Partida Rol por web

Los disparos de Arisa y Yûki aciertan en el pecho de la bestia sin más efecto aparente que el de enfurecerla aún más. Estira una mano hacia Yûki y la maraña azul que cubre el brazo se lanza hacia ella para atraparla. Suzume intenta disparar pero está tan aterrada por la criatura que el retroceso de su propio disparo le hace caer de culo y le arrebata el arma de las manos.

¡MIERDAAAAAAAA! - grita desesperada.

En tierra, el rugido del tanque al ponerse en marcha se convierte en la señal de inicio del intercambio de disparos entre los soldados de la Ryugujou y los de Die Kriegshunde. De las filas de estos últimos surgen granadas de humo rojo que van a parar a las pasarelas o a los bajos de la hayajiro. La niebla roja empieza a filtrarse por los respiraderos y empiezan a escucharse los primeros gritos de agonía y terror.

El cañón de vapor gira rápidamente hacia el tanque. Ambos artilleros hacen disparos casi simultáneos. El doble cañonazo de la hayajiro deja al pequeño blindado panza arriba y completamente destrozado. El vagón artillado apenas sufre un agujero en el blindaje...

El zumbido en la cabeza de Arisa aumenta de intensidad, pero no llega a ser tan doloroso como la primera vez.

¡Sensei! - suena la voz de Sachiko en su cabeza - La niebla roja va a entrar ¡AAAAAAH! ¡DUELE! Sé dónde está el doctor Kuroda. Voy a la cabina ¡KYAAAAAH!

El contacto con Sachiko se interrumpe antes de que Arisa pueda contestar...

El golpe ha sido brutal y Kotaro no está seguro de cuánto tiempo ha permanecido inconsciente. Por suerte la gruesa estructura blindada del tanque ha absorbido la mayor parte del impacto. El conductor está muerto, con la mayor parte de la cara y el pecho destrozados. Su sangre gotea lentamente sobre el uniforme de Kotaro tiñéndolo de rojo.

Je, je, je - el artillero empieza a retorcerse para salir del vehículo - Les hemos dado, mein kommandant...

Viendo el calibre del cañón del tanque Takeshi ya sabía que no tenía ninguna posibilidad de destruir el vagón artillado con un sólo disparo, pero el proyectil es mucho más insidioso que un simple explosivo: al perforar el blindaje libera una nube de niebla roja que empieza a extenderse por el interior del vagón. Uno de los artilleros cae al suelo tras inhalar el mortífero humo.

¡MATADME! - aúlla desesperado mientras se retuerce de dolor en el suelo - ¡MATADME POR FAVOR! ¡AAAAAAAAAAGH!

Así no - grita el otro soldado, pálido de terror - ¡ASÍ NO! - corre hacia la puerta e intenta abrirla. El pánico le impide pensar siquiera en abrir el mecanismo de seguridad - ¡ASÍ NO, POR FAVOR!...

El combate se ha vuelto encarnizado y mortal en pocos segundos. Tomohiro cierra rápidamente la puerta de la cabina y coge una de las máscaras de carbonero.

¡Poneos las otras! - les ordena a Isae y Kagura.

La rueda de la puerta empieza a girar y al poco entra Sachiko. La nariz de la pequeña está sangrando por ambos orificios y tiene unas marcadas ojeras bajo los ojos como si llevara muchas horas despierta.

Padre... Sé dónde se encuentra el doctor Kuroda. Tengo... tengo que entrar en el castillo...

La atractiva conductora hizo caso inmediatamente al señor de la Hayajiro, y se puso la máscara con prisa y un temor creciente en su corazón. Los soldados de ahí afuera estaban lanzando granadas de niebla roja contra la Hayajiro, eso significaba que pronto habría una masacre en el interior del tren como alguien no hiciera alguna cosa.

Sin pensarlo ni un segundo, se lanzó contra una palanca grande y gorda que abriría absolutamente todas las puertas, entradas y salidas del tren, era el recurso de emergencia por si acaso se producía alguna catástrofe, un incendio o algo similar, en el interior de la Hayajiro. Con un golpe diestro a un botón grueso cambió toda la potencia de vapor que quedaba de la caldera a la palanca, y gastó dicha potencia en abrir todas las esclusas y puertas, dejando vía libre a todo el mundo para que pudieran decidir su muerte. Lo malo es que ya no quedaría potencia si quería arrancar el tren más rápido...pero dudaba que eso fuera a ocurrir a éstas alturas - ¡Señor, ordene que todo el mundo ataque a la carga a los soldados de ahí fuera o morirán aquí dentro convertidos en Kabane! ¡Al menos algunos se salvarán! - rogó a Tomohiro.

