Partida Rol por web

    Debía de tratar de quitarme de en medio, no podía hacer más, al menos por el momento, había desafiado a la muerte dos veces en muy poco tiempo y no estaba seguro de querer averiguar lo que pasaría si llegaba a una tercera. Miré al foso, un posible escape, la atención ahora, por desgracia para nuestro navegante, no se encontraba centrada en mí, por lo que aproveché para fingir que mi pesado cuerpo se deslizaba por el tronco hasta caer al foso y hacer de él mi refugio temporal.

Los dos elfos miran con sorpresa y extrañeza al brillante místico que sigue en la azotea. 

-¿Qué haces? ¡Baja! ¡Te van a acribillar!

Parecen indecisos sobre si subir o no, al fin y al cabo ya se oyen los goblins que vienen por el otro lado y alguien tiene que estar en el patio para proteger al elfo de la radio, que si no quedaría totalmente desprotegido ante los goblins. 

El shirren no los escucha: toda su atención está puesta en su ardiente deseo de venganza contra el cabecilla goblin. Extiende su mente, como cuando usa su telepatía o su conexión mental, pero estaba vez no es una tranquila fuerza de comunicación, como un mar nuboso que toca las otras mentes: ahora su conciencia forma un puño, un ariete, condensa un millar de furiosos pensamientos en una sólida lanza que acomete contra el goblin, el objetivo de su ira. Hasta ahora no luchaba por odio, pero ahora permite que éste tome el control y su poder, convertido en un despiadado martillo de ira, golpea al cabecilla en medio de la frente como si fuese un golpe físico. 

La voluntad del pequeño ser se dobla y se comba contra la arrolladora fuerza mental del shirren, su mente se somete y se arruga como una lata de Space Cola ante la bota acorazada de un soldado. Puede sentir cómo su consciencia es aplastada y destruida, como un taladro enano perforando un asteroide. 

El goblin de pronto pone los ojos en blanco, la sangre le escapa por todos los orificios, nariz, boca, orejas, y se desploma, muerto y con el cerebro convertido en puré. Todos los goblins chillan y gritan, no saben qué ha matado a su líder. Uno de ellos le da una patada para ver si sigue vivo. No tienen claro qué le ha pasado, pero no hace falta ser muy listo para comprender que tiene algo que ver con el místico brillando en el tejado de la fortaleza. 

Inmediatamente cinco láseres apuntan al shirren y disparan, engullendo su figura en fuego carmesí. Dos de ellos fallan, pero tres atraviesan con facilidad su más que castigada armadura y su carne quitinosa ya quemada. La heridas son tan intensas que el dolor sube hasta su mente como un rayo. No aguantará más disparos como esos, no sin que la pérdida de hemolinfa y las quemaduras le hagan perder el conocimiento. 

Sin que nadie se dé cuenta en medio del caos, el vesk se desliza hasta el agua y cae con un chapoteo. 

La muerte de su jefe no había tenido el efecto que Schwick había planeado. ¡Él estaría aterrado si una figura luminosa matara a su jefe con semejante ataque! Aquellos goblins eran más valientes de lo que podía parecer. O eso, o no tenían intelecto suficiente como para sentir el miedo. Fuera cual fuese la respuesta, la cuestión era que si se quedaba allí los goblins acabarían por matarlo. Porque esa segunda ráfaga de disparos le habían dejado para el arrastre. El dolor era increíblemente intenso, horrible y abrasador. No podía quedarse allí más tiempo.

Por suerte, Sgrog había conseguido ponerse más o menos a salvo, por lo que no le quedaban motivos de peso para quedarse ahí arriba. Apagando su luz, el shirren retrocedió para bajar las escaleras y reunirse con Varath y Daarya. Su visión empezaba a difuminarse. Estaba a un paso de desmayarse y perder el conocimiento. La situación pintaba mal. ¿Dónde demonios estaban los lashunta?

Como Schwick acababa de descubrir dolorosamente, los goblins tienen solo el instinto de autopreservación justo para no lanzarse por el primer precipicio que ven, así que el concepto de preocuparse por las vidas de los demás, sean o no de su raza, les es totalmente ajeno. Cuando uno de ellos cae en batalla el resto se limitan a reírse y seguir disparando, un hecho que les hace bastante peligrosos en batalla, pues luchan hasta el último goblin y son difíciles de desmoralizar, ya que sus limitados cerebros no poseen la inteligencia suficiente para albergar miedo contra la mayoría de peligros. 

