Partida Rol por web

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   Observo con curiosidad, desde una distancia prudencial, como reacciona el "infectado" de Mergun a los poderes curativos, mientras me apoyo como quien no quiere la cosa sobre mi hacha Labrys. Desde luego yo no pensaba tocar a ese despojo humano para realizar ningún intento de curación.

   Observo aburrida de tanto en tanto alrededor, no sea que mientras estamos aquí parados, atraigamos la atención de alguien o algo.

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Adon mira con recelo a Mergun, su risilla nerviosa le saca de quicio:

-Id vosotros al templo y recuperad la supuesta caja del Geómetra… Yo me quedare con Buntalos vigilando a este- dice con cierto desprecio mientras señala a un Mergun ausente.

Miro a Adon, la idea era inteligente, pero no me gustaba la idea de quedarme vigilando a un hombre con lo que sea que tenga, aunque me llama la atención, sea lo que tenga Mergun, no ha reacionado a lo que ha hecho el egipcio, "Señor Mefred, me gustaría preguntar que ha hecho para que se ponga así o simplemente que era esa luz" lo suponía, pero sabía de un Heleno que le gustaba preguntar a la gente, un tío raro de Atenas.

Observo la  escena desde una prudente distancia.

Aunque bien creo a ojos cerrados en la magia curativa. Si Mefred ha curado a Mergun con esas simples oraciones, mis dioses no serian tan dioses...

- No puedo estar más de acuerdo con las palabras de Tomiris. Yo iría al templo, pues Mergun no me parece peligroso, pero no me gustaría contraer su infección.

- Creo que no debemos separarnos, el terreno es inhóspito y no se sabe que nos puede esperar en el camino(solo la idea de que Buntanos no venga con nosotros me da escalofríos, no se porque pero desprende paz y calma, siempre es bueno tener las espaldas protegidas)

¡Oh Buntalos el Íbero, bendita tu curiosidad, que sin duda place a los Dioses! Para ellos somos como los pequeñuelos que corretean, inocentes a los pies de su madre. No es sino con benevolencia que ellos desean iluminarnos y enseñarnos. Sabe pues que el gran Ptah, es dispensador de la sabiduría. Él mide y ordena con su vara de colores, y así todas las cosas están en su justo sitio y proporción. Al rezarle yo, le he suplicado humildemente que restaure la armonía de este ser. Su divina bondad ha resplandecido aquí, como necesariamente habéis visto. Ya podéis apreciar, pues, que dedico mi vida toda a su servicio y gracias a ello a veces puedo canalizar su divina esencia, tal y como está ordenado por Osiris, Ra, Amón, Isis y Maat, con el divino Hijo, Horus.

Mefred acaba su diatriba con una inclinación amistosa, cruzando las manos sobre el pecho, cada una apoyada en un hombro, y una de ellas sujetando en vertical su bastón. Tal y como ha descrito el poder de su dios, el suyo, terrenal y hecho de palo, es una vara recta, larga como su misma estatura, pintada con bandas de colores con las que evidentemente se podría medir algo. El extremo inferior de la vara es metálico, y dividido en dos, como una pequeña "u" hacia abajo. El extremo superior hace una especie de curva que está tallada como una cabeza de chacal muy, muy estilizada con dos largas "orejas". Nunca le veis sin apoyarse en su bastón, que habitualmente le sirve sencillamente como un apoyo a sus ya cansadas piernas. Pero que evidentemente es capaz de funcionar de otras maneras mucho más interesantes.

Y así es el bueno de Mefred. Un vejete sonriente, simpático, amable y ya frágil. Pero que cuando le inunda el poder de su Dios, es capaz de hacer cosas verdaderamente maravillosas. Como curar, o al menos en algunas ocasiones intentarlo.

Amigos, yo creo, con el Sabio Tao Wing, que no deberíamos separarnos. Sin duda que sería bueno que Mergún nos acompañase, eso sí, a unos cuantos pies de distancia para evitar los malos espíritus que sin duda han causado su enfermedad. Pero sin no quiere, me temo que no podemos hacer nada, sin ofenderlo con la violencia.

Tendremos que seguir.

De momento Mergun permanece catatónico. No atiende a estimulos ni habla.

El cielo sigue despejado en Askos, iluminando playa y mar con una intensa claridad. Y aunque os vais acostumbrando, la pestilencia sigue flotando en el ambiente, aunque no podeis distinguir si proviene de la brisa marina o de las repulsivas pústulas del extraño. 

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   Yo lo dejaría aquí, no parece que sea muy concurrido este sitio y una turba con ganas de juerga se oirá, estemos donde estemos.

   Me acomodo los pertrechos.

   - Vayamos al templo de Poseidon donde nos ha indicado, aunque por las pintas, me da que ese templo poco consagrado está. -

   Observo el templo, pero cuando parece que empiezo a distinguir los detalles, un resplandor del sol me dificulta la vista y al cabo desisto.

   - En marcha, yo abro paso. -

   Y empiezo a caminar.

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 A simple vista parece que las llagas han mermado, pero cuando examinas un poco más de cerca la piel del enfermo te das cuenta de que las pústulas supuran y se agitan como si tuvieran vida propia emitiendo un hedor a carne muerta todavía mas intenso. Según tu experiencia es como si hubiera sufrido un rechazo del conjuro que realizaste.

Ok gracias Jefe

La expresión de Mefred se ensombrece claramente. Está claro que el estado de Mergún no ha mejorado.