Mientras hablaba, cogió a la niña en brazos y le puso la careta, acercándose después hacia la salida que daba a la parte de delante del tren. Tenían que salir de allí ya mismo. - ¡Salgamos o nos consumirá la niebla! -

Ahí afuera sólo había guerra...y tendría que dar rienda suelta a Korusu o liberar otra de las almas antiguas...

He mandado a tomar viento el tanque, y casi no soy consciente de lo que la bruja morena me dice por el interfono. Ya había visto al campeón de los traidores, y he gozado poniéndolo panza arriba.

Abro los ojos como platos al ver lo que ha entrado por el agujero. Estamos tan jodidos que no quiero ni pensarlo. Entonces se desata el caos debido al muy consecuente terror que todos sentimos al verle la cara a una muerte horrible. El pelo se me pega a la nuca y la camisa a la piel de la espalda debido a la tensión nerviosa. Pero hay algo en la actitud del soldado que intenta huir que hace que de repente saque toda la mala leche y el ímpetu de mi padre.

-¡CALMAOS, MALDITA SEA!.- Busco las rejillas de respiración y las ajusto de manera que consiga sacar la mayor parte de esa maldita nube fuera del vagón y no al revés. Le doy a la corriente de aire el máximo ímpetu que pueda para sacarlo cuanto antes mientras me cubro la boca y la nariz con la manga de mi chaqueta y la camisa. Cuánto más gruesa la prenda mayor atrape de partículas, y ese humo no deja de ser partículas en suspensión...partículas en suspensión que hay que poner en el suelo....- Usad prendas de ropa para cubriros.- Miro un momento al pobre que ya está infectado y señalo a otro de los artilleros.- Ya sabes lo que hay que hacer.- Mientras empiezo a buscar los conductos del sistema de agua y refrigeración de la hayajiro...

El comentario ausente de Kinomoto-san me deja descolocado, ¿acaso no sabía de situación? Cierto que no se lo había dicho e intentaba esconderla pero me había visto en situaciones que dejaban bastante clara mi infección. Tampoco le doy mucha importancia pues teníamos problemas de verdad por delante.

Por suerte el primero se había resuelto bastante bien cuando la niña guarda su arma y muestra un equipo de escalada para empezar a subir la torre y arriba nos encontramos un recordatorio de lo que es capaz la albina. No puedo evitar ocultar un gesto de desagrado cuando me pasa el cuerpo del moribundo y se alimenta del otro.

- ¿Y así pretendes evitar que no ocurran las desgracias?- le digo molesto mientras remato al moribundo bajo mis pies atravesando su corazón con la guadaña.- ¿Creando más kabane?- le sigo preguntando mientras me dispongo hacer lo mismo con el resto.- Además tenemos pensado volar la torre para que no puedan usarla más.- por último miro a la soldado.- ¿Necesitas ayuda con los explosivos o mejor me pongo a vigilar?

Yûki apretó los labios con intensidad mientras sus ojos se estrechaban con frustración al ver que sus disparos no lograban nada con aquella cosa. Al contrario. En cuanto vió como lanzaba contra ella aquel miembro desproporcionado saltó hacia atrás para acabar disparando de nuevo contra él.

Cuando sus pies tocaron "suelo", desenvainó su katana de hierro kabane con la intención de atravesarlo con su filo, que esperaba que pudiera atravesar aquella ferrea armadura que cubria su anatomia.
 

Arisa aprieta los dientes con rabia al ver aparecer a Kotaro de dentro del tanque pero tiene algo más importante en lo que centrarse. ¿Qué clase de kabane es este? En cuanto se prepara para disparar de nuevo una flecha, la voz de Sachiko llega a su cabeza y la hace detenerse un instante. Si es así... Sachiko, aguanta.

Volviéndose a centrar en el combate, Arisa carga otra flecha, esta vez apuntando a la cabeza viendo que la cobertura de su corazón todavía resiste. La flecha vuela con otro silbido, impulsada por el motor de vapor, clavándose en uno de los huecos que deja la máscara de la monstruosidad. Con un resoplido de cansancio, la psíquica baja el arco y hace ademán de darse la vuelta.