Schwick, recubierto de heridas, quemaduras y con la armadura ennegrecida, baja como puede por los escalones, justo a tiempo de librarse de otra salva que muy probablemente hubiese acabado con él. Los elfos le esperaban abajo, ya a punto de subir a por él y bajarle a rastras. Le miran con preocupación, aunque no tengan mucha idea de biología shirren, está claro que no está bien. Varath no tiene buen aspecto, pero peor está el místico.

Y peor que nadie, excepto que los muertos, está Sgrog: sin que nadie parezca notarlo, se ha dejado caer al agua. Desde ahí intenta nadar en silencio hasta la seguridad de la orilla, y casi lo consigue. Sin embargo, para algunos de los goblins, que ya no están centrados en el místico que se ha escondido en la fortaleza, resulta evidente, hasta para su limitado cerebro, que el vesk no ha muerto. Al ver que Sgrog se mueve de forma muy poco propia en un cadáver, nadando y chapoteando en el agua estancada, gritan y chillan, señalándole. Inmediatamente, media docena de láseres apuntan al vesk, que está agarrado a la vida solo con las yemas de los dedos y para el que cualquier herida sería mortal, esta vez de verdad. 

Mientras los elfos, ignorantes del peligro del vesk, se preparan para volar el explosivo de la entrada, los goblins ríen y apuntan. Su muerte está a una sola descarga de láser...

En ese momento, los árboles se agitan, la jungla alrededor de la fortaleza tiembla y cientos de pájaros salen volando. Un sonido apagado y rítmico que lleva oyéndose ya unos cuantos segundos gana en volumen, y, aparentemente de la nada, cinco helicópteros de asalto irrumpen en el cielo sobre las sorprendidas cabezas de los goblins. 

No son vehículos civiles: totalmente negros, su blindaje antifragmentación se bebe la luz del día castrovelino como si tuviera sed, completamente mate para evitar reflejos que delaten su posición. Casi no hacen ruido, pues están diseñados para el sigilo, y sus movimientos coordinados, unos sobre otros, hacen casi imposible seguir uno en concreto, como las maniobras de un trilero. Su diseño militar solo tiene en cuenta la pura eficiencia. 

Lo que sí hace ruido, sin embargo, son los imponentes cañones de reacción pesados que asoman por sus troneras. Apenas un segundo después de su llegada, las enormes armas automáticas rugen como los depredadores de la jungla, mientras los goblins aún están mirándolos con cara de sorpresa. Inmediatamente desatan un infierno de balas sobre los goblins, un tableteo constante punteado por los gritos de los humanoides al morir. Con precisión profesional, la primera ráfaga acaba con todos y cada uno, destinando también unas cuantas balas, por seguridad, a los cadáveres. En cuestión de segundos, toda la zona es barrida de toda vida goblin. 

Tres helicópteros aterrizan en el exterior de la fortaleza, y dos en el patio. De ellos salen fuerzas especiales lashunta: con sus armaduras tácticas negras de cuerpo entero, sobrias, profesionales y con el único adorno del logo de SegurEx sobre el pecho. Con rapidez y eficacia militar toman la fortaleza y se sitúan por todos los muros, asegurándola. Los que han aterrizado fuera peinan la zona y establecen un perímetro defensivo ante depredadores. Dos de ellos le lanzan un cable de acero a Sgrog desde el borde para que suba. De los helicópteros también salen otros lashunta vestidos con la misma armadura pero con cruces rojas sobre el casco y los brazaletes. Llevan guantes inyectores y se acercan con rapidez tanto al herido vesk como a los elfos y el shirren, ofreciendo inyecciones de sueros de curación. 

De uno de los helicópteros que han aterrizado en el patio, sale un lashunta vestido con el mismo traje, pero con el casco en el hombro y una inconfundible aura de autoridad. Se acerca a los elfos y el místico con grandes pasos. Su rostro, serio, no delata ninguna emoción. 

