Partida Rol por web

 -Recibido Capitán.

El shirren se giró hacia Daarya para decirle:

 -El Capitán dice que te prepares para volar la trampa que dejasteis en el muro cuando los goblins estén próximos.

Ese comentario le hizo acordarse de que los goblins seguían aproximándose a la puerta de la fortaleza. Rápidamente el shirren cogió su arma y disparó a uno de aquellos seres. Seguía sin gustarle una pizca el hecho de pelear y matar a aquellas criaturas, pero incluso alguien como él había aprendido que era matar o morir. Por mucho que le disgustara.

A través de una comunicación llena de estática, le llega la respuesta de Walter a Sgrog: 

-Eeeh... sí, estoy aquí, sigo con las reparaciones. Os tengo en pantalla. Lo que me dices.... a ver: por poder se puede. Puedo quitar los sistemas de frenado y lanzar las cápsulas como un misil, pero veo varios inconvenientes. 

El primero es bastante obvio: olvídate de recuperar luego las cápsulas. Quedarían muy dañadas si no totalmente destruidas. Además... no son muy precisas. No están diseñadas para serlo: tendría un margen de error. Puedo reducirlo con coordenadas precisas y tomando el control directo de los sistemas de guiado, pero aún así solo puedo prometer que aterricen en un radio de seis metros¹ de donde me digas. 

Y hay otra cosa de la que preocuparse. Verás, lo único que distingue al radar una cápsula de desembarco de un obús es que la cápsula frena antes de impactar. Si no frena, para los sistemas de seguridad planetaria de Castrovel será un misil. Podrían pensar que estamos realizando un bombardeo orbital sobre su planeta, cosa que sería más o menos cierta en realidad, y, bueno, espero que preguntaran primero, pero también podrían activar sus defensas orbitales y barrernos del cielo como el mosquito que somos. 

Como punteando su explicación, la trastocicleta explota donde había caído, sin afectar a nadie, ya que no queda nadie vivo cerca. Los pedazos salen volando en todas direcciones y Sgrog ve cómo se clava medio volante a un metro de su pie derecho. Al mismo tiempo, un rayo cruza el aire desde la pistola eléctrica del místico y roza a uno de los goblins. 

Sobre la muralla, Daarya asiente a las palabras del shirren. 

-Ya voy.

Suelta una flecha, a modo de despedida, sobre el mismo goblin alcanzado por el rayo. La flecha es un disparo mortal que le atraviesa el vientre, pero de forma incomprensible el goblin chilla y sigue su avance. No tardará en morir, pero no parece importarle demasiado. La elfa corre por el tejado y salta sobre el patio sin molestarse en usar la escalera.

Varath trata de liberarle de su miseria, pero falla. En ese momento todos los goblins llegan a distancia de tiro y el aire se llena del zumbido de una decena de láseres al ser activados al unísono. El tejado se convierte en una tormenta de fuego enemigo que parece incendiar el aire a su alrededor. Durante unos segundos es como estar en el centro de una descarga de artillería: Schwick ve cómo los láseres silban por encima de él, y uno de ellos atraviesa la cobertura y le golpea en el hombro. La armadura detiene casi toda la energía del golpe, aunque sigue notando el calor del disparo. 

Peor suerte tiene Varath: uno de los láseres da de lleno en una de las zonas dañadas de su capa lashunta, y hace prender su ropa. Suelta un gruñido de dolor mientras las llamas le rodean, además de la gran quemadura causada por el disparo láser. Su cuerpo no soportará mucho más daño como ese. 

La lluvia de disparos que sobrevino por parte de los goblins hizo que el shirren sintiera miedo de verdad por primera vez desde que la batalla había comenzado. Maldita fuera su suerte, ¡si no se andaban con ojo acabarían convertidos en polvo espacial!

Y de momento el que se llevaba la peor parte era Varath, el cual no sólo estaba herido, sino que además había comenzado a arder.

 -¡Desna misericordiosa! ¡Espera que te ayudo!

Dicho y hecho, Shcwick fue a apagar las llamas. Después tendría que ocuparse de curar al elfo a conciencia, pero de momento lo más importante era mantenerlo fuera de peligro.

 -Quédate escondido, al menos un rato. No deberías asomarte a menos que sea estrictamente necesario.

No quería que ninguno de sus aliados muriera. Sería horrible.

