Partida Rol por web

Y Komori se soltó a bastonazos, con tan poca fortuna que quedó ella misma muy magullada por sus propios golpes y los cabezazos y mordidas de las piezas. 

De plano, después de cuatro intentos, mejor se sentó a descansar y recuperar el aliento, mientras le echaba porras a sus compañeros para que atraparan las más que pudieran. 

Dastan se había apenado ver a aquellos antroponekos sin Log, aunque no fueran buena gente, pero entre Sasha y Chesire le aclararon como funcionaba el tema. 

—Esto sí... es que me dio pena que no tuvieran, dado lo mucho que vosotros apreciáis al vuestro... —se disculpó— no sabía que fueran unos prófugos así. 

—¡Eh! Tengo lógica, lo que no tenía es conocimiento. En el agua —como así llamaban ellos a Atlantopolis— todos colaboramos contra las fuerzas de las profundidades. —No hay nadie que no tuviera "un log" como dicen aquí.

Aceptó tratar de capturar piezas. Fue a por un peón negro y lo atrapó fácilmente... pero luego se animo a ir a por un caballo blanco... ¡Y resbaló y se dio una tremenda costalada! 

Eso no arredró al bravo meteomago, que volvió a por piezas y acabó atrapando a cuatro peones en total antes de caerse. 

Vió que Komori estaba bastante fastidiada y se acercó a curarla con un conjuro. Pero pudo curar muy poco, estaba cansado. 

En cuando el primo de Sasha le dijo que probara, Kivo salió corriendo a por las piezas, que como estaban vivas y no querían dejarse coger, se movían dando saltitos como si fueran gorriones.

Pero Kivo demostraba que su promesa era cierta.

—¡Um! ¡Umpf! ¡Ah!

Daba saltos, volteretas y giros, correteaba de un lado a otro y se revolcaba por el suelo como un auténtico cazador del bosque. Las katas estaban siendo bien aplicadas.

—¡Mio! ¡Otra! ¡Otra!

Volvía donde Mike y Detlef a dejar las piezas en prenda.

–¡Que no se vayan, Mike!

Y retornaba al campo a por más. Una, dos, tres, cinco, siete…

—¡Ja! ¡Te tengo!

¡Croc! Una pieza con cara de señora con corona le pegó con un pequeño cetro de marfil en la frente. Ni siquiera se movió del sitio, solo le dio un golpe con orgullo y luego se cruzó de brazos, desafiante.

Kivo se rascó el chichón e hizo su reverencia.

—¡Usted perdone, señora!

Y corrió a por otra, que no se defendió tan bien y acabó en brazos de Kivo, agitándose para huir. Y después de esa, otra, y otra y otra.

Kivo jadeaba. Se detuvo un segundo con las manos en las rodillas.

—¡Un… mo… mento! ¡Ya sigo! ¡Arf!—dijo, intentando ponerse bien sombrero, del que se le habían salido las orejas. El pequeño oobi estaba sucio de polvo y barro, rasguñado, con un roto en el pantalón y con hierbas entre el despeinado pelaje.

Todavía sin resuello, se agachó al ver que una pieza que huía exitosamente de Dastan se estaba acercando a él, y saltó cuando la tuvo a tiro. ¡Pero la pieza saltó más alto! Kivo cayó al suelo y la pieza aterrizo sobre su cabeza.

¡Croc!

Y se alejó.

—Creo que ya—dijo, casi sin voz, al volver donde Mike. Y se tiró en el suelo a jadear con la rosada y pequeña lengua fuera.

Los antoponekos somos buenos cazadores y tenía intención de demostrarlo. En el fondo además me sentía un poco dolida por el feo al log que había hecho Dastan, como si no significara nada. Se que no es consciente de nuestra cultura, pero tenía que demostrarle porqué teniamos tal amuleto o insignia. Si lo llevaba, era por algo. Tenía pedigree.

Así pues, me lanzo a por ellas.

