Partida Rol por web

Élise avanzó con aire de grandeza a través del panel oculto, como si una fuerza divina la hubiese iluminado. Hodrum pasó a continuación con bastón en mano en modo de defensa.

Una pequeña habitación con restos calavéricos esparcidos por el suelo se mostró ante ellos, lo que no indicaba una bienvenida acojedora - No sabemos si han muerto por una batalla o por trampas, por lo que tendremos que ir con cuidado en donde pisamos - pero al alzar la cabeza observó un simbolo un tanto tenebroso. Intentó hace memoria por si podía conocer a quien representaba o que podía significar.

Un escalofrío recorrió su espina dorsal hasta llegar a la nuca, algo no iba bien, lo sentía en el aire. Notaba como si unos ojos se centrasen en su espalda, se sentía vigilado y observado. Posiblemente fuese paranoia, pero el ambiente no ayudaba a relajarse.

Raff se sintió un tanto avergonzado al no notar los pasajes secretos, pero decidió hacerse el tonto y no mencionar su propia negligencia. También estaba sorprendido ante la agudeza de Élise, notar semejantes detalles estando en penumbras no era cosa facil.

Al mirar tras el panel secreto, lo recibió un panorama desagradable. Una habitación llena de muertos y un grabado sumamente inquietante. No le llamaba en lo más mínimo entrar ahí, pero peor sería si lo hicieran primero aquellos que no supieran cuales son las marcas típicas de una trampa activa. Raff las buscó diligentemente sin alejarse mucho del umbral*. Evitaría poner un pie ahí todo lo que pudiera si no lo veía necesario.

- No puedo identificar el simbolo, dijo el druida mientras se mantenia en la entrada de la habitacion.

- Ser Talasek, igual usted si que conoce más sobre los dioses, pero no me parece un simbolo de una deidad buena

Detuvo a Raff antes de que este entrara, extendiendo el brazo hacia un lado para impedirle el paso. El hombre era hábil, pero aquello le daba mala espina. Podía sentir el mal emanando de aquél lugar, desde el símbolo que colgaba de la pared. Iuz. Apenas un vistazo la había valido para detectar en aquellos grabados la oscura mano del semidemonio. Al posar sus ojos en el sacrílego objeto, además, recordó algo.

El Viejo, como llamaban a aquella criatura por su aspecto anciano y venenoso, había estado apresado tiempo atrás en Greyhawk, o más bien bajo la ciudad. Hacía años que le habían liberado sus seguidores, pero su presencia era aún notable allí. ¿Acaso era posible que aquél culto hubiera surgido allí debido al encierro al que había sido sometido? Fuera como fuera, el poder residual de aquél ser debía ser aún poderoso allí. Lo suficiente como para no tomarse a la ligera la amenaza que podía suponer. Que hubiera magia activa encima, no auguraba nada bueno.

—Déjame primero —exigió más que pidió, en un susurro quedo, antes de callarse y alzar su voz hacia Heironeus mientras besaba su propio símbolo sagrado. Su armadura, al instante que se apagó su rezo, se iluminó un instante y chispeó de energía.

Sus botas resonaron con furia sobre el empedrado suelo mientras se movía con el objetivo fijo de golpear el grabado de Iuz con su maza. Su escudo, preparado para hacer frente a cualquier trampa que pudiera saltar, lanzaba destellos plateados debido a la luz de su guantelete. Y sus ojos, ardiendo con la ira divina de su señor, recorrían la estancia buscando una amenaza que quisiera bloqeuar su avance.

- Eso si que es darlo todo, menuda mujer. Como para llevarle la contraria ahora. - A Hodrúm se le desencajó la mirada mientras su mente pensaba en Élise. - Como se ponga así en la cama debe ser una leona. ¡Ups! - Su mente lo traicionó, ya que en vez de pensarlo lo había dicho en voz alta, y no precisamente lejos de ella, ya que Hodrum estaba justo a sus espaldas.