    -Lanza la cápsula contra el lateral al este del buggie, si preguntan era una evacuación de emergencia fallida.- Sabía que si la investigación progresaba deberíamos de borrar o modificar los registros de las transmisiones o, por el contrario, asumir los cargos por nuestra manera de actuar, en cualquier caso eso llevaría un tiempo y nos permitiría ganar parte del tiempo que necesitábamos.

    Respiré fuerte, no sabía si saldría de esta pero si retrasaba más la actuación no habría sorpresa alguna y sería aún peor. Arremetí contra el costado oeste de la formación con el estallido de energía, si lograba sobrevivir a ello escaparía para tratar de dispersar las fuerzas restantes.

Daarya aterriza suavemente, ágil como un gato, en el patio, y se pone a cubierto tras el pozo rápidamente, con una flecha lista para volar los sacos inflamables que dejaron en la abertura norte. Sobre el muro, Varath y Schwick logran apagar las llamas que cubrían al elfo, y este se queda un segundo tendido, respirando trabajosamente. Está claro que sus heridas no son cosa de broma. No hay mucha sangre debido a la cauterización de las heridas por el fuego, pero sus toses llevan gotas de rojo, y sus movimientos son más rígidos. 

Ese momento que Varath se queda tumbado lo interpretan los goblins como que ha muerto, por lo que tres disparos de láser se dirigen hacia Schwick. El shirren se ve de pronto rodeado de fuego y el aire parece arder a su alrededor, pero por fortuna todos los disparos se estrellan contra la cobertura y ninguno llega a él. 

El resto de goblins se dispone a atacar a Schwick también, pero entonces, como una estrella implosionando, carga el vesk desde su escondite, convertido en una colérica bola de fuego, con su martillo restallando en su mano. Casi todos los goblins logran apartarse a tiempo, pero aún así la furia de la estrellas cae sobre ellos, quemando sus trajes y su piel verde. Uno de ellos es consumido por completo por el fuego, hasta quedar reducido a un montón de huesos y cenizas, mientras que los otros reciben quemaduras graves. 

Varath aprovecha ese momento para levantarse y disparar al cabecilla que queda. Recibe una gran herida, pero sigue en pie. En ese momento, como un trueno que desciende del cielo, la enorme cápsula de desembarco cae del cielo como un meteorito, con su estructura al rojo vivo zumbando al aire. El otro cabecilla solo tiene tiempo de alzar la mirada con expresión perpleja antes de que diez toneladas de acero le caigan como un castigo divino y le aplasten hasta que su cuerpo no tiene más grosor que el de una hoja de papel. El goblin desaparece bajo la cápsula, que queda destrozada y reducida a chatarra, como una lata de Space Cola aplastada. 

Debido a las distracciones a izquierda y derecha, los goblins restantes fallan entre gritos sus ataques a Sgrog. Sin embargo, los problemas se acumulan: bramando desde el oeste, el otro buggy robado a los elfos aparece y se estrella deliberadamente contra un árbol, terminando de cortar su tronco y creando así un puente sobre el agua. Cuatro goblins y dos tuestajamelgos más comienzan a pasar por el puente improvisado, listos para asaltar la fortaleza llena de elfos indefensos. 

Desde el patio oyen la voz del elfo de la radio. 

-¡Ya casi están aquí! ¡Acaban de confirmar que están de camino! ¡Aguantad!

Aunque habían conseguido apagar el fuego que amenazaba con abrasar a Varath, el elfo estaba muy, muy mal. Si la cosa seguía a ese ritmo, no sobreviviría a la batalla.

 -Varath, permanece fuera del rango de disparo. Si te aciertan de nuevo, no sobrevivirás a tus heridas.

Y ya quedaba poco para que los refuerzos llegaran. Muy poco como para arriesgarse innecesariamente. Así que, quedándose bien a cubierto, el shirren usó su magia para curar algo las heridas del elfo. No le dejaría morir. No así. No ahora.

    El fuego estelar había cumplido en parte con su cometido, aunque el estallido había resultado menos efectivo que en las ocasiones anteriores, sabía que aquellos goblins no podrían acceder a la base desde aquella entrada pero su fuego sería igualmente dañino para los tiradores apostados si no terminábamos con ellos. No obstante, era perfectamente de que mi martillo no sería suficiente para lidiar con la marabunta, así debíamos de replegarnos lo más rápido posible y prepararnos para la lucha en el patio a la espera de los refuerzos, a parte que necesitaría un tiempo para poder volver a invocar las llamas estelares.