La caza era cuasi un ritual para los nuestros, una experiencia mística y para valientes. Tan imprescindible para nuestra sociedad como la merienda, la siesta, o las cajas de cartón.

El primer contacto siempre es complicado, es por eso que me llevo una coz de uno de los caballos. Me quedo un poco aturdida, pero estaba en plena demostración, no solo para quien afea el Log, sino también para mi nuevo amigo antroponeko. Me levanto de nuevo y las siguiente piezas caen como la seda. Una, dos, tres, cuatro... hasta once. Llega un punto que sin darme cuenta entro en competición con el buen hacer de Kivo, cual concurso.

Para cuando me doy cuenta y vuelvo a la realidad, hago cuentas de las piezas capturadas.

- ¡Uh! ¡Ya está! - inflo el pecho, animada, aunque cansada.

Selenne nunca había cazado nada y mucho menos piezas de ajedrez, no sabía ni cómo empezar, pero todos sus compañeros estaban poniendo de su parte y ella no podía ser menos.

Se ajustó bien los guantes al codo, tomó una buena bocanada de aire y comenzó a perseguir a las piezas, estuvo a punto de coger una torre la pobre se movía como una tortuga, pero Kivo fue más rápido, apareció desde detrás de un pequeño arbusto y la tomó a toda velocidad frente a sus narices. - Vaya...

Posó la mirada sobre un pequeño peón que daba saltitos en el sitio. – Este es mío. – Imitando a Kivo trató de esconderse para acercarse a él, pero justo antes de que pudiera saltar sobre la pieza, Sasha la cogió en el aire con una acrobacia espectacular.
- Venga ya…

Sin darse cuenta acabó corriendo de aquí para allá espantando a las piezas, lo que tanto Kivo como Sasha aprovechaban para pillarlas desprevenidas. Acabó agotada y enfurruñada, definitivamente ese reino no le gustaba ni un pelo. – Bah, se lo dejo a los expertos. – Debía reconocer que se les daba extraordinariamente bien capturarlas, con un suspiro volvió con el resto y trató de ayudarles. – Será mejor que limpiemos esas heridas con un poquito de agua al menos antes de volver.

En un santiamén y gracias a Kivo y Sasha sobre todo, todas las piezas son recogidas. Dieciséis negras y dieciséis blancas. Se notaba quienes eran los expertos cazadores del grupo, aunque algunos moratones y chichones han plagado a los viajeros como consecuencia. Aquello dolería al menos unos días, pero había merecido la pena.

-Vaya, nunca había visto a un no antroponeko con esa habilidad, mis respetos, Kivo de los oobi- dijo Chesshire e hizo una pequeña reverencia. –Ahora podréis jugar al ajedrez, si es que las piezas cooperan. Ya os dije que prefieren jugar a las damas, pero nunca nadie les pregunta.

Mientras Chesshire hablaba, Detlef parecía maravillado de que aquellas piezas hablaran y se movieran, como si nunca hubiera visto o leído nada igual en sus innumerables libros. Estaba como atónito y fascinado, no solo por aquel claro lleno de piezas de ajedrez sino por todo Wonderland. Por fin habló y fue para pedirle a Chesshire quedarse para que le enseñara más cosas sobre aquellos bosques de fantasía.

-No es problema, puedes quedarte, puedo enseñarte mucho- le asintió y aceptó su petición. Detlef se despidió de sus compañeros y, de forma inesperada, continuó su viaje por otro lado. Es lo que tenía el viaje, nunca sabías dónde acababa aunque supieras dónde empezaba.

Así los viajeros retomaron su camino, tras despedirse sentidos de Detlef. Seguro podría aprender muchas cosas de Wonderland y documentarlas para futuros viajeros. Ahora solo quedaba ganar esa partida de ajedrez… Y aprender a jugar, quizás eso también estaría bien. Puede que Twedlee-dee y Twedlee-dum prefirieran jugar a las damas, lo que alegraría de paso a sus fichas de ajedrez.

