo. Echó el brazo hacia atrás, con intención de arrojar la jabalina, pero de pronto todo el mundo se quedó quieto.

¿Eh? ¿Ya hemos ganado? ¿No vamos a seguir atacando, ni siquiera al tipo del nubarrón sobre su cabeza?

Es una lástima, habría sido un buen esclavo prisionero y le podrían haber torturado sonsacado información por medio de torturas diálogo y torturas comprensión. Trató de arengar a las tropas.

Venga, chicos... Que los de armadura se peguen al tronco para ayudar a trepar a los K'Hlatas... Muslos en ángulo para hacer de escalón a los camaradas... Que se apoyen en vuestros hombros para subir... Brío, más brío, va...

A Rastrojo le causaría gran satisfacción ver a K'Hlatas hechos y derechos subidos sobre los despreciables Oscuros, la jerarquía de la Compañía Negra dada la vuelta.

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La falta de órdenes dejó a Tarado bloqueado en su posición, no supo si seguir persiguiendo a sus enemigos o quedarse allí a protegerse. Viendo como estos comenzaban a huir no pudo más tiempo aguantar y continuó con las órdenes antiguas. Cogió su última lanza corta y la lanzó con todas sus fuerzas a uno de aquellos que huían en la distancia. Con un poco de suerte lo abatiría, a las malas sólo perdería otra lanza y pronto tendría que comenzar a recolectar más. Una vez hecho el ataque recogió el escudo de su compañero, no querrían perder más armamento si iban a perseguirles y luego tenían que pelear. Esperaba que su capitán decidiera reagruparse y moverse en conjunto pues ahora mismo parecían tan desorganizados como una manada de gallinas frente al zorro. 

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──Señor, ──no lo tenía muy claro, creía que el cabo estaba fuera de combate, pero "señor" valía para cualquier mando. Señalaba al rezagado al que la nubecilla tenía confundido. ──Permiso para intentar pillar a ese.

Mientras lo decía no perdía el tiempo, en ese momento cargaba la ballesta. Si le decía que no, igual podía intentar un disparo de todas formas.

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Se le escapaba al vida de entre las manos y sentía que podía perder la consciencia de un momento a otro. Una neblina roja parecía empañar su visión y solo el grito de Campaña lo devolvió al presente y a aquella parcela del Bosque Sombrío. Fue consciente de que los monos de las copas habían huído y que no había habido órdenes ni de él ni del Capitán.

-No les sigáis -ordenó, recostado contra le tronco del árbol, sintiendo palpitar su tobillo, y viendo cómo manaba sangre de la herida de la jabalina-. Registrad los cuerpos caídos y recoged todas las jabalinas propias y ajenas así como las felchas que podáis -dijo en un jadeo-. ¡Pelagatos! -llamó al oscuro-. Haz un recuento de heridos y de su gravedad y dímelo de inmediato.

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Tenía sentido. Habría trampas en el suelo, si tenían su camino por las copas de los árboles. Pero no se pudo resistir a gastar un último virote. Atrapar a uno vivo sería buena cosa, muy buena. Y no desobedecía ninguna órden.

Luego se dedicaría a vigilar las tareas de los otros. Era uno de los pocos que tenía un arma útil en este lugar.

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Lanzó una serie de bravatas, vanas y poco fundadas, que fueron acompañadas de unos movimientos de espada y escudo que buscaban asustar o disuadir a sus oponentes. No funcionó como a él le hubiera gustado, quizás el follaje hubiera amortiguado su intención o simplemente no era tan intimidante como él creía. Fuera como fuese, los capas rojas empezaron a retirarse y eso alivió al oscuro que se había sentido durante todo el combate tan inútil como los pezones de un hombre.

—Voy cabo —dijo de forma automática tras las órdenes lanzadas por Ponzoña. Comencé a investigar entre sus compañeros allí presentes y a echarles un vistazo para comprobar que todos estuvieran en perfectas condiciones.

—¿Todos podéis continuar con la marcha? —preguntó al tiempo que continuaba con su tarea.

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Una jabalina le había hecho un buen destrozo en un muslo. Por fortuna no se había alojado firmemente. Con el movimiento, en el calor de la pelea, y sin dolor, por tanto, se la había extraído. Su misma ropa ya había restañado la hemorragia, lo que no dejaba de ser peligroso. Con una mano, comenzó a quitarse los pantalones, para que la herida quedara al descubierto y se la pudieran limpiar. Con la otra sostenía la ballesta que había vuelto a cargar. Y siguió vigilando que no volvieran esos pequeños monos.

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Los malnacidos huían, a pesar de las heridas, su emboscada les había costado un buen precio dejando atrás a tres de los suyos.

El cabo parecía ser el peor parado con una herida bastante fea, por suerte contaban con el capitán.

