Partida Rol por web

Vuestro grupo, un contingente peligroso de ciento cincuenta hombres, se dirige siguiendo las órdenes de su jefa, Alezade, a un rumbo incierto, tras dejar la fortaleza asediada en un estado ruinoso, con gran parte de su población huida o asesinada y todos sus tesoros robados.

Tardáis cerca de cuatro días en recoger todo y llegar a ver desde lejos vuestro destino, una gran ciudad rodeada por unas férreas defensas y en cuyo interior se encuentra una gran fortaleza de piedra.

Tras partir a lomos de tu corcel, el más rápido de Quentyn, llegas a la fortaleza destrozada por los mercenarios. Los supervivientes, asustados y desprotegidos, te indican con rapidez el trayecto que sus atacantes han seguido.

Una larga y fatigosa jornada de viaje te lleva hasta poder ver al grupo de mercenarios, más de cien hombres, en las lindes una gran ciudad con amplias defensas. Una ciudad muy importante en las tierras de los Lannister, Refugio de Plata.

Lord Tyrion os ha mandado a ambos, su hijo Tygett y el viajero Kaen, a Refugio de Plata. Allí cada uno deberá completar su propia misión. El primero preparar y reunir los ejércitos en vista del conflicto que en breves se desarrollará, el segundo unirse con el grupo de mercenarios que Lord Tyrion ha preparado para devastar Poniente y mejorar su posición.

Tygett se había preparado a conciencia para el viaje y su posterior cometido, él había crecido en tiempos de paz y aunque había entrenado duro no tenía experiencia real en la guerra, esta era la primera vez que su padre le encomendaba una misión realmente importante. No es que antes no tuviese responsabilidades pero con la paz de la reina un guerrero no tenía mucho trabajo, sólo bandidos o furtivos molestando al pueblo, esto es diferente, un conflicto se acerca y debemos estar preparados para proteger nuestras tierras y a nuestra gente.

Con esos pensamientos se acercó a sus caballos, primero a Bhaal que, pertrechado completamente, pateaba el suelo con un casco, impaciente por partir.

- Tranquilo muchacho, tu momento llegará - le murmuró acariciando la cara y palmeando el cuello del negro caballo.

Lo dejó al cuidado de su escudero Ambrose y, comprobando que llevaba todo en su sitio, se subió a Trusty; miró a su alrededor paseando la vista por los pocos hombres que harían el corto viaje y con un movimiento de cabeza dió su conformidad para que se pusieran en marcha.

Elevó la mirada y, con una inclinación, se despidió de su padre y de su familia que estaban asomados en el Balcón del Señor, mirando la partida.

Al parecer aquellos mercenarios no se quedaban demasiado tiempo en ningún sitio, por lo que Knut tuvo que perseguirlos durante más trayecto del que pensaba. Finalmente, tras una jornada extenuante llegó a divisarlos. Parecía que iban en serio, pues se dirigían hacia tierras de los Lannister.

El joven mercenario se acercó a aquél grupo amplio. Se le veía a la legua que era un mercenario y no quiso aparentar, en ningún momento, que iba con cualquier otra intención. Levantó los brazos, en señal de paz, a medida que se iba acercando, con una amplia sonrisa de oreja a oreja.

- Voy a acabar con vosotros, sucios mercenarios - aquél pensamiento era el motivo de la sonrisa.

Krest. En breve te mando la ficha de Kaen. Mientras posteo para no ralentizar la partida.

Buenas muchacho -saluda Kaen al llegar a las caballerizas junto a Tygett.

Kaen era un hombre mayor. Vestido de cuero oscuro y un sobretodo con capucha raído y bastante gastado que denotaba su uso prolongado en los camino. Su lacia y canosa melena caía sobre sus hombros de forma descuidada. 

Nos dirigimos a Refugio de Plata si no me equivoco. Tenemos un día de camino a caballo. Tiempo suficiente para crear una coartada para ambos.

