Partida Rol por web

El escama negra queda solo y arrinconado tras la muerte de su último compañero

Sabiendo lo peligrosas que pueden resultar esas largas cadenas con púas, Geon deja caer el hacha de Druinga y saca su arco al tiempo que una flecha sale disparada contra la cabeza del infortunado trasgo que la espera contra el muro:

-Tu turno, mequetrefe.- dice fríamente tras liberar la mortífera punta en un movimiento fluido.

Con el disparo, Geon termina con la vida del último de los kobolds de la sala

Con decisión y sin darle demasiada importancia a su espléndido tiro, Geon toma el hacha de Druinga del suelo, se acerca al último de los caídos y recoge su hacha de mano aún incrustada en su cuerpo, tras guardar su arco de nuevo en el carcaj. Acto seguido, ni corto ni perezoso, se acerca a la salida más cercana de la cueva y busca huellas intentando saber de dónde vinieron sus oponentes y distinguir cualquier rastro delator de baba de sapo.

Esto va a ser un problema, comenta Rumuk mientras limpia su espada con uno de los kóbolds.

A partir de ahora van a estar muy alerta. Es fácil que nos manden todo un pelotón a atacarnos en el peor momento.

Después, mira a Geon esperando que dé una señal para seguir adelante.

Geon revisa el lugar. Por el aspecto del sitio, parece que los refuerzos provenían de aquí. No parece que los sapos lleguen hasta esta habitación.

Rumuk, ¿parece notarse un toque de miedo? - el tono jocoso de Finn pretende quitar hierro a lo que ha dicho Rumuk, aunque no descarta su preocupación. - ¿Desde cuando te preocupan unos kobolds?

Tras una pausa, su semblante se vuelve serio, y parece que piensa en alto a medida que se acerca a donde está Geon agachado.

Está claro que van a tener tiempo para reorganizarse ya que conocen estos túneles. Por tanto, deberemos avanzar con cautela y asegurando las zonas que dejamos atrás. Y no creo que podamos hablar de descansar, con estos túneles infestados de kobolds. No tenemos otra opción que avanzar.

No me preocupan los kóbolds. Me inquieta que nos metamos en un serie de combates de la que no podamos regresar: Iomedae me protege, pero el uso de su magia que me concede es limitado.

Rumuk habla muy seriamente.

Está bien ser valiente, pero no hay que caer en la estupidez. ¿Seguimos?

Geon, ¿ves algún rastro que nos pueda ser de utilidad? - susurra Soker a su compañero mientras se dispone a registrar los cuerpos de los kobolds.

Esta parece ser la caverna más transitada del complejo, de hecho parecen los barracones principales. Sin embargo, descubres que hay rastro de sangre hacia el oeste...

Al escuchar los comentarios del elfo Geon sonríe sarcástico y comenta:

-Vaya, vaya, besaflores... ¿has decidido dejar de hacer amiguitos kobolds? Parece mentira lo que cambian un corazoncito blando unos buenos palos.- entonces, aprovechando la intervención de Soker, se gira hacia el pícaro y explica -No hay rastro de que los sapos se paseen por aquí; de hecho estos deben de ser los barracones principales. Lo que sí que sé es que nuestro amigo herido se debió de ir por allí.- añade señalando al oeste -Hay sangre por el suelo.- explica señalando unas motitas granates sueltas.

Ven, Geon. Si vamos a proseguir, será conveniente que sane esas heridas.

Rumuk pone las manos sobre los hombros del enano y, en cuanto musita unas palabras, muchas de las heridas del enano desparecen.

Con esto, agoto mis energías mágicas. Iomedae no nos ayudará más hasta que no nos detengamos a renovar mis votos de fidelidad a su coraje.

Finn sonríe ante el comentario de Geon, que salta en defensa de Rumuk. Después se vuelve hacia Rumuk.

- No, por supuesto que no hay que cometer estupideces. Pueden jugarnos una mala pasada, tontos no son. Por eso debemos ser más listos que ellos. - Finn mira hacia donde señala Geon. - Si se ha ido por allí, lo que es seguro es que herido buscará un lugar donde él se sienta a salvo, por lo que buscará la compañía de alguno de los suyos. Aunque con cautela, creo que deberemos avanzar hacia allí.

Finn espera la confirmación de Geon, que es el más adecuado para abrir la marcha y seguir el rastro del herido.

Geon agita la cabeza bizqueando los ojos al escuchar las palabras del elfo y se dirige a Rumuk medio zombie:

-Si, compañeroM; creo que necesito algo de tu magia. El último golpe me está haciendo escuchar cosas muy raras...- dice el explorador aceptando los cuidados del semiorco.

Aun así, su piel curtida en la batalla contra sus congéneres no puede evitar un leve respingo, disimulado de molestia, cuando el clérigo le impone sus manos curativas. Posiblemente la impaciencia del guerrero haya malogrado parte del poder sanador del conjuro:

-Bien, ya estamos. En marcha entonces.- añade Geon por fin, abriendo la marcha de nuevo.