Dastan jadeaba. Siempre se le había dado peor correr que nadar. Pero entre el pequeño Kivo y Sasha habían pillado un montón de piezas. ¡Ahora podrían jugar al ajedrez!

Detlef había estado todo ese tiempo como ausente, como si no estuviera interesado en el viaje y en salvar el mundo de la destrucción del tiempo, allí, en el claro, fue presa de la atracción del País de las Maravillas y lo perdieron, como habían perdido a Hamo, a Kon o a Mö.

Por el camino, trató de hablar a las fichas de ajedrez. —Disculpadnos que os hayamos capturado. Estamos en mitad de nuestro viaje y os necesitamos para jugar al ajedrez contra dos antroponekos, ellos nos tienen que decir donde está el conejo para encontrar a Alicia... todo el Tiempo está en peligro. 

Hasta ahora las piezas no habían hablado... ¿Pero y si lo hacían? Ese lugar era el país de las maravillas. 

Komori se incorporó lenta.  Aun le dolían los maderazos.  Hizo una mueca entre dolorcito y determinación y se movió con su bastón rumbo a la salida a la velocidad de un caracol, agradeciendo con una leve genuflexión ¡auch! al antroponeko jefe de este prado.   ¡Gracias Chesshire!  Ojalá nos veamos pronto.    Ojalá regrese la normalidad a nuestro reino.   Y claro, normalidad era una palabra irónica pero en clave usada en este el País de las Maravillas. 

Piecesitas, -les dijo tierna, sin resentimiento- les prometo que jugaremos damas, ya sea después o en cambio del ajedrez, así que vayan alegres mientras tanto.  De una manerita similar llegué yo a este prado. y le dió un par de palmadas cariñosas a Mike en la grupa, y continúo su pausado andar. 

Le hubiera gustado que Detlef se quedara con ellos, había aprendido muchísimo de él, pero desde que llegaron a wonderland estuvo muy callado. Lo achacaba a que estaba tan confuso como ella pero se equivocaba, estaba tan fascinado con el reino que quería estudiarlo mejor, aquello le hizo pensar. - En realidad soy a la única que le incomoda este sitio, el resto se dejan llevar y lo disfrutan, en especial Kivo. - Le miró de reojo. - Tengo mucho que aprender de ese chiquitín.

 Se despidió de Detlef, deseándole lo mejor e invitándole a su reino en un futuro. Tras ello se dirigió al antroponeko. - Muchas gracias, Chesshire, cuida bien de Detlef que a veces es un poco despistado.

Ya de vuelta trató de ayudar a convencer a las piezas. - ¡Claro! incluso podemos jugar nosotros mismos contra vosotras, ¡Como queráis!

Estoy un poco cansada y dolorida, la caza siempre me dejaba así. Se que tendré algunos moratones, pero son marcas de guerra que todo antroponeko gusta de lucir con orgullo. Nuestra raza era valiente, casi osada... A menos que llueve que entonces la ciudad se detenía y se escondía en sus hogares con temor. Pero eso era otra cosa que nadie sabía a menos que viviera alli, y nadie que no sea antroponeko vive alli. 

Detlef de pronto quiere quedarse ahí, con Chesshire, lo cual tiene sentido. Había estado bastante ausente gran parte del viaje, como pensando en otras cosas. Quizá no se encontrara a gusto con las aventuras que nos estábamos encontrando y prefería otras cosas. Como parece que muestra ahora. Le despido como el resto y luego seguimos nuestro viaje.

- Tendremos que tener cuidado con los gemelos, ya estamos avisados, y más con lo que nos contó Chesshire - advierto al resto.

Detlef quedó atrás pero eso no es un problema, su viaje simplemente había tomado otro camino. A veces el viaje era así, uno nunca sabía dónde le podía llevar. Para nuestros aventureros les llevaba de vuelta al claro donde se encontraban los gemelos Twedle-dee y Twedle-dum. 

Ambos estaban recostados sobre la misma seta, aburridos. Uno de ellos trataba de atrapar las motas de polvo que un haz de luz dejaba ver justo encima de él. Estaba atareado con sus manitas. sus ojos con pupilas dilatadas seguían motas imposibles de ver para los que no estaban cerca del haz.

