Partida Rol por web

El día del entierro, Ben Miatowicz se excusa porque tiene que ir a trabajar con la furgoneta, por lo que su madre os indica que tenéis que coger el autobús para Innsmouth.

El autobús es una cafetera de diez plazas en la que os espera el conductor. Ya sólo de verle, os produce la misma impresión desagradable que el médico y el policia: tiene los hombros caídos, ojos anchos y bulbosos de un aquoso color azul,manos y pies anormalmente grandes y, cuando sonríe tocandose la gorra, muestra unos dientes pequeños y afilados.

Pagáis los 30 centavos del viaje y emprendéis camino al pueblo. Váis sólos en el autobús.

Podrás hacer una misa en Arkham, pero recuerda que en Innsmouth no hay parroquia.

No sé que diantres vamos a hacer en el funeral -comento con Marla mientras vamos sentados en la parte de atrás del autobus. Todo sea por la memoria del buen señor Lamont -durante unos instantes me quedo pensativo y a continuación sigo bajando el volumen de mi voz hasta un simple murmullo. Quizás podamos averiguar algo acerca del tal Hiram. En cualquier caso lo mejor será que seamos discretos y tratemos de no llamar la atención, esta gente me da muy mala espina.

Paso el resto del viaje charlando con Marla acerca de sus estudios y las últimas noticias de la prensa. Al llegar al pueblo pregunto al conductor por el cementerio y sin más bajo del autobus. Antes de encaminarme hacia el lugar indicado, echo un vistazo alrededor ahora que es de día tratando de orientarme ligeramente y hacerme una idea del pueblo.

Tras 45 minutos en el traqueteante autobús llegáis a Innsmouth.

De no ser por algun coche en las calles sin adoquinar, casi podríais jurar que esa ciudad está abandonada. Sus edificios son sordidos y deslucidos hasta la decadencia más infame, juntos y apiñados como leprosos. Muchas ventanas tienen tablones clavados, y los cristales rotos. No se ven niños, perros ni ropa tendida en los tejados. Solo algunos lugareños pasean por las calles con un andar arrastrado y los hombros hundidos que parecen característicos. No lamentáis no tener que entrar en el lugar.

El cementerio, cerca del pueblo, está totalmente descuidado y lleno de hierbajos que impiden leer las lápidas. Un individuo seco y hosco con una pala (el enterrador) os espera cerca de un agujero con el ataúd cerca. Hay la prima de la sra Miatowicz, que os saluda, y dos ancianos más de la ciudad.

Ahora el padre Vermont puede dar un sermón, si le apetece.

Yo tampoco quisiera tener que estar aquí... Pobre Señor Lamont...

El resto del viaje trato de distraerme mirando el paisaje tras la ventanilla, tratando de contener la descompostura y de no ser descortez con Louis, que parece tener ganas de una conversación.

Al llegar no puedo evitar que se note mi descontento, y mi miedo por la gente del lugar. el lugar no deja de parecerme un escenario de historia de terror...

Buenos días señora Miatowicz... La acompaño en el sentimiento... Es una pena que esta no pueda ser una celebración mejor realizada... Me presenta a los señores...?

Con un poco de esperanzas de que surja algún dato, escucho con atención, para luego permanecer a un lado, sin emitir palabra...

La señora Miatowicz os presenta al sr Baxter, un hombre que viste con anticuada elegancia, y el sr Mellors, un vejete que parece algo sordo. Ninguno es familiar del difunto.

El padre Vermont lee la Bíblia, tras el oficio, el enterrador y un tipo que parece un ayudante bajan el ataúd con poca ceremonia y empiezan a echarle tierra. Parece que va a llover...

Tirada de escuchar y tirada de descubrir cada uno.

Tras conocer a los dos hombres y pronunciar un breve discurso, Louis espera pacientemente mientras entierran al señor Lamont. Espero no tarden demasiado, este pueblo me causa escalofríos y encima parece que quiere llover -pienso ligeramente molesto. Mientras el enterrador y su ayudante están bajando el ataud, Louis cree ver algo curioso.