Me han herido pero nada grave, estoy bien.

Dijo cuando Pelagatos pregunto

Grito continuaba avivando el fuego, alejándolo de los árboles para crear una hoguera que generará el suficiente humo para mantenerles a cubierto, en caso de que los capas rojas decidieran volver por las copas.

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Sabandija se puso de pie apresuradamente para lanzar una flecha mal templada que no fue a ninguna parte. La lluvia de flechas y jabalinas que les caía encima le hacía encoger el cuello como si eso le ayudara a esquivar los proyectiles. El golpe sordo de los mismos impactando en la blanda carne o el sonido metálico de cuando impactaban en las armaduras le hacía temblar el pulso y así no había manera de apuntar en condiciones. Veloz como un conejo zigzagueó hasta apoyar la espalda en el rugoso tronco de un árbol y darse un respiro para tratar de tranquilizarse. Y le sirvió. La siguiente flecha que disparó con su arcó se clavó en el enemigo, a pesar de la neblina y las frondosas copas en las que se ocultaban sus emboscadores. Ahora le parecía una suerte ser de constitución pequeña, para quedar protegido por el tronco, cual escudo K'Hlata.

Una sensación de alivio recorrió al joven cuando vio que se batían en retirada. Ni siquiera pensó que fuera una táctica bien pensada y salió de su escondrijo más para que los demás le vieran que otra cosa. Al ver que los jefes no ordenaban perseguirlos fue consciente de la situación. Más calmado pudo ver los cuerpos caídos de los Capas Rojas y las cuerdas que habían tendido de copa en copa, gracias a las cuales huían ahora. Como cazador también había usado una táctica parecida. Su hermano y él hacían ruido y asustaban a las liebres para que, en su desesperada huida, fueran interceptadas por su padre, que las esperaba escondido.

- Yo estoy bien.- Musitó a Pelagatos y se dirigió a inspeccionar los alrededores para recuperar proyectiles y ver si los Capas Rojas habían puesto alguna trampa para evitar que los siguieran por tierra. Después se quedó esperando a que alguno de sus compañeros, siguiendo las órdenes de Rastrojo, le ayudara a trepar a uno de los árboles. Así podría inspeccionar las lianas. Era buen trepador, pero con el brazo tullido no iba a decir que no a una ayudita.

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HORA: MEDIODÍA. - TIEMPO: NUBLADO. CON NIEBLA.

De pronto, vemos a los bandidos sobre las copas de los árboles, justo cuando comienzan a arrojarnos sus proyectiles. Saco una de las jabalinas que Lagrimita me regaló y la lanzo, pero mi tiro es pésimo e incluso amenaza con impactar a mis aliados. Una leve niebla interrumpe un poco la visión y eso hace aún más complicado intentar darle a los enemigos.

Me acerco al más cercano de ellos mientras mantengo en alta mi defensa, preparado para esquivar sus ataques. Tal como lo supuse, el acercarme me vuelve objetivo para un par de ellos, que me lanzan sus armas aunque sin éxito, para mi suerte. Lanzo una nueva jabalina al más cercano de ellos y consigo ensartarla con fuerza pero no lo suficiente para derrotarle.

"Malditos bandidos, no son tan frágiles como suponía."

Finalmente, la emboscada por parte de los Capas Rojas termina tan rápido como empezó. Sus proyectiles no nos impactan tanto y nuestros ataques han dado en el objetivo lo suficiente para que decidan huir, bajo la orden del que seguramente es su líder.

Solo cuando lo hacen, noto que se mueven por una suerte de red de cuerdas que unen las copas de los árboles.

Pienso que no debe ser sencillo desplazarse por aquella malla, por lo que no creo que perseguirlos usando aquello sea una buena idea.

El Cabo Ponzoña nos indica que hagamos recuento de heridos y recuperemos munición y equipo, por lo que me pongo a ello de inmediato, ayudando para que podamos continuar, sea cual sea el plan.

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MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 13, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MEDIODÍA. - TIEMPO: SEMI-NUBLADO.

Casualidad o no, parecía que los que habían salido peor parados eran los líderes del grupo enviado por la Compañía para acabar con los Capas Rojas. El Cabo Ponzoña estaba malherido. El Capitán también contaba con una fea herida, aunque ésta no le impediría luchar.

Según sus estimaciones Rocasone no debía de estar a más de una o dos horas de marcha, pero si continuaban adelante deberían organizarse bien para el ataque. Esta emboscada les había servido como aviso: el enemigo estaba preparado. Y sabían que venían en su busca.

El próximo combate no sería sencillo, aunque quizá el tiempo les acompañara. La niebla comenzaba a disiparse y el sol asomaba entre las nubes.

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DÍA: 13, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MEDIODÍA. - TIEMPO: SEMI-NUBLADO.

