Partida Rol por web

Akeelah, había pagado una buena suma para llegar hasta el lugar donde se encontraba, y una vez allí, tenía miedo. El miedo causado por el no saber donde va a parar, el miedo de no saber qué encontraría al otro lado. Una suave brisa cálida acarició su cuerpo, mientras una luz rojiza le envolvía.

- ¿A dónde quieres ir Akeelah? - Murmuró el mediano que se situaba a su derecha, impaciente.

- A Nightshade, a la torre del Archimago - Recuerdas haber dicho.

- Sea pues...

El portal era antiguo, al igual que la magia que lo controlaba, y Ikkiros era de los pocos que lo sabía controlar. Susurró unas palabras, en una lengua que te era familiar, pero solo en apariencia, pues sus palabras eran desconocidas para ti. Un lenguaje similar al élfico. La tenue luz roja que emanaba del portal se tornó en azul, y un remolino de luz blanca surgió en en el centro, atrayendo hacia sí el aire.

¿Qué idioma es ese Ikkiros?

Élfico antiguo, una lengua muerta, utilizada para la magia, pocos lo conocen. - El mediano dio un chasquido de dedos, y una chispa salió de estos, una chispa azulada que voló hacia el centro del portal, lentamente, con gracia, y se introdujo en el remolino, creando un vórtice hacia adentro, que comenzaba a rebotar - Adiós, querida.

El vórtice sobresalió del portal, rodeando por completo tu cuerpo, y atrayéndote hacia el de una forma violenta y rápida.

Por un momento, no viste más que oscuridad a tu alrededor, y una fuerza que te encaminaba en una dirección concreta, una fuerza ante la que eras incapaz de luchar, que te succionaba hasta algún sitio.

Por fin apareciste en una sala iluminada, la luz te cegó a unos ojos que se habían acostumbrado a la oscuridad, nada más que una luz blanca veías a tu alrededor, no oías más que un murmullo, una voz grave que te hablaba, sin tu entenderlo, como en susurros.

Tus ojos empezaron a acostumbrarse, muy lentamente, mucho más lentamente de lo que nunca habías podido experimentar. Empezaste a vislumbrar una silueta de pequeño tamaño, de pelo blanco y larga barba, pero no veías mucho más allá, y a duras penas entendías qué es lo que decía.

¿Te ... ...en mu...acha? ... (Durante un tiempo no entiendes nada)... Nightshade. - Ves a aquel tipo moverse con un objeto voluminoso en las manos.

- ¿Una silla? - pensaste.

Notaste como tiraba de ti hasta lograr sentarte, y luego es puso delante tuyo.

- ...ansa un ... ... onto remitirá el ...eo.

La cabeza le daba vueltas, y los recuerdos de lo que había sucedido en los últimos momentos se le escapaban como si tratara de atrapar el agua en el cuenco de sus manos. ¿Habían pasado unos segundos u horas? Era difícil discernirlo.

Una vocecita dentro de ella decía que lo que estaba experimentando eran las consecuencias lógicas de un poderoso conjuro de teleportación. Ah, sí, el portal. Con un poco de suerte lo habría llevado a la Torre del Archimago, en Nightsade. Era un destino obvio para alguien como ella. Angigelaapauntinju le había encomendado viajar por el mundo y aprender sus costumbres para aprender a valorar y juzgar las suyas propias. ¿Qué mejor manera de empezar que estudiando la magia de los extranjeros? Akeelah pensaba que la magia decía mucho de un pueblo y su modo de entender el mundo. La magia de los telanitas recordaba a los dragones que los regían: igual de vivaz, vigorosa y fuerte, con alas que planeaban en el viento, y un ímpetu que podría competir con el aliento draconil. ¿Cómo sería la de aquella gente?

—Me encuentro bien —dijo con voz pastosa. Se frotó los ojos cerrados con las yemas de los dedos y añadió con más seguridad que la que realmente sentía: —. El dragón es fuerte en mi, un mareo no me detendrá.

Miró con ojos entrecerrados en derredor. La luz aún la molestaba, pero le pareció ver que la voz que escuchaba provenía de un anciano de barba blanca. De pronto se quedó sin resuello: ¿sería el legendario Gandalf Vintur, el último de los inmortales, el mago más poderoso de todo el continente?

Tragó saliva y se esforzó por aclararse lo suficiente para hacer el saludo ceremonial de un telanita a su anfitrión.

—Mi nombre es Akeelah. Vi... vida y paz para ti. Que los dragones vuelen en tus sueños. Que la magia centellee en tus manos. Que tus campos crezcan fértiles y tus hijos sanos. Que Saphas te sonría y colme de bendiciones tu vida —recitó la ancestral bendición, pensando que quedaba mucho más majestuosa en el lenguaje de los dragones que en común.

