Partida Rol por web

Tras llegar al callejón intento ver de nuevo si veo algo sospechoso... pero sigo cegato perdido asi que camino un poco por alli a ver si alguien ha visto algo que yo no vea.

    Luego de ver toda la situación que se estaba creando debido a que esos hombres encapuchados intentaban tirarse encima de un almirante y el joven que había conocido momentos antes, no sentí otra necesidad que la de intervenir en lo que sería la gresca a realizarse. Sabía que esos tipos estarían detrás del sombrero, por lo que se lo quito a quien lo sostenía para esconderlo en mi vestido; al instante me dirijo al portador del sombrero -Si quieres sobrevivir, dame ese sombrero y podré hacer algo- No esperaba que confiase en mí, pero yo también caería en la lluvia de golpes si algo sucedía allí mismo. Es entonces que empuño mi sable por las dudas, y espero a ver si aquel hombre tendría en cuenta su vida. Si quieren problemas, lo tendrán.

Del impacto del golpe, perdió el hilo de la conversación, y su instinto le impulsó a seguir hasta la puerta trasera de la taberna, siguiendo sigilosamente los cinco hombres raudos.

El jóven Íñigo, como era de esperar por su juventud, saltó la tapia sin problemas. Intentó percibir, una vez fuera, alguna presencia cercana, sin éxito. No obstante, lo que se veia a simple vista (los caminos traseros, alguna choza despoblada y cómo los borrachos volvían a sus casas) no tenía nada que ver con un hombre ataviado con prisas.

Los hombres se lanzaron contra Fernández, pero la pirata Cross se colocó delante del almirante, justo antes de que le golpearan. Parecía susurrarle algo a éste, y luego se interpuso, de manera defensiva, entre de Córdoba, para ella un desconocido, y los cinco "matones". Lo mismo hizo el inidigente que había presenciado toda la escena. Bajo su capa ocultaba un florinete con numerosas raspaduras en la casoleta (lo cual denotaba muchas batallas con él). Luego levantó su brazo, se acercó y puso delante del Almirante y apuntó hacia los perseguidores.

Mientras tanto, uno de los clientes de la taberna, intentaba entrar de manera sigilosa, sin que los cinco hombres notaran nada a sus espaldas.

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Rudolph: tirada de Destreza 1d20 para obtener el sigilo

Íñigo: percepción no superada. Puedes volver a entrar en el recinto de la taberna por la tapia, sin necesidad de tiradas, pero tardarás un poco.

Rudolph se internó al patio exterior y vio cómo 5 hombres amedrentaban a una mujer, un hombre con galones de marino y un indigente que portaba una espada. Los cinco hombres no notaron la presencia del comerciante, ya que estaban de espaldas, mientras que el resto miraba disimuladamente cómo entraba en la escena.

Me encaramo en la tapia de nuevo, y al ver la escena quedando a horacajadas (una pierna a cada lado del muro, saco mi arma de fuego y desde alli apunto hacia el interior del patio.

Almirante, no he podido seguirlo, pero al menos esta batalla la igualare en cierta forma...

Al entrar esos hombres no me percate de ello, estaba hablando con unos holandeses al servicio de la corona española acerca de la posibilidad de pedir una carta de corso española y que precio tenian, aunque no tenia ni una pieza de a ocho, me gustaba estar informado. Pero cuando uno de ellos me golpeo y casi me tira al suelo no pude si no levantarme y pedirle explicaciones a gritos:

-¡Eh! Ten cuidado maldito borracho o acabaras con una bala en la cabeza - al ver que ignoraba mis gritos avance a duras penas para ver cual era su proposito, mas con curiosidad que rabia y avance hacia la puerta y mirar lo que ocurria y que querian aquellos tipos con tampoco respeto.

Van Rutte se internó al patio exterior y vio cómo 5 hombres amedrentaban a una mujer, un hombre con galones de marino y un indigente que portaba una espada. Los cinco hombres no notaron la presencia del corsario, ya que estaban de espaldas, mientras que el resto miraba disimuladamente cómo entraba en la escena.

Vi al joven muchacho regresar. Estaba allá en lo alto, apuntando con su bien avenida arma. Sin duda yo habría disparado sin pronunciar palabra.

¡Espera! -grité mirando de reojo al jóven sin perder de vista a quien apuntaba. No dispares, la guardia urbana de la ciudad oirá el latigazo y arremeterá en la taberna. Si estos desdichados sobrepasan el límite agujerearemos sus solapas!... pero sin balas.

