Partida Rol por web

La Guerra de los Padres

I - La primera mañana

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21/05/2014, 23:53
Normoh

Normoh abrió los ojos con el olor de la leche caliente en la nariz. No le gustaba nada ese olor. Hundió la cabeza en la almohada y escuchó fuera la algarabía que montaban las gallinas en el corral cercano, desperezándose. Parecía que iba a hacer un buen día.

Su padre lo terminó de despertar con una patada y un gruñido cariñosos, a él y a su hermano, dentro de lo posible para aquellas criaturas poco dadas a sentimentalismos. Ambos se sentaron y se levantaron trabajosamente, atizándose unos cuantos golpes cariñosos en el camino hacia la mesa, donde su madre les ponía en ese momento unos huevos cocidos, ojalá hubiera un tazón de gachas.

Nadie dijo palabra mientras desayunaban apresurados. La madre se afanaba sobre el fuego, dándoles la espalda.

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21/05/2014, 23:53
Director

El desayuno transcurrió en silencio mientras los varones de la familia se afanaba en devorar el desayuno, mientras, su madre los miraba y esperaba a aque terminaran para recoger y lavar los platos de madera.

- El conde dijo ayer que deseaba algo de tí ¿recuerdas? - dijo el padre.

- Quizás entonces traigas hoy algo mejor que aquel pajarraco viejo y flaco - protestó su hermano. El padre acabó con la broma de un codazo lo que hizo que su madre les riñera a todos por pelear en la mesa.

- Vete a ver que quiere ese viejo idio... - estaba diciendo el padre, cuando una furibunda mirada de la madre le hizo pararse a media frase. La enemistad entre el padre de Normoh y el conde Orbert no era un secreto, pero ambos solían mantenerla en límites discretos. Como Normoh bien sabía, su madre prohibía firmement cualquier salida de tono que pudiera buscarles problemas, trabajos indeseables o incluso la expulsión de la aldea.

- Fuera, marchaos, todos - dijo su madre mientras recogía los cubiertos y platos de madera. Su cara de pocos amigos no daba pie a réplica.

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21/05/2014, 23:54
Normoh

Normoh salió de la habitación sin decir palabra ni hacer ningún gesto. Una vez fuera, se lavó someramente en el barril y, tras echar su cagada matutina en el corral, se dirigió a la plaza del pueblo. Quería ver a los demás cazadores; había varias trampas que comprobar, y ayer se habló de una salida verpertina, pero no habían concretado nada. La cita con el conde no corría tanta prisa.

Saludó con la cabeza a un par de convecinos con los que se cruzó, y se sentó en uno de los poyos del centro de la plaza, bajo el árbol. Esperaría un rato si aparecía algún cazador, y si no, iría a ver qué tripa se le había roto a Orbert.

Notas de juego

Máster Dixit: como verás he trasladado aqui el malogrado prólogo individualizado que te hice empezar. Aqui es donde estará todo el lío ahora.
 

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21/05/2014, 23:56
Director

El sol entraba por las ventanas apenas detenido por las tablas que hacían las veces de tristes persianas. El jefe de leñadores solía ser de los primeros en levantarse pero por algún motivo ese día, fueron los ruidos del pueblo al despertarse lo que hizo que abriera los ojos. Masculló una maldición por el tiempo perdido y se puso en pie dispuesto a despertar al resto de la familia y a servir el desayuno.

Se encontraban comiendo un plato de huevos cocidos, que consistía en el desayuno habitual de media aldea, cuando tras golpear la puerta con los nudillos, uno de los guardias del pueblo entró en la casa - tu hermano el conde desea verte - dijo - en su casa - precisó, aunque sin necesidad, pues la casa del conde hacía las veces de vivienda, sala de audiencia e incluso sala de banquetes si se prestaba la ocasión.

Sin esperar a recibir una contestación o que diera tiempo a preguntarle nada, el guardia se dió la vuelta y salió de la casa cerrando la puerta.

Notas de juego

Breve explicación sobre ambientación: La rutina habitual de la aldea consiste en que cada uno se aplique a sus tareas asignadas habituales, que su jefe de equipo (en cada caso: cazadores, guardias, carpinteros...) decidirá cada día si es preciso. El conde no suele indicar a cada ciudadano su labor diaria (sería muy tedioso y poco práctico), pero si es relativamente frecuente que lo haga con los jefes.

