Partida Rol por web

Anazareth rápido abrochó las cinchas de su escudo y se echó la lanza corta sobre el hombro para proyectarla en cuanto descubriese si estaba en peligro, al menos en peligro inmediato; había allí algo más con ella.

- ¿Quién está allí? -preguntó, elevando la voz para escucharse a sí misma y reforzar el coraje que en aquel momento no le sobraba- ¡Muéstrate!

    Tras realizar una reverencia respetuosa obviando la escarcha concentrada sobre su costado, Villtur dejo atrás al espíritu de la escarcha dispuesto a dirigirse hacia la salida de la sala dispuesta al final de la misma, esperaba no tener que regresar más tarde por aquel lugar pero si se daba el caso, esperaba que el ente recordase que sus intenciones no eran malignas.

Gritas que se muestren y es lo que sucede, ves que se asoma al pozo donde estás metida una especie de duendecillo de hielo

Sigues hacia la siguiente habitación, ves que hay una inscripción en runas enanas que no entiendes. la habitación está vacía si obvias el teletransportador con la palabra "EXIT" grabada en él

- ¡Habla! - le dijo en infracomún, común e infernal- ¿Qué vienes a buscar aquí? ¿Qué es lo que quieres?

No bajó sus defensas pero sí la lanza, para dejara de apuntar a la criatura, si existía la más mínima posibilidad de diálogo debía aprovecharla para hacerse con un aliado y salir de allí. La ausencia de Viltur le dolía, pues su alianza solo daba fruto si permanecían unidos y no le veía ni oía su aullido.

    Villtur arqueó una ceja ¿En verdad sería tan fácil? Costaba creer que hubiese sido capaz de encontrar el final de la prueba tan pronto en comparación a las mazmorras anteriores pero ahí estaba su prueba, con cuidado comenzó a avanzar hacia el transportador, no perdía de vista la posibilidad de que tanto participantes al acecho como trampas pudieran amenazarlo en un lugar como ese.

-Eres tú quien está en donde no te corresponde -dice el duendecillo antes de soltar su aliento sobre ti, miles de cristales de hielo comienzan a rodearte

- ¡Maldito seas! -bufó molesta al protegerse de su aliento con su escudo y alejándose de donde lo rociaba.

Apretó con fuerza su lanza antes de lanzársela al desagradable monstruo, se arrepentiría de lo que acababa de hacer, de eso se aseguraría Anazareth al invocar la ira destructora de la diosa de los Drows en aquel ataque que salía de su rabia más profunda.

- Lolth, dame la fuerza para aniquilar a esta miserable criatura -rezó antes de liberar el proyectil y gritarle al diablillo- ¡Muere!

Tu lanza atraviesa el costado del duendecillo volador consiguiendo dejarlo gravemente herido, aunque no lo has matado. El duendecillo da un grito, parece como si llamase a alguien, pero nadie acude, has tenido suerte porque no te ha atacado mientras estaba ocupado gritando

- No deseas morir ni yo permanecer aquí ni un minuto más, criatura- le amenazó al monstruito gravemente herido, mientras le señalaba con el dedo como si fuera a conjurar su destrucción-: ayúdame a salir y vivirás.

Los colmillos expuestos, las uñas afiladas y la postura fiera. Tal y como había aprendido de su hogar, a la hora de amenazar habías de no dar lugar a dudas de lo peligrosa que una drow puede llegar a ser. Así fue como Viltur vino a su lado y como la voluntad de aquel duendecillo se quebraría ante ella.

El pequeño duendecillo se marcha, no tiene forma de ayudarte, pero por lo menos ha cesado en su empeño de seguir atacandote

Anazareth buscó por el suelo helado su único arma, por si acaso la lanza hubiese caído del costado del monstruito. Tanto si acabó encontrándola como si no se lanzó a la odisea de escalar con renovadas energías tras aquella apuradísima victoria. Lolth le estaba dando una oportunidad de salir de aquel terrible lugar y la aprovecharía.

Sudada y jadeante alcanzó la cima, con los dientes apretados se alzó de nuevo y examinó el camino delante de ella.

No encuentras nada en el pozo por lo que te dispones a escalar, en esta ocasión consigues salir de allí con trabajo, la habitación en la que te encuentras está vacía sin nada, con una única salida. Te diriges hacia la siguiente habitación para encontrar un círculo de piedras altas que se encuentra en el lado sur de la habitación

Anazareth investigó con cuidado las piedras de la habitación. Si no se trataba de alguna forma de salir aquello sería un serio problema, pues no había puertas o rutas alternativas a la vista. Manos toqueteando y ojos atentos, era imprescindible que sacase toda la información que pudiese.

Una vez se curase del todo y comprobase todo lo comprobable plantaría sus pies dentro del círculo de piedras, la única posible respuesta que le venía a la cabeza.

- Sigues viva- se recordó a sí misma.

El altar no es la salida, pero encuentras encima de aquellas rocas unas puas para armadura, pero aún quedaba lo más dificil, ¿cómo salir de alli? Te fijas mejor en el lugar camuflada por la nieve ves tres salidas, una de ella al norte, otra al noroeste y una tercera al oeste

- Te doy gracias, Madre Oscura Lolth -dijo santiguándose tras recoger aquellas puas y probar a ajustárselas a la armadura, en especial en los nudillos pues había quedado sin armas con las que combatir.

Hecho esto accedió por la puerta oeste con cuidado, tratando de no activar más trampas de las que fueran necesarias.

Caminas hacia el oeste, andas por un largo pasillo hasta que éste se divide en dos, el pasillo sigue hacia el sur, pero también sigue hacia delante hacia una habitación

Anazareth investigó la habitación que había hacia delante, necesitaba encontrar un arma y aquellas púas con las que jamás había entrenado daban un aspecto fiero a su armadura pero serían de poca utilidad en combate.

Avanzas hacia la siguiente habitación para encontrartela completamente vacía, el frío de aquella mazmorra está comenzando a hacerte mella, se te cala en los huesos hasta hacerte daño. Sigues caminando hacia el norte, la única salida de la nueva habitación. La nueva habitación sigue estando vacía, solo con mucha nieve en el suelo, pero ves varias salidas, una al noroeste, otra al norte, noreste, este y sur

Apretando los puños y los dientes Anazareth comprobó con celeridad la habitación antes de avanzar a la siguiente, el que los temblores le hubiesen llegado antes por el frío que por lo aterradora de la situación le dio un instante de orgullo pero ese no era el momento de pararse a pensar.

Pararse significaba morir.