El lashunta se dirige a ellos tras dar órdenes a todas sus unidades. 

-Soy el Capitán Dunzer, de la división extramuros de SegurEx. La zona debería ser segura ya. ¿Sois vosotros los que habéis llamado?

    Aquel sonido característico me devolvió a un lejano pasado, las aeronaves de reconocimiento barrieron la zona y erradicaron a la amenaza en un abrir y cerrar de ojos, o eso era lo que supuse que sucedía desde mi refugio, pues de poco pude ser testigo directo hasta que vi como los lashunta se decidían a lanzar un par de cables para facilitar mi ascenso. Para su sorpresa renegué aceptarla "Nunca te metas en la guarida del glorpug si no eres capaz de encontrar su salida", un dicho un tanto estúpido pero siempre me lo había tomado de lo más literal por lo que si yo me había metido en aquel foso saldría del mismo por mis propios medios. Aprovechando mis garras tomé impulso hasta lograr llegar a su nivel y una vez en alcancé la superficie sonreí a los soldados agradecido por su oferta.

    Lo cierto es que estábamos para el arrastre, o al menos yo lo estaba, Schwick parecía haber acabado ligeramente mejor, no obstante, siguiendo con los protocolos, me negué a recibir la asistencia hasta que el shirren y el elfo fueran atendidos en primer lugar, tras ello pasé a unirme al capitán de aquel operativo que parecía esperarnos, con un saludo marcial inicié mi presentación.

    -Saludos, Capitán, yo soy Sgrog'Khar, capitán de la Righteous Indignation y el shirren que me acompaña es Buschwick, mi primer oficial y navegante. Le recomendaría que antes de seguir con las presentaciones ordene a sus hombres inutilizar las trampas que finalmente no nos vimos forzados a usar, algunas de ellas fueron improvisadas con armamento goblin y dudo de su fiabilidad, podría guiarles hasta cada una de ellas.- Esperé unos instantes por si el lashunta decidía tomar en consideración mi advertencia.-Acudimos nada más recibir la llamada de auxilio siguiendo con la normativa, aunque en verdad me esperaba que hubiese provenido cuanto menos de una estación orbital. En fin, que el hecho fue que en cuanto vimos la situación tratamos de ayudar a los elfos a protegerse lo mejor posible... en cuanto a eso, espero que sus defensas planetarias no se alterasen cuando lanzamos una cápsula de rescate trampeada contra los atacantes, no fue la salida más elegante pero me vi forzado a improvisar sobre la marcha, aunque asumo toda la responsabilidad por ello. Dicho esto, nuestra nave se encuentra en órbita y necesita de algunas reparaciones, así que ya también aprovecho para solicitar el acceso a sus atraques y astilleros. Para cualquier otra cosa considéreme a sus servicios.- Realicé un segundo saludo marcial y me quedé a la espera del capitán o por si Schwick quisiera puntualizar algún aspecto que hubiese podido dejar pasar por alto.

El cuerpo le dolía, había agotado toda su reserva de magia y los goblins parecían multiplicarse de la nada. ¿De verdad iban a morir allí? Él no quería morir. ¡Desna misericordiosa, aún no quería morir! Pero si los lashunta no llegaban a tiempo...

Afortunadamente para él, su diosa aún tenía muchas cosas planeadas para él. El sonido de los helicópteros cada vez más cercanos le hizo recobrar algunas fuerzas. Los goblins no tenían conocimientos para crear semejantes máquinas voladoras, ¿no?

No, desde luego que no. Y aunque los helicópteros habían tapado momentáneamente el sol, el día recuperó la luz para el shirren. Estaban salvados. ¡Les había ido de un maldito pelo, pero estaban salvados!

 -Salvados...

Fue la última palabra que pasó por la cabeza de Schwick (y cualquiera que se encontrara en un radio de 60') antes de desmayarse. Lo habían conseguido, habían sobrevivido al infierno.