La mañana seguía impasible su curso. La niebla se había retirado, pero el día seguía gris y nublado. Campaña se alejó lo justo para recuperar su mochila y su preciada arma, apoyada contra un árbol durante la refriega.

¡Ponzoña! Toma bebe agua. Campaña tapa la herida. Campaña no sabe qué hacer más.

Se arrancó un trozo del faldón de la camisa para tapar la herida con las dos manos. Miró con ansiedad a los ojos a su amigo. El Cabo Ponzoña luchaba por no quedarse dormido, y por alguna razón eso no le gustó nada a Campaña. Le dio una bofetada, una caricia para Campaña, pero que hizo temblar los mofletes enjutos del K'hlata.

¡EH! ¡Campaña está aquí! ¡No es hora de dormir mi Cabo!

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DÍA: 13, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MEDIODÍA. - TIEMPO: SEMI-NUBLADO.

Bajó del árbol mucho más rápido de lo que le había costado subir a él, quizá empujada por la rabia de no haber conseguido nada. Había llegado hasta la misma copa, y en las ramas más altas estaban los extremos del entramado de cuerdas que habían utilizado aquellos saltimbanquis... sólo que habían cortado las sogas al huir, y el salto de un árbol al siguiente era imposible. Nada que hacer entonces.

Había oteado la lejanía desde su posición alta, pero el humo que subía de las hojarascas prendidas abajo, y la neblina con la que aquellas tierras ayudaban a los Capas Rojas no había permitido mostrarle nada.

Así que cuando llegó abajo, se acercó a Grito, y negó con la cabeza.

-Nada interesante que reportar.

Se extrañó entonces al ver su escudo tirado en el suelo, se lo había dado a su compañero para que se cubriera, pero lo había dejado junto al árbol, como si no valiera nada. Para más indignación Tarado estaba inclinado sobre él como si fuera a llevárselo, pero al verla lo dejó ahí. Derviche lo recogió, estaba entero, la calavera pintada en el centro le devolvió la mirada. Lo embrazó.

No volvería a dejárselo a Grito, menudo desprecio.

Empuñó una de sus cimitarras, y se acercó al cuerpo sin vida de uno de los enemigos caídos de los árboles, para registrarlo. Encontró un cuchillo, y alguna moneda. Fue hasta la zona donde estaban Capitán y Ponzoña, ambos heridos, éste último malherido, y lo dejó todo con el resto del botín. Campaña estaba con el Cabo, y Ballestero. El Capitán un poco más adelante, con Keropis.

-¿Puedo hacer algo, Capitán? No estoy herida. Puedo ayudar.

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DÍA: 13, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MEDIODÍA. - TIEMPO: SEMI-NUBLADO.

El fuego ya era capaz de sobrevivir por si solo, alejado de los árboles seguiría consumiendo el combustible natural cubriendo la zona con humo.  En aquel momento Grito pudo dejar de atender el fuego para examinar su herida, no parecía grave pero era mejor limpiarla para que no se infectara trayendo problemas posteriores.

Derviche descendió del árbol en aquel momento, la infante había conseguido trepar más alto que cualquiera aunque aquellos capas rojas sabían bien lo que se hacían y habían cortado cualquier tipo de intento por seguirles.

Buen trabajo, la próxima vez no nos tomarán por sorpresa y ajustaremos cuentas.

Una mueca seria pareció formarse en el rostro de Derviche al ver que Grito no tomo su escudo pero el incipiente fuego había requerido toda su atención, a fin de cuentas el propio infante portaba su propio escudo en la espalda, que no tuvo la oportunidad de blandir.

Era momento de recomponer la compañía y planificar los próximos pasos, Ponzoña parecía herido de gravedad por lo que Grito se acercó a su posición a ver que tal se encontraba.

Les haremos pagar por todo esto, seguramente llevan observándonos desde que salimos.

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DÍA: 13, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MEDIODÍA. - TIEMPO: SEMI-NUBLADO.

Efectivamente... Aquellos desgraciados se habían ido. Habían perdido algunos de entre los suyos, pero no se hacía ilusiones: si Rocasone no estaba allí mismo, es que había más. Es que les habían avisado. Y, más importante aún, también era que habría aún más emboscadas por parte de un enemigo que tenía todas las ventajas. Negros pronósticos, pero que no merecía la pena compartir. 

El oscuro retrocedió con mala cara, y herido... Aunque pronto vio que el problema lo tenían realmente otros, como Ponzoña, al que rápidamente se acercó.

-Saquead todo lo que tengan, y estad atentos... Esta no va a ser la única sorpresa que recibamos-replicó sucintamente cuando le preguntaron por indicaciones u órdenes. Tras eso, se agachó junto al cabo, dedicándole un leve asentimiento para darle ánimos antes de empezar a examinar sus heridas.