- ¡Koizumi-san, te lo dejo a ti! ¡Sachiko lo ha encontrado! - grita, haciéndose oír tras el ruido del cañonazo, mientras se dirige corriendo de vuelta a la cabina. 

Sakura sube tras los otros dos en silencio y al llegar arriba se encuentra con que aquella puta niñata ya se ha cargado a todos los presentes.Se acabó la jodida diversión ¡vaya putadón! Con un bufido se quita la mochila de la espalda y comienza a sacar lo necesario para crear sus especiales fuegos artificiales.Tan sólo las palabras de aquel capullo culo bonito la sacan de su burbuja de felicidad

-"Nadie toca mis explosivos.Vigila"-responde con sequedad mientras escucha los sorbos repugnantes de la kabaneri niña 

Kotaro abre los ojos, aturdido, y con un molesto pitido agudo taladrándole los oídos.

Qué… Cómo… Por qué… -- Desorientado, lo último que recuerda fue el prematuro disparo del tanque tras la inmediata ofensiva de la artillería de la Ryugujou, justo en medio de un infierno de disparos mientras la niebla roja comenzaba a engullir la hayajiro.

Su intención era capturar, no matar, a los tripulantes que no se resistieran. Justo por ello, la inmediata ofensiva de los soldados lanzando granadas de niebla roja le habría enfadado hasta el punto de tomar represalias contra su propio bando, al igual que se habría preocupado por tomar medidas para salvar a los tripulantes que pudiera. Sin embargo, la evidente hostilidad que ha destrozado el vehículo que se le confió le disipó cualquier ánimo de salvar a nadie; a Kotaro le quedó claro que estaba en un escenario de guerra total donde las medias tintas se pagan caro.

Artillero, a dónde va… -- dice con un tono todavía débil, recuperándose del aturdimiento. -- ¿No escuchas los disparos? Salir ahora mismo es morir. Déjame pensar en algo…  -- Agarrándose a unas barras de metal, levanta su propio peso a pulso para desencajar su pierna, poder liberarse y dejarse caer sobre el techo del tanque, ahora “reconvertido” a suelo.

Teniendo muy presente que las presumibles decenas de soldados y otra tripulación de la Ryugujou está por convertirse en kabane, se dispone a cambiar parte de la munición con la que está cargado su lanzagranadas.

Ese kabane con trozos metálicos… contra el que están luchando sobre la locomotora de la Ryugujou. Dime qué diablos es, sus puntos fuertes y débiles, y si lo podemos controlar. Si se vuelve contra nosotros necesito saber cómo matarlo. – Le pregunta al artillero, mientras saca tres granadas rojas del lanzagranadas y las cambia por tres granadas azules del cananas, dejándole preparada en el arma una carga de tres granadas de cada tipo.

El disparo de Yûki revienta el corazón muerto en vida del monstruoso kabane unas décimas de segundo antes de que la flecha de Arisa entre en su cabeza destrozando la mandíbula y empalando el cerebro. Con los tentáculos azules tremolando agonizantes el monstruo cae por la barandilla hacia la nube de niebla roja que está empezando a rodear a la Ryugujou.

Muerto el monstruo Yûki y Suzume vuelven al interior de la locomotora tras Arisa. Lo último que pueden ver antes de cruzar la puerta es que la torre artillada que debería haber destruido Takeshi está disparando contra la Ryugujou...

La acción desesperada de Isae desbloquea todas las puertas de la Ryugujou. Al mismo tiempo Tomohiro activa un sistema de extinción de incendios que empieza a rociar agua en el interior de los vagones y mantiene a raya el humo tóxico.

No durará mucho - dice Tomohiro.

Se vuelve katana en mano cuando Yûki, Suzume y Arisa entran en la cabina. Las recién llegadas ven que tanto él como Isae, Sachiko y Kagura llevan máscaras antigas. Por desgracia no hay para todos.

Sachiko sabe dónde se encuentra Kuroda - explica Tomohiro - Yûki, llévatela al interior del castillo y sacadlo de ahí. Isae y Arisa os acompañarán ¡Daos prisa!...

El vapor inunda el interior del vagón artillado. Unido a la fuerte corriente de aire procedente del circuito de refrigeración del cañón consigue expulsar la nube de gas rojo. El soldado que queda con vida consigue calmarse y pone la bolsa suicida sobre el pecho de su compañero.

Perdóname - le dice mientras tira del cordón.

