Partida Rol por web

Talasek lidera el camino hacia la Zona Quemada en la Ciudad Vieja.

Se puede oler la gran zona calcinada mucho antes de que la podáis ver. Los residentes de esta zona hacen su vida cotidiana sin siquiera notar el boquete vacío negro en el medio de su vecindario.

A medida que os acercáis al lugar calcinado, os dais cuenta de que probablemente una docena de edificios fueron consumidos por el incendio. Habíais oído que el incendio fue grande, pero no esperábais que calcinase un área tan inmensa.

Parece que no se hizo ningún esfuerzo por desescomprar la zona. Piedras, ladrillos, maderas y secciones de muros y tejados se encuentran en un enorme y ennegrecido montón. Talasek le dice que el alcalde de Greyhawk decidió que limpiar el área sería más peligroso que dejarla como está.

Una cerca baja  fue construida alrededor del lugar para evitar que los niños pasen accidentalmente. La cerca no es ciertamente una barrera para cualquiera que realmente quiera acceder a los escombros.

Después de medio acostumbrarse al olor, Hodrum empezó a observar la zona calcinada. No sabía si eso podría haber sido causado por mágia o tan solo un incendio provocado, de todas formas dudaba que intentar localizar algúna esencia de mágia después de tanto tiempo sirviese de algo.

- Amigos, seguramente sea algo retorcido y rebuscado, pero si no me equivoco nádie del lugar entra a la zona quemada. - Siempre se le ocurría lo más improbable, aunque fuese más fácil que el sistema de un botijo - Antiguamente, antes de que ardiese este lugar tenía que haber acceso a las alcantarillas . Podríamos rastrear algún indicio de pisadas recientes en la zona y seguirlo hasta donde acaben, para así buscar alguna trampilla a las alcantarillas que puedan haber usado -

Hodrum empezó a buscar en la zona algún posible rastro y le pidió a Kirara que le ayudase por si encontraba algo. Dos ojos ven mejor que uno le decía un maetro mago tuerto, así que por regla de 3, cuatro ojos ven mejor que dos.

Me recuerda a un bosque calcinado, pero definitivamente el bosque huele muchisimo mejor. Incluso quemado.

- Bueno desde este lado no podremos averiguar nada, vayamos adentro. Mirando los escombros duda de las palabras del mago, pero una lucecita se enciende en su cabeza.

- Los edificios se colapsaron encima de las calles y las posibles entradas de las alcantarillas. Pero como nadie entra en este sitio apestoso, se podria haber desescombrado un acceso a las alcantarillas y nadie lo descubriria.

-Entremos
 

Al entrar en la zona acotada, Hodrum se da cuenta de que abrirse paso entre los escombros puede ser peligroso.

El paseo nocturno hasta allí fue más tranquilo de lo que había esperado dados los últimos acontecimientos, pero ni con esas perdió un sólo instante de vista la tensión de quien sabe que puede ser atacado en cualquier momento; estar alerta, al igual que desconfiar de las verdades que otros decían con tanta facilidad, era otro de los defectos que se le habían quedado impregnados en su personalidad por culpa de su trabajo. Suspiró. Al menos eran males que la mantenían a salvo, pero sobre todo que mantenían con vida a otra gente. Ellos eran los importantes, los hombres, mujeres y niños que, pese a no conocer, se había jurado proteger; esos rostros inocentes que nunca vería y que jamás sabrían su nombre, que ni siquiera sabían de la guerra oculta que se desarrollaba entre el bien y el mal..., esa gente era a la que había que mantener lejos de la cruda y horrible realidad. Y esa regla es la que aquella secreta organización, oculta en las sombras, había roto en el mismo momento en el que había puesto sus manos sobre personas que suficiente tenían con su miseria.

Pero habían cometido un error, y por ello serían juzgados. Su espada descendería para castigar a la bestia; cortaría primero sus largas zarpas que, como zarcillos, se extendían hasta las frágiles vidas de sus víctimas, y después despedazaría al monstruo por completo. Descabezaría a la serpiente y purgaría la ciudad. 

Era la promesa que se hizo al linde de la zona quemada delimitada por una barrera más simbólica que otra cosa. Gruñó. Iba a hacer falta más que acabar con ese grupo para llegar a liberar Greyhawk de toda la oscuridad y el nepotismo que la asolaba..., pero no se rendiría; tenía toda una vida por delante para hacerlo y aliados que la ayudarían. 