Pongamos las cartas sobre la mesa -digo mientras coloco las alforjas con todo lo que llevo en mi caballo -¿Qué es lo que sabes jovencito?

Hemos llegado. Si las cosas van bien, a partir de ahora podremos llamar hogar a este lugar, o refugio. Si las cosas iban bien claro. Que nunca iban bien...

Steth. Tus tuertos y tú partimos a Roca Casterley en breve. Preparaos para el viaje.

Ordeno sin más. Antes de visitar a las chicas debía descansar un poco y asearse. Aunque sin duda se asearía otra vez al llegar al lupanar.

Arriba, abajo. Arriba, abajo. Cambio de lado. Arriba, abajo. Arriba, abajo. Las mandíbulas de Harland subían y bajaban con una parsimonia tan desesperante como la que le era habitual. Masticaba un pedazo de cecina que, hacía ya mucho rato, estaba lo bastante reblandecida como para pasar a través de la garganta. Sin embargo, él no cejaba en su empeño.

Nada de todo cuanto ocurría iba con él. O, por lo menos, no parecía importarle. Sentado sobre una roca observaba las férreas defensas de la fortaleza a la que la potrilla les había conducido. No tenía la menor idea de cómo asediar una ciudad o cómo desbaratar las protecciones de aquella en concreto, pero esto tampoco le resultaba preocupante. Al final las cosas surgen como deben, y terminan de forma justa.

Pero el hombre suele confundir fe con justicia. Si un hombre bueno hace el bien durante toda su vida y confía en que la vida le recompensará, probablemente una banda de hijos de puta pasará por encima de su granja y violará a su mujer frente a él antes de matarle. ¿Ha sido la vida justa con ese hombre? "No", dirían los timoratos. "Sí", diría un hombre pensante. Porque el muy iluso confió en que todo el mundo es bueno si él también lo es.

En otras palabras: si alguien es lo bastante inteligente, sabrá hallar justicia ahí donde pare. Harland no tenía en consideración su propia inteligencia, pero de una cosa estaba seguro: la vida le había tratado con justicia. Él mismo, en cierto modo, era una herramienta en manos de la justicia. La verdadera, no la de los hombres. Sin embargo, a su alrededor sólo intuía injusticia.

Roca Casterly. La potrilla había decidido un nuevo destino. Y con sabiduría e inteligencia parecía haber decidido dejarle a él al margen.

-Escoger siempre implica renunciar a algo... -dijo para sí mismo, la mirada tan perdida como el día en que nació-. Sólo cuando uno es consciente de esta gran verdad puede entender que no hay elecciones correctas, sino errores pequeños. 

Tragó el bolo de cecina y se puso en pie.

Habían recogido bastantes baratijas interesantes y las habían dividido entre los tuertos. Ninguno abandonaba con los tesoros, aquella carnicería no había conseguido más que animarlos a buscar más sangre. Tras unos días de felicidad de muerte y saqueo se pusieron en marcha hacia la siguiente ciudad. Esta por desgracia estaba muy bien vigilada. - De quienes son estas tierras? - Pregunta a ambos pues no estaba familiarizado con las tierras tan al norte. -Parece que esa ciudad está bien defendida... pero roca Casterley está mejor aún defendida... - Dice mirando a Alezade. - Estaría bien decirnos cual es tu objetivo y el plan para llevarlo a cabo. Aunque no me importa mandarme contra otros soldados, no me gusta lanzarme contra murallas llenas de ballesteros que quieren mi cabeza muchacha.

Intento ignorar en la medida de lo posible a Harland y sus extrañas y misteriosas maneras.

Sonrío al escuchar las quejas de Steth.

Para ser un mercenario os comportáis con mucho recelo Dorniense -digo con socarronería -Eso de ahí adelante es Refugio de Plata y será nuestro refugio. No hay nadie a quien atacar. Estamos en tierras de los Leones -digo con asco -y este lugar está vacío.