    -Schwcik, preparaos para dejar vuestra posición y replegaros, debemos de prepararnos para enfrentar a los que han cruzado el foso en el patio interior.- De inmediato inicié la carrera, los trasgos no podrían alcanzarme si no se lo permitía pero no estaba de más si lograse atraer a unos pocos de ellos tras de mi por lo que decidí que mi sprint fuese moderado en vistas de permitirme tomar la posición que mejor me convendría para mi siguiente movimiento.

Las energías del cosmos fluyen por el alma del shirren y restauran las heridas del elfo, que siente de pronto un instante de conexión con toda la vida de su alrededor, la de la jungla, la del planeta, e incluso la de las lejanas estrellas que no se ven. Sus quemaduras desaparecen sin dejar rastro y el daño interno sana milagrosamente por el gran poder del Ciclo. Mucho más enérgico, amartilla el rifle, haciendo que un casquillo salga despedido hacia atrás, y se dispone a disparar cuando oye la orden del vesk. 

-Gracias-le dice al místico, con la mano sobre el corazón-Voy abajo. 

Inmediatamente se mueve con su elegancia de cazador y desciende por la escalera, hasta llegar al lado de Daarya. 

Varios goblins disparan a Schwick, pero la cobertura es demasiado gruesa. Todos los láseres son detenidos por ella, aunque el shirren siente el aire calentarse a su alrededor. Como buen insecto, no suda ni una gota, pero entre el calor propio de Castrovel y el de la batalla el tejado es sofocante. 

Sgrog huye de los goblins, que corren en su persecución. El cabecilla dispara, pero tan mal que el láser acaba estrellado en un árbol a cinco metros de su objetivo. Aun así, Sgrog se ve rodeado por detrás y un lateral por los goblins a los que ha quemado antes. 

Al norte, la fila de goblins comienza a rodear el muro. Los tuestajamelgos les ordenan avanzar, pero uno de los goblins intenta escalar el muro. Aunque está medio roto y lleno de agujeros, el goblin no es un gran escalador y termina en el suelo, donde uno de los tuestajamelgos le propina un pescozón. 

    Proseguí la  marcha forzada en dirección al grupo de goblins que trataban de alcanzar el interior del campamento a través de la brecha del norte, no podía permitirlos lograr tras cosa y por ello iba a enfrentarlos al otro lado del foso en cuanto me fuera posible. No tardé mucho en alcanzar la posición del vehículo saqueado preguntándome como de dañado habría quedado tras el impacto.
 

Al haber curado a Varath, el shirren se sintió algo mejor. No quería que ninguno de sus aliados pereciera en la batalla, ¡al menos no si podía evitarlo! Sin embargo, el elfo no se quedó quieto como Schwick le había pedido, sino que bajó del alto en el que estaban siguiendo las órdenes del capitán. Y viendo cómo estaba de caldeada la cosa por ahí, era la decisión más lógica y recomendable.

 -¡Recibido Capitán!

El shirren siguió a Varath con rapidez, intentando evitar que le alcanzaran los disparos, bajando al patio junto a los dos elfos. Los goblins espaciales se empezaban a acumular en la muralla, intentando entrar.

 -¿Tenéis alguna estrategia preplaneada que no sea "freírlos a tiros"?

Que él podía hacer eso, pero si había algo más sencillo que pudiera poner a salvo la fortaleza tardando menos, pues mejor.

En el patio del castillo reina una extraña calma, como en el ojo de un huracán. Aunque se oyen por todos lados los chasquidos láser, los gritos de los goblins y su estridente música, en el patio todo queda amortiguado. Varath avanza hasta ponerse al lado de Daarya tras el pozo. El elfo sigue en comunicación con los lashuntas, y les hace una seña juntando apenas dos dedos: ya falta poco. 

Sin embargo, puede que ese poco no sea suficiente. Al otro lado de las murallas y fuera de la vista de los elfos y el shirren, los goblins chillan y braman órdenes al ver que los defensores han abandonado la muralla. Ahora está claro que la carrera es hacia el puente improvisado que los goblins han tendido y hacia la brecha norte en las murallas. Todos se dirigen ahí, pero por el camino hay alguien más que llama su atención: el enorme vesk, que iba corriendo hacia el buggy. Su carrera no es precisamente discreta, envuelta en luz estelar y pisando como un dinosaurio castrovelino, así que todos los goblins pueden verle y oírle. Los que ya están al otro lado del foso se dan la vuelta, sorprendidos, e inmediatamente alzan las armas. 