Aquella idea la hizo girar la cabeza y buscar al paladín, que como ella se había quedado tras la zona acotada, al contrario que Hodrum y el druida. Les vio a tiempo para reprenderles por haberse colado. 

– ¿Qué hacéis ahí? Salid – no era exáctamente una orden, pero si que lo dijo con un tono que, pese a no ser alto ni mostrar enfado, si que evitaba cualquier opción a réplica –. Tenéis suerte de que sea de noche y no haya niños que puedan seguir vuestro ejemplo. 

Suspiró mientras negaba con la cabeza. A todas luces aquél montón de ruinas ennegrecidas y carbonizadas era un lugar inestable y peligroso, pero lo que era más importante, era un lugar al que nadie pasaba. Y quien lo hiciera, llamaría la atención. No tenía sentido que un culto que se mantenía lejos de la luz se arriesgara a que sus miembros fueran reconocidos por una tontería. No, aquellos escombros no escondían nada más que un trágico pasado. Era más probable que se escondieran en algún lugar más concurrido, a simple vista. Alguna casa, una tienda o el almacén de alguna. Sitios en los que cualquiera podría entrar y salir sin destacar.

– Venga, volved, allí no hay nada – dijo tras un respiro, con más suavidad –. Creo que esto lo hemos planteado mal – chascó los dedos –. Deberíamos dar una vuelta alrededor y ver si encontramos algo raro. Tal vez incluso debamos separarnos en grupos más pequeños para no llamar la atención demasiado. 

Luego miró a Talasek y ladeó la cabeza a la par. 

– Aunque también... – sonrió, compungida–. No sabrás dónde se oculta ese gremio de ladrones del que nos hablaste, ¿verdad? Si de verdad controlan esta zona, tal vez puedan decirnos algo. No me hace gracia, pero tal vez tampoco les guste que haya alguien merodeando por su territorio, y nos puedan dar alguna pista.

Raff se quedó admirando la escena. Los edificios quemados a medio derruir eran como los huesos descubiertos de una bestia enorme. O quizás de la propia Greyhawk, una ciudad tan vibrante que casi podía decirse que tenía vida propia. Pero no se detuvo en sus cavilaciones mucho rato. Hodrum había propuesto empezar a buscar rastros, y el panorama era perfecto como para empezar a desempolvar sus habilidades acrobáticas. A veces extrañaba caminar por los techos con la brisa acariciandole la cara y los guardias pisandole los talones, o detenerse en algún punto alto a ver la ciudad nocturna a sus pies con sus luces apagandose poco a poco salvo en las tavernas más conocidas.

Raff se lanzó hacia los escombros y moviendose con gracilidad en el terreno semiderruido, comenzó a buscar cualquier indicio de que el lugar no estuviera abandonado del todo, una huella, una sutil marca en la madera... O cualquier cosa que pareciera deliberadamente escondida, como una trampilla o incluso alguna joya que hubiera sobrevivido al incendio dentro de un cajón. Siendo que podía ser la entrada a un gremio de ladrones, tampoco estaba de más buscar trampas.

Escuchó a lo lejos los gritos de Élise y salió de debajo del par de troncos en que andaba husmeando. La mujer tenía aire severo, no iba a ser él quien discutiera, asique comenzó a acercarse nuevamente.

Talasek se sorprende al ver lo osados que sois algunos de vosotros.

¡Llevad cuidado! Este sitio parece bastante peligroso e inestable. Si hubiera una entrada a cualquier sitio seguro que quienes se esconden sabrán de memoria un camino seguro. Lo mejor será que salgáis de ahí.

El paladín mira alrededor deseando que nadie os haya visto entrar en la zona y después se dirige a Élise.

¿Ocultarse? El Gremio de los Ladrones forma parte del gobierno de la ciudad. Para que me entiendas, Nerof Gasgal, el alcalde, perteneció en su día a dicho Gremio. No creas que se dedican a asaltar propiedades o a vaciar los bolsillos de la gente en el mercado. Ahora controlan parte del comercio de la ciudad e imponen tributos. Yo no diría que puedes confiar en ellos, pero no son criminales. Ocupan varios edificios públicos en esta parte de la ciudad e imagino que también tendrán sus espacios secretos.