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22/05/2014, 00:10
Director

El sol entraba por las ventanas apenas detenido por las tablas que hacían las veces de tristes persianas. El hjo del jefe de leñadores solía ser de los primeros en levantarse, como su padre, pero por algún motivo ese día, fueron los ruidos del pueblo al despertarse lo que hizo que abriera los ojos. Iunus pudo oir como su padre mascullaba una maldición por el tiempo perdido y se ponía en pie dispuesto a despertar al resto de la familia y a servir el desayuno.

Se encontraban comiendo un plato de huevos cocidos, que consistía en el desayuno habitual de media aldea, cuando tras golpear la puerta con los nudillos, uno de los guardias del pueblo entró en la casa y se dirigió a su padre - tu hermano el conde desea verte - dijo - En su casa - precisó, aunque sin necesidad, pues la casa del conde hacía las veces de vivienda, sala de audiencia e incluso sala de banquetes si se prestaba la ocasión.

Sin esperar a recibir una contestación o que diera tiempo a preguntarle nada, el guardia se dió la vuelta y salió de la casa cerrando la puerta.

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22/05/2014, 00:14
Director

Ursu había dormido una vez más en la cuadra, junto a los caballos, por algún extraño motivo se le daban mejor las bestias que los hombres. Allí, no tenía porqué discutir con nadie y los animales hacían que la cuadra estuvier tan caliente como cualquiera de las casas, ahora que las noches empezaban a ser más frescas con la entrada del Otoño.

Las salidas de caza y exploración se harían más duras cuando el Otoño avanzara y aún más en Invierno donde estar al raso era terrible y además reportaba escasas presas. Ursu agradeció al Dios del Sol y el Agua poder haber dormido a cubierto y en compañía, aunque ésta fuera equina.

En el exterior de la cuadra empezan a escucharse los primeros ruidos que hacía el pueblo al despertar. Ursu se desperezó y sus rugientes tripas decidieron que era hora de salir a encontrar algo que desayunar.

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22/05/2014, 00:35
Ursu
Sólo para el director

Otro día que comienza para el bueno de Ursu, veamos qué reserva a Ursu, así reflexiona Ursu, y por un momento está a punto de hacerlo en voz alta. La sonrisa bonachona que se dibuja en sus labios por un único instante se apaga al pensar en la jornada de exploración. Ursu se pregunta qué le aguarda en el bosque, Ursu se pregunta quiénes serán sus compañeros hoy.

Con toda su buena disposición, saca su desgarbado cuerpo fuera de la cuadra, tarareando una cancioncilla que ha escuchado a las viejas. Se dirigirá a casa de su tío Morcai, a mendigarle algo con lo que engañar a su estómago. Podría intentarlo con su padre, Yolan,... pero no, mejor no. Allí se burlarán de él, lo ridiculizarán y lo peor serán sus miradas. Esas miradas de odio, de asco... Es mejor ir a casa del bueno de tío Morcai.

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22/05/2014, 00:49
Lana Culprits

- Despiera Vel, despierta jovencito - la abuela Lana se encontraba, una mañana más, junto a la cama de Velocatus, que, una vez más no se había despertado nada más amanecer, cosa que desde luego si había hecho la abuela. Como todos los días la abuela simulaba estar enojada por la tardanza del muchacho, pero probablemente disfrutaba de este pequeño ritual diario.

- Así nunca llegarás a tiempo a nada Vel - la abuela no solía emplear el nombre completo del muchacho, Velocatus, quizás porque por mucho que pareciera, no era éste un nombre sacado del Libro*.

- Deberíamos ir a ver al conde - dijo durante el desayuno - creo que hoy sería un buen día, para tí, sí. Es un buen hombre Orbert... una buena oportunidad, o eso creo- dijo la abuela refiriéndose al señor de Forbrag. Parecía ensimismarse al hablar y olvidarse de las cosas o al menos saltar de un tema a otro rápidamente, sin embargo, a la hora de aplicar remedios, demostraba que no chocheaba ni una pizca a sus casi sesenta años - si ha sido lo que yo me temo, al menos eso creo. Pero será duro, para tí... Un hombre algo duro Orbert, pero debe serlo, o eso creo.