Los tuestajamelgos, con los ojos brillando ante la perspectiva de satisfacer su desbocada piromanía, son los primeros en actuar. Se ponen sobre el puente improvisado y accionan sus lanzallamas. Uno de ellos no logra darle al aparato la presión suficiente y las llamas se quedan cortas, pero el otro sí, y un chorro de napalm presurizado cae sobre Sgrog. Puede sentir la quemadura bajo las escamas mientras su carne se chamusca y se funde. No son quemaduras leves, son heridas que derribarían a cualquiera sin la recia constitución del vesk: de haberlas recibido un humano, sin duda habría muerto. 

Y eso no es todo: a una orden del cabecilla, todos los goblins del espacio alzan sus cachivaches láser y en un segundo una tormenta de fuego láser se traga a Sgrog. Ocho descargas desde todas direcciones llueven sobre él como un aguacero, haciendo arder el aire a su alrededor. La mayoría son desviadas por la armadura y acaban en árboles o en el suelo, pero al final dos logran levantar dos placas de la armadura y dar de lleno sobre las ya castigadas escamas del vesk. En un momento, Sgrog siente cómo su visión se torna roja y las fuerzas le flaquean. No aguantará mucho más. 

A lo lejos, comienza a oírse un sonido rítmico y acompasado, un silbido como de ventilador industrial.  

    Cuando el humo y las llamas se disiparon sentí como una repentina tos me hacía convulsionar, no me hizo falta mirar la mano para saber que lo que había ascendido por mi garganta era sangre, dos veces en un día en las que veía venir hacia mi a la muerte, no sabía a que deber semejante privilegio pero ahora ya era demasiado tarde para echarme atrás, dudaba que el estallido que estaba por liberar fuera suficiente para borrar de mapa a todo el pelotón pero si que podía llegar a tener alguna oportunidad para tratar de devolverle el favor al pequeño cabrón del espacio que me había chamuscado. Respiré hondo y eché a correr directo contra él para acto seguido desatar el fuego estelar que había logrado reunir como una nueva supernova en miniatura, si debía caer que al menos fuese por todo lo alto.

El shirren aguardaba a tener un objetivo al que disparar junto a los elfos. Los lashunta estaban a punto de llegar para salvarles el pellejo. Pero el capitán seguia allí fuera, combatiendo directamente a la amenaza goblin. ¿Y si no sobrevivía? ¿Qué sería de él sin su capitán?

Un nuevo sonido atrajo la atención de Schwick. ¿Un ventilador? No, era un ruido de maquinaria. Maquinaria pesada. ¡Los lashunta! O eso esperaba al menos. Quisiera Desna que fueran sus salvadores y no más de aquellos agresivos goblins.

 -¡Resista capitán, los refuerzos están llegando ya!

Por su parte, el shirren preparó su arma para disparar en cuanto viera asomarse al primer goblin. Y si no aparecían ya, acabaría por subirse al muro para cubrir al capitán.

-¡Ya casi están aquí! ¡La señal llega con más fuerza, tienen que estar muy cerca!-grita el elfo de la radio-¡Solo unos segundos!

Por desgracia, tan solo unos segundos es lo que hace falta para que la situación se complique enormemente para los defensores. Sgrog está rodeado por todas partes de goblins que solo le tienen como objetivo a él, y que por lo tanto, solo pueden atacarle a él. En esa situación, sin duda los goblins esperaban que el solariano se metiese en el buggie, o que huyese de ahí: pero los vesk no han pasado a la historia como una de las razas de mejores guerreros por hacer lo que el enemigo espera. En contra de lo que parece mandar la lógica, el enorme vesk carga, con su armadura solar destellando poder, mientras lenguas de fuego comienzan a formarse a su alrededor. 

El sorprendido tuestajamelgos apenas tiene tiempo de apartarse antes de que una explosión de fuego y luz detone a escasos centímetros de su nariz. El resplandor le deja cegado y las llamas abrasan su carne, y peor suerte corre el que tiene detrás, que ni siquiera vio venir al vesk y recibe toda la fuerza del fuego de supernova. Al oír la detonación, los dos elfos se miran y echan a correr. Caóticos por naturaleza, los elfos son poco dados a seguir las órdenes, y ambos desobedecen sin dudar la orden de seguir en el patio sin hacer nada. Ágiles y rápidos, ambos llegan al tejado en un segundo, donde pueden ver a Sgrog en apuros. 