A pesar de que Raff no encuentra ninguna dificultad en moverse a través de la zona, no encuentra nada mínimamente relevante. Como pez en el agua, sortea los restos calcinados casi como si de un juego infantil se tratase, mirando al resto con cierto aire de superioridad y bravuconería.

Suspiró impaciente: aquello era una pérdida de tiempo. No habían ido allí a jugar entre las ruinas calcinadas que albergaban entre sus restos las cenizas de muchos que allí habían muerto; por mucho que las almas de aquella gente inocente – muchos al menos – hacía mucho que habrían abandonado aquél reino, y ninguno necesitaba ya sus cosas, no era excusa para escurrirse en la sombra de sus destrozados hogares a la espera de encontrar algo que saquear. No. Merecían más respeto que eso, y el problema es que era eso lo que Raff aparentaba estar haciendo. Pisoteaba con su pueril actitud el recuerdo de decenas de víctimas de un cruel asesinato, y si no salía pronto, sería ella la que al final daría un escarmiento al hombre.

En cierto modo, tal vez, estaba siendo incluso demasiado dura. Sin duda, Talasek no parecía tan molesto..., y justo era por eso. Su amigo era una fuerza del bien, un caballero del Justo Castigo, la espada de Saint Cuthbert. Como tal se suponía, se esperaba de él, que fuera juez, jurado y, muchas veces, verdugo. Debía tener una mano firme ante cualquier injusticia, una voz inapelable de rectitud...
... Pero no era así. Estaba viejo y cansado. Los años le pesaban, y ya no era lo que debía ser. Se había vuelto complaciente y conformista, demasiado tolerante y flexible. 

– ¿Cuándo has perdido la fe en vosotros mismos? – preguntó en voz baja, a su amigo; no lo dijo con maldad, ni cuestionando al paladín. Fue un comentario cargado de lástima, de pena por aquello en lo que se había convertido. 

Y es que no podía entender como habían llegado hasta allí. Como aquellos que habían jurado proteger a los que no podían protegerse a sí mismos hablaban con tanta ligereza de las atrocidades que se cometían en aquella ciudad, en su hogar. Podía entender que, una vez tras otra, la maldad hubiera hecho mella en los corazones de los protectores de Greyhawk. Podría entender también que los que habían hecho un juramento se vieran impedidos por la injusticia y sintieran sus esfuerzos, tras mucho tiempo, inanes y vanos.

Pero jamás podría aceptar que, pese a todo, quienes debían luchar contra ello perdieran su voluntad. Cuando la esperanza de los que debían marcar la diferencia se perdía, la oscuridad descendía sobre los más débiles. Afloraban entonces problemas como a los que se enfrentaban en esos instantes, pero grupos como aquél, logias oscurantistas que se aprovechaban de la necedad y la necesidad, no eran el germen, sino el síntoma de un mal mucho más arraigado. Como por ejemplo, que conocidos ladrones, escoria de la sociedad, llegara a puestos de poder como el alcalde de la ciudad. Como un hombre mucho más sabio que ella había dicho una vez, "Para que triunfe el mal, basta con que los hombres de bien no hagan nada". Y tenía razón. 

Enfadada por todo aquello, se dio la vuelta y echó a caminar por las oscuras calles del barrio. Esperaba que el frío aire nocturno se llevara sus lamentos de la misma manera que se llevaba las marchitas hojas otoñales, y esperaba también que ese mismo viento le diera la fuerza que necesitaba para enfrentarse a aquella ciudad, limpiarla como un tornado limpia la naturaleza de la mancha que es la humanidad. 

Así, un pie tras otro, se dirigió sin rumbo fijo hacia la zona que, suponía – era difícil saberlo de noche, cuando apenas había gente por las calles –, sería la de los almacenes de la ciudad. No esperaba realmente encontrar nada, no confiaba en ello, pero aún así, con la mano sobre la empuñadura de su espada, iba observando a su alrededor, atenta a los sonidos de la noche y a las furtivas sombras que se movían, más oscuras que las demás, por aquél lugar desolado que tanto sufrimiento había visto, y que aún tenía más por ver.

Hodrum retrocedió tras el aviso de Élise cuando no habia tan siquiera terminado de sobrepasar la valla para seguir a Barakanar. Agachó la cabeza como un niño al recibir una regañina, y se mantuvo en silencio a la espera de ver lo que decían el resto de compañeros.