Su hermano simplemente dormía y le miraba con cierta pereza. No parecía querer entrar en ese juego de coger motas de polvo. No se dan cuenta de que los viajeros llegan, con éxitos en su búsqueda de piezas de ajedrez.

Quizás Detlef iba a resolver otros problemas acuciantes o quizás no, pero no podíamos forzar el viaje en nadie... probablemente dentro de poco acabaría dormido o paralizado en el tiempo... ¡Debían acabar su misión, el objetivo del viaje!

Y así, el grupo se acercó de vuelta al terreno de los gemelos antroponekos. 

—Psst —dijo Dastan al resto en voz baja— podemos ir colocando las piezas —no le habían respondido a su requerimiento— para cuando se despierten, sorprenderlos con el juego.

Komori se puso a acomodar las piezas en el tablero, como había sugerido Dastan, aunque sabía, por experiencia, que un gato te oye antes que tu, y que si no se mueve es porque tiene flojera de hacerlo, hasta que le pones algo interesante enfrente, algo como unas piezas de ajedrez, por ejemplo. 

Shh, aquí vas tu, afilado alfil.  Quietecito mientras.

Detlef quiso quedarse por allí investigando cosas. Muchas veces se quedaba atrás, despistado, tomando notas de cosas que veía en el camino. A veces, Kivo se quedaba mirando lo que dibujaba en sus diarios. Se subía a una rama y observaba desde arriba.

Solo le interesaban los dibujos, y como Detlef muchas veces dejaba de dibujar para ponerse a escribir páginas y páginas, Kivo se aburría y terminaba por salir corriendo detrás de unos dientes de león o unas hormigas.

Así que se despidieron del erudito y continuaron su camino.

Cuando llegaron al claro de los primos de Sasha, decidieron ir en silencio. Como jugar al escondite. Y ellos se pusieron a colocar las piezas en el tablero. Kivo asintió con firmeza para ayudar, pero ponía las piezas donde se le antojaba, hasta que Mike le dijo que lo dejara.

—Lo que tú digas, Mike. ¿Esta donde va?

Y así, con el consejo del poni con jersey, intentó con meticulosidad poner las piezas que se dejaban poner, porque alguna pataleaba intentando soltarse de sus brazos.

No tardamos en encontrar a los gemelos de nuevo, tampoco se iban a mover (yo no lo haría), en un estado que me causa bastante envidia. Yo también quisiera estar tumbada ahora mismo, medio adormilada. O cazando motitas... Motitas... Había trabajado tanto... Motitas...

- ¡Motitas de polvo! - digo en éxtasis y me lanzo a la seta a cazar esas locas y divertidas partículas. ¿¡Cómo podían ser tan divertidas¡?

Yo ya había cazado casi todas las piezas, estaba bien que me tomara un pequeño esparcimiento mientras que el resto las iba colocando. ¿Acaso no me lo merecía? Obvio.

Las piezas fueron colocadas en el tablero que había en el pequeño claro. Los hermanos antroponekos no se dieron cuenta de nada. No fue hasta que Sasha saltó sobre su seta a atrapar motas de polvo que se sobresaltaron mirando alrededor. El gemelo  que trataba de cazar también motitas de polvo se asustó, dio un salto y cayó rodando de la seta.

Eso despertó a su hermano que miró a Sasha con pereza y abrió la boca con pereza, desperezándose.

-Vaya, ¿habéis vuelto? Nos dio tiempo a dormir dos siestas- miró hacia su hermano que había caído al suelo.

-Espero que hayáis traído las piezas- Tweedle-dee se sacudió de su ropa las hojas secas que se habían quedado pegadas de su caída. Abrió los ojos al verlas ya colocadas y dio un par de palmadas. -¡Aquí están hermano!

Tweedle-dum miró para comprobar y sonrió.

-Nunca esperé que nos pudieran echar una mano…