Partida Rol por web

El hachazo de Rorgo encuentra certeramente su asiento en las costillas del salvaje, quien se desploma sobre las escaleras con las entrañas rotas. Entre sus labios llenos de sangre escapa una sonrisa antes de expirar…

Tyr se lanza enseguida a su lado, para tomar a Ginevra y tratar de reanimarla. ¿Pero en su estado, que puede hacer? Sujeta a la niña, cuya sangre corre por el vestido, y mira hacia aras en busca del “sabio”. Tal vez el pueda…

Pero Fenrir está ocupado. El espectro que lo mantiene sujeto, hunde sus dientes en el cuello del hombre, amenazando su vida. Y el restante no deja en paz a Anibal, volviendo a agarrarse del norteño. 

Aníbal trata de derribar sobre sí mismo al caminante. Para deshacerse de una vez por todas de él-  ¡Que alguien ayude a Ginevra! - Grita desesperado al ver como la sangre de su hermana pequeña desciende por las escaleras de madera en un lento y sinuoso riachuelo de maná carmesí.

Dánae, débil como estaba, se arrastra por el suelo, con la ayuda de su fiel mascota. No tenía ni idea de primeros auxilios, pero no se podía quedar más tiempo quieta. Bastante inútil se había sentido ya.

Se rasga un trozo de ropa y tapona la herida. ¡Alanka, ayuda a Fenrir! Le necesitaban vivo para poder salvar a Ginevra. Aguanta, pequeña... le susurraba.

-¡Arrgg!- exclamó casi como una respuesta al pedido de Aníbal cuando el espectro mordió su carne y el dolor invadía todo su cuerpo.

Yo lo haría si no estuviera siendo comido... pensó amargamente el viejo intentando romper la presa que el espectro estaba llevando a cabo, pero el cansancio y el dolor en un cuerpo maltrecho como el suyo hacían imposible dicha tarea.

El lobo, al ver en peligro a su amo, erizó aún más su pelaje y se lanzó sobre el cuello del atacante de su amo y compañero. Lanzó una mordida que arrancó apenas un poco de piel y carne, pero el espectro parecía no darse cuenta de ello: tenía una presa entre sus manos, y ésta estaba demasiado cansada como para escapar.

Y era así... Fenrir intentaba escapar, pero la fuerza de la muerte en vida parecía ser demasiado para él. No podía hacer nada, ni por él mismo, ¿cómo podría hacerlo para la niña?

Rorgo se debate entre matar a los salvajes que quedan o apartar a la pobre e indefensa chiquilla de en medio. Curarla no iba a poder curarla pero recogerla y resguardarla podía ser una buena opción.

Se agachó a por Ginebra y la cargó en sus brazos, protegiéndola hasta llevarla hacia donde se había recluido la pelirroja con el gatosombra anteriormente - Cuida de ella, Dánae - Inclinó la cabeza en gesto de agradecimiento por el encargo y salió de nuevo a la carga dispuesto a matar a los últimos vestigios del mal, los últimos salvajes que quedaban en la morada de los Flechanegra.

 Tyr ayuda a Rorgo en el traslado, quedándose junto a Danae y el sangrante cuerpecillo de Ginevra, mientras este acude en ayuda del otro par a terminar la lucha. En verdad, hace falta.

Anibal no tiene problemas en escapar del espectro, pero no encuentra huecos para contraatacar antes de volver a ser herido. La tenacidad ciega y obtusa del monstruo se recompensa cada vez que la sangre del norteño se derrama, y ya comienza a sentirlo. Por otra parte, Fenrir no logra huir del letal mordisco. La sangre se derrama de su cuello al pecho, y el dolor le empieza a ganar terreno. Ni el ataque desesperado de Karkaroth basta para romper eso… El espectro no se vuelve hacia el huargo, no siente dolor por la herida recibida. Menos con una presa ya en sus manos... y dientes.

Y la herida se hizo más profunda, y la sangre más copiosa. La vista de Fenrir se volvió nublada y la precisión se alejaba como su vida y fuerza. ¿Cómo haría para salir de ésta si Karkaroth no podía alejarlo de él y los demás estaban ocupados? De todas formas, no se rendiría...