Después de que Talasek hablase, Hodrum compartió sus pensamientos. - Ahora mismo no podemos fiarnos de la gente de la zona, y menos del gremio de ladrones. - No era por el hecho de que fuese un gremio de ladrones, aunque ahora fuesen ladrones de guante blanco, sino por que el enemigo seguramente tendría ojos y oidos en todos los gremios e incluso en las altas esferas. - Estamos buscando una posible ruta de acceso a la zona quemada que sea facilmente transitable, por una corazonada o por intuición. Por lo que vuelvo a proponer el buscar pisadas o algún rastro en todo el perímetro de la zona quemada que indique la presencia de una posible ruta. -

Hodrum empezó a caminar para buscar algúna pista hacia la izquierda de donde estaban.

El druida gruño un poco mientras pensaba. Debemos peinar la zona, pero estos escombros son un impedimento.

- Salvo Ralf, veo que todos os quedais por aqui. Se dirige a su compañero. - Findar, quedate aqui con ellos hasta que vuelva.

- Voy a peinar la zona a conciencia, hasta la noche por lo menos, dicho eso, se convierte en un Buho enorme. El bello animal levanta el vuelo y se pone a dar vueltas por toda la zona, posandose en las zonas en las que ve algo interesante.

Algunos ciudadanos y un grupo de niños empiezan a interesarse por vuestras acciones dentro de la zona quemada. Oís algunos comentarios que dicen:

¿Qué están buscando? Se van a matar.

!Mira ese cómo se mueve! ¡Parece un hombre araña!

A pesar de su curiosidad, tampoco os impiden llevar a cabo vuestras acciones. Eso sí, hasta ahora han sido poco fructíferas. No habéis encontrado ningún rastro, ningún camino claro. No hay rastro de nada ni nadie en el interior de la zona quemada, es más, los restos comienzan a crujir y a ser más inestables Barakanar tiene ciertas dificultades para volar cerca de ellos, pues algunos tablones calcinados caen y podrían golpearle fácilmente.

¿Eh? - Talasek quedo pensativo. Su fe era firme y sus convicciones también. Que el Gremio de los Ladrones formara parte del gobierno de Greyhawk era de lo más normal. No eran criminales, al menos al uso. Su tarea principal era recaudar impuestos acorde a las leyes que la oligarquía dirigente había promulgado. El pueblo estaba relativamente conforme con las leyes de la ciudad, las cuáles por cierto, eran algo laxas y dotaban de bastante libertad a quienes vivían entre los muros de Greyhawk. Esto había sido así durante mucho tiempo, aunque ahora todo parecía estar patas arriba. La posibilidad de que alguien o algo estuviera conspirando en las sombras hacía que Talasek flaqueara en su confianza en la propia ciudad, el paladín deseaba fervientemente que las cosas volvieran a su cauce, un cauce que era razonablemente justo para todos.

San Cuthbert está de nuestro lado-. Dijo finalmente para alejar a sus propios fantasmas.

Raff salió por encima de una pila de escombros cerca del Paladín. Se sacudió la ropa llena de polvo y volvió a mirar a su alrededor con aire pensativo.

—La verdad es que ha sido una decepción. No he encontrado nada llamativo y ya estoy quedandome sin ideas.

El picaro se sentó a escuchar mientras Talasek explicaba cómo funcionaba el Gremio de Ladrones de Greyhawk. Tomó la pequeña moneda negra que le colgaba del cuello y le dio vueltas en la mano, mirandola fijamente. La diferencia era mucha. Le llamaba la atención que un gremio tan formal y tan "legal" decidiera conservar el nombre de "Gremio de Ladrones", no sonaba como la mejor publicidad.

Resopló, cansado y aburrido— Solo resta revisar los cambios de guardia. O que Hodrum le eche una mirada al mapa del alcantarillado para ver si encuentra algo llamativo.

Al salir Raff de los escombros Barakanar se posa un momento, entre sus compañeros. Al escuchar las palabras de Raff, asiente y mientras mueve sus alas. Acto seguido vuelve a echar a volar posandose en el tejado, esperando el movimiento del grupo.

Notáis que cuándo abandonáis la zona quemada y volvéis tras la cerca protectora la gente que se había reunido alrededor empieza a dispersarse algo temerosa entre comentarios quedos.

Deben estar embrujados... Deben haber hecho un pacto con seres demoníacos...

Oís entre los murmuros.

El buho comienza a aletear y moverse de tejado en tejado, esperando a que sus compañeros comiencen la marcha