Dedica unos instantes a rezar, como para sí. Quizá está pidiendo perdón a los Dioses por su atrevimiento. En todo caso, se yergue de nuevo, con determinación en la mirada.

Encogiéndose de hombros, se coloca bien su petate y echa a andar tras Tomiris.

Adon observa con cierta parsimonia las acciones de sus compañeros, y tras la negativa de Buntalos para quedarse, con su característico tic pone la boca torcida ya que no le agrada en absoluto la idea de quedarse solo con Mergun y su enfermedad.

-Está bien, vallamos juntos al templo y dejemos a Mergun aquí, es posible que los dioses nos tengan a bien si ayudamos a este pobre desgraciado. –Dice mientras sigue los pasos de  Tomiris y Mefred con la espada Kopis en una mano y con la otra tapándose ligeramente la nariz –Esta pestilencia es insoportable… recuerdo un viaje a una  lejana isla cerca de Siracusa, la tierra emitía unos vapores sofocantes y eran casi tan nocivos y pútridos como el éter de Askania…

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   Voy caminando hacha en mano, mientras nos aproximamos al 'templo grande' que señaló el tal 'Mergún' y arrugo la nariz al oir el comentario.

   - Entonces no pensamos en el mismo éter, que llena el espacio y el tiempo y que constituye el quinto elemento, el aire puro que respiran los dioses, fuente de la magia. -

   Seguimos caminando hacia el templo mientras intento astibar si esa edificación tiene guardias o no y si, efectivamente, está consagrado a algún dios o hace tiempo que los dioses abandonaron el lugar.

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Escucho con atención a las palabras del anciano sacerdote, solo me había enterado de que la magia venía de los dioses y algo de un dios con vara de colores, aunque la frase final es la que responde a mi pregunta, "Pues es una pena que yo no tenga ni la paciencia ni la juventud como para empezar a recorrer ese camino, si eres capaz de curarnos, yo le dare una ofrenda a cada uno de tus dioses como agradecimiento" y cuando escucho las palabras de Adon lanzo un suspiro de juvilo, y ni me digno en ocultarlo, prefería estar en el templo que vigilando el infectado loco, el cual no estaba en un buen estado y eso iba para largo, "¿vamos a ver el templo?" les digo al resto, listo para partir.

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   Asiento a Buntalos, - vamos, a ver que pueden ofrecernos los templos de estas tierras, aparte de recuperar legajos perdidos. -

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Escucho intrigado las decisiones de mis compañeros, y esbozo una sonrisa de satisfacción al ver que todos vamos al Tempo.

- Para bien o para mal mejor todos unidos.

Me mantengo en la parte trasera del grupo, y de vez en cuando miro para atrás observando a Mergun y sus movimientos, no me fío de este pobre hombre.

Tomiris abre camino, pocas mujeres hay mas valientes en la tierra conocida.

Dejáis atrás a un Mergun ausente y avanzáis sobre la fina arena de la playa, ahora ardiente por culpa del sol. La playa esta salteada de peces y  crustáceos muertos como si fuera una titánica y aurea red de pesca recién sacada del mar. El camino, solitario y silencioso. Tras unas pequeñas dunas se distingue la construcción blanca del templo. Las casas de Askos se encuentran a más de cien metros y si se fija la vista descubren un hilillo de humo brotando del tejado de alguna de ellas.

El templo, aunque espectacular en su tamaño, tiene un aspecto lamentable. Parte del tejado se ha venido abajo junto con algunas columnas, cuyos trozos cilíndricos yacen esparcidos por doquier. Además todo está recubierto por una capa espesa de hollín, como si hubiera ocurrido un gran incendio.

Se trata de un gran edificio rectangular rodeado completamente por columnas. Una vez dentro se filtra la luz solar por los boquetes del techo. Dentro, aparte de los escombros, apenas queda más que una estatua de Poseidón de bronce de unos dos metros de alto, que aun que está en pie ha sido salvajemente decapitada. También hay  un pequeño altar que ha sido partido en dos. No hay rastro de candelabros ni pebeteros, aunque si los huecos en el mármol donde debieron estar. La estatua, majestuosa, representa al dios del mar grandioso y musculado con su típico tridente aferrado en la mano derecha. Si observa de cerca se ve que está recubierta de unas manchas de color parduzco como si una mano enorme hubiera esparcido algún líquido viscoso sobre ella.

En un trozo de pared que aún queda en pie, con la misma sustancia parduzca que luce la estatua del dios, hay escrito algo con grandes símbolos.

El templo, aunque era parecido a lo que los griegos les gustaba construir, estaba en un aspecto bastante deplorable, y parecía que lo habían saqueado, una cosa esta clara, la gente de este sitio no tenía ningún aprecio a su dios patron, aunque viendo como esta todo, no me extrañaba el porque viendo el estado del pueblo, "Esta claro que no tenían un gran aprecio a su dios, y no se si lo que pasa es su venganza" digo al verlo todo, pero giro mi mirada hacía Mefred, no sabía mucho de asuntos divinos, pero esto estaba claro incluso para mi.

Mefred el Egipcio, miró todo a su alrededor, sintiendo el temor de los Dioses. Pues parecía que su ira se había abatido sobre aquel lugar. Pero qué Dios o ser extraordinario había podido realizar aquel desastre no lo sabía.

Se encogió de hombros con impotencia, ante el gesto de Buntalos el Íbero. No sabía más que él.

Amigos, ¿sabéis lo que significa esta inscripción? Yo diría "Hal Krag", si no me equivoco. ¿Habéis tenido noticia alguna vez de tal nombre?