Los dos llevan suficiente tiempo trabajando juntos como para no tener ni que hablar: Daarya va a por uno, Varath a por el otro. Inmediatamente, un casquillo, dorado al sol, sale girando del rifle, a la par que la bala se estrella en el pecho del tuestajamelgos, hiriéndolo de muerte, aunque sigue en pie, atontado y quemado. El otro recibe un flechazo antes de poder alzar la vista siquiera, que le perfora un ojo y el cerebro, matándolo en el acto. Antes de que el casquillo toque el suelo, el trabajo en equipo de los dos elfos ha eliminado la amenaza más inmediata, la de los tuestajamelgos. 

Por desgracia, que sea la amenaza más inmediata no significa que sea la única. Desde el sur llegan todos los goblins, corriendo con sus cortas piernecitas, y al frente va el cabecilla, que inmediatamente, viendo al vesk debilitado, alza su arma y apunta con más cuidado del que suelen tener sus congéneres. El láser sale despedido y acierta de lleno en el pecho del vesk, derribándolo. La visión de Sgrog se torna roja y su consciencia se desvanece mientras cae sobre el tronco, inconsciente y moribundo. 

Ambos elfos sueltan maldiciones en su lengua, y Varath grita a Schwick:

-¡Sgrog ha caído! ¡Tenemos problemas!

Y no es solo Sgrog el que tiene problemas. El cabecilla está lanzando vítores frenéticos por haber derribado al gran guerrero, y todos los demás se muestran ahora mucho más propensos a cumplir sus órdenes, pues la fuerza es lo único que respetan. A una señal suya, una tormenta de láser se desata sobre los elfos en el tejado. Daarya logra tirarse al suelo y todos los disparos pasan sobre ella, pero Varath recibe dos impactos, en el pecho y el hombro, que le dejan malherido y casi le hacen soltar el arma, aunque logra cogerla al final. 

Al escuchar las palabras de Varath, al shirren se le heló la hemolinfa en los vasos. Con la velocidad del rayo, Shcwick subió de nuevo al tejado, junto a Varath y Daarya, para examinar la situación. Y se maldijo mil veces por no haber hecho aquello antes. ¡Podría haber cubierto al capitán, haberle ayudado! Pero no, en su lugar había bajado a refugiarse al patio con los demás. ¡Y ahora su capitán podía morir por culpa de ello!

No pensaba permitirlo. No mientras le quedaran fuerzas.

 -Daarya, llévate a Varath y estabiliza sus heridas. Yo me ocupo de esto.

Dicho aquello, el shirren concentró su energía y expandió su conciencia para conectarse con las estrellas. Y entonces, empezó a brillar. Un resplandor que se convirtió en una luz intensa que mutó en un fulgor casi incandescente. Sólo era luz, pero el área que cubría incluía el punto donde estaba su capitán, por lo que Schwick contaba con que la luz intensa pudiera distraer e incluso hacer fallar a los goblins que apuntaban al vesk. Se la estaba jugando y mucho a una carta, pero casi había agotado su magia. Y se dejaba su último conjuro para acabar personalmente con aquel líder goblin.

    Un gran fogonazo me cegó de inmediato a la par que mi paladar se inundaba con un familiar sabor a metálico. Un sentimiento de ingravidez me señalaba que estaba cayendo y que pronto golpearía el suelo. Estaba perdiendo la conciencia a causa de las numerosas heridas sufridas y pronto caería allí si no hacía algo rápido.

    La fría oscuridad del espacio me envolvía y atravesaba como un millar de agujas, estaba solo en el vacío, flotando como un cuerpo inerte abandonado, la luz de las estrellas ya no podía alcanzarme en el lugar que me hallaba o quizás... Un toque cálido me hizo alzar la mirada, un astro solitario me llamaba para que regresara me forcé a mi mismo para ver si mis articulaciones respondían a mis órdenes, fue un proceso lento, primero un dedo, luego un brazo y pronto mi cuerpo dolorido volvió a estar bajo mi control, como si me encontrase sumergido en el océano, luché por nadar hacia la superficie en la que encontrarme con aquel sol que rogaba porque no sucumbiera, que no me rindiese, que siguiera adelante, ascendí, acelerando cada hasta que el fulgor estelar me cegó por completo.

   El golpetazo contra el tronco me hizo despertar de golpe acompañado de una agonía horrible y las molestas voces agudas de los trasgos, la batalla seguía pero yo ya estaba en las últimas, con trabajo logré abrir un ojo y pude descubrir que la luz de mis sueños era mucho más real de lo que pensaba, el shirren debía de haber vuelto a la azotea, maldita sea, eso significaba que nadie atendería a accionar la trampa cuando los goblin llegasen a la parte dañada del muro. Sabía que lo mejor que podía hacer en aquel momento era no moverme y hacerme el muerto, así que de la manera más sutil posible activé el vocomisor.