El shirren no estaba seguro de cuánto tiempo pasó inconsciente, pero cuando abrió los ojos se encontraba sensiblemente mejor. Le habían curado las heridas a Varath y a él y estaban haciendo lo propio con su capitán. ¡Cómo se alegraba de verle de una pieza! Y lo mejor era que no había habido bajas en su bando. ¡Había sido una victoria completa! Aunque no podía evitar sentirse un poco mal por los goblins que habían muerto. Sí, eran alimañas destructivas que habían estado a punto de matarlos a todos, ¡pero seguían siendo seres vivos! Y eso les hacía, desde el punto de vista del shirren, merecedores de al menos un poco de compasión.

Tras las curaciones, Schwick y Sgrog fueron a hablar con el líder de aquel destacamento lashunta, con Sgrog haciendo un informe estupendo que resumía la situación de manera clara y concisa. Poco le quedaba que añadir.

 -Es tal y como ha informado el capitán, apoyo su versión y la ratifico, señor. Lo único que me gustaría añadir es que se realicen chequeos médicos a los refugiados del campamento por si hubiera heridos o enfermos y que se proceda a la incineración de los cadáveres de los enemigos. Dejar cuerpos en descomposición por la zona, específicamente cadáveres goblin, podría dar lugar a problemas de higiene y salud pública, aparte de ofender e inclinar a la violencia a cualquier posible goblin espacial que contemple el destino de sus semejantes.

Finalizó realizando él también un saludo militar. Protocolo ante todo.

Aunque Sgrog estaba para el arrastre, sostenido entre la vida y la muerte solo por su voluntad, su recia consitución de antiguo soldado vesk le mantenía en pie. No era el caso del shirren, que, a pesar de que no había sido tan herido como su capitán, no estaba acostumbrado a semejante castigo físico. Antes de que Sgrog pudiese hablar siquiera, el shirren se desmayó y los sanitarios lashunta corrieron a inyectarle sueros de curación. 

Por suerte no tenía nada que los sueros no pudieran tratar. Cuando despertó se sentía sano de nuevo y todas sus heridas habían sido cerradas por completo, aunque se sentía aún algo machacado. Cuando se levantó, pudo ver que las heridas de todos estaban sanadas también. 

-Los asuntos de órbita planetaria corresponden a las autoridades. Nosotros no tenemos nada que ver y no sabemos si lo juzgarán como una infracción. Para todo lo que tenga que ver con su nave, diríjanse al espaciopuerto de Qabarat -estaba diciendo el capitán. 

Tanto los elfos como el lashunta se quedaron mirando a Schwick un poco extrañados ante su petición. Finalmente fue el capitán el que dijo:

-Se nota que no es usted de por aquí, señor Buschwick. Estamos en mitad de la jungla, no hay riesgos para la salud pública. Esos cadáveres no durarán ni dos horas sin ser devorados por animales, y lo que quede se convertirá en abono. Incinerarlos supondría un riesgo de incendio forestal, de hecho. 

Varios lashunta provistos de equipos de protección y desactivación estaban desmontando las improvisadas bombas que habían colocado antes. Oyeron dos detonaciones controladas en la jungla, ya que la única forma segura de deshacerse de tecnología goblin es detonarla a distancia. 

-Ahora que todos están seguros, en virtud del tratado 57/4954, para la cooperación entre razas de Castrovel, les informo de que les protegeremos hasta que alcancen un núcleo de población considerado seguro. En virtud del artículo 20 del mismo acuerdo, les informo de que el servicio principal corre a cuenta de las arcas públicas de Qabarat, pero los peticionarios han de abonar el gasto producido por: combustible, munición, material médico, material técnico, además de un recargo del 20% si dicha acción entra en los supuestos de: exploración temeraria, a más de 50 kilómetros de una ciudad, colonización, y los demás supuestos detallados en el artículo 24. El plazo convenido es de dos días a contar desde que hayan llegado sanos y salvos al próximo núcleo de población. 

Dicho eso, Dunzer se alejó para coordinar a sus lashunta y el transporte de los elfos. Varath y Daarya se miraban con preocupación. Tras hablar rápidamente en élfico entre ellos, se dirigieron a los aventureros. Fue Daarya quien habló, aunque es evidente que hablaba por los dos. 

-Tenemos el problema que ya preveíamos antes de la batalla. La factura por los servicios es elevada. Gracias a que no destruisteis los vehículos, tenemos para pagarlo, pero nos quedaríamos sin nada. De hecho, tendríamos que venderlo todo, hasta nuestras armas, el arco y el rifle. 

