Partida Rol por web

Otra habitación tan deteriorada como el resto del complejo, y que de nuevo no arrojaba ninguna luz a la investigación del lugar, nada más que otra muestra de abandono.

Élise suspiró y se dio la vuelta, dirigiéndose a continuación a la puerta del norte, la cuál probó a abrir. Ya empezaba a estar tan molesta e impaciente que ni pensó en si había trampas.

Nunca se lo habría imaginado Hodrum pero deseaba encontrarse de una vez con los enemigos a por los que había venido. Siguió a Élise pero paró cuando vio que se disponía a abrir la puerta. Intuitivamente se apartó mientras le intentaba avisar - Élise, cuidados con las trampas - pero fue demasiado tarde. Ya había empezado a mover la puerta, esperando en cualquier momento un fogonazo.

Volviendo sobre sus pasos, Élise accede rápidamente a la estancia del norte, desoyendo la advertencia de Hodrum.

Esta cámara contiene un escritorio, una mesa larga, una estantería con puertas de cristal cerradas, dos sillas y una plétora de equipo científico. Como las otras habitaciones, esta está sucia y mohosa.

Pronto notáis que la suciedad de los cristales y la cerradura se han alterado recientemente. Un claro espacio vacío en la estantería os advierte de que falta algo.

Otra puerta hacia el norte aguarda impertérrita.

Hodrum tenía razón, había sido impulsiva y se había arriesgado de más, aunque lo cierto es que no veía razón alguna para proteger ese sitio; claro, que tampoco la había habido la decena de puertas trampa que habían atravesado hasta ahora. Si lo pensaba... Si, era mejor que Raff tomara la iniciativa.

En cualquier caso, aquella sala, por fin, tenía algo que llamaba la atención. Mientras que todo parecía completamente abandonado, ahí había algo que no. Sin hacer caso de lo demás, se acercó a la vitrina y, sin tocar esta vez, echó un vistazo a través del cristal; otro seguramente vería cosas que ella no, pero al menos podría dar una opinión.

Raff se había quedado revisando las esculturas en forma de serpiente, y por mera curiosidad fue a mirar dentro de sus bocas. Lo cierto es que probablemente no hubiera nada, pero si él hubiera tenido que esconder algo, lo habría hecho allí.

Más allá de eso, dejó guiar el camino a Élise, que parecía más que dispuesta a frenar las trampas con su cuerpo. Arriesgado, pero a Raff no le fascinaba la idea de ocupar su lugar tampoco.

—¿Qué andas viendo? ¿Quieres algo de ahí dentro?— preguntó el pícaro a la mujer santa, ya amagando a tomar sus herramientas.

Barakanar usó su mirada penetrante para intentar discenir que falta en la estanteria.

- Ojo que aqui ha habido alguien hace relativamente poco tiempo, aviso a sus compañeros

Al ver que sus compañeros se paraban a mirar una vitrina Hodrum no quiso ser menos.

- Alguien es posible pero seguro que había algo dentro que ahora ya no está. -

Intentó averiguar qué podía ser lo que faltaba en el hueco por la ausencia de polvo en la zona, aunque no estaba seguro de saber que era.

Barakanar y Hodrum detectan un claro espacio vacío en la estantería, indicándoles que falta algo.

Hodrum, incluso va más allá. A juzgar por el tamaño del espacio, los libros de conjuros del Halcón probablemente estaban almacenados aquí. Sin embargo, es imposible saber de cuántos libros se trataba.

Ambos también se percatan de que los libros no se han deteriorado o sucumbido a los efectos del paso del tiempo y la humedad ya que la estantería está forrada con paneles de metal trabajado para tal fin.

Al escuchar la noticia, o lo que al menos era una idea aproximada, frunció el ceño. En su mente ya podía hacerse una idea de lo que allí había ocurrido, y no le gustaba en absoluto.

El Halcón, posiblemente, tras haber sido liberado, había escapado de la ciudad; débil y herido, había acudido a la guarida que recordaba, solo para encontrarla abandonada, aunque no vacía. Sus escondrijos y tesoros seguían allí, protegidos por las guardas mágicas, así que había podido descansar y recuperar sus libros de conjuros, y puede que más cosas. Una vez hecho aquello, se habría marchado de nuevo, y se temía a donde.

—Creo... Creo que ese monstruo ha regresado a la ciudad, a terminar lo que empezó hace años, cuando le encerraron. —No tenía pruebas, solo era una sensación, pero algo la decía que era así. Si no estaba atacando ya Greyhawk, se estaría preparando para hacerlo. Suspiró—. ¿Raff, puedes abrir la vitrina? Tal vez haya alguna pista.