Fenrir gritó con una voz cansada y dolorida, teñida de desesperación mortal... pero también de fe ciega: los Dioses lo ayudarían o moriría si esa era su voluntad. Pero la naturaleza lucha por sobrevivir, y eso mismo haría él.

Golpeó con el puño de su espada la boca del espectro con la esperanza de romper aquellos dientes ya muy teñidos de sangre... su sangre.

Mientras tanto, Karkaroth seguía mordiendo y desgarrando intentando salvar a su amo de la criatura que lo estaba asesinando. La sangre se olía y el lobo se enfurecía...

Aníbal trata de deshacerse otra vez de aquel furibundo atacante, que ya le había cosido a mordiscos, no eran graves pero joder si ya empezaban a escocer, además no podía hacer nada más que revolverse contra el muy indeseable en aquellas escaleras, impidiéndole subir.

Habiendo dejado a la pequeña Flechanegra a resguardo junto a su hermano y la chica pelirroja regresa ávido de sangre a la lucha contra los salvajes que parecían carecer de ella.

Vuelve a ocupar su posición de ataque y esta vez, se detiene junto a Aníbal e hinca el hacha en la espalda del salvaje que repetidamente muerde y apresa a su sobrino impidiéndole bastamente luchar.

Fenrir se libra justo cuando el fiel Karkaroth embiste nuevamente y logra arrancar la cabeza del espectro. Ahora solo queda uno de los oponentes.

Un soldado normal huiría, se rendiría o algo. Pero el Espectro, inconmovible, no. Continua atacando a Anibal, el cual vuelve a escapársele. La garra arranca otro trozo de carne y sangre del norteño, pero esta vez no logra sujetarle! Al fin, la abertura permite contraatacar, y destruir a la ya dañada criatura con un soberbio tajo.

Los cuerpos se apilan por doquier en el calabozo. Sin embargo, a pesar de la sangre y heridas que los cubren, ninguno es de los Flechanegra. Por ahora… Danae sujeta a la malherida Ginevra, intentando contener su hemorragia. Tyr, respirando pesadamente, intenta ayudarla pese a que sus mismas heridas no son mejores. El combate se ha cobrado su precio. Y todavía falta uno de los prisioneros…

Bajando por el corredor se escuchan las voces preocupadas de las tropas que esperan. ¿Que ocurre? ¿Porque tardan? Muchas cosas se acumulan sobre los corazones norteños...

Anibal recoge a Ginebra - ¡¡Dánae, chamán, venid por favor, ayudadme!!  Rorgo, busca a Cornelio, será mejor que no estemos aquí cuando caiga la noche. Tyr, sal con las tropas, averigua cuantas bajas hemos tenido y si hemos hecho prisioneros, pregunta a la gente del pueblo si quedan salvajes dentro de Robledo o si por ahora la ciudad es nuestra.

Aníbal no pensaba quedarse y fortificarse, eso sería a todas luces un suicidio. Pero convenía saber cuanto más mejor antes de decidir el siguiente paso.

Tyr hace una mueca, pero asiente, intentando subir y cumplir la orden, pero enseguida tropieza con el primer escalón, golpeándose con las piedras rudamente. Un gemido de dolor escapa de sus labios, aunque intenta contenerlo mordiéndose el labio inferior.

-Ahghhh… Lo… lo siento. Soy un inútil. Parece que ni eso puedo hacer.-dice con una mueca pesarosa. Nunca en sus correrías lo habían herido tanto.- Pero espera… Alesha! Alford! Bajen!.-, llama a un par de sus leales por el tiro del pasillo. Mientras bajan, añade.

-Puedo decirte que perdimos a tres... Osca, Kordran y Svarti. Pero no dejamos a ninguno de esos perros con vida allá arriba. +enseñando los dientes al recordarlo.

Fenrir agradeció en sus adentros a los Dioses. Otra vez lo habían salvado de una muerte segura y otra vez en la leal forma de Karkaroth.

Sin perder un momento, y aún consciente del dolor que sentía se acercó a Ginevra que yacía moribunda. 