Daarya hace una pausa, aprieta el brazo de Varath, recién recuperado de sus heridas. Los dos parecen bastante encariñados con sus armas.

-Como ya os contamos, en el primer ataque los goblins nos robaron muchas cosas. Casi todo, en realidad, porque estaba todo cargado en los buggy. La comida, las mochilas, algunos creditdrives... lo que teníamos. Ahora todo eso debe de estar en su guarida. Sé que os hemos pedido ya mucho, demasiado, y que casi morís por nosotros. Pero aunque me duela, tengo que pedíroslo. ¿Iríais a la guarida de los goblins y recuperaríais nuestras cosas? Son fáciles de identificar, casi todas tienen la marca del gorrión, es de uno de los artesanos élficos. 

Varath interviene ahora, aún frotándose el pecho donde tenía las quemaduras. 

-Nosotros no podemos ir, tenemos que acompañar a nuestro pueblo. Pero no deben de quedar muchos goblins ya en la guarida, si es que queda alguno. No debería de ser muy difícil, y el camino hasta allí está claro por las huellas de las ruedas de los buggy y las motos. 

Por favor. Si no, nos quedaremos sin nada tras pagar a SegurEX. 

A pesar de las vidas que se habían perdido (y de la negativa a la incineración del oficial lashunta), Schwick se sentía bien. Que lo mejor habría sido resolver las cosas de manera pacífica, por supuesto, pero cuando no quedaba más remedio... Pues había que hacer lo que era necesario.

 -Lo entiendo, señor. Perdón si mi sugerencia os ha parecido absurda. He hablado desde la ignorancia, gracias por aclararme las ideas respecto a ese asunto.

Que hablando de necesidades, Varath y Daarya se acercaron a hablar con Sgrog y él después de que el oficial les pasara la factura. Era una suerte que tuvieran dinero para pagar a los lashunta. Y aunque personalmente le parecía moralmente reprochable cobrar por ayudar a la gente, también era consciente de lo que costaba mantener todo ese equipamiento militar. Claro, que sacarles los créditos a la gente dejándoles sin nada para subsistir no es que fuera mucho mejor que dejarles a su suerte frente a los goblins.

Por eso cuando los elfos les solicitaron ayuda, al shirren le fue imposible decirles que no.

 -Me encantará ayudaros a recuperar vuestras cosas. ¿Tenéis un mapa que nos ayude a localizar la zona donde están vuestras cosas? Y, ¿de cuántos enemigos estamos hablando?

Ahora que estaba recuperado se venía con fuerzas para poder con un par de goblins espaciales, pero también era realista. No iba a lanzarse a una misión suicida si podía evitarlo. Lo que le recordaba, que había dicho que sí sin consultarlo con su capitán.

 -¿Usted qué opina, capitán? ¿Me acompañará?

El alivio es evidente en Varath y Daarya cuando el shirren acepta ayudarles. No parece que tuvieran muchas más opciones. 

-Gracias, de corazón-dice Varath, mientras Daarya se inclina con la mano en el corazón-Nos salváis de nuevo. 

-Viendo la cantidad de goblins que hemos tenido aquí, yo diría que no pueden quedar muchos en su guarida. Lo más probable es que hayan venido todos, como mucho habrán dejado tres o cuatro de guardia. No tenemos mapa, pero para ir no hay más que seguir el destrozo que han hecho sus vehículos para llegar hasta aquí. No tiene pérdida. 

    Escuché atentamente al mando lashunta, estaba claro que portaban armas y que sabían usarlas pero el modo en el que había recitado la última parte me hizo pensar en que se tratase más de funcionarios que de auténticos soldados. No obstante, mi opinión al respecto era totalmente prescindible, con la salud restaurada levanté nuevamente mi martillo haciéndolo oscilar a un lado y a otro en busca de localizar alguna otra lesión o daño en el equipamiento, por suerte no pareció que ninguno de ambos supuestos fueran fundamentados, así que de inmediato me giré hacia los elfos y mi compañero Schwick.

