Partida Rol por web

Randall respiró con alivio. La prueba había sido cancelada, lo que significaba que no tendrían que continuar caminando por aquel tenebroso bosque ni buscar a Altair Black para asegurarse de que uno de los dos hubiera ganado. De todos modos, era un día de victorias. Annelie había perdido a su novio y él a su mejor amigo...

-Vamos, Annelie -dijo, aproximándose a su amiga. No la dejaría marchar, al menos no sola-. Ya no queda nada aquí. No hay prueba. Tu padre está muerto y también Gaunt... Regresemos a Hogwarts cuando estés lista. La profesora Presley tiene razón. Todo ha terminado...

Mi madrina me habla y siento que no puedo seguir con esto, no ahora que he comenzado a transitar una senda totalmente diferente a lo que siempre he pretendido. Por esa razón me mantuve ajena e incluso muy ausente a las palabras de Randall tanto como de Agatha. 

—No sé qué quieres hablar, soy una asesina. 

Es lo primero que sale de mi, incluso desde una frialdad que puede helar la sangre de quien me escuche. Además si bien la prueba había terminado, está la vida de mi novio que se ha perdido por todo esto. Yo quería encontrar a todos los culpables, incluso hacer justicia. No puedo quedarme con los brazos cruzados sabiendo que alguien puso la varita, no cuando delante de mis ojos me he visto en la obligación de defender lo que amo. 

—¿Cinco minutos para qué? ¿Para que te cuente que intenté dos veces asesinar a mi Padre? ¿Qué no he llegado a tiempo para salvar a Linus? ¿Eso quieres que te cuente?—le pregunto con sorna, enojada—. No puedo estar aquí, me querrán encerrar en Azkaban. 

Y me niego a ello, definitivamente. 

Podía sentir el odio en sus palabras, pero sabía que no era odio hacia mi lo que tenía dentro, sino a si misma. -Annelie, atiéndeme. Escúchame bien.- Dije, manteniendo su mirada. -Has matado, de acuerdo. Pero lo has hecho en defensa propia, ¿es correcto? Randall, ¿tenían alguna oportunidad en contra de quienes les atacaron? ¿No estaban acaso siendo amenazados?-

Di un paso hacia Annelie, tentativo. No dejaba de mirarla a los ojos, como cuando estábamos en las mazmorras durante sus transformaciones. Allí también tenía que calmarla a veces, siempre mirando a los ojos. Detrás de toda la rabia de su exterior, sospechaba que mi ahijada estaba aterrada. Aterrada a lo que creía que la habían convertido. -Has matado a un mortífago. Has matado a tu padre, que no era una buena persona, que posiblemente sea quien esté tras todo lo que ha ocurrido esta noche. No has matado inocentes Anne. No has matado a Randall. No has sido tú quien mató a Linus. Eres mucho más fuerte que esto, piénsalo. Medítalo. Nadie va a juzgarte por defenderte.-

Sin mirar al joven Lestrange, esperé a que él también me ayudara a convencer a Annelie de lo que estaba diciendo. -Grindewald no es más que un apellido. Mira todo lo que te hizo tu padre, y todo lo que has luchado en contra de ello. Eres más fuerte que lo que creen que eres, sé que lo eres. Eres mi ahijada, mi hija aún si los papeles no están listos. No eres más una Grindewald, eres una Presley.-

Una vez que Sándor cogió el frasco y la placa de auror, la potencia del conjuro de Altair fue lo que la pared necesitó para hacer la explosión necesaria, provocando una intensa polvareda y un ruido atronador.

Realmente habíais llamado la atención, pues cualquiera que estuviera cerca, en los alrededores, lo habría oído a la perfección. Pero la ventaja fue que un agujero se hizo allí mismo. 

Con el humo no visteis demasiado en los primeros instantes. De hecho, fue incluso molesto. Ya que las motas de polvo se metían hasta por la nariz.

Sin embargo, cuando abristeis los ojos y apreciasteis con mayor claridad lo que había en la parte de atrás de la cabaña, presenciasteis (a unos cuantos pasos de vuestra posición) cómo unas gotas de sangre en el suelo iban marcando una especie de camino improvisado.

Además, que dedujisteis que por esa zona debían estar los límites del bosque, pues os hallabais bastante cerca de las montañas.