Akeelah formó un cuenco con sus manos y una luz centelleó en ellas: era el gesto tradicional de cortesía en el que un telanita ponía su magia al servicio de su interlocutor.

—¿Estoy en la Torre del Archimago de Nightshade?

El hombre borroso que se encontraba ante ti, se fue aclarando hasta ser la imagen de un anciano gnomo, la sala se fue oscureciendo hasta convertirse en una pequeña sala de piedra, decorada una alfombra roja, y estandartes rojos en las paredes, en los que se repetía una imagen, un águila dorada sobrevolando una torre. Tus oídos pronto se acostumbraron al cambio en la presión, y pudiste oír bien de nuevo.

Os encontráis en la cuarta planta de la torre del Archimago, departamento de portales. - La voz sonaba esta vez menos grave. El gnomo era de nariz y orejas puntiagudas, larga melena y barba blancas y unos enormes ojos azules. Viste una túnica de un color gris y azulada.

Yo soy Gimble Girafuga, guardián de los portales de Nightshade, nadie entra ni sale de un portal sin que yo lo sepa.

Akeelah estiró el cuello en un gesto instintivamente arrogante al enterarse de que estaba hablando con un simple funcionario y no con el famoso mago. Los gnomos no eran muy apreciados en Telán. La mayoría eran comerciantes que traían mercancías de otros lugares y que no se les dejaba pasar a intramuros de las ciudades interiores como Utopía. Los que conseguían la ciudadanía no eran mucho mejor considerados que los criados.

—Entonces ya sabréis lo que he venido a buscar —dijo con frialdad—. Indicadme el camino.

Solo vos sabéis qué habéis venido a buscar, yo solo se a dónde vais y de donde procedéis, y aunque tenéis toda la pinta de ser maga, no pertenecéis al gremio, luego vuestro único posible destino es escaleras abajo, hacia la biblioteca del primer piso, o a la calle, así que puede salir de esta sala y cruzar el pasillo hasta las escaleras, y bajar cuatro pisos - Dice el gnomo serio y arrogante, incluso ofendido ante la altanería de la recién llegada.

El portal se cerró definitiva y bruscamente, en una espiral de fuego, seguramente generada por el enfadado gnomo, que sin duda sabía como se trataba a los gnomos en el reino del que procedes.

Akeelah alzó aún más la nariz, hasta que apuntara al techo de la estancia.

—Voy a la biblioteca —silabeó, como si no tuviera muy segura de que su interlocutor fuera a entender su idioma.

Y se quedó parada allí, esperando que el gnomo la acompañara a su destino. Al fin y al cabo era lo que se esperaba de un gnomo en Telán, y lo que había visto a hacer toda su vida.

Pues vete - el gnomo estaba malhumorado, el ceño fruncido, bajo unas pobladas cejas blancas, y unos ojos que te miraban desde unos pies de altura más abajo - sigue el pasillo y baja las escaleras hasta la primera planta, no soy tu criado ni los gnomos os servirán aquí. Si queréis puedo ahorraos la bajada por las escaleras y lanzaos por una ventana...

El gnomo salió de la habitación y se dirigió hacia el pasillo, para entrar en otra sala, seguramente para abrir otro portal y seguir con su trabajo.  

Su sangre comenzó a hervir, "como se atrevía aquel pequeño gnomo a hablarle de esa forma". Camino en dirección a la puerta por la que se había marchado el Gnomo con la intención de exigirle una disculpa, después de todo ella no le había faltado al respeto en ningún momento.
No llego a abrir la puerta, decidió que no podía rebajarse a seguir a aquel maleducado gnomo para que se disculpara, además, quería ver la biblioteca, y ya se encargaría del gnomo en su momento. Cambio de dirección y se dirigió a la biblioteca.

Cruzas el pasillo, lleno de habitaciones como de la que acababas de salir, y llegas a una escalera para bajar una planta y encontrarte con una de las plantas prohibidas de la biblioteca, custodiada por dos magos de guerra, cruzando sus lanzas en la mitad del portón.

En la segunda planta se encuentra la biblioteca arcana y divina, una biblioteca, de acceso más restringido, por el mayor valor de los libros. Para entrar a ésta biblioteca, es necesario pagar 1000 monedas de oro de fianza, a pesar de la abusiva vigilancia de la misma por parte de los magos de guerra guardianes de la biblioteca, los cuales, tienen que tener un grado muy alto para poder ser aceptados como tal.

