Partida Rol por web

Salís de la posada y camináis unos veinte minutos a la vez que anochece, la masía a dónde os dirigís es un edificio grande de piedra algo descuidado, seguramente ha conocido tiempos mejores.

Cuando os acercáis véis a un hombre bastante grande, con pinta de ser fuerte y bruto cortando leña.

El hombre os mira y entra en casa, Ramón os hace un gesto para que le sigáis al interior. Una vez dentro véis al hombre de pie junto a otro hombre que guarda un gran parecido con Ramón, sentado en una silla.

 Ausàs se queda en último lugar, guardando las espaldas, en segundo plano, contemplando el devenir de la escena.

La parada en la posada me ha extrañado. Si pretendía aparentar ante nosotros, por mi parte no lo ha conseguido. Lo que también me ha extrañado, es que hayamos parado en la posada, en lugar de en la masía de su padre. Es extraño, aunque de momento, no le encuentro relación.

Sí, ir. Nosotros seguir... -digo a Ramón. Ahora que todos estamos listos, le seguiremos en cuanto comience la marcha hacia la masía de su padre...

Leandro no pierde la atencion a nada de lo que pasa a su alrededor. Seguramente Ramón haya exagerado en cuanto a las intenciones de su hermano, pero al fin y al cabo, para vigilar le pagan al joven soldado, pues no habrá quien pueda reprocharle sobre su actitud trabajadora.

El hombre de la puerta les conduce hasta un hombre que parece tratarse del "famoso" hermano.

Sigo a Ramón en silencio, como el resto del grupo. Realmente, el hombre no parece muy peligroso, o, al menos, con intención de atacarnos. Me introduzco en el interior de las casa, y miro al hombre que está sentado en la silla. Se parece a Ramón, pero nunca se sabe, quizás solo sea un parecido casual, y no sea su hermano.

Prefiero no decir nada. Si es su hermano, será él que tenga que empezar la conversación...

El hombre está sentado en una silla junto al fuego, El hombre tiene una expresión entre burlona y de odio.

Llegas tarde hermano. Veo que vienes acompañado por un séquito de guardaespaldas. Cuanto antes enterremos al viejo mejor, así podremos leer el TESTAMENTO cuanto antes.

Dice con evidente desdén.

Sí, cuanto antes ... repartamos mejor.

Hace una pausa para mirar al criado de arriba a abajo.

¿Quién es tu criado?

Se llama Edorta. Es un vascón al que salvé congelado hace poco. Es mudo. ¿ Nos vamos ya ?

El hombre se levanta y empieza a recoger varias cosas.

Otear:

Te das cuenta fijándote muy bien, de que el tal Edorta tiene un color demasiado blanquecino. No es una cosa exagerada pero se nota. Además al respirar su pecho ni siquiera se mueve. En el interior de la Masía hace frío , todos expulsáis vaho al hablar, pero él no.

 Ramón se mantiene en posición de firmes detrás del grupo, con la ballesta apoyada en su hombro, descargada.

Partís de la Masía al pueblo nuevamente, con Edorta abriendo paso con una gran antorcha en su mano. Fuera hace fresco y tanto Miguel como Ramón van ataviados con sendos abrigos de piel. Al llegar al pueblo, os dirigís directamente a una gran explanada a las afueras donde el cura y el enterrador esperan. Hay un agujero en el suelo con un rico ataúd de madera decorado con motivos laicos.

Ante la presencia de los dos hermanos, el vascón, el enterrador y vosotros mismos el cura acelera la ceremonia que dura más bien poco. Os percatáis de que le van a enterrar en suelo no consagrado.

Unos chiquillos se acercan a cotillear y uno de ellos lanza una piedra que apunto está de dar a la caja fúnebre.

Los chiquillos salen corriendo. Acabada la ceremonia, el cura extiende dos sobres lacados que entrega a cada uno de los hermanos.

 Ausàs atiende de forma un tanto distante el entierro de este desconocido, mira por si alguna figura más se acerca para pronunciar el último adiós, pero no es el caso. Que triste, que miserable debió ser su existencia para que nadie le llore en su partida. Los ricachones dan asco.

 Estaba con sus cabilaciones cuando aparecen los gamberros y por poco no alcanzan el ataúd, cuando se predisponía para auyentarlos, ya estaban con los pies en polvorosa.

Con la distracción de los gamberros, aprovecho para murmurar a mis compañeros- Hombre que ir con hermano ser raro... Parecer que no respirar... Y estar muy blanco... Todo muy raro...

De vuelta en la Masía, los dos hermanos leen las cartas con evidente ansiedad y preocupación. Por la cara que están poniendo, evidentemente el contenido de las cartas no satisface a ninguno de los dos.

Ramón os lee en voz alta:

Todos los bienes son para el hijo mayor- en este punto sonríe mientras mira de reojo a su hermano pequeño para restregárselo- menos el contenido de la habitación de las dos cerraduras.

Al parecer los dos hijos deberán ponerse de acuerdo para ver quién es el que se queda con el contenido de esa habitación. Si no se ponen de acuerdo, en los dos días siguientes al entierro, el contenido será donado a la Iglesia.

Llegados a este punto , ambos hermanos empiezan a discutir violentamente.

¡Como hijo mayor me corresponde TODA la herencia. Incluída esa maldita habitación!

Aprieta los puños con fuerza.

Edorta se sitúa delante de su señor, como protegiéndole.