-Fue en defensa propia -le confirmó Randall a la profesora Presley, sabiendo que Annelie no había podido hacer nada distinto a lo que habían hecho para sobrevivir-. Tres magos adultos, más rápidos y con más conocimientos mágicos que nosotros... Si Annelie no hubiera matado a su padre, no hubiéramos tenido posibilidad alguna de sobrevivir.

"Y aun así, perdimos a Linus" dijo una vocecilla en su cabeza, recordando cómo Gaunt había disparado contra el joven Avery mientras su compañero desaparecía.

-Si es necesario, pueden usar legeremancia conmigo o examinar mi varita -le sugirió a Presley, indicando que no había ningún motivo para que Annelie pudiera terminar en Azkaban-. Annelie no es una asesina. Es una heroína -dijo, mirando a su amiga, aunque no sonreía. No había motivos para ello después de lo ocurrido.

Al acercarse, vio aquella imagen. Circe estaba allí. ¿Qué hacía en solitario en aquel lugar apartado del bosque? ¿Porqué no estaba con el resto de jueces y organizadores si era parte de la prueba, como decía la directora? Y aquel patronus... 

- Tener cuidado, hay peligro, tener cuidado. - Aquellas palabras del patronus le hicieron detenerse cuando iba a interrumpir a la nigromante en su concentrada meditación, o en lo que fuera que estaba conjurando. Tenía que tener cuidado. Seguro que ahí había algo raro. Vamos que si lo había... ¿porque se ocultaba en aquel lugar, que estaba marcado en aquel mapa? ¿Porque no tenía ninguna buena impresión en aquel momento sobre lo que ella hacía? 

Debía ser prudente, mucho. Estaba sólo, y los aurores y la directora, probablemente, en otro lugar, quizás equivocado. Tenía que intentar ver qué estaba haciendo Circe y porque no estaba ayudando... o si estaba ayudando, cómo lo estaba haciendo. Intentó descubrir el hechizo o conjuro que estaba haciendo, por ahora, dedicándose a observar y a activar su varita para ver si podía descubrir el hechizo.

-Revelio- Murmuró, pensando a la vez en que debería responder al patronus

El rastro de sangre fue toda una sorpresa para Buzánszky y pronto le vino la imagen de Ritcher y Diggory a la cabeza. ¿sería la placa una señal para que supiera que había estado allí y que el rastro era suyo? ¿Había sido capturado, como él mismo, y había logrado fugarse de alguna manera? Sea como fuera, había que averiguarlo a la par que resguardarse en el bosque.

- Es un riesgo, pero si se trata de uno de mis compañeros del ministerio, no me lo perdonaría.

Sandor, seguir las marcas de sangre sólo nos va a conducir a una trampa, no sabemos si el propietario de la placa está herido o si la sangre pertenece a uno de sus atacantes.

Por otro lado, existe la posibilidad que se trate de un auror corrupto y esto sea una mera carnada, además ni siquiera te has tomado el tiempo de revisar bien la placa para ver si tiene algún dato de identidad de su propietario.

Puede que yo sea un chiquillo inmaduro, pero ni en mis peores días me lanzaría de cabeza a la boca del lobo. ¿Y bien? ¿Insistes en ir? - pregunto con bastante seriedad.

Sándor sonrió con leve resignación al joven Black. 

- Tengo mis razones para pensar que ésta pista dará con algún compañero aunque... puedes tener razón, por retorcido que parezca. A éstas alturas todo puede parecer una trampa pero no tenemos muchas más opciones mejores que ésta pero, si se te ocurre algo, soy todo oídos, aunque preferiría discutirlo mientras nos ponemos a resguardo.

Dicho aquello, Sándor siguió el rastro corriendo hacia el bosque, con la varita y los sentidos atentos a cualquier emboscada.

Valiente tonto... - digo en un susurro mientras veo a Sandor correr de manera irreflexiva hacia el peligro.

Tan pronto Sándor me da la espalda, adopto mi forma animal y echo a volar para seguirlo desde una distancia segura, si el muy imprudente iba a meterse de cabeza en la boca del lobo, necesitaría respaldo.