Por fin llegas a tu destino, la primera planta, donde se encuentra la mayor biblioteca del reino. En la primera planta, a la que pueden entrar la mayoría de las personas, es la biblioteca de las Artes y Ciencias mundanas, donde se localizan numerosos tomo de geografía, naturaleza, religión, así como libros de cuentos. Estos libros están muy bien conservados, gracias al cuidado de los magos, que no permiten que los libros salgan de la biblioteca, ni permiten que éstos salgan de ella. En la primera planta, también hay una pequeña tienda, muy acogedora, en la que se venden los libros de los cuales hay numerosas copias, por donaciones del escritor o por que están desfasados, y se venden por un precio lógico para el valor del libro.

Mientras bajaba a la biblioteca Aleelah comenzo a sentir frio, su ligera tunica de seda blanca ideal para el clima de su tierra, no era para nada efectiva en el clima de aquel lugar, ademas ella estaba estaba acosumbrada a un clima desertico, asi que para cuando llego a la biblioteca, tenia mucho frio.

Aleelah habia pensado en la biblioteca para empezar a conocer aquel lugar, podia leer sobre la ciudad y sus alrededores, despues de todo estaba alli para conocer otras culturas, pero el frio la hizo cambiar de opinion, asi que se acerco a la primera persona que vio, y simplemente dijo- Necesito comprar ropa. - Mantenia la cabeza alta, y se negaba a admirse a ella misma que estubiera muriendose de frio.

Bajaste por las escaleras, para cruzarte con la biblioteca, sin entrar, y salir a la calle, donde el frío no se hacía mucho más aparente, pero ahí  estaba. Una vista atrás te hizo ver la inmensidad de la torre de la que salías, tal era que mareaba el intentar ver la cima. Al lado había un imponente castillo, sede de los famosos caballeros Rantanos, recelosos de la magia, conocidos en casi todo el continente.

Saliste a un patio de armas, donde se había congregado una gran multitud, un gran número de personas que venían a escuchar las nuevas que traía en emisario real.

Su  majestad, Temer el Grande, rey de Aam, ha muerto envenenado, en sus aposentos hace cuatro días, su hijo, el príncipe Theorim tomó la corona y se proclamó como el nuevo rey de Aam, ¡Larga vida al Rey!

El rey Theorim ha emitido la orden, de su puño y letra, que obliga a la disolución de la Orden de la Cruz y la Espada, más conocida como la Orden de los Caballeros Rantanos, acusados de alta traición, asesinato, adoración a falsos dioses, sodomía y conspiración contra el rey. Solo los oficiales serán investigados y ajusticiados, los caballeros y soldados que depositen sus armas y juren obediencia al rey Theorim serán perdonados y tendrán un puesto en la Orden de la Garra Roja. Para quien quiera consultar la orden, habrá una copia de la misma en la casa comunal y otra en la ciudadela.

Akeelah había oído hablar de la orden de los caballeros rantanos, una orden poderosa y conocida.Akeelah puso mala cara,un rey proclamandole la guerra a una poderosa y respetada orden de caballería después de que su padre hubiera muerto envenenado... olía a reino dividido y guerra civil. Pero aquello sólo preocupaba a Akeelah porque no estaba entre sus planes encontrarse aquel panorama.

Akeelah se quedó un poco alejada de la gente, manteniendo las distancia y decidió que podía con el frío, así que observó como sucedía los acontecimientos. Decidió observar que harían los caballeros ante aquella noticia.

El griterío de la gente y las primeras voces que claman a algo en el cielo, los ojos de la plaza se alzan al cielo, para ver algo que los que más inviernos han vivido ni siquiera habían llegad a ver. Una gran sierpe cuya fulgurante armadura de escamas brilla con tonalidades de oro, a sus lomos un jinete, que desde el suelo a penas se percibe. De pronto, el dragón soltó una bocanada de aire, y un estruendoso alarido que hizo estremecerse a todo el que desde la plaza le observaba. Pronto la situación se relajó, al ver la insignia que aquella gran sierpe tenía en el pecho, era el símbolo de la corona, era Argress, la sierpe del rey, aunque la situación continuó tensa, por la presencia del dragón.

El dragón tocó tierra con un estruendoso sonar, tardando lo suficiente para que las gentes se agolparan y dejaran hueco a la monstruosa mole. Un hombre, con corona, vestido de azul real, bajó de la sierpe, con cuidado, ante el enorme tamaño de la sierpe dorada.

Tranquilizaos buenas gentes, yo Theorim, Rey de todo Aam, he venido a calmar la situación personalmente, y a aceptar la rendición de la orden. - Sus palabras eran confusas y bastante oportunas, justo unos instantes después de que el emisario se perdiera de la vista en una taberna cercana.