- Dicho y hecho, irás a ver al señor Orbert y yo iré contigo - dijo Lana Culprits mientras terminaba el fugaz desayuno y se echaba por el hombro el zurrón donde guardaba los enseres de su oficio - andando, vamos Vel.

Notas de juego

*Se refiere al Libro de los Nombres, que procede según se dice de la época de los Padres y que por tanto da suerte a aquellos que los llevaban, razón por la que muchos padres no eligen el nombre de sus hijos si que éste es extraido del Libro de los Nombres. Se dice que incluso los nombres de las familias Wits, Culprits y Justicar proceden del Libro.

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22/05/2014, 00:50
Director

Mientras esperaba a que apareciera alguno de los otros cazadores, Normoh no pudo evitar ver a uno de los guardias entrar y salir rápidamente de casa del jefe de los leñadores, el hermano del conde. No era habitual que el conde indicara a cada ciudadano su labor diaria pero sí solía hacerlo con los ancianos y con su círculo de confianza. Desde luego, su hermano no pertenecía a ninguno de ambos. Pudiera ser que hubiera ocurrido algo o que el señor fuera a reunir a los jefes de las cuadrillas de trabajo. Quizás el jefe de cazadores estuviera en la casa del señor Orbert que hacía las veces de vivienda, sala de audiencia e incluso sala de banquetes si se prestaba la ocasión. Normoh recordó entonces lo que le había dicho su padre hacía un rato.

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22/05/2014, 02:59
Normoh
Sólo para el director

-"Vete a ver que quiere ese viejo idio.." -Normoh todavía lanza un par de miradas desmayadas alrededor. Se inclina hacia atrás apoyándose en sus brazos, y alza la cara al incipiente sol, guiñando la cara. Suspira, sin saber qué pensar, ni sobre qué. Pensar nunca fue su fuerte, como siempre decia su padre. Ah, su padre. Habrá que ir a ver al viejo idio... al conde Orbert.

Normoh todavía se demoró un poco contemplando las ramas antes de dirigirse, suspirando desganado, a la puerta de la casa del conde. Y tras otro momento, llama.

Notas de juego

Bien trasladado.

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22/05/2014, 15:41
Velocatus de los Culprit

Cuando la abuela le despertó, Velocatus le dijo bromeando, con su sonrisa más encantadora: —Oh, pero abuela... ¡Te juro que me levanté al alba, pero estaba tan cansado, que me quedé dormido de nuevo! ¿Te lo puedes creer? Tanto madrugón para nada.—

Sabía que no podía engañar a su abuela. Ella le conocía bien. Pero aquellas chanzas amago de bribón la hacían gracia. Y Vel (como su abuela solía llamarle) tenía preparada una nueva para cada mañana, la cuál siempre arrancaba una sonrisa a su abuela, mientras ésta negaba con la cabeza. Seguramente pensaba: "este chico nunca cambiará".

Cuando le comentó lo del Conde, no le dió mucha importancia:

—Seguro que quiere que tire piedras contra el muro más rápido. O más grandes. Como si eso sirviera para algo.— Ante la mirada de desconfianza de su abuela, siguió: —Esos Wits se dan mucha importancia, abuela. Que si hay que hacer esto. Que si hay que hacer lo otro. Incluso el hijo Kal se cree ya el jefe del pueblo, y es un cabeza hueca. No entiendo por qué mandan en el pueblo los Wits. Si los Culprit somos más listos, abuela. ¿Sabes quien debería mandar en el pueblo...? ¡Tú!— La sonrisa de Velocatus demostraba que estaba de chanza de nuevo, aunque esta vez el gesto de respuesta de su abuela fue más de disgusto por su comentario.

Velocatus se puso serio también. Se puso el zurrón al hombro y empezó a dirigirse junto con su abuela en dirección a la cabaña desde donde el jefe del pueblo, Orbert, ejercía el mando. Aunque hubiese bromeado con ello, Velocatus no era un tonto, y si su abuela decía que aquello era importante, sería por algo.

Es más. imaginaba que su abuela sabía ya de que se trataba el asunto. Seguramente el jefe Orbert ya había hablado con ella. Pero no preguntó lo que era. Si la abuela callaba, seria por algo.