Pero no por eso iba a convertirme en un pato de feria, con suerte mi patronus ya habría llegado a McGonagall y si no,  pues ya veríamos que hacer.

Escucho a mi madrina y la siento muy lejana, como quien puede ver a alguien detrás de un velo dónde se escucha, se divisa, pero no se puede precisar la cercanía en la que se encuentra. Ella me mira a los ojos, como siempre lo ha hecho y es una de las pocas personas que tiene la fortaleza para encontrarme en los peores momentos, sacarme de allí y hacer que vuelva a ser la misma. 

¿Pero sucederá esta vez?

Es lo que me pregunto mientras continúa hablando, mientras Randall también lo hace. Ambos dicen una verdad, una que duele que es la que debería ser pero en mi mente no es así. Yo no siento que sea así. 

—Pude haber elegido otra forma de hacerlo, pero no. Escogí la muerte. ¿Que me diferencia de mi Padre? ¿Del otro mortifago?—pregunto un tanto bajo, casi en un susurro—. Es demasiado caro el precio, demasiado caro. 

Cuando Randall dice que soy una heroína, niego con la cabeza mientras aprieto los dientes y es Agatha que de nuevo dice algo que llega a mi corazón. Yo no tengo porque ser una Grindelwald, no cuando puedo ser alguien más.

Y en ese instante, la miro a los ojos finalmente para correr a sus brazos y quedarme allí, cobijada igual que una niña pequeña. Había pasado por muchas cosas, demasiadas para mis 16 años. 

—Una Presley... —digo con mi rostro escondido en su pecho. 

Agradecí las palabras de Randall, pues sabía que decía la verdad, y que no sería difícil probarlo. Por fin nuestras miradas se cruzaron y pude ver a la verdadera Anne, no la máscara que había estado llevando. Cuando llegó a mis brazos la abracé fuerte también, soltando un suspiro de alivio. -Estoy aquí, mi niña. Estoy contigo, hija.- Repetí suavemente a su oído.

Dejé que pasaran unos minutos en silencio, pero sabía que no podíamos quedarnos mucho más tiempo allí. Incluso sin  mortífagos alrededor, el Bosque Prohibido era un lugar peligroso. -Volvamos al castillo. No me alejaré de ti en ningún momento Annelie, ¿de acuerdo? Señor Lestrange, mantengase cerca también, salgamos de aquí. Todos necesitamos una buena taza de té... y quizás algo de whisky de fuego.- Admití con media sonrisa, dando permiso a ambos de poder beber algo fuerte luego de lo que habían sufrido.

Annelie recobró parte de su luz interior. Agatha era, para la chica, un pilar fundamental, y Randall lo comprobó con sus propios ojos.

Tras ese abrazo y preguntarle (la profesora de transformaciones a la Slytherin) acerca de volver al castillo para ponerse a salvo, visteis de nuevo cómo un pequeño grupo de escobas volvió a sobrevolar los árboles justo al lado opuesto del bosque. Al parecer eran los aurores. Unos aurores que supusisteis, ya habrían llevado por medio de la aparición (o un medio similar) tanto a los cuerpos encontrados como a Cliodna a Hogwarts, o más posiblemente a San Mungo, para que el señor Patrick Pomfrey los inspeccionara al detalle.

Esto significaba que el resto de la seguridad mágica continuaba dispersándose, acercándose a donde estabais, pues incluso de lejos percibíais voces avanzando impasibles. Claramente no pensaban dejar cabos sueltos y estaban rastreándolo todo por tierra y aire. 

Sin embargo, antes de que tomarais finalmente la dirección a seguir, un patronus en forma de halcón se acercó a vosotros y le transmitió expresamente a Agatha un mensaje. Mensaje del que estabais convencidos que provenía del anterior destinatario, ya que ahora estaba indicando expresamente una localización: justo en el extremo vuestro, cerca de los límites del bosque prohibido.

Y...hubo algo más. No sabríais decir el qué con exactitud, pero un diminuto, breve y casi imperceptible sonido para vuestros oídos (debido a la gran lejanía) se oyó de fondo gracias al silencio. ¿Vendría del mismo sitio que refería el conjuro del patronus?

La cuestión ya no era decidir, si no actuar. No quedaba tiempo.