Tus tuertos y tú seréis mi escolta en esta visita a un lupanar de Roca Casterley. Hay nobles que me deben favores... y me los voy a cobrar. Mientras, tus chicos y tú disfrutaréis de la hospitalidad de mis... "hermanas"

Le guiño un ojo con complicidad

Alezade te parece, por unos instantes, realmente hermosa, una mujer guerrera cuyo cuerpo curtido esconde el mayor deseo que un hombre puede añorar.

Steth tornó los ojos no pensaba que hubieran andado tanto y tan al oeste. Estaban en tierra de leones, supuestamente la más débil de las grandes casas pero una de las más cohesionadas si los últimos rumores eran ciertos y se mantenían en el tiempo. Torció la cabeza, aquella fortaleza estaba abandonada? curioso la guerra debió ser muy fuerte en esta zona para haber arrasado y que nadie hubiera reclamado la fortaleza como iban  a hacer ellos. - Un sitio de base eso es agradable de oir de vez en cuando, Habéis oido chicos por fin unas murallas tras la que parapetarnos por la noche ja no tendréis que ir de dos en dos a mear. Sonrió por fin algo interesante desde la masacre.

Steth miró a la moza estaba loca? ha sin duda iban a ser unos escoltas... llamativos al menos. Un grupo de tuertos con unos rostros que atraerían sonrisas y caras amables. Nobles y lupanares en la tierra de leones todo mala combinación, no sabía que pensar aunque se encogió de hombros  la muchacha parecía que sabía lo que hacía. Le guiñó el ojo y steth se quedó un momento mirando como atontado, su unico ojo revisó a la muchacha de arriba a abajo siguiendo sus curvas  tapadas con su ropa. Pasado el momento Steth se recompuso y volvió a mirar a la fortaleza. - Pues demonos prisa no tenemos muchas ganas de estar mirando unos muros. Vamos?

Una fortaleza vacía. La potrilla tenía muchos más ases en la manga de lo que se presupondría para una mujerzuela de su clase. Eso no tenía por qué ser un problema, por supuesto; más bien al contrario. Harland se rascó la barba, algo más descuidada de lo habitual, y se llevó otro pedazo de cecina a la boca.

Sin más que decir, sin órdenes recibidas, el mercenario dio la espalda a la ciudad y se dirigió, entre el gentió, hacia las improvisadas letrinas del destacamento silbando una conocida cancioncilla norteña.

No obstante, Harland tenía otros planes. La ausencia de órdenes por parte de la muchacha confirmaba dos cosas: no confiaba en él, y le había subestimado. Muy sabio lo primero, no tanto lo último. El tuerto ya había tomado la decisión de acabar con la vida de Alezade, pero aún había un par de cosas que resolver antes de hacerlo. Matar a la moza podría ser el primer paso de lo que él consideraba 'su Visión', mas darse demasiada prisa podía echar por tierra algo largo tiempo concebido.

Harland no iba a cometer ese error.

Mientras caminaba entre el gentío, buscó con la mirada a James Ojoloco, esperando que ambas se encontraran. Cuando así ocurrió, le dirigió un gesto inequívoco, aunque sutil. 'Acompáñame'.

Una vez alcanzó su destino, el tuerto desató el nudo de su cinturón y comenzó a soltar lastre. Se aseguró de dos rápidos vistazos de que nadie escuchaba lo que tuviera que decir.

-¿Recuerdas lo que hablamos, James? ¿Lo de probar al muchacho Steth? Bien, ha llegado el momento. No me importa qué haga o cómo lo haga, pero quiero oler un poco de caos proveniente de Roca Casterly. Últimamente dudo de la lealtad de nuestro amigo. No sé si es uno de los nuestros o un perro rabioso... Eso es un problema, ¿no te parece? Dejemos las cosas claras o partamos peras de una puta vez. Pronto va a conjurarse una tormenta. 

Harland se marcha a los baños y, al ver que el destino no es claro, otros dos tuertos, uno de ellos Ojoloco, lo imitan, marchando a vaciar su vejiga.