- Nos queda otra salida que investigar, dijo el druida deberiamos comprobar que es lo que hay antes de volver con el rabo entre las piernas, dijo el druida mientras esperaba a Maese Raff

—Enseguida. Todo mundo atrás, que si no hay tenido problema en trampear simples puertas, me imagino que esto también puede estar protegido. Si me muero, recuérdenme como un héroe— bromeó el pícaro para ahuyentar el cierto fantasma de que El Halcón hubiera decidido proteger sus libros arcanos con trampas de la misma índole mucho más letales que las puertas explosivas.

Raff no detectó ningún mecanismo en aquel armario librero y se puso manos a la obra.

Sin embargo, otra trampa de fuego había pasado desapercibida por el saqueador. En un abrir y cerrar de ojos un fogonazo alcanzó a Raff y parte del mobiliario circundante. Por suerte para el resto, habíais guardado cierta distancia de seguridad.

Una vez superado el caos, pudisteis echar un ojo al interior del armario. Los libros parecían todos ordinarios y variando en temas, desde la historia de la ciudad de Greyhawk hasta manuales científicos sobre serpientes, reptiles y plantas. Un tomo es una colección de ensayos sobre dragones. Varios libros describen la adoración de Iuz, y otro es propaganda sobre el "mal" de St. Cuthbert. Talasek frunció el ceño al ver este último.

Ese códice impío debe ser destruido - dijo el paladín con voz queda.

Rápidamente, en cuanto las llamas se desvanecieron, avanzó con largas zancadas y posó su mano Raff, rezando una oración que, en seguida, envió una ola de energía curativa que comenzó a palpitar en el hombre, extendiéndose con cada pulso, aliviando las quemaduras producidas.

—¿Mejor? —Preguntó—. Actúa despacio, pero te dejará como nuevo. De hecho... —Miró la otra puerta—. Se que es mucho pedir, pero si saltara otra trampa en esa, seguiría haciendo efecto —dijo con un tono que dejaba claro que no le agradaba la idea, pero era práctica—. Si no, abriré yo, tranquilo, ya has pasado por bastante —añadió, intentando suavizar las cosas. Por mucho que la magia hiciera milagros, el dolor momentáneo era inevitable, y si podía evitar a otro sufrir, lo haría.

En cualquier caso, fuera allí o no el otro, ella se quedó revisando rápidamente los libros. Ninguno parecía importante, pero no podía saberlo con solo un vistazo. Y aunque entendía a Sir Talasek, y coincidía con él, no podía dejar pasar que aquella lectuta tal vez escondiera secretos más allá de lo que aparentaba a simple vista.

—Deberíamos llevarnos todos los manuscritos y revisarlos en la ciudad. Puede que haya algo en ellos que nos de una pista de que pretende el Halcón —explicó—. Si no hayamos nada, no habrá problema en destruir este después.

—¿Qué le hace otra raya al tigre?— se preguntó resignado Raff, aturdido al balancearse una y otra vez al borde de la muerte y de vuelta, aún sin entender cómo todavía era capaz de no notar las trampas.—Venga, a la puerta.

El fuego seguiría quemando, pero a estas alturas lo que más le dolía era el orgullo.

Más allá del estudio se encuentra un dormitorio que bien podría servir para un humanoide corriente. La característica más llamativa de esta habitación es la enorme cama con dosel de hierro forjado. Los postes se asemejan a ramas de árboles largas y delgadas y están rodeadas por dos serpientes entrelazadas alrededor de cada rama. La cama es lo suficientemente grande para que cuatro personas duerman cómodamente. El colchón de plumas se está desmoronando y su contenido se ha esparcido por el suelo.

Una cómoda de 8' de largo ocupa una pared de esta habitación. Encima de ésta, colgado en la pared, hay un espejo de 8' de largo y 5' de alto. El espejo está cubierto de suciedad, pero una parte de él ha sido limpiado recientemente.

Una variedad de botellas y útiles para el aseo abarrotan la parte superior de la cómoda. Una variedad de cepillos (en su mayoría deteriorados) y horquillas y peines también cubren más la parte superior. Las setenta botellas alguna vez contuvieron perfumes y aceites perfumados, ahora vacías.

Dentro de los nueve cajones de la cómoda hay una variedad de vestidos, camisones, ropa interior y ropa de “aventurero”. Los vestidos están adornados con finos encajes y abalorios, la ropa interior está hecha de sedas y rasos, e incluso la ropa de exterior está hecha de finas lanas y algodón. La mayor parte de la ropa está en tonos de negro y gris, y algunas prendas son de color rojo y morado oscuro. Todo está enmohecido y echado a perder, deshaciéndose  y prudriéndose por el paso del tiempo.

La cómoda en sí también está en malas condiciones. De hecho, cuando la revisáis, las patas se colapsan y dejan caer la cómoda al suelo agrietándola por completo.

Varios cráneos reales sirven como decoración en las paredes. Talasek entonces recuerda vuestro único encuentro con el Halcón.

¿Lo recordáis? - pregunta contrariado -. Estos infames seguidores de Iuz siempre montan los cráneos de sus víctimas como muestra de fuerza, talento y éxito. ¡Que la furia de San Cuthbert sea su eterna condenación!