Oís como el sr Mellors murmura unas curiosas palabras: "no está muerto lo que puede yacer eternamente" durante el oficio religioso.

Os dais cuenta que hay un hombre en el cementerio, detrás de una lápida, sentado en el suelo. No podéis verlo muy bien.

"No está muerto lo que puede yacer eternamente" Repite en un leve murmullo.

Louis está hablando... No va a percatarse de esto... Se pone muy nerviosa, e inquieta, y trata de agudizar el oído para tratar de percibir algo más.

Acabado el entierro, con el sr Lamont ya bajo tierra, los asistentes se dan la mano. Como la llovizna amenaza e convertirse en un frío aguacero (ese traidor clima de Nueva Inglaterra), la sra Miatowicz os propone ir a la casa del difunto hasta que sea la hora de que vuelva a pasar el autobús.

Pese a ver la silueta recortarse contra la escasa luz que las nubes dejan pasar, hago caso omiso y continuo con mi breve discurso. Al terminar contemplo pacientemente como el enterrador y su ayudante entierran el ataud. Dios lo tenga en su gloria, fuera lo que fuera lo que le acotenció en vida nadie merece morir en un lugar así -pienso amargamente.

Al notar las primeras gotas de lluvia me recupero del ligero entumecimiento mental hacia el que me estaba desviando y atiendo a la oferta de la señora Miatowicz. Con gusto acepto su generoso ofrecimiento. Deme unos instantes más para rezar por el señor Lamont y enseguida nos iremos.

Espero en posición meditativa durante unos instantes más mientras el enterrador termina su trabajo y cuando se alejan un poco me acerco a la lápida tras la que se ocultaba la figura desconocida, para averiguar quien es.

Le agradezco mucho, señora Miatowicz, en instantes iremos con usted. No vaya a mojarse, ¿por qué no va yendo a preparar un poco de té, mientras espero que Louis termine la ceremonia?

Sonrio, y lo expreso de manera sincera. Desería estar tranquila con Louis para comentarle lo sucedido y poder tomar un poco de té caliente al volver.

Al ver que Louis se aleja, me apuro a seguirlo.

Al unírseme Marla, la tomo por el brazo mientras caminamos tranquilamente y con discrección y en voz baja le comento. Me ha parecido ver alguien ahí delante y quería comprobarlo sin demasiada gente alrededor.

Lo toma del brazo con una sonrisa nerviosa.

Le pedí a la señora Miatowicz que vaya preparando té mientras nosotros terminabamos la ceremonia. He oído algo extraño, mi querido Louis...

Mira alrededor, asegurandose que no hay nadie cerca.

Oí al señor Mellors murmurar unas extrañas palabras. Algo como "No está muerto lo que eternamente yace"... No sé si son las exactas palabras ahora... Traté de memorizarlo, pero me resultó muy dificil...

Sigue observando adelante, tratando de encontrar lo que Louis buscaba.

Cuando pasaís por el cementerio camino de la casa de Lamont, veis al tipo que vio Louis. Sentado en el suelo apoyado en una lápida, os mira torvamente mientras con un gran cuchillo va cortando un pedazo de madera.

Viste como un pescador, con un sueter viejo con agujeros, pantalones remendados y zapatos de trbajo. Es un tipo robusto y bigotudo con cara de pocos amigos.

Buenos días tenga usted. ¿Se encuentra bien? Una verdadera pena la muerte del señor Lamont, parecía un hombre tan afable... -comento con sentimiento, intentando descubrir si el hombre le conocía.

¿No conocerá usted a un tal Hiram? Creo que era amigo del fallecido. Me extraña que no haya venido al entierro -(esto lo comento si únicamente si tiene aspecto normal).

Cuando te ve, escupe al suelo.

- Oiga, amigo, ya ha venido aquí y ha echado su gori-gori en latino o lo que sea. Ahora pille a la tipa ésa y vuélvase a Arkham.- dice con muy malos modos- Los aires de mar no les sientan bien a los predicadores, aquí.

Tira psicología, louis.