Algo en verdad importante

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22/05/2014, 23:43
Iunus Wits

Me estoy comiendo el plato de gachas y huevos con gusto, con una cucharada detrás de otra.Siempre me levanto con mucha hambre, de hecho, ni siquiera tengo la parte de arriba puesta, voy con unos pantalones largos y descalzo. Comento con mi padre el horario del día y bufo cuando pienso que ya vamos tarde.

Cuando entra el soldado levanto la vista sin soltar el cubierto, con la boca llena me quedo en pausa hasta que da su breve noticia, sólo entonces termino de tragar y miro a mi padre.

-¿Tengo que ir contigo?- pregunto esperanzado de volver a la cama y zanganear un rato.

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24/05/2014, 19:31
Director

El hijo del jefe de leñadores, miró al guardia entrar y salir, sin soltar el cubierto y con la boca llena, sólo después de que éste saliera, terminó de tragar y miró a su padre.

-¿Tengo que ir contigo? - esperando volver a la cama y zanganear un rato más.

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24/05/2014, 19:36
Director

La casa del conde Orbert era la mayor del pueblo, eso permitía que sirviera como vivienda a éste y a su familia, pero también como sala de reuniones del consejo, sala de audiencia e incluso alguna vez, como sala de banquetes.

La puerta no estaba atrancada y bastó con empujarla para que se abriera. La pequeña antesala da paso al salón, donde sse encontraba el conde, sentado en su trono, un antiguo asiento de ancho respaldo y grandes reposabrazos, de gastada tapicería. Junto a él, su hijo Kal y dos de los ancianos del consejo. Flanqueaban la sala y al conde varios de los guardias, junto a un forastero, que aunque no llevaba armas a la vista, vestia una armadura de láminas.

Al entrar, puedes ver cómo el conde termina la conversación que mantiene con el extranjero y le dirige un asentimiento como dándole su permiso, éste hace una breve reverencia y se dirige a la puerta, donde se cruza contigo.

Nadie te anima a entrar, pero parece que a nadie le extraña verte allí, como no te indican donde dirigirte, te sientas sobre un tonel en una esquina.  Al parecer eres el único cazador en la sala.

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25/05/2014, 22:53
Director

Al salir de la cuadra tarareando Ursu no pudo evitar fijarse en uno de los caballos. Sin duda aquel animal no pertenecía a la apenas media docena de caballos de Forbrag. Ursu conocía bien a todos aquellos nobles animales y aquel nunca había estado siquiera en el poblado. 

Quizás aquello fuera cosa del conde. Por un momento Ursu valoró la posibilidad de ir a ver al conde a su hogar y preguntarle. Quizás aquello era lo que debía hacer pensó el obtuso de Ursu impulsivamente. Por otro lado es posible que el conde Orbert se aviniera a darle de comer o buscarle algo que hacer a cambio.

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25/05/2014, 23:16
Director

Lana y Velocatus salieron de la vivienda tras desayunar, pero no sin antes recoger la mesa y enjuagar los platos con agua. La casa del conde Orbert era la mayor del pueblo, eso permitía que sirviera como vivienda a éste y a su familia, pero también como sala de reuniones del consejo, sala de audiencia e incluso alguna vez, como sala de banquetes.

La puerta no estaba atrancada y bastó con empujarla para que se abriera. Uno de los cazadores, uno de los dos hijos de Sido (un refugiado y hombre de dudosa reputación) entraba antes que ellos. La pequeña antesala da paso al salón, donde sse encontraba el conde, sentado en su trono, un antiguo asiento de ancho respaldo y grandes reposabrazos, de gastada tapicería. Junto a él, su hijo Kal y dos de los ancianos del consejo. Flanqueaban la sala y al conde varios de los guardias, junto a un forastero, que aunque no llevaba armas a la vista, vestia una armadura de láminas.

Al entrar, pudieron ver cómo el conde termina la conversación que mantiene con el extranjero y le dirige un asentimiento como dándole su permiso, éste hace una breve reverencia y se dirige a la puerta, donde se cruza con los dos Culprits.