Un sudor frio se le deslizó por la frente y notó una pequeña bajada de tensión, instintibamente y como autoreflejo ante una posible represalia dió un paso atrás casi tropezando con Raff. Se centró a medias en la sala y depués de guardar el bastón sacó la ballesta por si aparecía algo dentro mientras Élise se adentraba a la sala con un aura invisible que irradiaba ira.

Raff intenta parar los pies a Élise pero es demasiado tarde. Tan pronto la sacerdotisa pone un pie en el interior de la cámara, todos los esqueletos cobran vida en forma de tigres dientes de sable que sobrecogen la mirada de la sacerdotisa. 

Lo que parecía una trampa, finalmente lo era. Había llegado el momento de hacer frente al mal que este culto estaba provocando bajo las calles de la Ciudad Libre.

Talasek, al ver con algo más de claridad el símbolo de la pared, lanza un grito de rabia mientras desenvaina su espada para devolver a los esqueletos a su estado inerte.

¡¡IUZ!!

Siendo el enemigo mortal de San Cuthbert, parece ser que el paladín no se esperaba que "El Viejo" estuviera detrás de todo esto.

- Uhm se le escapó a Barakanar mientras se giraba al haber escuchado un ruido

Uno de los tigres esqueléticos se lanza a por Élise lleno de rabia, pero tanto sus zarpas como sus prolongados y afilados dientes chocan contra su brillante armadura sin hacerle el menor rasguño.

Talasek avanza con un grito de rabia espada en mano, una vez se asegura que Élise puede valerse por sí misma contra uno de estos engendros, se coloca un poco más hacia delante para descargar su furia divina contra otro esqueleto.

A pesar de ello, la estructura ósea de su enemigo, ha hecho que el espadazo de Talasek no sea un gran acierto.

El resto de tigres esqueléticos se lanzan contra Talasek que parecen haberlo fijado como objetivo principal.

Sin embargo, la armadura de Talasek repele sus intentos de empujar al paladín al suelo.

¡Utiliza tu divinidad, Élise! ¡Destúyelos!

Exclama el hombre de San Cuthbert

Hodrum estubo apunto de disparar, pero al ver a sir Talasek avanzar cargando contra ellos decidió esperar a tener una oportunidad. Dos de las bestias respondieron al ataque, pero por suerte no consiguieron realizarle ni un solo corte. Su armadura resistió sin problemas y Talasek no retrocedió ni un solo paso.

No encontraba un angulo para atacar sin ponerle en riesgo, y decidió esperar a que Élise moviese una pieza divina contra esas criaturas surgidas del polvo y huesos.

¡No-Muertos! El mal de Iuz se hacía presente allí de nuevo, el traicionero poder del semidemonio. No había tiempo ni de responder a las palabras dichas por el mago tras ella, que ahora carecían de valor. El primero de aquellos tigres se lanzó contra ella, arañando y mordiendo el duro metal de su escudo y su armadura. Casi al instante, Sir Talasek, impelido por el odio hacia "El Viejo", se lanzó al ataque también, preso de una furia divina, gritándola que usara su poder. No hacía falta decírselo.

En sus ojos pareció arder la llama de su dios mientras daba un paso adelante, extendía los brazos y mostraba el colgante que pendía de su cuello. El símbolo, un puño acorazado sujetando un rayo, se iluminó reaccionando a la presencia de los esqueletos, cargado con el poder que emanaba de Élise y provenía sin lugar a dudas de Heironeus. El Archipaladín no soportaba aquella muestra de vileza, y su adalid tampoco.

Una luz cegadora iluminó la estancia en la que se encontraban y parte del pasillo a sus espaldas, teniéndola a ella como centro. El aire rielaba a su alrededor, sentía el calor filtrándose al exterior, como una caricia en la piel, y entonces volvió el frío, la humedad, la realidad. Nada había cambiado para los vivos, para quienes no tuvieran nada que ocultar a ojos de la deidad, pero los blancos huesos de los felinos muertos se habían ennegrecido ligeramente, mostrando unos daños en apariencia insignificantes pero que, de repetirse, acabaría con ellos cortando la misma energía que los mantenía en pie.