El líder de aquellos 5 malcarados, ante las ofensivas y hostiles palabras del indigente, empuñó su espada, una taza típica, y cargó contra él:

Fu atacante +1d20 vs Fu defensor 1d20:

Líder del grupo: (Oponente de Jerarquía 5, ver escena reglamento): (FU:9, PV:25, DES:14, ARMA:10)

"Indigente": (Oponente de Jerarquía 4, ver escena reglamento): (FU:7, PV:20, DES:11, ARMA:7)

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 El atacante giró su brazo magistralmente. Tras una ardua pelea donde revoloteaban las puntas y rechinaban los filos, las intenciones del atacante doblegaron el ánimo de aquel pobre indigente, el cual sufrió numerosos cortes en las extremidades y en un costado.

éste había caído malherido. Su espada voló a un lado del patio, resonó al únisono con el frío de la noche y el atacante rió descaradamente. Luego apuntó al malherido de nuevo con su espada, mientras el derrotado escupía sangre y se apoyaba con dificultad en el suelo, de rodillas...

Alguien más quiere probar? -dijo disimulando otra carcajada-. Si no es así... ¡entregadme ese sombrero blanco! -le dijo al Almirante de Córdoba con furia.

   Al ver que la situación se había tornado incontrolable, sólo pienso para mis adentros -Otra vez tendré que pagar por esta taberna...- y silbo lo más sonoramente posible, de tal modo que mis hombres pueden saber cuando estoy en una situación desventajosa. Luego, me dirijo hacia los desconocidos -Sólo pocos podemos causar problemas en una taberna como esta, y por ello se arrepentirán- Ahora sólo era cuestión de segundos hasta que mi tripulación llegase en mi ayuda.

Debido al ruido de la taberna y el oleaje cercano del puerto, ningún silvido o grito salía más allá de unos metros de la taberna a la redonda. Nadie excepto los allí presentes oía nada.

Le pasó por la cabeza que formar parte de aquella azaña le podía traer pingües beneficios -Tiene que ser realmente valioso aquel sombrero... - pero, antes de tomar decisiones que le podían costar la vida, prefirió demorarse - no es momento. Después de todo si la cosa se complica, el joven de la tapia tiene medios para resolver la situación - permaneció cautelosamente expectante con la daga en la mano.

Salto desde el muro y desenfundo mi espada, de taza ornamentada, hecha a medida para mi mano, cuidada aunque con marcas de combates...

Te he oido indi...caballero, agujereemoles pues sin balas, lo prefiero asi...

- Un sombrero perdido por uno ganado. Es menester que justo sea el trato, caballeros. Si tienen a bien marcharse, les aseguro que no se le guardará ningún rencor por su osadía. Mas si a lo que vienen vuesas mercedes es a armar camorra y desatinos, encontrarán mi acero locuaz a la par que veloz.

Con el sombrero en la mano derecha, me apresto a blandir con firmeza el digno rapier que ha de atravesar a esos malhechores.

- Si mis camaradas no tienen objeción, batámonos, pues. Que no se diga que un Bien nacido, niega el honor de batirse en digno duelo, aunque el derecho sea mío.

Rudolph: Puedes hacer una tirada 1d20 de Destreza si quieres dar muerte con tu daga y el sigilo con el que tuviste éxito. Habría un enemigo menos (es voluntario).

Fdez. de Córdoba:

El Almirante se adelantó y pidió un duelo al líder. Si fuera una petición hacia cualquier otra persona no habría dudado en negarlo y aprovecharse de la superioridad física de sus oponentes. Sin embargo, el líder pensó unos momentos mientras aguantaba su espada en alto, rozando con la del Almirante.

Sin duda mis hombres confían en mi diestra para estos sucesos -dijo extendiendo los brazos y mirando a sus compañeros. Me parece justo. Nos batiremos en duelo. Si mi espada cae en desgracia nos iremos todos; ¡si tu eres derrotado me daréis ese sombrero, y vuestro oro!

Después de esto, se defendió de la estocada del Almirante:

Puedes seguir atacando hasta que pierdas en uno de los asaltos. Si pierdes en uno, pasarás a ser defensor. Es algo así como los espadachines que atacan y avanzan... y si hieren al contrario, por la euforia, siguen atacando.

Otra cosilla, la próxima vez declara a quien va dirigido el ataque, es decir, precisar la acción un pelín (he supuesto que has atacado al que hablaba).

Lancé una mirada al jefe.

- Es no es el trato. Sus mercedes han venido a violentarnos reclamando un enser que no les pertenece. Retroceded ahora y no habrá reclamo.

Envio otra estocada.