A nadie le extraña verte allí, y como no te indican donde dirigirte, no sabes donde dirigirte, pues la abuela Lana se acerca para sentarse junto a los ancianos.

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26/05/2014, 22:25
Velocatus de los Culprit

Cuando el extranjero pasó junto a su abuela y junto a él en dirección a la salida, Velocatus le dirigió una suave sonrisa y un leve saludo con la cabeza antes de verle desaparecer por el arco de entrada.

Su abuela siempre decía que el corazón de los hombre era como la tierra negra, y que con trabajo y voluntad se debía sembrar en ellos para tal vez algún día obtener frutos. Si sembrabas cordialidad y paz, eso es lo que obtendrias. Si sembrabas desconfianza y miedo, en cambio...

Su abuela le había enseñado a tratar a la gente, no sólo de sus enfermedades del cuerpo, si no también, en cierto modo, de las enfermedades del alma. Siempre insistía en que un paciente enfermo se mostraría más confiado y dispuesto a ser atendido por una persona benevolente y cortés.

Ellos, como sanadores, podían ayudar a hacer germinar el bien en las personas. Todos en el poblado podían hacerlo en cierta manera, al participar con su labor en la comunidad, por el bien de todos. Pero a diferencia de un labrador, que trataba con las plantas; o del herrero, que trataba con el metal; ellos trataban directamente con las personas, y además en sus peores momentos. Era, decía su abuela, en esos momentos de dolor y sufrimiento cuando más frágiles y vulnerables se encontraban las personas. Y aún tratando su malestar, alguien que fuera brusco con otro en esa situación sólo le haría sufrir y llevarlo aún más hacia el lado oscuro de su alma.

Se preguntaba cuándo habría visto su abuela la maldad del ser humano.

Desde luego, un simple gesto de respeto no significaba mucho para un hombre cabal. Las acciones valían más que las palabras. Pero nunca se debía perder la oportunidad de dejar una huella amable en el otro. Era algo que siempre se recordaba, y se tendría en cuenta.

Mientras esperaba a que su abuela se sentara en el sitio al que tenía derecho, Velocatus se limitó a elevar su mirada hacia las paredes y el techo de la construcción a su alrededor. Aunque no entraba allí a menudo, lo había recorrido cientos de veces en su vida, en fiestas, bodas y otras celebraciones. Estaba bien erigido, y era un símbolo del trabajo y esfuerzo de aquella aldea. Se sentían orgullosos de aquel edificio. De todo lo que sus conciudadanos hacían con sus propias manos.

Su abuela se acomodó despacio. Al fin y al cabo, era una mujer mayor. Velocatus permaneció de pié en el centro de la sala, miró a un lado y se fijó en el hijo de Sido, preguntándose qué haría allí. Mientras, su abuela terminaba de tomar asiento. 

Cuando su abuela Lana terminó de hacerlo, y sin querer parecer descortés, Vel mostró un gesto sonriente, y empezó a hablar educadamente, pero en voz alta, y sin cortapisa: —Ejem, ejem. Buenos dias tengan hoy y disculpen, ilustres...— Estaba algo nervioso, pues no sabía por qué le habían llamado. —¿Podría saber si hemos de esperar a alguien más? He acudido, tal y como se me ha pedido, siempre dispuesto a servir por el bien del pueblo, y de sus habitantes, en todo aquello que sea necesario.— Entonces, permaneció de pié en el sitio sin añadir nada más. A la espera, con un gesto jovial y confiado en su rostro.

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26/05/2014, 23:24
Director

Poco después de que lo hiciera Normoh, hjo de Sido, entró en la casa Lana Culprits, la sanadora de Forbrag y miembro del consejo. La acompañaba su nieto, el joven Velocatus, algo más joven que el propio Normoh. Un chico amable aunque puede que algo ingenuo.

Cuando su abuela se sentó junto con los otros ancianos, Velocatus permaneció de pie en el centro de la sala, mirando a un lado y a otro, por un instante miró a Normoh preguntándose qué haría uno de los cazadores allí.

