Partida Rol por web

La súcubo recorrió su rostro humeante con el dedo, apagando las llamas plateadas que la habían chamuscado nada más llegar.

Su gesto fue uno de disgusto al encontrarse combatiendo contra un grifo también pero miró hacia el vacío y se comunicó a través de su mente, de sus oscuros pensamientos a los de la drow.

*Anazareth ¿Qué invitación es esta?*

Miró en dirección a Vincent, entrecerró los ojos y se relamió.

*Compensa mi disgusto con tus riquezas y reza porque el dolor no supere mi apetito*

Un saco salió de la nada y cayó cerca de los pies de la súcubo, el entrechocar metálico no dio lugar a dudas acerca de su contenido: monedas.

*Vivirás para conocer mi gratitud, Shamaralantalasa, celebraremos mi victoria y tu nombre será recordado*

Pasos y tintinear de armadura delataron su movimiento, Anazareth se alejaba de aquel monstruoso grifo.

Con gracilidad la súcubo alzó el vuelo, teniendo cuidado de no herir al grifo que pertenecía a aquel humano y describió un amplio arco para conocer mejor a su presa, deteniéndose sobre la columna central de aquella arena. Con una sonrisa se preparó para someterle a sus deseos.

- Vincent, ricura, ¿No quieres tú también conocer la gratitud de mi amiga Anazareth? -sus ojos brillaron de expectación- Otórgale la victoria. Mata a sus enemigos.

Se quedó mirándole, ansiando conocer su respuesta.

Palabras melosas, que sin embargo cayeron en saco roto. Gruñó.

—¡No! —Gritó enfadado al sentir la insidiosa magia que contenían las palabras de la súcubo.

Si esperaba vencer así, iba a tener que esforzarse más. Por supuesto, no pretendía darle la oportunidad.

—Grifo, encuentra de nuevo a la drow y ponte a su derecha, sobre ella.

El animal, que empezaba a estar confuso y frustrado porque ni tenía una presa clara, obedeció, olfateando el aire hasta encontrar el rastro y guiarse así hasta Anazareth. En cuanto la encontró, se quedó suspendido sobre ella, esperando.

—Dejaremos lo nuestro para luego —dijo a Lobatov—. Recupera fuerzas. O ayúdame. Si esa mujer logra dominarme, tendrás que hacer frente a muchos enemigos. En cambio, si la matamos, prometo que el grifo se mantendrá aparte en nuestra pelea. Doy mi palabra.

Dicho eso, no esperó más. Era difícil, pero tenía que intentarlo. Dejó que el viento le moviera, que sus pies fueran ligeros como el mismo aire, y se lanzó a la carrera contra la mujer, o al menos dónde sabía que estaba; el grifo era una buena señal, además de una gran cobertura para mantenerse lejos de la mirada de la demonio. Allí, intentó golpear, pero era como atacar a la nada, y falló estrepitosamente. Mierda.

No me gustaban los demonios, y tampoco los drow. Si esa hechicera podía invocar y controlar demonios la cosa podía descontrolarse. De esta forma, no me costo mucho aceptar la oferta de Vincent.

Con unos rápidos pasos, llegue hasta donde estaba, o supuestamente estaba, y golpee una y dos veces, notando como impactaban sobre algo sólido.

Rodeada por el grifo y Vincent ya temía por su vida pero la llegada de Lobatov le puso fin. Su primer golpe la pilló de espaldas, jamás habría sospechado que aquel hombrecito harapiento pudiera pegarse la carrera de una draña de las profundidades; las mallas de su armadura estallaron bajo el impacto de su golpe, sus huesos se astillaron y quebraron como ramitas secas y sintió un vertido cálido que bajó por su espalda y cintura para llegar a sus piernas.

- Escoria humana, ¿Cómo te atreves a...? ¡JUARCK! - allí fue que, al girarse para encararle, el segundo golpe hizo saltar por los aires el escudo que interpuso, rompió el brazo que lo portaba y se hundió en su pecho.

Quiso decir algo más, aterrarles con las inenarrables agonías que les esperaban bajo su mano pero no tenía aire para respirar ni voz para articular palabra, tan sólo la imagen de sus enemigos apagándose a medida que una gélida oscuridad se le cernía.