    -Atended al muro y preparad la trampa, pronto los tendréis allí.- Un espumarajo de sangre sirvió de firma para el mensaje, lo malo era que ahí tenía incluso menos juego que en la nave de los caballeros para huir y volver a confrontar a los trasgos sería incluso peor, necesitaba una distracción para salir de aquella.

Por fortuna para Sgrog, todo el mundo, amigos y enemigos, creen que ha muerto. Nadie creería otra cosa: está tendido inerte en el tronco, la armadura quemada y perforada, con quemaduras por todo el cuerpo. Como suele pasar con las heridas de láser, no hay sangre, pero sí humo saliendo de su cuerpo, sus ropas y su armadura. No parece más que un cadáver chamuscado, y eso hace que los goblins se olviden de él por el momento. Todos tienen que entrecerrar los ojos de pronto por el resplandor del místico, que brilla como una estrella en lo alto del tejado. 

Los elfos hacen caso omiso en un principio de las palabras del shirren. No son muy dados a las órdenes en todo caso, y en este caso menos, puesto que puede verse en sus rostros la ira por el asesinato del vesk que tan desinteresadamente ha ido a ayudarles cuando lo necesitaban. 

-No hace falta-dice Varath, que ya se lleva al hombro el rifle-Te ayudaremos. 

En los ojos de Daarya también se ven las ganas de venganza. De un flechazo certero atraviesa el ojo del último tuestajamelgos, que cae inmediatamente del tronco con un gran chapoteo sobre el foso, muerto antes de tocar el agua. Varath dispara al jefe goblin, el que ha derribado a Sgrog, pero su armadura, mejor que las de los otros goblins, detiene la bala. 

Y entonces, como una voz de ultratumba, como si les hablara desde el más allá, se oye la voz de Sgrog por el comunicador. No se ha movido de su posición, y por fortuna su susurro es demasiado bajo como para que lo escuchen los goblins. Ahora sí, viendo que el vesk no ha muerto, los dos elfos hacen caso y se retiran. 

-Aguanta, istesh-dice Varath por el comunicador-ya llegan los refuerzos. 

Los dos elfos bajan del tejado con agilidad, pero por desgracia Schwick no es tan rápido como ellos, y la mayoría de goblins se han vuelto hacia la luz que desprende. La magia le hace un objetivo difícil de ver, pero irresistible para los goblins, brillando en mitad del tejado, y a una orden del cabecilla todos disparan al unísono. El tejado se convierte en una tormenta de láseres, el shirren nota el aire arder a su alrededor. Siete armas le apuntan y le disparan al unísono. Dos de ellas fallan por la luz y solo le rozan, y una tercera es detenida y desviada por su armadura. Por desgracia las otras cuatro le impactan de lleno, los compresores de calor de su armadura se colapsan y los láseres atraviesan blindaje, ropa y su carne quitinosa. Esto ya no son rasguños: el místico siente los láseres haciendo heridas graves en su cuerpo, quemaduras de tercer grado. 

El dolor era insoportable, pero el shirren aún no retrocedía. Escuchar la voz de su capitán le había tranquilizado algo, pero aún no quería bajar a ponerse a salvo. El cabecilla Goblin seguía vivo. Por primera vez en su vida, Schwick no quería optar por la opción más pacífica. Estaba furioso. Aquellas... alimañas habían casi matado a su capitán, a su mejor amigo en el mundo entero y una de las personas más importantes de su vida.

Esa ira fue la que le hizo tomar la decisión de usar ese conjuro. El shirren se concentró y reunió la energía necesaria para después lanzarla directamente a la psique del cabecilla goblin. Era un método rápido, sí, pero también extremadamente doloroso y angustioso para la víctima que lo recibía. Era un conjuro que Schwick había usado en escasísimas ocasiones, considerándolo una especie de último recurso. Probablemente se arrepentiría de usarlo más tarde, cuando la batalla hubiera terminado. Pero ahora... Ahora ese repugnante gusarajo se merecía todo eso y más.

Tras lanzar el conjuro, lo suyo sería que el shirren hubiera bajado al patio para resguardarse, pero no lo hizo. No se movería de allí hasta asegurarse de que Sgrog no corría más peligro inmediato del que ya sufría. Aunque eso le costara alguna herida más.