Partida Rol por web

Durante la fiesta, de repente la puerta principal del "Barril de Oro"se abre, y una figura esbelta cruza corriendo la posada, tan precipitadamente que choca contra un hombre apuesto, un almirante por sus galones (Enrique Fdez. de Córdoba),. Después cayeron ambos al suelo. El almirate derramó toda su cerveza en un ambiente donde a nadie parecía importarle, mientras que el susodicho que entró raudo cayó a su lado.

El desconocido no se detuvo ni a murmurar una disculpa, y rápidamente se levantó, para salir por la puertecilla que conducía al patio trasero, a un descampado, antes de que nadie puediera detenerlo. Los sombreros de ambos, en una fortuita casualidad, se cayeron al suelo al suelo. El desconocido, en su precipitación, cogió accidentalmente el del Enrique, dejando su vistoso sombrero blanco tras de sí, en mitad de la taberna. Nadie en la taberna, ante los litros del alcohol, se ha dado cuenta. Bueno, casi nadie.

Haced todos una tirada de Percepción (1d20)

Apenas me quedaba dinero de la última paga y de nuevo lo estaba malgastando en Ron. Estaba deseoso de iniciar una nueva incursión pero la maldita paz se alargaba demasiado. Estaba en Cartagena de Indias un gran ciudad española donde no gustabamos mucho los holandeses pero yo no me asustaba, los conocía bien y sabía que fuera de la mar no me causarían problemas.

De repente el barullo se incrementó en la taberna y puede ver agitación en uno de los españoles que más noble parecía y que bebía, al parecer, esa grotesca bebida que hacen llamar cerveza Cartagena de Indias. Traté de ver sin mucho interés a que se debía el barullo mientras recordaba las excelentes cervezas de mi Holanda natal.

Johan, 2 cosas:

1. Por favor, lee cómo se resuelven tiradas normales.

2. Envía tus post señalando todos los destinatarios (está por defecto), no sólo para el director.

La tranquilidad de la conversación con mi contramaestre se veía alterada por el gentío y el ruido de la taberna. No podía esperar otra cosa. Apenas dos tabernas hay en la zona y debía abastecer a todo el personal que purulaba por los muelles.

Aunque no iba a exigir a algunos de los más bajunos contertulios que se reunían, los mismos modales que un noble, esperaba un recato y un cuidado en quienes entraban.

Por eso, el joven malandrín que se abalanzó sobre mí, me pilló de improviso

- ¡Diantres, Caballero! Al  menos debería tener la decencia de disculparse - dijo el almirante con su voz de barítono bastante exaltado, pero sin perder las formas

Mi sombrero. Me di cuenta que me había sustraido mi sombrero. Equivocado, prefería creer que había sido una equivocación.

- ¡Mi sombrero, caballero! ¡Ha equivocado los sombreros! - bramaba el hombre que había tomado la montera blanca del suelo y se disponía a seguirle - Señor López, enseguida vuelvo - le dijo al hombre barrigudo que había a su lado. Al correr, limpiaba la pechera de la espuma de cerveza.

   Al empezar la charla con el desconocido, me sobresalta el que entra a la taberna, y lo veo caer al suelo luego de un choque con alguien de la marina. Pero no me importa demasiado y sigo con lo mío. Debe ser otro borracho más, aquí todo se intercambia.

Rudolph, aunque estaba lo suficientemente embriagado para inmiscuirse impertinentemente en los asuntos de los demás, no lo estaba tanto como para perderse la embestida de aquel hombre, que parecía estar huyendo de algo.

El almirante de Córdoba cogió el sombrero del desconocido. Sin embargo, vosotros, pudísteis notar, entre durante el transcurso de vuestras conversaciones y devaneos en la taberna, un pequeño bulto en el sombrero blanco que ahora corría en manos del marino de Córdoba. Era un bulto bajo el forro del sombrero.

La fiesta continuaba, la taberna era un lugar apropiado para una fría noche. De Córdoba corría tras el susodicho.

Menudo golpe..., ¡no se corre en mi taberna! -decía el tabernero...

- ¡Al ladrón! ¡Me ha robado el sombrero! - profería gritos el almirante. Sus rostro congestionado por la carrera y el esquivar la gente, comenzaba a perlar algunas gotas de sudor.

Miré al tabernero de forma intimidatoria. Estoy acostumbrado a mandar en mi fragata y sé cuando un subordinado desea sublevarse.

Tu has percibido, al igual que Rudolph lo que contiene el sombrero (de hecho hay un mensaje más arriba dirigido sólo hacia vosotros dos, que sois quienes lo habéis conseguido).

Tras aquel incidente todo siguió igual para mi, corrían rumores de que los holandeses deseaban crear en el mar Caribe algo similar a la Compañía de las Indias Orientales* para llevar los negocios y para, probablemente, armar barcos corsarios lo cual ofrecía a gente como yo enormes oportunidades. Además la tregua** entre España y las Provincias Unidas cada vez era más inestable pero aun así seguía sin haber grandes oportunidades a la vista.

Mire mi bolsa y me dirigí al tabernero para pedirle otro vaso de ron, atrás quedaban los días en los que pedía gritando botellas del mejor ron.

Veo toda la escena mientras la joven pirata hablaba conmigo esbozo una sonrisa, pues el petulante alm irante me ponia nervioso y no pude evitar que la pirata viera mi gesto de aprobación ante el desagravio sufrido por ese pomposo oficial español...

Señorita, su preciosa figurta, me priva de un espectaculo lamentablemente divertido, si quisiera acomodarse a mi lado para ver este circo de pomposidad y agravios comodamente...

   Al ver lo que el sombrero escondía, decido voltearme hacia el espadachín y hablarle -Si me disculpa, caballero. Me parece que hay algo más que sólo marinos y ron- y me retiro rápidamente hacia donde se encontraba la otra persona que se había percatado de lo que contenía ese misterioso sombrero. Pensé que esa persona querría apropiarse de lo que allí había, pero sólo me interesaba mirar lo que había dentro, al menos por el momento -Veo que ese sombrero no era un simple adorno- le digo a quien había tomado la bolsa -Creo que ese hombre huía de alguien, pero de quién? Si me permite, marino, podríamos retirarnos a un lugar más privado para ver su contenido. Le aseguro que por ahora sólo quiero mirar- dije tratando de ser lo más suave posible, pues nada aseguraba que todo iba a ir tan bien como esperaba.

Iñigo, percepción no superada.

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La jóven y hermosa señorita Cross había dicho unas palabras clave. Al parecer nadie se había dado cuenta, o casi nadie (percepción). No obstante, sus palabras fueron oídas por las personas que habían visto la escena, incluso las del almirante De Córdoba, que corría por la taberna. ¿Qué querría decir con su contenido?

Seguí corriendo al malandrín que llevaba mi montera y salí de la propia taberna.