Con los últimos latidos de su oscuro corazón creyó escuchar las sinuosas patas de una araña.

Cuando la drow cayó al suelo, muerta y ahora visible, y la súcubo desapareció, sin magia que la mantuviera en aquél plano, suspiró de alivio. Empero, sabía que el combate más duro estaba a punto de empezar; Lobatov estaba demostrando ser un enemigo formidable al que tener en cuenta.

Con eso en mente, asintió y se retiró de allí, a las sombras del borde del coliseo, al lado contrario de dónde estaban. Desde allí, ordenó al grifo ponerse en el camino para evitar cargas, y sonrió.

—Recupera fuerzas. Cuando estemos listos, lucharemos.

La súcubo chasqueó la lengua, desilusionada con aquella pronta resolución que había dado fin a una de sus clientes más recientes, buscar otros sería una tarea molesta si aquellas muertes comenzaban a convertirse en costumbre.

Con un brinco y planeo de sus alas descendió hasta el suelo y recogió la bolsa de oro, no todo había sido una pérdida.

Con una risa perversa su cuerpo se cubrió de llamas y el ambiente se cargó de azufre, cuando el fuego se disipó Shamaralantalasa había desaparecido.

Niego con la cabeza ante la sugerencia de Vincent no lo haré. Estoy cansado de hacer caso a estos cabrones y de dar mi sangre para que todos ellos tengan un espectáculo digno de su puta clase. 

No. Haz lo que tengas que hacer, pues yo ya he hecho todo lo que tenía que hacer y estoy preparado para morir. arrojo el bastón y me quedo ahí, delante, mirando al coliseum, imaginándome donde estarían los del capitolio, mirando, observando, pensando en el espectáculo que les íbamos a brindar. Pues no, se iban a joder y se iban a quedar sin la gran final.

Al ver el bastón caer con un golpe sordo en la arena, Vincent torció el gesto, molesto. Había visto en Lobatov mucho más que eso, y ahora se sentía decepcionado. ¿Acaso se había rendido al verse más débil? ¿Podían haberle vencido las circunstancias de lo allí vivido? Negó, incapaz de aceptar aquello.

—Recoge tu arma, joven —ordenó con voz dura—. No luchas por la diversión de esta gente, ni siquiera porque, esos hombres — abarcó con un gesto a los patrocinadores, que observaban desde sus palcos—, lo ordenen. Has llegado aquí por tus propios méritos, y te marcharás de aquí sabiendo que has seguido el camino correcto, que has enfrentado tus miedos y a tus rivales con dignidad y honor. Si mueres aquí, hazlo con la cabeza alta y tu valor intacto, no te rindas así. —No te ganes mi desprecio ahora que has conseguido tanto.

Con un suspiro de resignación, quizás porque las palabras de Vincent surtieran el efecto deseado, recojo el bastón y pronuncio una palabra

Está bien. Yo estoy listo

Bien, bien. Vence o muerte, pero con honor. Complacido por la actitud de Lobatov, mandó al grifo apartarse y avanzó unos pasos, aunque manteniendo la columna aún entre medias. Quería que el combate fuera más que una carga alocada. Desde allí, se tomó un vial y luego se preparó para el combate con un gruñido salvaje.

—Vamos allá.

Lentamente, avanzó un poco, manteniendo la columna entre medias y dejando una distancia razonable. El joven era más rápido que él, lo había demostrado varias veces, y no quería dejar que le diera el primer golpe.

No estaba dispuesto a dejar a Vincent hacer sus fuegos de artificio, recordando la última vez que nos enfrentamos. Sin embargo, ahora mismo solo podía quedarme a su merced. 

Decido no seguir con su juego, y alejarme todavía más de él

Había aprendido, aunque no tanto como para recordar que tenía una ballesta. Vincent, una vez más, se movió mientras sacaba el arma y, tras la columna, empezó a cargarla con uno de sus virotes fabricados con una madera especial.

No había lugar donde pudiera esconderme, avanzo en guardia hasta situarme más cerca de mi enemigo.