Velocatus con gesto sonriente, empezó a hablar educadamente, pero en voz alta, y sin cortapisa: —Ejem, ejem. Buenos dias tengan hoy y disculpen, ilustres...— Estaba algo nervioso, pues no sabía por qué le habían llamado - ¿Podría saber si hemos de esperar a alguien más? He acudido, tal y como se me ha pedido, siempre dispuesto a servir por el bien del pueblo, y de sus habitantes, en todo aquello que sea necesario - Permaneció de pié en el sitio sin añadir nada más. A la espera, con un gesto jovial y confiado en su rostro.

Su abuela Lana le dirigió una mirada reprobatoria por su impaciencia. El joven era impulsivo a menudo pero rara vez su abuela lo reñía por ello, en incluso puede que lo alentara. Quizás esta no fuera una de esas veces. El conde Orbert, por su parte dejó de hablar con su hijo Kal, sentado a su lado y miró fijamente al joven Velocatus. Se abstuvo de decir nada de momento, mesándose la perilla, como midiéndo la valía del joven Culprits. Dirigió una mirada interrogativa a Lana y volvió a mirar al joven - ¿te he llamado, Velocatus? - la abuela Lana dirigió una mirada muy significativa al muchacho indicándole con la cabeza que se hiciera a un lado y quizás, que se callara. Aquello no era muy frecuente pero la alternativa de volver a lanzar piedras contra el muro tampoco parecía muy alentadora.

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26/05/2014, 23:56
Velocatus de los Culprit

Velocatus mostró un gesto claramente sorprendido ante la repuesta del jefe del pueblo. Miró a su abuela, y vio su claro gesto reprobatorio. Recordó entonces lo que su abuela le había dicho en casa palabra por palabra, y entonces se percató que quizás él había dejado volar su imaginación y dado por sentado cosas que no tenían por que ser como imaginaba. Vamos, que estaba metiendo la pata.

—Eeeehhh ... Perdón de nuevo, excelencia. No me hagáis mucho caso. Seguro que tenéis asuntos importantes que atender...— Hizo un gesto de hacerse a un lado pero entonces repentinamente se percató de algo, e hizo un leve gesto de despedida con la cabeza antes de añadir señalando con el dedo a cualquier parte. —Pero... estaré... por aquí cerca... por si me necesitáis.— Rápidamente y con el rostro rojo de la vergüenza, se hizo a un lado de la estancia, donde pudiera ver lo que ocurría pero no molestara, con la cabeza gacha.

Iba tan ensimismado pensando en si había hecho el ridículo que casi se chocó con el hijo de Sido: —Oh, disculpa...—

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27/05/2014, 00:54
Ursu
Sólo para el director

Bueno, bueno, mira a quién tenemos aquí, nada más y nada menos que al buen tonto de Ursu. Esa peste a hez de caballo te delata desde lejos.

Quien acababa de hablar era precisamente el hermano de Ursu, Dargoh, que va acompañado como siempre por sus secuaces, Tulius y Marrun. Ursu sabe que viene a buscarle las cosquillas por enésima vez, pero éste no es el momento de una bronca. Se recuerda que tiene que ir a ver al conde Orbert. 

Lo siento, Dargoh, Ursu no tiene tiempo para jueguecitos -responde Ursu, malhumorado, sin sopesar el posible efecto de sus palabras. 

Los otros tres se encabritan, claro, como cada vez que hacen frente a Ursu y éste les ignora. Dargoh, Tulius y Marrun le cortan el paso, tres perros enseñando los dientes. Ursu no se arredra y prosigue su camino, sin importarle si tiene que empujar a estos mequetrefes.

¡Ya basta! -estalla una voz con autoridad. Es el tío Morcai, que se dirige al grupo de muchachos empuñando un rastrillo-. Dargoh, deja en paz a Ursu, véte a ayudar a tu padre en cualquiera de sus menesteres. Ursu, ven conmigo.

No puedo, tío Morcai, Ursu tiene que ver al conde.

Morcai dirige una mirada escrutadora a Ursu, como si de esa forma, con ese silencio, pudiera adivinar qué le lleva a hablar con Orbert. Se encoge de hombros y suspira.

Vale, muchacho, ve -dice Morcai-. Pero procura mostrarte respetuoso con Orbert, domina tu genio si no quieres acabar azotado públicamente. ¿Me harás ese favor?

Ursu asiente con un movimiento de la cabeza y reanuda sus pasos hacia la casa del conde.