Hay un total de 15 cráneos. Todos ellos se conservan en una placa de madera, con el nombre de cada víctima grabado debajo de su cráneo. De esta colección, cuatro cráneos parecen ser elfos, tres son enanos, uno parece ser gigante y los siete restantes son humanos. Cinco placas en blanco también cuelgan en la pared, esperando a sus "inquilinos".

Todas las placas han sufrido los efectos de la humedad y están agrietadas y podridas. Los cráneos están en buenas condiciones, algunos muestran las heridas que causaron que estuvieran aquí.

Este dormitorio también contiene tres sillas acolchadas, un pequeño escritorio, una silla de madera y una mesita de noche. Todo está en mal estado. Hay una lámpara de aceite sobre la mesita de noche, su aceite se evaporó hace mucho tiempo.

Además de las calaveras, las paredes de esta sala están decoradas con un gran tapiz que representa un reino de serpientes gobernado por una serpiente gigante, y un retrato de tamaño natural de una figura de poder humana. Viste túnicas, una capa y una tiara la retratan como realeza; está en una pose arrogante y triunfante.

Aquella tenía que ser, sin duda, la habitación del Halcón. La principal al menos. Era, o había sido, a su manera, una estancia majestuosa, de lujo y exceso, y aunque estaba tan abandonada como el resto, aquél espacio limpio en el espejo daba a entender que a quien perseguían si que había estado allí, y no solo por buscar algo, sino por simple vanidad. En el pasado todo aquello había sido suyo, un pequeño paraíso en las montañas, y su presencia allí indicaba que buscaba recuperar todo aquello a lo que creía tener derecho; puede que no tuvieran ni idea de dónde se había escondido, pero Élise tenía una cosa clara: volvería a Greyhawk. Tras descansar y recuperar todas sus cosas, tras fortalecerse, era el paso obvio. Y allí estarían esperando para luchar. Eso si no llegamos tarde; esperemos que no haya sido su siguiente paso después de abandonar esta guarida. Con un suspiro, se dio la vuelta hacia sus compañeros tras la ojeada que habían echado al cuarto.

—Nos queda un pasillo —recordó—. Luego tendremos que volver a la ciudad y prepararnos —añadió con firmeza.

Su tono había variado ligeramente. Hasta hacía poco se le notaba una nota de decepción y desaliento, ya que no habían hallado lo que buscaban, pero lo cierto es que ahora creía entender un poco más a su presa. Seguía siendo una amenaza superior a cualquier cosa que pudiera concebir, pero tal vez tuvieran una oportunidad; los orgullosos cometían errores, y solo tendrían que aprovecharlos. Si no, puede que nuestras cabezas acaben decorando esas placas, pensó, mirando los trofeos un instante.

—¿Vamos?

Al ver las heridas de Raff y la determinación de éste, Talasek solicitó un momento para tratar de ayudar al saqueador.

Espera - dijo también algo decaído al coincidir con los pensamientos de su compañera Élise.

El paladín se acercó a Raff susurrando una plegaria a su patrón. En pocos segundos, las heridas restantes del saqueador comenzaron a cerrarse.

—¡Eh! ¡Qué lujo! ¡No ha reventado!— dijo con sorpresa genuina al empujar la puerta para abrirla.

—Muchas gracias, padre— agradeció el pícaro. Sus ropas seguirían chamuscadas y maltrechas, pero al menos ya no sentía ningún dolor.

Raff absorbió con la vista un panorama general de la habitación. Echó una mirada a los nombres bajo las calaveras. Quizás fueran compañeros del abuelo de Talasek y al paladín le interesara darles tan buen descanso como le fuera posible. Como mínimo serían enemigos del halcón, y quizás eventualmente investigarlos pudiera darles alguna pista sobre cuales eran las intenciones de esta criatura. Al igual que Élise, encontró inquietante la coincidencia entre los cinco espacios vacíos y sus cinco cabezas... bueno, eso si no contaban al leopardo de Barakanar ni a Kirara.

Luego clavó la vista varios segundos en el espejo, como si esperase que la imagen mutara y no fuera solo su propio rostro el que le devolviera la mirada.

—Tomaré las botellas, si no molesta. Bastará con lavarlas para que puedan servir de algo.

En aquel lugar Hodrum solo podía imaginarse los espejos como portales mágicos, y este no fue una excepción. Se acercó igual que lo hizo Raff intentando percibir si tenía algo especial que fuera razón suficiente para gastar otro conjuro.

- Si aquí no hay nada que sea útil no nos quedará otra que volver y revisar el pasillo que queda como bien dice Élise. -

Barakanar dejo al experto hechicero espacio para que inspeccionase todo lo que le pareciese sospechoso, nada mejor que un experto en artes arcanas para discernir si algo se ocultaba en la habitacion