La reacción no se hizo esperar, las puertas de la ciudadela se abrieron, y un grueso contingente de hombres, acorazados con la armadura de los Caballeros Rantanos, comenzó a desfilar, saliendo de las puertas, en formación de combate. Un hombre con capa negra, los lideraba. Se quitó el yelmo

Soy Artas, mi señor, capitán de la guardia de la Ciudad, y mientras Garl Tum está fuera, estoy al mando de la tropa. No hemos tardado tiempo en deliberar que nuestra lealtad incondicional al rey está por encima de nombres e insignias y por la vida de mis hombres te ofrezco su total lealtad. Larga vida al rey. - Al unísono, más de cincuenta caballeros que habían salido de la ciudadela, se arrodillaron ante el rey y la gran sierpe.

Como oficial, me rindo ante vos majestad, para ser juzgado por los crímenes de los que se me acusa. Los otros cinco capitanes están igualmente de acuerdo en entregarnos, a pesar de ser inocentes de tales crímenes, pues huir nos haría culpables. Todos nos entregamos a la justicia buscando, ante todo, el respeto de la paz en estas tierras.

A vos, Capitán Artas, y al resto de oficiales os considero inocentes de esta trama, solo uno debe responder ante la ley, y ese es vuestro Gran Maestre, Garl Tum, en cuanto a la orden, será disuelta, y vuestros símbolos quemados, y quien así lo desee, me seguirá sirviendo junto a la Garra Roja, de modo que se unificarán las órdenes bajo mi mando y el de mis comandantes.

La Garra Roja restaurará la paz en Nightshade, tal y como lo habéis echo vosotros bajo el reinado de mi padre, ahora entregad vuestras armas y rendid pleitesía.

Cinco hombres salieron de la tropa, y se unieron a Artas frente al rey, se despojaron de su espada, y su yelmo, se arrodillaron ante el rey, para uno a uno, besar el sello real.

Akeelah abrio los ojos de par en par cuando vio aquel inmenso dragón dorado, no era el primero que veia, su mente viajo al pasado, cuando era niña. Los dragones y su pueblo eran uno, y los dorados tenian una estrecha relacion con su familia.

Akeelah volvio a prestar atención a los acontecimiento, cuando los caballeros salieron de la ciudadela en formacion, Al parecer parecia haberse equivocado, pero habia algo, no sabia que, que le seguia preocupando, puede que fuera el ver que todo se arreglaba sin ningun solo problema.

Volvio a fijarse en el dragon mientras los caballeros rendian pleitesia al nuevo rey, Akeelah conocia el buen oido de los dragones, la gente estaba totalmente en silencio, y solo se escuchaba a los caballeros. desde su posicion, hablando en bajo para no interrumpir la ceremonia le hablo al dragon en su idioma, el draconico, esperendo que la escuchara.-vida y paz para ti, Que las corrientes de aire te sean propicias, Que la magia vibre en tu interior y tus crias crezcan sanas, Que Saphas te sonría y colme de bendiciones tu vida.- era un salido diferente al de las personas, un saludo formal para los dragones.

El dragón te miró, solo con la vista, para no llamar la atención, y te encontraste con un enorme ojo lila mirándote, que se volvió a girar hacia el frente, como haciendo caso omiso a tu comentario. - Que Saphas te sonría y colme de bendiciones tu vida, pequeño ser - La frase retumbó en tu cabeza, como con una voz profunda - Hacía años que no escuchaba ese saludo, no se ven Telanitas por aquí, ¿Qué quieres?*, oh espera, voy a asustar un poco a los pueblerinos. - Extendió majestuosamente sus alas de murciélago, de modo que las placas de su ala hicieron sonar un ruido metálico, y levantar una ráfaga de viento a cada lado de su lomo, para luego volverlas a plegar, habiendo sorprendido a los que estaban atentos al fin de la ceremonia. Te escucho.

-Mi nombre es Akeelah grandioso dorado, acabo de llegar a este reino para realizar la mision de mi prueba.- Akeelah transmitio sus recuerdos sobre la prueba a la gran sierpe, no sin un poco de verguenza por no haber podido pasarla a la primera, pero esperanzada con una segunda oportunidad tras acabar su viaje. - Estoy en un reino desconocido, del que solo se algunas cosas que he leido, y estas noticias me preocupan, al menos hasta que he visto que un gran dorado protege el reino, solo queria presentarle mis respetos, y decirle que estoy a su entera disposicion, que espero que todo evoluciones satisfactoriamente, y agradecerle su atencion y cualquier informacion que tenga a bien compartir conmigo gran dorado.