    -Me ofende que pudiera estar pensando en rechazar tal petición, Schwik.- Solté una risotada y guié un ojo a mi compañero antes de seguir. -Podéis contar con nosotros para ello, lo único que me preocupa es el camino de vuelta y como haremos para transportar los enseres, dudo que Walter tenga nuestra nave aún operativa, así que a menos que podamos llevarnos uno de vuestros buggies y que establezcamos un canal de radio por el que comunicarnos tras ello la cosa podría alargarse en exceso.- 

Aunque los rasgos faciales del shirren no eran para nada humanos, estaba clarísimo que se había alegrado mucho al escuchar a su capitán.

 -Por supuesto, por supuesto. Mil perdones, capitán.

Por lo demás, Schwick sólo podía coincidir con Sgrog. Necesitaban un vehículo si querían terminar aquella misión cuanto antes.

 -No os preocupéis, os lo devolveremos intacto junto con el resto de vuestras pertenencias.

Además, la oportunidad de conducir un vehículo como aquel no se presentaba todos los días. ¡Era emocionante!

Varath habla tras un momento de deliberación. 

-Sí, llevaos uno de los buggies. Simplemente seguid las rodadas hasta la guarida de los goblins. Buena suerte, ya tenéis nuestras frecuencias de comunicador para cualquier cosa. Gracias de verdad a los dos. 

Schwick hizo una inclinación ante Varath antes de decir:

 -Faltaría más, amigo. Volveremos cuanto antes.

Dicho aquello, el shirren miró a su capitán y realizó un saludo militar.

 -Primer Oficial Buschwick listo para partir, Capitán. Iré yendo al buggy para ponerlo en marcha.

Y de paso para comprobar cómo tenía la direción y los mandos. Que no todo se manejaba igual que una nave espacial.

    Asentí en silencio y me aparté para dejar paso al shirren antes de volverme hacia Varath.

    -No son necesarias y si quieres darlas, espera a que regresemos con vuestro vehículo y pertenencias, cosa que os aseguró que haremos, por lo que podéis estar tranquilos. Ahora volved con los vuestros y alegraos de haber sobrevivido al combate y haber mostrado semejante bravura ante vuestros adversarios.- Sonreí al explorador y me despedí cordialmente de ambos. -Hasta pronto y espero que la próxima vez que nos veamos tengamos algo de grog o similar en un ambiente más tranquilo.-

    Aceleré el paso hasta alcanzar a Schwick, esperaba que nuestro transporte no necesitase mucho arreglo ya que a fin de cuentas había sido usado hacía bastante poco, por lo que dudaba de la necesidad de mayores preparativos.

Varath y Daarya hacen una inclinación de cabeza despidiéndose de ellos, yendo a organizar a su pueblo para el traslado. Los lashunta ya están metiéndoles en los helicópteros para trasladarles, aunque el proceso es algo lento para no sobrecargar ninguna de las aeronaves. Mientras, Sgrog y Schwick se dirigen hacia el buggy, que tiene aún las llaves puestas.

Por suerte para los dos aventureros, el buggy era resistente, y aunque había recibido daños cuando los gobins lo estrellaron contra el árbol, seguía operativo. Tenía el morro abombado y torcido, pero funcionaba, y tal y como los elfos habían dicho, el rastro no tenía pérdida. Con el motor tosiendo como una bestia enferma y moribunda, lo ponen en marcha y se dirigen por el camino que los goblins habían despejado anteriormente, atravesando la jungla. 

Normalmente atravesar la jungla de Castrovel es un empeño peligroso, pues la megafauna es más que capaz de atacar a cualquier cosa que huelan o vean en sus dominios. Por suerte, los sonidos de la batalla han asustado a la mayoría de animales, y en su buggy van a la suficiente velocidad como para que nadie les moleste, o eso parece. Tal vez, simplemente, tienen suerte. 

Finalmente, tras unos minutos de conducción (algo complicada para Schwick, acostumbrado a otros vehículos) llegan al final del rastro. Las rodadas acaban en la entrada de una gran cueva en un saliente rocoso, donde sin duda tenían aparcados los buggys robados, ya que no caben en el interior. No se ve a nadie en la entrada, pero sí señales de vida goblin: piezas tiradas, desperdicios, huesos roídos. Hay muchas huellas que salen y entran de la cueva.