Con el fallido revelio no pudiste aclararte acerca de lo que Circe estaba haciendo. Tu cabeza estaba aún en el patronus y no conseguiste concentrarte en los dos conjuros al unísono. Aunque al menos, ya sabías que los dos mensajes llegarían uno detrás de otro.

De hecho, el verdadero problema no fue con el revelio, si no cuando un fuerte y estruendoso sonido proveniente del interior de la cabaña se produjo, causando a su vez una gran polvareda en la parte de fuera. Sin duda, prácticamente confirmarías que se trataba de una explosión que pudo ensordecerte a causa de la cercanía en la que encontrabas.

Y, a continuación, cuando aquello pasó, percibiste hablando a unas voces que te resultaban familiares (a pesar de no poder predecir quiénes eran con total seguridad).

¿Quién más había allí? esa era la cuestión (o al menos la que podías considerar), cuando seguidamente, desde tu posición, acabaste visualizando a una lejana sombra corriendo (desde la parte de atrás de la cabaña) hacia los interiores del bosque. ¿Dirías que se trataba de Sándor Buzánszky? ¿Dirías que detrás de él y a una separación prudencial te pareció ver un ave? Definitivamente no estabas seguro. No lo podías afirmar. Estar oculto y aquellas ramas por entre medias te impedían ver con claridad.

Aunque eso no era todo. ¿Qué harías con Circe? ¿Revelarías tu posición? ¿Saldrías de tu "escondite"?

La situación era estresante, realmente, y le estaba generando al subdirector una tensión excesiva, tanto que hasta le comenzaba a doler la cabeza ligeramente. Y no conseguía concentrar su poder en poder obtener información de lo que tenía delante. En realidad, ni siquiera intentar pensar en lo que tenía delante, sólo observar. Se sentía incapaz de tomar una decisión, de hecho, por eso seguía observando. 

La explosión, por supuesto, cambió eso. Alguien salió corriendo, y la corazonada de que era Sándor surgió en la cabeza de Ulfric, pero el tiempo que tardó en reaccionar hizo que se alejara hacia el bosque. Quizás no fuera lo más prudente ir y seguirla, teniendo en cuenta que no sabía la dirección. Con el tiempo que había pasado, la directora ya debía saber su información, así que... 

- ¡¿Circe, es usted?! ¡¿Qué acaba de ocurrir?! - Dijo Ulfric, saliendo del escondite, con la varita en la mano, dejando de lado su escoba por el momento, preparado para realizar un hechizo rápidamente ante cualquier amenaza. - ¡¿Qué es este lugar?! ¡¿Quién era el que acaba de escapar?! - Gritaba, en parte por la distancia, en parte por todavía estar afectado por la propia explosión y su potente sonido. - ¡Le advierto de que no quiero que haga ningún movimiento brusco y mantenga sus manos a la vista sin usar una varita!

Sándor salió corriendo sin tener ni siquiera en cuenta si la figura de Altair le seguía por detrás. Tenías claro que si la sangre era procedente de alguno de tus compañeros, el asunto...habría girado bastante. ¿Cuál era el motivo para aquello?

Siguiendo las gotas del suelo, que se encontraban espaciadas (como si se hubiera estado moviendo mientras se iban cayendo), llegaste a ver un charco en mitad de tu recorrido, fundido con la hierva y tierra del suelo, medio absorbido por esta.

Al guiar la mirada hacia arriba, allí estaba, Keith Blumer, el mismísimo jefe de aurores cabizbajo y atado de pie al tronco de un árbol. Un árbol que goteaba la sangre hasta abajo.

No lo pensó dos veces: Se acercó al árbol y uso la varita sobre la cuerda, conjurando un relashio para liberarle.

La idea había pasado por su cabeza pero ahora Sándor empezó a entender lo que realmente estaba ocurriendo... y era muy malo.

- ¡Altair! ¿Estás ahí?- preguntó, buscando con la vista al joven - Me parece que sé lo que está ocurriendo. ¿Sabes curar heridas?

Antes de siquiera pensar en descender hago un breve recorrido de la zona en busca de cualquier posible amenaza, desde mi posición, cualquier posible escondite resultaba totalmente inútil.

No iba a exponerme, menos ahora que ese cabezotas de Sandor había mencionado mi nombre en voz alta.