Una explosión cercana sacude el vagón artillado cuando la bolsa destroza el corazón del infectado. Una segunda explosión abolla hacia dentro el blindaje y una tercera lo deja escorado a un lado con las ruedas hechas pedazos. Cuando Takeshi mira al exterior ve que los soldados enemigos están lanzando granadas de gas rojo alrededor de la hayajiro, y que la torre artillada que debía destruir está disparando contra él.

El cañón está descargado después de haber destruido el tanque...

¡DISPARAD CONTRA LOS LANZADORES DE GRANADAS! - ordena Tomohiro por megafonía - ¡QUE TODO EL QUE NO ESTÉ LUCHANDO SE TAPE LA CABEZA CON TELAS Y MANTAS! ¡VAGÓN ARTILLADO, SIGUE DISPARANDO!...

Estamos en mitad de la zona de fuego, señor - dice el hombre terminando de zafarse de su asiento. Después saca un fusil de debajo del asiento y comprueba que aún lleva la pistola en la cadera - No podemos quedarnos aquí.

Se pone una máscara antigas mientras escucha las preguntas de Kotaro sobre el Überkabane - Sigue pudiendo morir si se destruye su corazón. Pero su carne es mucho más dura. Las balas le rebotan. Destruir la cabeza o rociarlo con niebla azul es la única forma segura de eliminarlo. Pero no ataca a quienes llevan nuestro uniforme. No sé más, señor.

Examinando el exterior Kotaro ve el vagón artillado sacudiéndose bajo los disparos de la torre de artillería. Ni siquiera su resistente blindaje podrá aguantar mucho tiempo esos cañonazos, y mientras el interior esté inundado de niebla roja es poco probable que puedan devolver el fuego...

Nami termina de drenar al pobre desgraciado bajo las asqueadas miradas de Hideo y Sakura - No es a mi gente a la que están masacrando ahí abajo - es su única respuesta.

Mientras el cuerpo del hombre se sacude conforme la infección empieza a reanimarlo, la kabaneri abre la puerta de una patada y sale a una pasarela que rodea la torre por fuera.

La vista no podía ser más desoladora.

La Ryugujou está varada ante varias filas de soldados parapetados tras barreras de sacos de tierra que disparan sin descanso. Una nube de niebla roja rodea a la hayajiro, alimentada por las granadas que varios soldados lanzan a los bajos de los vagones. El vagón artillado se sacude violentamente bajo los cañonazos de la otra torre de artillería.

Indiferente al caos bajo ella, Nami mete la mano bajo su bufanda y toca algo que emite un suave siseo. Al momento sus ojos se vuelven negros como la brea. Los músculos de todo su cuerpo se tensan y se cubren de brillantes vasos sanguíneos rojos. Levanta al kabane recién creado sobre su cabeza y lo lanza hacia los soldados que disparan contra la Ryugujou...

No, no lo era y por eso le sería fácil convertir la amenaza de muerte en amenaza de infección sin dudarlo un segundo. Sin embargo la situación era peor de lo que esperaba, los cabrones estaban usando el maldito gas rojo y encima Takeshi no había destruido la otra torre.

- También hay otras formas de ayudar que no implican extender un virus- y para mostrar ejemplo era hora de cambiar  un poco las cosas. Así que, mientras Kinomoto terminaba por preparar los explosivos y la niña soltaba el único kabane que no había podido eliminar entre los soldados enemigos, preparo el cañón de la torre para disparar contra la otra.

El agua comenzó a caer encima de ellas, pegando la ropa al sensual cuerpo de Isae, se notaba mojada y sentía frío, y eso hizo que los pezones se le pusieran duros, resaltando aún más su sexualidad. Con la niña en brazos, asintió ante las órdenes de Tomohiro y salió del tren tras un breve vistazo, buscando la cobertura que le ofrecía un pequeño muro bajo de piedras y arcilla.

Parecía el borde de un campo de cultivo abandonado, con arbustos que sobresalían por encima de algunos puntos del muro aquí y allá, proporcionando una cobertura extra. La máscara le dificultaba la visión, así que esperaba que, aquellos soldados que también la llevaban tuvieran el mismo problema que ella.

Con decisión, siguió corriendo agachando la cabeza y tratando de mantener a la pequeña a salvo, apretujada contra su cuerpo, no miró hacia atrás, esperando que el resto la siguieran mientras la pequeña Sachiko señalaba el camino con su manita.