-Permiso...- dijo sin muchos miramientos ante los inútiles intentos de la pelirroja -Después revisaré a los demás, ahora necesito espacio-

Con presteza comenzó a revisar las heridas y a utilizar sus conocimientos para salvarle la vida...

Dioses... no dejen que muera...

Obedeciendo las órdenes de Aníbal, Rorgo se enfrascó en la búsqueda de su sobrino más pequeño. Esperaba que para los demás su momentánea ausencia no fuera de vital importancia y se las pudieran apalar sin hacer incrementar el números de bajas amigas.

Empezó buscando por los calabozos en los que se encontraban y siguió recorriendo el lugar de cabo a rabo pensando dónde lo podrían retener. No estaría sólo, seguro, sino lo habrían escuchado chillar en busca de ayuda. Por lo que si no lo encontraba en los calabozos, buscaría en las dependencias del difunto rey Sweep o en los adyacentes.

Resulta claro tras revisar a la muchacha brevemente, que la herida es gravísima. Atenderla aquí no servirá de nada, puesto que la herida se infectara casi con certeza*. Deben llevarla cuanto antes a un lugar adecuado donde pueda reposar, y ser cosida y vendada apropiadamente, o de lo contrario…

La búsqueda no es tan larga como era de temerse. Encuentras al pequeño en la misma sala donde tenían a Ginevra! Al parecer el salvaje decidió que no podía cargar con ambos y se llevó a la más valiosa con él. O al menos eso intento…

Por otro lado, tampoco dejaría a nadie atrás.

Cornelio tiene el cuello cortado hondamente. Sin duda por eso no pudo gritar, aunque incluso asi probablemente no le hubieran oido entre los ruidos de la pelea. Tiene las manos atadas; ni siquiera le dieron chance a defenderse. Sus ojos solo miran al muro, tendido en el heno que le servía de cama, mientras el rojizo manchón se extiende por un lado del rostro… 

Baja con el arco en mano, la primera, mirando rápidamente la escena. Al ver el estado en que se encuentran y los cuerpos apilados, abre un tanto los ojos… Pero rápidamente se centra en el tema que concierne.

-… Dioses. Sera un buen relato. ¿Que necesitas?  Aparte de un sanador, cuanto antes.

Esboza una sonrisa irónica, pero menea la cabeza.

- No todavía. Primero lo primero. Aseguren los muros y revisen el castillo. Vean si queda alguno de esos bastardos con vida e intenten capturarlo.  Envía un mensaje si encuentran algún problema. También pregunta a los del pueblo si hay más o si la fortaleza es nuestra.

Luego de repetir las palabras de Anibal mira hacia este, por si falta alguna otra cosa.

Fenrir miró hacia los lados. La situación no era para nada favorable para la muchacha que yacía junto a él. Su respiración era dificultosa y Fenrir sabía lo que significaba: si no la lograba llevar a un lugar donde pudiera descansar y en donde pudiera atenderla sin molestias, moriría irremediablemente, uniéndose finalmente con los Dioses...

-¡Aníbal! ¡Esta chica necesita un lugar donde descansar!- le gritó al Flechanegra -Tengo que atenderla mucho para que sobreviva por lo que no puedo distraerme... ¡pero aquí no se puede! ¿Dónde la llevamos?- preguntó mientras miraba a los demás buscando ayuda para levantar a la muchacha.

Aníbal quedó mirnado perplejo los ojos de Alesha... Ahí arriba habían muerto tres valientes soldados, y aquí no podían quedarse mucho tiempo. Con Ginebra en brazós tendiéndola a las manos del chamán empezó a subir las escaleras. - Por aquí, a los dormitorios, si los Robelianos están ahí fuera ahora apurarán en traernos toda clase de enseres.

Traed a Tyr por aquí. - Aníbal los dirigió a los dormitorios reales, seguro que estaban saqueados pero tendrían un jergón donde yacer. Todo había mal, no se suponía que los salvajes iban a prestar tanta resistencia ¿Porqué habían luchado como diablos? ¿Y porqué guardaban aquí diablos mismos de más allá del muro?